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ArribaAbajoCapítulo XIII

Hostilidades de los Mexicanos. Pretenden someter a Tlaxcaltecas. Enciérranlos en su ciudad impidiéndoles el camino. Se acostumbran a no comer sal. Convocan los Mexicanos a los circunvecinos para destruir a Tlaxcala. Continúa la guerra. Quedan victoriosos los Tlaxcaltecas. Continúan la guerra los Mexicanos con mayor ímpetu. Convocan a los comarcanos e intentan un asalto. Son rechazados con grandes pérdidas.


Viendo los de Tlaxcala que de todos puntos se declaraba la enemistad con ellos de parte de los Tenuchcas, procuraron defender su partido como pudieron; y como fuese mayor la pujanza de los Tepanecas que la suya, se fueron retrayendo poco a poco a sus tierras, perdiendo la libertad que tenían de las contrataciones. Puestos en esta controversia, enviaron a los Príncipes Mexicanos embajadores, diciéndoles que cuál había sido la causa que contra ellos se tratase guerra, no habiendo dado ocasión para ello, ni que sus gentes fuesen maltratadas de los suyos, estorbándoles sus comercios, quitándoles sus mercaderías, haciéndoles otros desafueros y malos tratamientos. Fueles respondido por los Tenuchcas... «Que el gran Señor de México era Señor Universal de todo el Mundo, que todos los nacidos eran sus vasallos, que a todos los había de reducir para que le reconociesen por Señor, y que a los que no lo hiciesen por bien y darle la obediencia, los había de destruir, asolar sus ciudades hasta los cimientos y poblarlas de nuevas gentes.   —110→   Por tanto, que procurasen tenerle por Señor y sujetársele, pagando tributo y demás Parias como las otras provincias y reinos lo hacían, que si por bien no lo hiciesen, vendría sobre ellos»205. A lo cual respondieron los embajadoras de Tlaxcala: «Señores muy poderosos, Tlaxcala no os debe vasallaje, ni desde que salieron de las siete cuevas, jamás reconocieron con tributo ni pecho a ningún Rey ni Príncipe del Mundo, porque siempre los Tlaxcaltecas han conservado su libertad; y como no acostumbrados a esto, no os querrán obedecer, porque antes morirán que tal cosa suceda *como está consentir*206. Entendemos que eso que les pedís procurarán pediros a vosotros, y sobre ello derramarán más sangre que derramaron en la guerra de Poyauhtlan, que fueron aquellos de donde proceden los Tlaxcaltecas. Por tanto, nosotros nos volvemos con lo respuesta que nos habéis dado».

Sabido por los de Tlaxcala la ambiciosa respuesta de los Tenuchcas, desde allí en adelante vivieron sobre aviso para resistir cualquiera adversidad de fortuna que les viniese; y como hubiesen los Mexicanos Tenuchucas sujetado la mayor parte de este Nuevo Mundo, y no tuviesen ya que ganar desde la mar del Sur a la del Norte y todo lo tuviesen por suyo, procuraron muy a salvo tomar la provincia de Tlaxcala y sujetarla, así como lo habían hecho con las demás; y así los Mexicanos con ánimo denodado, les dieron tantos reencuentros y escaramuzas207, hasta que los vinieron a acorralar dentro de pocos años   —111→   en sus propias tierras y provincia. Tuviéronlos cercados más de sesenta (años), necesitando de todo cuanto humanamente podían necesitar, pues no tenían algodón con que vestirse, ni oro, ni plata con que adornarse, ni plumería verde ni de otros colores para sus galas, que es la que más estimaban para sus divisas y plumajes, ni cacao para beber, ni sal para comer. De todas estas cosas carecieron y de otras, más de sesenta años que duraron en este cerco. Quedaron tan habituados a no comer sal, que el día de hoy no la saben comer, ni se les da nada por ella, y aun sus hijos que se han criado entre nosotros comen muy poca, aunque con la muchedumbre y abundancia que hay, van entrando en comerla.

