Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.



7-2-6:


Saberse aprovechar y no, empacharse [...]


Empacharse es de origen italiano. Petrarca en el soneto que principia «Pace non trovo [...]», dijo:


Ne mi vuol vivo, ne mi trabe d'impacio.


Está tomando aquí en la acepción de impedimento. En el Romancero del Cid, Alfonso VI le dice al héroe:


¿En qué os habéis empachado,
que dende el pasado invierno
non vos han visto en las cortes,
puesto que cortes se han fecho?


Cervantes en La Gitanilla, Colec. Rivadeneyra, t. I, p. 107: «[...] pero has de saber que una vez escogida [la mujer] no la has de dejar por otra, ni te has de empachar ni entremeter ni con las casadas, ni con las doncellas [...]». Y en Don Quijote (V, 136): «[...] que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos».

Ercilla usó cuatro veces de esta voz (100-1-53; 313-2-1; 466-2-6):


Otros de los peones empachados [...]



Donde sueltas las armas empachadas [...]



De la revuelta y empachada vía [...]




7-2-7:


En jugar de la pica el que es flechero [...]


Jugar, manejar, que diríamos en Chile, pero que no es tan expresivo como aquel. El poeta empleó ese verbo en tal acepción en otros tres pasajes de su obra, a saber (8-5-8); (129-3-1); (154-1-6):


Para jugar sin miedo y más seguro [...]



Según suele jugar con gran destreza
el liviano montante [...]



Jugaban los talones presurosos [...]


Ya se ve por estos ejemplos que el poeta empleó ese verbo en la acepción contemplada por el léxico de «tratándose de armas, saberlas manejar», o ya de la que le corresponde cuando se aplica a los miembros corporales, que equivale a darles el movimiento que les es natural.

En el romance antiguo español del desafío de Tarfe se lee:


Si el aire de los bohordos
tienes en jugar la lanza [...]


Y Pedro Espinosa, El Perro y la Calentura, apud Obras de..., p. 168: «Que juegan del vocablo como de la lanza».

Laso de la Vega en su Cortés valeroso nos ofrece tres ejemplos, de los cuales bastará citar el siguiente (hoja 5):


Hay entre ellos personas señaladas
en jugar otras armas más furiosas [...]


Cervantes (Don Quijote, VI, 14): «[...] canta como una calandria; y toca una guitarra, que la hace hablar; y, sobre todo, juega una espada como el más pintado».

El P. Ovalle (I, 346): «[...] no lo pudo sufrir el cacique Tucapel y levantándose delante de todos, jugando la maza, le dio tal golpe que le quitó la vida».



7-4-6; 63-5-4:


Y estando ya el primero reformado [...]



Dos gruesos escuadrones reformaron [...]


Reformado equivale aquí, a «puesto en la forma y orden primeros», conforme a su construcción; a reparado, acepción casi únicamente usada antaño para expresar ese concepto:

«[...] estúvose allí quince días para reformar la color del rostro, sacándola de mulata a flamenca [...]». Cervantes, La ilustre fregona, p. 184, t. I, Colec. Rivadeneyra.

«Con el bastimento que el navío trujo, que fue maíz y puercos, se reformó la gente que quedaba viva [...]». Francisco de Jerez, Conquista del Perú, p. 220, ed. Rivad.

«[...] mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar [...] para que en tierra se reformasen de los trabajos que habían recebido con la larga navegación [...]». Núñez Cabeza de Vaca , Comentarios, etc., p. 550.

En Chile; durante la colonia, existió en la milicia la clase de capitanes reformados, esto es, la de aquellos que ya no estaban en servicio activo, que diríamos hoy.



7-4-8:


Hasta ver lo que al otro le sucede.


Suceder, dice el Diccionario de Autoridades, tomando por caso el presente verso, «vale también   —189→   acontecer algo impensadamente; o contra lo que se presumía y esperaba».

No estará de más advertir que en la cita se deslizó una a, que no existe en el original y que cambia completamente el sentido y aún lo hace disparatado, pues el poeta dijo:


Si aquel se desbarata, otro arremete,


y en el Diccionario se lee:


Si aquel se desbarata a otro arremete.




7-5-7, 8:


Que el falso sitio y gran inconveniente
impide la llegada a nuestra gente.


Curiosa muestra de dos o más sujetos en singular, que conciertan con verbo en el mismo número, según lo advirtió ya Ducamin (p. 269), y de que La Araucana nos ofrece varias otras, v. gr.: (68-4-7); (99-3-8); (104-4-6); (351-2-6):


Suple el valor y el ánimo sobrado [...]



Temor, silencio y confusión andaba [...]



El cansancio y la sed los afligía [...]



Venía el valiente Curgo y Mareguano
y el grave y elocuente Colocolo,
Millo, Teguán, Lambecho y Guampicolo.




8-1-5; 147-2-7; 359-3-6:


Las picas por los cuentos arrastrando [...]



Y, el cuento entre la tierra y pie afirmando [...]



Y tanto por el cuento la blandía [...]


Cuento «es el regatón o contera de la pica, la lanza, el bastón, etc.». Únicas tres veces en que Ercilla usa esta voz en tal acepción.

«[...] da un rebufo el toro, hácele recoger la mano, y de su mismo garrochón el cuento metésele por el ojo derecho, y sale al colodrillo a la otra parte [...]». Zapata, Miscelánea, p. 69.

Jugando del vocablo, refiere ese mismo autor el siguiente lance: «A un caballero que contaba muy mal los cuentos que en conversación venían a plática, siempre los erraba, dijo otro, viéndole aparejar para una narración muy larga: señor, esperad, tened tiento, que dais con el hierro por dar con el cuento».

Usado por el P. Ovalle (I, 155): «Los sobresalientes van delante del ejército, arrastrando por los cuentos las picas [...]».


La lanza por el cuento blandeaba [...]


Castellanos, Elegías, p. 124.                




8-2-4:


Al son de presurosos atambores [...]


Atambor, anticuado, por tambor. En la forma primera y aún con el propio calificativo de presurosos lo vemos empleado por Laso de la Vega en su Romancero (hoja 94):


Libre del duro exercicio
de la sangrienta milicia
y con hombros descargados
de la armadura continua,
del presuroso atambor
lexos la oreja y la vista [...]


Así lo escribió también Cervantes: «[...] asenté por criado de un atambor de una compañía que estaba en un lugar, pienso que a ocho leguas del mío: en pocos días toqué la caja tan bien como mi amo, aprendí a ser chocarrero, como lo son los que usan tal oficio [...]». Persiles y Sigismunda, p. 647, t. I, Colec. Rivadeneyra.

Véase en la edición crítica del Casamiento engañoso, del mismo Cervantes, hecha por don Agustín G. de Amezúa, Madrid, 1914, 4.º, pp. 564, 581 y 586, la erudita disertación que dedica a los atambores.

Como Ercilla en el verso de nuestra referencia alude al instrumento que lleva ese nombre, usado por los indios, no necesitamos entrar en más pormenores.

Entre ellos, como entre los españoles, el tocar atambores era señal de que se iniciaba la guerra. Véase este ejemplo que nos ofrece Agustín de Zárate: «Y a los principios hubo diversos paresceres sobre si llevaría gente de guerra consigo, y en fin, se determinó que la llevase, dando diversos colores en ello, y el primero era que ya el Visorrey había tocado atambores [...]». Conquista del Perú, p. 510.

