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ArribaAbajoActo III


Escena I

 

MARÍA. ANA.

 
ANA
Reprimid vuestro júbilo, Señora.
Detened vuestro paso. ¿Qué delirio
os turba la razón?
MARÍA
Deja que goce
de un bien inesperado. ¡Ay! a mi arbitrio
vagar me deja por el ancho alcázar. 5
A mi ansioso mirar pobre recinto
el ámbito del orbe pareciera.
¿No es ilusión? ¿Es cierto que respiro
lejos del hondo calabozo horrible
do viví sepultada? El vasto Olimpo 10
¡cuán sereno! ¡cuán plácido es el día!
¡Ay! deja que se embriaguen mis sentidos
del éter puro, de la luz hermosa.
ANA
¡Ah! no libre os juzguéis. El triste alivio
de más lata prisión sólo os acuerdan. 15
MARÍA
¿Por qué turbas, cruel, mi regocijo?
Deja a lo menos que feliz me sueñe
mientras en cárcel lóbrega no gimo.
Ancho horizonte, espacio interminable
—72→
ábrese al fin ante los ojos míos. 20
Mira: aquella es mi patria. ¡Allí la Escocia!
Esas nubes tal vez en raudo giro
ayer cubrieron mi paterno alcázar.
Míralas descender del Norte frío
y a la Francia volar. ¡Nubes felices, 25
saludad a aquel suelo que bendigo,
a aquellas playas que los días vieron
de mi breve niñez correr tranquilos!
ANA
¡Señora!
MARÍA
¡Ah! yo recobro la esperanza
que desterré del pecho dolorido 30
al ver de nuevo ¡oh sol! tu luz radiante.
ANA
¡Mirad que acaso un pérfido enemigo
observa vuestros pasos!
MARÍA
No, no puede
de mi pecho mentir el vaticinio.
Sí, libre me verás, Ana querida. 35
Este leve favor abre camino
a ventura más alta. En mi consuelo
obra la mano de mi fiel amigo,
de mi caro Leicester. Cada día
menos pesados me serán los grillos, 40
y al fin entera me dará piadoso
la dulce libertad por que suspiro.
ANA
¡Al cielo plegue! Pero ¿quién pudiera,
una vez pronunciado el fallo inicuo...
MARÍA
¿No escuchas a lo lejos en el bosque 45
de venatoria trompa el bronco ruido
y al sabueso latir, bramar al ciervo?
¡Oh si dado me fuese a mi albedrío
de un bridón oprimiendo los ijares
en pos lanzarme del venado esquivo! 50
¡Oh dulces, oh belísonos acentos!
¡Cuántas veces sonasteis a mi oído
en los ásperos montes caledonios
que al mundo acuerdan mi esplendor antiguo!
ANA
Pauleto.


Escena II

 

MARÍA. PAULETO. ANA.

 
PAULETO
A vos, Señora, nuncio vengo
55
de inesperado insigne beneficio.
MARÍA
¿Qué decís?
PAULETO
¿Escucháis clamor de caza
en la selva sonar?
MARÍA
Tiemblo de oíros.
PAULETO
La Reina viene.
MARÍA
¡Oh cielo!
PAULETO
Vais a verla.
Vuestros votos se cumplen.
ANA
¡Ah! ¡qué miro!
60
Descolorida vuestra regia frente...
PAULETO
¿Teméis su vista? Vuestro labio mismo
mil veces la imploró. Prestadle ahora
toda vuestra elocuencia; que, os lo aviso,
bien la habréis menester.
MARÍA
Mortal espanto
65
—73→
llena mi corazón. ¿Dónde un abrigo
de hoy más hallar contra su fiero encono?
Huyamos...
PAULETO
Esperad en este sitio
a vuestro juez.


Escena III

 

MARÍA. PAULETO. ANA. MELVIL.