Puestos en este cerco, siempre y de ordinario tenían crueles guerras acometidos por todas partes, y como no tuviesen los Mexicanos otros enemigos, ni más vecinos que a los de Tlaxcala, siempre y a la continua se venían gentes a retraer y guarecer a esta provincia, como hicieron los Xoltocamecas208, Otomís y Chalcas, que por rebeliones que contra los Príncipes Mexicaos tuvieron, se vinieron a sujetar a esta provincia, donde fueron acomodados y recibidos por moradores de ella, dándoles   —112→   tierras donde viviesen, con cargo que les habían de reconocer por Señores pagándoles tributo y terrasgo además, y allende que habían de estar a la continua en arma y sobre aviso por defensores de sus tierras, porque los Mexicanos no les entrasen por alguna parte y los ofendiesen, lo cual guardaron y prometieron de no lo quebrantar so pena de ser traidores, y así lo cumplieron y guardaron grandes tiempos hasta la venida de Cortés; y con esta continua milicia siempre sucedían grandes trances de guerra en que en los despojos que hacían, alcanzaban algunas riquezas de ropa y oro y plumería, y por rescates de algunos prisioneros alcanzaban a tener sal y cacao para los Señores, y mayormente los de las cuatro cabeceras que jamás les faltaba; y sin embargo de esto, los Señores Mexicanos y Tetzcucanos, en tiempos que ponían treguas por algunas temporadas, enviaban a los Señores de Tlaxcala grandes presentes y dádivas de oro, ropa, cacao, sal y de todas las cosas de que carecían, sin que la gente plebeya lo entendiese, y se saludaban secretamente, guardándose el decoro que se debían; mas con todos estos trabajos, la orden de su República jamás se dejaba de gobernar con la rectitud de sus costumbres, guardando inviolablemente el culto de sus dioses.

Y visto por los Mexicanos Culhuas Tepanecas Tenuchcas, que toda la monarquía de este Nuevo Mundo estaba en su señorío y mando, y que con tan gran poder, con mucha facilidad podían conquistar el rey de Tlaxcala, porque al respecto de lo que los Mexicanos señoreaban, esta provincia era de cien partes la una, y con este presupuesto ya no restaba más por conquistar, echaron los Mexicanos un bando para que todos los sujetos a México saliesen un día señalado a dar combate a la provincia por todas partes en torno de ella, y con este gran poder serían vencidos y asolados, o se darían forzosamente viendo tan gran peligro ante los ojos: lo cual sucedió diez y ocho años antes *de la venida de los españoles*, gobernando la provincia de Tlaxcala en cuatro cabeceras de ella, en Ocotelolco Maxixcatazin, en la de Tizatlan Xicotencatl, en Quiahuiztlan Teohuayyacatzin   —113→   y en la de Tepeticpac Tlehuexolotzin, reinando en Huexotzinco Tecayahuatzin Chichimecatl Tecuhtli; y éste fue el que publicó guerra a fuego y sangre contra los de Tlaxcala, el que convocó para venir a esta guerra a los Chulultecas, los cuales concedieron con él tomando por instrumento el favor de los Mexicanos, y para comenzar su mal propósito, intentaron sobornar a los del pueblo de Hueyotlipan, sujeto de esta ciudad que estaba por frontera de México, y a todos los Otomís que asimismo estaban por guarnición de sus términos, de lo cual los Señores de Tlaxcala tuvieron aviso de sus propios vasallos y amigos de lo que pasaba. Y con estas cosas siempre vivieron sobre el aviso con todo recato, no confiándose de ningunas gentes, porque por traición y engaño no fuesen asaltados: así persuadidos los de las guarniciones que estaban por frontera de México con dádivas y presentes de oro y joyas, rodelas, armas y otras cosas de estima según su modo, les comunicaron y trataron, que cuando se hubiese de dar el combate general por todas partes de la provincia de Tlaxcala, estuviesen sobre aviso, y que no peleasen, sino que antes fuesen y tornasen contra los de Tlaxcala, pues serían muy bien remunerados por los Príncipes Mexicanos, y vencido y tomado el reino de Tlaxcala, serían señores libres y parcioneros de todo lo que se ganase.