No deja de ser curioso lo que un soldado muy ejercitado en la guerra araucana refería a propósito del uso de los atambores en el ejército español: «Las trompetas y atambores, instrumentos bélicos, anexos a los estandartes y banderas, aunque no se deja de usar dellos en Chile, es de manera que se van ya dejando, siendo tan forzosos y de tan gran servicio en la guerra y en la paz, así para echar bandos, como para tocar arma, recoger y marchar. Y porque sobre todo en aquella guerra ponen particular terror al enemigo, especialmente en los repentinos acometimientos, como lo muestra la experiencia y los mismos indios espías que de los de guerra suelen venir por algún interés a darnos aviso de la parte a donde los nuestros pueden ir a hacer alguna buena suerte, nos lo dan a entender, pues nos hacen instancia que lleve la gente trompetas y calas, como quien tiene experiencia del temor que infunde su horrible estruendo en aquellos bárbaros». González de Nájera, p. 243.



8-3-6:


Y salen de rebato a caso hecho [...]


A caso hecho no está en las diferentes acepciones que de caso trae Covarrubias, pero se halla en el Vocabulario de refranes de Correas, p. 541, cambiando caso por cosa: «Ir a cosa hecha. (Por el que va a negocio cierto y negociado)».



8-4-2:


De poderosos árboles labrados [...]


Poderoso, aplicado aquí a los árboles y más adelante a un caballo, como calificó Ercilla al que montaba Villagrán en el combate de la cuesta a que dio su nombre (102-1-2):


Estaba en un caballo derivado
de la española raza poderoso [...]


  —190→  

Le vemos también empleado por Cervantes. «En esto vino un caballero catalán de la famosa familia de los Cardonas, sobre un poderoso caballo [...]». Las dos doncellas, p. 206, t. 1, Colección Rivadeneyra.

«[...] Venía él con una ropeta de brocado sobre la cota de malla, en un poderoso caballo [...]». Calvete, Vida de Gasca, I, p. 83.

En el Arauco domado (Canto IX, p. 227), de Pedro de Oña, hallamos el mismo calificativo aplicado también a un caballo:


Sobre un caballo rucio poderoso.


Poderoso, que en Chile ha quedado relegado a las calidades de la riqueza o del ánimo o aplicado a las colectividades, reviste en estos ejemplos la idea de fuerza en general.



8-4-4:


En valientes estacas afirmados [...]


Y el mismo calificativo aplicó más adelante al viento (221-4-3):


Que de valientes soplos impelidos [...]


En la acepción de «fuerte y robusto en su línea».

Así dijo también Pedro Espinosa en la Fábula del Genil (Flores de poetas ilustres, p. 163):


Columnas más hermosas que valientes
sustentan el gran techo cristalino [...]


Ya se ve por estos ejemplos que valientes está usado en el concepto que dejamos indicado.



8-4-5:


Que a los de fuera impide y embaraza [...]


Nótese que el que equivale aquí a lo que, valor que no concederíamos hoy a ese relativo, pero que era corriente en los escritores del buen tiempo, y así Cervantes escribía: «[...] pasó a Constantinopla, que fue el año del Señor de setecientos». Observación y ejemplo que ya puso de manifiesto Ducamin (p. 295).



8-5-6:


A caballero del primer cercado [...]


Cervantes dijo (Don Quijote, IV, 21): «[...] Y tirándoles a caballero, ninguno podía parar ni asistir a la defensa»; y comentando esta frase, Rodríguez Marín cita la de Ercilla, haciéndola preceder de la siguiente explicación: «Tirar a caballero es tirar desde lugar más alto que aquel donde se tira», pues caballero es voz de arquitectura militar que significa «obra interior que se levanta sobre el terraplén de la plaza, y sirve para defender una parte de la fortificación».

Ercilla empleó en dos ocasiones más esta voz caballero (410-2-2); (466-5-8):


Levantar caballeros y bastiones [...]



Nos pusimos a vista y caballero [...]


También la usó entre nosotros Álvarez de Toledo:


Cerró las calles todas con maderos
y puso el pueblo mísero en defensa:
trincheras hizo, muros, caballeros,
reparos altos y de fuerza inmensa [...]


Purén indómito, Canto VI, p. 65.                


Cuervo en su Diccionario, t. II, p. 6, ha citado el segundo de los casos recordados en que aparece empleada en el poema esta voz, con varios otros ejemplos del uso que tenía en el arte de la fortificación.



9-2-4:


Para que puedan picar más sin recelo [...]


No se aviene bien aquello de picar en los hoyos encubiertos, por más que en todas las ediciones salió así. ¿Querría el poeta aludir a que los españoles picasen el anzuelo, como se dice de los peces, y como sin embajes ni metáforas dijo más adelante?:


Cebo goloso en qué esta gente pica.


A la vista salta que el verbo que en ese pasaje hacía al caso era pisar; es posible que en el original se escribiese piçar, que se convirtió después, añadiendo yerro a yerro, en picar.

Pudiera entenderse también, y, acaso, es lo más cierto, que picar valga aquí lo que andar de prisa espoleando el caballo, tal como lo dijo el poeta en otra parte (69-2-1, 2):


Pica el caballo temerariamente,
que galopear no puede de cansado [...]


El señor Román ha probado ampliamente en el artículo Picar de su Diccionario de Chilenismos, que en los clásicos, como se estila hoy entre nosotros, tal verbo significa «correr o ir de prisa».



9-3-3; 55-3-7:


Que es hacer un convite y borrachera [...]



La fiesta era acabada y borrachera [...]


Borrachera en la acepción de «la función o banquete en que se juntan muchos a beber con exceso y profusión» -aunque nos duela decirlo- es netamente de origen americano y se la ve empleada por primera vez en boca de Ercilla, refiriéndola a la costumbre araucana. De ella se hizo también eco el P. Ovalle cuando la particularizó diciendo que «duran los indios en una de estas borracheras pasando muy de ordinario toda la noche entera, fuera de lo que han tomado del día [...]». Hist. Rel., I, p. 160.

Tales son los ejemplos que el Diccionario de Autoridades nos ofrece del uso, de esta voz, a los que sería fácil añadir otros tomados de los cronistas; bástenos, por ahora (pues estamos invadiendo el campo histórico) con estos de González de Nájera: «Muchas veces se congregan los indios a festejar sus borracheras [...]» (p. 54). «Estas borracheras tienen los indios por su sumo bien y gloria [...]» (p. 56).

Pero ningún documento que más haga al propósito que las actas del Cabildo de Santiago, en las que a cada paso se da cuenta de las disposiciones dictadas para que se «deshagan las borracheras».

  —191→  

Al abrir ese libro al azar, encontramos, por ejemplo, que en la sesión de 26 de junio de 1587, «se trató en este cabildo que para evitar las borracheras que hay a la redonda de esta ciudad, mandaron, etc.». Colec. de Hist. de Chile, t. XX, p. 100.

Tales borracheras se acostumbraron también en el Perú y de ellas da testimonio el P. Acosta en su Historia natural y moral de las Indias, lib. V, cap. VII: «Cuando murió Gaunacapa (sic), que fue padre de Atagualpa, en cuyo tiempo entraron los españoles, fueron muertas mil y tantas personas de todas edades y suertes para su servicio y acompañamiento en la otra vida. Matábanlos después de muchos cantares y borracheras [...]».



9-3-5:


Y así a cualquier señor que la primera
nueva del tal suceso le es llegada [...]


Ejemplo del uso bastante frecuente en los clásicos de que por quien, de que hablamos en otro lugar, y en cuya frase hay que anotar todavía uno de los casos no poco frecuentes en nuestro poeta de suprimir antes del relativo una preposición ya puesta antes del antecedente; de modo que la lección de ese primer verso vale: a cualquier señor a quien.



9-4-8:


Ninguno venir puede que no viene [...]


Otro ejemplo en que el indicativo aparece en vez del subjuntivo, afirmando de manera cierta un hecho que puede realizarse o no, pero que le da a la expresión todo el sabor poético que le corresponde. En prosa diríamos: ninguno puede venir que no venga.



