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Discursos del amparo de los legítimos

Cristóbal Pérez de Herrera


     [Nota preliminar: edición digital a partir de la de Madrid, por Luis Sánchez, 1558, y cotejada con la edición crítica de Michel Cavillac, Madrid, Espasa Calpe, Clásicos Castellanos, 1975, cuya consulta recomendamos. Seguimos los criterios de fijación textual establecidos por dicho especialista.]





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Tasa

     Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de Cámara de su Majestad, de los que residen en el su Consejo, certifico y doy fee que, habiéndose visto por los señores dél un libro intitulado Discursos de amparo de pobres, compuesto por el doctor Cristóbal Pérez de Herrera, protomédico de las galeras de España por el Rey, Nuestro Señor, tasaron cada pliego del dicho libro a cinco blancas, y dieron licencia para que a este precio se pueda vender en papel, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del dicho libro, y no se pueda vender sin ella; y para que dello conste di la presente.

     En Madrid, a diez y nueve días del mes de mayo de mil y quinientos y noventa y ocho años.

Juan Gallo de Andrada.



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El rey

     Por cuanto por Parte de vos, el doctor Cristóbal Pérez de Herrera, protomédico de las nuestras galeras de España, nos ha sido fecha relación que vos habíades compuesto un libro intitulado El amparo de los legítimos pobres y reformación de los vagabundos, repartido en diez discursos, en el cual habíades tenido trabajo y ocupación, suplicándonos os diésemos licencia para le poder imprimir, y privilegio por el tiempo que fuésemos servidos o como la nuestra merced fuese. Lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que la pragmática por Nos fecha sobre la impresión de los libros dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos en la dicha razón, y Nos tuvímoslo por bien. Por la cual, por os hacer bien y merced, os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis hacer imprimir el dicho libro intitulado El amparo de los legítimos pobres y reformación de los vagabundos, que de suso se hace mención, en todos estos reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez años que corren y se cuentan desde el día de la data desta nuestra.cédula; so pena que la persona, o personas, que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, pierda la impresión que hiciere, con los moldes y aparejos della, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere; la cual dicha pena sea la tercia parte para la persona que lo acusare, y la otra tercia parte para nuestra Cámara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare. Con tanto que todas las veces que hubiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin dél de Juan Gallo de Andrada, nuestro escribano de Cámara, de los que residen en el nuestro Consejo, para que se vea si la dicha impresión está conforme al original; o traigáis fee en pública forma de cómo por corretor nombrado por nuestro mandado se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él apuntadas, para cada un libro de los que así fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volumen hubiéredes de haber. Y mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro, no imprima el principio ni el primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el original al autor o persona a cuya costa se imprimiere, ni a otra alguna, para efecto de la dicha correción y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los de nuestro Consejo; y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucesivamente ponga esta nuestra cédula, y la aprobación, tasa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y premáticas destos nuestros reinos. Y mandamos a los del nuestro Consejo y a otras cualesquier justicias destos nuestros reinos, que guarden y cumplan esta nuestra cédula y lo en ella contenido. Fecha en Madrid, a seis días del mes de marzo de 1597 años.

Yo, el Rey.
Por mandado del Rey, Nuestro Señor, don Luis de Salazar


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Aprobación destos discursos, de don Alonso Coloma, canónigo de la dotoral de Sevilla

     Por mandado de V. A. he visto estos discursos del doctor Cristóbal Pérez de Herrera, y no he hallado en ellos cosa que contradiga a la Fe ni a las buenas costumbres, antes descubre en ellos su buena intención, ingenio y celo de piedad, y deseo que los verdaderos pobres sean favorecidos, pues este título y nombre de pobre es de Dios tan honrado, que no le merecen los que lo quieren ser por sus comodidades; de donde se sigue que, en lo que aquí se escribe, no se contiene cosa contra pobres, sino todo en su favor, y para facilitar su remedio: y así me parece.

     En Madrid, 20 de diciembre, 1596.

Don Alonso Coloma.



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Otra aprobación destos discursos, de don F. Martín Vázquez arce, electo obispo de Puertorico

     He visto estos discursos que tratan del amparo de los legítimos pobres y reformación de los vagabundos, y otras materias políticas destos reinos, por mandado de V. A., hechos por el doctor Cristóbal Pérez de Herrera, protomédico de las galeras de España por V. A., y no he hallado en ellos cosa contra la Fe ni buenas costumbres; antes descubre el autor su buen talento, celo y deseo del servicio de Nuestro Señor y bien público. Y así me parece será bien darle V. A. licencia para que se imprima.

     Fecha en Madrid, en este Colegio de Santo Tomás, a 12 de febrero de 1597.

Fray Martín Vázquez Arce.



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Al muy alto y poderosísimo rey don Felipe II, nuestro señor, de don Félix Arias Girón

Soneto
                         Si con la caridad el oro esmalta
la Fe divina, y donde falta, cesa,
¿quién como vos, Filipo, la profesa,
con tanto aumento en tan notoria falta?
   Â¿Cúya pudiera ser obra tan alta,
tan nueva caridad, tan grande empresa,
sino de aquel en cuyos hombros pesa
la Iglesia, y Fe, que en tantos reinos falta?
   Puso David de Jonatas su amigo
a su mesa Real el hijo pobre,
pagando su amistad en este celo.
   Y a los hijos de Cristo sin abrigo
hoy habéis dado (porque el bien les sobre)
ley, padre, lumbre, cama, albergue, y cielo.


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Al poderosísimo príncipe de las Españas y del Nuevo Mundo, don Felipe tercero, nuestro señor

       Señor:

     Dos razones principales, dice Platón que hay, por cuya causa ofrecen los hombres a los príncipes sus trabajos y estudios, y ambas se enderezan a un mesmo fin, que es la perpetuidad de la obra: la una, la grandeza della, y la otra, las pocas fuerzas y posibilidad del que la escribe; y concurriendo entrambas en mí, justamente me atrevo a ofrecer a V. A. ésta. Porque ¿a quién sino a su grandeza, llena de valor, prudencia y madurez admirable, que en tan tiernos años da y promete grandes felicidades y esperanzas en estos reinos, pertenece dar al verdadero pobre el remedio que ha menester, y echar destos reinos al fingido, y disponerlo de manera que el vagabundo no lo sea, ni sirva de lo que los zánganos en el reino de las abejas? Y porque, siendo esta obra digna de príncipe soberano, y como tal aprobada y comenzada por la prudencia y cristiandad del Rey, Nuestro Señor (pues en sus felicísimos días han salido y fundádose todas las órdenes de buen gobierno y reformación que pueden los hombres desear para conservación de vidas y costumbres), es necesario también que V. A., como sucesor suyo, imitador de sus obras, y hijo de padre de tan gran cristiandad y clemencia, lo prosiga, ampare y favorezca, como tanta parte de su conservación: pues el punto mayor de la verdadera razón de Estado consiste en hacer los príncipes obras con que sirvan, y agraden a Dios, y procurar limpiar sus reinos de gente vagabunda y viciosa que estraga las buenas costumbres dellos. Y si por esta causa convino, y pude ofrecer a V. A. estos discursos, no menos por la segunda, siendo yo autor dellos, cuyo efeto será que, sirviéndose V. A. de admitirlos en su amparo, queden libres y seguros del riesgo que pudieran correr, no menos por sus faltas que por la envidia, enemiga común de cualquiera persona de buen celo, y inclinación a emprender cosas grandes, por más que lo que dijere sea bueno, provechoso y necesario, y tanto con peores efetos cuanto más se atrevieren contra el autor por su poco poder para resistirlo.

     Suplico, pues, húmilmente a V. A. los reciba en su protección, sirviéndose de pasar los ojos por ellos, paga debida a un deseo justo y enderezado al bien público; que, aunque en ellos hablo con Su Majestad, también son de V. A., pues a un príncipe supremo ningún servicio se le puede hacer mayor que proponerle los fundamentos más fuertes que hay para la conservación y aumento de su monarquía, que son el remedio de los pobres, en que está inclusa la estirpación de los vagabundos, y el amparo de los soldados que salen mancos y estropeados de la guerra, o han llegado a tanta edad en ella, que están ya inútiles para proseguirla, para que tengan con qué pasar la vida en la vejez sin afrenta ni necesidad, pues lo merecen sus obras; y servirá de poner ánimo a los demás para pelear con mucho valor. De lo cual, ejecutándose como convenga, y como ya está mandado por Su Majestad se haga la mayor parte dello, espero en Dios resultará sin duda la eternidad de la fama de V. A. debida a obras tales, hechas en beneficio público, y opinión universal entre vasallos, amigos y enemigos, por donde éstos teman su grandeza, y aquéllos, gozosísimos con tal señor y protector, rueguen al cielo por la salud, vida, y prósperos sucesos de V. A., a quien Nuestro Señor nos guarde muchos años, como la Cristiandad lo ha menester, con mucha salud y vida de Su Majestad. En Madrid, primero de mayo de mil y quinientos y noventa y ocho.

El doctor Pérez de Herrera.



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Al poderosísimo príncipe don Felipe III nuestro señor, de Lope de Vega Carpio

Soneto
                         No es éste el don que al labrador robusto
el hijo de Filipo le agradece,
que al nuevo Salomón Herrera
ofrece para su templo más riqueza y gusto.
   Entre aquesta humildad, Filipo Augusto,
la caridad de Cristo resplandece,
y así ha de hallar la estima que merece
causa tan justa en Príncipe tan justo.
   Merezca, pues, de vos ser amparado
tan santo celo, que es el mesmo ejemplo,
en ley divina, y en razón humana.
   Que éstos son los tapices que han quedado
de la historia de Cristo, y vos el templo
donde los cuelga la piedad cristiana.


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Carta del doctor Cristóbal Pérez de Herrera al lector

     Si en las cosas grandes, de mucha importancia y dificultad, se tiene por honra y principio de galardón haberlas intentado y comenzado, justísimamente me puedo dar por satisfecho y pagado de mucha parte del trabajo y cuidado que en este negocio, tan importante y necesario, del amparo de los legítimos pobres y reducción de los fingidos, he puesto; y mucho más lo estoy ahora que con esto se ha juntado la merced y acetación que el Rey, Nuestro Señor, ha hecho a mis pensamientos y celo, que tengo por cierto ser mayor premio y galardón del que merezco (calidad propia de los servicios hechos a Dios y por Dios) el haberse comenzado ya mandar ejecutar un negocio tan grande, necesario y dificultoso. Grande, por tocar a los Grandes y privados de la Corte Celestial, que son los pobres verdaderos, y no por menos auténtico privilegio que dado por la boca del mesmo Dios (pobres, digo, necesitados de bienes temporales, salud y fuerza para ganar lo que han menester con que sustentar la vida); necesario, por dar a estos tales el remedio y sustento espiritual, y corporal, que han menester, y quitar de España los fingidos, falsos, engañosos, y vagabundos, usurpadores de la limosna de los otros, transgresores de las buenas leyes y costumbres de los reinos (cosa que probamos en el nuestro con lástima y queja general de todos), provocadores con sus pecados y excesos de la ira de Dios contra todo el pueblo, y causa de los contagios y enfermedades perniciosas dél, y aun en cierta forma ladrones de la caridad y limosna cristiana, pues con sus desórdenes y mal ejemplo de vida la entibian y amortiguan; dificultoso por hacerse por eleción de medios justos blandos y suaves, y suficientes para estirpar tantos daños, y para mí mucho más dificultoso por la desproporción que hay entre su grandeza y mis flacas fuerzas. Y aunque no haya de pediros recompensa ni premio de mi trabajo, habiéndole ya recebido tan grande, a lo menos os ruego que se me perdonen las faltas que hubiere en ellos; y lo bueno que halláredes, es justo se atribuya a Dios, autor y principio de todo lo que merece nombre de tal, y que suele encubrir las cosas mayores de los más sabios, y escoger, para publicarlas, medios humildes, porque más sin duda se tenga y reciba por obra toda suya, y procedida de su grande providencia. Y sabe muy bien su Divina Majestad que, cuando fue servido de permitir que comenzase a escribir estos discursos, ofrecí a algunas personas graves tomasen y sacasen mis pensamientos por suyos, y los autorizasen, para que tuviesen más fácil su buen efeto y ejecución, y por no querer acetarlo, me determiné a manifestarlos; y que en el publicarlos no me ha movido más que el servicio suyo. Y de interés bien claro y notorio es cuán libre estoy, pues si no me hubiera divertido en acudir, con tantas veras y solicitud, a imaginar, trazar, escribir e imprimir estos discursos, y en la fábrica de los albergues, y en otros pensamientos de servicio de Dios y de Su Majestad, y aprovechamiento del reino, hubiera podido adquirir en mi oficio lo que el mundo sabe; que, según la grande acetación y opinión con que comencé en esta Corte, e iba ganando cada día, fuera mucho, como el tiempo lo descubrirá adelante, siendo Dios servido, en desocupándome algo deste cuidado tan grande, sacando a luz estudios de mí facultad y otros de letras humanas, a que ya tengo dado muy buen principio. Y aunque la gloria y estima de los negocios, y efetos grandes, es justamente de los primeros inventores dellos, y como tal pudiera pretender lo que se sacare desto, que ha tantos años que se desea ver remediado pues por historias antiguas y auténticas se sabe, y lo dice Homero, que en el tiempo de los Troyanos se trataba dello, y que el Rey, Nuestro Señor, habiéndolo considerado con su gran prudencia y cristiandad, y consultádolo con muchas personas de letras y conciencia, escogió por medios eficaces, suaves y convenientes para el buen efeto deste negocio los que he propuesto, graciosamente los renuncio como cosa mía, y gusto que se comunique a todos. Y os ruego que, pues ha de ser tan grande, por serlo la causa de que procede, penséis y ayudéis en ello con añadir a lo inventado lo que os pareciere conveniente, cosa menos dificultosa que inventar de nuevo; que ésta ha sido la causa principal que me ha movido a imprimir estos discursos. Pues no hay otro medio más fácil, ni menos costoso, para poner en la plaza del mundo los pensamientos y concetos, que el de la impresión, aunque sea trabajosa y de algunos yerros casi inexcusables, porque vistos y disputados entre todos, se enmienden y corrijan: sirviendo este trabajo mío a los prudentes como de un rasguño en que, poniendo ellos la mano, con el pincel de su buen ingenio y estudio perficionen esta obra, y ayuden con su talento a que se prosiga la buena ejecución que ya se comienza a poner por obra; contentándome con haber sido el que haya dado principio a ella, aunque otro llevase después la gloria de acabarlo perfetamente, cosa muy usada en todas las artes y ejercicios humanos, porque como a hija la amo tanto, que más quiero que viva con ajeno nombre, que no verla muerta con el mío. Pues, siendo todo para servicio de Nuestro Señor, de Su Majestad, y bien de la república, es justo que el principal intento sea procurar se efetúe esto con la mayor perfeción que sea posible, para que se siga dello mucho descanso, y provecho universal de los prójimos.



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De don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, y de Castillo de Bayuela

Soneto
                         Pues Dios cargó pensión sobre la hacienda
del rico, y quiso que la goce el pobre,
y a éste le concede que la cobre,
mandando al rico que la mano estienda;
   razón ha sido que se ponga rienda
al pobre de oro disfrazado en cobre,
porque al mendigo verdadero sobre
lo que hurta el falso de la sacra ofrenda.
   Esto ha acabado con industria tanta
en sus discursos sabios nuestro Herrera,
que deja limpia la colmena santa,
   y al zángano cruel ha echado fuera,
que come, roba, y ceba su garganta
con la miel de la abeja verdadera.


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Discurso primero

De los inconvenientes que se siguen en que pidan limosna los mendigantes fingidos, quitándosela a los verdaderos

     SEÑOR:

     Sirviendo a V. Majestad de protomédico de las galeras de España, en doce años que asistí en ellas, informándome algunas veces (a caso navegando en diversas jornadas), de muchos remeros forzados, la razón por qué estaban en aquellas galeras, y qué causa los había traído a tanta desventura, supe que algunos dellos en el discurso de su vida habían hecho hurtos y otros insultos andando por el mundo vagabundos, en hábito de pobres fingidos, pidiendo limosna para encubrir su viciosa vida, y con esta ocasión entrando por las casas a pedir, reconocer de día por dónde se pueda hacer el robo, y escalar las casas de noche, y adónde hay hacienda a propósito para ello y poca defensa. Y tuve aviso de los mismos haber en estos reinos muchas personas que hacen graves daños en esta manera de vivir. (1) Y por haber tenido particular cuidado y vigilancia, en algunos años que he estado en esta Corte, en mirar la forma de proceder dellos, y haberme informado de gente de crédito, y sacado en limpio que son grandes los males que resultan de no examinarse con mucho cuidado la gente ociosa que anda en este hábito por las puertas y caminos -fingiendo o haciendo mil invenciones para conservarse en esta ociosa y mala vida, que tan en de servicio de Dios Nuestro Señor es, y en perjuicio de los reinos de V. M.-, me ha parecido hacer esto, suplicando a V. M., como tan católico Rey y Señor Nuestro, reciba la voluntad deste su leal vasallo que, con mucho cuidado, amor y fidelidad, le ha procurado servir siempre, poniéndose en tantos peligros de perder la vida, recibiendo heridas de mucho riesgo en defensa de la fe católica y servicio de V. M., pues es cosa cierta que las letras de los hombres de bien y de honra no embotan la lanza en las ocasiones; y lo mande considerar y hacer se vea y enmiende, recibiendo mi celo, si acaso las causas fueren bastantes, y el remedio fuere tal cual convenga. Que, aunque algunas veces se ha intentado hacer esto en estos reinos de V. M., como negocio tan encomendado y establecido por leyes civiles del emperador Justiniano y otros, y por las de las Partidas, y premáticas destos reinos, o por no haberse hallado la traza que convenía, ni el modo apacible y fácil de hacer, no ha tenido el efeto que se deseaba, o por descuido y negligencia de los que comenzaron la ejecución dello. Y agora, habiéndose visto los inconvenientes en que reparó y erró la edad pasada, se podrá mejor, con el favor de Nuestro Señor, dar orden y traza, en ésta, cómo se desarraigue destos reinos la sucesión de vagabundos, hombres y mujeres, que fingen ser pobres, y que no pidan sino los que verdaderamente lo sean de Jesucristo, que fueron los que su Divina Majestad nos dejó encomendados en su santo Evangelio, y nos dijo que andarían siempre entre nosotros.

     Y porque fue V. M. servido remitir todos los papeles y discursos, que había escrito a V. M. en diferentes veces, al licenciado Rodrigo Vázquez Arce, su presidente del Consejo, caballero tan piadoso y cristiano, y de tantas letras y prudencia, como a todos es notorio, para que lo viese, y se tomase resolución de todo en compañía de García de Loaysa, maestro del Príncipe N. S., y del padre F. Diego de Yepes, confesor de V. M., y del padre F. Pedro Fernández, confesor del Príncipe Nuestro Señor, y con los consejeros de la Cámara de V. M., el licenciado Guardiola, el licenciado don Juan de Acuña, y el licenciado Valladares Sarmiento, personas todas de tantas partes y letras; los cuales lo confirieron y trataron en diferentes juntas, y lo consultaron a V. M., habiéndose visto en ellas los pareceres y aprobaciones de las Universidades (Salamanca, Valladolid y Alcalá), y otros papeles y aprobaciones de muchos teólogos destos reinos, los cuales se verán al fin deste libro, sacados de sus originales, con otros de importancia; y, habiéndoselo a V. M. consultado, antes, todo su Consejo Real (por mano del licenciado Gedeón de Hinojosa, y Gerónimo de Corral, presidente que es de la Chancillería de Valladolid, que lo trabajó y miró con mucho cuidado), fue V. M. servido, como tan católico, mandar se pusiese en ejecución. Y porque en los tiempos y siglos venideros, y en otros reinos, se vean las razones y causas que movieron a V. M. a hacer una cosa tan grande, deseada de todos, y pedida de los caballeros procuradores de Cortes que al presente asisten en la de V. M., me ha parecido juntar todos estos discursos en un cuerpo de libro, discurriendo algo más en ellos, para que se vean los inconvenientes con que se vivía en estos reinos antes de ahora, y los provechos para los cuerpos y almas que habrá adelante, con el favor de Dios Nuestro Señor, con el remedio desto, y reformación de gente tan perdida.