En estos tiempos reinaba en México con gran poder Motecuhzomatzin. Tratado lo dicho con las guarniciones y fronteras de Tlaxcala, no quisieron venir en ello ni ser traidores a amigos tan antiguos, que tan bien los habían tratado, conservado y defendido de sus enemigos por tantos tiempos, y antes bien acudirían a morir por su patria y República, lo cual cumplieron a fuerza de leales vasallos, y se defendieron y guardaron las fronteras como valientes y esforzados capitanes.

Acabado esto y entrando a fuego y sangre los ejércitos de Huexotzinco por tierras de Tlaxcala, haciendo grandes daños, fuerzas y robos, llegaron a un lugar que está a una legua de la ciudad, que llaman el pueblo de Xiloxochitlan, donde cometieron grandes tiranías y crueldades en las gentes que hallaron   —114→   descuidadas, y asimismo allí mataron peleando a un principal de Tlaxcala de mucha cuenta, que hallándose en este sobresalto y alboroto salió con alguna gente a defender y amparar *la gente de* aquel lugar, *y como le faltase favor y socorro, hubo de morir* peleando: se llamaba Tizacaltatzin209, y era principal de la parte y cabecera de Teocotelulco y del barrio de Contlantzinco.

Esta muerte fue sentida y llorada por los de Tlaxcala; y con esto se volvieron los Huexotzincas a sus tierras, y fue principio de guerras continuas y muy prolijas que duraron más de quince años210 hasta la venida de Cortés. En el entretanto hubo muertes y pérdidas que sería hacer gran volumen contarlas: sólo diré una, y fue que como a la continua había guerras y escaramuzas, fue tanta la pujanza de los de Tlaxcala, que en poco tiempo hubieron de venir a arrinconar a los Huexotzincas por lo alto de la Sierra Nevanda y volcán. Puestos en tanto aprieto pidieron socorro a Motecuhzoma, que envió211 contra ellos gran pujanza de gente, pensando de esta vez *atropellar y* asolar la provincia de Tlaxcala, y les envió también un hijos suyo por capitán que se llamaba Tlacahuepantzin: estos ejércitos Mexicanos que fueron a socorrer los Huexotzincas, hicieron su entrada por la parte de Tetella y Tuchimilco y Quauquechollan, acudiendo allí todos los de Itzocan y Chietlan como vasallos de los Mexicanos. Teniendo noticia de este socorro que Motecuhzoma enviaba, los de Tlaxcallan les salieron al encuentro antes de que llegasen a sus tierras ni qua les hiciesen daño alguno, y determinaron estorbarles la entrada: y como atrás dejamos tratado, estaban los Huexotzincas arruinados y encaramados por las faldas de la Sierra Nevada y volcán, porque todo lo llano estaba exento, sin estorbo de poblazón alguna, por cuya causa los ejércitos Tlaxcaltecas tuvieron lugar de entrar por Tlecaxtitlan, Acapetlahuacan y Atlixco seguramente, antes que los   —115→   Huexotzincas ni Mexicanos se disolviesen;212 y así dieron sobre ellos con tanto ímpetu e ira, que cogiéndolos desapercibidos hicieron cruel estrago en ellos, tanto que desbaratados y muertos fueron huyendo, quedando muerto en el campo Tlacahuepantzin, su general e hijo de Motecuhzoma su Señor.

Habida victoria en tan señalado reencuentro, los Tlaxcaltecas limpiaron el campo y se volvieron a su tierra con gran honra y pro de toda su patria213. *Sucedida guerra tan famosa y puesto tan gran espanto por todas aquellas regiones, causó a los de Huexotzinco el año siguiente que no tuviesen cosecha de panes, de que les causó gran hambre que tuvieron necesidad de irse a las provincias de México a valerse de su necesidad, porque con las guerras, los Tlaxcaltecas les asolaron los panes y quemaron sus casas y palacios de Tecayahuatzin su Señor, y las casas de otros Señores y principales caciques de aquella provincia. Finalmente, que pidiendo licencia de Motecuhçumatzin, aquel año repararon su necesidad por tierras de Mexicanos.*