9-5-1:


Juntos, pues, los caciques del senado [...]


En los ejemplos siguientes se verá cuál es el significado que antaño se atribuía a esa voz senado, limitada hoy a una rama del Cuerpo Legislativo:


Para lo cual un áspero decreto
el senado mandó se publicase [...]



Ante el claro senado belicoso
y sumo general el ir rehusa [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, h. 60 y 147.                


«[...] y sentándose en un poyo, y don Quijote junto él, teniendo por senado y auditorio al primo, al paje, a Sancho Panza y al ventero, comenzó a decir desta manera [...]». «Alborotóse el senado de los oyentes, huyóse el mono por los tejados de la venta, temió el primo [...]». Don Quijote, VI, 134, 167.

«Apenas acabó Preciosa su romance, cuando del ilustre auditorio y grave senado que la oía, de muchas se formó una voz sola, que dijo [...]». La Gitanilla, Colec. Rivad., I, 102.


La canora armonía
suspendía de dioses el senado,


dijo Fernando de Herrera en su canción a don Juan de Austria; pero Lope con toda seriedad, que no ya de burlas, como lo había hecho Cervantes, da ese calificativo a una asamblea de negros:


El General, ¡oh Etíope Senado!


les dice el emisario inglés a los esclavos alzados en el istmo de Panamá (La Dragontea, Canto VI).



9-5-3:


El cual por ellos visto y ponderado [...]


Ponderado en su valor de estimado el pro y el contra; pesado, conforme a su origen latino: pondus, peso.

Véase cómo decía en esta acepción el obispo de Santiago don fray Gaspar de Villarroel (Historias sagradas, t. I, hoja 46 f.):«Pondere el lector los lances en que se pone Dios por reducir pecadores».



9-5-5:


Y resuellos en uno y decretado [...]


Hablando Salvá (Gramática, p. 308) de resolverse, observa que pide a lo o por, pero que Hurtado de Mendoza le da por régimen a en: «en una cosa»; y esto era, dice, lo corriente en aquel siglo. Hoy está reservada la locución resolverse en, para los objetos materiales que mudan de estado por alguna causa física: «a navegar-en agua».

Ercilla habla aquí de resolverse en uno: ese uno ¿alude a remedio, de que acababa de tratar, o está tomado como sustantivo neutro, equivalente a una cosa, tal como en el ejemplo de Ribadeneira que trae Bello en su Gramática: «La suma de todo lo que enseña Maquiavello acerca de la simulación del príncipe, se cifra en formar un perfectísimo hipócrita, que diga uno y haga otro». Nos parece más probable esto último, que, en todo caso, resulta harto más expresivo y poético.

No reviste menos fuerza el participio decretado con que termina el verso, y que no debemos referir tampoco a remedio, sino a cosa, envuelta, como decíamos, en uno, y que vale en este caso como resuelto o determinado.



10-1-3:


Por la gente común y de canalla [...]


Es bien interesante el valor de esta preposición por en el presente caso, en que equivale a entre, a través de, que el léxico no contempla; y no lo es menos el de la otra, de, en la frase con que termina el verso, y cuya explicación está en que canalla era antaño un nombre colectivo; sinónimo de perrería, «conjunto o agregado de personas malvadas»; y de ahí que se diga de canalla. Procede del italiano canaglia.



10-1-5; 25-3-5:


Si viene a averiguarse por batalla [...]



Y en esto averiguarnos no queremos [...]


En su acepción de definirse, resolverse, determinarse, no contemplada por el léxico, y que no señala tampoco a tal verbo el carácter de neutro que afecta en este caso.

  —192→  

De averiguar como activo, véanse los siguientes ejemplos:


Que sin que su persona se inquietase
Maxixca esta contienda averiguase.


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 137 v.                



[...] La peligrosa relumbrante espada
con ambas manos, afrentado, afierra;
y a dejar en su filo averiguada
su clara fama y la dudosa guerra.
[...]
Bajó [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 248.                



Aquesta vengadora maza, aquesta,
hará aquí mi verdad averiguada [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 199.                




10-2-2:


Para se ver sobre ello y remirarse [...]


Se ver, en que el pronombre aparece antepuesto al verbo, a la antigua, y formando contraste con la forma corriente del empleo del mismo enclítico en remirarse: verbo que vale en este verso «reconocer con reflexión y cuidado lo que ya se había visto», o acordado, diríamos en el presente caso, de que Cervantes nos ofrece este curioso ejemplo: «El caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, y remirarle, y tornarle a mirar de arriba abajo [...]». Don Quijote, II, 261.

No estará de más advertir que en las dos ediciones madrileñas de 1578, en lugar de para se ver, el poeta había puesto para beber, ciertamente más en armonía con la costumbre araucana, de que él mismo dió testimonio en dos pasajes posteriores, en frases absolutamente idénticas (54-5-4); (121-5-8):


Celebran de beber la fiesta usada [...]



Celebran de beber la alegre fiesta [...]




10-2-3, 4:


Tres días se han de haber ratificado
en la difinición sin retratarse [...]


Difinición, que el léxico no da por anticuada, como no da tampoco a retratarse, por retractarse, que aparece en el mismo verso, que nadie emplearía hoy sin caer en lamentable confusión. Aquella voz vale en este caso, resuelto, definido, acordado.



10-3-1:


Hácese este concilio en un gracioso
asiento [...]


Y usado con el mismo significado más adelante (141-1-1):


Tratando en general concilio estaban [...]


Observaba Covarrubias que ya en sus tiempos, «aunque los ayuntamientos, juntas y senados se llamen concilios, está recebido signifique este nombre la junta de los Prelados [...]».

En el mismo sentido que Ercilla usó de esa voz Oña (Arauco domado, C. IV, p. 98):


El azufrado rey del hondo averno
mandó juntar el lóbrego concilio [...]




10-3-2:


Asiento de mil florestas escogido [...]


Así con de salió en la edición de 1589-90, última hecha en vida del poeta, y en la del licenciado Varez de Castro de 1597, y también en la nuestra, apartándose de la lección de las dos de 1578, que escribieron en, como lo hizo la académica, que son las que están en lo cierto, pues, de otro modo, el verso resulta de doce sílabas.



10-3-4:


De infinidad de flores guarnecido [...]


Florián de Ocampo en el retrato que hizo de Aníbal en su Crónica general de España: «Sus vestiduras y trajes como los comunes del ejército; toda su pompa y arreo fue siempre guarnecer armas, procurar caballos, y allegar y favorecer las personas valientes dondequiera que se hallasen»: ejemplo en que guarnecer está usado en su acepción más corriente de adornar, cual es también la que afecta en este verso de Ercilla. En el siguiente se le ve empleado en forma figurada por Calderón de la Barca, en el auto sacramental La Vida es sueño. Habla Sigismunda:


Yo de galas adornado,
de músicas aplaudido,
de sentidos guarnecido
de potencias ilustrado?




10-5-1:


Gente es sin Dios ni ley, aunque respeta [...]


Gente sin Dios ni ley, frase figurada para significar que no guarda divinos ni humanos preceptos, que se usa hoy día, y debiera incorporarse en el léxico.

Vuelve el poeta a repetir el mismo concepto cuatro estrofas más adelante (11-4-2):


No tienen ley, ni Dios, ni que hay pecados.




10-5-3:


Que como a poderoso y gran profeta [...]