 
MELVIL
¡Señora!
MARÍA
¿No me engaño?
¡Sois vos, Melvil! ¡Gran Dios!
MELVIL
La mano os pido.
70
MARÍA
De gozo y de inquietud me cubro al veros.
MELVIL
¡No así esperaba en días más tranquilos
a mi Señora ver!
MARÍA
Al fin, decidme,
¿depone ya Isabel su ceño esquivo?
MELVIL
Así lo creo.
MARÍA
Amigo generoso,
75
de constante lealtad nuevo prodigio,
vos a quien sólo mi interés mantiene
a la orilla del Támesis maligno,
¿qué me anunciáis?
MELVIL
Participad, Señora,
de la dulce esperanza que concibo. 80
MARÍA
¿Cuál?
MELVIL
Aquí está la Reina.
MARÍA
¿Y yo he de verla?
No. ¡Jamás!
MELVIL
A su corte me anticipo;
no turbada os sorprenda.
MARÍA
Verla ansiaba.
Mil veces en mi lóbrego retiro
el discurso trazaba lastimero 85
que resonar debiera en sus oídos,
y estudiaba mi voz, mis ademanes
para ablandar su corazón de risco.
Ella va a parecer, y mi ternura,
mi elocuente dolor lego al olvido. 90
Sólo recuerdo su crueldad, mi ultraje;
sólo venganza, indignación respiro.
MELVIL
¡Gran Dios! ¡Qué me decís!
MARÍA
Melvil, lo veo;
con su vista imploraba mi suplicio.
Jamás debí pensarlo; que no hay fuerza 95
capaz de unir su corazón al mío.
No, que harto son profundas mis heridas;
harto por esa pérfida he sufrido.
MELVIL
Abandonad tan negros pensamientos.
Sólo considerad que Dios benigno 100
hoy quizá dará fin a vuestros males.
Goza Isabel supremo poderío.
No ya vuestros derechos ultrajados;
su clemencia implorad. Vuestro destino
de ella sola depende, vuestra vida. 105
Humillaos, Señora.
MARÍA
¿Yo? ¡Qué has dicho!
¿Delante de Isabel? ¡Jamás!
MELVIL
Sin llanto
—74→
no ha pisado Isabel este castillo.
Yo lo he visto en sus párpados.
MARÍA
A verme
no vendrá sin Burleigh, su atroz ministro. 110
MELVIL
Sólo el conde Leicester la acompaña.
MARÍA
¿Leicester? De su pecho compasivo
no en vano lo esperé.
MELVIL
¡Cómo...!
PAULETO
La Reina.


Escena IV

 

MARÍA. PAULETO. MELVIL. ANA. ISABEL. LEICESTER. Séquito de ISABEL.

 
ISABEL
Sola quiero partir. Así consigo
del popular aplauso libertarme 115
que do quiera me sigue enardecido.
Partid. La corte me preceda a Londres.
 

(Se retira el séquito. ISABEL se dirige a MELVIL y fija los ojos en MARÍA.)

 
El amor de mi pueblo es ya excesivo.
Así se honra a Dios, no a los humanos.
 

(MARÍA, apoyada sobre ANA, alza la cabeza al oír estas últimas palabras. Se encuentran sus ojos con los de ISABEL, y aterrada vuelve a apoyarse en el seno de su nodriza.)

 
MARÍA
¡Ah! ¡Qué yerta mirada! En ella he visto 120
su corazón entero.
ANA

 (En voz baja.) 

¡Ved que os oye!
ISABEL
¿Quién es esa mujer? ¿Calláis? Decidlo.
 

(Un momento de silencio.)

 
LEICESTER
Por nosotros respondan esos muros.
ISABEL
¿Quién osó...? Mal mi cólera reprimo.
LEICESTER
Ya que la suerte a la prisión os lleva 125
de María infelice, oid el grito
de vuestro corazón.
MELVIL
A su morada
Dios santo pudo sólo conduciros.
Miradla bondadosa. A vuestra vista
ya la amenaza ¡oh Dios! mortal deliquio. 130
 

(MARÍA se esfuerza a marchar hacia ISABEL, mas temblando se detiene a la mitad del camino. Su rostro manifiesta el combate violento de su alma.)

