Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

María Estuarda

Tragedia en cinco actos

Manuel Bretón de los Herreros



  —53→  

Traducción de la que escribió en francés Mr. Pierre Lebrún.

Representada por la primera vez en el teatro del Príncipe el día 7 de noviembre de 18281



PERSONAJES
 

 
ISABEL,   reina de Inglaterra.
MARÍA ESTUARDA,   reina de Escocia.
ANA KENEDI.
ROBERTO DUDLEY,    conde de Leicester.
CECIL,   barón de Burleigh.
MELVIL,   lord escocés.
AMIAS PAULETO,   gobernador del castillo de Fotheringay.
JORGE MORTIMER.
SEIMUR.
CRIADOS   de María de ambos sexos.
EL SHERIFF DEL CONDADO.
GUARDIAS.
PAJES.
ESCUDEROS.
 

La escena es en Inglaterra (1587) en el castillo de Fotheringay. El primer acto y el quinto en la habitación de MARÍA; los restantes en un salón con vistas a los jardines de Fotheringay.

 




ArribaAbajoActo I


Escena I

 

ANA. PAULETO.

 
 

(Dos criados atraviesan el teatro con una cajita y papeles.)

 
ANA
    ¡Ah! por piedad, a mis humildes ruegos
no de bronce seáis. Cuando arrancada
del fuerte de Talbot en esta torre
vino a esconder María su desgracia
¿de menos dura esclavitud en vano 5
concebimos la plácida esperanza?
¿Vos de sus implacables enemigos
instrumento seréis? Aquí postrada
—54→
su fiel nodriza por su Reina os pide.
PAULETO
Señora, alzad...
ANA
Volvednos esas cartas,
10
esas cartas, señor, de sus desdichas,
de su luengo penar depositarias,
y esa real diadema que en su frente
brilló un tiempo de lises adornada,
y los hermosos días le recuerda 15
en que fue de los galos Soberana.
¿Le negaréis también este consuelo?
PAULETO
Órdenes tengo; mi deber lo manda.
ANA
¡Bárbara humillación! ¡Horrendo crimen!
El tenebroso horror de esa muralla 20
impenetrable al sol ¿a quién podría
anunciar de una Reina la morada?
¡A tanto mal la destinaba el cielo
cuando en los días de su tierna infancia
la corona ciñó, con regia pompa 25
en la corte de Médicis criada,
y esperanza y honor de tres naciones
Reina fue de Inglaterra, Escocia y Francia!
PAULETO
¿De Inglaterra?...
ANA
¿Qué digo? He aquí su crimen
y la ocasión fatal de sus desgracias. 30
¡Nunca heredara tan funesto nombre!
Sus derechos al trono de Bretaña
son sólo su delito.
PAULETO
¿Y qué derechos
para aspirar al cetro la acompañan?
La corona real de Enrique Octavo 35
¿pudo ceñir jamás sin usurparla?
Del trono paternal ¿pudo sin crimen
feroz ardiendo la discordia insana
lanzar a la legítima heredera
y del estado renovar las llagas? 40
¿Cuál de Bretaña, ¡oh Dios! fuera la suerte
si reinase María? La inhumana
para afianzar su criminal victoria
al poder del francés nos entregara.
¿Por qué, decid, los pactos de Edimburgo 45
despreciar delirante? ¿Por qué causa
no abandonar quiméricos derechos
y sus grillos romper? Sin duda aguarda
conquistar la Inglaterra armando al orbe
desde el oscuro centro de este alcázar. 50
ANA
¿Qué decís! Sin socorros, sin amigos,
dentro de estas paredes solitarias,
¿cómo tal intentar, ni qué temores
infundir a Isabel?
PAULETO
¡Qué! su arrogancia,
su fiera obstinación ¿acaso ignora? 55
Desde el horror de su cerrada estancia
¿no supo armar del regicida acero
de Babington la diestra temeraria?
Norfolk, en fin, Norfolk, ese valiente
que la Inglaterra entera idolatraba, 60
por conquistar la mano de María
¿no rindió a los verdugos su garganta?
¿Y su muerte bastó? De cien ingleses
la noble sangre los cadalsos baña,
que de morir por ella conspirando 65
se disputan fanáticos la palma.
¡Ah! maldición al execrable día
—55→
en que, a turbar con sus funestas gracias
la paz de tantos pueblos, hollar pudo
el suelo inglés la fugitiva Estuarda! 70
ANA
¡Desgraciada!


Escena II

 

MARÍA. ANA. PAULETO.

 
ANA
Señora, a nuevos males
el alma prevenid. Sin que alcanzaran
mis lágrimas piedad, vuestros escritos
en este mismo instante os arrebatan,
y la real diadema, único resto 75
del antiguo esplendor de Soberana.
¡Todo lo habéis perdido!
MARÍA
Enjuga el llanto.
A esos vanos adornos puede el alma
sin pena renunciar. Ni ellos me dieron
el título de Reina, herencia santa 80
que sólo el cielo nos concede. El hombre
nos oprime tal vez; no nos degrada.
Tan triste obligación repugna acaso
a vuestra sangre y venerables canas;
lo sé, y os compadezco. Mas, Pauleto, 85
entre esas cartas que arrancarme os mandan,
no sé si vuestra Reina o sus ministros,
un escrito hallaréis que yo intentaba
a Isabel dirigir. De vos espero
que le será entregado sin tardanza. 90
PAULETO
Cumpliré mi deber.
MARÍA
Con insolencia
sus vasallos me juzgan. De tamaña
humillación herida, solicito
que me oiga vuestra Reina. ¡A sus miradas
voy a ofrecerme por la vez primera! 95
A pesar del rencor con que me agravia,
igual en título y en sexo,
verá en mí una mujer, verá una hermana,
verá en fin una Reina.
PAULETO
Adiós, Señora.
MARÍA
¿Partís, Pauleto? ¡Oh cielo! ¡Y en la amarga 100
incertidumbre me dejáis de nuevo!
¿No sabré yo la suerte que me aguarda?
De esta prisión en el recinto oscuro,
¡triste de mí! del mundo separada,
en mis oídos el humano acento 105
se niega a resonar. En este alcázar
un tribunal terrible se congrega
para escucharme y sentenciar mi causa.
Su aspecto me aterró. Mal de mi grado
a su presencia parecer me mandan 110
sola, sin defensor, a mi inocencia,
a mi sola inocencia abandonada.
Pasose un largo mes, y en torno mío
aterrador silencio todos guardan.
¿Cuál es mi suerte en fin?... Hablad.
PAULETO
Señora,
115
en Dios pensad.
MARÍA
Me anima la esperanza
de que ve mi inocencia, y el sendero
sabrá mostrar a la justicia humana.
  —56→  
PAULETO
A todos guarda el premio merecido.
MARÍA
¿Nada sabéis del Parlamento?
PAULETO
Nada.
120
MARÍA
¿Mi suerte se fijó?
PAULETO
No sé.
MARÍA
Los Pares
¿osarán condenarme?
PAULETO
No sé.
MARÍA
Basta.
Nada, Pauleto, sorprenderme debe.
Conozco a vuestra Reina.


