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  —81→  


ArribaAbajo- XXVII -


Cuento al caso89

ArribaAbajo   Sabe, si no lo sabes90,
oh mi querido Arquinto,
que cierto noble guaso
de aquellos que el destino
el suelo tucumano  5
le dio por domicilio,
montado en su caballo
—82→
que el Macedonio mismo
se lo hubiera envidiado
por brioso, y por lindo,  10
sin otro ajuar, ni adorno
que un bozal repulido,
un par de guardamontes,
unos bastos estribos,
una usada carona,  15
y un recado mezquino;
-pág. 48-
más orondo que el héroe
de la Mancha, y más fijo
(como buen tucumano)
que aquel en el designio  20
de enderezar entuertos,
que sufrieron tres siglos;
más tieso que aquel otro,
que, como un poeta dijo,
almorzaba asadores  25
en el lugar de pepinos91;
más astuto que el zorro,
humilde como él mismo;
—83→
más tenaz..., pero basta.
¿Lo conoces Arquinto?  30
Y tanto lo conoces,
que quizás es tu amigo.
A éste pues que vagaba
solo, consigo mismo
por uno de estos montes  35
(insensibles testigos
del denuedo y empeño
de tanto fiel patricio
sucesores de Marte),
se le hizo encontradizo,  40
con síntomas de guapo,
un orgulloso esbirro,
bostezando bravuras,
y jurando exterminios
con el rey en el cuerpo,  45
la mano en el gatillo
-pág. 49-
de una armada pistola;
y queriendo que al grito
de su ronca bocina
quedase el guaso mío  50
estático, pasmado,
confuso y aturdido.
Y cuando así lo juzga,
con tono duro altivo
le intima que se rinda  55
víctima de su brío.
¡Oh, qué insulto! ¿Sufrieras
otro tanto, mi Arquinto?
¿Sufrieras que entonado
un humilde cerrillo  60
al altivo Aconquija
—84→
intimase atrevido
que rindiera su cima
al despreciable risco?
¡Oh, cielos! ¿No han bastado  65
tantos años y siglos?
¿Aún se atreve el orgullo
a levantar el grito,
e intimar rendiciones
en su suelo nativo  70
(violando sus derechos)
a los nobles patricios?
¿Aún Hesperia se atreve,
bajo el nombre fingido
de un rey que ella desprecia,  75
a dar en tono frío
-pág. 50-
la ley, que ella debiera
recibir del destino?
¡Amargas reflexiones!,
Arquinto, amado Arquinto.  80
Ellas, parece, ocurren
al corazón sencillo
del insultado guaso;
y dueño de sí mismo,
dando vuelcos al alma  85
y terror al sentido,
al escuchar idiomas
ahora desconocidos,
con un no más redondo
que un esférico ovillo,  90
contesta al arrogante
oficial presumido.
Éste, guapo y fullero,
herido en lo más vivo
—85→
de lo que llama el mundo  95
honor (y es el más fino
y refinado orgullo),
del incauto patricio
asesta luego el pecho,
queriendo con un tiro  100
dar pábulo a su saña,
y a su rabia ejercicio.
Aquí de Dios. El guaso,
que advierte su peligro,
a su valor e industria  105
llama luego en su auxilio.
-pág. 51-
Echa mano al cabresto
(instrumento sencillo,
pero que en mano diestra
desempeña el oficio),  110
y fijando sus ojos
en el casco vacío
(así lo tienen todos)
del insultante esbirro,
le imprime los ramales  115
con tan valiente estilo,
que si le deja sesos,
le quita todo el juicio,
divirtiendo mañoso
la dirección del tiro.  120
¡Víctor! ¡Qué acción tan bella!
Quedó el hombre lucido.
Troncos, espectadores
de pasaje tan lindo,
no permitáis se hunda  125
en el caos del olvido;
quede en vuestras cortezas
—86→
menudamente escrito
para escarmiento eterno
de tontos atrevidos.  130
Vosotros, sí, vosotros
fuisteis fieles testigos
así de tanto orgullo
como del valor frío
con que supo humillarlo  135
un resuelto patricio.
-pág. 52-
Visteis con nuevo asombro
caer luego de improviso,
aquel monte de carne
despojo del invicto  140
y más heroico brazo.
Visteis que compasivo
al paso que valiente
el vencedor, no quiso
usar de represalia  145
con el pobre vencido.
Héroe hasta en ser humano
venciéndose a sí mismo,
le regaló una vida
sujeta ya a su arbitrio.  150
¡Acción noble y bizarra!
¿Hubo, mi caro Arquinto,
quien puesto en igual caso
cortase un retacito
del manto majestuoso  155
de su incauto enemigo,
para señal que pudo
y que no quiso herirlo?
Generoso igualmente,
aunque por otro estilo  160
nuestro valiente guaso
—87→
reduce su castigo
al dejar para ejemplo,
al guapo presumido
con sola la camisa  165
que hubo recién nacido.
-pág. 53-
Cuando él, vuelto del susto,
y vuelto en su sentido
se ve entre cielo y tierra,
como Eva en el Paraiso,  170
de los cuatro elementos
espectáculo indigno,
juzgando ojos y lenguas
en los troncos vecinos,
y que todos burlaban  175
figurón tan supino:
¿no te parece lance
gracioso, Arquinto mío?
Asustadas las aves
de todo aquel recinto  180
(así me lo figuro),
con notables chillidos
extrañando un fantasma
hasta entonces no visto,
ya se acercan, ya huyen,  185
ya acometen con vivos
y clamorosos ecos,
y aun afilan sus picos...
¡Qué escena para el guapo
que se precia de lindo!  190
Si acaso (como creo)
entre alegre y mohíno
el más que astuto guaso
se mantuvo escondido,
—88→
observando de cerca  195
de tanto desatino
-pág. 54-
el fausto resultado,
contémplalo. Yo mismo
suelto una carcajada;
como él quizá lo hizo.  200
Pero entretanto sabe,
oh, mi querido Arquinto
(y esto cede en tu gloria),
que los Campos Elíseos
son el teatro vistoso  205
de acto tan peregrino.