Traducimos de Ducamin lo que dice a propósito de esta a. «Acerca de tal empleo de la preposición a después de como, véase el Diccionario de Cuervo verbo a, 9, s; verbo como, c dd. Este empleo es muy frecuente cuando el nombre de persona que sigue a como es complemento de un verbo transitivo, y muy raro cuando es sujeto. Cuervo sólo cita dos ejemplos, uno del período arcaico de los Reyes de Oriente, el otro del período clásico, en Moncada, Exp. 50: "El infante por ningún caso se quedará a gobernalles como a príncipe". Cuervo ve aquí un catalanismo, porque esta obra se imprimió en Cataluña y en ausencia del autor, que no corrigió las pruebas. Pero idéntica explicación no podría convenir, con el ejemplo de Ercilla. En gascón, como en catalán y como en español, esta a se emplea después de como, antes de los sujetos como antes de los complementos. Quizás esta construcción se debe a la analogía de otras expresiones de sentido semejante,   —193→   como: igual a, semejante a, etc. Es posible que sea también el caso de una segunda forma de como, que se habría trocado en coma por efecto de algún fenómeno fonético. Una investigación prolija en los antiguos textos sería la que pudiera esclarecer definitivamente este punto».



10-5-5:


Invocan su furor con falsa seta [...]


Seta, anticuado, por secta, como se puso en la edición de Madrid, 1578., 8.º.

Cervantes en El trato de Argel, jornada V, escribió también seta:


¡Oh fementida seta de Mahoma,
ancha, lasciva, poco escrupulosa,
con qué facilidad los simples doma!


Y en Persiles y Sigismunda en un pasaje que citamos a propósito de otra palabra.

En Lima, un cuarto de siglo después de Cervantes, el P. Hojeda seguía escribiendo esa voz en la misma forma (La Cristiada, hojas 70 v. y 132 v.):


Soy, aunque de su seta, religioso [...]



Habíase una seta levantado,
que al César el tributo le negaba [...]


Y en Chile, el obispo Villarroel, a mediados del silo XVII, escribía en la misma forma: «El emperador Valente, gran secuaz del maldito Arrio, desterró por católico al santo pontífice Eusebio. Privóle de su obispado y diósele a un sacerdote de su seta [...]» (Historias sagradas, t. I, hoja 64 v.).



11-1-2; 522-4-3:


Con él lo comunican en su rito [...]



Varón sabio en sus ritos [...]


Rito, equivalente a ceremonias o prácticas religiosas: rito católico, rito griego.


Dijo; y en silla de marfil labrada,
por mayor aparato, fue a sentarse,
antiguo rito y ceremonia usada
en que actos tales suelen celebrarse [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 182.                



Mas, Él tuvo por bien que su fe santa
prevalesciese contra los abusos
de los enormes ritos y maldades
que contra la verdad se cometían
por estos engañados idolatras [...]


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 174.                



La bárbara nación, (según su rito)
levanta al cielo el pérfido alarido [...]


Rufo, La Austriada, Canto XXIII, hoja 418 v.                



Ni con pena mirando el falso rito
del dios brutal del engañado Egito.


Hojeda, La Cristiada, hoja 278.                




11-1-4:


Aunque más les insista el apetito [...]


Nota Cuervo que aunque como adverbio hace al indicativo y al subjuntivo y que empleado con este tiempo del verbo «presenta la objeción como meramente posible», pero que se realza notablemente la ponderación, diciendo aunque más: valor que aparece de manifiesto en este verso de Ercilla y en otro, también suyo (137-4-2 a 4):


No hay corazón, no hay ánimo así entero,
que en tanta confusión, furia y tormenta
no temblase, aunque más fuese de acero.


En Cervantes es comunísimo encontrar frases construidas con el mismo giro, v. gr., en Don Quijote (VI, 136): «[...] y llegando al lugar y sitio donde pensaron hallar el asno, no le hallaron, ni pareció por todos aquellos contornos, aunque más le buscaron».



11-2-3, 4:


En señales mirando y en agüeros,
por las cuales sus cosas determinan [...]


En verdad que es curiosa esta concordancia de las cuales, refiriéndose a dos sustantivos de diferente género, tanto más, cuanto que el que afecta aquí la idea principal se halla en la oración más inmediato, y, sin embargo, se emplea el femenino correspondiente a señales, de idea secundaria y más distante del pronombre.



11-3-6; 38-1-1:


Al liviano común con su elocuencia, [...]



El común, siempre amigo de ruïdo [...]


Común, que vale aquí tanto como populacho, el vulgo, como dice Cuervo (Diccionario, II, p. 289) citando este sustantivo las cuatro veces en que el poeta lo usó y cuyo recto empleo justifica con otros muchos ejemplos, a los que añadiremos nosotros el siguiente:

«Por los créditos con quede mano en mano obligaron al común, recibieron antes en empeño, y después con remate algunos pueblos de su estado [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, Barcelona, 1618, 8.º, hoja 6 v.

Y en el refrán que dice: «Quien sirve al común, sirve a ningún».



11-3-8:

«Nos y vos fueron primitivamente los pronombres de primera y segunda persona en el número plural, en lugar de nosotros y vosotros, y como tales se han conservado en poesía, si bien hoy, aun así, son sumamente raros. El autor da ejemplo de vos: he aquí de nos:


»Teniendo por tan cierta su locura


como nos la Evangélica Escritura».


Cuervo en sus anotaciones a la Gramática de Bello, p. 349, edición de Bogotá, 1881, que será la que siempre aparezca citada en estas notas.

Al ejemplo recordado de nos, podemos añadir otro que se halla también en La Araucana (497-1-7):


Siendo siempre de nos reconocido [...]


Juan de Castellanos en sus Elegías, Madrid, 1589 (p. 113) nos ofrece también este ejemplo:


Porque yo guiaré por tal camino
que cada cual de nos vaya seguro.


En la Isabela de Lupercio Leonardo de Argensola encontramos estos otros:

  —194→  

Con justa causa la luna
esconde su blanca cara,
sin dar claridad alguna;
por no mirar la fortuna
que contra nos se prepara.


Vuelve, pues, Padre clemente,
los ojos a nos [...]


Fernando de Herrera en su canción a la batalla de Lepanto:


Junto el consejo, y contra nos pensaron
los que en él se hallaron.


Rufo en dos pasajes de su Austriada, Cantos XXI y XXII, hojas 378 v. y 388 v.:


Y la ciudad que agora entregaremos
por nos será después recuperada [...]



¿Quién puede contra nos ya ser valiente?


Y en la petición del Padrenuestro: «Venga a nos el tu reino [...]».



11-4-4:


De ser por sabios hombres reputados [...]


Cuando Salvá trata en su Gramática, p. 315, del verbo reputar y pone por ejemplo: «reputar (a uno) por sabio», advierte que puede callarse la preposición.

Repitió Ercilla el mismo concepto pocas estrofas después (12-4-3):


Por sabio en todas ellas reputado.




11-4-6:


Tienen por mejor ciencia otros soldados [...]


Verso en que se hace preciso deslindar el valor de otros, que lleva en este caso envuelta la elipsis de otros indios que son soldados, contraponiéndolos a los que desempeñaban el oficio de agoreros. Ya veremos la acepción de otro por siguiente, que se nos ha de ofrecer más adelante.



11-5-1:


En fin, el hado y clima desta tierra [...]


La voz clima tenía en otro tiempo un significado diverso de aquel en que hoy la usamos, aplicándola al clima de un país, o sea a las variaciones atmosféricas que se observan en él; pues clima era «el espacio entre dos paralelos correspondientes uno a otro, en el cual se varía la longitud del día por media hora». Covarrubias.

Así, vemos que el mismo Ercilla escribía (602-5-5):


Climas pasé, mudé constelaciones [...]


y Rioja:


Pobre de aquel que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata [...]


y Cervantes en su Viaje al Parnaso:


Este de quien yo fui siempre devoto
Oráculo y Apolo de Granada
y aun deste clima nuestro y del remoto.



O, ¿cuál clima dio al mundo más briosos
pechos, de más fervor y alteza llenos,
que nuestra España da en parto fecundo,
fin y principio del valor del mundo?


