Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoSonetos




ArribaAbajoEl descreimiento


A S. M. la Reina Doña Isabel II


   Más que la luz de la razón humana,
amo la obscuridad de mi deseo,
y más que la verdad de cuanto veo,
quiero el error de mi esperanza vana.

   Tenéis razón, hermosa Soberana,
que no sé cuándo dudo y cuándo creo;
si hoy, comparado a mí, todo es ateo,
tal vez de todo dudaré mañana.

   Entre creer y dudar mi alma indecisa,
mientras pasa esta vida de quebranto,
que es eterna en dar fin, yendo deprisa,

    El dudar y el creer confundo tanto,
que unas veces mi llanto acaba en risa,
y otras veces mi risa acaba en llanto.




ArribaAbajoLa duda


   Tanto quiero creer, que no te creo,
dicha y tormento de la vida mía;
veo tu amor tan claro como el día,
mas lo anubla una cosa que no veo.

   ¡Cuando mis dudas en tu frente leo,
a poderte matar, te mataría!...
¡Oh, cuán desesperada es mi alegría,
que lo que adoro aborrecer deseo!

   ¡Santa virtud, consolador olvido,
dadme el candor de ver como hombre honrado
que soy con honradez correspondido!

   ¡Quítame, Amor, la duda que me has dado,
pues más que no creer siendo querido,
quisiera tener fe siendo engañado!




ArribaAbajoLa vida humana


   Velas de amor en golfos de ternura
suelta mi pobre corazón al viento,
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura.

   Viviendo en esta humana sepultura,
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

   ¡Ay! en la vida ruin que al loco embarga,
y que al cuerdo infeliz de horror consterna,
dulce en el nombre, en realidad amarga,

   Sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga,
midiéndola por horas es eterna.




ArribaAbajoCatón de Útica


   Rasga su pecho el «último romano»
y exclama, deshonrando su memoria:
- Sueño es la libertad, humo la gloria,
y la austera virtud un nombre vano.-

   Detén, Catón, la temeraria mano,
que en huir del dolor nunca hay victoria;
fiel a ese pueblo, mártir de la historia,
muere, si hay que morir, cara al tirano.

   Torna a ganar la libertad perdida;
vuelve hacia Roma, y cuando hieran, hiere;
si cae la virtud, caiga vencida.

   ¿Quién su deshonra a su dolor prefiere?
En las batallas de la humana vida
sólo se mata el vil; el noble muere.




ArribaAbajoLos egoístas



    Por amenguar sus brillos celestiales,
los lanza el alto y los rechaza el bajo,
porque achican su horror huéspedes tales.

(14.- Canto III del Infierno.- Traducción
del Marqués de la Pezuela.)
               



   Vegeta sin sufrir, vive en mal hora,
amigo infiel y cómodo enemigo,
que, egoísta, jamás llevas contigo
la pena del tormento que se adora.

   De premio indigno tu virtud traidora,
ni dignas son tus faltas de castigo:
y no hallas en la tierra un solo amigo
a quien decir ¿qué tienes? cuando llora.

   Vos, los que ajenos de placer y duelo,
vais dando, sin amar ni ser amados,
abrazos sin calor, besos de hielo,

   Moriréis sin virtud y sin pecados,
y siendo despreciables para el cielo,
seréis en el infierno despreciados.




ArribaAbajoLos celos


   Ya a traición, ya a traición en el costado
me hiciste, infame, la mortal herida,
y subo este calvario de la vida
el corazón de espinas coronado.

   Nombre maldito a un tiempo y nombre amado,
¡quién pudiera no amarte maldecida!
¡Dichoso aquel que indiferente olvida,
y puede perdonar y es perdonado!

   ¡Vil homicida del amor más tierno,
que lleves quiera Dios siempre contigo
después de un grande amor, un odio eterno;

   Y mueras inconfesa, y por castigo,
odiándome y odiada, en el infierno
adonde iré por ti, vivas conmigo!




ArribaAbajoAmor conyugal


   Caer al río el viento un nido deja,
y al verlo un ave, en pos vuela piando,
porque dentro, sus huevos empollando,
flota embarcada su infeliz pareja.

