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A la luz de esa aurora primaveral, tu pecho A la sombra te sientas de las desnudas rocas, A las rubias envidias A sus plantas se agitan los hombres, A través del follaje perenne Adivínase el dulce y perfumado Al caer despeñado en la hondura Al oír las canciones Allá en tiempos que fueron, y el alma Alma que vas huyendo de ti misma, Ansia que ardiente crece, ¡Aturde la confusa gritería Aún otra amarga gota en el mar sin orillas Aún parece que asoman, tras del Miranda altivo, Aunque mi cuerpo se hiela, Bien sabe Dios que siempre me arrancan tristes lágrimas Brillaban en la altura cual moribundas chispas, Busca y anhela el sosiego..., Cada vez que recuerda tanto oprobio, Camino blanco, viejo camino, Candente está la atmósfera; Cenicientas las aguas, los desnudos Cerrado capullo de pálidas tintas, Con ese orgullo de la honrada y triste ¡Con qué pura y serena transparencia Creyó que era eterno tu reino en el alma, Cuando en la planta con afán cuidada Cuando en las nubes hay tormenta Cuando recuerdo del ancho bosque Cuando sopla el Norte duro Cuido una planta bella De este mundo en la comedia De la noche en el vago silencio, De la torpe ignorancia que confunde De la vida entre el múltiple conjunto de los seres, De repente los ecos divinos Del antiguo camino a lo largo, Del mar azul las transparentes olas Del rumor cadencioso de la onda Desbórdanse los ríos si engrosan su corriente Desde los cuatro puntos cardinales -Detente un punto, pensamiento inquieto; Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, En el alma llevaba un pensamiento, En incesante encarnizada lucha, En la altura los cuervos graznaban, En los ecos del órgano o en el rumor del viento, En mi pequeño huerto En su cárcel de espinos y rosas En sus ojos rasgados y azules, Era apacible el día Era en abril, y de la nieve al peso Era la última noche, Fue cielo de su espíritu, fue sueño de sus sueños, Glorias hay que deslumbran, cual deslumbra ¡Jamás lo olvidaré...! De asombro llena Justicia de los hombres, yo te busco, La palabra y la idea... Hay un abismo «Los muertos van de prisa», Los que a través de sus lágrimas, Los unos altísimos, Mientras el hielo las cubre Moría el sol, y las marchitas hojas Muda la luna y como siempre pálida, Nada me importa, blanca o negra mariposa, No subas tan alto, pensamiento loco, ¡No! No ha nacido para amar, sin duda, Nos dicen que se adoran la aurora y el crepúsculo, ¡Oh, gloria!, deidad vana cual todas las deidades Pensaban que estaba ocioso Prodigando sonrisas Quisiera, hermosa mía, Recuerda el trinar del ave Sed de amores tenía, y dejaste Sedientas las arenas, en la playa Si al festín de los dioses llegas tarde, Si medito en tu eterna grandeza, Siente unas lástimas, ¡Silencio, los lebreles Sintiéndose acabar con el estío Son los corazones de algunas criaturas Su ciega y loca fantasía corrió arrastrada por el vértigo, -Te amo... ¿por qué me odias? Todas las campanas con eco pausado Tras de los limpios cristales Triste loco de atar el que ama menos Un manso río, una vereda estrecha, Una cuerda tirante guarda mi seno Una luciérnaga entre el musgo brilla Una sombra tristísima, indefinible y vaga Una tarde de abril, en que la tenue Unos con la calumnia le mancharon, Viéndome perseguido por la alondra Vosotros que del cielo que forjasteis Ya duermen en su tumba las pasiones Ya no mana la fuente, se agotó el manantial; Ya siente que te extingues en su seno, «Yo en mi lecho de abrojos, Yo las amo, yo las oigo
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