Escena III

 

MARÍA. ANA. PAULETO. MORTIMER.

 
MORTIMER
En la cercana
habitación, señor, para dictaros 125
preceptos de la Reina un lord os llama.
PAULETO
Mortimer, ya te sigo.
 

(MORTIMER se retira sin dar a entender que ha reparado en MARÍA.)

 
MARÍA
Mi presencia
algún respeto a Mortimer demanda.
Recordadle un deber que desconoce.
Bien que me oprima esclavitud tirana, 130
aún soy Reina, Pauleto. A vigilarme
¿también su ardiente celo se consagra?
PAULETO
No lo temáis, Señora: es caballero,
es deudo mío, es hijo de mi hermana.
Hoy de nuevo, la Francia abandonando, 135
en el nativo hogar su huella estampa.
Bien puedo descansar en su nobleza
si encomendarle quiero vuestra guarda;
que para seducirlo vano el llanto,
vano fuera el poder de vuestras gracias. 140
ANA
¡Cruel!


Escena II

 

MARÍA. ANA.

 
MARÍA
Harto en los días de mi gloria
me halagó la lisonja cortesana:
hoy es justo tal vez que en la miseria
me resigne a escuchar tales palabras.
ANA
¡Ah, Señora!
MARÍA
Ocultártelo no debo.
145
Entre esas letras que el furor me arranca,
¡no sé, infeliz! si el nombre de Leicester
estampó alguna vez mi mano incauta.
Sabrá Isabel nuestra amistad secreta.
ANA
¡Yo tiemblo!
MARÍA
Acaso mi sospecha vana
150
es hija del terror; mas, ¡ay! no puedo
esta duda fatal lanzar del alma.
ANA Se acerca Mortimer y nos escucha.

  —57→  

Escena V

 

MARÍA. ANA. MORTIMER.

 
MORTIMER

  (A ANA.)  

Retiráos, señora.
MARÍA
¿Quién lo manda?
No te apartes de mí.
MORTIMER
Leed, Señora,
155
y me conoceréis.
 

(Presenta a MARÍA una carta. Ella la mira con sorpresa.)

 
MARÍA
¡Oh Dios!
MORTIMER

  (A ANA.) 

Dejadla
breves instantes sola.
MARÍA
Vete, y cuida
que nadie nos sorprenda.


Escena VI

 

MARÍA. MORTIMER.

