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De la «Maisnie Harlequin» a algunas designaciones románicas de los escualos

Manuel Alvar






ArribaAbajoDesignaciones de escuálidos

Hay en el mundo hispánico una serie de denominaciones aplicadas a peces distintos y con significantes diversos que, olvidadas de lexicógrafos y etimologistas, creo que merecen ser consideradas en su conjunto y en sus relaciones con problemas extralingüísticos.

En el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, de don José Viera y Clavijo1 aparece citado en un apéndice el janiquín (II, p. 334), al que se identifica como Squalus glaucus2. Partiendo de esta referencia podemos rastrear otras designaciones e identificaciones en obras modernas:

anequím en las Islas Canarias, sin mayores precisiones3, pero que es el mismo pez de Viera, por cuanto suele identificarse como tal Squalus glaucus o, dentro de la sinonimia actual, Prionace glauca L. o Isurus sp. La -m final denuncia que ha habido error de transcripción o de otro tipo, pues en un libro posterior4 se da tal forma como portuguesa.

janiquín aparece en las obras recién citadas con idéntica localización, bien que con las mismas imprecisiones5.

Los materiales que poseo de mis encuestas marineras me permiten completar estos parvos testimonios6:

anequín es la Prionace glauca en el Roque de las Bodegas, Arico, Los Cristianos y El Médano (Tenerife).

anequín es la Prionace glauca en Fuencaliente (La Palma) y en Restinga (isla del Hierro), que en Arinaga (Gran Canaria) se conoce como aniquí (ALEICan, mapa n.º 882).

hanequín es el Mustelus asterias (M. canis o M. laevis) en La Santa (Tinajo, isla de Lanzarote), la Prionace glauca (Carcharias glaucus o Glyphis g.) en la Caleta del Sebo (islote de La Graciosa), en el Puerto del Rosario (Fuerteventura), en Orzola, Puerto del Carmen y Arrecife (Lanzarote), en San Andrés y Santa Cruz de la Palma, en La Calera (isla de la Gomera) y en Valverde (El Hierro).

haniquín es la Prionace glauca en San Nicolás de Tolentino, Las Palmas, Puerto Mogán (Gran Canaria) y Santa Cruz de Tenerife; el Carcharias feroz en Puerto Mogán: el Carcharodon carcharias en Santa Cruz de Tenerife.

henequín es el Carcharias ferox u Odontaspis f. y el Carcharodon carcharias en Puerto Santiago (Tenerife), San Sebastián de la Gomera. Puerto Estaca (El Hierro); la Prionace glauca en Puerto Santiago (Tenerife), Santa Cruz y San Andrés (La Palma), y el Goleorchinus glaucus en Puerto Santiago (Tenerife).

huaniquín es la Prionace glauca en Arguineguín, Agüimes y Arinaga (Gran Canaria). En este último pueblo también designa a otros muchos escualos.

La relación de palabras y cosa está -en todos estos testimonios- dentro de los límites de tolerabilidad que señalé al estudiar los Cuestionarios de láminas7 y coincide con lo que los biólogos han recogido: en la Nomenclatura ictiológica, ya citada, janiquín es -como en mis informes- tanto el Galeus galeus cuanto la Prionace glauca8: los deslizamientos se han producido en la nomenclatura de seres marinos pertenecientes a una familia, pero a géneros distintos o a familias cercanas dentro de un mismo orden (los escualiformes en nuestro caso).

Fonéticamente no hay mayores dificultades para explicar todas las variantes recogidas: incluso aniquín (sin aspirada inicial) puede ser una realización ocasional motivada por fonética sintáctica o cualquier otra causa; pues su rareza no permite establecer un grupo frente a la totalidad de casos con h- o, a lo menos, no parece justo aislarla del conjunto.