Valbuena, El Bernardo, p. 243.                


Un escritor de la colonia hizo femenino a clima:


Hay en aquella clima y paralelo
a donde siempre el sol abaja listo [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 226.                


Los antiguos dividían el mundo por ellos conocido en siete climas, también de a media hora.

En nuestras apuntaciones históricas hemos hablado largamente sobre esta tesis de Ercilla de la influencia del hado, el clima y las estrellas en el carácter belicoso de los araucanos.



11-5-7:


Son hombres que de súbito se aíran [...]


De súbito es voz puramente latina, observa el Diccionario de Autoridades, al citar este verso de nuestro poeta, y que «es lo mismo que de repente, al punto u de improviso».

En los escritores de aquel tiempo, Cervantes, entre otros, y en América Pedro de Oña, decían, de ordinario, simplemente súbito:

«Que en el acabar súbito se ahorran los miedos y los temores que la muerte trae consigo». Persiles, lib. II, cap. 16.


Hacia lo bajo súbito voltea [...]



Los cuales cuando súbito conocen [...]


Arauco Domado, pp. 31 y 245.                




12-1-1:


Son de gestos robustos, desbarbados.


Gestos por rostros o semblantes, como se decía antiguamente, y como escribió Ercilla en no menos de quince ocasiones: acepción que era, en verdad, frecuentísima antaño:


Fue persona de cuerpo bien dispuesto,
robusto de sus miembros y velloso,
algo moreno, pero de buen gesto.


Castellanos, Elegías, p. 149.                



De fea amarillez, cubierto el gesto
y de mortal tiniebla, triste, escura,
con visaje espantable, descompuesto,
descarnado y de fiera catadura [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 192.                


Agustín de Zárate, Conquista del Perú, p. 468, ed. Rivad.: «Son comunmente blancas [las mujeres] y de muy buenos gestos y facciones, mucho más que las de los llanos». Y en este otro ejemplo del mismo autor (p. 485), más interesante aún, porque, confirma el aserto histórico del poeta: «Los indios de Chili visten como los del Perú, son hombres y mujeres de buenos gestos [...]».

Describiendo al gobernador de Chile don García Hurtado de Mendoza, su apologista Pedro de Oña decía:


El vello de oro puro le apuntaba,
con suma perfección y gracia puesto,
y el aguileño, rojo y blanco gesto
envuelto en fina púrpura mostraba [...]


Arauco domado, Canto V, p. 135.                


Pero ningún ejemplo más adecuado a nuestro propósito que el que nos ofrece Oviedo en sus Quinquagenas, p. 436: «[...] si cotejáredes los tractados, verés que son tan distinctos e diferentes entre sí, como los gestos de los hombres, que, en cient   —195→   mill, no hallarés uno que en todo y por todo se parezca con otro [...]».

Y el no menos digno de traerse a cuento de González de Nájera, como que se aplica justamente a los araucanos, y, quizás, con vista de este verso de nuestro poeta: «Digo, pues, que no son aquellos indios de tan robustos gestos o rostros, ni de tan bien formadas y dispuestas personas, que se aventajen en ello a nuestros españoles, como algunos han creído». Desengaño, etc., p. 39.



12-1-4:


Recios miembros, de niervos bien fornidos.


Dice Cuervo (Apuntaciones, pág. 404): «Niervo, vulgar hoy, era muy usado de los antiguos, y se conforma mejor con los cánones usuales de la lexicología castellana: de cervus, ciervo, de herba, hierba, de nervus, niervo:


De osos las presas, de león los niervos,
y cueros duros de ligeros ciervos.


Valbuena, El Bernardo, lib. XI, p. 259.                



Son gentes magras y de fuertes niervos,
de complexión robusta y bravo talle,
monstruos sin ley, en el picar protervos.


Villaviciosa, Mosquea, C. IX.                


Acostumbrados siempre a oír nervios, nos engañamos al juzgar que dicen un barbarismo nuestros campesinos cuando pronuncian esa voz en su forma anticuada, o ñervo, en la que se junta y palataliza el diptongo ie.



12-2-2:


No ha habido rey jamás que sujetase
esta soberbia gente libertada [...]


Y en no menos de cinco pasajes más, en que libertada vale lo que sin sujeción, desenfrenada. Dijo también el poeta en uno de ellos (22-5-5):


Como Venecia, pueblo libertado,
que no respeta leyes [...]



Con tal que sea de sangre libertada
la ofrece por mujer, con docte (a la hora) [...]


Urrea, Orlando furioso, Canto III, p. 28.                


«Cada uno tiene una mujer conoscida. Los físicos son los hombres más libertados; pueden tener dos y tres [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, etc., p. 528.


Su curso tenebroso había mediado
la negra libertada de la noche [...]


Oña, Arauco domado, C. XIII, p. 330.                


Pedro Espinosa, «Fábula del Genil» (Flores de poetas ilustres, p. 162):


La libertada cólera entretanto
le obligó a que dijese, y el tormento [...]



Decid cuál más infamia y vil afrenta
puede venir por toda aquesta fuerza,
que permitir tan dura servidumbre,
como es dar de comer a forasteros,
siendo, como ellos, todos libertados [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 182 v.                



Era Francisco un mozo berberisco
de grueso cuerpo y ánimo doblado,
en rostro sierpe, en ira basilisco,
en vista torpe, en lengua libertado [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 168.                


Y en un pasaje de El Pasagero de Suárez de Figueroa que citamos más adelante (174-5-1).

El léxico le atribuye la acepción anticuada de desocupado, ocioso.



12-2-7:


Siempre fue exenta, indómita, temida [...]


«Exento, dice el Diccionario de Autoridades, significa algunas veces libre, desahogado y desembarazado en su modo de vida y que no tiene vergüenza ni empacho»: definición que corrobora con este ejemplo de Quevedo, Musa 6, rom. 98:


Yo vivo picaño,
bien ancho y exento,
ni pesa la honra.


Tal es el valor que tiene esa voz en el presente verso, sin que necesite, por tanto, de complemento alguno. El actual léxico ha omitido semejante acepción.



12-4-4:


Por fuerza a servidumbre los trujeron [...]


Dice Bello (Gramática, p. 130): «No hace mucho tiempo que los verbos [...] como traer y sus compuestos se conjugaban [...] con la raíz truj en las formas de la quinta [familia] trujese, trujera, trujere. La plebe suele conjugar todavía así estos verbos». Valga esta observación para las muchísimas veces en que se verá empleada esa forma arcaica en La Araucana, común, naturalmente, en los escritores de aquel tiempo.

Veamos un ejemplo -entre muchos- del Don Quijote (IV, 24): «[...] y así, se dice que mandó el general ahorcar a los que le trujeron el presente, porque no se le habían traído vivo». Pedro de Oña -claro está- escribía lo mismo:


Cloto la rueca, Láquesis el hilo,
y las tiseras Atropos, trujeron [...]


Arauco domado, Canto IV, p. 101.                


Y hasta a mediados del siglo XVII el P. Ovalle: «[...] aun cuando hubiera traído más fuerza de la que trujo, le hubieran lanzado del puesto sin dificultad [...]». I, 44.

Mayans y Siscar, en un diálogo de los tiempos de Carlos V, que inserta en sus Orígenes de la Lengua Española, pone de manifiesto que era ya, por entonces vario el uso de trajo o trujo:

«TORRES.-  En eso tenéis razón, porque yo siempre me acuerdo de oir decir "fue la negra al baño, y trujo que contar un año", y no trajo.

MARCIO.-  No oso admitiros este trujo.

VALDÉS.-  ¿Por qué?

MARCIO.-  Porque veo y siento que muchos cortesanos, caballeros y señores, dicen y escriben trajo.