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Primero inconveniente

     El primero y mayor inconveniente es parecer que hay en estos reinos más número de lo que se puede creer de personas, entre hombres, mujeres, niños y niñas, que, con ocasión deste vicio, entretejidos entre algunos que habrá que lo son verdaderos, viven como gentiles; que ni confiesan, comulgan, ni oyen misa, ni pienso saben la dotrina cristiana, y, con achaque de pedir limosna y que son pobres, deben de comer carne en los días prohibidos por la Iglesia, sin licencia de médicos espirituales ni corporales. (2) Y es tanta verdad esto, que ninguna persona, de muchas a quien yo lo he preguntado, confiesa ni dice lo contrario, sino que no se acuerdan haber visto casi a ninguno déstos comulgar, confesar, ni oír misa, antes estorbar el oírla con atención a los demás que la están oyendo, y pidiendo limosna a Nuestro Señor con oraciones para sí, y para socorrerle sus pobres y necesitados. Y en lo de la dotrina cristiana, es fácil cosa examinarlos y averiguarlo, preguntándoselo a muchos dellos; que fuera de que saben el Páter Nóster y Ave María algunos, con que piden su limosna, es muy posible los demás no saberlo. Y esto, y lo que en este discurso dijere, no se entiende de todos los que piden limosna, que entre ellos habrá buenos, virtuosos y ciertos, sino de los que, por no trabajar y andar perdidos, se mezclan entre ellos; que son mucho número que con su mala vida, compañía y trato y mal ejemplo, hacen harto daño a los que son verdaderos, y los desacreditan para que se les dé menos limosna, y no de tan buena gana.



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Segundo inconveniente

     Lo segundo es que con la grande ociosidad de vida que traen, y con la mucha gula, comiendo y bebiendo siempre donde quiera que lo hallan, faltándoles, como les falta, el uso de los Sacramentos de la Iglesia, con que se fortifican y perficionan las almas para no caer en pecados, y los demás ejercicios de cristianos devotos, deben de tenerlos muy grandes, y en especial de sensualidad, estando los más amancebados; y pluguiese a Dios no fuesen otros más enormes, durmiendo por los portales y pajares y otras partes ocultas, y estando aparejados por la desorden de vida que traen, a que la gente viciosa, maldita y sucia, los persuada a cualquier torpeza, como ya se ha dicho algo desto y aun visto de pocos días a esta parte, y que también juegan mucho dinero y otras cosas, juntándose algunos para este efeto en partes secretas y a propósito para ello. (3)



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Tercero inconveniente

     Lo tercero es tener esta gente un pecado de codicia tan insaciable, que no gastando casi nada, juntan mucho dinero; que pienso haber gran cantidad repartido entre ellos, como se ha visto algunas veces, que se han hallado dineros hartos en la pobre ropa de muchos que se mueren por los portales de casas y calles, que parecía no tener un maravedí; que casi, y aun sin casi, son homicidas de sí propios, de cuya salvación se puede tener sospecha, pues pudieran procurar conservar sus vidas por más tiempo, dejando de andar todo el día y la noche desnudos, pudiendo andar abrigados; que aunque los vistan personas de caridad, luego se quitan lo que les dan y lo venden, para que de aquella suerte junten más limosna, y muevan más a las gentes. Y es de suerte esto, que andan muy deshonestos, casi en cueros, que es cosa de gran vergüenza verlos entre las mujeres principales y honestas, en las iglesias y otras partes, de que se han avergonzado y quejado muchas; echándose por los suelos y lodos en tiempo que hiela mucho, yal sol de verano y gran calor, pidiendo con tantas exclamaciones y modos, que sacan la limosna a las gentes, que la dieran y darán de hoy más, no habiendo esto, y remediándolo V. M., a los verdaderos pobres de Dios, mancos, tullídos, y contrechos sin violencia ni invención, y a los vergonzantes, que son muchos y de gran necesidad, y a los pobres de las cárceles, hospitales y monasterios pobres, y ermitas, y otras partes donde se reverencia el culto divino, y redención de cautivos, que es tan piadosa obra como se sabe, y para casar y remediar huérfanas, y sacar mujeres públicas a poner en estado que sirvan a Dios. (4)



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Cuarto inconveniente

     Lo cuarto, y no de los menores inconvenientes, es haber muchos que con poco temor de Dios, movidos desta ociosa y mala vida, pudiendo trabajar en otras cosas, se hacen llagas fingidas, y comen cosas que les hacen daño a la salud para andar descoloridos, y mover a piedad, fingiendo otras mil invenciones para este efeto, y haciéndose mudos y ciegos no lo siendo; y algunos, y muchos, que se ha sabido, que a sus hijos e hijas en naciendo los tuercen los pies o manos; y aun se dice que los ciegan algunas veces para que, quedando de aquella suerte, usen el oficio que ellos han tenido, y les ayuden a juntar dinero. Y esto es tanta verdad, que, entre otros casos que han sucedido, me contó el padre fray Pablo de Mendoza, persona muy docta y de mucho crédito, de la Orden de San Bernardo, que en esta Corte le pidió con muchas lágrimas una mujer que rogase a su marido que no le cegase un niño recién nacido quejándose que con un hierro ardiendo pasándoselo por junto a los ojos había cegado otros dos, y lo mismo quería hacer a éste. (5) Y dice que le habló y reprehendió y atemorizó de suerte, que atajó aquel daño y maldad y que vio que el hombre tenía su casa muy bien adornada y aderezada con la granjería de la limosna que juntaba con los dos niños cieguecitos, que los traía de casa en casa, que eran hermosos, y movían a mucha compasión, y todos les daban limosna. Y también le contó un soldado muy honrado a Andrés de Prada, secretario de V. M., que en un lugar se valió dél una mujer pobre, y le pidió que estorbase que su marido no le lisiase y estropease un niño recién nacido, diciéndole y quejándose que esto había hecho con otros que había parido, para que pidiesen limosna, y dejarles este oficio. Que los que andan en este hábito se hacen llagas fingidas, y sus hijos en naciendo los estropean, torciéndoles pies y manos.

     Y en Lisboa fueron castigados dos hombres por justicia: el uno por haber dado un cruzado a otro porque le cortase una mano, y el otro por haberlo hecho así, a fin de quedar lisiado, y escusarse de trabajar. De todo lo cual se siguen grandes inconvenientes a la República Cristiana, porque hay casa de donde andan pidiendo cuatro o seis y ocho personas, entre niños y niñas, que aunque les ofrezcan que los quieren recebir y vestirlos para servirse dellos, no lo admiten, y a la noche van a dar cuenta

de lo que han juntado a su padre o madre, y en muchas partes a algunas personas vagabundas, que los tienen y recogen para valerse dellos por este orden, sacándolos de las casas donde están sirviendo, y aun alquilándolos para este efeto. Y es tan cierto ser así, que me contó Juan de Cardona (6), del Consejo de Guerra, que al presente sirve a V. M. de virrey de Navarra, que después de haber leído mis discursos en las impresiones primeras, andaba con particular cuidado, cuando encontraba mendigantes, por ver su manera de vida; y que pasando a caballo por la plazuela de Santo Domingo el Real desta Corte, se acercó a una cuadrilla de muchos hombres y mujeres que venían de una casa de recebir limosna, e iban a otras donde la dan a muchos juntos, y oyó decir a una mujer, que traía un niño en los brazos, a otra de su hábito compañera suya: «¿Qué te parece Fulana deste niño que traigo? ¿No es muy bonito? Pues a fe que me cuesta tres reales cada semana, que doy a su madre, porque me le alquile para pedir limosna con él.» De que dice se admiró mucho, y echó de ver cuánta verdad es lo que se cuenta en esta materia, y dice desta gente y sus embustes, y me lo contó él mismo, dándome licencia que lo dijese. Y poco ha que estuvo preso en la cárcel desta Corte, y condenado a galeras y azotes, y aun ejecutado en ellas, un hombre tan malo y vicioso, según me ha contado don Francisco Mena de Barrionuevo, alcalde de V. M. en esta Corte, y es notorio a todos, que para sustentar una amiga, que también estuvo presa y fue castigada, traía a su mujer propia, y a unos hijuelos pidiendo limosna y mendigando, y si cada noche no le daban los hijos real y medio cada uno, los azotaba y castigaba; y ha sido de suerte, que se le ha acumulado haber muerto uno dellos de azotes que le dio.

     Y da mucho indicio, entre otros, del desorden y mala vida desta gente que finge ser pobre, el ver la poca paciencia que tienen cuando, pidiendo limosna, no se la dan, o si alguno les persuade a que se recojan a servir o trabajar o a algún hospital a curarse, entendiéndose de las sagradas letras lo que aborrece el Espíritu Santo a los pobres soberbios; y las pendencias que tienen, asimismo hombres y mujeres, en los portales y puertas adonde se da limosna a muchos juntos, que es en Madrid en muchas partes, y en otros lugares grandes, adonde se deshonran. con muchas malas palabras y denuestos, descubriendo unos de otros la mala orden de vida que traen. (7)

     Y ha llegado el negocio desta gente a tanta malicia e invención, causada de su ociosidad, que me contó el doctor Francisco González de Sepúlveda, médico de la general Inquisición, persona de verdad y crédito, que le sucedió a un médico amigo suyo que se llama el licenciado Segovia, que también me lo ha contado a mí, informándome dél para este efeto, que pasando un día por la puerta de Nuestra Señora de Loreto desta Corte (8), vio mucha gente junta y un hombre echado en el suelo, al cual le socorrían, con un bizcocho en vino y otras conservas, algunas personas caritativas, y le estaban ayudando a bien morir con palabras devotas, habiéndole traído una bula de limosna para absolverle por ella; y al tiempo que él llegó, oyó decir a todos los presentes: «Ya murió, Dios le perdone», teniéndole una candela encendida en la mano. Y el médico le tomó el pulso por ver si había espirado, y se lo halló concertado y muy igual y grande, y se quedó espantado de ver tal novedad, porque estaba traspillado y como si estuviera muerto, deteniendo el resuello para mejor fingirlo (de que pudiera quedar burlado, muriéndose verdaderamente, como cuenta Galeno le aconteció a un esclavo bárbaro); y a este tiempo llegó un hermano del Hospital de Antón Martín, y como vio tanta gente se metió entre ella, reconociendo al que decían que estaba muerto, que ya le sabía sus mañas, y, apartando la gente, se acercó a él y le dio una puñada, y tirándole del brazo para levantarle, le dijo: «¿Tantas veces os hacéis muerto, embustero?», dándole de cordonazos. «Ya sé yo vuestros embelecos. ¿Pensáis engañarnos como otras veces?» Y él comenzó a decir a voces: «No quiero levantarme»; y unos compañeros que tenía, que habían comenzado a pedir limosna para enterrarle, y él, se fueron huyendo, echando de ver les habían caído en la cuenta, porque no los prendiesen; y les tomaron el plato con todo lo que habían juntado, dándolo para alumbrar a Nuestra Señora de Loreto los que estaban presentes, quedando espantados de ver tan gran maldad. Y dijo el hermano que descubrió el juego, que desta manera había oído decir que habían juntado mucho dinero, y engañádole al mesmo otra vez con esta propia maraña. De adonde podrá V. M. colegir cuántos embustes deben de suceder cada día con esta manera de vivir en estos reinos.

     También me dijo un religioso de muchas prendas, que supo en su tiempo, cuando estudiaba en la Universidad de Alcalá, haber llegado a aquella villa un vagabundo déstos con cierta invención (9) y industria, trayendo ligado un brazo y doblado, mostrando el codo desnudo de fuera, de tal suerte y forma puesto, que no parecía a todos tener más brazo que hasta allí, y ser manco dél. Y encontrando a unos estudiantes de su tierra, los llamó con recato, y se les descubrió en secreto declarándoles quién era, y les pidió que se fuesen con él, llevándolos donde gastó con ellos más de treinta reales en darles de comer y convidarlos, y les dijo: «Yo me fui de aquí habrá dos años, cansado de estudiar Gramática, y he buscado esta invención y manera de vida con la cual me hallo muy bien, porque nunca en ella me faltan cincuenta escudos que gastar y jugar, y estoy quitado de cuidados de honra y estudios.» Y dando parte estos estudiantes desto a un colegial de la tierra de todos ellos, y de lo que pasaba, para que le redujese a buen vivir, por ser hijo de padres honrados, se lo llevaron a su aposento para este efecto, y con muchos ruegos y persuasiones, jamás quiso hacerlo, ni dejar su traza y manera de vivir, ni reducirse, diciendo: «Señores, no hay que cansarme: yo ando de tierra en tierra, sin cuidado, a mi gusto, nunca me faltan dineros para holgarme.» Y al fin les contó su manera de proceder, diciéndoles que él sabía diecisiete maneras de pedir limosna y sacarla a las gentes (10); y quitándose allí delante dellos los orillos y ataduras del brazo, dijo con gran desvergüenza, tendiéndole: «Todos somos sanos por la bondad de Dios.» Y les contaba que a unos les pedía llorando, y a otros con grandes exclamaciones, y con diferentes tonos. Y les dijo que venían ocho de camarada con él, sin otras tantas amigas que traían; y déstos, uno se fingía mudo, y otros dos ciegos, cantando sucesos y coplas con guitarras y morteruelo, Y con otras invenciones; y entre ellos venían dos, vestidos como cautivos, y traían consigo un muchacho muy hábil y grande escribano, el cual les hacía testimonios falsos las veces que les parecía, dando fees en ellos de diferentes milagros y sucesos de sus libertades; y que desta suerte todos allegaban mucho dinero, juntándose de noche a cenar y jugar hasta el amanecer, dividiéndose a las entradas de los lugares de las mujercillas, concertando y señalando dónde verse en anocheciendo. Al fin no hubo remedio de persuadirle a que dejase este hábito y manera de vida; y otro día se les desapareció de Alcalá con los demás, habiendo casi estado determinados el colegial y los estudiantes de dar parte a la justicia destos embustes y bellaquerías. (11)

     Hallándome en la ciudad de Écija, habrá diez años, donde el licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa era entonces corregidor, en mi presencia tuvo noticia de un mendigante fingido y embaidor que andaba pidiendo limosna con grandes lamentaciones, fingiendo estar lisiado y tullido de una pierna que traía ligada con vendas y sostenida con un cabestro que le descendía del cuello; al cual mandándole desligar de los lienzos que traía, y quitar los parches, soltó luego las muletas, y corriendo a gran furia, echó a huir a una iglesia, y fue preso, por haber mucha gente que le detuvo, y condenado a azotes y galeras.

     Estando hablando en esta materia una tarde con el canónigo Antonio de Obregón y Cereceda, capellán de V. M., persona de mucha caridad, en su posada aquí en Madrid (12), a una ventana baja, diciéndome lo que importaba poner V. M. remedio en esto que digo en mis discursos, vimos pasar un mendigante por la calle, dando muy grandes voces, diciendo muy afligido que socorriesen por Dios a un hombre que había nacido lisiado de pies y manos, conmoviendo a gran lástima a quien lo oía, con un paño atado en la cabeza doblado y sucio. Y díjome el canónigo: «¿Qué os parece de aquel pobre?» Y yo le respondí: «Llamémosle.» Y habiéndole dado limosna, me llegué a él, y le pregunté qué tenía; el cual dijo que era enfermo, manco y tullido. Y quitándole el paño de la cabeza, se vio estar sana, como yo imaginaba. Y le dijimos: «¿Por qué traéis este paño, estando sano de la cabeza?» El cual se turbó en comenzándole yo a decir que para qué fingía ser tullido y manco, no lo siendo. Y al fin le hicimos tender el brazo que tenía muy atado y encogido, y andar muy apriesa, por temor de que no se diese parte a algún alcalde de Corte de V. M. con que le amenazábamos, y el canónigo se quedó admirado desto. Preguntósele el Páter Nóster, Ave María, y Credo, y nada supo decir; y nos dio palabra, delante de tres o cuatro personas, de que no andaría más en aquel hábito y ficción, aunque estoy cierto que no lo cumpliría, ni dejaría este oficio, porque se debla de hallar muy bien con él.

     Queriendo certificarme más por entero de la manera de vivir desta gente, he llamado algunos dellos delante de personas de crédito en esta Corte, de los que a mí me han parecido ser fingidos (13); y después de haber hallado ser cierto que era invención traer muletas y otros instrumentos para parecer lisiados, les he preguntado el Páter Nóster y Ave María, y las demás oraciones, y casi todos nada dello saben. Y a uno que no sabía ninguna cosa de la dotrina cristiana, le pregunté cuántas eran las personas de la Trinidad, y respondió que cinco. Y a este propósito (14), preguntándole el mismo canónigo Antonio de Obregón, que se halló allí, quién era Dios, respondió que el que daba los trabajos, y jamás le pudimos sacar otra cosa; que cierto debía de ser de alguna secta de las malditas que tienen en Inglaterra y Francia, de adonde él era, según dijo; y otras cosas semejantes a éstas, que han pasado delante de muchos testigos, y procuradores de Cortes destos reinos, que han estado presentes. Y si se comenzase a averiguar este negocio, se hallaría tanto desto que echara V. M. de ver cuánto servicio hace a Nuestro Señor en mandarlo remediar, como se va haciendo. Y al fin tengo por sin duda que casi ninguno déstos sabe la fe que profesa, sino que viven como Alárabes, sin razón, ni justicia, ni concierto.

     Por no alargar este discurso más de lo que conviene, dejaré aquí de poner muchos sucesos de consideración que algunas personas de crédito me han contado, sabiendo que escribo desta materia. Sólo no pasaré en silencio lo que me dijeron Juan de Chaves Sotomayor, corregidor que fue de Córdoba, y el doctor Santiago Cabeza de Vaca, su teniente, les sucedió en ella. Que castigaron allí una mujer de mediana edad (15), que pedía limosna con esta industria: teniendo dos casas, la una muy humilde y de pobre cama y ajuar, de la cual salía a pedir con vestidos muy viles, de modo que todos entendiesen ser aquella sola su casa, dándoles a entender grande necesidad; y otras veces se iba a pasear por la ciudad, saliendo de la otra que tenía con buenos aderezos, vestida de seda y muy en orden. En la cual, con aviso que tuvieron dello, hallaron muy buena tapicería colgada, cama de campo de palmilla, y una rima de otras cosas de valor, y algunas tinajas de aceite en una bodega, y cantidad de trigo, con valer muy caro aquel año, y alguna plata de servicio de mesa, y dineros en cantidad, que dicen que todo, con otras cosas de valor que tenía, se tasó en más de tres mil ducados; y confesó haberlo ganado y granjeado debajo deste hábito e industria, pidiendo limosna por las casas principales de la ciudad, significando grande necesidad, y de camino granjeando con el dinero que juntaba, en sedas, y en ayudarse con un corral que tenía muy grande de gallinas, las cuales mantenía con los mendrugos de pan que juntaba, de que le hallaron harta cantidad, y que ganando siempre y no gastando casi nada, había juntado aquella hacienda; y por sentencia la hicieron verdaderamente pobre, repartiéndole la mayor parte della en obras pías por castigo de su delito.

     Por donde se puede considerar cuántos embustes se deben de hacer pidiendo limosna mujeres tapadas, en esta manera de vida y proceder. Pues me contó también un hermano del Hospital General desta Corte, que se dice Olivera, que pidiendo una noche limosna él y un compañero suyo, vieron una tapada pedirla junto a Santa Clara; y llegando con una linterna, queriéndola llevar a recoger por ser muy tarde y hacer gran frío, vieron ser hombre, y sacó un cuchillo para defenderse no le descubriesen y conociesen.