FRAY CAYETANO RODRÍGUEZ



  —89→  


ArribaAbajo- XXVIII -


Silva a las provincias del interior oprimidas92


ArribaAbajo   Pueblos del continente americano,
que aherroja aún el opresor furioso
   en su orgullo impotente,
   ¡ay no os arredre su amagar tirano!
Esos prestigios que abultó la mente,  5
las tristes sombras que el error producen,
   del déspota el semblante
   artero y ominoso
fósforos son, que en un minuto lucen,
   exhalación errante,  10
que se evaporan, cual el humo al viento.
Ved al mandón, en su entrañal encono
   acechando el momento
-pág. 55-
de echar al indo otra feroz cadena,
y perpetuar su servidumbre dura:  15
   él falla el exterminio
   del mísero colono,
   con frente denodada,
—90→
y hasta su estirpe a esclavitud condena.
Empero se oye «Libertad»: el trueno  20
sonó de Dios, que con su diestra airada
   despide de su seno
hacia la patria, en ademán de gloria;
y la tiniebla de la noche oscura
   te hundió bajo su sombra,  25
monstruo afrentoso, y tu procaz dominio,
   y si tu ruina asombra,
de tu existencia ni quedó memoria.
Buscad esos colosos altaneros,
   que vomitando saña  30
la India domeñan por trescientos años:
   en su embriaguez ¡ay, fieros,
cuál se complacen en los tristes daños
   de nuestra infausta suerte!
¡Cuál insultaron nuestro amargo lloro!  35
Bárbaros, crueles... ¿Acorrer la queja
debierais de este modo? ¿Así la España...?
Mas ya bajaron a la tumba umbría
de execración cargados, y su muerte,
su llorar sempiterno, su desdoro,  40
   el caer de su osadía,
fue la obra augusta de tan solo un día.
   Allí aún la ruina humea
-pág. 56-
de su tragedia atroz; y en su circuito
ni el ala bate el animal medroso  45
no hay quien del caso dolorido sea,
ni quien disculpe su fatal delito.
   Los profundos cimientos
   del despotismo odioso,
sí, los mismos cimientos retemblaron  50
al bambolear de la obra, cuando ardiente
—91→
el argentino prorrumpió en acentos;
   el hosanna placiente,
y libertad y su esplendor cantaron.