En las costas peninsulares no encuentro ninguna denominación semejante; ni los mapas incluidos en el tomo IV del ALEA, ni en les materiales que ya he recogido para el Atlas de los marineros peninsulares. Por tanto, habrá que pensar si estamos ante un término ajeno a nuestra tradición lingüística. Tratándose de las Islas Canarias, lógicamente debe pensarse en el portugués; lengua que, hemos visto, ha sido aducida ya. En ella anequim se atestigua en Figueiredo, «peixe plagióstomo, pardo-anegrado»9, y en un libro específico de Rolanda M. Albuquerque10, donde se dan los nombres científicos de «Isurus nasus e I. oxyrhynchus»11 a los vulgares anequim y arrequim12 . Pero -como veremos- existe la dificultad, muy grande, de poder explicar el pretendido portuguesismo de la voz canaria por la presencia de esa h- inicial, totalmente generalizada según parece. Habrá que tentar otros derroteros.




ArribaAbajoLa raíz folklórica

A mi modo de ver, la aspiración no se explica como una prótesis ocasional, puesto que consta ya en el siglo XVII como elemento del lexema, es totalmente estable en las designaciones canarias (cuando las realizaciones vocálicas no se caracterizan por su uniformidad) y, en el proceso histórico del dialecto, más bien pensaríamos en la pérdida de h que en una tardía aparición. Me inclino, pues, a aceptar que se trata de una aspirada antigua procedente de h- o j-. Si damos como buena esta hipótesis, por lo demás harto sencilla, muy verosímil y nada comprometedora, tendríamos un esquema fónico igual al de una familia léxica bien conocida aunque nos resulte muy extraña: Herlequin, Hellequin, Hernequin, Hennequin, Harlequin, es decir, todo el mundo mítico que dio origen al tipo literario de Arlequín o, a la manera italiana, Arlecchino. ¿Qué relación puede haber entre la figura legendaria y el escuálido al que en el español común llamamos tintorera? Es la cuestión que motiva estas líneas y a la que debo referirme partiendo desde lejos.

Arlequin tiene una historia complicada, pero suficiente conocida gracias a los libros de O. Driesen y M. Rühlemann13 y al artículo de G. Raynaud14. Podemos resumirlos así: la antigua saga germánica conocida por la caza salvaje o caza de Wotan15 fue adoptada por el cristianismo16 y vino a explicar el estrépito infernal de las noches tempestuosas como producido por una mesnada de almas en pena obligadas a galopar, hasta la consumación de los siglos, montando sobre caballos que relinchan furiosamente, acompañadas de perros que ladran sin cesar y rodeadas de lívidas llamas multicolores17. Estas mesnadas son conducidas por un rey, que ha sido identificado con Hoillequin, Hernequin, Hellequin o Herlequin, conde de Bolonia, muerto el 882 con sus soldados, en un encuentro contra los normandos y cuya historia dio motivo a un poema desaparecido18.

Esta mesnada que el cristianismo convirtió en expiatoria, tuvo en España un claro paralelismo: la estantigua. Raro es el investigador que no asocia nuestro término con la cohorte de Hallequin desde que Raynaud, muy de pasada, señaló el hecho19. Constantino Cabal dedicó a esta relación unas páginas muy útiles20 y partiendo de Berceo21 o del Poema de Fermín González22 asocia -como Corominas23- la estantigua o hueste antigua con la maisnie Hallequin. Estantigua es el «demonio» y, desde antiguo, encarnación de las fuerzas de la naturaleza, según don Diego Hurtado de Mendoza24:

«Y ven los moradores encontrarse por el aire escuadrones; óyense voces como de personas que acometen: estantiguas llama el vulgo español a semejantes aparencias o fantasmas que el vaho de la tierra cuando el sol sale o se pone forma en el aire bajo, como se ven en el alto las nubes formadas de varias figuras y semejanzas»25.



No acabarían aquí las posibles relaciones de la maisnie Hallequin con el mundo hispánico, por más que no siempre podamos hablar de íntimas conexiones. Dejando aparte la güestia asturiana, cuya relación con nuestro tema parece bastante limitada26, hemos de referirnos a la leyenda del mal cazador, «fantasma que va errante en pos de una pieza quimérica, perseguido por lobos y canes feroces», según la tradición catalana27 y al que acompaña un viento «huracanado y lúgubre»28. Ya en 1873, en el País Vasco se había recogido una leyenda semejante: cuando en las noches invernales llueve torrencialmente y el viento huracanado silba con violencia, las mujeres y los niños musitan ¡abderen txakurralc! «los perros del cura». La explicación de estas palabras es conocida: un sacerdote estaba oficiando cuando vio pasar una liebre y, abandonando la misa, salió con sus perros a capturarla. Desde entonces está condenado a perseguir inútilmente la caza, produciendo el estrépito que ya hemos comentado. En algunos lugares esta leyenda recibe el nombre de Eiztari-belta «el cazador negro» y sufre una serie de elaboraciones sucesivas (el abad se convierte en perro, erregen txakurra «el perro del rey»; le dan nombre. Matao-txistu, Salamon apaiza; se le hace pariente de Mari Urraka, la divinidad de las montañas; identifican la liebre con el diablo, etc.)29.