VALDÉS.-  Por la misma razón que ellos escriben su trajo, escribo yo mi trujo; vosotros tomad lo que quisiéredes».


  —196→  
Diálogo de las Lenguas, p. 45, en don Gregorio Mayans y Siscar, Orígenes de la Lengua Española, segunda edición, Madrid, 1873.                




12-4-7:


Haciéndolos con fueros disolutos [...]


Fueros, en su acepción genuina de leyes o estatutos peculiares o aplicables a una provincia determinada; y disolutos, fuera de orden y medida, sin que se aplique a la parte moral, precisamente, como se estila hoy. Cervantes, en el Coloquio de los perros (p. 310, ed. de Amezúa), dijo en forma análoga a la de Ercilla:«[...] porque no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos [...]».

«[...] y algunos que en ésta tenían más disolución, los [tributos] sacaban con tormentos y muertes de algunos indios [...]». Zárate; Conquista del Perú, p. 571.


En hablar cada cual fue disoluto [...]


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. II, p. 362.                




12-5-3:


En demanda del reino deseado [...]


Ejemplo que ofrece el Diccionario de Autoridades para señalar el valor de esta voz demanda, como «busca de alguna cosa que se pretende hallar o encontrar».



12-5-4:


Movieron sus escuadras adelante [...]


Escuadras de soldados, escuadrones, que decimos hoy, y como en otras ocasiones lo escribió también Ercilla (350-4-8; 350-5-6):


Otro espeso escuadrón de gente brava [...]



Y su escuadrón de aquel color vestido [...]


distinguiendo entre uno y otro vocablo, pues quizás el aumentativo on deja suponer que este sería más numeroso que aquella, salvo que haya querido significar que los soldados que lo formaban marchaban en filas, «con cierta disposición, según las reglas de la táctica militar»: que tal es también lo que puede significar, según el léxico, pues no cabe en este caso otra acepción de las militares que trae.

Escuadra, tiene también una acepción más general, equivalente a cuadrilla en nuestro lenguaje usual. Véase en este ejemplo de Suárez de Figueroa, La constante Amarilis, p. 25: «[...] y disfrazado [el Amor] entre la muchedumbre de zagales, asiste donde se juntan para pasar en fiestas los días más solemnes, y fingiendo ser uno de su escuadra, hace peligrosos golpes».



13-1-2:


El vano intento de los Ingas vanos [...]


Juega aquí el poeta de ese vocablo, que en la primera acepción de sin fundamenlo, irrealizable, empleó aplicándolo a Valdivia (17-1-3):


Y siguiendo el intento vano [...]


y en la segunda, vale tanto como vanidoso.



13-3-3:


Y cuán poco a los brazos ganarían [...]


A los brazos, por a las manos, según se estila hoy. En todo caso, hay una elipsis: en viniendo a los brazos.

Nos parece que el valor de la preposición en este caso es el indicado por Cuervo (p. 23, n. 17), que «de la significación modal ha pasado a denotar el medio o el instrumento»; de que nos ofrece Ercilla, todavía, este otro ejemplo (293-2-4):


Entrar los de Felipe a pura espada [...]




13-4-1:


Pues don Diego de Almagro, adelantado [...]


Adelantado, «en lo antiguo, gobernador militar y político de una provincia fronteriza».

Véase nuestra Ilustración histórica, por lo que toca a los que hubo en Chile.



13-4-4:


Animoso, valiente, franco y quisto [...]


Se dice siempre bien quisto o mal quisto. «Y decíase haberlo hecho por la sospecha que tenía del capitán Lorenzo Aldana, su teniente, que, según estaba bien quisto, para cualquier cosa que intentara fuera parte». Zárate, Conquista del Perú, p. 544.

Baltasar del Alcázar en una de sus poesías festivas:


Mas si con vos me enemisto,
digo que vuestro ojo ha dado,
si no de muy atinado,
señales de muy bien quisto.


Poesías, p. 95.                


Quisto, nos enseña el léxico, es participio pasivo irregular anticuado de querer, advirtiendo que se usa con los adverbios bien o mal, tal como indicábamos: cosa que no sucede en el presente ejemplo de Ercilla, que es también el único que nos ofrece La Araucana.

Al decir, pues, el poeta, quisto, sin otro calificativo, debemos entender que quiso expresar tanto como querido, amado.



13-5-1:


A sólo el de Valdivia esta vitoria [...]


Vitoria: una de la muchas voces que en la edición príncipe, seguida por la de Salamanca y las dos de Madrid de 1578, se escribió en su forma actual victoria.



14-2-5:


Y el diestro hado y próspero destino [...]


Ejemplo recordado por el Diccionario de Autoridades para manifestar que destino vale en ocasiones lo que hado o suerte; si bien nos parece que con él no se prueba, pues, más que otra cosa, significa en este caso la acepción, allí inmediatamente antes señalada, de «la providencia superior que ordena y determina las cosas a sus fines», como cuando decimos «el destino de las criaturas humanas».



  —197→  

14-2-6:


En Chile le metieron a despecho [...]


A despecho, modo adverbial bien conocido y que queremos notar aquí sólo porque el Diccionario de Autoridades lo establece con este ejemplo de Ercilla y otro de Cervantes.



14-3-2:


Batallas y rencuentros peligrosos [...]


Rencuentro, en todas las ediciones, menos en las de Salamanca, 1574, y Madrid, 1578, 4.º. En la Tercera Parte, que salió a luz en 1589, se puso lo mismo (490-5-6); pero en la de 1589-90, se corrigió rencuentros, esto es, por el valor de la e portuguesa, rencuentros, enmendado, a su vez, en la de 1597 por la forma primera.

Rencuentros más adelante (490-5-6):


Otros muchos rencuentros de importancia,


que volvió a salir en las ediciones de Madrid, de 1589 y 1597, en la forma recuentros. Así escribía Francisco de Jerez (Conquista del Perú, p. 322, ed. Rivad.): «[...] y en este recuentro fue muerta alguna cantidad de gente [...]».

Pedro de Oña siguió la práctica de Ercilla y escribió una vez recuentro y otras rencuentro (Arauco domado, C. I, p. 80; y C. II, p. 95):


Tragaron agua y muerte los de dentro,
juzgando aquel por último recuentro [...]



Si acaso con el bárbaro enemigo
tuviese en el camino algún rencuentro [...]


Cervantes usó, ya rencuentro, y ya encuentro, como va a verse: «Y cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la mesma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro rencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor para medrar en algo [...]» (III, 326). «[...] tantas batallas, tantos desaforados encuentros [...]» (IV, 262).

El léxico nos dice que tanto valen recuentro como reencuentro y encuentro, en su acepción militar; debiendo sí advertir por nuestra parte que si en Chile en la época colonial se dijo siempre y sólo recuentro, hoy en día es del todo inusitada cualquiera forma de esa voz que no sea la de encuentro.



14-4-2:


Asediados seis años sostuvieron [...]


A pesar de que en todas las ediciones, antiguas y modernas, se lee sostuvieron, se presta a dudas si tal fue lo que el poeta dijo. O falta, en efecto, el se, o bien el sitio o asedio para que la frase haga sentido, y claro está que en ambos casos no resulta la medida del verso. A nuestro modo de ver, en el manuscrito debió aparecer sestuvieron, por la contracción frecuentísima usada antaño en la escritura, que ocurría siempre que de, que y se iban seguidos de una palabra que comenzaba por e, a tal punto, que durante todo el siglo XVI se escribió siempre dél, quél, ques, questán, por de él, que él, que es, que están, de que en La Araucana se hallan algunas muestras. Escrito, conforme a esta práctica, sestuvieron, se cambió inadivertidamente la e en o y resultó sostuvieron, dejando el concepto sin el sentido que le corresponde.