 
MARÍA
¡Ah! ¿no me engañan
mis ojos? ¿será sueño? ¿en vuestra mano
del mejor de mis deudos una carta? 160
¡Del cardenal de Guisa! ¿Qué me anuncia?
¡Hablad! ¡hablad! A mi prisión amarga
un ángel os conduce.
MORTIMER
Perdonadme
si el celo que a serviros me consagra
de aborrecible máscara me cubre. 165
Mal besara sin ella vuestras plantas.
MARÍA
Levanta, Mortimer. ¡Oh regocijo!
¡Oh bien que no cabía en mi esperanza!
Mas ¿cómo el justo cielo...?
MORTIMER
El cuarto lustro
aún no cumplido bien, a Roma, a Francia, 170
la juvenil curiosidad me impele,
y lejos vuelo de mi dulce patria.
Llego al Louvre: conozco al gran prelado
defensor de la iglesia sacrosanta,
de vuestra madre augusta hermano y guía, 175
y del estado indómita muralla.
Cual amoroso padre me recibe.
De entre sus labios la verdad sagrada
a mi ofuscado corazón desciende,
y los dogmas heréticos arranca. 180
¡Tan grande era el poder de la elocuencia
que el Dios por quien combate le inspiraba!
MARÍA
¡Oh quién te viera, venerable Guisa!
MORTIMER
Absorto un día de su regio alcázar
contemplando la pompa, en un retrato 185
se detiene mi vista embelesada.
«No sin razón tu pecho se conmueve,
díjome el cardenal. Víctima infausta
de la ambición soberbia, esa infelice
cuya imagen te admira y arrebata 190
por no abjurar la fe de sus mayores
dura cadena en Albïon arrastra.»
Entonces vuestras penas me refiere;
—58→
vuestras virtudes; que la estirpe clara
en vos alienta de Tudor; que impía 195
os ha usurpado la diadema sacra
la que en tálamo adúltero naciera,
y aún su crueldad horrenda no se sacia.
Mas ¡cuál fue mi contento cuando supe
que el austero Pauleto aquí os guardaba, 200
aquí donde pacíficas crecieron
las rápidas auroras de mi infancia!
Paréceme que Dios mi brazo elige
para romper los grillos que os ultrajan.
Mi alto designio al cardenal revelo; 205
lo aprueba, ufano parto, me acompaña
su bendición por los hinchados mares,
y al fin saludo de Albïon la playa.
Yo os vi, Señora, en el dorado lienzo
bosquejo débil de hermosura tanta, 210
y gemía por vos. Ahora que os hablo,
no ya callada sombra, ahora que blanda
resuena vuestra voz en mis oídos,
¿qué no haré yo por vos, divina Estuarda?
No sin causa la bárbara Isabela 215
en estos muros cautelosa os guarda.
Si en la negra mansión abominable
donde os sepulta la traición nefanda
todos a su legítima Señora
como yo venturoso contemplaran, 220
a combatir, a perecer por ella
¡cuál te alzarías, juventud britana!
MARÍA
¿Lo crees tú, Mortimer?
MORTIMER
¿Qué caballero
ciñera en vano fulminante espada,
testigo del valor incomparable 225
con que arrostráis, María, la desgracia?
Respirad. Doce jóvenes valientes
de la primer nobleza en la Bretaña
restituiros a la iglesia, al trono
juraron ya sobre la Biblia Santa. 230
El español Filipo nos protege.
Nuestro es el galo embajador. Mañana
a su palacio todos...
MARÍA
¡Ah! yo tiemblo.
¡Cuál os ciega quimérica esperanza!
¿A Isabel no conoces? ¡Desdichado! 235
Mil suplicios a todos amenazan.
MORTIMER
Y vos ¿sabéis, Señora, a qué destino
ha jurado arrancaros nuestra audacia?
MARÍA
¡Qué! ¿se ha dictado ya la atroz sentencia?
MORTIMER
La sentencia que os pierde y nos infama 240
pronto os anunciarán. Artificiosa
y acusando a las leyes de inhumanas,
aún Isabela vacilar parece.
MARÍA
Mortimer, lo he previsto. ¿Me preparan
lenta muerte en oscuro calabozo? 245
MORTIMER
No. ¡Gran Dios! el suplicio...
MARÍA
¡Y tal infamia,
y tanto crimen sufrirá la tierra!
¡Y sin tronar la omnipotente saña
verá caer en bárbaro suplicio
una frente tres veces coronada! 250
MORTIMER
¡Oh si dudarlo me otorgara el cielo!
MARÍA
No, Mortimer. Si el Parlamento falla,
ejecutar la ley toca a la Reina,
—59→
y de tamaño golpe la importancia
desconocer no puede. ¿A qué mi muerte? 255
A sus designios el amago basta.
Proscripta mi cabeza, ya no duda
que a mis parciales el terror abata.
Isabel me aborrece, y bien quisiera
mi fin apresurar su oculta rabia; 260
pero es amante de la gloria, y nunca
con tal borrón denigrará su fama.
MORTIMER
¡Oh cielo!
MARÍA
Verá al menos su peligro
si en mi sangre una vez fiera se baña.
MORTIMER
¿Y esperáis...
MARÍA
¡Qué! ¿feroz no volaría
265
todo el pueblo francés a mi venganza?
MORTIMER
Si vil segur vuestra garganta siega,
podrá arrancaros de la tumba helada
el galo vengativo? Augusta mártir,
Lorena, Dios, mi honor, la misma Francia, 270
el deber me prescriben de salvaros.
Aceptad...
MARÍA
No. Tu empresa temeraria
reprueba mi dolor. ¿A qué sin fruto
aventurar la vida por mi causa
tan noble juventud? Burleigh acaso 275
ya un delator entre vosotros paga.
Huye, bizarro joven, si aún es tiempo;
abandona esta isla depravada.
A cuantos han osado defenderme
funesta ha sido mi tenaz desgracia. 280
MORTIMER
No, que adquirieron inmortal renombre.
Dicha es morir por vos en la demanda.
Su suerte envidio.
MARÍA
¡Oh Dios! De mis contrarios
¿quién eludir podrá la vigilancia?
MORTIMER
Yo.
MARÍA
Tan sólo un mortal salvarme puede.
285
MORTIMER
¿Quién?
MARÍA
Leicester.
MORTIMER
¿Qué escucho! ¿El que la trama
sólo tejió del infortunio vuestro?
Privado de Isabel...
MARÍA
De entre sus garras
Leicester sólo libertarme puede.
Si el noble celo que por mí te inflama 290
es constante y veraz, vuela en su busca:
sin temor tu designio le declara,
y porque de tu fe dudar no pueda
preséntale este anillo.
MORTIMER

 (Lo toma.) 

Mas no alcanza
la mente mía...
MARÍA
En breve tus recelos
295
Leicester calmará.
MORTIMER
Leicester...
MARÍA
Calla.

 (A ANA, que llega presurosa.)  

¿Quién se acerca?
ANA
Burleigh.
MORTIMER
El cielo santo
os dé valor.
MARÍA
Me da la noble calma,
la dignidad que inspira la inocencia.

  —60→  

Escena VII

 

MARÍA. PAULETO. BURLEIGH.

