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1079. Los hermanos malos y la zorrita encantada

LA RIOJA

Que era un Rey que tenía tres hijos. Y ese Rey tenía una quinta. Esque tenía en la quinta unas manzanas muy lindas, que nadie tenía como ésas. Y él que las tenía contadas a las manzanas. Y un día había ido a verlas a las manzanas y esque le faltaba una. Y esque dice el Rey que había que cuidarlas. Esque tenía muchos piones, y él que decía que podían ser los piones, pero que los piones lo respetaban mucho.

Entonce, el Rey comenzó a hacer cuidar las manzanas de día. Bueno, y esque las manzanas seguían faltando y pensó que sería de noche. Y que le dice al hijo mayor que tenía que irse él a cuidarlas. Pensó que los piones no podían cuidar de noche. Lo mandó al hijo mayor.

El hijo mayor se jue a cuidar las manzanas. Áhi 'taba, pero muy a deshoras de la noche, él 'taba aburrido y le había dado sueño y se había dormido. Y al otro día va el padre a contarlas y siempre que le faltaba una.

A la noche siguiente va el del medio. Tenía que amanecerse, pero había hecho lo mismo y si había dormido.

Y a la noche siguiente, entonce que le dice al más chico que se vaya él, ya que los otros no obedecían, a ver si él obedecía. Bueno, que le dice él que le dé una manta, una guitarra y una escopeta. Y se había ido el joven. El padre le dio todo.

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Que había llegado él y se había puesto a tocar la guitarra. Que se cansaba, se quería dormir, pero no si había dormido.

Muy tarde, a deshora de la noche, que había sentido un ruido arriba de la planta, lo que se movían los gajos. Y bueno, esque mira y cuando ha mirado que ve un pájaro que se había asentado arriba de la planta.

Y bueno, él esque le había tirado un tiro, pero no le había pegado bien. Esque sólo le había sacado una sola pluma. Él que había corrido y la había levantado para que viera el padre que él había cuidado y viera el pájaro que hacía daño. Y al otro día cuando le lleva el hijo la pluma al padre, que dice el Rey que la pluma era di oro y que no había más caso que tendrían que irse en busca del mismo pájaro.

Y bueno. Esque se va el hijo mayor a buscar el pájaro. Le dice al del medio que vaya él también.

Y cuando había ido muy lejo el hijo mayor, que estaba una zorrita, tirada al sol, tomando sol. Que era bien flaca la zorrita. Y entonce que le pregunta al joven mayor, qué adónde iba. Y entonce que le dice él que él iba en busca del pájaro de plumas di oro y que si no le podría dar noticias ella de adónde podría estar.

-Sí -que le dice la zorrita-, vení. A lo lejos se ve un humito y en ese humito es una aldea y en esa aldea hay dos partes. En una parte está oscuro y sin luz y en la otra -que le dice- está con luz. Y cuando vos lleguís, entrá en la que está en oscuro, ahí vas a dormir y si vos no obedecís, si vas a dormir en la con luz, te vas a perder. Y al otro día voy a salir yo y te voy a encontrar.

Este joven no había obedecido, porque él había llegado y había visto las dos partes que ella le dijo, pero le había dado miedo de ver tan oscuro la parte que le dijo la zorrita que entrara. Y él se entró adonde estaba con luz, y no salió más.

Y al otro día la zorrita lo estaba esperando y no salió. Y de ver que no salió, se devolvió al mismo lugar adonde estaba. Entonce el Rey, de ver que no volvía el hijo mayor, lo mandó al del medio. Y el hijo se va.

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Llega el hijo y se encuentra con esta zorrita. Y la zorrita li había dado los mismos datos y que le había dicho al otro joven, que había ido y si había perdido, pero que le dijo que él obedezca y entre en la parte que estaba en oscuro.

Y el joven fue y no había obedecido también, porque él, al entrar en la parte que estaba oscuro, vio muchas cosas y tuvo mucho miedo y se devolvió y entró en la parte con luz. Bueno, también no volvió adonde estaba el padre.

Y que le dice el Rey al hijo menor, ya de ver que los otros no volvían, que vaya él en busca del pájaro, que así como era el único que lo había visto, así podría encontrarlo.

Y entonce esque sale el hijo menor en viaje también.

Va y se encuentra con la misma zorrita. Y que le dice la zorrita que adónde iba. Y esque le dice que él iba en busca del pájaro de plumas di oro.

-¡Ah! -que le dice la zorra-, han venido dos más en busca del mismo pájaro y de ver que no obedecen, estoy para no dar ningún consejo.

Y que le dice este joven, que a él le dé el consejo, que él es hombre de obedecer el consejo.

-Mirá -que le dice la zorrita-, si vas a obedecer, te doy el consejo, y sinó, no.

-Sí -que le dice el joven, que él iba a obedecer el consejo.

Que le dice que a lo lejo se veía un humito, y que era una aldea y que en esa aldea había dos partes, en una parte estaba sin luz y en la otra con luz. Y que él entre en la que estaba en oscuro, y que al otro día ella lo iba a esperar.

Y bueno, él esque había obedecido. Que había llegado a la aldea, y él esque había entrado en la parte en oscuro. Y él esque veía muchas cosas. Que tenía miedo pero esque había hecho valor y si había quedado. Que había dormido ahí. Y al otro día, muy temprano, salió. Y había seguido viaje.

Al caminar, se había encontrado otra vez con la zorrita. Ella esque estaba muy contenta lo que él había obedecido.

-Vení, subí -que le dice la zorrita-. Subí, te voy a llevar adonde está el pájaro.

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Y que él le dice que no, que no porque ella 'taba tan flaca y era tan chica, que no iba a poder llevarlo. Y ella que le dice que sí, que iba a poder, que suba no más.

Y bueno, había subido él y la zorrita lo llevaba como un caballito. Y al ir muy cerca del pájaro, le dice que se baje.

-Mirá -que le dice- aquí es la casa del Rey que tiene el pájaro de plumas di oro. El Rey está durmiendo -esque le dice la zorrita- y el pájaro está en la jaula más linda que hay. Y áhi, hay otra jaula más vieja, en ésa lo vas a traer.

Y claro, cuando había entrado el joven, estaba durmiendo el Rey. Cuando había entrado él, de ver que estaba en una jaula tan linda el pájaro, lo quiso sacar en la misma jaula, no más, y empezó a cantar el pájaro y se despertó el Rey. Y lo pilló a él y que le dice que qué andaba haciendo. Y que le dice que él andaba en busca del pájaro de plumas di oro. Y entonce que le dice el Rey, que no, que no lo iba a poder sacar, solamente que le traiga a él, el caballo con la montura di oro, que por eso se lo daba.

Y bueno, que salió él, muy triste, de ver que no podía sacar el pájaro. Y había seguido el viaje. Y si había juntado otra vez con la zorrita, que lo estaba esperando.

-Y bueno -esque le dice- de ver que ustedes no obedecen mis consejos, yo no quiero dar más consejos, no van andar bien.

Después de estar enojada la zorrita, esque le dice:

-Subí -y lo lleva adonde estaba el caballo.

-Mirá -que le dice- en este corral vas a entrar. El dueño del caballo está durmiendo. Hay monturas muy lindas y hay otras muy viejas. La montura más vieja vas a tomar -esque le dice- y la vas a poner al caballo, porque si le ponés la linda, va a relinchar el caballo y van a sentir los dueños.

Y bueno, esque había entrado el joven al corral y de ver estas monturas tan lindas, que va y que le pone la mejor montura, y que empezó a disparar el caballo, a dar vueltas en el corral y a relinchar, y que se levantaron los dueños y lo volvieron a pillar al joven.

El dueño del caballo había sabido ser un rey, y este rey había sabido andar interesado en una niña, y el Rey que no se animaba a hablar a la niña porque era de familia muy delicada.

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Y entonce que le dice el Rey al joven que qué andaba haciendo, y él le dice que anda por llevar el caballo. Y entonce que el Rey le dice que sólo di un modo le iba a dar el caballo, sólo que le lleve la niña que él quería.

Y bueno, él sale muy triste, y cuando él había salido, que le dice la zorrita:

-Bueno, vos ahora hacé lo que vos querás, yo ayudarte más no puedo, porque si vos no obedecís, no te puedo sacar de ningún apuro.

Y el joven ha quedado muy triste y si ha puesto a llorar. Y no dejaba de llorar. Y la zorrita, al ver que lloraba tanto este joven, esque le dice al otro día:

-Subí -y que lo llevó adonde 'taba la niña.

-Mirá -que le dice-, aquí es donde 'tá la niña. La niña sale a bañarse en esta parte, y cuando ella salga, vos vas a correr y la vas a abrazar de atrás, porque si la abrazás de otro lado, va a gritar la niña y van a salir los padres.

Y bueno, este joven se había escondido y cuando ella había salido, había corrido y la había abrazado de frente, en el apuro. Bueno, cuando la había abrazado, la niña había pegado un grito, que los padres habían corrido y lo habían pillado. Y entonce, que le dicen que si él quería la niña, tenía que dehacer un cerro, hacer un túnel, que pase un camino a lo largo y al través. Y si no lo hacía lo mataban.

Y bueno, este joven había salido llorando, y que ya no tenía consuelo, porque la zorrita le decía, que si no obedecía, ya lo iba a dejar. Y lloraba este joven sin parar.

Y dos días dejó pasar la zorrita. Y ella esque dormía y él esque lloraba. Que si había amanecido llorando, porque lo iban a matar si no hacía el túnel.

-Acostate a dormir -le dice la zorrita.

Y él se acostó a dormir. Y cuando se levantó, ya estaba el túnel hecho. Ella esque lo había hecho.

Él había cumplido con eso. Él, muy contento, les avisó a los padres de la niña.

-Muy bien -esque le dice el padre- pero a la niña no te la vamos a dar.

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-Mirá -que le dice la zorrita-, si no te dan a la niña, vos te despedís de todos y al último, la tomás de la mano a ella y la sacás no más. Y así lo había hecho el joven.

Y bueno, esque los padres no le hicieron nada, ni la siguieron, menos.

-Bueno, tenís que llevarselá al Rey. El caballo te lo van a dar.

Y esque había ido y le había llevado la niña al Rey y el Rey li había dicho que el caballo era para él, que lo ensille y lo saque.

-Mirá -que le dice la zorrita-, cuando ensillés el caballo, subís y te despedís del Rey y al último te vas a despedir de la niña. Le das la mano y la tirás y la vas a poner en las ancas del caballo.

Y bueno, había hecho lo que li había dicho la zorrita.

Y puso la niña en las ancas y salió disparando en el caballo.

Y la zorrita lo estaba esperando.

Y esque le dice:

-Mirá, llegá adonde tiene el pájaro el Rey. Al caballo se lo vas a presentar al Rey. Y él te va a decir que lo vas a atar. Entonce vos lo vas atar como para dehatarlo con facilidá cuando quieras subir, y a la niña la vas a dejar en las ancas del caballo. El Rey va a entrar a la pieza de él y a vos te van a entregar el pájaro. Cuando te entreguen el pájaro, corré y subí en el caballo y dispará.

Bueno, el joven ya hizo todo como le dijo la zorrita y disparó en el caballo. Bueno, siempre lo esperaba la zorrita. Bueno, ya siguieron juntos y él llevaba la niña, el caballo y el pájaro.

-Lo que yo te pido -esque le decía la zorrita- que no te vas a bajar cerca de un pozo di agua que hay en el camino, porque en ese pozo -esque le advertía- tendrás que ser perdido vos y todo lo que llevás.

-Muy bien -esque le dice el joven.

Al amanecer, que iba la niña con sé, y que habían visto una laguna. Que él no sabía si ése era el pozo. Se había bajado ahí, y la bajó a la niña y al pájaro. En ese pozo con agua, que parecía una laguna, habían quedado los hermanos.

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Cuando él se había arrimado a tomar agua al pozo, se jue de cabeza, y quedó la niña y el pájaro y el caballo solos. Y entonce cuando él había caído de cabeza, salieron los dos hermanos, porque este pozo estaba encantado y ahí habían caído ellos antes.

Y claro, él se había perdido, y los hermanos, de ver que encontraron la niña, el caballo y el pájaro, se devolvieron con todo esto, muy contentos ellas. Se devolvieron adonde 'taba el padre. Y claro, llegaron y le dijieron que ellos habían conseguido el pájaro de plumas di oro, y que llevaban ese caballo y la niña, y que no sabían nada del hermano, que se habría muerto.

El padre, claro, los había recibido muy bien a los hijos.

Claro, el caballo lo echaba de menos al joven, no comía ni nada, y no relinchaba. El pájaro no cantaba y la niña esque estaba muda.

Y bueno, la zorrita ya 'taba sabiendo lo que le pasaba a este joven. Y fue, y al ver que se había caído en el pozo, entró ella a sacarlo.