Hemos tratado de estas guerras civiles, que así pueden llamarse, pues los Huexotzincas, Tlaxcaltecas y Cholultecas eran todos unos, amigos y parientes. Se ha de entender que los Cholultecas y Huexotzincas214 eran todos a una contra Tlaxcala, aunque no se trata sino de Huexotzinco sólo. Como los Cholultecas eran más mercaderes que hombres de guerra, no se hace tanta cuenta de ellos en los negocios de guerra, aunque acudían a ellos como confederados con los Huexotzincas. Pasada esta *guerra* tan sangrienta en el Valle de Atlixco, y muerto Tlacahuepantzin su general, hijo de Moctecuhzoma Rey de los Mexicanos Tenuchcas, recibió un gran pesar y mostró muy grande   —116→   sentimiento, por lo que determinó asolar y destruir de todo punto la provincia de Tlaxcala: pan esto mandó por todo su reino que sin ninguna piedad fuesen a destruir el señorío de los Tlaxcaltecas, pues le tenía enojado, y que hasta entonces no los había querido destruir por tenerlos enjaulados como codornices y también para que el ejercicio militar de la guerra no se olvidase, y porque hubiese en que se ejercitaran los hijos de les mexicanos, y también para tener cautivos que sacrificar a sus dioses; mas que ahora que te habían muerto a Tlacahuepantzin su hijo con atroz atrevimiento, su voluntad era destruir Tlaxcala y asolarla, porque no convenía que en el gobierno del mundo hubiese más de una sola voluntad, un mando y un querer; y que estando Tlaxcala por conquistar, él no se tenía por Señor Universal del Mundo. Por tanto que todos a una honra y en un dia señalado se entrasen por todas partes y fuesen destruidos a sangre y fuego215.

Vista la voluntad del poderoso Rey Motecuzmatzin, envió sus capitanes por todo el circuito y redondez de Tlaxcala, y comenzando a estrecharles en un solo día por todas partes, fue tan grande la resistencia que hallaron los mexicanos, que al cabo se fueron huyendo desbaratados o heridos, con pérdidas de muchas gentes y riqueza, que parece cosa imposible creerlo, y antes más parece patraña que verdad; mas está tan autorizado este negocio, y lo tienen por tan cierto, que ponen *extraña admiración* porque se juntaron tantas gentes y de tantas provincias y naciones, que me ponen notable admiración. Halláronse por las partes del Norte los Zacatecas y Tozapanecas, Tetelaques, Iztaquimaltecas y Tzacuhtecas; luego los Tepeyaqueños y Quechollaqueños, Tecamachalcas, Tecalpanecas, Totomilhuas, Chololtecas, Huexotzincas, Tetzcucanos Aculhuaques, Tenuchcas Mexicanos y Chalcas. Finalmente, ciñeron todo el horizonte de la provincia de Tlaxcala, para destruirla, y fue tal su ventura y dichosa suerte, que estando en sus deleites los Tlaxcaltecas   —117→   y pasatiempos, les llegó la nueva de esta tan grande entrada y cerco que Moctecuzoma les había hecho para tomarlos acorralados, estando así seguros para acabarlos, y que no hubiese más memoria de ellos en el mundo. Las fronteras de todas partes pelearon valerosísimamente, siguieron en el alcance a muchos enemigos, y para más fe de lo que había sucedido y ganado, trajeron grandes despojos de la guerra que habían hecho y muchos prisioneros tomados a poca costa, presentándolos a los Señores de las cuatro cabeceras. Estos, cuando entendieron haber ganado sus capitanes tan grande empresa sin que fuesen sabedores de ello, les hicieron grandes muestras, casando a los capitanes con sus propias hijas, y armaron caballeros a muchos de ellos para que fuesen tenidos y estimados por personas calificadas, como lo fueron de allí en adelante. Los Otomís que guardaban las fronteras ganaron mucho crédito de fidelísimos vasallos y amigos de la República de Tlaxcala. Habida tan gran victoria, hicieron en señal de alegría muy grandes y solemnes fiestas, ofreciendo sacrificios a sus falsos dioses con increíbles ceremonias. Desde allí en adelante, vivieron los Tlaxcaltecas con más cuidado *pertrechando* sus fuertes con fosos y reparos, porque Moctheuzoma216 no volviese sobre ellos en algún tiempo y los sujetase, y así con esta continuación y vigilancia vivieron mucho tiempo, hasta la venida de Cortés, procurando los Mexicanos de sujetarlos siempre, y ellos, con ánimo invencible, de resistirse como siempre lo hicieron.