 
BURLEIGH
No sin dolor aquí guía mi planta 300
del tribunal decreto irrevocable.
¡Ministerio funesto para un alma
sensible a la piedad! Pero el estado
tal sacrificio de mi honor reclama.
Su sentencia...
MARÍA
Callad. Sea cual fuere,
305
no la escucho. Ni puedo sin infamia
de tales jueces someterme al fallo.
Milord, soy extranjera y Soberana.
Al más oscuro ciudadano otorgan
vuestras leyes benéficas la gracia 310
de que sus jueces sus iguales sean;
mas yo no las invoco, no. En Bretaña
mis jueces ¿dónde están? ¿do mis iguales?
Sólo pudieran serlo los Monarcas.
BURLEIGH
Perdonad. Ya es tardía vuestra queja. 315
Al tribunal que vuestra lengua infama
sumisa ya...
MARÍA
¡Jamás! ¿Y qué justicia,
aunque fuese capaz de mengua tanta,
pudiera yo esperar del Parlamento?
Vil interés le rige y le avasalla. 320
El mismo Dios, sacrílego, somete
al humano poder. Ya su inconstancia
por cuatro veces bajo cuatro imperios
osó cambiar el culto de las aras.
Mas doy que la equidad sea su norma, 325
doy que a vos mueva sólo de la patria
el sagrado interés y los derechos
de la que Reina de Albïon se llama.
¿Osáis, decidme, prometer justicia
a mí, nacida en religión extraña 330
y en extraño país? De entrambos reinos
¿ya olvidasteis la lucha hereditaria?
¡Ay! destinada me creyera un día
de cuatro siglos a extinguir la saña
que del britano al escocés divide. 335
Cual Richemundo, un héroe de mi raza,
uniendo en su persona los derechos
de la purpúrea Rosa y de la blanca,
por siempre en este suelo que me oprime
la intestina discordia terminara; 340
yo esperaba también sobre mis sienes
reunir dos coronas adversarias,
y que entera esta isla bajo un cetro
feliz viviese en eternal alianza.
BURLEIGH
Dígalo quien os ve de la discordia 345
aquí agitar la tea sanguinaria,
proscribir nuestro culto, nuestra Reina...
MARÍA
¡Oh impostura! Cesad. Vuestras palabras
a Dios, milord, y a la justicia insultan.
BURLEIGH
Y ¡qué! ¿podéis la delincuente trama 350
de Babington negar? ¿Niega María
que desde su prisión las diestras arma
de fanáticos viles asesinos?
Vuestros criados mismos lo declaran.
MARÍA
Si a tal extremo mi desdicha llega 355
—61→
que sin fe y sin conciencia me difaman,
¿por qué no comparecen a mis ojos?
¿Por qué un derecho que al delito alcanza
negáis a la inocencia? El Parlamento
dictó no ha mucho un bill, si no me engaña 360
vuestro lord canciller, do se consiente
que el acusado al delator combata.
Bien que enemigo mío, sir Pauleto,
incapaz os confieso de falacia.
Hablad: ¿rige esta ley entre vosotros? 365
PAULETO
No lo niego.
MARÍA
¿Lo oís? Si de Bretaña
es fuerza que a las leyes me someta,
¿por qué no respetáis las que me amparan?
BURLEIGH
La prueba de otros crímenes...
MARÍA
¿Es eso
responderme, Burleigh?
BURLEIGH
Por vos la España,
370
por vos todos los Reyes de la Europa
sangrientas lides al inglés preparan.
MARÍA
Bien pudiera excitarlos a la guerra
con más derecho que Isabel tirana
para prenderme tuvo. Por ventura 375
¿vino a invadir María estas comarcas?
A sus brazos me acojo suplicante,
vengo a implorar auxilio de una hermana;
y cadenas me forja. A quien aleve
de la hospitalidad la ley quebranta 380
¿me liga algún deber? Si concibiera
de quebrantar mis hierros la esperanza,
si armase en mi favor a todo el orbe,
¿cuál es el recto juez que me culpara?
¿Cuándo, decidme, con mayor derecho 385
se invocó la fiereza de las armas?
BURLEIGH
No es sin ejemplo ya que el menos fuerte
de un derecho fatal víctima caiga.
MARÍA
Débil soy, es verdad, contra Isabela.
Triunfe pues su poder. ¿Por qué retarda 390
mi suplicio signar si lo ha jurado?
Mas no atestigüe la justicia santa
cuando sólo en su pecho fementido
la torpe voz de las pasiones habla.
El hipócrita velo al fin descorra 395
a su ambición, a su crueldad innata.
Confiese que a María su Senado
puede dar muerte aleve...; no juzgarla.


Escena VIII

 

BURLEIGH. PAULETO.