Y lo sacó y que le decía que él era dehobediente.

-Mirá -esque le dice-, el pájaro, la niña y el caballo ya están en la casa de tu padre, los han llevado tus hermanos y dicen que son de ellos. El caballo no come ni relincha, el pájaro no canta y la niña está muda. Lo que vos vas a hacer, te vas a vestir de mendigo, yo te voy a enseñar cómo vas a hacer. Y el favor que te voy a pedir, por todos los servicios que yo ti hecho, que es un solo favor, pero primero te voy a decir lo que vos vas hacer. Te vas a vestir de mendigo y vas a llegar golpiando la puerta de la casa del Rey. Cuando vos golpiés la puerta, el Rey te va hacer pasar. El pájaro va a cantar, el caballo va a relinchar y la niña va hablar, y el Rey va a preguntar que por qué sería eso. Entonces vos le vas a decir que sos el hijo menor y el que has conseguido todas esas cosas y por dehobediente te ha pasado eso. Y áhi le contás todo el caso como es y todo lo qui han hecho tus hermanos. Y antes de que te vas, éste es el favor que te voy a pedir: que me cortís las cuatro patitas.

Que le dice el joven que no, que cómo la iba a dejar inútil, de que ya no iba a poder andar. Y que ella le dice que sí, que lo tenía que hacer, que ella le iba a agradecer.

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Y bueno, esque le dice que como era un pedido de ella que él no le podía decir que no, y que lo iba hacer. Y li había cortado las cuatro patitas y se hizo ella una niña. Que había sido una niña encantada, y que tenía una virtú para adivinar. Por eso lo había ayudado al joven.

Y bueno, que él había visto esta niña tan linda, en un palacio también muy lindo. Ella 'taba encantada hasta que pudiera hacer esta obra que habían hecho con el joven. Y bueno, se habían despedido y le había agradecido mucho y ella también le agradeció.

Y se fue él en busca del padre.

Se había disfrazado de mendigo y había llegado pidiendo limosna. Que lo habían visto y el Rey que lo había hecho pasar para adentro. Y cuando, esque había pasado, el pájaro esque había cantado y el caballo había relinchado y había hablado la niña. Y que el Rey esque dijo que por qué pasaba eso. Y que la niña le dijo que ella conocía ese joven que venía de mendigo. Y que el Rey que decía, cómo podía ser eso.

Entonce el mendigo esque le dijo que él era el dueño de los animales y que era el hijo menor de él. Y áhi contó todo como era.

Y diz que han llamado a los hermanos y el Rey les ha dicho que los van hacer quemar por la mala aición de ellos con el hermano. Y los ha hecho quemar.

Y áhi si ha casado el joven con la niña y el Rey li ha dado la corona y ha sido el Rey de ese reino.

Pastora Soria, 25 años. Guandacol. La Rioja, 1951.

La narradora dice que aprendió éste y muchos otros cuentos del padre, Blas Soria, nativo de Guandacol, quien era un gran narrador y que murió a los 68 años, en 1945.

La narradora hace la diferencia entre el sonido de la y y de ll, que es tradicional en la pronunciación del oeste de La Rioja; aspira las eses finales, y también en el sufijo des de muchas palabras (deh-hacer, deh-ensillar); en otras pone empeño en corregirse. La rr es asibilada. Su entonación, la típica del noroeste, está muy atenuada por el contacto frecuente de gente de otras regiones, pues trabaja en un hotel de la capital de la provincia.



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1080. El raicero

SAN LUIS

Ésta era una madre que jue al campo en el tiempo que juntaban algarroba, y tenía un niñito, un niñito de cuna. Y lu había dejau acostadito a la sombra di un algarrobo. Y ella se entró en el monte guastiando267 algarroba.

Áhi 'taba el niñito, acomodadito entre unas ropas, y vino una mona y se lo llevó. Dice que la mona se lo llevó para criarlo.

La mona lo crió a este niñito. Después que lo crió le enseñaba a comer raíces no más. Despué que jue hombre, vivía en una cueva, y lo llamaba Raicero por nombre.

Después, claro, al verse solo, vivía sólo él lo mismo qui un oso. Le salió Dios, como un viejito. Y el viejito lo comenzó a ayudar. Se jue a vivir con él en la cueva para ayudarlo, enseñarle a hablar, qué se yo.

Entonce el viejito le mandó un monito de los más chicos. Y un diya dice que el monito le dice que iba a ir a la casa del Rey a pedir un almú para medir plata.

Entonce le dice el Raicero:

-Pero monito -dice- me vas a hacer matar con el Rey.

Entonce le dice el monito que no tuviera miedo, que él lo iba ayudar.

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Y se jue el monito a la casa 'el Rey y le pidió el almú. El Rey se lo dio al almú para medir la plata.

El monito le puso al almú en la esquina unas chirolas así, grandotas, de plata, pa que viera el Rey que este hombre era millonario, y se lo devolvió al almú.

Y entonce el Rey, cuando llevó el almú le dice:

-¡Pero, amigo, cómo se le han quedau tuavía estos patacones268 de plata!

Entonce le dice el monito:

-¡Puh!, si es basura la plata que tiene el Raicero.

Al otro día dijo qui li iba a pedir el almú de medir el oro. Y se lo cedió el Rey. Y el monito trajo el almú y le echó en cada esquina unos cóndoros269 di oro, pa que viera el Rey que era cierto que el Raicero era rico. Y vio el Rey y se quedó almirado de esta riqueza.

Al otro día le pidió el monito al Rey el almú de medir diamante. Cuando lo jue a devolver le echó unas perlas de diamante en todas las esquinas. Cuando jue a entregarlo, le dijo el Rey que lo convidaba al patrón a una gran boda que iban a hacer al otro día.

Y al día lo vistió el monito al Raicero con unas ropas lindísimas, con un güen traje. Y le puso unas cadenas de plata, di oro, de diamante. Y le puso de todo. Bien paquete lo puso al Raicero. Y también le hizo varios palacios.

Al otro día, cuando jueron, una hija del Rey se enamoró del Raicero y el Raicero le dijo que las convidaba, a las hijas del Rey y a los padres al primer palacio que él tenía, que era de plata. Y las convidó, y al otro día jueron.

Por el camino, ante de llegar, tenían que pasar un riyo grandísimo y muy hondo. Al cruzar el riyo, el monito vino a encontrarlos y se hizo pescadito, y se cortó l'agua, y pasaron todos en el coche.

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Y güe... Llegaron al primer palacio, un palacio de plata. Y áhi les sirvieron de los mejores manjares. Que el Rey no tenía los manjares que tenía el Raicero. Y áhi había hacienda de todo. Y la gente andaba pialando y marcando...

Y al otro día los convidó al palacio di oro. Y áhi lo mismo les convidaron de todo, de lo mejor.

Al otro día le pidió la hija al Rey y se casó. Y se jueron al palacio de diamante. Allá jue cuando hicieron la boda y se casaron los novios. Hicieron una boda grandísima.

Y el monito áhi se murió. Y ante de morirse le dijo al Raicero que cuando se muriera él, tenía que velarlo y enterrarlo. Y que ya lo dejaba rico. Y todo lo que dijo el monito, todo lo hicieron. Y claro, porque él le había dado toda la suerte y lu había salváu al Raicero que agora era un gran señor y un rey. El monito era un angelito.

Y áhi se acabó el cuento.

Luis Aguilera, 39 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1940.

El narrador es un campesino analfabeto.



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1081. Narcisito travieso

CORRIENTES

Narcisito era un niño pobre. Tenía sólo la madre. El padre había muerto.

Un día la madre lo mandó al pueblo a vender una gallina para comprá la necesidade. Salía otro chico del pueblo con un perro al que lo iban a matar. Narcisito se paró y le dijo:

-No maten al perro que yo se lo doy la gallina a cambio del perro.

Le dijieron:

-Para qué queré este perro flaco que no sirve para nada.

Dijo él:

-A mí me va a servir.

Agarró el perro y volvió a la casa.

La madre salió y dijo:

-No traés nada, Narcisito.

-Compré este perro, mamá, a cambio de la gallina.

-¡Ah, hijo!, mañana irás a vender la otra gallina.

Tenía sólo tre gallina.

-Así traerá de comer para tu perro y para mí y para vos.

-Bueno, mamá, no te enojés.

Y se jue a vender la otra gallina. Salieron los mismos chicos con un gato, judeando, cuando le vieron ir a él.

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-¡Oh!, Narcisito, nosotro vamo a vendé este gato porque es muy dañino.

-No -dice él-, te cambio por esta gallina.

Le dieron el gato y llevaron la gallina. Él volvió con el gato a su casa. Sale la madre y le dice:

-Hijo mío, me vas a matar de hambre. Andás comprando sólo perros y gatos.

Dijo él:

-No es nada, mamá. Este gato pongalé Pío y al perro, Roque. Y ello algún día me salvarán.

-Bueno -le dice la madre.

-Mañana te irá a vender esta última gallinita. Y no vayas a comprar nada que no nos pueda servir. Si esta vez no me traés nada te voy a castigar.

-Bueno, mamá.

Y agarró la gallinita y se jue al pueblo. Salieron otra vez los chicos con una víbora verde. Y dice Narcisito:

-¿Adónde llevan este animalito tan lindo?

-¡Oh!, es una víbora que pica. Vamo a matar.

-No le maten. Quiere vivir como todo vivimo. Le cambio -dijo él-, le doy la gallina y me da la víbora.

Se la dio, la ató una piola larga y se la llevó. Se jue lejo y se jue pensando que no iba a volver a su casa porque no llevaba nada. Le dijo a la víbora:

-Yo te pongo Juanita, tu nombre. Tenís calor, te voy a bañar porque tenís mucho calor.

Dice que la víbora iba arpeando porque le llevaba por una piolita. No le llevaba alzando porque le dijieron que pica. Bueno, se bañó mucho la víbora y no salía del agua. Él tiraba la piola y decía:

-Vamo, Juanita, que tengo que trabajá para ganar para el pan.

-No es nada, Narcisito -le dijo la víbora-. Vamo en ese monte, en ese árbol grande, está mi madre. Y ella te va a dar una fortuna porque me salvaste la vida. Ella es la serpiente más grande que se conoce y es muy mala. Te va querer   —620→   tragar y yo te salvaré. Ella, de contenta te va hacer tres anillos en un platito. Usté agarra el que está en el medio, el de oro. Uno hay de cobre, otro de plata y otro de oro. El de oro tiene una fortuna. Pidalé lo que usté necesita que te dará.

Y todo pasó como dijo la víbora.

Se jue él tan contento después que recibió ese anillo. Vendió a un comerciante. Compró todas las necesidades que le faltaba y le llevó a su madre.

La madre de tanto que lloraba, que hacía día que ese hijo no volvía, ni le conocía al hijo:

-Mamá, soy Narcisito que le traigo todas las necesidades de su casa.

La madre quedó muy contenta.

Después se acostó a descansar. El perro y el gato lo rodeaban. Después de 'tar acostado y tranquilo dijo:

-Anillito, por la virtú que Dios te ha dado vení en mi bolsillo.

Un rato depué tocó el bolsillo, 'taba el anillo.

La madre, tan contenta, le dejó dormir un rato y le recordó con su güen mate amargo. Y le preguntó, contenta la vieja:

-¿En qué ganaste tanta plata, hijo mío?

Le dice él:

-Mamá, vendí bien la gallina. Y ahora estamos remediados. Dentro de quince días voy a salir a rodar mundo.

La madre no quería. Le dice:

-¿Y su perro y su gato?

-Mi perro y mi gato, cuando yo salga de acá, de mi casa, que quede con usté, como un compañero, porque tengo necesidá de salir. Algún día que ese perro y ese gato salga al portón de nuestra casa a maullar dealé de comer bien y larguelás que se vaye donde yo estoy. Y usté ya va saber qué me pasa o me pasó. Yo le voy a dejar mucho dinero y surtido para que nada le falte.

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La madre por un lado lloraba y por otro pensabe que tenía que dejar ese hijo que saliera.

Bueno. Llegó el día. Él se despidió de la madre y del perro y del gato y se jue.

La madre, todos los días rogaba por el hijo. Y tenía ansia de verle. Y le hablaba al perro y al gato y le decía:

-Tengo gana de verle a Narcisito.

Pasó un largo tiempo. No sabía nada del hijo. Una tarde el perro y el gato salía al portón a maullar tristemente. Ella le dice:

-Algo le pasó a mi hijo. Ustede han de ir adonde él está, pero vamo a esperar unos tres días -le dice al perro y al gato.

El dueño del perro y el gato había llegado en una ciudá grande y 'taba en una pensión. Estaba en un comentario que la Princesa de la ciudá quería casarse. Que 'taba en frente de la pensión, 'taba el palacio. La Princesa se iba a casar con el que adivinara lo que ella preguntaba. El miró y vio la gurisa muy linda, la Princesa y dijo:

-Pues, yo me voy a casar con la Princesa.