En 1973 recogí en Huéscar (Granada) una leyenda, al parecer muy sabida por la región: La mesnada de Bernardo el Carpio. Me la recitó un hombre de cincuenta años y va transcrita casi literalmente:

«La mesnada de Bernardo el Carpio aparece por las noches por las sierras de Molina, atravesando Campofique. Siempre que aparece va al galope de sus caballos persiguiendo a un moro o a un oso, con nudo d e armas, gritos y relinchos de caballos. La mesnada siempre desaparece con los primeros claros del día. Algunas noches de tormenta seca de verano, que no llueve, pero hay un trueno de retumbo largo, se dice que pasa la mesnada; pero no llueve nunca. sino sólo truenos».



Wotan, Hallequin, Arturo, Mateo-txistu, Bernardo el Carpio, unidos todos por su furia violenta: jinetes, caballos que relinchan, jaurías ululantes, con ecos que van mucho más lejos de una geografía precisa para convertirse en motivos folklóricas de muchos pueblos. Pero las cosas no terminan aquí. Hay que volver al mundo marinero.




ArribaAbajoHellequin-Arnaldos

Rechazada la etimología que dio A. Wesselofsky para explicar la forma Hellequin30, quedan otras más o menos satisfactorias: Hurlewayne, latinizado en Heriewinus31, Herlethingi (< Herla + thingi «compañía, ejército»), Herlekin (< Herla + Kin «rey»)32; de todas ellas es la última lo que parece contar con más aceptación o, a lo menos, la que se admite por los investigadores de mayor solvencia (Malone, Spitzer). Este Herlequin se documentó en francés bajo muchas variantes fonéticas: Herlekio (Miracles de Saint Eloi, siglo XIII), Horlequin (siglo XIII), Hierlekin (1288), Herllequin (finales del siglo XIII), Hellequins (1262), Hellekins (íd.), Hellequin (comienzos del XIV)33.

En un estudio muy brillante, Leo Spitzer quiere ver una supervivencia de estas formas en el romancero español, lo mismo que descubre en él restos de las fuerzas mágicas que se encierran en la maisne Hellequin. Para Spitzer, «el marinero que con su canto mágico atrae a Arnaldos a su barco debe de haber sido originariamente ano de aquellos Elementargeister [...] que viven en la naturaleza» y que se personifican bajo la forma del falso caballero34; por el nombre castellano -Arnaldos- y por la forma catalana -compte Arnau- de una leyenda que ya hemos considerado, estaríamos ante la supervivencia, marinera ahora, del viejo Helewini que, en el siglo XII, dio lugar a los filii Hernaudi, originados en el francés antiguo (mesnie) Hernequin35, con variante de sufijo36. De este modo el francés Renau, el catalán Arnau y el español Arnaldos no serían sino reflejos del mito de las huestes de Wotan y tendríamos que interpretarlos con la significación de «miembro de la Hueste Salvaje», «habitante del infierno», «alma que vaga de un lugar a otro sin hallar paz después de la muerte»37.