 
BURLEIGH
Pauleto, ¡qué altivez!... Ella no ignora
que en signar la sentencia deseada 400
Isabel indecisa titubea;
y aún triunfar imagina la insensata.
¡Qué sañosa mirada amenazante
me ha lanzado al partir! Mas su arrogancia
no intimida a Burleigh. Noble Pauleto, 405
perezca una extranjera temeraria.
PAULETO
El brazo de la ley pese sobre ella.
Mas mi labio, Burleigh, jamás disfraza
—62→
la severa verdad. Bien que culpable,
en duras quejas su dolor exhala 410
no acaso sin razón. Esos testigos...
BURLEIGH
No los verá. Entre el llanto y las plegarias,
el ascendiente de su regia cuna,
Pauleto, a desmentirse los forzara.
PAULETO
Mas ¿qué dirá, Burleigh, de tantos argos 415
enemigos de Albión la lengua osada?
BURLEIGH
¡Oh si antes de pisar nuestras arenas
hubiera dado término la parca
a su vida fatal!
PAULETO
¡Pluguiera al cielo!
BURLEIGH
Naturaleza al menos excusara 420
su muerte a nuestras leyes.
PAULETO
Y a Inglaterra
los males, oh Burleigh, que le amenazan.
BURLEIGH
Mas ¿qué digo, Pauleto? Aún fenecida
en lecho amigo, en extranjera playa,
verdugos nos llamara la calumnia. 425
PAULETO
No temo yo murmuraciones vanas
si reposa incorrupta mi conciencia.
BURLEIGH
Y... si una mano sigilosa y cauta
diera a su vida fin, ¿qué testimonio
del vulgo las sospechas confirmara? 430
PAULETO
Milord, si es justo el golpe ¿a qué en tinieblas
fulminarlo una diestra mercenaria?
BURLEIGH
Si la justicia o la crueldad castiga
no examina jamás plebe insensata.
Mal tolera el rigor. Al débil siempre 435
acriminar al poderoso agrada.
Tal vez cuando castiga un soberano,
bien que murmure, sometido calla.
Como sexo más dulce y compasivo,
le indigna, aún justa, en la mujer la saña, 440
y poco aterra femenil coyunda.
Yo temo que Isabel si el vulgo clama...
PAULETO
El perdón... a María...
BURLEIGH
No. Ya es tarde.
O en la sangre se tiñe de su hermana,
o sucumbe Isabel. He aquí el tormento 445
que su angustiado corazón desgarra
y tenaz le persigue noche y día.
En vano mudo el labio lo recata;
que yo en su rostro perspicaz lo leo.
Elocuentes me dicen sus miradas: 450
¿Por qué un súbdito fiel al pecho mío
la cruda alternativa audaz no arranca
de abandonar mi sangre a los verdugos
o mi pueblo infeliz a guerra infanda?
PAULETO
Y ¿quién será?, decid...
BURLEIGH
Aún de Isabela
455
brazos valientes el poder acatan.
Si... sagaces...
PAULETO
(¡Oh cielos!)
BURLEIGH
El lenguaje
de un tácito precepto interpretaran...
PAULETO
(¡Qué oigo!)
BURLEIGH
Si cuando el crimen horroroso
en sus manos entrega la venganza 460
no le guardasen cual sagrada joya...
PAULETO
El nombre de Isabel, su augusta fama
es joya inapreciable do Pauleto
jamás imprimirá tan torpe mancha.
  —63→  
BURLEIGH
La Reina al confiaros su custodia 465
creyó...
PAULETO
Creyó sin duda que a mis canas
en la equidad y en el honor crecidas
dignamente otra Reina confiaba.
Lejos de mí pensar que me repute
capaz de una bajeza tan villana. 470
BURLEIGH
Sola una ley, Pauleto, honor impone,
el verdadero honor, a quien lo abraza;
ser al estado fiel más que a sí mismo.
Tal vez con la apariencia de la infamia
se cubre alta virtud. Si vuestra mano 475
el saludable golpe no descarga,
permitid que otra sea...
PAULETO
¡Milord! nunca
hollará un asesino mi morada.
Mientras Pauleto a la Escocesa guarde
libre respira de alevosa daga. 480
La ley pronuncie. Si en cadalso horrendo
debe dar al cuchillo la garganta,
lean mis ojos la fatal sentencia,
y se abrirán las puertas de este alcázar.
En tanto, como noble caballero 485
la senda sigo que el deber me traza,
y al par que de ella mi lealtad responde
de vos respondo a la infeliz Estuarda.




ArribaAbajoActo II


Escena I

 

LEICESTER. PAULETO. SEIMUR. Varios señores del séquito de ISABEL en el foro.

 
LEICESTER

 (A PAULETO.)  

Sí, la Reina se acerca, que la caza
hasta Fotheringay lleva sus pasos.
Aquí un momento reposar desea.
Ordenad su hospedaje y, fiel vasallo,
a su encuentro salid.


Escena II

 

LEICESTER. SEIMUR.

 
LEICESTER
Seimur, yo triunfo.
5
Hoy de la Reina conseguir aguardo
que a su cautiva infortunada vea.
Su guardia se prevenga, y vos en tanto,
decidido, sagaz, en estos muros
a mi primer aviso preparaos. 10
SEIMUR
Todo os lo debo; honor, vida, riquezas.
Con mi celo contad.
LEICESTER
En él descanso.

  —64→  

Escena III

 

LEICESTER. MORTIMER.

 
MORTIMER
Solo está.
LEICESTER
Tal vez hoy, bella María,
el término verás de tu quebranto.
MORTIMER
Milord...
LEICESTER
¿Qué me queréis?... Mas vuestro rostro...
15
¡Oh Mortimer!
MORTIMER
La ausencia de cinco años...
LEICESTER
¡En Inglaterra vos!
MORTIMER
Son pocos días
que vi de nuevo los nativos campos.
LEICESTER
Mas vuestra turbación... ¿De dónde nace
ese inquieto mirar?
MORTIMER

  (Se acerca a la puerta principal, observa, y vuelve al proscenio.)  

Solos estamos.
20
LEICESTER
¿Por qué tanto secreto?
MORTIMER
Nos conviene.
LEICESTER
¿Qué me queréis decir?
MORTIMER
Este palacio
mansión es de una Reina prisionera;
de la mísera Estuarda.
LEICESTER
Mas...
MORTIMER
¿Hablaros
puedo con libertad?
LEICESTER
¿Y en vos, decidme,
25
puede fiar Leicester?
MORTIMER
Prenda os traigo
de mi fe. Vedla aquí.
 

 (Muestra el anillo.) 