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Quinto inconveniente

     Lo quinto es que, además de que -como tengo dicho- estoy informado que han hecho y hacen en esta manera de vida los que fingen ser pobres, no lo siendo, muchos hurtos por las casas y caminos, hay otra cosa que es de mucha consideración, que se entiende por sucesos, que informándome de personas religiosas y de otras muy virtuosas y prudentes, consultándoles estas razones y pensamientos míos, me han contado que en este hábito fingido han andado, y deben de andar, por los reinos de V. M. algunos herejes de diferentes sectas, y espías suyas (16), y de moros y turcos, y otras gentes de leyes perniciosas y malditas, que pueden hacer y sembrar el daño que se puede entender y temer entre la gente ignorante; y con esta traza no hay quien les pida cuenta, si oyen misa, confiesan, ni comulgan, ni si guardan la fe católica y ley de Dios, Nuestro Señor. Y he sido informado de Gerónimo de Salamanca y don Martín de Porras, procuradores de Cortes de la ciudad de Burgos, y de fray Juan de Balboa, uno de los comendadores del insigne Hospital Real, que está junto a aquella ciudad, que pasan y se hospedan cada año por el dicho hospital, dándoles allí de comer de limosna dos o tres días conforme al instituto dél, ocho o diez mil franceses y gascones, y de otras naciones (17), que entran con ocasión de romería por estos reinos, sin que se sepa por dónde vuelvan a salir, ni a qué vienen, ni si van a sus romerías; y que algunos años ha sido mayor el número dellos, porque en los dos de la guerra de Portugal saben que entraron más de treinta mil, que se puede considerar cuántos herejes de diferentes sectas vendrían entre ellos, pues hay tan pocos católicos en sus provincias, por nuestros pecados. Dios lo remedie, y se levante, y juzgue su causa. Que pues sólo por esta parte entran tantos, es cosa cierta que por otras deben de ser muchos los que cada año andan por estos reinos, llevando y sacando mucho dinero dellos para hacernos guerra por ventura con ello propio; fuera de los peligros que tiene el consentirlo para las almas (que es lo que importa más) pudiendo dejar hecho mucho daño, sembrando sectas malditas contra nuestra santa fe católica, y que la limosna que éstos llevan, será más justo se reparta entre nuestros pobres naturales, y en particular les cabrá muy buena parte a los vergonzantes, y a otras necesidades de mucha importancia. Y remediando V. M. esto, sirviéndose de oír el remedio que diré, o por el que fuere servido y más convenga, toda la demás gente que se hallare ociosa en España, se podrá saber quién es y cómo vive y a qué entró en ella, y castigarla como merecieren sus delitos y estuviere puesta la pena por leyes de V. M.



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Sexto y último inconveniente

     El sexto advertimiento y grande inconveniente que hay es uno que toca a mi facultad, y no de poca consideración, que es la corrupción y coinquinación de aire que causa esta gente por ser tanta y andar tan sucia por su culpa y vicio, como dije, y de industria, al frío y al sol, y mantenerse, por ahorrar o por no trabajar algunos, de mantenimientos muy dañosos, comiendo las carnes corrompidas, y otros malos y podridos que se desechan de las casas, y bebiendo malas aguas y malos vinos, y en mucha cantidad; la cual corrupción y hediondez, saliendo en sus alientos y sudores sucios, y de las llagas corrompidas por su invención y culpa (18), de verano particularmente, alteran y corrompen el aire, engendrando tabardillos, y a veces pestes (19), principalmente en el Andalucía y en tierras calientes y húmidas, como es Sevilla y puertos de mar; y asimismo otras enfermedades de mala calidad, de que algunas veces sucede y se enciende mucho daño. Y tengo por cierto que la gente delicada y regalada, y que están en las iglesias en apreturas cerca dellos, enferman y van a sus casas con grandes tabardillos, sin otras causas exteriores, o procatárticas que llamamos los médicos, de que mueren de algunos años a esta parte mucha gente destos reinos, y en particular en este lugar y otros grandes.

     Échase de ver la traza de vivir desta gente en juntas (20) que también se dice se hacen en España, en muchas partes, a manera de cofradías, que los lugares en algunas ermitas y romerías les dan de comer por costumbre antigua, principalmente en Castilla la Vieja, Galicia y Asturias, en fiestas que hacen allí; adonde se suelen hallar y juntar en grande cantidad y número dellos, hombres y mujeres, y van de cincuenta y sesenta leguas a este efecto; adonde hacen sus conciertos y repartimientos, comiendo y bebiendo en demasía, y se citan para otras déstas en diferentes partes, que personas que lo han visto, han contado y avisado lo que importa mandar atajar V. M. estas congregaciones, que son en grande deservicio de Dios y daño destos reinos. Y entre otras personas graves, me ha contado esto una de mucho crédito y prendas, que es el padre fray Pedro de Mena, generalísimo al presente de la Orden de los Mínimos, asistiendo en el monasterio de Nuestra Señora de la Victoria desta Corte, siendo provincial desta provincia; el cual dice que predicó, a petición de la villa de Mallén, en una ermita, a una destas cofradías y congregaciones, adonde vio a su parecer más de tres mil hombres y mujeres juntos, todos mendigantes, y echó de ver y oyó tantas cosas y desórdenes de mal ejemplo, que le causó grande admiración el consentirse; y reprehendió a los vecinos de la dicha villa el abuso de aquella costumbre antigua y el gasto de la comida que les daban, pudiendo comutarlo en otras obras pías acetas a Nuestro Señor. Y junto a la ciudad de Soria me contaron el secretario, y camarero del duque de Medinaceli, unos hidalgos de mucho crédito, que vieron otra junta de gran número dellos. Y en un lugar del adelantado mayor de Castilla, se hace otra de excesivo gasto a costa de los mesmos pobres, repartiéndolo por cabezas. Que porque a algunos, en la otra impresión deste Discurso, les pareció cosa nueva estas juntas, me ha parecido en ésta decir adónde se hacen y quién lo ha visto.

     También es justo remediar (21) V. M., siendo servido, los modos de vivir de otros que, teniendo mucha salud y fuerzas, y que podrían ser útiles a la república en algunos oficios, dejan los suyos, andando pidiendo para ermitas, de que tienen arrendadas las demandas por un tanto cada mes, o cada año; y sin arrendarlas, algunos andan pidiendo para cofradías con color de virtud, por andar ociosos, comiendo dello ellos y sus hijos y mujeres, de los cuales se tiene sospecha que viven con mal ejemplo, gastando mal lo que les dan y juntan de limosna, y entrando por tabernas y partes indecentes para las imágenes de devoción que traen consigo. Y el remedio puede ser de suerte que no cese, antes se aumente, la limosna a las dichas ermitas y casas de devoción, y se haga por mejor modo, encomendándose a religiosos y ermitaños de buena vida, sin hacerse este arrendamiento, que parece ser casi simonía, pues se mezcla lo espiritual con lo temporal.

     Parece ser necesario mandar V. M., siendo servido, se remedie y ataje la manera de sacar dineros de unos ciegos, y otros que lo fingen por ventura no lo siendo, teniendo muy buena vista, que se ponen en las plazas y calles principales de los lugares grandes destos reinos, y algunos a propósito para ello, a cantar (22) con guitarras y otros instrumentos coplas impresas, y venderlas, de sucesos apócrifos sin ninguna autoridad, y aun algunas veces escandalosos, imponiendo y enseñando con ejemplos fingidos a los ignorantes y mal inclinados, cosas de que les resulta atrevimiento, por la materia que éstos dan para cometer semejantes delitos a los que ellos cantan; y juntándose mucha gente a oírlos, ser causa de muchos hurtos, cortándose bolsas, y por ventura, según se ha contado, por orden dellos propios; estorbando a la gente de servicio el acudir a sus ocupaciones y recados, principalmente muchachos, mandando V. M. que no lo hagan, y que sean castigados con rigor, cumpliendo las premáticas de V. M. los impresores que, sin licencia expresa y examen del ordinario, y de quien más le compete, imprimieren cosas déstas, y mandar que no se consienta se pasen de otros reinos a éste, ni se vendan en él.

     Y también se podrá remediar (23) la manera de pedir y sacar dineros de los que tañen con cinfonías y otros instrumentos, y hacen mil invenciones con unos perrillos que saltan por arcos, pues dan la mesma ocasión de ociosidad de los muchachos que la de arriba, con que desacredita y desautoriza la limosna pidiéndola de aquella suerte, pues pueden todos estos ciegos ser socorridos rezando oraciones, como lo hacen los demás; que haciendo V. M. la reformación general, siendo Dios servido, con los albergues de los pobres que se dirá adelante, todo se podrá atajar y remediar, pues no pedirán sino los señalados y aprobados por verdaderos pobres de Dios. Y escusarse han los franceses y alemanes (24) que pasan por estos reinos cantando en cuadrillas, sacándonos el dinero, pues nos le llevan todas las gentes deste jaez y hábito; y se dice que prometen en Francia a las hijas, en dote, lo que juntaren en un viaje a Santiago de ida y vuelta, como si fuesen a las Indias viniendo a España con invenciones. El orden de pedir déstos que fueren en romería se dirá en su lugar, y advertirá, para que V. M. mande lo que más fuere a propósito para su servicio.

     Ni también es cosa que se debe sufrir entre cristianos lo que cada día vemos, cuando, pasando por una calle, y en particular en tiempo de invierno, de día y de noche hallamos algunos, al parecer pobres, dando voces y haciendo exclamaciones como hombres sin remedio, arrojados en mitad de un lodo o hielo, con llagas y mal olor y otras miserias que manifiestan. En lo cual se debía considerar una de dos cosas: o que aquí el pobre dice verdad, o no. Si la dice, y tiene la necesidad que muestra, es gran falta de caridad no socorrerle, cumpliendo con la ley evangélica en levantarle de aquel lugar, y aun crueldad dejarlo sin remedio pasando por junto él, como si no le oyésemos ni viésemos; pues hay obligación en necesidad tan estrema de abrigarle y acogerle en nuestras casas, como a pobre y hermano nuestro, y tan encomendado de Cristo, Nuestro Redentor. Y si éste lo hace fingidamente, como vemos cada día en muchos, y por no trabajar, y por avaricia, cometiendo muchos pecados, robando la limosna a los verdaderos pobres, y aun a nosotros la caridad que tenemos obligación de tener, que es hurto más pesado, pues nos quita tan gran bien del alma con el poco crédito que nos queda dél por sus ficciones. Pues aunque los queramos recoger (25) de noche en nuestras casas, cuando piden para pagar la posada, o ponerlos en hospital donde los curen, por ninguna manera quieren ir, y es gran lástima consentirlo, y negocio muy digno de remedio. Que todos estos inconvenientes se van procurando atajar con los albergues, porque haya en todo razón y concierto, con que Nuestro Señor mejor se sirva. Y pues, cuando su Divina Majestad dijo que siempre tendríamos entre nosotros pobres, es cosa piadosa y cierta que quiso sinificar que habían de ser pobres legítimos y verdaderos, y porque con nuestra malicia y descuido no pretendamos adulterar la palabra de Nuestro Señor, que no puede faltar eternamente, es bien se procure y ataje que en lugar de pobres falsos anden verdaderos.



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De Lope de Vega Carpio

Soneto
                         Que así acertase Herrera, ¿a quién no espanta?
Cura por cierto ha sido peregrina,
que dar al alma y cuerpo medicina,
de la Física humana se adelanta.
   Obra ha sido de Dios, que invidia tanta
no sabe por los pasos que camina,
grande el efeto, la intención divina,
loable el modo, la paciencia santa.
   Ni se podrá decir que ha errado Herrera
el camino evangélico que sigue:
heroica empresa que a la fama asombre.
   O quién su nombre eternizar pudiera:
pero la obra misma al tiempo obligue,
que entrambos le darán inmortal nombre.


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Discurso segundo

Del remedio para albergar los pobres mendigantes verdaderos, y distinguirlos de los que no lo son, y del amparo de los vergonzantes, y de las cárceles, cautivos y huérfanos

     El remedio (26) más apacible y conveniente, sin escándalo, que yo he podido pensar con mi corto ingenio, diré: que se ha de procurar remediar esto con grandísima caridad y celo cristiano, e intención de no hacer mal a nadie, perdonándoles lo pasado y presente, poniéndoles algunas penas para lo por venir, haciéndose sin ruido y alboroto, de suerte que no se escandalicen las gentes; porque por haberse hecho otras veces sin esta consideración, ni con remedios fáciles de ejecutarse, pienso que no ha venido hasta agora a ponerse esto en efeto. Pues la principal intención, y a que se ha de atender, ha de ser que esta gente sirva a Dios, y remediar lo por venir, y moderar lo presente, desarraigando destos reinos la decendencia y sucesión de los que por este camino viven con los inconvenientes dichos, y que los verdaderos pobres sean amparados, y todos los sucesores déstos tengan ocupaciones y oficios. Pues los chinos, siendo sin ley y bárbaros, viven sin gente vagabunda, cuanto más será razón se haga adonde hay tanta cristiandad, gobierno, prudencia y letras, como en estos reinos de Vuestra Majestad.

     Lo primero es que se haga en cada lugar grande o mediano, respeto de su grandeza, una casa que se llame el albergue y casa de los pobres (27), que en muchos lugares ya las hay que podrán servir dello, que son donde se albergan peregrinos pobres; y en algunos grandes también las hay a propósito fabricadas, que pueden aprovechar para este ministerio, congregando y juntando en una las camas y rentas que me dicen que hay en algunos lugares grandes. Porque en Toledo, Sevilla, Córdoba y Valladolid se sabe que hay tres y cuatro en cada parte déstas para este efeto, que casi no son de provecho al presente; que todas juntas serán a propósito, que aunque no sean suntuosas -sino de tapias, y portales al rededor de un patio espacioso, y salas bajas, y en lugares húmidos, altas, donde haya en cada dormitorio lámparas encendidas que los alumbren toda la noche, para que se escusen algunos inconvenientes, y unas camas (28) con jergones de angeo, con paja o heno, sobre algunas tarimas, y almohadas de lo mismo o de algún otro lienzo recio, con una o dos frazadas groseras- en esta primera fundación, que adelante, con ayuda de Dios, yendo creciendo la renta, podrá crecer el ornato de las dichas camas y casas. Y en cada cama, dos alhacenas en la pared con llaves: la una, para poner la comida, o lo que sobrare de lo que les dan por las casas; la otra, para guardar sus camisas y la demás ropa, porque no se embaracen con arcas los dormitorios, y haya más limpieza en ellos; adonde se recogerán todos los pobres, hombres y mujeres, niños y niñas inútiles, a dormir cada noche antes de anochecer un poco, que es a la Ave María, por el orden que se dirá, que, estando acostumbrados a dormir por los suelos, sin cama ni abrigo alguno, será bastante el modo dicho para poder pasar por agora. Y adonde al presente se juntare limosna suficiente para hacerse mejores camas, será bien se hagan desde luego, mandando V. M. que se pregone (29) en todas las ciudades, villas y lugares destos reinos, que tuvieren vecindad bastante para ello, que, en un día señalado, a un mismo tiempo en todas partes, acudan todos los pobres que piden limosna por las puertas y caminos a las dichas casas y albergues, que ya estarán fabricadas y señaladas en los lugares y partes, o los más cercanos, donde les cogiere la voz y pregón. Porque de llevarlos a sus tierras y nacimientos hay grandes inconvenientes, por las voces y quejas que hubo cuando se intentó hacer otra vez, y las costas de llevarlos; y porque son de tierras muy pobres los más, y vienen a buscar las más ricas donde socorrerse de sus necesidades, porque en las suyas tendrán algunos vergüenza de andar mendigando, y antes se dejarán morir que pedirlo, por no lo poder ganar por sus inutilidades; y serían afrentados y vituperados de sus deudos, pareciéndoles que los deshonran en mendigar por sus puertas. Y sería imposible, en el estado en que están agora, habiendo tantos por reformar, averiguar sus nacimientos, porque ninguno dellos dirá verdad de la tierra que es con certidumbre, sino de adonde le estuviere mejor a él, o de tan lejos, que, sea gran confusión y negocio imposibilitado de ejecución, que es lo que más se ha de huir en los discursos y pareceres. Antes parece cosa muy necesaria (30), para el remedio deste daño, mandarles debajo de algunas penas, más ad terrorem que para ejecución grande, que no puedan salir de la parte donde estuvieren ya señalados por pobres públicos, a lo menos para andar mendigando, si no fuere que por falta de salud, o otra ocasión bastante, sea necesario mudarse a sus tierras o a otra parte, o por desamancebar, y castigar a alguno si hiciere cosa que no deba, a modo de destierro; o porque la tierra no pueda sustentar tantos, por ser pobres, llevando licencia de la justicia, administrador y diputados que habrá de aquella casa, para ser recebidos de los de a la que fuere y se mudare. Y que en esta casa se examinen (31) y vean, por un administrador o retor que ha de haber, hombre tal que convenga, y dos personas, una de los cabildos de las iglesias, y otra de los Ayuntamientos de las ciudades, villas y lugares destos reinos, que fueren capaces para ello. Y en los lugares algo pequeños podrán hacer esto el cura y un alcalde ordinario, y en los más grandes se hará con algún médico y cirujano, con los demás dichos, conociendo las inutilidades y enfermedades de cada pobre, y el que fuere manco, tullido, contrecho, ciego, viejo, hombres o mujeres, niños o niñas de siete años abajo, de suerte que casi no fuese persona de servicio ni útil para la república, y otros entrados en edad, que no saben oficios ni tienen otra manera de vivir, pues no les puede quedar mucho de vida, y es gran caridad no desampararlos. A estos tales se les dé licencia y orden, que de aquella casa salgan cada mañana -habiéndoseles primero dicho una misa todos los días, o a lo menos los que la Iglesia obliga, por el dicho administrador, que es bien sea sacerdote- a pedir limosna por los dichos lugares, con alguna insignia (32) al cuello, cruz y imagen de Nuestra Señora, con rosario y armas de aquella ciudad o villa (como está acordado), pues es tan decente para ellos -pues son pobres de Dios, y lo piden en su santo nombre-, y testimonio por escrito y firmado del dicho administrador y diputados de la justicia; el cual se renueve cada año por Pascua de Resurrección, en que se dé fee ser tal pobre aprobado, con las señas de cada uno y de su inutilidad, porque no haya engaño. Comiendo y cenando donde cada uno quisiere, o se lo dieren de limosna en parte lícita: pues desto y de la manera de vivir de cada uno tendrán gran cuenta la justicia, el administrador y diputados, para corregir a los que no vivieren virtuosamente; acudiendo a dormir cada noche temprano, al poner del sol, a la dicha casa, adonde habrá apartamientos y divisiones, cerrados, para dividir las mujeres de los hombres, de suerte que entren en el dicho albergue por diferentes puertas, porque en ninguna manera se encuentren ni vean allí, y se quiten ocasiones.

