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ArribaAbajoSección moral




ArribaAbajoFábula primera


El chico, el mulo y el gato

   Pasando por un pueblo un maragato
llevaba sobre un mulo atado un gato,
al que un chico, mostrando disimulo,
le asió la cola por detrás del mulo.
   Herido el gato, al parecer sensible,
pegole al macho un arañazo horrible;
y herido entonces el sensible macho,
pegó una coz, y derribó al muchacho.


   «Es el mundo, a mi ver, una cadena,
      do rodando la bola.
el mal que hacemos en cabeza ajena,
refluye en nuestro mal, por «carambola».




ArribaAbajoFábula II


La justicia en un cuento


El viejo y el mendigo

   Rodeado el tío Blas de gente,
dijo:- «vaya un cuento ahora»;
y ya iban tres cuartos de hora,
cuando él iba en lo siguiente:
- «Aunque «pobre», el juez prudente
le hizo justicia al momento».
Y un «pobre», que oía atento,
dijo al tío Blas con malicia:
¿«Pobre», y se le hizo justicia?
Dice usted bien: «eso es cuento».




ArribaAbajoFábula III


Virtud y orgullo


La encina y el rosal

   «- Mezquina es tu existencia»,-
a un humilde rosal dijo una encina,
«- pues arrastras al par de mi opulencia
»tu existencia mezquina!»-
De una santa en las fiestas placenteras
bajaron a coger unos pastores
ramaje de la encina para hogueras,
y del rosal, para la imagen, flores.
Ornó el rosal la imagen peregrina,
      y entonces me presumo
que mirando en la hoguera arder la encina,
      exclamó al darle el humo:


«No afrentes al humilde con tu fausto:
que el día de la prueba, en acto innoble,
      con ignominia doble
tal vez sirvas de incienso a su holocausto.»




ArribaAbajoFábula IV


El método


El mancebo y los pájaros

   Vio Gil de un árbol caer
«cinco» pájaros, y todos,
corriendo por varios modos,
los quiso a un tiempo coger.
«- Deja, buen Gil, de correr,
que no cogerás ninguno.
¿A qué tras «cinco», ¡importuno!
A un tiempo vas, con ahínco,
si para coger los «cinco»
tienes que empezar por «uno?»-




ArribaAbajoFábula V


La piedad bien entendida


El muchacho, el podador y el manzano

   A un manzano podaba un hortelano,
y un muchacho, con íntimas querellas,
-« ¿Por qué», decía a gritos, «inhumano
del tronco a quitar vas ramas tan bellas?» -
-« Córtalas, podador», dijo el manzano,
«que se me quiere encaramar por ellas.» -


«El tal rapaz, que procuraba arguyo
el bien ajeno en beneficio suyo».




ArribaAbajoFábula VI


De pequeñas causas grandes efectos


El pastor y el insecto

   Cantando Gil, vio de un insecto el nido,
      y le holló con pie rudo:
y aunque oyó de mil tristes el gemido
siguió cantando de piedad desnudo.
   Viendo el insecto hollados a sus hijos,
      subiose a la montaña,
y en el chopo más alto ayes prolijos
lanzó exhalando su impotente saña.
   Era el tiempo en que vientos y nublados
      desatando los cielos,
igualan con los montes los collados
copiosas nieves y abundantes hielos.
   Por vengarse de Gil, cargó sañudo
      con un copo de nieve,
carga mayor con que el insecto pudo.
¡De tan grande furor venganza leve!
   Suelta el copo, al encono que le inflama,
      desde el altivo chopo;
y engruesado al bajar de rama en rama,
fuese aumentando el invisible copo.
   Va el germen infeliz de inmensa ruina
      de hoja en hoja bajando,
y un copo y otro copo arremolina,
y cien mil, y auméntanse rodando.
   Cruje la mole, escasa todavía;
      mas en creciente extraña,
ya un monte desatado parecía
el declive al bajar de la montaña.
   El alto roble y la empinada encina,
      a su impulso arrollados,
amenazaban convertir en ruina
del pobre Gil apriscos y ganados.
   Y al ver la mole, el insectillo en tanto,
      que lo arrasaba todo,
parodiando de Gil el fiero canto,
tarareó esta canción allá a su modo:


   «¡No hay venganza que un ruin, si está ofendido
      tomar no pueda en pago,
cuando un copo de nieve desprendido
la causa llega a ser de tanto estrago!»




ArribaAbajoFábula VII


Amar por las apariencias


El alcornoque y la enredadera


      Nació una enredadera
al pie de un alcornoque descarnado;
vistiole de manera,
      que fue en la primavera,
siendo un bodoque ruin, blasón del prado.

      Como propios primores
lucía el corcho vil ajenas galas;
      siendo con tantas flores
      envidia de pastores
y blanco del amor de las zagalas.

      - ¡Oh, qué árbol tan florido,
decían; qué gentil, qué primoroso!-
      Elogio merecido,
      pues gracias al vestido,
por Dios que el alcornoque estaba hermoso.

      Mas llegaron sin cuento
del otoño las ráfagas sonoras,
      y soplando violento,
      dejó alcornoque el viento,
al que el ídolo fue de las pastoras.

      «¡Cuántas de esta manera,
Elvira, adoran a un galán bodoque,
      y hasta que el aura fiera
      lleva la enredadera,
no advierten que han amado a un alcornoque!»




ArribaAbajoFábula VIII


Acusar delitos propios


La urraca y la gallina

    «-¡Qué escándalo!»- en tono fiero
una gallina decía,
una urraca que comía
las flores de un limonero.
   «- ¡Que se come, jardinero,
de las de «arriba» a destajo.»
   «- Celebro tu desparpajo»,-
contestó la urraca altiva:
   «- ¿No he de comer las de «arriba»,
»si no has dejado una «abajo?»-




ArribaAbajoFábula IX


Efectos de la injusticia


El lugareño y el magnate

   Un señor de calidad
por dar, con magia distinta,
a su vida variedad,
se iba en verano a la quinta,
y en invierno a la ciudad.
   Tras la casa del señor
la de un labrador había,
ruin casa en que al labrador
así el hielo le atería,
como le asaba el calor.
   Por más de cincuenta abriles
fue casa de tanta mella
nido de gorriones viles,
y a la del señor desde ella
pasaban después a miles.
   Incomodado el usía,
porque al asomar el día
los gorriones con empeño,
con su «chau chau», si dormía,
le interrumpían el sueño,
   La casa del labrador
furioso sin más arrasa.
- ¿Tal sinrazón, diréis, pasa?-
Era más rico el señor
y vino abajo la casa.
   Sin casa ya los gorriones
do anidar en los abriles,
del otro a los murallones
fueron después, más que a miles
los malditos, a millones.
   Y a cada instante al señor
cantándole el aleluya,
le entraron en tal rencor,
que, cual la del labrador,
tuvo que arrasar la suya.
   Justo premio al que inclemente
pudo dejar sin consuelo
a un labrador indigente.


   «Siempre se ensucia la frente
el loco que escupe al cielo».