Se rieron todos y le dijo:

-Nosotro que 'tamo en el pueblo no adivinamo la pregunta que hace, y qué va a adivinar usté que es forastero.

Dice Narcisito:

-Eso no es nada. Esta noche mismo me voy a casar.

Y todo quedó así. Él se fue a acostarse.

Depué que quedó en silencio, él sacó el anillo del bolsillo y dijo:

-Anillito, por la virtú que Dios te ha dado que venga la Princesa adonde yo estoy para conversar.

Y la gurisa se vino.

Cuando ella se encontró con él, se quedó muy almirada porque ni sabe cómo vino adonde está este hombre que no conocía y jamás vio. Ella le dijo:

-Y, ¿cómo vine adonde vos estás?

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Él le dijo:

-¡Ah!, usté busca casamiento y te vas a casar conmigo.

Ella le dijo:

-No puedo porque tengo otro amante.

Bueno. Él se quedó cansado y no le hizo llevar al palacio y se quedó a dormir.

La gurisa le registró el bolsillo y le encontró el anillo. Y al punto se imaginó que ese anillo sería de suerte y le dice:

-Anillito, por la virtú que Dios te dio, llevame al palacio.

Un momento de silencio y ella se trasladó al palacio. Y en el palacio dijo:

-Anillito, por la virtú que Dios te dio, llevame al medio del mar en un palacio mejor que el de mi padre con el negro cocinero -ése era el amante de ella.

Al otro día ella no amaneció, ni el negro cocinero.

Todo el pueblo el Rey hacía llamar en declaración para preguntar quién le llevó la hija y el negro cocinero. Y le dijieron que allí estuvo un hombre desconocido que él decía que tenía que casarse con la Princesa, y jue el día que no amaneció.

El Rey en seguida lo hizo llevar a Narcisito preso. Entonce le dijo que le haga aparecer a la hija y si no pena de la vida dentro de cuatro días.

El perro y el gato que tanto maullaban, dentro de tres días la madre largó.

El perro y el gato anduvo mucho y llegó a la misma pensión de Narcisito.

'Taba el comentario.

-Pobre hombre, va a perder la vida. ¡Quén sabe con quén se jue la Princesa!

El gato dentró, jue por abajo de la mesa y casi no había ni miga de pan. Él salió y le dijo al perro:

-Narcisito está preso, está en el calabozo. Falta tre día para matarle.

Dice el perro:

No es nada, vamo al calabozo. Lo do vamo a sacarle.

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Jueron lo do. El gato buscó sobre el techo por donde dentrar. No podía dentrar hasta que encontró una partecita abierta y dentró donde 'taba el dueño. Y le lambió la cara y lo recordó. Que 'taba durmiendo Narcisito.

-¡Oh!, usté es Pío.

-Soy, le venimo a salvá.

-¿Y Roque?

-Es muy grande, no puede dentrar.

-¿Qué te pasa?

-¡Oh!, me sacaron mi anillo y se jueron al mar la Princesa con el negro cocinero.

Le dice Pío:

-No es nada. Yo y Roque le vamo a salva. Vamo a ir a buscar su anillo.

Y lo animalito se jueron. Caminaron todo ese día por la orilla del mar y dice Roque:

-No te asuste, Pío, yo le voy a llevar. Subí en mi lomo, yo te voy a llevar nadando hasta el palacio de la gurisa que se perdió, porque falta sólo un día para matale a Narcisito y vamo a ve si encontramo el anillo.

Pasaron. Ya era de noche. Llegaron al palacio. Había una casita cerca. Y vivía un viejito. Y como era gato y perro quedó muy almirado que anduvieran junto, y le dice:

-¿Qué hacen por acá?

-Buscamo el palacio de la Princesa que hace tre día que se juyó del padre.

Le dice el viejo:

-Pues, yo soy el Rey de lo ratón. Estarán durmiendo ahora la Princesa y el negro.

Le dice Roque:

-Yo le pago todo lo que usté me pide si encuentro un anillo que le trajo la Princesa, de mi dueño. Si podía mandar en comisión lo ratón.

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Antonce dice el viejito:

-Voy a llamalo.

Pegó un silbido y se presentó ratón de todo tamaño. Entonce le dice Pío:

-Mire, compañero, si quiere hacé un favor de buscar un anillo que ese negro trajo de mi dueño. Le voy a pagar.

Dice uno de los ratón:

-Por una bolsa de galletas y una canasta de pan le traigo el anillo. Yo sé donde está. 'Ta en el tocador de la Princesa. Toda la noche se saca del dedo. Nosotro lo vemos todas las noches.

Y antonce se jueron los ratón. Jueron a la casa. No 'taba el anillo en el tocador. Buscaron todo. No podían encontrar. Ya eran las tre de la mañana. Dijo uno de los ratón chiquito:

-¿Sabe adónde lo tiene el negro? En el culo. Porque sabe que sólo cuatro día faltaba que le busquen y le quiten el anillo.

-¿Y cómo vamos a sacar?

Uno dijo:

-Yo voy a mojar mi cola en aceite y se le voy a poner al negro en la nariz. El negro va a estornudar y va a caer el anillo y otro lo va a cazar.

Así lo hicieron. Y lo hicieron estornudar al negro y saltó el anillo. Agarró un ratón y disparó y le llevó a Roque. Y se presentó Pío y dispararon los ratón de más. Y ello se volvieron al palacio del Rey. Y lo ratón se jueron a la casa del viejito. Roque le propuso de mandarle queso y pan para después que amanecía. Bueno. Se despidieron contento y llevaron el anillo a Narcisito.

Llegó el gato y dentró al calabozo. Ya venía amaneciendo. Ese día iba a morir a las ocho de la mañana. Narcisito salió del calabozo con la virtú del anillo y jue a recordalo al Rey y le dice:

-Levantesé que usté va a ver a su hija dentro de poco rato.

Se levantó el Rey asustado y le dijo Narcisito:

-Venga a la orilla del mar. Viene llegando su hija en un buque con su nuevo esposo.

  —625→  

Y jueron. Llegaba la hija del Rey con el negro del brazo. El Rey de tan asustado, sacó su corona y le puso a Narcisito. Le coronó y quedó de Rey. Y la gurisa quedó no más con el negro, que nadie la miraba má.

Narcisa Ramírez de González, 48 años. Yapeyú. San Martín. Corrientes, 1952.

Buena narradora. Es curandera de fama en la región.



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1082. Juancito de León

CORRIENTES

Era un rey casado. Estaba con la señora mirando por un río, y iba por el río una embarcación. El esposo decía que era lancha, ella decía que era barco. Y le dice el esposo:

-Palabra de Rey no vuelve atrás: si es lancha usté pena de la vida, y si es barco, igual, yo peno de la vida.

Y ella aceptó. Y mandó unos propios270 a ver. Era barco de vela. Los que jueron sentían del Rey y dijieron:

-No vamo a quedá gobernado por la señora.

Y volvieron los chasque271 y dijieron:

-Es lancha.

Ganó el Rey. Entonce dijo:

-Lleven esta mujer a matá al monte.

Ella 'taba pesada272. Ella le dijo:

-Yo voy a llevá un libro para distraerme.

Antonce llevó el libro y se jue por el monte con eso tre mismo que jueron a vé el barco. Y se conversaban y decían:

-Es una injusticia matala. Vamo a llevale lejo, en el monte, y vamo a dejale que le coma la fieras.

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Le dejaron. Se despidieron de ella y volvieron.

Ella, como llevó ese libro, que era de religión, siempre leía. Agarró el monte y se jue muy lejo.

Estaba leyendo una tardecita. Se le caían la lágrima de lo ojo. Llega una leona. También estaba de encargue273 la leona, y la señora también. La señora tenía miedo que la iba a comé, pero la leona se acercó por ella y se refrejaba y la olía como que le decía, ¡vamo! Y ella le seguía a la leona.

Le llevó en una cueva grande, en un árbol seco, a la señora. Ahí llegaba, la noche y dormía la señora y la leona. La leona le defendía de lo tigres. Llegó un día, y la señora tuvo un varón y la leona do leoncito. Ese día llegó una señora de cabello largo a asistir a la señora, en el momento de tener el hijito. Y sacó una hebra del cabello de la señora y le ató el ombligo a la criatura.

Y la criatura se crió.

Y despué caminó y jugaba con lo leoncito. Le puso Juan, y la señora le dijo que le iba a llamar Juancito de León, porque era la leona que lo cuidaba a todo. La leona se rebuscaba fruta del monte, y hoja y raíce, y así vivía la señora y la criatura.

Fue quedando grande la criatura y se iba lejo con lo leoncito. Un día se jue muy lejo y vio Juancito una casa muy linda. Y le dijo a lo leoncito.

-Quedesé que yo voy a llegar.

Y lo leoncito se quedaron. Lo leoncito entendía todo lo que le decía Juancito. Bueno... Antonce él llegó. Era un palacio de un gigante que mataba toda la gente que encontraba. Él entró y subió a un altillo. El gigante 'taba de paseo. Juancito vio una gurisa274 linda. El gigante le había robado y la trajo porque era tan linda. Era hija de la señora que le cortó el ombligo. Él le decía agüelita a esa señora. La gurisa le dijo:

-¡Juancito, mandate a mudar! ¡Si viene el gigante te va a comer!

  —628→  

Y él le dice:

-Dame ropa y qué comer, que no tenemo nada.

Ella le dio todo lo que le pidió y que no volviera porque el gigante le iba a encontrá. Él le dijo que no le tenía miedo a nadie. Pero se jue. Pasó uno día. Le llevó a la madre tanta ropa y de comé, y se quedó almirada. Y tuvo que vestise de tanto tiempo que ya no se vestía.

Otro día intentó Juancito de León venir a la casa del gigante. Le pidió a la gurisa de comé y ropa. Ella le pidió que se retire, que le iba a fundí el gigante si venía. Y se retiró. Le encontró cerquita del palacio al gigante. Le habló el gigante:

-¿Qué andás haciendo? ¿Queré pelear conmigo?

Él le dijo:

-Le peleo si usté me da una espada.

El gigante pasó al palacio. Sacó do espada, una para él y otra para Juancito. Y se dieron una topada. Juancito se dejó castigar. Depué, a la otra topada, le cortó una oreja al gigante. El gigante se enfureció y lo quiso matar. Juancito empezó a hincarle con el cuchillo y le pidió que le dejara que le iba a entregá las llaves de la casa. Y lo golpeó mucho Juancito al gigante, y lo dejó por muerto.

Jue en el palacio y le dice a la niña:

-¿Viste que el gigante no pudo conmigo? El palacio hoy es mío. Te llevaré a tu familia.

La niña le dijo:

-Gracia, Juancito. Me voy con mi familia, pues, el gigante me trajo de mi madre hace mucho tiempo. Pero lo que te voy a decir Juancito, que te cuidé mucho, porque ése no 'tá muerto.

Él le dijo:

-Pues, no ha de vivir más. Le voy a encerrar en el calabozo del palacio, por tanta injusticia que hizo. Que se muera de hambre ahí.

La gurisa le dijo:

-Pues, ¿vé esa serranía ahí cerca? Todo es cerro de güeso que él tiró de lo que mató.

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La guaina se jue a vivir con la madre, con la señora que le cortó el ombligo a Juancito. Vivía cerca y Juancito la visitaba. La señora adivinaba todo. La señora curaba y adivinaba.

Juancito se jue y trajo la madre y lo do hermanito león y ahí vivían junto.

Un día Juancito salió a cazá. Llegó a la casa de la agüelita. Ahí 'taba la guaina. Ella, contentísima con Juancito que le devolvió la hija. Le dijo:

-Mire, mi hijo, en el calabozo, el gigante está casi sano. No murió de hambre. A su madre le tiene en un mal traer.

El gigante sabía cuando salía Juancito. Le empezaba a judear275 a la señora y ella de miedo no le contaba al hijo.

Pasó otro tiempo. Él siempre le visitaba a la agüelita. Un día ella le dijo:

-Mire, Juancito, andate en este caballo y tomá esta bolsa, llevate con vos, porque hoy te va a matar el gigante. Decile que te pique y te ponga en esta bolsa y que ponga la bolsa en el caballo, pa que te lleve lejo.

Pasaba eso porque se le terminó el poder del cabello que le ató el ombligo la agüelita.

Cuando jue al palacio del gigante, encontró la madre muerta. Estaba llorando sobre la madre muerta Juancito y le saltó sobre él el gigante. Y cuando le cazó el gigante le dijo:

-¡Aquí me vas a pagar todo lo que me hiciste!