     Y si acaso hubiese algunos casados (33) con la inutilidad ya dicha, siendo conocidos por pobres y inútiles, podrán estar en sus casas, trayendo la señal acordada, y acudiendo a misa los días de obligación a los albergues, y a confesar y comulgar a sus tiempos, reconociendo a la justicia ordinaria, al administrador y diputados, por superiores. Y si marido y mujer fuesen pobres legítimos -que sucederá pocas veces-, podrían estar juntos, dentro, en algunos aposentos que habrá en los albergues grandes, fabricados para este efeto, o recogerse los tales a ser pobres vergonzantes, para gozar del remedio que adelante se dirá; para que, con esta orden, oyendo misa cada día de domingo o fiesta de guardar, o los demás que al dicho administrador le pareciese ser bien, y confesando y comulgando por el tiempo que lo manda la santa madre Iglesia, y otras fiestas solenes a disposición del dicho administrador y devoción de cada uno, y en ocasión de algún Jubileo plenísimo, que cada año se podrá pedir uno a Su Santidad para los albergues, que ganen los pobres, porque con la confesión de la Semana Santa lo hagan dos veces al año; y con esto, vivirán como cristianos, y como es razón, y enseñárseles ha la dotrina cristiana. Y echarse ha de ver cuán fingido era este negocio de mendigar en muchos, que me parece ciertamente que no acudirán a estas casas, con el pregón y examen, la sexta parte de los que andan pidiendo, a registrarse, como ya se esperimentó este verano de 97; porque los unos se volverán a sus oficios que habían dejado por andar ociosos, y otros, contentándose con lo que han juntado (que en muchos pienso será muy buen caudal), se recogerán a algún trato o manera de vivir. Y otros se pondrán a servir, y en particular gran cantidad de mozas sanas que andan vagabundas pidiendo, que es gran perdición y lástima, para las cuales se dirá en su lugar el orden de remediarles su perdición y ociosidad, y castigar los delitos que hicieren, sin mucho detrimento suyo; y otros se irán a la guerra, de que tenemos tanta necesidad, pues, por esta causa, pienso se halla muy poca gente que vaya a ella por agora.

     Y entre los que realmente acudieren a las dichas casas, y se aprobaren por pobres inútiles y verdaderos la primera vez, habrá muchos que se podrán curar (34) de las enfermedades y llagas que tuvieren, enviando los leprosos a las casas de Señor San Lázaro, y los incurables, y de males contagiosos, y llagas y humores, a los hospitales adonde se curan las bubas; y a los de otras enfermedades, a los hospitales generales, adonde es bien y conviene enviar siempre los pobres que enfermaren en estas casas de albergue. Porque entre otras razones por que no pasó adelante esto, y se conservó cuando se intentó otra vez, la principal fue mezclar y juntar sanos con enfermos. Porque es bien que estas casas siempre sirvan (35) de sólo administración de sacramentos y oír misa, y dormitorio de gente inútil, sin enfermedades que tengan necesidad de curarse de presente; porque el curar los que enfermaren dentro dellas desbarataría con el tiempo este instituto, fuera de que se contaminarían unos con otros. Y después (36) de sanos en los hospitales ya dichos, o se irán a trabajar, o los acomodarán las justicias de V. M. en los oficios que pareciere convenientes, y supieren; o ellos buscarán manera de vivir para no ser castigados por vagabundos. Y aun de los que quedaren, o volvieren de los hospitales por inútiles aprobados -que serán muchos menos de los que se piensa-, se podrán entresacar los más sanos y menos impedidos, para algunos ministerios, ganando sus jornales, trabajando por la manera que sus inutilidades les permitieren.

Que el que no tiene pies, sabiendo coser, puede ejercitar su oficio, y otros en lo que supieren y pudieren, a esta traza, como se dice y sabe que lo hizo hacer un santo arzobispo de Granada en ella; y algunos guiando ciegos de los mismos, o ayudando a llevar algunos tullidos en carretones, para que todos juntos pidan limosna, a disposición todo del tiempo y de las ocasiones, y de los discretos y prudentes justicia, administrador y diputados. Y es cosa cierta (37) que a estos pobres les darán todos muy buena limosna con que se sustenten, y les sobre después de sus días, con qué puedan ayudar y enriquecer los dichos albergues y hospitales donde se curaren y murieren; y que es bien que partan de su voluntad los bienes que estos pobres dejaren, no teniendo herederos forzosos, para que todo se vaya aumentando con el favor de Dios Nuestro Señor, sabiendo y teniendo certidumbre que son verdaderos pobres con la señal que traerán, y aprobación del dicho administrador, justicia y diputados. Y cualquier hombre (38) honrado y cristiano se holgará de llevar a su casa a comer algunos destos pobres verdaderos -que pienso que no lo hacer por agora, ni hasta aquí muchas veces, es por la poca satisfación que se tiene de su manera de vivir y personas- y los socorrerán con ropa para las camas, porque esta bendita obra se perpetúe, fuera de que cada pobre irá fomentando y conservando la suya, y aun mejorándola, viendo que es para su regalo y provecho. Y desta suerte tendrán estas casas muy poca costa, y podráseles más justamente mandar y ordenar que no entren en las iglesias, mientras se celebran los oficios divinos, a pedir, ni estorbarnos el oír misa (39) con devoción, pues la habrán oído en sus albergues y casas; porque, para darles limosna, entonces bastará que estén a las puertas dellas, como se manda en la bula de nuestro muy Santo Padre Pío quinto, donde prohibió la blasfemia, simonía, y otros pecados y delitos públicos, y entre ellos vedó a los pobres mendigantes el andar por las iglesias e inquietar la gente que con devoción asiste a los divinos oficios; que se lee en el libro intitulado: Constitutionum Sanctissimorum Patrum Summorumque Pontificum, Pii Quarti et Pii Quinti, & c. hojas 34, que comienza el Motu proprio (40), Cum primum Apostolatus. Y en latín el parágrafo que trata de los pobres, dice desta manera: Pauperes quoque mendicantes seu eleemosynas petentes per Ecclesias tempore Missarum, praedicationum, aliorumque divinorum officiorum ire non sinant, sed eos ad valvas ecclesiarum stare faciant, sub poena duorum aureorum capitulis infligenda pro qualibet vice, nisi eos ejici curaverint, et parochis dimidii aurei; religiosis, sive claustralibus, sive regularibus, praecipimus in virtute sanctae obedientiae, ut ecclesiis suis deputent aliquem, qui tales ejiciat, et si negligentes fuerint, gravissime ab Ordinario corripiantur; qui si illi parere recusaverint, gravissimas poenas incurrent, et pro qualitate personarum etiam corporaliter punientur arbitrio nostro, sive superiorum suorum; que en nuestra lengua castellana dice así: «Y a los pobres mendigantes, y otras personas que piden limosna por las iglesias al tiempo que se dice la misa, el sermón, y otros divinos oficios, no les consientan andar por ellas, sino que estén a las puertas, so pena de dos ducados, en que se condena a los cabildos por cada vez, si no fuere habiendo hecho diligencia en echarlos fuera; y asimismo a los curas en medio ducado; y a los religiosos, así claustrales como regulares, mandamos en virtud de santa obediencia que señalen en sus iglesias personas que echen dellas a los tales, y si fueren en esto negligentes, sean gravísimamente castigados del ordinario; y si no le obedecieren, incurran en gravísimas penas, y conforme a la calidad de las personas sean castigados en penas corporales a nuestro arbitrio, o de sus superiores.»

     Y sí por alguna razón justa o causa algunos destos pobres inútiles, y señalados con examen y escrutinio, les pareciere no andar mendigando de puerta en puerta, podrán valerse y socorrerse del otro género de remedio que se dará adelante para los vergonzantes, alistándose en su parroquia con los demás dellas.

     Algunos (41) han sido de parecer que se encerrasen los pobres para no salir a pedir por las puertas y casas, cuya opinión no apruebo, porque si se hiciese así, habría mil inconvenientes, y de mucha importancia; porque, como están acostumbrados a andar pidiendo, viven con grande inquietud y desasosiego, pareciéndoles que los tienen como en cárceles, y ocasionados a caer en grandes enfermedades por la falta del ejercicio y ventilación de los aires que gozan por acá fuera, y ser muy dificultosa cosa poderse juntar limosna por terceras personas, ni por las de algunos dellos, para los mantener y vestir (y ésta fue otra de las causas por qué no se continuó y pasó adelante la otra vez, siendo muy grande la ocupación y el embarazo de darles de comer allí dentro), sino que cada uno busque su comida -como está dicho-, pues esto es más fácil y agradable para ellos, y la más principal razón para que la caridad no se resfríe, sino antes se aumente, que veamos por nuestras puertas y calles pobres verdaderos, examinados y aprobados, estropeados y con faltas naturales y accidentales, o con mucha vejez o niñez, para socorrerlos en sus necesidades y dar gracias a Dios Nuestro Señor; y será la limosna más meritoria que diéremos, dándose de mejor gana y con certidumbre que se socorre con ella a los verdaderos pobres de Dios. Hecha esta reformación general una vez, se podrá cumplir con el parecer de los que han dicho (y no han podido salir con ello ni saldrán) que estén los pobres en los lugares donde son naturales, o se lleven a ellos, pues no pudiendo salir de las partes adonde se señalaren para vivir -si no fuere por las causas y con las razones dichas-, los que de aquí adelante hubiere de nuevo se quedan en sus mesmas tierras, que serán muchos menos que hasta aquí.

     Y pues a esta gente inútil y pobre se les hace esta buena obra (42), que confiesen y comulguen, oyan misa, y se les enseñe la dotrina cristiana cada noche antes de acostarse para que la sepan bien, y darles posada y cama, y lumbre en que se calienten de invierno y con que se alumbren las noches en todo tiempo, más fácilmente comerán y cenarán con lo que juntaren, y les sobrará muy buen dinero, para que, persuadidos algunas veces de religiosos, que podrán predicarlos y consolarlos en sus trabajos, algunas fiestas por las mañanas, antes que salgan a pedir, hagan muy buenas mandas en vida, y después de sus días, a estas casas donde tanto bien les hacen. Las cuales es justo hereden (43) los bienes de los susodichos con su voluntad, no teniendo herederos forzosos, para que desta manera se vayan labrando y reedificando, y comprando rentas suficientes para perpetuarse en ellas esta memoria tan solene, con algunas limosnas que personas caritativas irán dejando; enriqueciéndose también los hospitales donde se han de curar y murieren, pues han de partir la mitad de lo que les dejaren, como se dijo. Y a los que dicen que hacen los pobres fingidos tantas invenciones para ablandar nuestra dureza con ellas, se les responde que los verdaderos [de Dios es mejor lo hagan y] nos ablanden, pues bastan con sus trabajos a movernos, andando entre nosotros de puerta en puerta, como está dicho. Y aun éstos es justo mandarles sus administradores que pidan la limosna con más modestia y sosiego, pues se la darán de hoy más sin exclamaciones ni invenciones, viendo ser verdaderos, virtuosos y conocidos; pues déstos jamás nos faltarán, aunque sean menos en número. Y a los otros les estará mejor para el alma y para el cuerpo tener orden de vivir Y ocupaciones. Y estaremos todos consolados, sabiendo que ningún pobre verdadero está desamparado (44) y sin abrigo y cama, pues dice San Gregorio Papa que se admira cómo se puede nadie acostar en la suya con contento, sabiendo que están los pobres de Dios sin amparo ni camas, por los portales y calles miserablemente. Ni los oiremos de noche estar pidiendo con gran lástima para pagar la posada, como lo vemos cada hora, y aun amanecer helados y muertos por las plazas y calles, como los hallamos cada día en esta Corte y otros lugares destos reinos, que es gran compasión. Y con este orden se verá, siendo Dios servido, cuán pocos pobres déstos habrá adelante en estos reinos, y cuántos menos acuden a los hospitales, para que podamos socorrer a otras necesidades de nuestros prójimos, pues tan colmado y con tantas veras lo paga Nuestro Señor, diciendo por San Mateo: Beati misericordes, quoniam misericordiam consequentur. Date, et dabitur vobis. (Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Dad, y dárseos ha.) Y en particular a los pobres vergonzantes y encarcelados, que es tan justo socorrerlos, pues padecen necesidades muy grandes, y no lo piden como los otros por las puertas; y podráse mejor en los hospitales acudir a los que hubiere, pues serán menos de aquí adelante, y procurar que salgan bien convalecidos cuando los despidan dellos, haciendo adelante alguna sala de convalecientes en cada hospital, donde se haga esto con gran caridad y cuidado.

     Para que de los pobres del albergue público ya señalados, a que hemos de dar limosna y socorrer, quepan menos número a los lugares destos reinos, y podamos mejor amparar los vergonzantes alistados en sus parroquias -por el orden que se dirá en el discurso tercero que se sigue-, será a propósito, siendo V. M. servido, que, en todas las casas (45) de devoción destos reinos, se haga en cada una un albergue del número de pobres mendigantes que pareciere poderse sustentar allí, conforme fuere la frecuentación de la tal casa, a disposición y arbitrio de los prelados y justicias de aquellas partes.

     Doy fin diciendo que tiene tanta fuerza la mudanza de costumbres, guiada con buen orden de vivir, que fío de Nuestro Señor que esta gente que ha sido desordenada hasta ahora, teniendo cabeza, que en los albergues donde residieren los encamine como está dicho, y los instruya en la fe católica, y los enseñe la dotrina cristiana, oyendo misa los días de obligación, confesando sus pecados a su tiempo, y recibiendo el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y reconociendo obediencia y sujeción a superior, a quien teman y respeten, ha de hacer su divina misericordia gran mudanza en ellos, y se ha de echar de ver en las repúblicas una notable trasformación en estos pobres, ya ricos de bienes espirituales, y los que hasta aquí han sido a nuestros ojos un retrato de la suma miseria -y para sí tan crueles, que gustaban de andar desnudos, y sin curar sus llagas, de que resultaba mucho daño por su desordenada codicia-, apurados como verdaderos pobres, y entresacados de la mala compañía de los fingidos y vagabundos, cuyo trato y perniciosa conversación los ha tenido escurecidos, y con las santas amonestaciones de sus administradores y las ordinarias pláticas que oirán en sus casas; que para esto se han de procurar personas de buena vida, costumbres y letras, demás de algunos predicadores que ayudarán a esta dotrina. Espero en Dios que ha de resultar un gran efecto, porque estos verdaderos pobres, así por ser su número menor -pues por esta razón (46) han de juntar limosna en mayor abundancia-, como por su reformación de costumbres, con lo que a ellos les sobrase de las limosnas, las han de venir a hacer muy largamente a los envergonzantes y encarcelados, que no podrán salir a pedirlas, y particularmente de cosas de comer, de que se han de hallar muy sobrados. Porque de la reformación de costumbres, y quietud de sus conciencias, ha de crecer y conservarse en ellos la caridad con sus prójimos, y han de ser abundantes dispensadores con los demás de lo que Dios les diere, imitando en algo a los religiosos, que son pobres de espíritu y voluntarios, pues dejaron sus haciendas por Dios, dando de limosna lo que les sobra de lo que reciben y se les socorre; que como personas que no tienen costa de camas ni posadas, y los más vestidos han de tener de limosna, se verán con las manos llenas para hacer bien a los vergonzantes y presos, demás de las limosnas que han de tener de sus parroquias y hermandades. Y no sólo confío en Dios que éstos han de ser solos los que han de usar de caridad; pero los que fueren reformados y retirados deste oficio de mendigar, y se hallaren ocupados en oficios, y con alguna sustancia de bienes temporales ganados por su industria y sudor, han de venir a ser muy caritativos, y ayudar y socorrer con buena parte a los pobres que hay, y en particular vergonzantes y presos, como personas que saben bien qué es pobreza; que éstos, por la experiencia que tuvieron en los trabajos, tendrán amor a los que los padecen, y obrará Nuestro Señor grandes maravillas, como lo acostumbra en sus obras, pues es ésta una dellas.



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Del amparo de los pobres vergonzantes, de las cárceles, cautivos, y huérfanos

     Habiéndose ya dado traza cómo se acomoden y alberguen los pobres mendigantes de las puertas, será bien -para que la caridad cristiana vaya siempre creciendo, y no se disminuya la limosna que se daba a los que tan injustamente la llevaban-, socorrer y remediar otro género de pobres que hay en la república, que por ser honrados y haberse visto en algún descanso y bien, no quieren descubrir sus necesidades mendigando de puerta en puerta, que son en mucho número y de gran necesidad, muy dignos de ser socorridos, y adonde es bien hacer mucha fuerza en buscarles el remedio conveniente. Para lo cual me parece a propósito mandar (47) V. M., siendo servido, que en todo el reino, por parroquias de los lugares, se fundase una Hermandad de la Misericordia para pobres vergonzantes, eligiendo cada año en ella un mayordomo, que se llame padre de los pobres, o administrador de la parroquia, con otros piadosos diputados y consiliarios, como dicen se hace en la ciudad de Vitoria, Lisboa y Valencia, y se ha comenzado a hacer con mucha caridad y cuidado en Madrid, en la parroquia de San Martín, cuyos fundadores fueron el doctor Francisco Aguilar de Terrones, predicador de V. M., persona de tantas partes y letras como se sabe, y el padre F. Sebastián de Villoslada, de la Orden de San Benito, abad de aquella casa, persona muy religiosa y de mucha caridad y virtud, y el muestro Juan Díaz, cuya vida ejemplar todos conocen, y otros principales y piadosos parroquianos, socorriendo a los della con grandísimo cuidado, y con una enfermería para curar los más desamparados de la mesma parroquia, a cuya imitación se va introduciendo ya en las demás desta Corte, pues van comenzando en San Ginés y San Sebastián con mucho fervor y cuidado. Y que pidan limosna bastante por las casas, una o dos veces en la semana, para remediar y curar los dichos pobres, hombres, mujeres, doncellas huérfanas y viudas, teniéndolas por memoria y lista, repartiéndose por sus cuarteles, escusándolos por ventura de muchas ofensas de Dios; dándoles una ración bastante para pasar su vida cada día; procurando se confiesen y comulguen y vivan como buenos cristianos, sabiendo la dotrina necesaria para ello; eligiendo en cada vecindad de las parroquias, a imitación de la ciudad de Vitoria, algunos hombres honrados que se llamen mayorales, a elección del padre o administrador de pobres vergonzantes, y consiliarios de aquel año; los cuales tengan cuidado de saber lo que pasa en ella, y avisarles si son verdaderos pobres vergonzantes los que están alistados, y si viven virtuosa y cristianamente, para que se les dé la limosna dicha, como es razón, dándoles también médico (48) y botica; repartiéndose entre nosotros, por nuestras parroquias, el curarlos por Dios, pues, fuera de la obligación natural y la que tenemos de cristianos, juramos en nuestros grados hacerlo con mucha caridad, y Hipócrates, autor nuestro y el de más autoridad, con ser gentil, parece casi nos lo persuade, entre otras cosas, al principio de sus obras, en el jusjurandum que hizo. Y lo mismo harán los boticarios, dándoles las medicinas a estos pobres por lo que les tuvieren de costa. Y los cirujanos y barberos, creo harán lo propio. Y así no les faltará nada de lo necesario para curarse con mucho cuidado, siendo todo en servicio de Dios y bien común, pues sabemos que el día del juicio final, por último descargo de nuestra vida y obras, nos ha de representar y poner delante Dios, Nuestro Señor, la caridad que tuvimos con nuestros prójimos, juzgando la su Divina Majestad por la mayor de las virtudes, pues nos promete por David, en el Salmo 40, premio eterno, diciendo: Beatus qui intelligit super egenum et pauperem, in die mala liberabit eum, etc.; y a la tibieza y crueldad, vituperándola por muy gran vicio, pues el Espíritu Santo nos encomienda tanto en el Eclesiástico el socorrer a los necesitados, que nos dice: Pauperi porrige manum tuam, ut perficiatur propitiatio et benedictio tua (estiende tu mano al pobre, y todo se te hará bien delante de Dios).



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Lo que se hace en la parroquia de San Martín de la villa de Madrid, para socorro de pobres vergonzantes della

     El orden que se guarda en la Hermandad de la Misericordia que se ha instituido en la parroquia de San Martín desta villa de Madrid, para servir a Nuestro Señor en amparar, sustentar y curar los pobres vergonzantes della, me pareció escribir en este discurso, porque cada parroquia de las destos reinos tome dello lo que le pareciere a propósito para su gobierno en ministerio tan importante, conforme a su sustancia y grandeza.

     Hanse escogido doce sacerdotes muy caritativos y principales, a honor de los doce apóstoles, y demás déstos, otras setenta y dos personas seglares, asimismo principales y de mucha confianza, por devoción de los setenta y dos discípulos del Señor, que todos son el cuerpo de la hermandad ochenta y cuatro; cada uno de los cuales no se recibe sin primero proponerle en la junta que hace la hermandad, y con parecer de la mayor parte della.