14-5-8:


Felice en poco tiempo y desdichada.


Y también como escribió poco después (16-2-1):


El felice suceso, la vitoria [...]


Felice por feliz, considerado hoy como licencia permitida a los poetas, pero que antaño se escribía corrientemente así, como cuando dijo Cervantes, aplicándolo al mismo sustantivo suceso: «la cual esperanza, va le iba prometiendo felice suceso en su deseo [...]». Las dos doncellas. p. 206, t. I, Colec. Rivadeneyra. Y en otra ocasión empleó felicemente (Don Quijote, VI, 339).

Es esta la única vez que se registra ese adjetivo en la Primera Parte de La Araucana, pero no menos de seis en la Segunda, y dos en la Tercera.



15-1-3:


Pero Dios le acorrió en aquella afrenta [...]


Acorrer, elegantemente empleado, por socorrer, favorecer, que diríamos hoy. Observa Cuervo al definir este verbo como «acudir en auxilio», que «hoy es de poco uso y podría tildarse de arcaico; Cervantes mismo acaso no lo usaba sino remedando el lenguaje añejo de los libros caballerescos». Cita como ejemplo, entre varios otros, el presente verso de Ercilla y uno del Canto XXIX, que ha de motivar alguna observación de nuestra parte por el empleo de una frase que en él se encuentra.


La nao hizo un farol desparramado
para que su peligro se entendiese
y porque de las otras devisado
alguna en tal aprieto la acorriese [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 17.                


«Y sin decir más, se fue a poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas, que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua». Don Quijote, V, 158; y p. 186: «Venid acá, gente soez y mal nacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos?».

Esto por lo que toca a acorrer. Veamos ahora el alcance de esa voz afrenta.

Florián de Ocampo en su Crónica general de España, en el retrato que hace de Aníbal, dice: «[...] tanto que la gente del ejército de ningún otro se confió más, ni con igual osadía venía a las afrentas, que cuando sabía estar él presente».

Cervantes ha deslindado la diferencia que hay entre agravio y afrenta, en un pasaje de Persiles y Sigismunda, que vale la pena leer por venir de boca de un soldado pundonoroso como el que más: «[...] supo asimismo cómo su contrario había heredado el estado de su padre, y que había muerto en amistad de su padre de Antonio, a causa que con infinitas   —198→   pruebas, nacidas de la intrincada seta del duelo, se había averiguado que no fue afrenta la que Antonio le hizo, porque las palabras que en la pendencia pasaron, fueron con la espada desnuda, y la luz de las armas quita la fuerza a las palabras, y las que se dicen con las espadas desnudas no afrentan, puesto que agravian: y así el que quiere tomar venganza dellas no se ha de entender que satisface su afrenta, sino que castiga su agravio [...]». Pág. 639, t. I, Colec. Rivad.

El poeta usó del verbo afrentar en el sentido indicado: (296-4-7):


Los unos y los otros se afrentaron;


y en el de aprieto, trance (253-3-5):


Pero, ¿quién será aquel que en tal afrenta [...]


refiriéndose al peligro de naufragar en que se vio cerca de Talcahuano, tal como Gutierre de Cetina:


Por separarse de una gran tormenta
con que el cielo una noche amenazaba.
Debajo de un alto olmo suspiraba
temeroso Vandalio en tal afrenta.


Obras, t. I, p. 154.                



Basta decir que fueron casi treinta
hombres de bien para cualquier afrenta.


Castellanos, III, 366.                




15-3-5:


Digo con tal intento y presupuesto [...]


Voz usada con bastante frecuencia por Ercilla en el significado de propósito, intento, designio, y siempre en esa forma, desechando la de prosupuesto, que acostumbraban otros escritores. Cervantes empleó una y otra. En la Galatea, libro V: «[...] tomar a mi carro lo que me pareciere, con presupuesto de mirar por tu honra»; si bien debemos advertir que prosupuesto lo acostumbró como participio del verbo presuponer: «y prosupuesto que ninguna cosa de cuantas me dijeres en contra de mi deseo ha de ser de algún provecho para dejar de ponerle por la obra [...]». Don Quijote, III, p. 181. «Prosupuesto esto, has de considerar que yo padezco ahora [...]». Id., p. 199. Y también dijo presupuesto en esa acepción: «Presupuesto esto, digo, señores, que os agradezco el ofrecimiento que me habéis hecho [...]». Id., p. 51.

De aquí, probablemente, que la Real Academia no haya registrado prosupuesto en su Diccionario.

Baltasar del Alcázar acostumbró las dos formas:


¿Qué juzgaréis vos, hermano, en esto?
¿No hay repugnancia en lo que voy diciendo?
¿No aparece confuso el presupuesto?


Poesías, ed. de la Real Academia, p. 187; y en la pág. 252:


Dadme parecer en esto;
porque voy con prosupuesto
que, si os pareciere a vos
que el mundo se quede a Dios,
ponello por obra presto.


Zapata (Carlo famoso, hoja 60 vuelta):


Con prosupuesto que si nos venciesen
nos echarían del todo de su tierra [...]


Pedro de Oña, siempre como Ercilla (Arauco domado, C. VI, p. 147, y C. VIII, p. 213):


Sin desistir del vano presupuesto
con ser el daño del tan manifiesto.



Porque con éste blanco y presupuesto
jamás el tiro falta ni se yerra.




15-4-2:


De ver en animales corregidos [...]


Corregir en su sentido figurado de enseñar, de amaestrar, de que el poeta usa en no menos de nueve ocasiones, corriente antaño, y que no corresponde, nos parece, al que el léxico le da de «disminuir, templar, moderar la actividad de una cosa».

Es de extrañar que Cuervo, que estudia tal voz en la acepción que tiene en este pasaje de La Araucana; aunque siempre sobre la base de aquella definición, y que aun trae a cuenta los versos de Garcilaso en que aparece empleada, no se haya acordado de los que se encuentran en nuestro poema.

El licenciado Bartolomé Martínez Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 135:


¿Por qué ya no corrige
la feroz boca del frisón brioso,
ni con freno la rige
de brida, que es más duro y riguroso [...]


Garcilaso en su hermosísima oda a la «Flor de Gnido» dijo también:


Por ti, como solía,
del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno le rige,
ni con vivas espuelas ya le aflige.


Pedro de Oña (Arauco domado, C. XIII, p. 324):


Mas donde hubiere punta de nobleza
no es mucho que una fiera se corrija,
que el pecho que regare sangre noble
apenas puede ser ingrato y doble.


Juan Rufo en el Canto II de La Austriada, h. 35 v.:


A ligarse con él para esta guerra
con exército grande y corregido [...]


El P. Hojeda, La Cristiada, h. 298 v.:


Y a quien tanta paciencia no corrige,
trueca y ablanda, más es que inhumano [...]




15-4-7:


Como a inmortales dioses los temían [...]


Así salió en todas las ediciones, pero se nos antoja que debe leerse tenían, en lugar de temían, tanto porque el concepto enunciado por aquel verbo a es mucho más expresivo, como porque el mismo poeta, volviendo sobre las creencias araucanas, repitió luego (21-1-1):


Por dioses, como dije, eran tenidos [...]


tanto más aún, cuanto que González de Nájera, comentando este último verso, así lo entendió también: «Para lo cual no debió de ser bastante causa, a mi parecer, el haberse desengañado [los indios] de que los enemigos que los oprimían, eran hombres mortales como ellos, y no dioses, según refiere don Alonso de Ercilla, que fueron tenidos en el principio por tales [...]». Desengaño, pág. 85; y es, a mayor abundamiento, la expresión de que se valen, diciendo tenidos y no temidos, cuantos cronistas de Indias trataron de ese punto. Vaya por todos este pasaje de la Historia de las Indias del P. Las Casas (III,   —199→   36): «[...] y aposentáronse todos [Nárváez y los demás] en la una isleta [...] donde había un buen pueble de indios, en la cual estuvieron algunos meses todos, sirviéndoles los indios como a dioses cuanto les era posible».