   De entonces tremolose el estandarte  55
de nuestra independencia: el cielo santo
   se asombra conmovido
de la fuerza de juramento tanto.
Da la señal de alarma a la venganza
   la discordia ominosa  60
que la tea enciende, y se rasgó el vestido,
y sacudiendo al Norte y Mediodía
incita al patrio a la feroz matanza:
corre a la par el furibundo Marte
el templo abriendo del biforme Jano:  65
   sacúdese la tierra
del aldabón al estampido horrendo
que el eco vuelve, por la enhiesta sierra;
retumba ya la selva silenciosa,
   y la caverna umbría  70
solo repite: «¡Guerra, americano,
monstruos temblad, hijos del Inca, guerra!».
-pág. 57-
Este grito del genio, entonces era
   quien guía a la victoria,
cuando las huestes el Perú pisaban  75
dando en sus triunfos a la patria gloria.
   La espada que blandía
   el ínclito guerrero,
al opresor de Potosí despera,
y los restantes déspotas acaban  80
¡tanto la unión y el entusiasmo hacía!

   ¡Ved ora más que nunca
   cual la hueste argentina
—92→
cubre las costas de la banda opuesta
y el lauro lleva a su carroza atado!  85
Aquí se cifra de la patria el nombre...
   Allí a la lid se apresta
   impávido el soldado,
que en Tacuarí y Las Piedras se ha ensayado;
y el país y la comarca convecina  90
no abarcan ya tanto auxiliar, tanto hombre.
Contemplad las naciones poderosas
   que al buscar nuestra alianza
dejan a los rebeldes despechados,
y al monstruo de Arequipa, vacilante93.  95
En el oriente, en su feraz campaña
ha fijado su trono la venganza;
allí, allí es nuestro teatro; en adelante
que a esta deidad se acalle con los dones
de víctimas: los cuerpos desangrados  100
a par de palpitantes corazones,
-pág. 58-
tiñendo de la parca la guadaña
que empapen nuestro suelo, y enrojezcan
las villas, las comarcas deliciosas,
Sí: flotarán muy breve los pendones  105
   del ínclito argentino
sobre ese muro vil. Montevideo,
que tus tiranos pérfidos perezcan,
   y sellen el destino
que allí nos preparaban, y los males  110
cesarán para siempre. ¡Oh, día, oh, trofeo,
tú nos darás el último occidente!
Volemos a la empresa, que ya el muro
   conmovido se siente,
—93→
ya cayó entre las ruinas... ¡Oh, mortales!  115
Llegad, y leed el lema que escribieron
con sangre de los monstruos, los Indianos:
«Aquí hizo gravitar su cetro duro
   la horrenda tiranía
sobre sus infelices moradores;  120
al soplo de la patria revivieron,
   y un golpe de energía
hundió cadenas, pueblo y opresores».

JUNA RAMÓN ROJAS



  —94→  


ArribaAbajo- XXIX -


Oda al día augusto de la patria94


ArribaAbajo   ¡Veinte y cinco de Mayo fausto día!
El alma se enajena
al pronunciarlo. ¡Ah!, de la alegría
-pág. 59-
la suave voz resuena,
cuyos ecos cubriendo el continente  5
la hacen pasar veloz de gente en gente.