Él le dice:

-Te pagaré. Pero cuando me matés me ponés en esta bolsa y tirame sobre este caballo que me coma los caranchos.

El gigante lo mató a Juancito. Le picó ñudo por ñudo y le puso en la bolsa, y le puso sobre el caballo. Y quedó contento porque ya creyó que no podía vivir más.

El caballo le llevó derecho a la casa de la agüelita. La guaina le agarró y sacó todo el cuerpo de Juancito y añidió todo bien y le puso bien sobre una mesa. Y le puso aceite a todo, ñudo por ñudo, y la viejita rezaba.

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A media noche la viejita dijo:

-¡In conmigo!

Juancito se movió. Le velaron toda la noche y él resucitó. Le tuvieron unos cuantos tiempos con ellas. Despué le dio una corneta, la viejita, y le dijo:

-Pasá por esa serranía y tocá esta corneta. Resucitarán lo muertos y te acompañarán a matá el gigante.

Así lo hizo Juancito. Jue a la serranía y tocó la corneta. Lo muerto se levantaron todo que eran mile. Se jue al palacio. El gigante cuando lo vio a Juancito lo conoció. Y vio tanta gente que tuvo miedo. Disparó y dentró en el calabozo y se encerró. Juancito mandó cortar mucha leña y hizo grande el juego con toda la leña que cortó. Y jue, sacó al gigante del calabozo y le tiró al juego. Le quemó. Dejó libre a toda la gente que había muerto el gigante, y él se quedó con su do hermano leones en el palacio. Depués se casó con la guaina y llevó también a la agüelita. Y vive contento hasta ahora en el palacio.

María Ramírez de González, 48 años. Yapeyú. San Martín. Corrientes, 1952.

La narradora es la curandera más famosa de la región. Me dicta los cuentos que oyó desde niña en una pequeña habitación, a la luz de las velas de su altar profesional, atestado de figuras de santos, mientras esperan afuera sus enfermos. Ha interrumpido sus consultas para que yo anote los cuentos viejos del pueblecito en donde nació nuestro héroe máximo, el general don José de San Martín.



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1083. El amigo pescado, el amigo cóndor y el amigo zorro

(Los animales protectores)


CHUBUT

Éste era un joven que se fue a rodar tierra.

Había hecho mucho mal este hombre, pero después se arrepintió y se volvió un hombre buenísimo. Y juró hacer bien a toda la humanidá y a cualquier bicho. Y salió con una bolsita al hombro a correr el mundo. Y se fue.

Había caminado mucho y se arrimó a un río a tomar agua. Y en ese momento saltó un pescadito afuera del agua. Y el pescadito se moría. Pero como este hombre había jurado hacer el bien, se levantó y agarró el pescadito y lo echó al agua. Inmediatamente vio que el agua empezó a arremoliniar y vio que el pescadito sacó la cabeza y le dijo:

-Mirá, amigo, yo estoy tan agradecido porque me has salvado la vida, y sabrás que soy el rey de los pescados. Y por eso, cuando algún día te encuentres en algún apuro decí: Dios y mi amigo el pescadito. Y en seguida me tendrás para servirte.

El pescadito se hundió y el hombre siguió su camino sin hacer caso.

A poco de andar, después de unos días, encontró a un cóndor, con el ala quebrada, que 'staba muriéndose porque no podía cazar. Y dice el hombre:

-Pucha, me voy a llevar este bicharraco y lo voy a curar.

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Y así lo hizo, para lo cual le entablilló el ala, le ató con unas fibras las maderitas del entablillado, lo puso sobre el hombro y siguió viaje. Le cazaba perdices y le daba de comer. A los pocos días el cóndor empezó a probar a ver si podía manejar el ala. Él seguía manteniéndolo hasta que un día el cóndor salió volando. Remolinió un poco y se bajó, y le dijo:

-Te agradezco mucho que me has salvado la vida. Yo soy el rey de los cóndores. Escuchá bien lo que te digo: Si alguna vez te ves en algún apuro, decí: Dios y mi amigo cóndor, que yo estaré a tu lado para socorrerte.

El hombre no tomó mucha atención y siguió viaje.

A poco andar encontró también un zorro con la pata quebrada. Lo agarró al zorro y también le entablilló la pata, lo curó y lo llevaba de tiro con una cadenita. Cuando el zorro 'tuvo curado, se despidió y le dijo que si alguna vez estaba en un apuro, que diga: Dios y mi amigo el zorro, y que estaría ahí, en seguida, para servirlo. Se despidieron y siguieron viaje.

El hombre siguió. Después de unos días de viaje se encontró a la entrada de una ciudá muy grande, de mucho movimiento. Entró y al primero que encontró le preguntó qué novedades había en ese pueblo. Entonce ése le dijo:

-Hombre, la novedá que hay es muy sabida, siempre la misma.

-¿De qué se trata esa novedá?

-Que la hija del rey ha hecho juramento de casarse con el que se esconda en un lugar que ella no pueda adivinar. Y el rey le va a regalar el palacio y muchas riquezas.

Al oír esto, el joven tomó en seguida rumbo al palacio del rey donde se presentó y dijo que venía a buscar a la princesa para esconderse. Entonce la princesa habló con él y le dijo:

-Si te encuentro, sabé que te cortarán la cabeza y si no te encuentro te casarás conmigo. De modo que desde ya puedes esconderte, que tendrás veinticuatro horas de plazo.

Entonce el joven empezó a caminar y a buscar refugio. Entonce se acordó del pescadito y le dijo:

-Dios y mi amigo el pescadito.

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Él estaba a la orilla del mar, y apareció un pescado grandote. Se había criado el pescadito. Al verlo al joven le dijo el pescado:

-Oh, mi salvador, ¿en qué le puedo ser útil?

A lo que le contestó él:

-Me he comprometido a esconderme en un lugar que la Princesa de este palacio no me pueda encontrar. Quiero que me digas dónde puedo ocultarme.

-Ni una palabra más. Subite sobre mí, que yo te voy a llevar a las profundidades del mar y te voy a ocultar donde no te pueda ver nadie.

Entonce el joven se subió en el pescado y el pescado se sumergió con él, a unas oscuridades muy hondas y lo metió en unas rocas.

Al momento que salió la Princesa a buscarlo. Sacó un gran teodolito que tenía para buscar hasta el último rincón de la tierra y del cielo. Entonce miró por toda la tierra hasta el último rincón y le dice al Rey:

-Sabes276, papá, ¿que no lo veo? Estoy segura que en la tierra no está.

Siguió buscando por todos lados.

-Busca bien -le dice el padre-, que ya faltan cinco minutos para vencer la prueba. Busca en el mar.

Y volvió la Princesa con el teodolito y miró al mar, y ya en el último momento dice:

-¡Oh!, ¡papá!, ¿ves? ¿Sabes dónde está? En aquellas oscuridades, entre las algas de aquellas rocas tan profundas. ¿Cómo se habrá escondido ahí?

Llegó la hora indicada para ver si lo habían visto. Y se presentó el joven al palacio. Y apenas lo vio la Princesa le dijo:

-Joven, te felicito, te habés escondido muy bien.

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-Y... ¿dónde estaba?

-Allí, en aquella profundidá del mar, en aquellas rocas llenas de algas. Pero, no te asustes. Te vamos a dar otra prueba, que te vuelvas a esconder.

Al otro día se fue, y andaba caminando muy preocupado. Y en lo que iba se acordó del cóndor, y ahí lo llamó:

-Dios y mi amigo el cóndor.

Y el cóndor se presentó al momento y le dice:

-¿En qué te puedo ayudar? Mi salvador, manda lo que quieres.

Le refirió lo que le pasaba con la Princesa y que si no lo hallaban esta vez le cortaban la cabeza. Y Entonce el cóndor dijo:

-No te asustes, yo te voy a ocultar en un lugar que no te va a encontrar la Princesa. Subite sobre mí, y agarrate del tronco de mis alas.

Y ni bien estuvo sentado el joven, el cóndor se elevó a las alturas. Y en aquellas alturas había una tormenta borrascosa, oscura, donde el cóndor lo llevó, entre esas nubes muy oscuras, que no se vía nada. Áhi lo dejó y le dijo:

-No te asustes, que yo te voy a venir a buscar a la hora que tenés que presentarte.

La Princesa sacó su teodolito y buscó por la tierra hasta el último rincón, y nada; buscó en el mar hasta el último rincón, y nada. Entonce le dice el Rey:

-Pues, hija, buscalo pronto, que faltan unos minutos. Estará en el cielo, seguramente.

Entonce la Princesa dirigió su aparato al cielo y lo vio entre los nubarrones. Y le dice al Rey:

-Mirá, papá. Mirá dónde está. Está entre aquellas nubes. Ahí está escondido.

Cuando llegó la hora, el joven se presentó al palacio y le preguntó a la Princesa:

-¿Me vio?

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Ella lo felicitó otra vez y le dijo:

-Joven, usté se esconde muy bien pero ¿cómo hizo para esconderse en las nubes? Es la primera vez que veo una persona que tenga tanto poder. Pero no te aflijas, no te desanimes, te vamos a dejar la última prueba, que te vuelvas a esconder.

Al otro día el joven andaba desesperado por el campo y se acordó de golpe del zorro y dijo:

-Dios y mi amigo el zorro.

Y al momento se presentó el zorro, gordo y grandote, claro, era el Rey de los zorros, y al verlo le dijo:

-¡Oh!, ¡mi salvador! ¿En qué te puedo ayudar?

Y entonce el joven le contó que estaba en peligro de muerte, que se había escondido dos veces con la ayuda del Rey de los pescados y del Rey de los cóndores, y que ésta era la vencida. Entonce le dijo el zorro:

-No te aflijás, ya vamos arreglar todo.

Pego un grito el zorro y entonces empezaron a llegar zorros de todas partes, de todas direcciones y se formó un ejército de zorros, y les dijo:

-Hagan una cueva acá que corra hasta abajo de la tierra, a los pies de la Princesa, donde está ella con su teodolito.

Y los zorros empezaron a cavar y a sacar la tierra hasta que quedó hecho un túnel, hasta los pies de la Princesa. Entonce le dice el zorro:

-Metete en esta cueva y caminás hasta que se acabe, que da justo a los pies de la Princesa. Y ahí te quedás tranquilo y esperás hasta que sea la hora de presentarte, y te sales y te presentas a la Princesa.

Y el joven se metió en el túnel y el zorro se quedó esperando.

La Princesa dirigió el telescopio a la tierra y no lo vio al joven; lo dirigió al mar y tampoco lo vio; lo dirigió a las nubes y tampoco lo vio. Y la Princesa y el Rey es taban desesperados, pero no lo vio. Pasó el tiempo, y el joven salió de la cueva y se presentó. Entonce el Rey le dice a la Princesa:

-Decile que lo has visto.

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Entonce la Princesa le dijo que lo había visto. Y él le dijo:

-Y, ¿dónde 'taba?

-Entre las rocas del mar -le dijo ella.

-No -le dijo él-, yo estaba abajo de tus pies y no me has visto.

-Y ¿cómo me lo compruebas?

Y ahí le hizo ver el túnel y quedó comprobado. Pero el Rey dijo que su hija no se podía casar con ese joven pobre y que no sabía de dónde era.

Entonce se presentó el zorro al Rey y le dijo:

-Es necesario que dejes casar a este joven con la Princesa porque ha ganado en buena ley la prueba.

A lo que el Rey le contestó:

-Dejate de molestar si aprecias en algo tu vida.

Y el zorro le dijo:

-Yo soy tan Rey como vos, yo soy el Rey de los zorros y si no dejas casar a la Princesa con el joven dentro de unas horas se derrumbará tu palacio.

El zorro pegó un grito y llegó nuevamente un ejército de zorros. Y les ordenó:

-Caven los cimientos de este palacio hasta que se derrumbe.

Y comenzaron a cavar los zorros y cuando vio el Rey el peligro no tuvo más remedio que decir que se casaran. Y se casaron los jóvenes y hicieron una gran fiesta. Y yo estuve en la fiesta que duró varios días y después yo me vine al Chubut.

Baldomero Terraza, 73 años. Rawson. Chubut, 1959.

Muy buen narrador; tiene fama en la región, en donde son muy pocos los narradores. Toda la Patagonia ha sido colonizada a principio de nuestro siglo.



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1084. El viejito pobre y el chivito

CHUBUT

Éste era un viejito pobre y tenía un chivito.

Una mañana se quedó dormido el viejito y el chivito le comió las habas que era lo único que tenía el viejito para comer. Y agarró el viejito y se enojó y le dijo al chivito que lo iba a matar si otra güelta le comía las habas.

Entonces el chivito se jue a retozar al basurero277. Ahí halló un peso y le dijo al viejito:

-Mirá, tata viejo, encontré un peso.

-Dameló, chivito -le dijo el viejo.

