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ArribaAbajoActo III

 

Habitación del REY en el Escorial. Es de noche: la estancia está oscuramente alumbrada. Puerta grande en el fondo, que da a un claustro.

 

Escena I

 

El REY. El PRIOR.

 
PRIOR.-
Sois el hijo más querido
de toda la cristiandad:
la herética pravedad
a extinguir sois elegido.
REY.-
¡La herejía he de acabar!
Ya a conseguirlo comienzo.
PRIOR.-
De España al mártir Lorenzo
quisisteis, señor, labrar
una iglesia tan brillante...
De Jerusalén al templo
superior, según contemplo,
que es de las artes gigante.
Y su cúpula oriental
y ocho torres elevadas
entre nubes azuladas
alza al cielo colosal,
y anuncia a la edad futura
de san Quintín la victoria,
del pueblo español la gloria,
de Herrera la arquitectura.
Vuestro valor aumentando
los laureles que en Pavía
cogió Carlos Quinto un día
a los Galos humillando,
tremolar hace prudente
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los castillos y leones
en las remotas regiones
del Asia y del Occidente;
que Dios tanta religión
justo así os quiere premiar,
¡y un poderoso auxiliar
os da con la inquisición...!
REY.-
Me hacéis acordar, prior,
el auto grande de fe:
yo no sé aún si asistiré...
¡si fuese grato al Señor!
PRIOR.-
Cierto: vuestra majestad,
si lo honra con su presencia,
autoriza la sentencia
que confunde la impiedad.
¡Con magnífico aparato
se ha de hacer esta función!
REY.-
Yo quiero en la procesión,
que es el viernes inmediato,
mostrar mi grande interés
en vengar de Dios la cruz...
Alumbrado iré con luz.
PRIOR.-
El salmo setenta y tres
manda muera el infelice
que contra la fe pecó.
REY.-
¿El Señor eso mandó?
PRIOR.-
El Profeta Rey lo dice:
Exurge, Domine, in ira,
et judica causam tuam.
Me levantaré en mi ira,
y juzgaré con rigor
la causa del pecador
que contra mi ley conspira.
REY.-
¡Aterrador es el tema!
PRIOR.-
Por eso la inquisición
ha grabado en su pendón
ese religioso lema.
REY.-
De la inquisición sois vos:
¿sabéis cuántos morirán?
PRIOR.-
Relajados solo están
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al fuego unos veinte y dos.
REY.-
Dios nos dará fortaleza
para ver tanto dolor.
PRIOR.-
¡La venganza del Señor
verá el pueblo y la nobleza!
REY.-
Mis reinos con la herejía

 (Alzando los ojos al cielo.) 

¡nunca, oh mi Dios, contamines!
PRIOR.-
¿Vendréis, señor, a maitines?
REY.-
De ir al coro me holgaría,
pero a los monjes decid
se dignen por mí rezar,
que yo aquí debo esperar
unos pliegos de Madrid.
PRIOR.-
Ése es nuestro ministerio...
el orar de noche y día
por la majestad que pía
dotó aqueste monasterio.
REY.-
Prior, me habéis de avisar
al cantar el Miserere...
PRIOR.-
Cuando ya a rezarse fuere
yo mismo os vendré a llamar.

 (Vase.) 

  (Quiere besar la mano al REY, éste lo impide, y se la besa al PRIOR.) 



Escena II

 

El REY.

 
REY.-
¡Es un varón ejemplar
mi bendito confesor...!
Causándome está temor
Fortún con tanto tardar:
sin duda algo ha sucedido,
que ya las tres han sonado,
y redobla mi cuidado
el que aún no haya venido.
 

(Se oye a lo lejos el toque de la campana maitines, el que llegará casi imperceptiblemente, y durará un rato.)

 
¡Palacio es...! ¡y monasterio!
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¡Allí orando el cenobita...!
¡Yo la venganza maldita
aguardo aquí con misterio...!
que a España dicten leyes,
al venir a esta morada
recordarán que son... nada,
al contemplar que los Reyes,
antes que ellos soberanos,
yacen en la vil mortaja
en la hediondez más baja
siendo pasto de gusanos.
Cual al mar con veloz paso
van los ríos caudalosos,
así vuelan presurosos
nuestros días al ocaso:
tal es del hombre la suerte,
que en su cadena eslabona
el cayado y la corona
pálida e igual la muerte.
Ya se hallará en la presencia
justiciera del Señor
Antonio Pérez... ¡qué horror...!
Fortún tarda... ¡qué impaciencia!


Escena III

 

El REY. FORTÚN.

 
 

Durante toda esta escena se oye a lo lejos sonido del órgano.

 

 (Saliendo a su encuentro.) 

REY.-  ¡Fortún!

 (Con la mayor timidez.) 

FORTÚN.-  ¡Señor!

REY.-  Dame el papel.

FORTÚN.-  Señor

REY.-  ¿Y Antonio Pérez? ¿y la princesa? ¿qué ha sido de ellos?

FORTÚN.-  ¡Se han fugado!

REY.-  ¡Miserable!

FORTÚN.-  Un momento antes de la ejecución han desaparecido   —59→   de la torre: aquí tiene V. M. mi cabeza... no he faltado a la fidelidad. Sólo un milagro debe haberlos podido salvar de la cuchilla del verdugo... estoy asombrado... todas las puertas estaban cerradas... nadie... nadie los ha visto marchar.

REY.-   (Aparte.)  Comprendo este misterio: cometí una imprudencia... La princesa debía conocer alguna salida oculta, impenetrable a la vista... su marido fue gobernador de aquella torre en el reinado de mi padre.