    ¡Veinte y cinco de mayo... dulce acento!
Por quinta vez se escucha,
¡con qué gozo y placer! Primer momento
de la constante lucha  10
en que el más inconcuso fiel derecho
empeña al noble americano pecho.
—95→

   ¡Veinte y cinco de Mayo, sí, gran día!,
en que ve, ¡con qué pena!,
de su periodo el fin la tiranía;  15
día de gloria en que estrena
en nuevo, bello y prodigioso gusto
la santa libertad su traje augusto.

   No en marmóreas pirámides tus glorias
esculpas. No, no intentes  20
eternizar en bronce tus memorias.
Para ser permanentes
tu nombre es solo la inscripción más bella
que más que en bronce y piedra el tiempo sella.

   Suspéndase el tañido majestuoso,  25
que se desprende ufano
del alto Capitolio. Más hermoso,
más vivo y soberano
es el acento de tu nombre solo,
lo entona Orfeo y lo repite Apolo.  30

   Tú eres y serás siempre el respetable
único patrio día
-pág. 60-
de América en los fastos memorable,
contra la tiranía
triaca eficaz, antídoto divino,  35
que justo Jove quiso y le previno.

   En ti todo tirano que deserte
de la causa sagrada
escollará, y al fin verá su muerte.
A tierra, polvo y nada  40
quedará reducido por un rayo
de tantos que fulmina el sol de Mayo.
—96→

   En una de tus horas, claro día,
se oyó la vez primera
aquella grata voz que repetía  45
en torno de la esfera
en ecos dulces, tiernos, soberanos:
«Libertad, libertad, americanos».

   Desde aquellos momentos ya te miras
por rara simpatía,  50
cual genio superior, que hasta ahora inspiras
a la patria energía;
cual animado numen, que en victorias
formas el capital para sus glorias.

   Cuando se acerca de tu luz la aurora,  55
se aproximan las dichas;
y apenas nuestro suelo Febo dora,
resultan entredichas
las sombras, las desgracias, la apatía.
Tan enérgico eres, ¡oh, gran día!  60

   Los azares no sufren de la suerte
-pág. 61-
varia, inconstante, impía.
¡No hay tan recio aquilón, austro tan fuerte
que no calme este día!
Una aura suave, blanda y placentera95.  65

   Que de ultramar el eco clamoroso
retumbe en nuestro suelo.
Que atente perturbar nuestro reposo
—97→
el insaciable anhelo
de la injusta ambición. En este día,  70
se estrellará su necia, cruel porfía.

   Que de la patria en el oculto seno
nazcan ingratos hijos
que abrigando mortífero veneno
contra principios fijos  75
sus entrañas devoren. ¡Cruel intento!
Ellos tendrán en mayo su escarmiento.

   Que tienda allá entre sombras, sí, que tienda
sus redes la malicia,
arme sus lazos, pérfida sorprenda,  80
o vuelque la justicia.
¡Oh!, el mes de la patria en que ella fría
el denso velo alzó que los cubría.

   ¡Oh, venturoso mes! ¡Oh, día sagrado!
¡Oh, de la patria digno  85
a sus triunfos y glorias consagrado!
Tú serás siempre el signo,
tú la divisa, tú la ejecutoria,
que alarme a la defensa y a la victoria.

   ¡Yo te saludo, sí, oh, día divino!  90
-pág. 62-
Saludo al astro bello,
que hoy fija con su luz nuestro destino.
¡Ah! su hermoso destello
es muda voz que dice: «Americanos,
no es este el día, no, de los tiranos».  95
—98→

   La pública fortuna, deidad pía,
mereció la erigiese
antigua Roma aras este día:
si ella cultos merece,
eterno loor a ti, día soberano,  100
nueva deidad del culto americano.

   Los laureles, las palmas, las olivas,
la cívica corona
tejen al Sud, que con alegres vivas
tu apoteosis pregona;  105
y jura sostener la causa santa
en el templo de honor que hoy te levanta96.