     De los doce clérigos se nombra cada año uno para administrador, que como cabeza tenga cuidado y asista a todo lo que es menester para el buen gobierno de la hermandad, y otro, que sea difinidor, y de los seglares otro, para que todos tres, juntos con los diputados de loscuarteles, difinan lo que f uere menester.

     Nómbrase (49) de los seglares uno que haga oficio de secretario en las juntas, y de contador, para que tenga cuenta y razón de todas las limosnas que dieren, y de lo que se gastare dellas; y nómbrase otro hermano que sirva de tesorero, en cuyo poder entren todas las limosnas que se dieren para esta obra.

     De todos los ochenta y cuatro hermanos, se nombran para cada cuartel -de los cinco en que está dividida la parroquia-, por su turno, dos que sirvan cuatro semanas: las dos primeras para que, en las dos que vienen, enseñen al compañero que viniere los enfermos que hubiere en él, los cuales han de visitar dos veces cada semana. Y cuando tienen noticia de algún pobre, van a su casa y le visitan y consuelan; y constándoles ser pobre, le dan cédula para que el doctor o cirujano, que tienen asalariados, con dos barberos, le visite y avise de su enfermedad (50), poniendo en ella del cuartel que es, y cómo se llama (si no es vergonzante más honrado, que cuando lo es, se le pone nombre diferente, diciendo: «Es secreto»), y en la calle que posa, al pie del cual informa el doctor de la calidad de su mal; y teniéndola, le mandan dar su ración, que es un panecillo de tres de un pan, y media libra de carnero, y ocho maravedís para huevos, y lo que hubiere menester de botica. La cual firma el administrador, y luego se pone en la tabla de raciones, que se hace cada domingo, por donde se pagan las que hay cada día en la enfermería, habiendo traído primero cédula de confesión. Y como va creciendo la necesidad, le van socorriendo de aves y bizcochos y conservas que ha menester, y de que se le den los demás sacramentos; y si muriere, de hacerle enterrar con el paño y cera que para esto tienen.

     Los diputados (51) de los cuarteles piden limosna cada domingo para esta obra en todas las casas del suyo, excepto a las personas que la tienen señalada para darla cada semana o mes; la cual cobra el limosnero que para esto se tiene, que es un hombre llano, de confianza y verdad, al cual se le da cierta parte de lo que cobra por su trabajo, y por asistir de portero en las juntas, y llamar a ellas. Y la que recogen los diputados, la llevan a la tarde a la junta ordinaria que hay para esto, donde se trata de todo lo conveniente a ello; y de allí se entrega al tesorero; y en cada postrer domingo de mes hay otra junta para lo que se ofrece.

     Para las personas que no tienen comodidad de curarse en sus casas se ha hecho una enfermería donde hay doce camas en que se curan, con mucho regalo y limpieza, de enfermedades no contagiosas; y para los que las tienen, hay puestas camas en el de Antón Martín, donde se curan, y se le da un real al hospital cada día,de limosna, para ayuda a curar cada enfermo.

     Para servicio de la enfermería se nombran (52) cada semana dos semaneros, que dan de comer y cenar a los enfermos, y asisten a todo lo demás que es menester en esto.

     Para visitar los pobres de Antón Martín se nombran otros dos diputados cada mes, para que tengan cuidado de hacer que sean curados y regalados.

     Para servicio de la enfermería se tiene un mayordomo casado, que acude a comprar lo necesario para ella, y su mujer, para hacer los beneficios que son menester para los enfermos, y un criado y una criada que les ayuden, a los cuales se les da su salario y ración.

     Hácese una fiesta con gran solenidad cada año el día de la Concepción de Nuestra Señora, que es el de la fundación desta obra; en la cual reciben el Santísimo Sacramento todos los hermanos, repartiendo por ellos lo que en esto se gasta.

     Junto con hacerse esta caridad, que es tan grande, que se dieron, el primer año que se hizo en esta parroquia, diez y ocho mil raciones, y se curaron seiscientas y setenta personas, y se gastaron en esto y en socorrer otras muchas necesidades de personas vergonzantes más de un cuento de maravedís, sin haber comenzado con un real, ni tenerle de renta, se han remediado muchos pecados secretos y públicos, en que se ha servido y sirve a Nuestro Señor.

     Otras muchas cosas se hacen con estos santos ejercicios, que, cuando se comience la obra en otras partes, ella mesma lo irá descubriendo.

     El principio (53) desta obra comenzó por dos personas caritativas; y en ellos llamaron hasta diez, y déstos ha venido a crecer y haber al presente más de setenta hermanos, que se ejercitan en lo dicho; y si se hubieran querido recebir a todos los que lo han deseado ser, estuviera más que cumplido el número, pero como han de ser gente principal, noble y caritativa, por votos, hay mucha dificultad en recebirlos.

     Hase ya comenzado a hacer en las parroquias de San Ginés y Santa Cruz desta Corte con mucho fervor. Y en ésta de San Martín, por ser tan grande, que tiene casi cuatro mil parroquianos, ha sido menester tanto aparato, y división de cuarteles y orden, que en otras pequeñas desta Corte, y otros lugares, se podrá hacer con menos requisitos que en ésta, conforme a la grandeza y sustancia de cada una.

     Por ser esta hermandad (54) de tan poco tiempo fundada, y siendo tanto el número al presente de los mendigantes fingidos y verdaderos, que muchos dellos viven en la parroquia, no se ha dado hasta ahora ración a los vergonzantes sanos para ayudar a pasar su vida; lo cual se hará adelante, siendo Dios servido, cuando se ejecute el asistir los pobres públicos en sus albergues, como se quiere hacer ya. Pues reduciéndose los vagabundos a oficios, y siendo conocidos los verdaderos pobres -que serán muchos menos que hasta aquí-, más fácilmente tendremos caudal para acudir a los vergonzantes enfermos y sanos; fuera de que, con el tiempo, será posible que los prelados y señores, y personas particulares piadosas, dejen memorias y rentas para este efecto en sus obispados y tierras, para que esta bendita obra se perpetúe con el favor de Dios, Nuestro Señor.



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Socorro y remedio de los pobres encarcelados

     Otros pobres hay en la república de mayor y más urgente necesidad que cuantos he referido hasta aquí, a los cuales tenemos muy precisa obligación de socorrer y ayudar, que son los de las cárceles; pues, fuera de la necesidad corporal que tienen como los otros, débenos mover a particular compasión verlos faltos de libertad, y más necesitados que todos, por tener pleitos a que acudir. Que, aunque tienen letrados y procuradores señalados para esto por las justicias y repúblicas, que de gracia los defienden -por salarios que para ello hay señalados-, trabajosísimamente lo pasan con todo esto, por no tener algo con que acudir al solicitador, y otros requisitos que hay en los pleitos; demás del desamparo que suelen tener los presos (55) pobres de parientes y amigos, y no poder salir a buscarlo, por estar imposibilitados de salir, y no ser visitados dellos, porque no les pidan ni importunen, ni pongan en ocasión de fiarlos. De donde se echa bien de ver que es ésta la gente más desamparada y sin consuelo que tiene el mundo, debiendo ser la más socorrida y consolada, porque pienso que es una de las mayores y más altas obras de misericordia de cuantas Dios, Nuestro Señor, nos encargó, pues en ella se socorre a prójimo, y a prójimo desconsolado, pobre, encarcelado y solo, sin favor humano las más veces; pues Cristo, Nuestro Redentor, por San Mateo nos ha de tomar cuenta el día del juicio final desto, entre las obras de caridad, dando premio eterno al que hubiere acudido a ella, y pena sin fin al que no hubiere tenido misericordia y caridad con ellos, como se dijo; pues el preso, demás de la razón que tiene de vivir angustiado siendo pobre, siempre está afligido en el corazón por las deudas que debe, o por el delito que cometió como hombre flaco y miserable, esperando cada hora la afrenta y castigo público.

     Y aunque don Bernardino de Sandoval, en su libro intitulado Cuidado de pobres, y el doctor Tomás Cerdán, en su Visita de cárcel, y otros juristas que han escrito desta materia, trataron con piadoso cuidado el remedio y orden desto, lo que más importa es que de V. M. venga el amparo desta gente, como de Rey tan cristiano y misericordioso, que está en lugar de Dios en sus reinos, y remedio para el gobierno dellos en lo temporal.



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Traza para el remedio de los pobres encarcelados

     Siendo V. M. servido, me parece será a propósito mandar que los corregidores y los Ayuntamientos destos reinos reforzasen las hermandades (56) que hay para esto, establecidas en algunos lugares dellos; y adonde no las hubiese, se fundasen de nuevo, llamándose de la piedad de los pobres de la cárcel, procurando que en ellas fuesen cofrades los veinticuatros, o regidores, y personas principales, con otros ciudadanos, acudiendo con las limosnas que juntaren a darles de comer por sus semanas dos dellos, haciéndoles curar sus enfermedades; y procurar hallarse en los entierros todos, como me dicen se hace todo con gran cuidado en la ciudad de Salamanca.

     Para que esto se conserve y se haga con puntualidad, mandar V. M. que los alcaldes desta Corte, y de las Chancillerías, y las justicias de los demás lugares destos reinos, honren mucho a los abogados de pobres, que es bien sean personas de mucha autoridad y caudal, porque defiendan las causas dellos con más veras, valor y brío; y a los diputados destas hermandades que se han de llamar defensores de pobres, dándoles muy buena audiencia y asientos en las visitas de cárcel, en que se han de hallar para que desta suerte todos deseen que les quepa su mes de acudir al amparo y defensa dellos para darles audiencia. Y asimismo que tengan gran cuidado de castigar (57) a los alcaides de las cárceles, y otras personas y ministros, que trataren mal a estos pobres; y que se mire mucho no perezca su justicia por falta de favor humano, pues ha de ser tan pedida cuenta de todo por Nuestro Señor; para que con esto esta gente miserable se esfuerce, viéndose ayudados y favorecidos con favor y con limosnas, y vivan con esperanza de ser despachados con más brevedad. Y de aquí resultan muchas buenas obras, componiéndoles las deudas con sus acreedores por las Pascuas, pues suelen dar espera y reducirse a la mitad, y aun a menos, haciendo gracia de lo demás, como se hace en esta Corte, con mucha caridad.

     Y en los delitos y pleitos criminales componer (58) a las partes, y encaminarlos a que perdonen las injurias; negocio en que se interesa la paz en el espíritu para la quietud de la conciencia, y aun la templanza en las penas corporales, cuando no hay parte que acuse. Y en los delitos atroces, que requieren castigo para desagraviar la república, procurar que sean despachados con brevedad, con el menos daño y afrenta que fuere posible, inclinándose siempre los jueces a misericordia y moderación, más que a rigor. Y a los que necesariamente han de ser castigados, está mejor que cumplan desde luego su penitencia en las galeras o destierros, porque el trabajo se les acabe más presto, pues en las cárceles no son de más provecho que para consumir las limosnas de los otros que suceden, y deprender dellos malas y depravadas costumbres, y nuevas liciones para ser más famosos ladrones; y enfermando ellos con la largueza del tiempo y corrupción de aires que allí hay, de los cuales gozan mejor en la mar cuando estuvieren en galeras; y si algunos han de ser condenados a pagar sus delitos con la vida, les ayudarán a que descarguen sus conciencias y mueran como cristianos, dándoles confesores doctos y de buena vida, y ayudándoles con socorros espirituales, para que lleven con paciencia la muerte y vayan a gozar de Dios.

     Y no es de menos consideración procurar se repare (59) el daño de las prisiones de los clérigos, encargándose a los obispos y prelados que haya el mismo cuidado en las cárceles de corona, por ser muy grande el trabajo, aflicción y necesidad que padecen los sacerdotes en ellas, debiendo ser por razón de su estado socorridos y remediados con particular cuidado y caridad.

     Y en las cofradías o hermandades que tengo dichas, sería a propósito que se ponga por capítulo expreso que dos diputados cada mes asistan (60) a las visitas, y tomen lista de los pobres presos que hay, no sólo de los que lo fueren ciertos, que coman ración de pobres, sino de los necesitados que entraren en las cárceles; y que este diputado dé minuta, acabada la visita, a los cofrades, encargando a un cofrade el cuidado y solicitud de los presos, y no más, porque lo hagan bien; y estos cofrades (61) hayan de encargarse y solicitar estos negocios con caridad y cuidado, procurando que el procurador y letrado hagan sus oficios, y el escribano y juez los suyos, y en todo siguiendo y solicitando la causa como si fuese propia; y después de acabada, que no consientan que por costas se tenga a nadie preso, que es contra ley. Y el día que se viere el proceso de sus encomendados, o se visitaren, se hallen presentes, fuera de que los dos diputados lo estén siempre; y a un cofrade no se le encarguen muchas cosas juntas, porque las pueda hacer bien hechas.



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De algunas condiciones y órdenes que parece será bien se guarden en las cárceles para el buen gobierno desto

     Que se Mande a los escribanos que, cuando hicieren testamentos, traigan a los testadores a la memoria la limosna de los presos de la cárcel.

     Que cualquier auto que se ofrezca hacer, o recusación, o apelación, o otro que sea en defensa de preso pobre, o presentarse en agravio en mayor tribunal, lo puedan hacer los dichos cofrades (62) sin poder especial de la parte, y valga y sean admitidos; porque muchas veces son atropellados los pobres presos y, por no estar a mano su procurador o por no dar el poder finado el escribano, dejan de ser socorridos y remediados con tiempo.

     Que en las condenaciones para obras pías que las justicias condenan, haya de ser siempre la mitad para los pobres de la cárcel.

     Que demás desto, en cada lugar, en la cabeza de jurisdición, de dos en dos meses hayan de nombrar, entre los regidores della, dos que asistan en la cárcel a las visitas para intercesores, y que visiten las camas y calabozos, y sepan cómo se tratan los pobres.

     Que no se consienta que en las tabernas ni tiendas que hay en las cárceles se venda ningún mantenimiento a mayor precio que en el que se vendiere en la tal ciudad o villa, de aquella manera, porque todo lo padecen los pobres.

     Que de gastos de justicia se hagan tarimas, jergones y frazadas para dormir; y que haya siempre de noche lámpara encendida en cada calabozo, porque, fuera de que servirá para la guarda de los presos, se escusarán torpezas y vicios.

     Que adonde ni hay renta para dar de comer a los pobres de la cárcel, ni para pagar salarios de abogado, procurador, y médico de pobres, que en tal caso se apliquen (63), siendo V. M. servido, para esto la tercia parte de penas de ordenanzas que lleva para sus propios la tal ciudad o villa, pues para esta obra e no ha de faltar ni es justo; y si esta parte fuer mucho, que sea la que baste y no más. Y el pan, y carne, y pescado y frutas, que por pesos faltos y mala medida y otras formas en que exceden los regatones, se hubieren de condenar, se aplique a los pobres de la cárcel.

     Que el corregidor tenga obligación, sin lo cometer a su teniente, de saber una vez cada semana, visitando uno a uno todos los presos pobres, si se quejan del alcaide o de algún ministro de justicia, y si se les da lo necesario, y los ampare y vuelva por ellos; que bien se compadece el castigarles sus delitos, junto con no consentir que con ellos le cometan sus oficiales.

     Que no se pueda criar procurador de preso pobre, ni defensor de su causa, a persona ninguna sino procurador del número, o cofrade de la tal cofradía, porque, por criar sus criados las justicias, se han visto algunas ejecuciones de justicia no muy justificadas.



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Del remedio de las huérfanas pobres

     Por ser tan necesario el socorro con que debemos acudir a las huérfanas, me pareció hacer memoria dellas en este capítulo, por ver que es obra piadosísima y encomendada por Dios, Nuestro Señor, en muchos lugares de la Escritura Sagrada; y así, enseñando el Espíritu Santo a los hombres a hacer bien, les dice por Esaías: «Ayudaréis al afligido, haréis justicia al huérfano, y defenderéis la viuda»; y por David: «Ayudarás y favorecerás al huérfano.» Y en particular el remedio de las mujeres, con el cual se escusan grandes peligros y deservicios de Nuestro Señor, dándoles maridos que las honren y amparen y sustenten, por estar el mundo lleno de pecados de sensualidad, y correr gran riesgo estas personas que no reconocen ni tienen temor de padres, porque no los tienen, y así el peligro es grandísimo de perder las almas; e inficionan los cuerpos con mil males contagiosos que resultan desto, con que tanto daño reciben las repúblicas, andando vagando por el reino.

     Pues considerando este mal, podría V. M. mandar, siendo servido, se advierta con gran cuidado por las justicias (64) eclesiásticas y seglares, si se cumplen los patronazgos y testamentos; que hay muchos en estos reinos con cláusulas que tratan del remedio desta gente desamparada, y se ocultan y dejan de cumplir muchas y grandes obras de misericordia por omisión de las justicias, que no toman cuentas a los patrones; y en especial los jueces de testamentos, cuyo oficio sólo es tener este cuidado con puntualidad, porque se cumplan las últimas voluntades de los testadores, de sus mandas y obras pías y sufragios de las almas. Y proveyendo V. M. en esto, podremos decir que Dios, Nuestro Señor, por medio de su católica y real mano, da libertad a los presos, vista a los ciegos, amparo a los peregrinos; toma a su cargo los huérfanos y a las viudas desamparadas, como lo especifica el real Profeta.



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Remedio para la redención de cautivos

     También es causa de Dios la redención de cautivos que están en poder de infieles y enemigos de Nuestro Señor, y por muchas razones urgentes se les debe acudir con limosnas para sus rescates, sacándolos del duro yugo de servidumbre. Pues demás del trabajo que padecen con la esclavitud, sirviendo por fuerza a gente bárbara y cruel, sin Dios, sin fe y sin justicia, es de gran consideración el peligro (65) que corren de perder las almas, así por la ordinaria comunicación desta gente perversa y enemiga de nuestra santa fe católica, como por la continua persuasión que les hacen para que se aparten de la divina ley evangélica de Cristo, Nuestro Señor, poniéndoles a peligro de apostatar, o con promesas y regalos, o con crueles y excesivos castigos con que atormentan a los cristianos; así los que viven en poder de moros, como los que se veen perseguidos y amenazados debajo de la potestad de los herejes.

     Para remedio de lo cual, si V. M. es servido, puede mandar a las justicias eclesiásticas y seglares que miren con mucha atención (como se ha referido) que las mandas de los dichos testamentos, y memorias que dejan para este efeto personas piadosas, se cumplan con puntualidad, exhortando en particular a los jueces de testamentos.

     Con esto, los padres de la Orden de la Merced, cuyo instituto es redención de cautivos, y los de la Santísima Trinidad, que se llaman redentores, se animarán a hacer esto con tan gran cuidado y celo como hasta aquí, y con mucho gusto, sabiendo el que V. M. tiene de que se haga con mucha puntualidad. En lo cual no hallo qué advertir de nuevo, sino que los primeros que conviene sacar (66) deste miserable estado son los más flacos y de menos corazón, como son niños, niñas y mujeres; que déstos se puede temer el peligro de renegar, por ser gente de menos vigor y que podrán sufrir dificultosamente los trabajos; y últimamente los hombres presos cautivos. Que a todos es gran caridad y justo socorrer, porque salgan de poder de los enemigos de la santa Iglesia católica y vengan a servir a Dios, y a darle gracias (67), a sus tierras, con verse libres de tantos peligros del alma y cuerpo. Y haciéndoseles con caridad estos beneficios, lloverán del cielo en abundancia, sobre la real persona de V. M. y sus reinos, todas las bendiciones que echa el santo David sobre quien tiene este cuidado y socorre a estas presentes necesidades.