Entonces el chivito le dijo:

-No te jodís viejo 'e miércoles Recién casi me matastes porque te comí unas habas locas, y te voy a dar el peso. Le viá ir a pedir el almú pa medir plata al rico y vuá decir que vos 'tas por medir mucha plata.

Y di áhi le dijo el viejo al chivito:

-No me vas hacer matar por el rico, con esa mentira que le vas a echar.

-¡Qué joder! -dijo el chivito-. ¡Qué te viá ser matar!

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Y se jue no más el chivito a la casa 'el rico y le dijo que le preste el almú de medir plata, porque su patrón tiene un montón de plata pa medir. Y le prestaron el almú. Y al otro día jue a devolverlo y puso el peso en una esquina del almú. Cuando el rico vio el almú con el peso dijo:

-Qué rico será este hombre que todavía le quedó un peso en el almú de lo qui ha medío plata y no si ha dado cuenta.

Se vino el chivito y al otro día temprano le comió las alverjas que tenía el viejito. Y vino el viejito y le dijo:

-Ya te voy a matar en seguida porque mi has dejau sin comida.

Se disparó el chivito y se jue a retozar en el basurero. El chivito halló un granito di oro y le dijo al viejito:

-Mirá, tata viejo, lo que encontré yo, un granito di oro.

Entonce el viejito le dijo:

-Dameló, chivito.

Y el chivito le dijo:

-No te jodés, viejo. Recién me corristes porque te comí una alverjas locas y me querías matar. No te doy el granito.

Y se jue no más a pedir el almú al rico para medir oro. Cuando volvió el chivito con el almú el viejo había hecho unos pozos en el basurero para ver si sacaba oro para él y no encontró nada.

El rico le había preguntao al chivito que de quén era el oro. Y él le había dicho que era di un señor muy rico. Entonce el rico lo quiso conocer. Y cuando volvió el chivito le dijo:

-El rico ha dicho que vaya a pasiar el que hizo medir el oro y yo le dije que sos vos. Y hay que ir en seguida.

-¿Y cómo voy a ir así? -dice el viejito-. Yo no tengo ropa para ir a esa casa.

-El rico dijo que jueras hoy sin falta.

Y se jue el viejo con el chivito. A lo mucho que iban caminando, hallaron un arroyito de agua y el viejo no quería cruzar. El chivito le pegó un aspazo y lo botó adentro del agua. Lo sacó mojado al viejito, medio augau, y lo dejó áhi y le dijo que   —639→   espere. Se jue en lo 'el rico y le dijo que el señor rico que venía a visitarlo se cayó al agua y se mojó y que le preste ropa. El rico le dio ropa muy güena. Le mandó un traje, zapatos, zoquetes, corbata, calzoncillos, y le dijo el chivito al viejo:

-Ponete esto.

Y cuando el viejo no sabía ponerse le pegaba aspazos y le enseñaba y le hacía poné bien. Y lo hizo vestir bien y lo llevó. El viejo ya parecía hombre rico.

Y le dijo por la güella:

-Si tomás mucho vino te voy a pegar un aspazo.

Llegaron en lo del rico y se hicieron amigos y lo invitó a quedarse.

Por la noche estaban cenando y el chivito está espiando y cuando tomaba tragos muy largos lo recordaba di un aspazo. Así el viejito parecía una persona de mucho respeto.

Por la noche le pasaron cama al viejito, y el chivito durmió abajo de la cama. Al otro día se había meao toda la cama. El chivito le pegó un aspazo y dio güelta el colchón.

Al otro día se quiso dir el viejito y el rico le dijo:

-Cómo se va a dir de a pie, señor. Yo lo voy a llevar en mi coche.

El chivito le dijo que cuando le pregunte el rico qué es eso que brilla, que le diga que es su palacio. Que ya va ver que le va hacer un palacio para él.

Y agarró el chivito y marchó de viaje. Y halló una víbora de la cruz y le sacó el corazón, medio moribunda, y le dijo:

-Coranzoncito de livertú278, que se presente un palacio de plata, otro de oro llenos de todas las cosas mejores y que se presenten unos negros jetones sirviendo la comida.

Y así se hicieron los palacios y llegaron el rico y el viejito. Y después el rico lo hizo casar con una hija muy rica que él tenía.

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Y entonce el chivito le dijo:

-Yo soy un ángel del cielo. Hi venido pa salvate y date de todo. Ya 'tás rico y tenís familia y yo me voy. Pegame tres golpes en el lomo.

Y el viejito le pegó y el chivito se hizo ángel y se jue, y no volvió más.

Y el viejito se quedó rico y con su esposa vivieron felices y comieron perdices, y a mí no me dieron porque yo no quise.

Etelvina Mercado, 56 años. Bajada del Diablo. Telsen. Chubut, 1952.



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ArribaAbajoNota

Las 14 versiones de estos cuentos tienen como elemento básico la acción protectora de ciertos animales como la zorra y el zorro. Son animales con poder mágico que defienden y ayudan al hombre. Están estrechamente relacionados con los cuentos del caballito de los siete colores. Amalgaman motivos de otros cuentos. Considerados en general, pueden ser comprendidos en el tipo 545 de Aarne-Thompson.





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ArribaAbajo [El cuento de Alejito]

[1 versión]


[Cuento 1085]



1085. El cuento de Alejito

TUCUMÁN

Una vez había un matrimonio que no tenía ningún hijo. Entonces la señora dice:

-¿Por qué será que Dios no nos da un hijo?

Un día la señora se enfermó de la rodilla. Y la tenía muy hinchada. Y cuando viene el médico a operarla le partió la rodilla y salió un muchachito. No hallaban qué nombre ponerle. Entonces el chico le dice:

-Yo me llamaré Alejito.

La madre le compró un corderito para que andara en él. Alejito creció muy pronto y andaba en el corderito y lo enlazaba como si fuera un caballito. Y así pasaron unos años.

En una estancia cerca había un hombre que tenía un toro muy malo, de uñas de oro y astas de oro, y nadie podía enlazarlo. Y había mucha gente que trataba de enlazarlo y no podía. Un día Alejito le dice a su madre que él iba a enlazarlo. Y la madre le dice:

-No, hijo, sos muy chico todavía, y el toro te va a comer.

Alejito le decía que sí, que él lo iba a enlazar. Y se puso hacer un lazo con tiras de trapo, y se fue. Pero el toro era tan malo, que cuando veía los chicos se venía al humo a comerlos. Pero al llegar Alejito, el toro lo vio y se vino a comerlo y al venir cerca lo enlazó y lo volteó. Entonces lo mataron y le dieron toda la carne a Alejito, y las uñas y las astas de oro se las hizo quedar el dueño. Entonces se vino a la casa Alejito muy contento.

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Un día, estando Alejito sentado al frente de la casa, dele jugar, pasaron dos caballeros. Entonces Alejito les dice:

-¡Oigan, esperenmén! Ya voy a ir yo también.

Pero los hombres no le hicieron caso y siguieron no más su camino. Pero en tanto, Alejito les pidió la bendición a sus padres y se fue con el corderito. Y los alcanzó a los dos caballeros. Y les dijo:

-Vine para acompañarlos, porque allá hay una bruja que los hace quedar a todos las que pasan y los come. Y yo vine para salvarlos.

Y al ir frente a la casa de la bruja, llegan ahí, y le dice Alejito si podían pasar la noche. La bruja les dice que sí, porque estaba segura que los comería. Pero no fue así. La bruja ésta tenía tres hijas, y por la noche la bruja los hizo acostar a cada uno de los hombres con una de las hijas. Y les dio unos gorros para que se pusieran las hijas. Así ella, cuando en la noche fuera a matar a los hombres, las iba a distinguir. Y a Alejito le iba a hacer lo mismo, pero Alejito se quedó junto al fuego, con ella, y le dice la bruja:

-Vaya, acuestesé no más.

Y le dice Alejito:

-No, todavía no tengo sueño. Si quiere que vaya, duerma no más usté.

Y la bruja, confiada, se va a dormir creyendo que igual no más los iba a matar.

Alejito, al calcular que la bruja ya se durmió, se fue, les cambió los gorros a las hijas, y se los puso a los hombres, a sus compañeros. Pero otra cosa, que cuando al llegar esa tarde Alejito se lavó, le pidió toalla a la bruja. Y después le pidió peine para peinarse. Luego aguja y hilo para coserse el bolsillo que tenía roto.

Esa noche la bruja se levantó, tomó el hacha y se fue hacia la cama y les pegó a sus hijas, creyendo que eran los hombres. Las mató porque las tocó y vio que no tenían el gorro que Alejito li había puesto a los compañeros. Y fue y se acostó a dormir.

  —644→  

Alejito los despertó a los hombres y les dijo que tenían que disparar, porque corrían peligro de muerte, porque la bruja había muerto a las hijas por matarlos a ellos. Y entonces se fueron.

Muy temprano se levantó la bruja y se va a hacer fuego, y pone una olla grande, con agua, para hacerlos hervir a los mozos. Y mientras hacía eso, la vieja estaba:

-¡Levanten, hijas! ¡Levanten, hijas!

Y siendo que las hijas estaban muertas. Al rato se va a verlos y las halla muertas y dice:

-¡Me han engañado estos pícaros!

Y salió en una chancha que tenía, que daba un tranco de una cuadra, con tres bolsas y el hacha. Y se fue caminando largo trecho. Y ya los iba a alcanzar, cuando Alejito le tira con la toalla. Y se hace un mar de agua. Y no podía pasar la bruja. Y la hacía a la chancha para un lado y para otro, hasta que pudo pasar y se fue.

Ya iban lejos. Y siguió y ya otra vez los iba alcanzando. Y Alejito le tira con el peine. Y se hace un pencal, que también no podía pasar. Y hachaba la bruja el tunal, y la hacía a la chancha de un lado para otro, hasta que pudo pasar. Y luego los iba alcanzando otra vez. Y Alejito le tira la aguja. Y se hace un espinal que también no pudo pasar. Y luego pasó, no más.

Y los volvió a alcanzar. Entonces, Alejito, le tira con el hilo y se hace una neblina que la bruja no podía ni ver el camino.

Pero al fin pasó. Y ya lo iba alcanzando otra vez.

Y en tanto ya iban lejos Alejito y sus compañeros. Luego, dice Alejito:

-No hay más caso que subirse en aquel árbol. La bruja ya viene muy cerca.

Áhi había un árbol, muy alto, y andaban unos leñadores cerca. Y los llevó a los caballos de los hombres y les dijo a los leñadores que le escondieran los caballos.

Y subieron al árbol. En tanto la bruja ya pasó la neblina y se venía por el camino. Y va justito y mira hacia arriba del árbol y los ve. Y se va para abajo del árbol. Y empieza a hacerles   —645→   muecas pa que se caigan, pero más antes Alejito les encargó a los hombres que no miraran para abajo cuando la bruja les haga algo. Pero uno de los hombres dijo:

-Yo me voy a agarrar fuerte y voy a mirar.

Y así lo hizo y ¡cataplún!, dentro de la bolsa. Al otro le pasó lo mismo. Y la bruja empezó a hacerles morisquetas a Alejito, pero él silbaba y miraba para el cielo. Y la bruja le dice:

-¡Ya vas a ver pícaro, lo que te voy a hacer!

Y se fue subiendo por el tronco del árbol. Y Alejito se iba bajando por la rama con el corderito. Cuando la bruja quedó arriba, Alejito se bajó y empezó a hacerle gracias y entonces la bruja miró hacia abajo y ¡cataplún!, dentro de la bolsa. Y desató a sus compañeros de las dos bolsas. Y la ató bien dentro de la bolsa a la bruja, y se fue y le pidió leña a los leñadores. Y prendió un fuego y la quemó a la bruja, con la chancha y el hacha.

Y salieron con sus compañeros y se fueron. Luego Alejito les dice:

-¡Adiós, compañeros! ¡Qué Dios los guíe!

Y le pegó un azote al corderito, se hizo una palomita, y se fue al cielo.

Jacinta Pérez, 27 años. Los Bulacio. Cruz Alta. Tucumán, 1952.

Lugareña nativa del lugar. Ha cursado los grados de la escuela primaria.



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ArribaAbajoNota

El cuento contiene motivos de varios cuentos tradicionales: El niño de origen sobrenatural, Los animales protectores y Los hermanos y la bruja. Está relacionado con los cuentos anteriores. Es, en realidad, una amalgama de varios cuentos.





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ArribaAbajoLa princesa forzada a reír. El pescadito encantado. Juan Pereza

8 versiones y variantes


Cuentos del 1086 al 1093


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1086. Juan Pereza

El pescadito encantado


SALTA

Diz que Juan Pereza era el único hijo de un matrimonio. Vivían en la campaña. Y la madre todos los días lo mandaba a cuidar las ovejas. Y allá lejos había una laguna di ande ellos vivían. Y ellos siempre se lo encargaba que no vaya y que no deje llegá279 las ovejas a la laguna porque la laguna era brava.