FRAY CAYETANO RODRÍGUEZ



  —99→  


ArribaAbajo- XXX -


Oda al veinte y cinco de mayo


Compuesta al 25 de mayo de 1813, día de su aniversario, delante de la Plaza de Montevideo97


ArribaAbajo   A mi ardiente clamor en este día
volad genios del canto,
musas corred, y el don, y el almo encanto
-pág. 63-
de vuestra melodía
me prodigad sin fin, así animado  5
saludaré a mi patria enajenado.

   Eterna gloria sudamericano,
a nuestro patrio suelo,
gloria eternal repítase en el cielo,
en el soberbio oceano;  10
gloria eternal las avecillas canten
y gratos trinos a mi par levanten.
—100→

   A tu esplendor tributo éste mi ensayo
mes de América hermoso,
tronó el tirano, el yugo ponderoso  15
veinte y cinco de Mayo
rompiose en tu presencia, y se gozaba
el ciudadano, y de placer lloraba.

   Brillante asiento ocupas majestuoso
en nuestro augusto templo,  20
y sumiso te admiro, y te contemplo
¡oh, día poderoso!
Allí la libertad reina contigo,
ella te felicita en su testigo.

   Tú el término fijaste a mi deseo  25
y a mi libre existencia,
fuiste elegido por la independencia
para justo recreo
del militar, del sabio, del infante,
del tierno esposo y delicada amante.  30

   Jamás el tiempo borre tu memoria
ni estos gratos loores;
-pág. 64-
siempre te llamen Mayo de las flores
y precursor de gloria:
el mal huya de ti, tiemble, se oculte,  35
y al despecho se entregue y se sepulte.

   Se presenta la aurora en el oriente
con rosado semblante,
saluda al veinte y cinco, y al instante
sale el sol refulgente,  40
que saludando a Mayo venturoso
un rayo le dirige luminoso.
—101→

   Ejército, romped, romped la salva
del bronce estrepitoso;
himnos mil entonad, siempre afanoso  45
desead que venga el alba
que nos retorne tan felice día,
y la unión nos proteja, y la alegría.

JUAN RAMÓN ROJAS



  —102→  


ArribaAbajo- XXXI -


Letrilla98


ArribaAbajo   Hijas de la patria
   recibid mi afecto.

   Las que en las campañas
del tirano huyendo
sufristeis ardientes  5
los rayos de Febo,
y nieves y fríos
en el crudo invierno,
mirad mi letrilla,
escuchad mi acento:  10
-pág. 65-
   Hijas de la patria
   recibid mi afecto.

   Ni extrañas fatigas,
ni amargos sucesos
a este sexo grato
arredrar pudieron:
su vista al soldado  15
infunde denuedo.
Y al dar la batalla
—103→
dice placentero:
   Hijas de la patria,
   recibid mi afecto.

   En la lid sangrienta
el amable sexo  20
oliva prepara
a su dulce objeto.
Con su mano blanca
la presenta luego,
y mientras la ciñe  25
entona el guerrero...
   Hijas de la patria,
   recibid mi afecto.

   Las que habéis sufrido
en Montevideo
y en otros países
crueles improperios  30
por amar constantes
vuestro patrio suelo,
también tenéis parte
-pág. 66-
en mi tosco verso...
   Hijas de la patria,
   recibid mi afecto.

   Preferís la muerte  35
al yugo y al hierro,
y nada contrasta
vuestros sentimientos:
sudamericanas,
¿quién con vuestro ejemplo  40
no amará la causa?,
—104→
¿no correrá al duelo?:
   Hijas de la patria,
   recibid mi afecto.

   Hijas de la patria,
cuando considero
que estáis decididas  45
a morir primero
antes que entregaros
a dominio ajeno,
el gozo me inunda,
y acabo diciendo:  50
   Hijas de la patria,
   recibid mi afecto.