     Y pues con esto están ya acomodados los pobres públicos, y reducidos los ociosos a trabajar, y todos encaminados en servicio de Nuestro Señor con las conciencias más quietas y bien ordenadas que hasta aquí han tenido, y asimismo los vergonzantes socorridos, y consolados los de las cárceles, y ayudados los cautivos y huérfanos, irá la caridad resucitando y volviendo en sí, y se descubrirán las ascuas del fuego de su amor, quitándoles las frías cenizas de nuestra tibieza que, por la desordenada vida desta gente, estaba en nosotros amortiguada: que con esto, y con esforzarnos todos a servir a Dios, Nuestro Señor, como es razón que se haga, amando y ayudando al prójimo (68) como a nosotros mesmos, pues sabemos que en esto consiste el fundamento de nuestra salvación. Siendo cierto, que preguntándole sus discípulos al bienaventurado San Juan Evangelista, cuando se despidió dellos para dejar este mundo, qué harían para salvarse, les respondió solas estas palabras: «Filioli, diligite alterutrum» (Hijos, amaos unos a otros); refiriéndoles algunas veces estas palabras sin decirles otras. Dándonos a entender que, haciendo esto, vivirá en nuestro corazón la caridad perfeta, que es la que el apóstol San Pablo nos enseña en aquella epístola que escribe a los de Corinto, llena de divina elocuencia, que dice así:

     Si linguis hominum loquar et angelorum, charitatem autem non habeam, factus sum sicut aes sonans, aut cymbalum tinniens; et si habuero prophetiam, et noverim mysteria omnia, et omnem scientiam; et si habuero omnem fidem, ita ut montes transferam, charitatem autem non habuero, nihil sum. Et si distribuero in cibos pauperum omnes facultates meas, et si tradidero corpus meum ita ut ardeam, charitatem autem non habuero, nihil mihi prodest. Charitas patiens est, benigna est. Charitas non aemulatur, non agit perperam, non inflatur, non est ambitiosa, non quaerit quae sua sunt, non irritatur, non cogitat malum, non gaudet super iniquitate; congaudet autem veritati. Omnia suffert, omnia credit, omnia sperat, omnia sustinet. Charitas nunquam excidit, sive prophetiae evacuabuntur, sive linguae cessabunt, sive scientia destruetur: ex parte enim cognoscimus, et ex parte prophetamus. Cum autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est. Cum essem, parvulus, loquebar ut parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulos; quando autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli. Videmus nunc per speculum in aenigmate, tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco ex parte, tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum. Nunc autem manet spes, fides et charitas, tria haec, major autem horum est charitas. Y su sentencia en lengua castellana es ésta: «Si yo (hermanos) hablase con todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, como me falte caridad, seré como los instrumentos de metal o la campana, que heridos dan tan solamente el sonido para otros; y más, que cuando tuviese espíritu de profecía, y juntamente con esto el conocimiento de los divinos misterios, y toda la ciencia humana, y aunque mi fe sea tan grande que pueda pasar los montes de una parte a otra, si faltare en mí la caridad, nada soy. Y si todos mis bienes distribuyere en sustento de pobres, y entregare mi cuerpo a las llamas del fuego por la fe, y faltare en mí la caridad, nada me aprovecha. Porque las virtudes desta caridad son grandes: es sufridora y bienhechora. La caridad carece de envidia, no lisonjea, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca su interés, no se provoca contra nadie, no es mal intencionada, no se alegra del agravio, antes se alegra en compañía de la verdad, todas las cosas sobrelleva, todo con su sencillez lo cree, está dispuesta para esperarlo todo. Todo lo sufre la caridad, nunca desmaya, aunque las profecías saliesen inciertas, y aunque cesen las lenguas que nos persuaden a ella, y aunque las ciencias se pierdan y destruyan; porque lo que nos encamina a esta virtud, en parte lo vemos con los ojos, y en parte con espíritu lo profetizamos. Pero cuando llegare el punto en que gocemos de la suma perfección, que se hallará en la bienaventuranza, entonces la una destas dos partes no la habremos menester, y así ésta quedará sin fuerza. Cuando era niño, hablaba como niño, entendía como niño, imaginaba como niño; pero ahora que soy varón, despojéme de las niñerías. Ahora miramos como por espejo, o por figura, y entonces será rostro a rostro. Ahora conozco parte del todo que entonces veré y conoceré con tanta verdad como yo seré visto y conocido. Ahora entre nosotros residen estas tres virtudes: Fe, Esperanza y Caridad, pero dellas la mayor es la Caridad.»

     Esta virtud divina y admirable entrará en el cielo con nosotros, cuando por nuestras obras mereciéremos gozar de aquella gloria inefable; y aunque la Fe y la Esperanza nos ayuden a subir a aquella celestial Jerusalem, quedaránse a las puertas desta ciudad de Dios, y la Caridad será la que entrará con nosotros, y unida con Dios vivirá para siempre, por todos los siglos de la eternidad.



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De Bartolomé López de Enciso, al doctor Pérez de Herrera

Soneto
                         Dejónos Dios a Dios acá en el suelo
entre el humilde pafio del mendigo:
que el pobre quiere ver quién le es amigo,
pues rico le ha de dar en premio el cielo.
   Y estima en tanto el piadoso celo,
que en la necesidad le ofrece abrigo,
que el mismo Dios, que el pobre trae consigo,
se da en cambio del bien más pequeñuelo.
   El premio de Abraham y su sobrino
desde hoy es justo que en el inundo cobres,
heroico Herrera, por tan altas obras.
   De inmortales renombres eres dino,
pues alberga tu ingenio tantos pobres,
que al cielo imitas, y a lo humano sobras.


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Discurso tercero

De la forma y traza de pedir limosna otros géneros de pobres, y de cómo se han de acomodar y ocupar los reformados fingidos, y del amparo, distribución y ocupación de los niños y niñas pobres, y huérfanos desamparados

     Y porque cumplidamente todo género de pobres sea socorrido, parece ser justo dar traza para que ningún necesitado deje de tenerle; y así, si alguien quisiere pedir limosna para alguna necesidad -porque no se cierre la puerta a la caridad, sino que se haga con justificación-, dando noticia al administrador o retor de los albergues, con su reconocimiento y examen, y licencia del ordinario, lo pueda hacer, y no de otra manera. Que la intención destos discursos es que todos los que pidieren limosna por las puertas, tengan quien los examine y a quien reconozcan por superiores y cabeza, y vean si es cosa justa y digna de socorro. Y lo mismo hagan los que hubieren de pedir (69) para algunas ermitas (70) y casas de devoción; que es bien se examinen con mucho cuidado adonde no hubiere religiosos, que en tal caso bastará tenerlas de sus superiores, pues se entiende mirarán a quién dan las demandas, Y cómo se da buena cuenta de lo que se pidiere y juntare, pues importa tanto se mire con mucho cuidado.

     Para que en estos reinos conozcamos y distingamos cierta y verdaderamente quién es verdadero pobre, y que sepamos que pide con necesidad, si V. M. es servido, parece a propósito mandar que, si algún estranjero quisiere entrar en ellos en romería a la casa de Señor Santiago o Nuestra Señora de Guadalupe, Monserrate o otras casas que hay de devoción, haya de entrar en hábito de peregrino, habiendo de pedir limosna (71), y no de otra manera; o pues, como está dicho, no pueden pedir, si no es señalados y públicos de aquí adelante. Y que se registren en el primer puerto destos reinos por donde entraren por mar y tierra, adonde tomen testimonio del administrador y diputados del albergue de aquel lugar (72), o el más cercano de más consideración, con autoridad de la justicia y del ordinario, señalándoles en él el tiempo que hubieren menester; algo más para acabar su romería por su camino derecho, que si se apartare dél, no sea distancia de cuatro o seis leguas por alguna causa urgente, o porque no vayan todos por unas mesmas posadas, ordenando a las justicias que manden a los mesoneros avisen a los tales peregrinos desta premática, porque no sean castigados por no saber la costumbre desto. Y si acaso enfermare en el camino, tome testimonio del tiempo que gastó en la enfermedad y en curarse, y que este testimonio que trajere diga las señales de la persona (edad, nación, y día y mes y año que se registró), para que sepa V. M. el que entra en sus reinos, sin tener negocio particular en ellos, quién es, de adónde viene y adónde va; pues se tiene por cierto que con este hábito de peregrino y achaque de romeria entran en ellos las más de las espías. Y se sepa que pide limosna por devoción, y no por andar ocioso y vagabundo; y se entienda, en las partes donde llegare, el tiempo que ha que pide en aquel hábito, y cuándo se le acaba la licencia (73), para que, aunque se quede en estos reinos, no sea para andar mendigando ni pedir limosna, si no fuere acudiendo a uno de los dichos remedios, si alguna inutilidad y pobreza le obligare a ello; y lo mismo hagan las personas naturales destos reinos que fueren en romería pidiendo limosna, registrándose por la misma orden en la parte donde salieren y comenzaren su romería hasta volver a sus casas, debajo de las penas que V. M. fuere servido poner al que lo contrario hiciere.

     Es costumbre tan antigua en el mundo dar orden cómo pidan peregrinos con señal y cédulas de recomendación de señas de las personas -con que se distingan de los fingidos los verdaderos, para ampararlos, y castigar los vagabundos-, que un autor muy docto, que se llama fray Gabriel de Toro, de la Orden del bienaventurado San Francisco, que escribió un libro intitulado Tesoro de misericordia divina y humana, que es muy estimado, y con mucha razón -porque reprehende, al fin del capítulo 38, entre otras cosas, mucho a los que persiguen mendigantes verdaderos, y los encierran-, y en confirmación de lo que en estos discursos digo en este particular, dice estas palabras (74): Y de lo sobredicho se debió tomar en la primitiva Iglesia lo que Casiodoro escribe, que los peregrinos llevaban testimonio de unos obispados para otros, de dónde venían y adónde iban, rogándoles que por aquella cédula sellada les hiciesen caridad, como a conocidos y amigos. Por lo cual procuró Juliano Apóstata introducir entre los paganos que sus pobres llevasen insignias de hospitalidad como los cristianos, porque fuesen con más piedad hospedados, y no vagasen sin justa causa. Y así lo habían primero ordenado los Apóstoles en sus decretos; lo cual durara hasta estos tiempos, si se hiciese sin encerrarlos, y otras imposiciones, para ser apiadados los verdaderos pobres peregrinos, y castigados los vagabundos y perdidos. De donde se colige que este autor es de la propia opinión de lo que en estos discursos se escribe y trata.

     Porque en las Universidades (75) destos reinos, principalmente en la de Salamanca, Alcalá y Valladolid, estudian muchos con gran pobreza, a los cuales les es forzoso pedir limosna para poderse sustentar y proseguir sus estudios, sea V. M. servido lo puedan hacer en las dichas Universidades, y no en otras partes; pues con este achaque, y en hábito de estudiantes, sin serlo, vernos andar en esta Corte y otras partes muchos mendigantes decorando algunas palabras de mal latín, para pedir a los que veen que lo saben, y si les preguntan más, se descubre el engaño. Y que, para hacerlo allí, tengan licencia (76) de su maestrescuela, abad o rector, que sobre ellos tenga jurisdición, principalmente para recebir limosna en algunos colegios, y otras partes, que les dan de comer; y si salieren por las aldeas cercanas a las dichas Universidades a ser cetres -que es ayudar a los sacristanes-, como lo suelen hacer cada semana, principalmente en los lugares cercanos de Salamanca, lleven la dicha licencia por tiempo limitado, con señas de la persona. Y lo mismo puedan hacer, cuando se fueren a sus tierras, pidiendo para el camino. Pues parece que es razón que no entren, los que son virtuosos y estudian con necesidad, en la cuenta general de los demás mendigantes, pues se aplican a letras y virtud, con que suelen pasar muchos muy adelante.

     También (77) puede V. Majestad, siendo servido, acordarse de remediar, por el orden que más convenga y mejor pareciere, la desautoridad de algunos clérigos estranjeros, y otros que hacen lo propio, de suerte que no les falte la caridad que es razón, por el camino más decente al estado de sacerdotes, pues es justo sean estimados y socorridos; pues constando serlo verdaderos, podrían celebrar su misa, y gozar de la limosna della, y lo demás que han menester, parece que está muy a cargo de los prelados el socorrerlos. Y lo mismo a los arzobispos y obispos estranjeros, y aun con más veras, pues son personas constituidas en dignidad de tanta consideración, y los pueden ocupar en ministerios de sus obispados, y en particular los arzobispos Y los de grande jurisdición y diócesis.

     Para que todo lo que es pedir limosna se reforme (78) y se guíe por el camino que más conviene a servicio de Dios, parece ser justo que V. M. se sirva de mandar se remedie el abuso que se ha comenzado a introducir en las casas de los niños de la Dotrina destos reinos; que su institución fue para recebir pobrecitos sin ningún favor y amparo, y enseñarles la dotrina cristiana, y ponerles luego a oficios ordinarios de la república, con sus cartas de sacarlos oficiales dellos dentro de tanto tiempo, o pagarles su servicio; y se ha venido a corromper este instituto de suerte, que se ha hecho como prebendas y negociación, que es menester muy gran favor de los Ayuntamientos destos reinos para ser recebidos los niños (79) en estas casas, sin que jamás salgan dellas para los oficios dichos de la república, mas antes enseñados mucho tiempo a andar pidiendo y mendigando por las casas, que es un vicio que -según dicen- si se comienzan a acostumbrar a ello, jamás salen dél, y es ocasión de perderse muchos. Y el remedio desto podría ser mandando V. M. que se guarde la orden que al principio se tuvo, recibiéndose en estas casas los más desamparados y sin favor humano, y que dentro de medio año, lo más largo, que estén en ellas, en sabiendo muy bien la dotrina cristiana y leer algo, ponerlos a los oficios dichos, sin que jamás se consienta que alguno dellos pida limosna. Y con esto, y el seminario (80) famoso de Santa Isabel la Real, que V. M. se sirve hacer en esta Corte por devoción de la serenísima infanta de Castilla doña Isabel, hija muy amada de V. M., y con justísimas causas, y otros que se harán -siendo Dios servido- en Sevilla, Valladolid y otras partes, se remediará todo, pues allí quiere V. M. -como es razón- se recojan los niños y niñas sólo para ponerlos luego a oficios de la república, en reformándose y sabiendo la dotrina cristiana; y para que se escojan algunos para la guerra, y para enseñarse a ser marineros en las armadas de V. M., escogiendo los más hábiles e inclinados a ello. Pues para escribir y estudiar, y otras cosas de más importancia, hay otros seminarios que el Santo Concilio manda tengan los obispos en sus obispados, adonde creo se hace esto con mucho cuidado, como es razón.



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La manera que parece a propósito para ocuparse los pobres fingidos vagabundos ya reformados

     Porque la gente que se reformare, que será mucha, no ande ociosa por estos reinos, es necesario, para la buena ejecución de todo, mandar V. M. que los ministros de las justicias tengan gran cuidado, de aquí adelante, de inquirir las vidas de los que anduvieren sin ocupaciones y vagabundos; que, siendo V. M. servido, será bien que esto competa a otros alguaciles (81) más que hasta ahora de los lugares, o a todos, pues uno solo en cada parte no basta para ejecutarlo, y que lo hagan con mucho cuidado, como se dice más largo en el discurso sexto, que trata de la ejecución de todo. Pues el fundamento para que este trabajo sea de algún provecho (fuera de amparar los verdaderos pobres) es procurar decir la forma más a propósito como ninguno ande ocioso en estos reinos. Y para esto sería bien que en cada Ayuntamiento se nombrasen cada año una o dos personas de cuidado, de los vecinos (de quien se tenga satisfación), para que el uno sea padre (82) de mozos, acomodando con amos a los que vienen de fuera sin orden de vivir, porque no sean castigados por vagabundos, no estando advertidos. Que, para que no cayan en delitos, es bien se procure no afrentarlos sin mucha causa, porque quitándoles la honra luego hacen mil insultos, teniendo perdida la verguenza, siendo -como es- la nación española tan amiga de conservarla. Y el otro, que tenga obligación con su vara (que es bien las tengan entrambos para ser respetados, que sean diferentes en color de las otras), acuda cada mañana a la plaza del tal pueblo, viendo acomodar y alquilar los jornaleros -así de la labranza del campo como de los otros ministerios-, que se llame padre de trabajadores, ayudándoles a ello, y los concierte, porque se dice que algunos, por andar ociosos, piden jornales de más precio del que merecen y se usa, porque nadie los coja y reciba; y quedándose desocupados, hacen y cometen los delitos que les parece, y dicen después a los alguaciles que los encuentran ociosos, que ya asisten en las plazas y no hallan quien los ocupe para pasar su vida. Pues teniendo a quien ellos teman, no lo harán, y todos andarán ocupados, escusándose por este camino muchos excesos.

     Porque éstos no digan que andan trabajando en llevar cargas, haciendo oficio de ganapanes (83) por escusarse de trabajar, y andar con este color hurtando y haciendo otros insultos, si a V. M. le pareciero, sería bien que hubiese número, en cada lugar, destos ganapanes -nombrados por la justicia, o por alguna persona a quien fuere bien cometerlo-, y que sean en el número que pareciere bastar para allí, trayendo para ser conocidos alguna caperuza de color azul, como me dicen traen en Toledo y otras partes; y

desta suerte se podría mejor distinguir quién v sin Ocupación y anda vagabundo, para atajarle modo de vivir y reducirle a alguna ocupación, p es el fundamento de todo, para que no haya vicios ni robos.

     Para que los que desta gente reformada se pusieren a servir (que serán muchos, hombres y mujeres) y las que al presente están sirviendo no anden ociosos, y estén acomodados y perseveren con sus amos si V. M. fuere servido, sería a propósito mandar que las justicias de sus reinos ejecutasen con mucho rigor la premática (84) en que manda V. M. que no se puedan recebir criados ni criadas de nadie sin licencia de los primeros amos. Porque desta suerte no tendrían ocasión de andar baldíos, ni de casa en casa, si no fuese dando los dichos criados causas legítimas y ciertas de maltratamiento y paga; pues, por andar mudándose cada día, no obligan a que curen en sus casas si enferman. Y como salen convalecidos de los hospitales (que es bien no se haga así de aquí adelante, sino que los tengan tiempo), venden los vestidos para sustentarse, y quédanse mendigando; que, como es tan ociosa vida, no saben después salir della, y de aquí suceden más mendigantes fingidos hasta ahora.

     Tengo por cierto (85) que, aunque se les hace a pobres inútiles destos albergues tan buena o como es que confiesen, comulguen y oyan misa, parándolos para que no se mueran por los portales y calles desastrada y miserablemente, a los que reducen y reforman, creo se les hace aún me pues, fuera de que se consigue por este camino sean buenos cristianos, sacándolos de la ocios mala vida que traen, ocupándolos en oficios, podrán ser honrados y más descansados, viviendo con razón y concierto, y sin tantos peligros desta vida, y menos enfermedades; y lo más principal, con esperanzas de ver a Dios en el cielo -para donde fuimos criados-, teniendo las conciencias más seguras. Fuera de que es muy cierto que la mayor parte destos que andan en este hábito son de buena gente (86) y limpia -por ser los más montañeses, asturianos, gallegos, navarros, y algunos de otras tierras débiles que son más pobres que las de por acá, y viénense de sus padres, y otros con ellos, a buscar las más ricas y descansadas-, que, enseñándose a mendigar, se quedan con este oficio y jamás saben salir dél, y por andar desta suerte están escurecidos, sin saberse quién sean; y muchos son de labradores de Castilla la Vieja, y otras partes, que por algunas causas han empobrecido, o por pereza de no trabajar se vienen a pedir limosna y mendigar, pudiendo muy bien acudir a sus labores, por tener salud y edad para ello; y otras personas honradas que les han sucedido desgracias; los cuales, remediándose esta perdición -albergando y socorriendo a los inútiles dellos por la orden dicha, y acordada ya por V. M., y ocupándose ahora y de aquí adelante los que no lo son, por la que se dirá, ellos y sus descendientes, en oficios y otros ministerios necesarios para la vida humana y república-, es cosa cierta que responderán al buen nacimiento que tienen. Y habiendo de perderse por estotro camino, podrán por éste ser de importancia para servicio de Dios y de V. M.; de suerte que para todos ellos es gran bien este remedio y de mucha consideración, porque resultan dél mil bienes (87) que cualquier ingenio, por corto que sea, si se para a pensar y discurrir en ello, lo alcanzará, que por no ser más largo no los digo aquí, mas el tiempo los irá descubriendo, cuando veamos con el favor de Dios, estos reinos ricos y descansados, con menos enfermedades, trabajando y ocupándose todos, y sirviendo a Dios, que es lo principal. Y entiendo cierto que ellos mismos, cuando se hallen reducidos y virtuosos, han de caer en la cuenta de la perdición que tenían, y quedar muy contentos y agradecidos de tanto bien como se les ha hecho; que tiene tanta fuerza la verdad y virtud como esto.