Y un día diz que 'taba cerca de la laguna, y en eso diz que viene un martín pescador280 y si allega a la laguna y caza un pescadito y se va volando. Y lo que va volando se le escapa el pescadito y cái afuera de la laguna. Y entonce va a verlo Juan Pereza. Y el pescadito lloraba y lo hablaba a Juan Pereza, que haga el favor de tirarlo al agua. Y como Juan Pereza era perezoso, no quería. Y ya el pescadito 'taba a punto de agonizar y tanto rogalo por fin le bajó la voluntar a Juan Pereza, y rezongando lu alza y va y lo tira a la laguna. Entonce el pescadito dice:

-Esperame, Juan Pereza, que te voy a regalá una virtú.

  —650→  

Y se pierde pal fondo de la laguna y al rato ya viene y se saca una escamita, y se la regala a Juan Pereza, y le dice:

-Mirá, esta escamita es de virtú. Cuando necesités de mí, pedile a la escamita, que al momento se te lo representará.

Y así hizo Juan Pereza y agarró y lo guardó a la escamita. Y se va a buscá las ovejas. Y a más tenía la orden de la madre que todos los días tenía que volvé con una carga de leña. Y entonce, a la tarde, Juan Pereza saca la escamita y lo pide:

-Por la virtú del pescadito, que mi hagáis llegar a casa una tremenda carga de leña y las ovejas.

Y así jue. Llevó a las casas las ovejas y una gran carga de leña rodando, y encima de la carga de leña iba él.

Y después tomó idea por irse a otro lugar. Y se jue donde había un rey. Y en eso el Rey dispuso buscarle matrimonio para la hija.

La hija del Rey no sabía reír para nadie. Entonce dispuso el Rey que quén lo hiciera reír a la niña, se casaría con ella.

Entonce el Juan Pereza se jue a aquel pueblo.

Áhi se jue al monte y preparó un carro y una yunta de bueyes que eran sapos.

Y por disposición del Rey tenían que pasar por delante de la niña todos los que querían hacerla reír para casarse con ella. Llamó para que pasen todos los príncipes, por áhi. Y por áhi cruzaron todos saludandolá y haciendolé chistes y gracia. Lo cual jue que ninguno podía conseguir de hacerla reír a la niña.

Después llamó a la segunda categoría que eran los dotores y abogados. Todos pasaban por el mismo lugar y ninguno conseguían di hacerla reír.

Después llamó la clase baja. Tampoco conseguía nada.

Después de la clase baja, venían al último, Juan Pereza con el carro cargar de leña, y los que tiraban eran los sapos, eran la yunta 'e güeyes. Y entonce, cuando venían cruzando por frente ande 'taba la niña, al ver esta cosa tan rara, le dio gracia a la niña y se rio por primera vez.

Entonce el Rey ordenó que lo detengan a Juan Pereza. Y áhi ordenó de que él tenía que ser el esposo de la niña, y sinó   —651→   penaba la vida, y por no matalos a los dos, llamó un comisario y los hizo botar a los dos lejo, en una montaña di árboles.

Y bueno, allá los botaron pa que se los comieran las fieras, ande ellos no podían volver más. Entonce la niña lloraba amargamente de verse al lado de Juan Pereza y botada tan lejo. Entonce Juan Pereza le dice:

-No llorís. ¿Por qué llorás?

Áhi lo contemplaba y lo pregunta:

-¿Tenís ganas de comer?

Entonce la niña le dice:

-¡Sí, cómo no!

Y él le dice:

-Mirá, cerrá los ojos, yo voy a decir unas palabras y cuando termine de decir las palabras, tenimos comida.

Entonce agarra Juan Pereza la escamita del pescado y dice:

Escamita por la virtú del pescadito que se me representen los manjares más lindos del mundo.

Y así se le presentaron los mejores manjares.

-Y agora, abrí los ojos, le dice a la niña.

Entonce la niña agarró y si ha servido. Y 'taba mejor que en el palacio del Rey.

Y entonce le causó curiosidar de haber sentido decir esas palabras a Juan Pereza.

Bueno... Pasaron el día y ya se venía la noche.

-Y ahora, qué hacimos -dice la niña.

-¡Oh! -le dice Juan Pereza-, vos no ti aflijás, ya vamos a tener casa.

Y así él lo engañaba a la niña, claro, de cariño lo engañaba.

-Bueno -dice-, cerrá los ojos. Vamos a pedí el palacio.

Y entonce agarra y dice:

-Escamita, por la virtú del pescadito, que se me represente un palacio de puro vidrio, en el medio 'el mar, mejor que el palacio del Rey. Y con todos sus vasallos completos y la guardia nacional a la puerta del palacio de cristal.

  —652→  

Dice:

-Bueno, abrí los ojos.

Cuando la niña abrió los ojos ya 'taban en el palacio de cristal en medio 'el mar y era mucho más lindo que el palacio del Rey.

Bueno... Al otro día, a la parte del día281, el Rey acostumbraba a oservar del oservatorio del palacio. Y agarró los antiojos de larga vista y entonce alcanza a ver un palacio en medio 'el agua, y se veían barcos a la vuelta. Y áhi no más ordena el Rey que vaya una comisión a ver qué es lo que se ve áhi.

Llega la comisión allá y encuentra que era un palacio más lindo que el del Rey. Y preguntan quén vive áhi.

-En este palacio vive Juan Pereza con la hija del Rey.

Entonce preguntan por comunicar con Juan Pereza.

Entonce Juan Pereza pregunta que qué quere la comisión ésa.

Entonce le avisan que el Rey manda a investigar de quén era ese palacio y quén habitaba áhi. Y así se vuelve la comisión a dar cuenta al Rey qui áhi vivía Juan Pereza con su esposa.

Entonce el Rey dice:

-¡Caramba! ¿Y cómo alquirió tan pronto semejante palacio Juan Pereza?

Y se jue el Rey. Y llega áhi, al palacio.

Juan Pereza lu hace pasar bien custodiado, al sétimo piso. Ya no era como antes. Se transformó en un Príncipe más elegante y buen mozo que el Rey, por la virtú del pescadito. Y el Rey 'taba ya muy contento. Y ya vio lo que valía Juan Pereza y que su hija había tenido mucha suerte. Y lo regaló áhi no más la corona para Juan Pereza. Y quedó de Rey él, y el pagre de la niña ya 'taba viejo y pasó la vida descansada. Y todos, claro, vivieron muy felices.

Eusebio Maita, 46 años. Salta, 1952.

Muy buen narrador.



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1087. La princesa que no sabía reír

CATAMARCA

Había una vez un padre que tenía dos hijos. El más grande, al cumplir veinte años, pide licencia al padre para ir a rodar tierra. Le dan la santa bendición y se fue.

Después de andar mucho llegó a un rancho donde vivía una viejita. Da los buenos días y se apia. Lo convida a pasar, la viejita.

Mas, en seguida lo convida a comer una mazamorrita chulla282 con un pedazo de tortilla283, hecha con cuajada de cabra.

Conversando con la viejita le dice que él andaba buscando trabajo. Entonces le dice la viejita que en el castillo había trabajo, que el Rey había suelto un bando, en donde decía que quien lograra hacerla reír a la Princesa o sea a la hija del Rey, se casaría con ella.

Entonces, lleno de ambición, sin escuchar más a la viejita, la abandona, sin despedirse, y sale camino al castillo después de haberlo comido al almuerzo y sin decirle un Dios se lo pague, del gran favor que le hizo.

Llega al castillo, pide hablar con el Rey. El Rey lo hace pasar y le explica el mozo la misión que llevaba. Entonces la llaman a la Princesa, y éste, no sabiendo qué decirle, se calla. Entonces la Princesa se enoja y lo echa del castillo.

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Sigue rodando tierras.

Volvamos a la casa del mozo que se fue. Ahora quiere irse el shulco. Sus padres le dan la bendición y se va por el mismo camino del otro mozo. Llega a la casa de la viejita después de mucho dudar. Saluda y la viejita lo convida a apiarse, y él le dice:

-Mama vieja, ¿no tiene algo para comer?

Y la viejita le dice que sí. Le convida mazamorra con tortilla, como al primer mozo. Come un poquito y le deja para la viejita. Luego conversan qué misión lo llevaba. Y la viejita le dice que en el castillo había trabajo. Pero le aconseja que le regale unas flores, que al verlas la Princesa sonreiría, y ya ganaría la apuesta, y él se casaría con la Princesa.

Se despide el shulco de la viejita, diciendolé que Dios se lo pague y le pide la bendición, diciendolé:

-La bendición, mama vieja.

-Que Dios le dé su gracia, hijo -le contesta la anciana.

Se va al castillo y hace todo lo que le dijo la viejita. Le llevó a la Princesa unas flores que le dio la viejita, y como no se pensaba eso la Princesa, se sonrió al ver la inocencia del mozo. Entonces, palabra de Rey no puede faltar, el Rey ordenó que se haga una gran fiesta y que se case la Princesa con este mozo. Se casa el mozo y lo primero que hace es llevar a la viejita al castillo. Después a sus padres, y viven todos felices.

Como era un hijo tan bueno con sus padres, Dios lo premió.

Y yo me vine por un portillo y salí por otro, para que usted me cuente otro.

Juan Vega, 70 años. Divisadero. La Paz. Catamarca, 1951.

Buen narrador.



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1088. El muchacho flojo

LA RIOJA

Ésta que era una magre pobre, y que tenía un hijo único, llamado Juan. Cuando tenía la edá de ocho años, la magre quería conchabarlo, para ayudarse con el salario que gane, pero como el muchacho era tan flojo, no quería levantarse de las piegras del juego adonde se encontraba cáido. La madre insistía en que se pare y cambie de lugar, para poder ella trajinar libremente en la cocina. Él respondía:

-¡Ay!... ¡Ay!... mi mama... vea que sólo por áca se le antoja pasar...

Entonces lo mandó que juera al campo a trai leña, y él respondía lo mesmo:

-¡Ay!, ¡Ay!... mi mama.

Al día siguiente, como ya se encontraba cansau con la insistencia de la magre, se levantó haciendo un gran sacrificio, y se fue al campo, a trai leña. Llegó hasta la sombra de un frondoso árbol donde se echó a descansar al lau de un pocito con agua. Mientras estaba áhi, salió una rana a la orilla del agua y le dijo:

-Tomá, Juan, esta pata mía, que te será útil.

Juan contestó:

-Callate rana, no puedo estar de pereza.

Volvió la rana a decirle:

-Juan, tomá esta pata mía, que te será útil. Le podís pedir lo que necesitís.

  —656→  

-Ya te dije, rana, que no puedo estar de pereza y dejame estar tranquilo.

Como la rana insistió por tercera vez, Juan resolvió hacer un gran sacrificio y recibirla a esta pata, y para probar su poder le dijo:

Pata, por la virtú que Dios te dio, hacé que se junte una carga grande y linda de leña.

A lo que se sintió rápidamente que juntaban la leña, y se amontonó muy cerca donde él estaba. Como ya se hacía tarde, Juan ya quería volver a la casa, y como la pereza lo dominaba, pidió nuevamente a la pata, por la virtú que tenía que lo lleve de inmediato a su casa. Tan pronto como hizo el pedido, ya se encontró montado en la leña, y con una velocidá regular ganó por una calle del pueblo vecino, con dirección hacia donde quedaba su casa. Al pasar frente al palacio del Rey, se hallaba una de sus hijas parada en la puerta del zaguán. Mucho le llamó la atención ver pasar este muchacho montado en una carga 'e leña. Lo habló para preguntarle cómo hacía él para viajar en esa forma, sobre la leña. Pero él no se detuvo para escucharle a esta muchacha que le hablaba. Tenía muy poca educación. Como sentía que la muchacha siempre lo hablaba y se reía, como señal de protesta en contra de ella, volvió a pedirle a la pata que por la virtú que Dios le dio, le conceda un hijo varón de él, y que nazca con un ramito de flores en la mano. El Rey había dicho que la iba hacer casar con el que la hiciera reír.

Poco tiempo después empezó a sentirse la novedá que había en la hija del Rey. Cuando él supo que lo que pasaba, empezó a llamar todas las clases de la sociedad. Primero, a la clase noble, y como comprobó que de ninguno de ellos era, llamó a la clase mediana. Y habiendo comprobado que ninguno de éstos era tampoco, el padre de este niño, que estaba próximo a nacer, resolvió llamar a la clase plebe, o sea la clase inferior. Mientras se producía este llamado, el niño ya nació. Por lo que el Rey se encontraba más enfurecido, y más lleno de ira.