  —105→     -pág. 67-  

ArribaAbajoAl que desmaya en nuestro sistema por los contrastes que ha padecido

SONETOS





ArribaAbajo- XXXII -99


ArribaAbajo¿Del gran sistema la contraria suerte
tanto te sobrecoge y te intimida?
¿Más que la libertad amas la vida?
¿Eliges la cadena y no la muerte?

El contraste no aflige al varón fuerte.  5
Él a mayor peligro le convida;
dijo perezca el cruel y no trepida,
y en león libio, en furia se convierte.

Su sangre a borbotones mancha el suelo;
él la mira, y el pecho se le inflama,  10
y allí su atropellar, allí su anhelo.

Al espirar a sus amigos llama,
y despreciando tan funesto duelo,
himnos entona que admiró la fama.

  —106→  


ArribaAbajo- XXXIII -100


ArribaAbajo¿Tú lleno de pavor pasas el día
los males de tu patria contemplando,
y huyendo de un amigo al ruego blando
buscas ansioso la melancolía?

¿Qué hiciste infeliz hombre tu alegría  5
los grillos al romper? ¿a do temblando
llevas la planta con tu sombra hablando?
¡Infeliz patria, si de ti confía!
-pág. 68-

Húndete, miserable; a tus hermanos
devuélveles tu mal ceñida espada,  10
no la profanen tan cobardes manos.

La augusta Libertad con faz airada
te apartará de sus americanos,
y en su templo jamás tendrás entrada.

FRAY CAYETANO RODRÍGUEZ



  —107→  


ArribaAbajo- XXXIV -


A la desunión101


ArribaAbajo   Cual rayo desatado de la esfera
se arroja la discordia ensangrentada
en nuestra alegre y maternal morada,
lanzando silbos cual horrible fiera,
derrama su mortífero veneno,  5
      y el frágil seno
      mancha del hombre;
      desprecia el nombre
      del justo y sabio
      que sella el labio;  10
y agitando los polos de la tierra,
todo convierte en sangre, en luto, en guerra.

   De su execrable trono baja luego;
el dolo, la ambición y la perfidia,
el genio ingrato de la cruel envidia  15
a quien sigue el furor temible y ciego,
ríen malignos, y la patria en tanto
—108→
      trocando en llanto
      su gloria y celo,
      dirige al cielo  20
-pág. 69-
      férvidas voces;
      pero veloces
los monstruos, dando un grito de alegría,
ejercen su poder y tiranía.

   El déspota opresor, que al heroísmo  25
de nuestros esforzados escuadrones
su espada presentó sin condiciones,
de depresión cubierto y terrorismo,
siente de la discordia el fiero estruendo,
      y sacudiendo  30
      su cobardía,
      con gusto oía
      nuestros debates;
       nuevos combates
se apresta a repetir con sus legiones,  35
a favor de las patrias divisiones.

   Batalla... triunfa...102 ¡Oh, Dios!, ¿cómo la muerte
no arrebató mi vida y mis deseos?
¿Tanto laurel, olivas y trofeos,
tanto lidiar con venturosa suerte  40
do está, decid, a do el claro horizonte?...
       ¡No más remonte
      mi pluma el vuelo!
      Un denso velo
—109→
      todo lo oculta,  45
      y lo sepulta;
-pág. 70-
y el genio asolador el aire hendiendo,
en su horrísono carro va rugiendo.

   La orfandad y viudez las manos cruzan,
la congoja pintada en sus semblantes.  50
¡Qué mucho, si los débiles infantes
el néctar maternal también rehúsan!
La alma filantropía se comprime,
      y la Unión gime,
      y el bien se viste  55
      de luto triste,
      ¡sólo el injusto
      se entrega al gusto!
En tanto que la Fama el templo hermoso
lo cierra con estrépito espantoso.  60

   Hasta Marte y Belona nos negaron
la protección mil veces concedida,
vieron la Desunión enardecida
y al Olimpo suspensos se tornaron.
El dios tonante se desciñe el manto,  65
      y con espanto
      la patria mira,
      y aun él se admira.
      ¡Hasta mi musa
      el don me excusa!  70
Y mis versos en trémulos renglones
se afligen al poder de las pasiones.