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Del amparo, distribución y ocupación de los niños niñas pobres, y huérfanos desamparados

     Todos los niños, varones y hembras, que al presente se hallaren de los pobres, o huérfanos, y de otros que los desampararen, que fuesen muy pequeños por criar, sería de importancia que se repartiesen, por mano de los prelados y corregidores, entre caballeros, y ciudadanos y gentes ricas, que los criasen y los tomasen a su cargo para hacerlos poner a oficios adelante, o servirse dellos, con obligación de remediarlos o pagarles lo que les hubieren servido; que fío de la misericordia de Dios, que muchos que se hallasen sin hijos los prohijarían (88). Y por este camino, habiendo de ser por el otro gente miserable y olvidada del cuidado que deben tener de sus almas, podrían ser hombres honrados, virtuosos, y algunos de importancia para servicio de Dios y de la república. Y los que sobrasen desta edad, se podrían criar en las casas de los expósitos, donde están los demás, niños echados a las puertas de las iglesias; pues en todos los lugares grandes de V. M. hay hospitales y cofradías donde se hace esta buena obra, que de allí, en siendo mayorcitos, los van sacando buenas gentes, y tomando a su cargo. Y los que sobraren déstos, recebirlos en los albergues, para que en el cuarto de las mujeres pobres sean recogidos, encargándoselos a cada una el suyo, que tengan cuidado de limpiarlos y asearlos, acostándolos consigo, para que de allí pidan con ellas con sus señales, entretanto que los van acomodando las repúblicas con amos, o recogiendo en el seminario de V. M. desta Corte, o en la Dotrina della y de los demás lugares destos reinos, de suerte que no puedan vivir en los albergues más de hasta edad (89) de siete o ocho años: que es el tiempo que han menester para criarse, y en que con seguridad puedan vivir entre mujeres, y de allí adelante ser de provecho para sí y para otros, sirviendo y deprendiendo algún oficio,

     Y los demás (90) niños y niñas que son útiles y sanos, y de mayor edad, que al presente andan pidiendo y vagabundos -que son en mucho número en toda España-, mandará V. M. a las justicias de sus reinos, siendo servido, que los pongan con amos a oficios, y a las niñas con obligación de casar, o poner en otro estado las huérfanas dentro de tantos años, y a los varones sacarlos oficiales de los oficios que aprendieren, o pagar a los unos y a los otros lo que les hubieren servido, a los que no hubieren aprendido oficios. Y niñas algunas acomodarlas en monasterios a que sirvan y sean virtuosas, pues hay gran razón y causa de acudir y socorrer a los niños y viejos; pues, por ser gente tan sin provecho, dice Aristóteles dellos que no se han de contar por ciudadanos, pues no son útiles para el servicio de la república, sino para que los demás los sustenten como a miembros della.

     A los de buenas fuerzas y salud, de diez a catorce años (91), que andan perdidos, mandar a los corregidores de los lugares marítimos que los embarquen en los navíos de alto borde en las armadas de V. M. para grumetes y pajes dellos, y otros por proeles de las galeras de España, con los sueldos acostumbrados, donde se irán criando y haciendo escogidos marineros, de que hay tanta necesidad en todas ellas; siendo cosa tan necesaria como es, y como se hizo en La Coruña y Ferrol, en el reino de Galicia, que son los que al presente marinean y sirven la armada de V. M.

     Otra parte de los niños (92) que se han de poner a oficios, siendo V. M. servido, puede mandar que en algunos lugares grandes de sus reinos, que tuvieren agua bastante para ellos y fueren a propósito, se hagan algunas armerías por cuenta de las rentas que V. M. allí tiene, adonde se podrán fabricar armas para, en tiempo de necesidades, poder armar sus vasallos, que con tan buen ánimo le sirven en cualquiera ocasión, como deben, haciendo traer oficiales estranjeros y españoles, que los vayan enseñando allí a hacer todos géneros dellas; y fabricar y refinar pólvora, y fundir artillería, hacer balas, y cuerda, y otros instrumentos de fuego y artificios militares -como se dirá en el discurso del ejercicio y amparo de la milicia-, para que no tenga V. M. necesidad de valerse de Italia, Francia, Flandes, Alemania ni Inglaterra, trayéndolo a mucha costa, y de otras partes adonde esto se fabrica, principalmente en tiempos de necesidades y guerras que se ofrecen, y pueden ofrecer, sino que todas las naciones tengan necesidad de nosotros, y de lo que se cría y hace en España (93). Y asimismo se pueden ocupar estos niños en otros oficios convenientes a la república, enseñándoles otros oficiales a fabricar tapicería como la de Flandes (según se ha comenzado ya en esta Corte muy bien, que no se diferencia de la muy fina de Bruselas, y como ya V. M. se ha servido hagan y aprendan algunos niños de los que V. M. tiene en el seminario desta Corte, junto al albergue desta villa, negocio de mucha importancia y consideración), y paños de colores, como los de Londres muy finos, y otras telas y mercaderías, porque, llevándonos de España la lana y otras cosas, como nos la llevan, no nos vendan y ganen con nuestros materiales lo que puede V. M., siendo servido, mandar se haga en España, pues tenemos metales y materiales para todo; y habrá disposición con esto para ocupar parte de los que habían de ser vagabundos y perdidos por el camino que iban.

     Y destos mismos niños o de otros a propósito, se podrían escoger los que parecieren más hábiles destos seminarios (94), para hacerse en estos reinos otros cuatro o cinco, de dos docenas dellos en cada uno, que es negocio de más importancia que todo cuanto se ha dicho acerca desto; y éstos se podrán hacer en esta Corte, Sevilla, Valladolid, Salamanca, por razón de la Universidad, y por ser lugares más populosos y ricos, adonde se les enseñasen y leyesen matemáticas, cosa de gran utilidad para la república, y podrían leerse en latín en Salamanca y Valladolid, y en las demás partes en castellano. Y aun, en los que se hicieren en Salamanca y Valladolid, se podrían añadir otros ocho o diez en cada uno, para que se les enseñase anatomía y cirugía, fuera de los que han de aprender las matemáticas dichas (pues se sabe perfectamente con ellas el arte de navegar, que es de mucha consideración, teniendo V. M. tantos reinos para donde se navega, y de adonde por mar se traen tantas riquezas que es bien asegurarlas con buenos pilotos); y arquitectura -sabiendo geometría para fabricar edificios y templos solenes para el culto divino, y ornato de las ciudades y lugares grandes; y ser famosos ingenieros -tan necesarios en el uso y ejercicio militar-, haciendo fuerzas inexpugnables y otras industrias necesarias para la fortificación destos reinos, y conquistas de otros; y para ser (95) maquinistas, niveladores, y artilleros famosos, tan necesarios en mar y tierra (que todo se incluye en esta ciencia, fundada en sus principios, demostración, razón, geométrica y arismética), y hacer relojes, mapas, globos, esferas e instrumentos para la navegación, y otros muy necesarios artificios; y conduciendo aguas a partes estériles y secas, y otras cosas necesarias para la vida humana. Que pienso que algunos destos lugares grandes se holgarán de tener y sustentar estos seminarios, pues son de tanto provecho y reputación. Y aunque para ello fuese necesaria contribución de todo el reino, pues cabría a todos los lugares a bien poco, comprándoles rentas para perpetuarlos, sería bien se pusiese luego en ejecución. Y no tendrá V. M., en tiempo de ocasiones, necesidad de servirse para este efeto de gentes de diferentes naciones, sujetos y vasallos de otros reyes y repúblicas, o de tierras rebeldes a V. M., traídos con mucha costa, y con falta de fe y fidelidad. Pues nos obliga la falta déstos valernos para artilleros (96), en ocasiones de mucha importancia, de holandeses e ingleses, nuestros enemigos -que peleando contra su nación y amigos, y contra otras de sus sectas, se podrá considerar con qué gana y maña cargarán las piezas, y harán los tiros con buena puntería, pues ya se ha visto algunas veces cargar las piezas sin echarles balas, aunque asistan junto a ellos soldados de mucha importancia y cuidado, poniéndonos en ocasiones y riesgo de perder las batallas, y salir vencidos, principalmente las de la mar, pues las menos veces se viene a las manos, peleándose lo más con buena artillería, e industrias de fuego arrojadas de lejos-, pudiéndolos tener en España tan a propósito para ello. Que en alguna ocasión podría ser de más importancia uno déstos, bien instruido y plático, que habrán tenido de costa todos los seminarios en muchos años; pues teniendo esto, llevaremos a las naciones enemigas por la mar, y en otras ocasiones en que es necesario usar de industria, la ventaja que les llevamos en tierra, cuando venimos a las espadas y manos, y no vivirán de sola maña y artificio los enemigos de V. M., porque aun en esto les podremos exceder, y en ánimo y valor aventajarnos, como siempre, con deseo de morir o vencer a todos los contrarios de nuestra santa fe católica, y ver a V. M., con el favor de Dios, monarca de todo lo restante del mundo, pues con tanto celo, valor y cristiandad, defiende su Iglesia y santa fe católica.

     Con esto, y lo que está dicho atrás, se vendrán a efetuar, fuera de otras de importancia, las cosas (97) siguientes, que son el remedio total de lo que se pretende en esta reformación. Que esta gente con este orden serán buenos cristianos, y reconocerán una cabeza y superior en cada parte. Que se atajará y cesará la decendencia dellos para adelante en este vicio de mendigar fingidamente, y vivir sin ocupaciones. Que no morirán sin sacramentos por las calles y portales. Que se hallará gente que trabaje en diferentes ministerios, porque al presente, por haber tantos vagabundos, no hallan los labradores quien los ayude a cultivar las tierras, ni otros oficiales de la república a quien enseñen sus oficios -que por esta razón es cierto que valen tan caras las hechuras de las cosas, y todo lo que se vende de mercadería y mantenimientos-, ni otras gentes tienen quien las sirva. Que pienso que es la más verdadera causa ésta de tener tanta necesidad estos reinos, porque esta gente ociosa (98), fingiendo ser pobres, nos llevan y usurpan lo que tenemos, y quitan la limosna a los verdaderos -como está dicho-, y nos ayudan a comer los frutos de la tierra, no aprovechando en algo a la república, ni a la cultura dellos, como los zánganos de las colmenas, que comen la miel que no les costó trabajo a criar. Y siendo tanto el número dellos, que entiendo que en toda España (99) hay más de ciento y cincuenta mil, entre hombres y mujeres, niños y niñas, que estorbándoles el daño dicho, y procurando que trabajen y sean útiles, por buena cuenta se añaden en ella trecientas mil personas de provecho, quitando la mitad de los que desayudaban, y añadiendo la otra mitad a la utilidad y provecho que harán estando ocupados.

     Pues la intención desta industria es que no haya pobres fingidos ni ociosos, y que sus hijos o hijas de los que lo son, que les iban sucediendo en el mismo oficio de mendigar, no lo sean, sino que vivan con descanso, y sean hombres de bien y virtuosos, es cosa cierta que se les hace mucho bien, pues por este camino remedia V. M. mucho número de almas que se perdían, y ataja grandes males y trabajos que padecían sus cuerpos. Y conviene mucho que V. M., con su gran cristiandad y prudencia, siendo servido, mande expresamente que sea el primer capítulo, y más riguroso, de los corregidores (100) y otras justicias en sus residencias, la mala o buena ejecución destas cosas, so las penas que a V. M. pareciere; las cuales se ejecuten con rigor y privación de oficios, que sea ejemplo a los que se descuidaren, premiando mucho a los que tuvieren cuidado dello y de hacer sus oficios, como es razón, que es la más necesaria y esencial cosa para animarse todos a servir y hacer lo que deben, como más particularmente se tratará después en el discurso de la ejecución.

     Para lo que es acomodar y distribuir los niños y niñas, como está dicho -que es una de las cosas más importantes para atajar esta perdición y ociosidad para adelante-, podría mandar V. M., siendo servido, que cada año en los ayuntamientos se elija, por votos de los veinticuatros o regidores, y jurados, un caballero (101) dellos (como se ha de hacer para la eleción de los diputados del albergue) que sea hombre piadoso y de mucho cuidado: que aquel año se nombre y llame Protector de huérfanos, a quien competa el cuidado particular desto, acompañando en ello a la justicia de aquel lugar, para que tenga el fin y ejecución que conviene, siendo el fundamento más principal para escusarse que no haya muchos pobres mendigantes en la república, el poner los niños a oficios y a servir, de siete o ocho años arriba, como se ha dicho. Pues no naciendo de nuevo plantas para este efeto, se acabará gran parte de los troncos que hay con el tiempo. Y lo otro, procurar que no salgan los enfermos de los hospitales mal convalecidos, pues -como se dijo- con esta ocasión se acostumbran a mendigar, y después no hay quien los saque dello.

     Parece también que importaría mucho, para la buena prosecución de todo esto, ser V. M. servido de ordenar, por la forma que le pareciere más firme, se encomiende a los prelados (102) muy buena parte desta carga, pues son pastores de las almas y administradores de las haciendas de los pobres, pues por lo menos por derecho canónico les viene la cuarta parte de lo que gozan de renta. Y teniendo -como espero tendrán-, por ejemplo, al primado de las Españas, el serenísimo cardenal archiduque de Austria Alberto, que Dios guarde muchos años, todos los demás se animarán a seguir los pasos de Su Alteza, y ayudarán a esta obra tan piadosa y justa, pues con ella sabrán a quién dan sus limosnas, quitándoseles los pobres fingidos a quien las daban hasta ahora.

     Pues en lo que toca a la conciencia (103), que es lo principal, está este negocio muy asegurado por muchos teólogos de grandes letras, y predicadores los mejores destos reinos, que asisten en esta Corte, y por las Universidades (Salamanca, Alcalá y Valladolid), aprobándolo por muy conveniente, conforme a la ley de Dios y natural, y verdadera teología; pues se amparan los pobres verdaderos de Dios, y los fingidos se reforman y reducen a servirle, y vivir con concierto y razón, y por esta causa ser cosa digna de ponerse en ejecución luego. El cual parecer y firmas tengo presentadas a V. M. y a su Consejo, y a los jueces nombrados por V. M. para la determinación dello, como se verá en el discurso octavo.

     Confío (104) en Nuestro Señor que la merced que V. M. ha hecho a mis conceptos, habiéndolos remitido al presidente del Consejo, y a las demás personas que dije en el primer discurso, poniéndose todo en ejecución con mucha puntualidad -como ya está acordado, y se comienza a poner por obra-, se irán remediando y moderando muchos inconvenientes que al presente hay, como está dicho. Pues hasta ahora, habiendo visto muchos la traza destos discursos en las otras impresiones, ha sido Dios servido que a todos hayan agradado, y en particular a los caballeros procuradores de Cortes del Reino, que, con el celo que tienen de servicio de V. M. y bien de sus, reinos y ciudades, le han suplicado se sirva de ponerlo en ejecución luego, como se verá en el octavo discurso. Con lo cual creo se atajará y remediará gran parte, o casi toda esta calamidad, de suerte que de los pobres verdaderos y necesitados que hay, a quien debemos socorrer con nuestras limosnas, en particular conozcamos dos géneros: unos públicos, albergados y señalados, y otros vergonzantes, alistados y aprobados por pobres en sus parroquias, a los cuales amparemos -como es razón-, y a los de las cárceles, cautivos y huérfanos, y los de los hospitales. Que con esto, y con acabar de allanar la perdición y ociosidad de los gitanos (105) -que ya V. M. va prosiguiendo, y de otras gentes sospechosas que viven y entran en estos reinos, los tendrá V. M. ricos y descansados, y muy escardados y limpios de malas yerbas y plantas; los cuales goce V. M. largos años, como la Cristiandad ha menester, pues sólo a V. M., como a cristianísimo Rey, y tan celoso de su servicio, le ha cometido Nuestro Señor, en la tierra, en lo temporal, la defensa de su Iglesia y fe santa.



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De Fray Prudencio de Luzón, monje de la Orden de San Bernardo, al doctor Herrera

Soneto
                         Del dulce y regalado pensamiento,
que en vuestro heroico pecho se encubría,
con divinos acentos y armonía
alarde hacéis al mundo soñoliento.
   Llamáisle con un largo ofrecimiento,
como quien sabe bien tras lo que guía,
y con cebo de logro y granjería
recetas dais de vida y regimiento.
   Estados componéis, como Monarca,
y cual Legislador nos dais ley nueva,
la causa de los pobres amparando:
   Alaben os, Herrera, en cuanto abarca
el mar, y el gran Planeta se renueva,
vuestras doradas sienes coronando.


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Discurso cuarto

De la forma de reclusión y castigo para las mujeres vagabundas y delincuentes destos reinos

        Señor:

     Después de haber escrito a V. M. los tres discursos precedentes de la reducción y amparo de los pobres mendigantes destos reinos, y algunas cosas tocantes a esta materia, he procurado pensar e inquirir, con particular cuidado, qué cosa podría haber que pudiese impedir la fácil ejecución y dichosa prosecución de todo lo que he dicho (llámola dichosa, por hacerse por mandado y en tiempo de tan cristiano y piadoso Rey como V. M.), y fue Dios servido ofrecerme otro remedio y advertencia, la cual tengo por muy digna de ponerse en ejecución con brevedad, por ser cosa de que puede nacer mucho daño, si se quedase como al presente está, sin darle la salida necesaria y conveniente.

     El remedio (106) y traza es que, pues hay caminos para ocupar por formas diferentes en estos reinos de V. M. a los vagabundos, castigándolos a ellos, y a los delincuentes por los delitos que cometen, escondiéndolos y ausentándolos de las repúblicas, para que no hagan más perjuicio en ellas, haciendo que escarmienten y paguen lo que han hecho, y que otros con el ejemplo no se atrevan a cometer delitos semejantes, poniéndolos a todos en aprieto y concierto, sirviendo a Dios y a V. M. en sus galeras o minas de azogue, parece que también es razón, y justo, mandar V. M. que haya en ellos algunas reclusiones, y castigo moderado, para las mujeres vagabundas, perdidas y delincuentes, conforme a su flaqueza, que corresponda a esto.

     Siendo, como es, cosa (107) llana y cierta, que de aquí adelante con la reformación general de los que pedían limosna sin ser pobres, fingidamente, por andar a sus vicios y anchura, que V. M. se sirve hacer en estos reinos, será muy necesario se busque camino para ocupar y castigarlas, por ser grande el número de las que andan y andarán perdidas, y dificultoso, el remedio dello, si no tienen alguna pena de temor, escarmiento, y desaguadero, con que muden costumbres. Pues es cosa muy cierta que, para que vivan bien los buenos y no hagan cosa mal hecha, les basta el premio y amor de la virtud; y para los que viven mal, es de grande importancia el castigo y temor dél, para no admitir en su pensamiento el hacer delitos e insultos, como lo dice Horacio:

                       Oderunt peceare boni virtutis amore,
Oderunt peceare mali formidine poenae,
Tu nihil admittes in te formidine poenae.