   Con el nido que, hundiéndose, se aleja,
naufraga el ave fiel que va criando,
y el esposo, después, vaga exhalando
de árbol en árbol queja tras de queja.

   Creciendo sin cesar su pío, pío,
donde el nido se hundió los ojos clava,
como diciendo así:- ¡Pobre amor mío!-

   Y un día al fin, que su dolor se agrava,
se esfuerza, vuela, muere, cae al río,
se sumerge, suena alga... y todo acaba.




ArribaAbajoAmar y querer


   A la infiel más infiel de las hermosas
un hombre la quería y yo la amaba;
y ella a un tiempo a los dos nos encantaba
con la miel de sus frases engañosas.

   Mientras él, con sus flores venenosas,
queriéndola, su aliento emponzoñaba,
yo de ella ante los pies, que idolatraba,
acabadas de abrir echaba rosas.

   De su favor ya en vano el aire arrecia;
mintió a los dos y sufrirá el castigo
que uno la da por vil, y otro por necia.

   No hallará paz con él, ni bien conmigo:
él, que sólo la quiso, la desprecia;
yo, que tanto la amaba, la maldigo.




ArribaAbajoEl busto de nieve


   De amor tentado un penitente un día
con nieve un busto de mujer formaba,
y el cuerpo al busto con furor juntaba,
templando el fuego que en su pecho ardía.

   Cuanto más con el busto el cuerpo unía,
más la nieve con fuego se mezclaba,
y de aquel santo el corazón se helaba,
y el busto de mujer se deshacía.

   En tus luchas ¡oh amor de quien reniego!
siempre se une el invierno y el estío,
y si uno ama sin fe, quiere otro ciego.

   Así te pasa a ti, corazón mío,
que uniendo ella su nieve con tu fuego,
por matar de calor mueres de frío.




ArribaAbajoLos padres y los hijos


   Un enjambre de pájaros metidos
en jaula de metal guardó un cabrero,
y a cuidarlos voló desde el otero
la pareja de padres afligidos.

   - Si aquí, dijo el pastor, vienen unidos
sus hijos a cuidar con tanto esmero,
ver cómo cuidan a los padres quiero
los hijos por amor y agradecidos.-

   Deja entre redes la pareja envuelta,
la puerta abre el pastor del duro alambre,
cierra a los padres y a los hijos suelta.

   Huyó de los hijuelos el enjambre,
y como en vano se esperó su vuelta,
mató a los padres el dolor y el hambre.




ArribaAbajoLos hijos y los padres


A mi sabio amigo Don Antonio María Segovia


   Ni arrastrada un pastor llevar podía
a una cabra infeliz que oía amante
balar detrás al hijo, que inconstante,
marchar junto a la madre no quería.

   - ¡Necio!- al pastor un sabio le decía,
- al que llevas detrás, ponle delante;
échale el hijo al hombro, y al instante
la madre verás ir tras de la cría.-

   Tal consejo el pastor creyó sencillo,
cogió la cría y se marchó corriendo
llevando al animal sobre el hatillo.

   La cabra sin ramal los fue siguiendo,
mas siguiendo tan cerca al cabritillo,
que los pies por detrás le iba lamiendo.






ArribaAbajoEpitafios




ArribaAbajoSobre la tumba de la Sra. D.ª Carmen Arana de García


Su hija Julia

   Mientras de unirme a ti se acerca el día,
tu amor recuerdo y tu virtud imito;
tu virtud, que era inmensa, madre mía,
y tu amor maternal, que era infinito.




ArribaAbajoSobre la tumba de D. Joaquín Ferreres


   Tanto Ferreres hermanar sabía
la caridad con la altivez romana,
y, en consorcio feliz, tan bien se unía
en su alma de Catón su fe cristiana,
que si en buscar con su linterna un día,
algún hombre, otro Diógenes se afana,
vendrá a esta tumba, y al leer su nombre,
exclamará en su honor:- ¡Este era el hombre!