LEICESTER
¡María! ¡Oh cielos!
Bajad la voz. Pudieran observarnos.
MORTIMER
Ella me envía a vos. Entre nosotros
quiere que de su suerte decidamos. 30
Puedo verla, milord; puedo instruirla
de los designios vuestros. Mas no alcanzo
cómo Leicester que su muerte ansiaba,
aquel Leicester de Isabel privado,
juez de María y opresor sangriento, 35
es en quien busca la infeliz amparo.
LEICESTER
Mortimer... Mas decidme, a su partido
¿cuál oculto interés pudo ligaros?
MORTIMER
¿Cuál interés? El que a la Francia mueve
por la que fue su Reina; el de su hermano, 40
el de los nobles príncipes Lorenas
que su salud confían a mi brazo;
el de la fe católica ultrajada
mientras empuñe el cetro soberano
una herética Reina, fe ardorosa, 45
origen, norte a mis designios arduos.
¿Cuál interés? El de mi cara patria
de usurpadora infiel sujeta al mando;
el de tantos amigos generosos
que por María combatir juraron, 50
sin otro premio que morir por ella,
o de su libertad ceñir el lauro.
¿Quién sin gemir la ve, quién sin amarla
a no tener el corazón de mármol?
—65→
He aquí el interés que desde el Sena 55
tornó mi planta a los hogares patrios.
LEICESTER
Dadme esa diestra, amigo. No ignoraba
que la fe del Pontífice romano
abrazasteis en Francia. Perdonadme
si en descubrirme a vos he vacilado. 60
¿De quién no desconfía el que en la corte
cercado vive de enemigos tantos?
Mas ya no dudo en vos del pecho mío
depositar los íntimos arcanos.
Mortimer, no os sorprenda mi conducta. 65
Bien que me llame el vulgo su contrario,
jamás lo fuí de la infeliz Estuarda.
¿Y cómo si algún día en dulce lazo
consagrarla esperaba mi existencia?
Sí, amigo, yo la amé, y aunque lejano 70
de su beldad a la britana corte
las leyes del destino me llevaron,
mi corazón fue suyo largo tiempo.
Mas de perpetua fe, ¿qué pecho humano
pudiera responder? Los atractivos, 75
la gloria de Isabel, su regio fausto,
sus favores en fin, nueva esperanza,
nuevo ardor a Leicester inspiraron.
¡Feliz vos que ignoráis las seducciones
que encierran en su centro los palacios, 80
y el imperio inaudito que en el suyo
ejercen de Isabela los encantos!
Orgullosa a mis ojos parecía
en todo su esplendor. Cien cortesanos
en muda servidumbre respetuosa, 85
los Reyes su alïanza mendigando,
tanto amante a sus pies de regia cuna,
y todos por mí sólo desdeñados...
Árbitro yo de su brillante corte,
caudillo de sus tropas soberano, 90
joven y, lo confieso, no insensible
tal vez de la ambición a los halagos,
¿cómo triunfar en tan difícil lucha?
Cedo. Lejos de mí, me ofrece en vano
María una diadema; que al delirio 95
de más sublime unión sacrificando
su juventud, sus gracias, su grandeza,
mi mente elevo hasta el dosel britano.
MORTIMER
Lo sé, y a tal designio no pensaba
que hubiera ya Leicester renunciado, 100
pues tanto amiga suerte le sonríe.
LEICESTER
¡Ay Mortimer! Dos lustros necio esclavo
de esperanza falaz, ¡cuánto he sufrido
hasta que el rostro vi del desengaño!
¡Me creían dichoso! ¡me envidiaban! 105
¡Y cuál ha sido mi vivir amargo
desde que al cebo de ambición dañosa
por mi mal me arrojé! Mísero blanco
a la envidia mordaz de mis rivales,
afrentoso juguete, vil escarnio 110
de una mujer despótica y altiva,
que hoy me acaricia con risueño labio
y mañana inconstante me desprecia,
oprimido sin tregua, atormentado
no menos por su amor que por su saña... 115
¡Y cuando el fruto recoger aguardo
de mi eterno sufrir, cuando imagino
—66→
el despecho colmar de mis contrarios,
el trono inglés a un Médicis promete
y huye mi dicha como el humo vano! 120
MORTIMER
Os comprendo, milord. Cuando Isabela
abate vuestro orgullo temerario,
cual marinero asido a frágil tabla
el puerto anhela en mísero naufragio,
unís vuestro destino al de María. 125
Perdéis uno, otro cetro a vuestra mano
es forzoso, Leicester. Ya concibo
cuál amor es el vuestro.
LEICESTER
Si quebranto
los hierros de María, sus derechos
puedo hacer respetar al anglicano. 130
Aunque Isabel me ultraje y me desdeñe,
más que imaginan mi poder es alto;
y sea en fin cual fuere mi esperanza,
a María de nuevo me consagro.
Yo, que pude en los días de su gloria 135
serla infiel sin baldón, hoy la idolatro.
Hoy desde el centro de oprobiosa cárcel
a mis ojos, un tiempo fascinados,
amable cual jamás parece Estuarda.
De dulce compasión el eco blando 140
acrece su beldad. Correr sus días
dolido veo en angustioso llanto,
y su infortunio la ceniza inflama
de aquel antiguo ardor mal apagado.
Siento al fin cuál tesoro inapreciable 145
perdía en ella. Mido con espanto
el hondo abismo ante su planta abierto,
y a salvarla celoso me preparo.
Mano fiel mi designio le revela
y la esperanza que en el alma guardo; 150
mi protección acepta, mi ternura,
y en ser mía consiente si la salvo.
MORTIMER
¡Vuestra! ¿Y se atreve a encomendar la vida
al más fiero y tenaz de sus contrarios?
¡La amáis! ¿Por qué del Parlamento infame 155
sufrís, apresuráis el negro fallo?
¡Desdichada, a Leicester te abandonas,
y él te conduce al hórrido cadalso!
LEICESTER
No me acuséis. A su inhumana muerte
yo he debido asentir en el Senado; 160
que mal a Estuarda del funesto juicio
pudiera libertar sólo mi labio,
y el poderoso influjo perdería
de que en secreto por su bien me valgo.
Temo a Burleigh, su saña, sus sospechas, 165
mas en el alma de la Reina labro.
¿Imagináis que de Isabel la planta
hoy a este alcázar lleva el ciego acaso?
Obra mía es su viaje. Cauteloso
dignos parciales del linaje Estuardo 170
en su brillante séquito confundo.
Murray, Seimur, Melvil, aquel anciano
noble escocés cuya virtud austera
por María combate sin descanso.
Bien que escocés y súbdito de Roma, 175
tal vez suele la Reina consultarlo;
que no teme traición en quien su sangre
libró dos veces del puñal insano.
  —67→  
MORTIMER
Mas ¿qué intentáis?
LEICESTER
Que vea a su cautiva;
y hoy mismo la verá, sí; que diez años, 180
bien que la mía dominar presuma,
a penetrar en su alma me enseñaron.
Quizá en bien de la hermana que aborrece
ella misma conspira mal su grado.
De ver a la que envidia aún en prisiones 185
mal se resiste al femenil conato.
Aún empero vacila; al par la veo
frágil, tierna mujer, y audaz tirano,
y acordar a mis votos aparenta
lo mismo que su pecho está anhelando. 190
MORTIMER
¿Y qué bien su coloquio nos ofrece?
LEICESTER
Que de María se enternezca al llanto,
o al menos sin deshonra ya no pueda
al cuchillo librar su cuello infausto.
MORTIMER
Mas si fuere Isabel inexorable, 195
¿qué haréis?
LEICESTER
Cuando no caiga en este lazo
a medio más seguro apelaremos.
MORTIMER
Sólo hay uno, milord.
LEICESTER
¿Cuál?
MORTIMER
Hoy la salvo
si apoyáis mi valor.
LEICESTER
¡Ah! me horrorizo.
¿Queréis...
MORTIMER
Quiero que me abra sanguinario
200
ancha senda el acero hasta su cárcel.
Al generoso golpe preparados
mis amigos están.
LEICESTER
¿Tenéis amigos
del arcano fatal depositarios?
MORTIMER
Sí, ya lo dije, que morir por ella 205
o libertarla juran.
LEICESTER
¡Desdichados!
¡A qué abismo un demente los conduce
y con ellos a mí!... ¿Saben mi arcano?
MORTIMER
No temáis; el designio es todo mío;
y sabría sin vos ejecutarlo, 210
mas la Reina...
LEICESTER
Decid: vuestros parciales
¿oyeron pronunciar a vuestro labio
el nombre mío?
MORTIMER
¡No. No! ¡Qué temores!
¿Sois vos, sois vos el que la adora tanto?
¡Os vale un trono redimir su vida, 215
ya se eleva el patíbulo nefario,
y al ofreceros imprevisto apoyo
mostráis, no gozo, femenil espanto!
LEICESTER
La precipitación es peligrosa.
MORTIMER
Y la indolencia más.
LEICESTER
Un insensato
220
a inminente peligro sólo puede
vanamente correr.
MORTIMER
Milord, su mano
vos codiciáis; su libertad nosotros.
LEICESTER
En vos ya es excesivo el entusiasmo.
MORTIMER
Y la prudencia en vos.
LEICESTER
Yo los peligros
225
cauto sé prevenir.
MORTIMER
Yo sé arrostrarlos.
LEICESTER
Así podéis perderos.
MORTIMER
O salvarla.
  —68→  
LEICESTER
Norfolk con igual celo temerario
¿la salvó por ventura?
MORTIMER
Mostró al menos
que digno de ella fue.
LEICESTER
Mal entregando
230
fanático al verdugo la cabeza,
mal a la Reina serviréis.
MORTIMER
¿Y acaso
si me aterro al aspecto de la muerte
la serviré mejor?
LEICESTER
¡Joven osado!
¿Dónde os lleva un frenético delirio? 235
¡Violencia! ¡sedición! ¿Sabéis incauto
que innumerables ojos delatores
en torno nuestro son? De Enrique Octavo
¿conocéis a la impía sucesora?
¿ignoráis su poder ilimitado? 240
¿ignoráis que a sus ojos penetrantes,
aunque la vele tenebroso manto,
no hay trama que se oculte?... ¿Oís? Ya viene.
Más tarde nos veremos. Domináos.
Componed vuestro rostro; no declare 245
de mi alma los secretos mal su grado.