   ¿Pero adónde remonto mi querella?
¿Será eterna la noche tenebrosa?
—110→
¿No volverá la aurora luminosa  75
-pág. 71-
a nuestro suelo patrio su luz bella?...
Sí, volverá, ¡ilustres defensores!
      y con ardores
      unid los brazos
      en fuertes lazos,  80
      unid los pechos,
      y los derechos,
que el almo sentimiento se derrama
en vuestros corazones y se inflama.

   Y os convida otra vez a la venganza,  85
y furor patrio corre en vuestras venas,
y odio sin fin juráis a las cadenas,
y otra vez empuñáis aquella lanza
que diera asombro al nieto de Pizarro.
      Y vuestro carro  90
      su legión tira
      y no respira.
      Y se estremece,
      y desparece
la Discordia asombrada del estrago,  95
y se sumerge en el estigio lago.

   La Libertad entonces con presura
desciende de su trono de diamante,
su faz presenta plácida y brillante,
derrama generosa su dulzura:  100
abre su templo que cerró la Fama,
      hijos nos llama;
      de amor se enciende,
      sus alas tiende,
-pág. 72-
      nos acaricia,  105
      siempre propicia
—111→
nos conjura a la unión, y que admiremos
sus virtudes y altares le elevemos.

   ¡Unión, sagrada Unión, virtud suprema
de justicia y razón hija querida,  110
si como yo te sientes conmovida,
haz que el tirano tus influjos tema!
En jefe manda a los patricios fieles:
      dales laureles,
      rige victorias,  115
      prodiga glorias;
      justo respeto
      a tu decreto
tendrán prudentes los americanos,
y gran familia formarán de hermanos.  120



  —112→  


ArribaAbajo- XXXV -


A la acción de treinta y uno de diciembre de 1813103


ODA


ArribaAbajo   Yo cantara los triunfos y la gloria
de mis caros hermanos
honor del siglo ¡oh, sudamericanos!
Yo escribiera la historia
dibujando el cuadro, do sus hechos  5
estampase, y sus ínclitos derechos.
-pág. 73-

   Pero es empresa que a mi débil pluma
encargarse no debe;
la mano tiembla, que ella no se atreve
a reunir la suma  10
de tantos pormenores singulares,
que honran felices nuestros patrios lares.

Su cítara divina deme Apolo,
Néstor su gran prudencia;
y si Homero me infunde su elocuencia,  15
del uno al otro polo
irán mis ecos por el aire vago,
por senda oculta y anchuroso lago.
—113→

   Del treinta y uno el triunfo y la victoria
hoy repita mi canto:  20
¡cuánto hay que referir, oh numen, cuánto
digno de otra memoria!
Pero supla esta vez lo que no digo
quien de la heroica acción fuere testigo.

   Preparadas las huestes del tirano  25
que halagan su deseo,
salen altivas de Montevideo,
y al bravo americano
el yugo llevan y la cruda muerte
por amargar así su feliz suerte.  30

Intrépido el sitiado no vacila:
anima a sus soldados
con la horrible armadura sofocados;
corre de fila en fila,
-pág. 74-
da la señal, y en marcha redoblada  35
el campo cruza la terrible armada.

   Los hijos de la patria confiados
en su milicia y brío
desprecian del tirano el poderío
de su furor guiados.  40
Desprecio que en la guerra mal fundado,
al débil y abatido ha entronizado.

   Penetra por la izquierda con presura
y al sitiador sorprende,
que, animoso, no obstante se defiende.  45
Y rechazar procura
la hueste de los crueles opresores,
que no perdona incautos moradores.
—114→

   En los albores del glorioso día
ufanos se gozaban;  50
en su línea temibles resonaban
por sello de alegría
heridos los clarines y tambores,
pero fue su alegría en los albores.