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ArribaAbajoCapítulo XIV

Extensión del Imperio Mexicano. Emprenden la conquista de Cuauhtemala y Nicaragua. Reveses que sufren. Triunfan con una incidia en Nicaragua y Verapaz, haciéndolas tributarias.


En este tiempo estaba tan pujante el Imperio de los Mexicanos y señorío de Moctheuzoma, que *no había otra cosa en este Nuevo Mundo, que ya su Imperio y monarquía* llegaba *más de* trescientas leguas adelante de Quatimalla y de Nicarahua, donde el día de hoy la lengua mexicana se trata corruptamente en estas provincias217; yendo grandes ejércitos mexicanos poblando y conquistando tierras y provincias riquísimas de oro y plumas verdes de mucha estima, y cacao, y bálsamo, liquidámbar y otras resinas olorosas, licores y atramentos218 que los naturales tenían en mucho aprecio. Algunas provincias *se les resistían y no les dejaban entrar, con gran resistencia de armas* como fue la *propia provincia de* Nicarahua y otras comarcas, y en que, como sintieron que iban grandes ejércitos a conquistarlos,   —120→   les salieron al encuentro a estorbarles el pasaje y decirles que se fuesen y no volviesen a sus tierras. Salieron de tal manera, que a los mexicanos en un encuentro *que les mataron muchas gentes*, y los pusieron en grande aprieto que tuvieron necesidad de rechazarse219 y volver sobre sí, que como las partes por donde habían pasado todos los pueblos y provincias se les sujetaban, entendieron que fuera lo mismo de todas las demás provincias, y salioles muy al revés. Vista tan grande resistencia de aquellas gentes, procuraron con ardid y maña valerse, porque su valor no viniera a menos, y se perdiera el crédito y fama que en tantos años había ganado. Procuraron de hacer partido con los moradores de aquella tierra, fingiendo que ellos querían pasar adelante y no parar allí, pues no los querían tener por amigos ni por vecinos, y que ellos habían perdido mucha gente en el camino y reencuentros que habían tenido que les diesen cinco o seis mil Tamemes220 para que les pasasen sus equipajes y hato a los pueblos de adelante, y con esta se saldrían de sus tierras, porque si no, cada día tendrían escaramuzas y muertos. Condescendiendo los Nicaraguas con esta demanda, tuvo efecto su ardid y astuta imaginación, pues que dieron a los mexicanos los Tamemes que pedían por echarles, cabe de sí, y saliendo la mayor parte de esta gente de su patria, las gentes y ejércitos mexicanos quedaban atrás a retaguardia, y sin resistencia alguna se entraron en esta provincia y alzaron con ella, bien descuidados los Nicaraguas de tan inaudita traición.

Apoderados ya de esta provincia, cuando los miserables Tamemes volvieron a sus casas las hallaron tomadas y ocupadas de gentes extrañas, y sobreviviendo221 los Mexicanos que adelante habían marchado, tomaron muy a su salvo esta gran provincia y   —121→   sus *sujetos, y fueron Señores de ella* como los demás222, y así reconocieron desde entonces las gentes de Nicaragua y Verapaz a los Mexicanos por Señores, y les enviaban de tributo oro y plumería verde y otras cosas que la tierra producía, pedrería, esmeraldas, turquesas y cosas de mucha estima y valor. Por esta orden y maña y astucias, fue Moctheuzoma muy gran Señor de la mayor parte de este Nuevo Mundo, aunque en él algunas223 se le revelaban y alzaban algunas provincias, las cuales tornaba a pacificar con sus gentes, castigando a los alzados, a unos por amor, y a otros con promesas, dádivas y franquezas, según era necesario. Finalmente, aunque bárbaros, se conservaban a su modo en pujanza y poder, con disciplina militar, la cual sustentó y sustenta la Monarquía Universal del Mundo.



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ArribaAbajoCapítulo XV

Enemistad entre Mexicanos y Tlaxcaltecas. Motivos y objeto. La guerra servía para el ejercicio militar y provisión de víctimas humanas. Sacrificio gladiatorio. Tlahuicole. Hacen los Mexicanos la guerra a Michoacan encomendándole el mando de sus ejércitos. Sacrificio voluntario de Tlahuicole.