Tendríamos así aclarada la posibilidad de ver explicadas formas como arlequín «fuego fatuo» en Champaña o hannequin «niño desagradable, un verdadero diablo» en Normandía38, sobre las que volveremos, y la etimología del francés raquin, requin. Como es sabido, el nombres francés del «tiburón» ha resistido toda clase de explicaciones y los diccionarios etimológicos no aportan soluciones definitivas. Ahora bien, Aranud, Ernout, Renaud representan otras tantas formas del Herle-King mítico39 con la sustitución -ya aducida- de -quin por -aldus; esto nos permite creer que ren- por arn-, ern- ha sido condicionada por germanismos como Raginward (< RAGIN «consejo» + WARDAN «guardar») en su forma Renart que, como es archisabido, pasó a significar «zorra». Tendríamos que suponer un Hernequin + Rag- > *Renequin para llegar a *renquin y, por disimilación eliminatoria, a requin. Cierto que las dificultades fonéticas son evidentes, pero situados en una familia de palabras en la que intervienen tantos elementos ajenos a la propia fonética, creo que hay que atender al significado y a factores que pueden condicionar la forma, más que a las estricta y ortodoxa evolución externa. Estas razones explicarían también lo tardío de la documentación (siglo XVI) de una palabra que no había podido fijarse porque sobre ella actuaban mil factores heterogéneos. El resultado re(n)quin, en cuanto a su contenido, y a su forma, sería en todo paralelo a los hispánicos. Que el final pueda relacionarse -como quieren algunos etimólogos- con CANIS no afectaría gran cosa a nuestra hipótesis, pues la hueste infernal va acompañada de perros ladrando según hemos visto40. En tal caso, la confusión king = can podría venir motivada desde la maisnie Hellequin y sería un factor que reforzaría la etimología que propongo41.




ArribaAbajoLa «maisnie Hallequin» y los nombres de los escuálidos

La leyenda se difundió principalmente en Francia, donde la maisnie42 Hellequin, Herlequin, Herlewin, Hennequin, Hernequin o Harlequin (franc. ant. -er- > -ar-) ya se documenta en el siglo XI43, pero, desde el XIII, el estrépito infernal fue sustituido por un tintinear de campanillas y los herlequins44 pasaron a ser diablos burlones que practicaban los más atrevidos ejercicios acrobáticos, de tal modo que en la segunda mitad del siglo XIII, arlequin (perdida la h- por su carácter de aspirada caduca) era el tipo cómico del diablo45.

Conocido el camino que conduce hasta el personaje de la comedia del arte, es necesario que nos fijemos en los motivos que pudieron llevar a identificar a un feroz escuálido con el nombre de la mesnada de Harlequin. Ya los nombres científicos que he aducido en los lugares pertinentes hacen referencia a connotaciones que pueden aterrar o, cuando menos, asociarse a un mundo belicoso o agresivo; como tantas veces, sobre la mente de los científicos actuó la creencia del pueblo46. Así el griego Xa/rxaroj significa «de dientes agudos» y el sintagma clásico Xafapoj meida\n es «sonreír mostrando dientes a gudos», esto es, «de manera amenazante»47; de ahí salió el Xarxari/aj «tiburón», propiamente, «pez de dientes afilados». Galeorhinus no es sino una formación de carácter griego (galeo/j «tiburón» + ri=nh «lima») que hace referencia a la aspereza de la piel; lo mismo que adontaspis procede de un ))odont «diente» + )aspi/j «escudo» por relación a la forma de los dientes; prionace, de pri/ow «sierra, dientes dispuestos en forma de sierra», con referencia a la forma de los dientes. Sin duda, se han visto en el pez -o en los varios peces que aquí consideramos- unos cuantos elementos significativos: los dientes, que le hacen tener el carácter de ferox en que se denomina científicamente a alguna de estas variedades; la piel áspera, que hace que estos y otros peces de características parecidas se llamen de cuero en muchos sitios. De cómo un viejo naturalista nuestro acertó a describir al cazón o Squalus galeus h. nos darán fe las siguientes líneas, que vienen a estar concordes con lo que los biólogos han ido descubriendo en las especies que comento:

«Su cuerpo es largucho, como de cinco pies, redondo, cubierto de un pellejo muy áspero, sin escamas; [...] la boca, por la parte interior del hocico, que es muy romo, y en ella dos carreras de dientes aguzados, casi triangulares, llenos de piquillos, como una sierra; [...] Su pellejo, que suelen llamar "cuero de gata", no sólo tiene uso en vainas de espadines y forros de estuches, sino también de lima, valiéndose de la aspereza para alisar maderas».



No basta con estas precisiones. El hombre -aunque sea naturalista- necesita de algo más que su pan, y añade la delectación de quien sabe comer: «carne de nuestro cazón es tierna y con buen gusto. Sírvese ordinariamente cocida con salsa de vinagre, ajo, pimienta, azafrán y miga de pan, todo hervido [...]. Salado, seco y cecial, es de mucho consumo»48.