Escena IV

 

LEICESTER. MORTIMER. ISABEL. MELVIL, BURLEIGH. PAULETO. DAMAS. CORTESANOS. PAJES, etc.

 
BURLEIGH
Perdonad si cual súbdito celoso
con tanta libertad, oh Reina, os hablo.
¿Qué designio, qué error aquí os conduce?
¿Cuál es el fementido cortesano 250
que os aconseja así? ¡Ver a María
cuando se acerca ya su fin aciago!
No, no lo haréis; ni consentirlo puedo.
Creedme, no escuchéis en vuestro daño
la voz de la piedad. Más imperioso 255
clama el bien del altar y el del estado.
ISABEL
¿Quién os dijo que verla es mi designio;
que de su carta los dolientes rasgos
triunfan de mi justicia? Mas leyendo
sus súplicas amargas, su quebranto, 260
mal lo puedo negar, los ojos míos
en lágrimas ardientes se bañaron.
He aquí tu mansión, mísera Estuarda;
mansión de aquella que el fugaz halago
leda gozó de la fortuna un día 265
la que en el trono altivo de los galos
ufana se sentó; la que en su diestra
unir pensó tres cetros soberanos.
Vedla. ¡Cuán abatida gime ahora!
Mi corazón se aflige contemplando 270
la nada de las frágiles grandezas,
del trono mismo el esplendor precario
que sañudo el destino impenetrable
extingue a su placer. Tiemblo, me pasmo
viendo tan cerca de mi frente misma 275
de su justicia descender el rayo.
MELVIL
La voz de Dios ¡oh Reina! os habla ahora.
Al impulso ceded involuntario
de vuestro corazón. Estuarda os vea
—69→
cual ángel luminoso que del alto 280
baja a ahuyentar la noche de su cárcel.
Vanamente detiene vuestros pasos
la diestra adulación, si ya en el alma
un suplicio abjuráis tan inhumano.
En vano invocan la equidad, las leyes. 285
Declarad que la sangre, los estragos
son horribles, Señora, a vuestros ojos.
El rostro en justa cólera inflamado
mostrad al complaciente consejero,
y de lenguaje cambiará su labio; 290
y esa necesidad tan decantada
huirá cual nube que disipa el austro.
¡Vedla, Señora, por la vez primera!
Nada en favor nos habla de un extraño.
Vedla, y habrá perdón. A vuestro sexo 295
dio el cielo la bondad. El yugo blando
de una mujer Bretaña reconozca.
Si en esta isla el cetro sacrosanto
concede antigua ley a las princesas,
no lo dudéis, legisladores sabios 300
al poder de la excelsa monarquía
hermanar la clemencia desearon.
ISABEL
Basta, Melvil. La Providencia suma
a la duda fatal en que batallo
término dé felice, mi clemencia 305
con el bien de mis pueblos conciliando.
Tal es mi voto y la esperanza mía.
Escuchadme, Leicester. Retiráos.