Habiendo como hemos referido continuas guerras entre Tlaxcaltecas y Mexicanos, eran también continuos los reencuentros y escaramuzas entre unos y otros, así para ejercitar la milicia como por si en algún tiempo Moctheuzoma los pudiese conquistar y hacerlos sus tributarios, aunque tienen por opinión algunos contemplativos, que *si Motecuhzoma* quisiera destruir a los Tlaxcaltecas lo hiciera, sino que los dejaba estar como codornices en jaula, *porque no se perdiera el ejercicio de la guerra*, y porque tuvieran en qué emplearse los hijos de los Señores, y también para tener de industria gentes con que sacrificar y servir a sus *ídolos y* falsos dioses, lo cual no me puedo persuadir a crear por muchos respectos; porque si así fuera, no tomaran tan de veras la demanda los Señores de esta provincia para ir contra los Mexicanos, como fueron en favor de los cristianos224; lo otro por donde se entiende, es225 por la amistad que se   —124→   tenían que era mortal y terrible, pues jamás trabaron parentesco ninguno los unos con los otros, ni por casamientos, ni por otra vía alguna la quisieron, antes les era odioso y aborrecible el nombre de Mexicanos, así como a éstos el nombre de Tlaxcaltecas; porque se sabe y es notorio que en todas las demás provincias emparentaban los unos con los otros, y así es de creer que pues Nuestro Señor fue servido que por mano de estas gentes se ensalzase su santo nombre, que la *guardó y* tuvo guardada para instrumento de tan heroica y santa obra, como es la que hemos visto y desde aquí en adelante diremos.

Entre tanto226 en este continuo cerco y perpetua guerra, siempre se cautivaban los unos a los otros, y jamás se rescataban ni se redimían sus personas, porque lo tenían por grande afrenta e ignominia, sino que habían de morir, peleando, mayormente los capitanes y personas calificadas, de las cuales no se servían, sino que antes morían sacrificados o peleando a manera de Gladiatores romanos; y es así que como hubiese algún prisionero de valor y cuenta, lo llevaban en medio de una plaza, donde tenían una gran rueda de más de treinta palmos de ancho de cada parte, y en medio de esta *gran* rueda otra menor redonda como un codo, que servía de altar del suelo227, de la cual se ataba una muy grande soga y larga que no pasaba de   —125→   los límites de la rueda mayor. Finalmente, el miserable prisionero le ataban con esta soga a manera de toro que se ata en bramadero, y allí le ponían todos *los géneros de* armas con que se podía defender y ofender, para que pudiera aprovechar de las que más gusto le diesen. Dábanle rodelas, espadas, arcos, flechas y macanas arrojadizas, porras de palo engastadas en ellas puntas de pedernales, y puesto en este extremo se cantaban cantares tristes y dolorosos; mas el miserable hombre con esfuerzo y ánimo, como aquel que pensaba ir a gozar de la gloria de sus dioses, asimismo se componía, y estando atado salían a él tres o cuatro hombres valientes a combatir con él, y hasta que allí moría peleando no le dejaban, y así se defendía con tanto ánimo que algunas veces mataba antes que muriese más de cuatro; y aquí se probaban las fuerzas de algunos hijos de Señores que salían aviesos e incorregibles, y probaban sus venturas, otros por adiestrarse o por perder el miedo de la guerra.