Volvamos a nuestros nombres: canis ha aparecido en alguna denominación científica y se repetirá en mil denominaciones populares. Símbolo de ferocidad semejante a la de los perros que iban en la mesnada de Herlequin49.




ArribaAbajo Variantes fonéticas, cruces de palabras

Las formas hispánicas -españolas y portuguesas- remontan a un étimo con n y no con l50. Nada extraño, por cuanto en francés del siglo XII hay Hernequin, y hannequin existe en algún dialecto de hoy, por asimilación de la -l- a la -n- final51: la unidad de estas formas con -rn- (convertida en -rr-52 o en -hn- > nn) no se puede destruir; por tanto, remontarán al francés tanto las palabras del español de América (chileno arrenquín «niño que sirve de mozo a los arrieros», que en Cuba es «la bestia delantera de una recua»; arriquín «persona que continuamente lisonjea a otra», de Honduras y Guatemala; arrinquín del Perú con idéntico sentido, como el andaluz arrentín «recuero» o el canario arranclín «pobre diablo»)53. Sin separarme de esta interpretación, creo -sin embargo- que sobre algunas de estas formas relativas a la arriería ha podido actuar, conformándolas, la exclamación ¡arre!54. En Cuba se conoce también arranquín, que algún lexicógrafo antillano pretende derivar de arranque y cuya acepción es «jamelgo»55. En cuanto a la documentación de arnequín en español, habría que recordar el testimonio de Covarrubias

«Arnequín, y corruptamente arlequín, es una figura humana, hecha de palo y de goznes, de que se aprovechan los pintores y escultores para formar diversas posturas; ponen dentro de las coyunturas unas bolitas y cubren toda la figura de una piel, y con esto se doblega por todos sus miembros. A imitación destos los bolteadores traen uno que le arrojan y haze posturas estrañas, y por esta razón llamaron al tal bolteador arnequín»56.



La conservación de la h- en las voces canarias asegura su carácter patrimonial y, por supuesto, arcaico, por cuanto no se han incorporado a la evolución del castellano que hubiera llevado a la pérdida del fonema inicial. En portugués no puede haber aspirada, por tanto mal pudo prestarla y debemos considerar castellanismos los casos en que el dialecto canario presenta h- aspirada. En cuanto a la fecha de estos préstamos con h- hay que suponerla anterior al siglo XVI en que la aspirada se perdió en francés57, y de su valor dan fe las formas dialectales españolas. Aún debo añadir un testimonio definitivo: en un documento mozárabe de 1216 encontró Oreste Macrí fanequí, lo que asegura el carácter patrimonial de la h-58. La n de hannequín hay que remontarla a -rn-, que ya en francés se atestigua como -nn-59; que esta -nn- es antigua se comprueba por no quedar restos de -rn- o -hn- ni en portugués ni en las hablas españolas. Rühlemann explica la forma con -nn- por influjo de hennir «relinchar», pues la mesnie Herlequin «ist daher nichts anderes als ein équipage de chiens bruvants»60.

Al grupo con -l- hay que referir los nombres catalanes del Thalassorhinus rondeletii recogidos bajo la forma alecrín, arlequí61, ,y para los cuales el DCVB no da ninguna etimología62; los portugueses del Serranellus cabrilla (peixe), alecrim63 y el cubano alegrín, que Malaret considera de origen portugués, identificado por «pez seláceo muy voraz» (Squalus moculatus o Galeocerdo arcticus)64. También para estas formas hay un antecedente francés, Halegrin, que aparece en la Chronique rimée de Godefroy de Bouillon65.