16-1-1:


Dejando allí el seguro suficiente [...]


Sobre el valor de seguro en este verso, véase 192-5-8.



16-1-4:


Viendo Arauco sujeta se entregaron.


Otro caso de haplología, que ocurre al suprimir la a antes de Arauco, y que debe suplirse, como está, v. gr., en las ediciones de Sancha y Rosell.



16-1-5; 25-3-2; 31-3-6:


Y reduciendo a su opinión gran gente [...]



Y ser en opinión grande tenidos [...]



Y en opinión tan grande le tuvieron [...]


Opinión: he aquí una de las palabras de uso frecuentísimo en La Araucana, comenzando por el mismo prólogo, donde, hablando de los indios, dice (XVIII-3) el poeta que no faltaba a los muertos quien les suceda en


llevar su opinión adelante


frase que encontramos al pie de la letra en este pasaje de la Miscelánea de Zapata (p. 232): «Y más que los más de éstos no los promovió él a los altos cargos, en lo que pudiese parecer que llevaba su opinión adelante, sino que hizo él el plantel como buen hortelano [...]».

O bien (50-4-6):


Solo su parte y opinión mantiene [...]


versos en que esta voz tiene un valor muy más amplio que el que le concedemos hoy, por importar tanto como empeño, porfía, tesón.

En los versos que transcribimos y en muchos otros que se irán viendo, vale tanto como fama, renombre, acepción que era frecuentísima en los escritores de antaño. Vaya un ejemplo de Tirso de Molina:


Serví luego a un clerigón
un mes (pienso que no entero)
de lacayo y despensero.
Era un hombre de opinión [...]


Todavía una tercera acepción (120-3-8):


Y les ponga el honor en opiniones [...]


que equivale como decir en duda, sospechoso de limpio, etc. Tal como dijo después Oña (Arauco domado, XVII, 437):


Porque mi autoridad se menoscabe,
o porque en opinión la deje puesta [...]


Conviene advertir que este modismo de ponerse en opinión lo empleó también Cervantes (Don Quijote, IV, 302): «[...] esperando que el tiempo gaste una parte de la mala opinión en que su hija se puso [...]». «Mostrole asimismo el lienzo de la pintura de su suceso, que la relató y declaró muy bien Antonio el mozo, cuyas pruebas hicieron poner en opinión la ninguna culpa que los peregrinos tenían». Persiles y Sigismunda, 631, t. I, Colec. Rivad.

Opinión sola, equivalente a buena fama, honra, la hallamos también usada por Cervantes: «[...] sólo te suplico que la pena sea de suerte, que se extienda a quitarme la vida, y no la honra, que puesto que yo la he puesto en manifiesto peligro, ausentándome de casa de mis padres; todavía quedará en opinión, si el castigo que me dieres fuere secreto». Las dos doncellas, 202, t. I, Colec. Rivadeneyra.

«Cómo Melchor Verdugo se alzó en Trujillo por Su Majestad, y de lo que hizo en seguimento de su opinión». Zárate, Conquista del Perú, p. 535.

Juan Ruiz de Alarcón, en Ganar amigos:


Y tanto que la verdad
de mi ofensor se oscurece,
no tengo yo obligación
de daros muerte, si bien
la tengo de inquirir quien
hizo ofensa a mi opinión.



Y así el Marqués, huyendo de opiniones,
que son de la verdad incierta guía [...]


Oña, El Temblor de Lima, fol. 18.                


En Chile, Mendoza Monteagudo, escribiendo todavía a mediados del siglo XVII, llama a Pelantaro


Bárbaro de opinión y valentía.


Y el P. Ovalle (I, 276): «No puede parecer decentemente quien tiene opinión de algún caudal, menos que con criados vestidos de libreas [...]».

El obispo de Santiago don fray Gaspar de Villarroel (Historias sagradas, t. I, hoja 52 v.): «Supo que un monje, que moraba muy lejos de allí, le venía a ver, movido de su opinión».

Es digno de notarse que entre la gente del pueblo se conserve en Chile la acepción de opinión, aplicada a personas de valer, rumbo y rango. Ahora no más, con motivo de las últimas elecciones para diputados al Congreso Nacional, interrogado por nosotros un peón sobre a quién había dado (?) su voto, nos dijo que a fulano y no a zutano, por ser éste persona de «poca opinión».

Gran, apócope de grande, y que vale como principal.



16-2-6:


Que en siete pies de tierra al fin habían
de venir a caber sus hinchazones [...]


Expresión metafórica, que alude a la sepultura -no necesitamos decirlo-, y que era en aquellos tiempos la frase canonizada para designarla. Así, dice Pedro Espinosa, Espejo de cristal, Obras de..., p. 159: «Huesa de siete pies de largo, que la abrieron en un momento». El P. Ovalle (I, 224): «[...] Juan Díaz de Solís [...] la tomó [posesión] por su cuenta en los siete palmos de tierra, que son con los que hace pago la muerte al más ambicioso, que, mientras viva, no parece le basta un mundo entero [...]».

Hinchazones, figurado, que vale «vanidad, presunción, soberbia o engreimiento».

  —200→  

«Va el texto prosiguiendo la materia de los pecadores ingratos a Dios, y para esos dice que en la gloria no hay posada, ni para sus hinchazones y fantasía [...]». Oviedo, Quinq., p. 92.



17-1-7:


Que aquel a quien él mismo puso el yugo [...]


Con este aquel alude el poeta a Lautaro, criado o paje, indio de su servicio o yanacona, que fue el que dió a los araucanos la táctica con que habían de combatir en la batalla de Tucapel, en la que pereció Valdivia.



17-2-6:


Reprobando el subsidio padecido [...]


Y que el poeta volvió a emplear en términos casi idénticos (180-1-7):


Diciendo que el subsidio padecido [...]


Subsidio, voz que define el léxico «socorro, ayuda o auxilio extraordinario» y que entre nosotros se acostumbra sólo en su acepción de recurso o contribución.

Dado el significado de la frase, parece que hubiera sido mejor poner servicio, que equivalía en las relaciones de conquistadores e indígenas a servidumbre.

Susidio es voz popular en Chile, que significa recelo o inquietud que molesta interiormente, como el reconcomio español, pero con cierta aflicción. En Costa-Rica dicen desusidio, que doña Ángela Baldares interpreta «angustia, inquietud» (Estudio sobre Aquiles J. Echeverría).

El Diccionario de la lengua española de Rodríguez Navas trae esta voz en la forma susidio, calificándola de «voz americana», y la interpreta: «inquietud, sobresalto, desasosiego». Asímismo el Diccionario de Zerolo, citando también el de Salvá. Trata este asunto insuperablemente Cuervo, Lenguaje bogotano, edición 5.ª, pág. 444.



17-3-1:


Dieron señal primero y nuevo tiento [...]


Nuevo no quiere decir en esta frase que hubiese mediado antes otro tiento, pues el valor de ese adjetivo es el mismo del adverbio nuevamente, de que hay nota en otro lugar (6-5-2).

«Dar uno un tiento a una cosa, dice el léxico, es frase figurada: reconocerla o examinarla con prevención o advertencia, física o moralmente. Dar un tiento a la espada; dar un tiento al ingenio».

En una declaración prestada en Sevilla, en 1529 dice el testigo que con un su socio hicieron para partirse de cierto negocio, un tiento de cuenta. Medina, Núñez de Balboa, II, 503.