Acaeció en los tiempos que ya los españoles se acercaban en su venida (y aun quieren decir que en aquel propio año), que prendieron los de Huexotzinco uno de los más valientes indios que entre las Tlaxcaltecas hubo, que se llamó Tlahuicole228, que quiere decir... El de la divisa de barro, y era que siempre traía por divisa un ser de un jarro, el cual era de barro cocido y torcido como una asa. Este fue tan esforzado y valiente, que con solo oír su nombre, sus enemigos huían de él. Fue de tan grandes fuerzas, que la macana con que peleaba tenía un hombre bien que hacer en alzarla. Este quieren decir que no fue alto de cuerpo, sino bajo y espaldudo, de terribles y muy grandes fuerzas, que hizo hazañas y hechos que parecen cosas increíbles y más que de hombre: de modo que peleando, donde   —126→   quiera que entraba mataba y desbarataba de tal modo gente229, que por delante hallaba, que en poco tiempo desembarazaban sus enemigos en el campo. Finalmente, que al cabo de muchas hazañas y buenos hechos que hizo, le prendieron los Huexotzincas atollado en una ciénaga, y por gran trofeo lo llevaron enjaulado a presentarle a Moctheuzoma a México, donde le fue hecha mucha honra y se le dio libertad para que se volviese a su tierra, cosa jamás usada con ninguno.

Y fue esta la ocasión que como Moctheuzoma andaba en pretenciones de entrar por tierras de los Tarascos Michoacanenses, a causa que le reconociesen con plata y cobre que poseían en mucha suma y los Mexicanos carecían de ella, pretendió por fuerza conquistar alguna parte de los Tarascos. Mas como Catzonsi230 en aquellos tiempos reinaba, y fuese tan cuidadoso de conservar lo que sus antecesores habían ganado y sustentado, jamás se descuidó en cosa alguna; y así fue, que hecha una muy gruesa armada por los Mexicanos, al dicho Tlahuicole, prisionero de Tlaxcala, se le encargó por parte de Moctheuzoma, la mayor parte de esta armada, para hacer esta tan famosa entrada a los Michoacanenses, la cual se hizo con innumerables gentes, y fueron a combatir las primeras provincias fronteras de Michoacan que son las de Tacimaloyan231 que los españoles llaman Taximaloa, Maravatío y Acámbaro, Oquario y Tzinapécuaro. Aunque esta tan grande entrada se hizo a costa de muchas gentes, que en ella, murió232 de la una parte y de la otra, que puso terrible espanto a los Michoacanenses, aunque no les pudieron entrar ni ganar cosa alguna de su tierra, a lo menos trajeron los Mexicanos plata y cobre de la que pudieron robar en algunos reencuentros y alcances que hicieron en seis meses que   —127→   duró la guerra, en la cual Tlahuicole hizo por su persona grandes hechos y muy temerarios233, ganó entre los Mexicanos eterna fama de valiente y extremado capitán234.

Venido de esta guerra de Michoacan, Moctheuzoma le dio libertad para que se volviese a sus tierras o que se quedase por su capitán, el cual no quiso aceptar ni lo uno ni lo otro: no quiso quedar por capitán de Moctheuzoma por no ser traidor a su patria; lo otro, que él no quería volverse a ella por no vivir afrentado, pues que se tenía por afrenta cuando así eran presos en la guerra, sino que habían en ella de vencer o morir; y así pidió a Moctheuzoma que no quería sino morir, y que pues no había de servir en cosa alguna, le hiciese merced de solemnizar verte, pues quería morir como lo acostumbraban hacer con los valientes hombres como él. Visto por Moctheuzoma que no quería sino morir, mandó que se le cumpliese su demanda, y así fue que ocho días antes que muriese le hicieron muy grandes fiestas, bailes y banquetes, según sus antiguos ritos, y entre estos banquetes que le hicieron quieren decir que le dieron a comer ¡ cosa vergonzosa y no para contada! la natura de su mujer guisada en un potaje; porque como estuviese de asiento más de tres años en México, la mujer que más quería le fue a ver para hacer vida con él, o morir con su marido, y así acabaron   —128→   los dos en su cautiverio. *Idos al sacrificio* el desventurado Tlahuicole fue atado en la rueda del sacrificio con mucha solemnidad, según sus ceremonias; peleando mató más de ocho hombres y hirió más de otros veinte antes que le acabasen de matar, y al fin, al punto que le derribaron le llevaron ante Huizilopuhtli235, y allí le sacrificaron y sacaron el corazón, ofreciéndoselo al demonio como lo tenían de costumbre; y este fue el fin del miserable Tlahuicole de Tlaxcala, el cual no fue de los muy principales, sino un pobre hidalgo que por sola su valentía y persona había tenido valor, y si no fuera preso llegara a ser muy gran Señor en esta provincia.



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