De lo cual se seguirán, siendo Dios servido, grandes bienes y provechos, así para la salvación destas perdidas, como para la mudanza de costumbres adelante. Porque con el escarmiento ellas y las demás no se atreverán a andar ociosas, ni dejar de perseverar en las casas donde se ponen a servir, mudándose dellas por cualquier ocasión, ni cometerán delitos a rienda suelta, como gente sin dueño; y allí también harán penitencia de los que hubieren cometido, enseñándoles de camino a ser virtuosas y hacendosas, ganando la comida y lo necesario con sus manos por fuerza, con tareas señaladas, en diferentes oficios y ministerios, deprendiendo la dotrina cristiana, oyendo misa los días de obligación, haciendo que confiesen y comulguen a sus tiempos. Pues es cierto (108) que, en el estado que esto está ahora, si alguna déstas comete algún delito de hurto, hechicería, o es vagabunda o alcahueta, o otra cosa por que merezca vergüenza pública -azotes, coroza, y destierro-, y se ejecute en ella la sentencia, no por eso queda emendada ni escarmentada, sino más conocida, para que acuda a ella quien la hubiere menester para sus liviandades, pudiendo andar con libertad y a su albedrío por otras partes (siendo cierto que las leyes que mandan enmelar y emplumar a estas que tercian en el pecado de sensualidad, parece quieren sinificar con esta manera de castigo y afrenta, que, así como las plumas por ser livianas se pegan a la miel, de la misma suerte se llegan los hombres livianos y sensuales a las alcahuetas); y así, siendo conocidas, son más buscadas, y hay más delitos y ofensas de Dios, pues sólo les sirvió el castigo (109) de que tengan más provecho, corriéndose mejor su oficio, y de perder más la vergüenza para cometer otros mayores adonde quisieren, y aun en la misma parte que las han castigado, y otros lugares, sin poderlas hacer cumplir el destierro, ni resultar dello lo que se pretende, que es la emienda y corrección para no caer en otros. Pues aquí, en Madrid, han ahorcado poco ha a una, a la cual habían dado mil y quinientos azotes en diferentes veces, sin haber escarmentado, ni emendádose, hasta que le costó la vida. Y la semana pasada, en este mes de otubre, me dicen que dieron aquí a una cuatrocientos azotes, a la cual se le había dado ya mil y seiscientos en diferentes veces, con que llegan a dos mil, y aún no ha parado.



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El remedio para corregir las vagabundas, y delincuentes

     Para remedio de lo cual parece buen orden y traza, siendo V. M. servido, que en esta Corte, Valladolid, Granada y Sevilla, y en otras algunas ciudades grandes, que pareciere ser necesario, se hagan, o compren de limosna, o gastos de justicia o de lo que más a propósito fuere (aplicándose de aquí adelante la cuarta o quinta parte dello en estos reinos para este efeto, por ley y premática de V. M.), en cada parte de las dichas, una casa capaz y a propósito, que se llame y nombre del trabajo y labor, adonde condenen de hoy más las justicias de V. M. (repartido por sus distritos) a las vagabundas ociosas, o delincuentes de hurtos, hechicerías, o embustes o de otros delitos, por uno, dos, tres o más años, y aun por diez, conforme a sus culpas, y de por vida a la que mereciere casi pena de muerte. Haciéndose, siendo V. M. servido, la experiencia del provecho dello en esta Corte (110), y, conforme saliere, se podrá imitar en las partes referidas. Pues es gran lástima y negocio digno de remediarse, que no haya para las mujeres delincuentes muerte civil, que supla la verdadera, violenta y ejecutada, ni medio entre azotarlas o quitarlas la vida, como lo hay para los hombres malos y perversos, con ser -como son- más feroces e indómitos, cometiendo mayor número de delitos. Siendo cierto que es el morir el mayor espanto y miseria que puede suceder a ningún viviente, en cuanto viviente en este suelo (pues dice Aristóteles: Omnium terribilium maxime terribilis est mors, que es la cosa más espantosa y terrible de cuantas hay la muerte), aunque -como se sabe de las Sagradas Letras- para los justos y siervos de Dios es descanso y regalo, porque entonces comienzan a vivir eternalmente en la presencia de Dios, gozando el premio de los trabajos que han tenido en esta vida (diciendo el Espíritu Santo: Justus si morte praeocupatus fuerit, in refrigerio erit, en muriendo el justo, está en refrigerio y descanso); pues vemos que por muy grandes delitos, como sean a caso y sin traición, o primeros, suplen algunas veces en los hombres las galeras la muerte que se les diera, si no las hubiera. Y siendo V. M. servido, por el orden que se dirá, se podrá escusar este inconveniente, y otros muy grandes que cada día resultan. Pues a muchas destas miserables, no será necesario, para que se emienden, o se castiguen de lo que hubieren hecho, azotarlas en público, quitándolas la honra o vida, tratándolas con aspereza ni demasía (por ser de sexo flaco, y a quien llama la Iglesia devoto, pidiendo socorro para él a Dios, Nuestro Señor, poniendo por intercesora a la sacratísima Virgen María), si no fuere siendo incorregibles; y muy pocas se condenarán a muerte, sino en casos horribles y atroces.



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La forma y traza de ocupar las mujeres vagabundas, y delincuentes, en las casas del trabajo y labor

     En la cual casa las podrían vestir (111) de jerga, o herbaje, que es sayal delgado, y quitarles el cabello algo bajo, porque estén con más limpieza y menos ocasionadas a mesarse en pendencias, y porque teman más el dar ocasiones de que las condenen a esta reclusión, por estimar tanto todas el tenerlos; dándoles allí una comida moderada, de poca costa; y proveerlas de camas pobres, con algún jergón de paja o heno; señalándoles tareas de muchos oficios (112) diferentes, como son: hilar algodón, lino, estopa, y estambre al torno, torcer hilo, hacer pleitas, tejer en telajeros bajos tranzaderas, pasamanos, y otras diferentes cosas en otros, y hacer medias de lana y seda, y botones de toda suerte. Y al fin ejercitarse han en oficios y labores de mujeres, acomodadas para allí, imponiéndolas en algunos fáciles de aprender a las que no los supieren, de suerte que ganen bastantemente lo necesario para pasar su vida, y aun les sobre muy bien -pues la comida se podrá moderar y tasar en medio real cada una, y muchas dellas ganarán uno, y aun real y medio, y otras más, y ninguna menos del medio que gasta-, para que con lo que sobrare desto se suplan los días de fiestas y domingos, que no trabajan, y haya con qué curarlas, y reparar las casas, y para pagar los salarios del alcaide y guardas dellas, ayudando a todo esto los gastos dichos y algunas limosnas con que serán socorridas por mano de las cofradías que se dirán adelante. Que teniendo cada casa un mayordomo, hombre de verdad y confianza, nombrado por la Audiencia y Ayuntamiento de cada parte, que podrá ser un cofrade de la misma hermandad, que con libro, cuenta y razón, cobre las ganancias de las labores de todas, comprando a buenos tiempos y a precios moderados el trigo, y por junto los otros mantenimientos, distribuyéndolos con orden -como conviene-, lo pasarán muy bien, y les sobrará para curarlas, si enfermaren, en aposento y enfermería aparte, con algún regalo; a disposición todo de los tiempos, ganancia, renta y limosnas, que tuvieren. Procurando que a cada casa destas se le junte alguna hermandad, o cofradía, que la fomente y ayude-y aun en todos los albergues destos reinos, sería a propósito se fundasen otras-, y se perpetuarán con este arrimo y favor entrambas obras, ayudándose la una a la otra. Adonde será bien haber alcaides (113) casados, hombres viejos, de autoridad y brío, con la guarda necesaria, que sean otros de su edad; el cual alcaide tenga razón y libro de sus entradas, sentencias y condenaciones, para saber cuándo cumplen, y darles la libertad a sus tiempos. Y también puede haber algunas mujeres honradas y de buena vida y prendas, solteras, que vivan allí con ellas, que las consuelen, amonesten y guarden, y fuerzen a que trabajen, siendo necesario; que sea una dellas cabeza y madre de todas, a quien respeten y obedezcan; pues con la comida moderada, amenazas, castigo Y prisión de cadena, o cepo, para la que fuere incorregible, ninguna dejará de ser sujeta y humilde, pasando este trabajo con paciencia cumpliendo su penitencia, ejercitándolas en obras virtuosas los días de fiestas o domingos. En las cuales las podrán predicar y consolar religiosos devotos, procurando que las casas (114) y aposentos sean algo fuertes, con paredes altas (como será la que se hace, y está ya acordado y mandado por V. M. en una parte del albergue de los pobres desta Corte), encerrándolas de noche en sus dormitorios, y que no hablen ni vean a nadie de fuera de casa, ni por torno, reja, ni otra parte, porque no las diviertan, ni persuadan a hacer alguna cosa mal hecha y escandalosa, que con esto poca más guarda será menester; y al fin serán tratadas en todo como mujeres, que son de más delicada naturaleza, respeto de la fuerte de los hombres, que sirven en las galeras. Y entiendo cierto que en breve tiempo, siendo Dios servido, con el escarmiento y ejemplo, tendrán estas casas muy pocas dellas, aunque al principio sean en número mayor: porque por no verse encerradas, sin poder salir en mucho tiempo, y algunas en toda su vida, cuando no hubiera otra cosa, fuera gran castigo éste, por ser negocio que sienten mucho las mujeres ordinarias; y escarmentarán de suerte, y se atemorizarán, que procurarán vivir con gran concierto, ocupándose todas, o sirviendo con mucho cuidado, así las que lo hubieren visto y experimentado, como las demás, por no entrar dentro ni verse emparedadas, Y es cosa (115) cierta que para todas las mujeres en general es muy a propósito este remedio, porque con él las de calidad, y todas las demás de honra, tendrán criadas virtuosas que las sirvan con cuidado; y a estas que andan perdidas, se les hace mucho bien, pues, unas escarmentando en otras, vivirán con cuidado y con orden, por no verse en otro tanto; y las que cometieren algo por donde merezcan esta pena, estarán allí encerradas con poca nota, escusándose haber sido afrentadas, cosa bien importante para ellas, y para reducirse a bien vivir, pues hallarán quien se sirva dellas, y no habrán perdido la vergüenza con el público castigo y afrenta, y saldrán hacendosas y emendadas en vida y costumbre, como conviene.



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Los inconvenientes que se siguen de que se consientan de aquí adelante en la república padres ni madres de mozas de servicio

     Procurando también (siendo V. M. servido) que se escusen en estos reinos los padres y madres de mozas (116) de servicio, por los grandes inconvenientes que dello resultan, pues se dice que, por dos reales que llevan de cada criada que acomodan -uno que los da el amo que la recibe, y otro la misma criada- les solicitan y persuaden a que, si no se hallaren bien, les darán otra casa a su gusto, porque tantos reales de a dos llevan cuantas ellas mudan; demás de que, con el refugio que tienen en la de los padres de mozas, se contentan con asistir allí dos o tres horas del día, y lo demás dél y las noches acuden a sus vicios, y con esto se escapan de los alguaciles de vagabundos, con decir que asisten en estas casas esperando amo. Y suele haber mucho número dellas que, como saben que tienen allí aquel acogimiento, piden muchos requisitos (117) para entrar a servir, preguntando si hay en la casa donde las han de recebir niños pequeños -por el embarazo que dan-, si hay escaleras, y pozo, y si es hondo, y si lavan y masan en casa, y si tienen platos de peltre que limpiar, desconcertándose por cualquier cosa déstas, por trabajar poco. Y ha llegado a tal punto el desorden, que piden un día feriado en la semana para acudir a sus libertades. Y también se informan si es casa que no tenga señora, porque haya menos que las guarden, manden, y ocupen; y preguntan otras cosas que no se refieren aquí, por no alargarme mucho. Y hay esperiencia, y se sabe, que hay moza que en un mes da de provecho a la madre o padre dellas diez y doce reales, siendo tanta la ganancia, que se dice haber valido esto, en algún lugar grande destos reinos, seiscientos ducados cada año, y más, porque no dura de tres a cuatro días en cada casa. Y tiénenlas tan rendidas y sujetas, y por tan tributarias, que, demás de que les llevan toda la sustancia de su trabajo al cabo del año con las mudanzas, Y poca perseverancia que tienen, antes que les den amo, les toman una prenda, para que por lo menos esté seguro el real de su parte, ora tenga amo o no. Y podráse remediar esto con que se acomoden éstas de aquí adelante por mano de un cofrade desta cofradía dicha, nombrado Y diputado por los oficiales della, mudándose por tiempo limitado; teniendo a su cargo también alguna mujer (118) virtuosa de aprobación, que podrá ser una de las madres de la reclusión, la cual elija la justicia y ayuntamiento, y la misma cofradía, asistiendo en el portal de la misma casa del trabajo y labor -que ya se fabrica aquí a propósito para ello-, quedando memoria y razón en un libro que para ello haya, de con qué amo se concierta (para que se sepa lo que dura en aquella casa), y de dónde es natural, y cómo se llama, y

del estado y señas de su persona, porque pueda amenazar con el castigo que tiene allí presente, y aun dar parte a la justicia si no se emendare, para que la metan dentro por algún tiempo a que escarmiente. Y podráse dar un real de limosna por ambas partes -medio del que la recibe, y della otro medio-, aplicado a la obra pía desta casa, con mucha cuenta y razón en todo, con arca cerrada que habrá allí para este efeto.



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La utilidad que resultará con el remedio deste inconveniente

     Con lo cual se seguirán, con el favor de Nuestro Señor, grandes provechos (119) en estos reinos, cesando los daños e inconvenientes que éstas causan en ellos: porque, fuera de lo que tengo dicho, que es lo principal (procurar que sean buenas cristianas y virtuosas), todas trabajarán de hoy más, así ellas en estas casas por fuerza, como fuera por escarmiento, y las demás por ejemplo y miedo, enriqueciendo la república con diferentes labores ordinarias de sus manos; las cuales serán de moderados precios de aquí adelante, pues serán muchas, porque al presente van subiendo a excesivos. Y hallarse han mujeres que sirvan con lealtad y perseverancia (120) en las casas que entraren, porque ahora hay falta muy grande en estos reinos -como está dicho-, por andar todas tan libres y perdidas, haciendo mil insolencias de noche y de día, solicitando e inquietando a los lacayos y mozos de caballos, y otras gentes deste jaez y de su igual, haciendo que no sirvan bien, ni perseveren con sus amos, y que hagan cosas mal hechas y de poca fidelidad: escusándose por este camino muchas enfermedades del mal francés, y otras, con que contaminan e inficionan los reinos, por la desordenada vida que traen. Y atajándose esto, será también causa que los hospitales, donde se curan estos males y enfermedades, estén más descansados, pudiendo curar y acudir a los que hubiere con más cuidado y regalo, saliendo dellos más bien convalecidos, pues serán muchos menos que hasta ahora; fuera de que cesarán las maldades y delitos que cometen, echando niños recién nacidos en pozos por no criarlos, y los que violentamente procuran echar de sus cuerpos y mal parir, por estar más desocupadas para sus vicios, y otras crueldades que hacen, como gente que vive sin Dios, ni ley, justicia, ni concierto; agotándose de camino y cesando el manantial de tantos pícaros, y niñas perdidas, que éstas dan a las repúblicas, echándolos a las puertas de las iglesias, o casas, o criando con tantos siniestros y libertad los que les quedan, que después son dificultosos de reducir a buenas costumbres. Que con esto, y con acomodar (121) y repartir los niños y niñas en oficios de la república, y en particular acomodar algunos dellos con Pedro Gutiérrez, tapicero de V. M., en una casa que está allí cerca, fabricada a propósito para ello, para que los industrie en hacer tapicería muy fina -como se dijo en su lugar, y se ha comenzado a poner por obra ya-, pudiendo ayudar a esto las mujeres de la reclusión, hilando y torciendo estambre, con que se harán en buen precio los tapices, y ellas se mantendrán con ello; y otros se pondrán a servir amos, con obligaciones, dejándolos parar poco -en sabiendo la dotrina cristiana- en el seminario desta Corte, que V. M. se sirve de hacer y sustentar con grande caridad y cristiandad, y en otros que con este ejemplo espero en Dios se fabricarán en otras partes, serán cimientos, pilares y báculos para perpetuarse todo lo que tengo dicho y escrito, y suplicado a V. M. en mis papeles, que ya se ha acordado de ejecutar lo más dello, castigando con alguna pena (conforme a su edad) a los que se fueren de sus amos, porque teman, poniéndoles alguna corma al pie, o otro castigo que parezca a propósito para el remedio desto, apremiándoles que sirvan algún tiempo de balde, por cada vez que huyeren de los amos, o por el orden que fuere mejor, para que se atajen sus malas inclinaciones y sean virtuosos, con el favor de Dios, Nuestro Señor: el cual lo encaminará para su santo servicio, como vee que es menester. Pues es cosa cierta que la principal razón, para que se conserven en Él estos reinos (122), y estén ricos y descansados, consiste en que V. M. mande se procure que nadie esté ocioso en ellos, por ser (como dije en su lugar) la ociosidad fuente de muchos males y vicios; y con la ocupación todo será de aquí adelante próspero y abundante. Con el cual concierto y orden en todo lo que se ha dicho, se seguirán grandes provechos; y en particular será negocio de mucha importancia, porque, viéndonos los infieles enemigos de nuestra santa fe católica bien gobernados en lo natural y moral, más fácilmente se aficionarán a ser cristianos, reduciéndose a ella, para que, después de bautizados, guiados con lumbre de fe por el Espíritu Santo, sigan los pasos y ley de Cristo Nuestro Redentor, siendo hijos obedientes de su santa Iglesia Católica. Pues se sabe cierto que muchos dellos, persuadiéndoles que dejen sus perversas sectas y el camino tan errado que siguen, responden, como gente sin fe, que les entibian para no hacerlo nuestras malas costumbres (123), vicios y desórdenes. Por lo cual dice San Pablo: Nomen enim Dei propter vos blasphematur inter gentes (por vuestros vicios y mal ejemplo blasfeman los infieles del nombre de Dios). Lo cual se remediará casi todo con esto, y con lo que V. M. ha sido servido de mandar poner en ejecución cerca del amparo de los legítimos pobres, y reformación de los vagabundos y ociosos, para que los sanos trabajen, y los verdaderos estén con descanso, y unos y otros sirvan a Nuestro Señor, haciéndose albergues generales para ello. Pues, como dice el licenciado Rodrigo Vázquez Arce, presidente del Consejo, caballero (como V. M. sabe, y tan notorio es a todos) de mucho valor, prudencia y celo, por lo menos en hacerse y ponerse en ejecución todo lo que está acordado acerca de la reducción y amparo de los mendigantes, y reformación de vagabundos, hay cierta seguridad de que se va ciertamente a ganar (124), y no a perder: pues está hoy de suerte la república en este particular, que por ninguna forma se podrá empeorar, más antes se puede esperar se remediará casi todo, como se verá adelante; y así es cierta la ganancia y provecho en lo espiritual y temporal de todos estos que se han de reformar y amparar. Pues, escusándose ociosos y vagabundos, y ocupándose sus hijos dellos de aquí adelante, desde ocho años de edad, en oficios, y en servir amos, y en la guerra, y otros ministerios -como se dijo en su lugar-, y con castigarse y corregirse las vagabundas por la traza dicha, ejecutándose -como ya V. M. manda se haga, y se fabrican casas para ello en esta Corte y ciudad de Sevilla, como en lugares más populosos destos reinos-, resultará mucho bien y descanso en ellos. Y viendo el provecho de todo lo que está dicho, desearán imitar lo propio los de Portugal, Aragón, Navarra, y Italia, y todos los demás de V. M., por gozar deste buen orden y concierto, con que se sacará gran fruto y bien, siendo Nuestro Señor servido: el cual nos guarde a V. M. muchos años, para que lo vea efetuado y goce, como es menester en la república cristiana.

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