Desfilaba y más desfilaba la gente de esta clase, hasta que por fin pasó Juan el Flojo, habiéndose comprobado que él era el padre del niño que provino de la hija del Rey. Éste, indignado, los casó y les dio por vivienda, el corral de los chanchos, donde   —657→   pasaron malamente el día. Cuando se hizo la noche y toda la ciudad ya dormía, le hizo un nuevo pedido a la pata, que guardaba en su poder:

-Rana, por la virtú que Dios te dio, haceme esta misma noche un palacio que tenga más comodidá y más brillo que el palacio del Rey. Que amanezca lleno de todas las comodidades que se requieren en él, todo ordenado y tapizado con los mejores materiales conocidos.

Todo se cumplió al pie de la letra. Cuando amaneció al día siguiente, toda la ciudá se encontró con la novedá de la presencia de este magnífico palacio, al cual acudió el Rey acompañado de su comitiva. Éste, al verlo a Juan, acudió a interrogarlo sobre cómo había hecho semejante maravilla en tan poco tiempo. A lo que le respondió Juan:

-Todos me llaman Juan el Flojo, y para demostrarle a usté que soy más capaz que un Rey con toda su comitiva, hi resuelto hacer este humilde rancho en una noche.

Ramón Gómez, 82 años. El Verde. General Ocampo. La Rioja, 1950.

En este cuento el pescadito encantado ha sido substituido por una ranita mágica.



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1089. Juan el Flojo

SAN JUAN

Había una vez un hombre que era muy flojo. Lo llamaban por eso Juan el Flojo. Se lo pasaba todo el día sentado a la orilla del juego, comiendo charqui asado, zapallo asado o camote asado.

Un día, la madre le pidió a Juan el Flojo que juera a buscar leña. Accedió porque la quería mucho a la madre. Se levantó con mucha pereza y se jue el campo. Se llegó a un lugar del campo que había mucha leña. Muy despacito empezó a juntar unos palitos de leña. No bien empezó a juntar leña le salió un toro bravo y lo corrió. Juan asustado salió huyendo y después que se libró del toro se sentó a la orilla di un gran charco. Al ratito oyó una voz que le decía:

-Juan, echame al charco.

Miró y vio que era un lindo pescadito que 'taba medio muerto lo que había quedado ajuera del agua. Juan tenía mucha flojera y no se molestó por el pescadito. Pero el pescadito le rogó tanto que lo echara al agua, que con mucha dificultá lo empujó y lo echó al agua. Entonces el pescadito, contento, asomó la cabecita y le regaló una medallita de virtú. Le dijo que tenía que decirle: Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que se haga tal o cual cosa. Le podía pedir todo lo que quisiera que lo iba a tener. Ahí no más la probó, Juan, y le dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que el toro malo que me corrió caiga muerto». Miró por entre los   —659→   árboles y vio que el toró 'taba muerto. Entonces se puso muy contento y le dijo a la medallita: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que se junte una gran carga de leña, que yo vaya encima y la carga vuele hasta mi casa». Áhi no más se formó la carga, el flojo encima y empezó a volar.

La hija del Rey estaba en un balcón del palacio y cuando vio que la carga de leña con Juan encima pasaba volando se puso a reír que no podía más. Juan el Flojo se enojó, sacó la medallita y le dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que la hija del Rey tenga dos hijos míos».

La hija del Rey se puso gruesa y tuvo dos hijos que no tenían padre. El Rey se puso muy enojado y claro, no creía a la Princesa que no supiera quién era el padre de los niños. Entonces dio un manifiesto diciendo que se casaría con la hija al que los niñitos le dieran los brazos y le dijieran papá. Entonces empezaron a desfilar por el palacio príncipes, militares, hombres muy ricos y hermosos y a ninguno le daban los brazos los niños ni menos lo llamaban papá, por más cariños y piruetas que le hacían ellos. El Rey estaba muy afligido. Entonces le dijieron que el único que no había venido al palacio era Juan el Flojo. Lo mandó a llamar y cuál no sería el asombra de todos, cuando vieron que los niños se pusieron muy contentos y risueños en cuanto apareció Juan, le daban los brazos y le decían papá. Y como la palabra de Rey no puede faltar, dio un manifiesto con el asombro de toda la gente del pueblo, diciendo que su hija se casaría con Juan el Flojo.

La hija del Rey se negó a obedecer casarse con Juan el Flojo, y el Rey enfurecido ordenó que tanto a su hija como a Juan los tiraran a la fosa de las fieras. Áhi los llevaron para tirarlos y cuando estaban a la orilla, Juan se acordó de la medallita y dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que desaparezca con la Princesa en cuanto nos echen a las fieras». Después que los echaron, no los vieron más y creyeron que habían sido comidos por las fieras. Pero ellos estaban sanos y salvos por áhi cerca. Entonces Juan pidió a la medallita que le diera un palacio con servidumbre y muebles, que el palacio juera de oro y marfil y más hermoso y lujoso que el del Rey. Y se casó con la Princesa.

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Al día siguiente, cuando se levantó el Rey, vio aquel lujoso palacio y creyó que estaba soñando. Y mandó entonces a gente de la corte a entrevistar al dueño. Entonces jueron recibidos por empleados con hermosos trajes y los llevaron a presencia de Juan el Flojo. Cuando lo supo el Rey, se vino él mismo y los abrazó llorando a Juan y a la Princesa y les pidió perdón. Y áhi si arreglaron todos. Juan el Flojo trajo a su madre a vivir con él. Y vivieron muchos años muy felices Juan, la Princesa y los hijos.


Zapatito lleno de porotos,
usté cuentemé otro.



Juan Frías, 70 años. La Punilla. Caucete. San Juan, 1953.

Nativo del lugar. Trabajador rural. Buen narrador.



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1090. Perecita

SAN LUIS

Que había una señora que tenía un hijo flojo, flojísimo. Era un hijo solo.

Lo mandaba a la leña y no quería ir.

A ningún lado quería ir. No quería hacer nada, nada. Él le decía siempre que tenía pereza. Por eso le habían puesto el Perecita.

Un día le rogó tanto la madre:

-¡Andá Perecita, buscá unas leñitas!

-Tengo pereza -le dice, pero al fin salió.

Se fue Perecita a la leña. Había juntado unas leñitas y había hecho una carguita. La tenía ahí a la carguita, y él 'taba recostado en la arena en la orla de un río. Tenía mucha pereza, porque era tan flojo. Era lo que tenía él, porque era un muchacho muy bueno. Y que había un pescadito afuera de l'agua pidiendo misericordia que lu echaran al agua. Y entonce que le dice al muchacho:

-¡Echame, por favor!

Y él, no.

-¡Tengo pereza! -que le dice.

-Pero, ¡echame, te lo pido por favor!, que yo te voy a dar una virtú. Una variíta de virtú, te voy a dar.

Entonce él, con la punta de l'ojota que lu empujó y lu echó al agua.

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El pescadito, entonce, le dio la variíta de virtú y le dijo que le pida lo que quiera que todo le iba a dar.

Entonce él áhi no más le dijo:

-Variíta, por tu virtú, que se junte una carga de leña, y que yo vaya arriba y que la leña vaya caminando sola.

Y entonce se juntó la leña y la carguita caminaba sola, y él iba encima de la leña.

Y siguió el camino de las casas. Y entonce que pasó por el palacio del Rey. Y que áhi 'taban las hijas del Rey y que cuando lo vieron se largaron a réirse y decían:

-¡Mirá, Perecita cómo va en la leña! ¡Mirá cómo camina sola la carguita de leña!

Entonce que le dio rabia a Perecita y que dice:

«Variíta, por tu virtú, que la niña más linda del Rey tenga un nene muy lindo, y que sea mío».

Y al tiempo la hija más linda del Rey tuvo un nene. Y el nene nació con una naranja di oro en la mano. Y al que le diera la naranja di oro, ése era el padre.

Entonce el Rey 'taba muy enojado. Tenía una rabia terrible. Quería saber cuál era el padre del niño para castigarlo.

Que el Rey llamó a todos los más grandes, más ricos, y no daba a nadie la naranja el niño. Entonce llamó a todos los vecinos, y nada. Y ya nu había quedau nadie. Bueno, entonce se acordaron que el único que había quedado era Perecita.

-Pero no, qué va ser Perecita -que decían.

-Bueno, pero hay que llamarlo.

Y vino Perecita. Y en cuanto vino y lo vio el nene, le entregó la naranja.

Entonce el Rey dispuso de echarlos a la mar, que se murieran, de rabia que tenía.

Y prepararon el cajón. Los ponen y los echan a la mar. La niña lloraba muchísimo y ella decía que no tenía ninguna culpa, que eso era un castigo que no sabía de dónde le había venido.

Y entonce Perecita le dice que no se aflija, que no le va a pasar nada.

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Entonce le pidió a la variíta que el cajón salga al otro lado de la mar y que áhi se formara un palacio mejor que el del Rey. Y todo se hizo así.

A los pocos días el Rey se enteró que al otro lado de la mar había un palacio mejor que el de él, y mandó que vieran de quén sería. Y se enteraron que era de Perecita. Entonce el Rey lo hizo buscar. Y entonce Perecita le contó todo cómo había pasado y que la niña no tenía ninguna culpa.

Y él se puso muy contento y les pidió que vinieran a vivir con él. Y los dejó tranquilos en las casas de él y fueron muy felices.

Beneranda Vallejos de Tula, 50 años. El Durazno Alto. Pringles. San Luis, 1958.

Campesina. Aprendió el cuento de la madre.



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1091. La princesa que no sabía reír

SAN LUIS

Había na vez un rey que tenía una hija que no se reiba nunca. Era muy terca y nu había quen la pudiera hacer ni siquiera sonreírse, no le conocía el mundo una sonrisa en su cara.

El Rey, entonce, echó un bando, que quén la hiciera reir a la Princesa, se casaba con ella.

Había una señora que tenía un hijo zonzo, y cuando éste se enteró dijo que él la iba hacer reir a la Princesa. La madre le decía que no, que no vaya, que el Rey le iba hacer cortar la cabeza; pero éste porfió y porfió y se jue no más.

Cuando va en el camino, este mozo, ve un muchacho con unos ratoncitos, unos pericotes, tirandolós para arriba para matarlos, y entonces le dice:

-Demenlós, no los maten, ¿quere?

Se los dio el muchacho y él los llevó con él a los ratoncitos. Entonce piensa que con esos animalitos puede hacer algo pa divertir a la Princesa. Con un pedacito 'e cuero que encontró, fabricó unas petaquitas. Va y le pide a una niña que le dé cabeo284, enriedo de pelo, un mechoncito, cualisquer cosa.   —665→   Hace del cabeo riendas, bozal, cabresto, cincha. Con una varillita de totora hace un aparejo, como una monturita. El cabresto lu hace larguito como pa poder llevar a los ratoncitos; los arregló a los bichitos con los arneses, con el aparejo y las petaquitas. Entonce los empezó a ensayar a los bichitos a hacer pruebas. Estos bichitos eran muy inteligentes y hacían unas pruebas muy graciosas, capaz de hacer rir al más serio.

A la hora vencida, él se presentó en el palacio. Había muchos jóvenes que iban a hacer reír a la Princesa. La Princesa 'taba en el balcón. Áhi pasaban los pretendientes, hacían monadas, pruebas, hacían piruetas y bailes, decían chistes... y nada, la Princesa no se réiba por nada. Al último de todos venía el zonzo con los ratoncitos cargados, y todos miraban con curiosidá esto.

-¡Arria, vamos! ¡Apuren cargueros! -decía el zonzo.

Como los arneses eran de cabeo, no se veían que los manejaba. Ya llega frente de la Princesa con los cargueros. La Princesa tenía un perrito regalón y áhi 'taba con ella. Cuando el perrito los ha visto a los ratoncitos, pega un salto y da un torido ¿qué quere usté?, y los quere encarar. Y claro, los ratoncitos han queríu salir corriendo, y uno ha pegáu una costalada y el otro una espantada, y áhi han salíu perdiendo la carga, y a los saltos. Y entonces la Princesa que 'taba muy enojada de ver a este zonzo que se quería casar con ella, ha pegau una carcajada, y claro, todos han oído y si ha corrido la voz que el zonzo la ha hecho reir a la Princesa.

Güeno, palabra de Rey no puede faltar, y se tuvo que casar la Princesa con el zonzo. Ella no quería por nada casarse con el zonzo, pero queriendo y sin querer se tuvo que casar no más.

-Pero, aguantá no más -le decía el Rey.

-Yo no lo quero, yo no lo quero -decía la Princesa-. Yo quero separarme, yo quero separarme.

La Princesa decía que no lo quería al zonzo, que ella quería un príncipe. Entonce el zonzo dijo que güeno, que la deja que se case con un príncipe. Entonce se prepara la separación, el divurcio, y se preparan las fiestas para el nuevo casamiento de la Princesa.