Escena V

 

ISABEL. LEICESTER.

 
ISABEL
Conde, ¿qué meditáis? Turbado os veo,
taciturno, sombrío...
LEICESTER
¿Yo?...
ISABEL
Sí.
LEICESTER
Acaso
310
no sin razón, Señora.
ISABEL
¿Y cuál?
LEICESTER
¡Ay triste!
ISABEL
¿Por qué exhalar suspiros tan amargos?
LEICESTER
¿Vos me lo preguntáis, cuando olvidada
de que un día mi amor os fue tan grato,
de Anjú muy pronto al venturoso duque 315
queréis uniros en perpetuo lazo?
ISABEL
Como amiga os oyera, y ese nudo
lamentara con vos a que el estado
fuerza mi corazón, si como Reina
de vos no me quejara.
LEICESTER
¡De mí! ¿Cuándo...
320
ISABEL
De vos. ¿A qué mansión guiáis mi planta?
¿Cómo sin pretenderlo aquí me hallo?
Pronto dirá al inglés y al orbe todo
la lengua vil del enemigo bando
que a escarnecer en su desgracia vengo 325
a esa Reina infeliz. ¿Así un vasallo,
así atenta Leicester a mi gloria?
LEICESTER
Sí, Señora; yo el móvil me declaro
que a la prisión os lleva de María.
Si este designio de que yo me jacto 330
—70→
juzgáis inoportuno, castigadme;
pero si a vuestro bien que me es tan caro
puede ser útil, o quizá forzoso,
aplaudirlo debéis y ejecutarlo.
Ya sobre su cerviz vuestra cautiva 335
del filo de la ley siente el amago.
Todo el orbe os espía en tal instante.
Mostradle al menos que al severo fallo
cedéis de la justicia y no al acento
de venganza feroz. Mostrad que humano 340
el corazón os habla por María;
que al fin su hermana sois.
ISABEL
No, que si estampo
en su prisión el pie, perdón la llevo.
LEICESTER
¿Quién, Señora, al perdón puede forzaros?
Seréis árbitro siempre de su vida. 345
Inmoladla después a vuestro agrado.
¿Qué digo? En sempiterno cautiverio
Estuarda acabe sus dolientes años.
¿Qué suplicio mayor para una Reina?
No de su muerte el fúnebre aparato 350
arda en furor al insolente vulgo.
Siempre dispuesto a conceder su amparo
al que oprimido juzga, es su delicia
turbar el triunfo del poder humano;
apellida virtud al infortunio; 355
y si a piedad le mueve aún el malvado,
¿qué hará si una mujer, una princesa
es sentenciada al público cadalso?
ISABEL
¡Cuán injusto es el vulgo! Acaso juzga
que yo la muerte de María fraguo 360
porque pálida envidia me devora...
Mas cuando os veo defenderla osado
de mi justo furor; cuando arrogante
conmigo misma que en Bretaña mando
se atreve a combatir, y aún despojada 365
del trono y de la patria no la abato;
no sin razón a la feliz María
pudiera yo envidiar. Mientras me aplaudo
de vencer a los Reyes en virtudes,
ella es toda mujer. ¡Y los sufragios 370
merece de las gentes! ¡y la adoran,
la engrandecen mis propios cortesanos
en la presencia mía! ¡y en cadenas
triunfa de mí su orgullo temerario!
LEICESTER
Si queréis abatirlo para siempre, 375
basta que la veáis. No tanto el rayo
la pudiera aterrar, aunque piadosa
entrar os viera a serenar su llanto.
Mostradle entre la pompa y los laureles
el bello rostro que de nuevo ornato 380
vuestra virtud circunda y vuestra gloria.
—71→
Oponed vuestros fúlgidos encantos
a su semblante pálido y marchito.
Yo que, aún sin esperanza, fiel os amo
el triunfo cantaré de esa hermosura 385
que sólo al fuego de mi amor comparo.
ISABEL
¡Cuál es vuestro poder sobre mi alma!
Mas Burleigh, buen inglés, ministro sabio,
no verla me aconseja.
LEICESTER
Burleigh... Creo
que el bien de vuestro imperio es su conato. 390
Mas ¿sólo a él inspira vuestra gloria?
Vos misma ¿nada sois? ¡Oh mengua! Un acto
de mera humanidad que honor os manda
¿lo ha de reglar también razón de estado?
Digno es de vos, Señora. Acaso él solo 395
la pública opinión puede ganaros.
Y una vez a esta torre el pie movido,
¿quién creerá que Isabel a su palacio
sin verla regresó?
ISABEL
Ver a María
¿no será perdonarla?
LEICESTER
Preguntadlo
400
a vuestro corazón.
ISABEL
¿Sé yo, ¡infelice!
sé yo lo que deseo? Errante vago
de un pensamiento en otro y congojada,
senda no veo en tan horrible caos.
¿Queréis que vea de mi sangre misma 405
en estrecha prisión el duelo amargo?
LEICESTER
No, que vuestra alma generosa y bella
se cubriría de mortal quebranto.
De su negra mansión salga María,
y libre pueda recorrer los atrios, 410
los muros, los jardines. Vuestro encuentro
parecerá un efecto del acaso.
Presente solo yo... Mas vuestros ojos
plácida a mí volvéis. ¡Feliz presagio!
ISABEL
¡Vos lo queréis, Leicester!... Yo debiera... 415
Basta; a vos me abandono. Habéis triunfado.



IndiceSiguiente