FORTÚN.-   (Aparte.)  No lo toma tan a mal como yo había creído. Al llegar al monasterio no calculaba por cuatro horas la duración de mi vida... ¡Qué pensativo está!

 

(El REY abismado en sus reflexiones. FORTÚN se retira respetuosamente a un lado. El REY habla andando por la escena.)

 

REY.-  ¡Se han fugado...! Sin duda va a dirigirse al reino de Aragón. He aquí justificada la segunda parte de las acusaciones de Escobedo en el día de su muerte... y no será por desgracia menos cierta que la primera. Mantiene íntimas relaciones con las principales familias de aquel país... fomenta el amor a los antiguos fueros y libertades, y apoya a los que intentan arrancar de Zaragoza la institución del santo oficio... Sí, harto he debido conocer sus ideas en el transcurso de tanto tiempo... Funesta me va a ser su fuga a Aragón... No, me será sumamente favorable. Él es aragonés. Sin duda va a reclamar el fuero patrio que impide la prisión de los naturales del país... tiene amigos... le defenderán... los aragoneses son celosos de sus libertades... He aquí la ocasión porque tanto suspiraba mi alma. ¡Me incomodan tanto estos fueros! ¡Es tan humillante para un Rey el tener que contar con sus vasallos para ejercer el poder...! Una revolución autorizó a mi padre Carlos Quinto para privar a Castilla de sus libertades. Una revolución privará también a Aragón de las Fortún, ¿estás bien seguro de la fuga de Pérez?

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FORTÚN.-  Sí señor: ¡ojalá no fuese cierta!

REY.-  No importa: Dios lo ha determinado así, no debemos oponernos a su voluntad.

FORTÚN.-   (Aparte.)  ¡Qué santa conformidad!

REY.-  ¿Y adónde presumes tú que puede haberse dirigido ese miserable?

FORTÚN.-  Indudablemente habrá tomado el camino de Zaragoza. Si queréis que marche en su seguimiento, tal vez antes de que llegue...

REY.-  Déjale marchar, Fortún... ¿Tú no eres Aragonés?

FORTÚN.-  De Tamarite de Litera, para servir a Dios y a V. M., y criado en Zaragoza.

REY.-  ¿Es muy grande mi poder?

FORTÚN.-  Señor, sólo el del Papa es mayor sobre la tierra.

REY.-  Escucha. Debía castigarte con la muerte por tu poca vigilancia en la torre. Pudiste no haberlos perdido de vista desde el momento que di mis últimas órdenes... Te perdono sin embargo. Sólo pongo una condición a mi clemencia.

FORTÚN.-  Señor, mi vida es vuestra... Juro por Dios y su Madre bendita obedeceros.

REY.-  Temeroso de mi cólera por la fuga de Antonio Pérez, marcharás inmediatamente a Aragón: mis tropas empezarán a perseguirle desde esta misma noche... ¡ay de ti si te llegan a prender! Allí se habrá refugiado Pérez, tal vez en Zaragoza mismo. El virrey le perseguirá de muerte...

FORTÚN.-  Los fueros del país le ampararán.

REY.-  Justamente ése es mi designio... Tú serás su principal amigo, su defensor más celosa, secundarás los planes de sus parciales si para reclamar los fueros, que acaso podría violar el virrey, apelasen a la fuerza...

FORTÚN.-  Podría estallar una revolución.

REY.-  ¡Ah, Fortún, la deseo! ¡Una revolución en Aragón...! He ahí el objeto de mi política hace algunos años. Mis recursos son inmensos... mi ejército está pronto. Aragón es el único reino de España   —61→   donde aún existen eso que llaman patrias libertades... donde repugnan la permanencia de la inquisición... donde desde la batalla de Villalar un silencio amenazador da muestras del mal reprimido enojo... una chispa bastará a encender el volcán que aún permanece oculto. ¡Puedo inflamarlo seguro de cerrar su cráter a mi voluntad!

FORTÚN.-  Tal vez el furor popular sacrificará algunas víctimas...

REY.-  ¡Víctimas...! ¡escasos...! nada debe detenerte. Mi recompensa será igual a tu celo. No lo olvides, Fortún. Los crímenes de la revolución justifican su aniquilamiento, y hacen tolerable el poder absoluto de los Reyes...

FORTÚN.-  Os comprendo, Señor... ¡Yo me haré digno de tan alta misión!  (Vase.) 



Escena IV

 

El REY.

 
REY.-
Con su Justicia mayor,
con sus fueros y su ley,
en Aragón es el Rey
al pueblo muy inferior.
Mengua fuera de mi honor,
ya que me ofrece ocasión
del vil Pérez la evasión,
estos fueros tolerar:
¡yo se los sabré arrancar...!
¡y afirmar la inquisición!
No hay un tormento mayor
para un Rey que gobierna,
que la lucha siempre eterna
de un pueblo legislador:
tedio me causa y horror
ver la nación libre hicieron,
y fueros la concedieron,
débiles antiguos Reyes,
sometiéndose a las leyes
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de los que los eligieron.
En el trono colocado

 (Irritado.) 

fui por derecho divino
y tan excelso destino
al nacer yo he heredado.
No es el pueblo quien me ha dado
cetro y corona de oro:
yo sostendré su decoro,
¡y ay de aquel que se atreviere...!

 (PRIOR, en la puerta del fondo.)  

Señor, ya es el Miserere.
REY.-
Prior, marchemos al coro.

 (Con humildad.) 

 (Vanse.) 



 
 
CAE EL TELÓN