  —666→  

Mientras las bodas se 'tán haciendo, el zonzo se pasea por la ciudá y encuentra a unos muchachos que están jugando con un dormilón285, que lo 'tán por matar, y les dice:

-No lo maten a ese animalito. Demelón, vendamelón, en cualisquera forma.

-No, mejor que lo matemos no más -le dicen.

-No, no lo maten -les dice y les da dos riales.

Los muchachos al fin le entregaron el dormilón y él se lo llevó. Él sigue y lo que va caminando encuentra otra gavía286 de muchachos jugando con una tatanga287, que la 'taban matando. Entonce les dice:

-No la maten, muchachos, pobre animalito.

Les dio un rial y ellos le entregaron la tatanga. El mozo se va al palacio y oserva la boda.

Se van los novios al cuarto de ellos y el zonzo se escuende en un rincón con sus bichitos. Los bichitos ya 'taban enseñados pa hacer un güen trabajo. Si acostaron los novios y el dormilón si había puesto entre las almuhadas. Áhi no más se quedaron dormidos. Entonce jue la tatanga y se le entró al Príncipe por el upite288 y empezó a acarriar la suciedá di adentro y a poner toda la cama sucia. Al otro día cuando se despiertan 'taba todo sucio y con un olor terrible. Viene el Rey a saludarlos, y claro, 'taban muy callados y le contestaron muy fríamente.

A la segunda noche el Príncipe se puso un tarugo pa que no le pase nada. Otra vez el dormilón si acomodó entre las almuhadas y se quedaron dormidos profundamente. Áhi jue uno de los ratoncitos, le sacó el tarugo y la tatanga se le entró y le empezó a acarriar suciedá. Y ya ansuciaron la cama, el piso y todo lo qui había adentro.

Al otro día el Príncipe no sabía quí hacer. Se bañó, se limpiaba por todos lados, pero no se podía del olor. Vino el Rey a saludarlos, y claro, se dio cuenta que pasaba una cosa rara.

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A la tercera noche el príncipe si ató bien con unos lazos el ocote289. Se acostaron y como 'taba áhi el dormilón, se volvió a quedar dormido. Fue el otro ratoncito, el pericotito y le cortó los lazos y la tatanga volvió a entrar y empezó a acarriar suciedá. Y ya puso sucia la cama, el piso, los muebles y hasta el techo.

Al otro día cuando se despertaron era una suciedá y una jedentina que no se podía más. Entonces, cuando vino el Rey a saludarlos, la Princesa, muy enojada, le dijo que no lo quería más al Príncipe y que prefería al zonzo, que por lo menos era limpio.

Ya lo jueron a buscar y lo trajieron y se volvieron hacer los preparativos y se vuelven a casar. Y áhi vieron que este mozo no era zonzo, sino que si hacía no más el inocente. Y ya hicieron una gran fiesta. Los animalitos que lu habían ayudado se despidieron y se jueron muy contentos. Y áhi se quedaron en el fandango y yo me vine para acá.

Juana Salazar, 70 años. El Zapallar. Quines. San Luis, 1932.

Aprendió este cuento hace muchos años de un viejito de Río Quinto, Nicolás López, que era un gran narrador.



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1092. Juan Pereza

CORRIENTES

Había una viejita que tenía un hijo muy flojo, que le decía Juan Pereza. Él no se levantaba para nada, sentado siempre sobre un cuerito. Una vez le dijo la madre:

-Mirá que yo soy viejita. Ahora, mañana, me muero y ¿quién te va a servir?

Tenía un petiso viejo. Él intentó hacer algo. Y le dice a la madre:

-Ensillemé, entonce, mamá, el petiso. Y atemé por la silla mis cueritos. Voy a procuró traerle leña.

Se jue y se encontró con una víbora. Y le iba a matá. Le habló la víbora. Y le dice:

-No me maté. Te voy a dá una virtú.

Juan Pereza por no molestarse no le mató. Se arroscó juerte, la víbora, se sacó un anillo, y le dice:

-Tomá. Todo lo que quieres, pedile al anillito. Decile, anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, dame tal cosa. Pedí lo que querés.

Al momento le dice Juan Pereza:

-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que quiero ahorita, cerquita de mí, estea290 una carga de leña.

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Al momento se le estuvo ahí la leña.

Y se le intentó pedir al anillito que el petiso se ponga de patas arriba. Se le puso. Y él se acostó en la panza del petiso y llevaba la leña. Así se le jue llegando a la madre. Y la madre le dice:

-¡Ay, mi hijo! ¿Qué le pasa? ¿Cómo pasó eso? ¿Cómo viene así el petiso?

Él le dice:

-Él no más se puso así.

Pero él no le mostró a la madre la virtú que tenía. Después le dice a la noche siguiente, al anillito:

-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, quiero que la casa de mi madre se haga como si juera una iglesia. Y un ranchito no más que era 'onde vivía la madre. Que tenga una mucama, una cocinera, una lavandera. Y así se hizo todo. Una casa lindísima como una iglesia, se hizo.

Había un señor Rey en la ciudá. Tenía una hermosa hija. Juan Pereza se le intentó una noche que la hija del Rey tenga un hijo de él. Le dice al anillo:

-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que la hija del Rey quede gruesa de mí, sin tener conversación con ella. Que sea un varoncito, que tenga una manzana en la mano y que no le vaya entregar a nadie, únicamente a mí.

Pasó así. Se encontró la niña encinta. Y le averiguó el padre y la madre:

-¿Cómo te pasa esto, niña?

Que la niña no sabía nada. Ella vivía en el altillo y no veía a nadie. La niña lloraba amargamente. El niño tenía una manzana en la mano y no la daba a nadie. Y los padres le preguntaba de quién era. Y le decía:

-Si ya pasó hija mía. Te voy a hacer casar con él, sea por él quien sea.

La niña no podía decir nada. No sabía nada. Entonces el Rey hizo reunión. Le invitó a todo lo que eran de la ciudá. Porque el niño hablaba y clamaba por: ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!   —670→   Y le querían sacar la manzana, y el niño no entregaba a nadie. Todos los que llegaban le acariciaban y le pedía la manzana. A ninguno no le entregaba. Viene un señor y le dice al Rey:

-Acá falta una persona, que es el Juan Pereza.

Y, ¡claro!, que a todos invitaron, pero a él no le hicieron caso. Y bueno, entonce le dice el señor Rey:

-¡Cómo le vamos a traer, que es una persona que no sirve para nada! ¡No quiere ni caminar!

Entonce le dice el señor:

-Vamo a aujerear un barril y le mandamo a poner rueda, y lo traemo ahí.

Así lo trajieron. A una distancia, cuando vio el nene que estaba yendo, dice:

-¡Áhi viene papá! ¡Áhi viene papá!

-¡Ay, qué murmuración! ¡Ay, qué, vergüenza para el señor Rey! La madre se desmayó. Llegó Juan Pereza, y ansioso la criatura para que lo alce, le abre los brazos, y dice:

-¡Papá! ¡Papá!

¡Y la murmuración en el pueblo! Caballeritos que le visitaban a la hija del Rey, desmayaron. ¡Ay, qué dolor para el público!

Reacionó el señor Rey y dice:

-No hay más que le vamo a hacer casar a mi hija.

Y le hizo casar. Despué de 'tar casados, le tiraron en un rancho viejo, sin nada, pobre completamente. Y por la noche, Juan Pereza conversó el anillito:

-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que mi casa sea la mejor que el palacio del Rey, y tenga todo, con muebles, tejidos, sirvientes, mejor que el Rey.

Se le formó un palacio mejor que el del Rey.

Al día siguiente se levanta el señor Rey y dice:

-¿Será que no se murió Juan Pereza?

Que él nada tenía, ni para comer, ni para dormir, con su esposa y su niñito.

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Se levanta el Rey y mira para el rancho de Juan Pereza, y le dice a la esposa:

-Levantate, vení, mirá por el rancho de Juan Pereza. Está una hermosa casa, mejor que la nuestra.

Y se jueron a saludarle.

-¿Qu'é lo que te pasa, Juan?

-Nada me pasa. Lo que me pasa es que ustedes me tuvieron por menos, y el Dios, Espíritu Santo, se bajó del cielo y me trajo todo para vivir tan bien como usté.

El Rey y la esposa se pusieron muy contentos. Reunieron toda la gente de la ciudá. Hicieron una fiesta. Se estaban sirviendo los pasteles y masas. Y dijo la recién casada:

-Bueno, mi padre, nosotro, depué de terminar de comé, suelo contar mi servicio.

-¡Pero, por Dios! -le dice el padre-. ¿Quién va a robar, aquí?

-Es de costumbre, no más, que suelo contar mi servicio.

Y contó los servicios y faltó un par de servicio, de cuchara, tenedor y cuchillo. Y dice:

-Pero, acá me falta un par de servicio.

Y le dice el Rey:

-¡Ay, por Dios!, ¿quién va a llevar nada?

Y el Rey se busca y encuentra en su bolsillo el servicio, y dice:

-¡Ay, por Dios! Acá está en mi bolsillo. ¿Cómo es esto?

-¿Ha visto mi padre? Así como el servicio se encuentra en su bolsillo, sin usté darse cuenta, así mismo este niño se encontró en mi vientre.

El Rey se volvió avergonzado. Y todos se dieron cuenta. Y Juan Pereza ya se volvió trabajador y quedaron muy ricos y contentos.

Bernardina Fernández, 71 años. Villa Pellegrini. Iberá. Corrientes, 1952.

Campesina de esta comarca típica de la laguna Iberá.



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1093. Juan Flojo

TUCUMÁN

Dice que había un hombre muy flojo. Que li habían puesto el apodo de Juan Flojo. Porque era flojo, flojo.

Ande vivía Juan Flojo había un rey muy rico. Y que de verle tan flojo que había ordenáu a uno de sus guardias que lo arrojaran lejo, lejo, para que lo coman las fieras.

Y lu habían llevau a Juan Flojo a un monte muy lejo para que lo coman las fieras.

Y se lo pasaba tendido en el suelo porque no se podía levantar de flojo.

Y por casualidá pasó un carro que había, a trair leña, y Juan Flojo le pidió que lo volviera a llevar. Y lo volvieron a llevar. Y el Rey estaba consentido que a Juan Flojo lo habían comido las fieras. Y estos leñadores lo llevaron, y al verlo el Rey quedó asombrado.

Que había pasau una negra y que le dice:

-¡Ah, Juan Flojo, te voy a dar una varita mágica a ver si así te da gana de trabajar!

Y cuando la tuvo en su poder, todo lo que le pedía le concedía. Y que le hace el pedido de que en ese momento se le presente un naranjo con muchas naranjas, y que en ese momento le caigan peladitas en la boca. Y después que dice que en ese momento que pase un arroyito bien finito por mi boca que tengo sé. Y todo le daba, en el momento, la varita mágica.

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Y el Rey dice que tenía una hija muy linda y que a nadie quería darle la mano para que se case.

Entonce dice Juan Flojo:

-Quiero que en este momento se ponga encinta la hija del Rey.

Y el Rey enfurecido viene y la ve así a la hija. Y que toda la servidumbre que tenía la había tenido para cuidar la Princesa. Y como no podía saber quén era el padre, que el Rey puso una pelota, y dijo que el que la patie, ése es el que le hereda el hijo de la Princesa.

Y que todos pasaron y nadie la patió.

Y que Juan Flojo dice:

-Varita mágica hacéme patiar la pelota.

Y que va y la patia a la pelota.

Y que entonce el Rey enfurecido lo hace correr del pueblo a él y a la Princesa.

Y va Juan Flojo, en el campo ya, y le dice: «varita mágica quiero que en este momento se me haga una población más grande y un palacio más grande que el del Rey».

Y en eso el Rey había salido a cazar. Y lo ve al palacio y lo almiraba tanto que deseó de visitar al Rey que había áhi. Y cuando averigua a los guardias sabe que es de Juan Flojo.

Y el Rey se olvida de todo y abraza a la hija y al yerno y Juan Flojo se corrige su flojera.

Y fueron felices.

Silvia Marina Tarifa, 19 años. Amaicha del Valle. Tafí. Tucumán, 1951.

Muchacha del pueblo. Trabaja en servicio doméstico. Ha concurrido a la escuela primaria.

Variante del cuento tradicional.



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ArribaNota

El cuento conserva, en sus versiones y variantes, los motivos fundamentales del cuento tradicional: un muchacho muy haragán, a veces tonto, por la virtud que le da un pescadito encantado, hace reír a la Princesa que no reía nunca, le hace concebir un hijo suyo y casa con ella. Regenera su vida y vive con su familia rico y feliz.

Tiene gran difusión en Europa y en América. Por sus motivos fundamentales corresponde al tipo 675 de Aarne-Thompson.