   Al Cerrito llevaron la bandera104  55
que luego tremolaran;
su rabia y su despecho redoblaran:
¡musas, musas, quién fuera
elocuente esta vez! ¡Con qué colores
pintara yo a los fuertes sitiadores!  60

   ¡Hijos del dios guerrero y de Belona,
dad espíritu al canto!
-pág. 75-
Qué alígera la Fama vuela en tanto
hasta la ardiente zona,
diciendo con acento acelerado,  65
que estáis ceñidos del laurel sagrado.

   Como la nube negra amenazante
que más y más se aumenta
anunciando la horrísona tormenta,
y en un pequeño instante  70
rompe el trueno, la lluvia, el sordo viento
y el rayo que estremece el firmamento;
—115→

   de esta manera el sitiador se avanza
uniendo sus legiones;
se apremian, se encarnizan los campeones  75
sedientos de venganza,
y disparando atroz la artillería
en noche obscura se convierte el día.

   Veloz la muerte sale presurosa
del cañón ominoso  80
que causando un estrépito espantoso
la arroja sanguinosa
do el cruel disputa con ferviente celo,
y cubre de cadáveres el suelo.

   Retroceden, tropellan los Libertos105  85
que aman sus pabellones;
de la patria los bélicos Dragones106
en el avance expertos
el corbo empuñan, y a doquier que enfilan
todo destruyen, matan, aniquilan.  90
-pág. 76-

   Cuerpos dividen, y a bayonetazos
rompen ingratos pechos
que teñidos en sangre son deshechos
en menudos pedazos.
Los bronces y fusiles ensordecen,  95
y ondeantes de humo las columnas crecen.
—116→

   Vieras allí acometer furioso
al soldado postrero,
que descargando su cortante acero
derriba al poderoso,  100
y del membrudo brazo al golpe fuerte
le cubren las tinieblas de la muerte.

   Los Blandengues audaces y aguerridos107
ardorosos sostienen
un gran fuego, se estrechan y se encienden  105
con los contrarios que despavoridos,
desalojando el punto de la gloria,
renuncian al honor y la victoria.

   Desordenados, pálido el semblante,
el aliento oprimido,  110
temiendo de la bala el cruel silbido,
y con pie retemblante
huyen, corren, se esconden, se retiran,
y al vencedor respetan y lo admiran.

   Como cuando se extiende por un monte  115
la llama luminosa,
que el resplandor colora el horizonte
con variedad hermosa,
—117→
-pág. 77-
voraz subiendo hasta la verde cima
que parece que Febo se aproxima;  120

   así las armas de los sitiadores
de lejos resplandecen.
Cuanto más lidian más se ensoberbecen
sus brutos voladores,
que bañados de espuma, majestuosos,  125
son después de la lid aún más fogosos.

   ¡Viva la patria!, gritan los temibles
bravos; ¡la patria viva!,
las sitiadoras claman, y la oliva,
sus cuidados sensibles  130
llevan rodeada de olorosas flores
para tejer guirnalda a sus amores.

   Con los vivas el campo resonara:
ríe el plácido oriente:
el eco hiende el aire, y a occidente  135
el triunfo publicara;
rápido vuela, y lleno de alegría
lo lleva al Norte, corre al Mediodía.

   Los guerreros se suben a la cumbre
del Cerrito victoria,  140
y en tanto que eternizan su memoria
el cielo vierte lumbre:
el rubio Apolo para en su carrera,
y se suspende en la celeste esfera.

   Número seis, Blandengues y Dragones,  145
valientes artilleros,
-pág. 78-
ilustres voluntarios, compañeros
—118→
de espada y condiciones;
la Libertad sus dones hoy reparte
con vosotros, progenie del dios Marte.  150

   Revolución del Sud, yo te saludo
exaltado y contento:
en tus hijos ufano te presento
impenetrable escudo.
Y mientras suena un verso más sonoro,  155
himnos entone el apolíneo coro.

JUAN RAMÓN ROJAS