Unos derivados de este grupo con -rl- nos llevarían muy lejos de las pretensiones que ahora me ocupan: me refiero a la familia de arlote, que procede del francés (h)arlot y cuyo étimo remoto sería Herla «Wotan» + el diminutivo románico -ot66. Tampoco me ocupo de los términos que salen del español arlequín, préstamo que procede del personaje de la comedia del arte y no de la maisnie Harlequin: el traje del actor da lugar a contenidos en los que se hace referencia a su policromía67. Así el arlequín «especie de colibrí» o el grande arlequín de Cayena «hermosa especie de coleópteros que se llama así por la variedad y viveza de sus colores» o la arlequina «concha de género porcelana»68 o el arlequín cubano «postre compuesto de varias frutas en conserva, mezcladas: pera, melocotones, fresas, etc.»69, o el «sorbete de dos o más sustancias o colores» de los Diccionarios académicos (s. v.)70 o el Acrocicus longimanus por sus muchos colores. Tan moderna como todas estas acepciones es la de arlequim en el folklore brasileño: el personaje -en el siglo XIX- pasó al auto popular del «bumba-meu-bol» convertido en recadero del caballo marino y conservando el carácter burlesco que tenía en el teatro italiano71.






ArribaAbajoConclusiones

Las designaciones de unos escuálidos en las Islas Canarias y en portugués nos permiten extender por el mundo románico el mito medieval de la maisnie Harlequin. Mito en el que convergen las creencias de la caza salvaje o caza de Wotau con otros temas estrechamente relacionados con ella, tales como la estantigua y santa compaña del centro y occidente peninsulares, el Eiztari-belta vasco y el mito del compte Arnau catalán. En todos estos casos, una mesnada de guerreros muertos o el mal cazador eternamente condenado producen un terrible estrépito que -convertido en el estridor de las tormentas- atemoriza a los hombres. Ya nada extraño hay que las gentes más sencillas hayan identificado en tales motivos otros fenómenos de la naturaleza (el fuego fatuo, por ejemplo) o la presencia -siempre terrorífica- del demonio con su cohorte de males. Llegados a este punto encontramos aclarada la misteriosa poesía del romance del conde Arnaldos, fatídicamente atraído hacia lo desconocido, y las denominaciones como janequín y otras variantes de unos peces caracterizados por su ferocidad, tanto en su presencia (dientes en sierra, piel asperísima) cuanto en su conducta (atacan al hombre incluso dentro de las naves). He aquí cómo el viejo mito de la maisnie Harlequin ha tenido una doble proyección marinera: en el relato folklórico y en la terminología ictionímica72.

Ahora bien, los significantes hispánicos proceden de formas francesas con -n- (o -nn-) y con -rn-, lo que se prueba no sólo por las variantes actuales que el étimo tiene en Andalucía, Canarias, Hispanoamérica y Portugal, sino también por la antigua documentación que contaría con la doble vertiente del antropónimo Arnaldos y del nombre común arnequín. En cuanto a la aspirada inicial, señala la independencia de los dialectalismos españoles con respecto al portugués, pues si bien es cierto que unas y otras formas remontan al francés, no pueden mutuamente condicionarse, pues la h- canaria denuncia un arcaísmo muy claro: no posterior al siglo XVI, fecha en que h- desaparece como fonema en Francia73. Como el portugués no permite atestiguar una cronología segura, las formas españolas sirven para determinarla. Así, pues, el término canario no es lusismo, en tanto no resulta improcedente que el portugués pueda ser hispanismo; lo que -naturalmente- no descarta la posibilidad de sendos préstamos directos. En cuanto al cambio semántico «caza de Wotam» > «tiburón», probablemente está favorecido por su existencia en el francés requin.

En francés fueron más divulgadas las derivaciones que tenían -rl-; tampoco éstas se ignoran en la Península Ibérica, pero nada tienen que ver con la ictionimia, sino con un mundo muy distante de ella, pues significan «bribón, pícaro» o acepciones con ellos relacionadas74, bien que algún texto nos haga pensar en el terror que producen la maisnie Hellequin, y la crueldad de los janequines. En la Conquista de Ultramar se lee:

«paráronse entre las almenas, e vieron cómo las arlotes desenterraban los moros, e los que hallaban frescos, comíanlos e los otros echábanlos al río»75.



Esquema

En cuanto a los derivados de Hallequim, a través del personaje de la comedia del arte, nada tienen que ver con los motivos estudiados en estas páginas por más que existan peces llamados arlequí o arlequín en catalán o la terminología oficial española de los seres marinos designe como arlequín al Thalassorhinus rondeletii76.




ArribaResumen

La evolución de las formas románicas se podría reducir al esquema que figura en la página anterior77.



 
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