 
ISABEL
¿Dónde el remordimiento que alegaban?
De su respeto y su humildad ¿qué ha sido?
Una mujer audaz tan sólo veo,
más altanera cuanto más la oprimo.
MARÍA
Pues ya es fuerza, Señora, que me rinda, 135
a esta mengua postrera me resigno.
Huye, impotente orgullo, y no me acuerdes
que en soberano tálamo he nacido.
Humíllate, María, ante las plantas
de aquella misma que forjó tus grillos. 140
El cielo pronunció: su providencia
no os ha acordado el triunfo sin designio.
Sus arcanos altísimos venero.
La mano adoro que elevaros quiso
—75→
y a Estuarda confundir. Vos en el alma 145
abrid, Señora, abrid plácido asilo
a la dulce piedad. No ya mi trono;
la ansiada libertad sólo mendigo.
Tendedme ¡oh Reina! la amigable diestra,
que vuestra hermana soy.
ISABEL
El Juez divino
150
digno lugar os da. Por sus bondades
gracias inmensas sin cesar le rindo.
Él me salvó de vuestra saña impía,
y su eterna equidad no ha permitido
que a vuestros pies yo gima sonrojada 155
cual os veo gemir ante los míos.
MARÍA
Instable es la fortuna. A veces abre
al pie del trono horrible precipicio.
Mísera fuisteis y cautiva un tiempo.
Temed, temed del hado vengativo 160
el severo retorno. A la arrogancia
también decreta Dios justo castigo.
Honrándome os honráis. De vuestra gloria
no mancilléis, Señora, el alto brillo
y de Tudor la esclarecida sangre. 165
Me resta una esperanza... ¡Oh del Empíreo
inefable Señor! mueve mi labio,
que en él mi muerte o mi ventura fío.
No a mi clamor seáis roca insensible.
Mientras inmóvil y en mi rostro fijo 170
ese crudo mirar hiele mi sangre,
¿cómo a los ruegos hallaré camino?
ISABEL
¿Y qué diréis? Consiento en escucharos,
y, no al rencor, a la piedad me libro.
Quizá me culpen, que amagó a mi sangre 175
tres veces, lo sabéis, hierro asesino.
 

(ISABEL se ha acercado a MARÍA. Los dos lores permanecen apartados.)

 
MARÍA
¿Por dónde principiar? ¿Cuáles acentos
a mi labio prestar en tal peligro?
¿Cómo sin acusaros defenderme?
Inicua fuisteis y cruel conmigo. 180
A vuestra fe me acojo suplicante,
para mi albergue vuestro hogar elijo;
y las sagradas leyes ultrajando
de la hospitalidad, que humilde os pido,
y del trono violando los derechos 185
me encerráis en los muros de un castillo.
De mi excelsa grandeza despojada,
sin parciales, sin siervos, sin auxilios,
yo Soberana conducir me veo
ante la faz de tribunal indigno. 190
Mas cubra eterno velo mis injurias.
Sólo acuso a los hados enemigos.
Mal su grado Isabela me persigue.
Algún genio lanzado del abismo
en nuestras almas engendró la ira, 195
y obra fue lo demás de hombres inicuos.
Si diestras hubo contra vos armadas,
yo jamás provoqué su fanatismo.
Nada resta a mi lengua. Vos ahora
el juez seréis de entrambas. Si han podido 200
ofender a Isabela mis acentos,
tal no ha sido, os lo juro, mi designio.
ISABEL
No mi rigor culpéis. Vuestra desgracia
—76→
no imputéis a la saña del destino.
A vos misma acusad, a vuestros celos, 205
y de Lorena al bando fementido.
Blanda paz nos unía cuando Guisa
extendió su codicia a mis dominios,
no satisfecho con mandar la Francia.
Fatal os fue su orgullo. El atractivo 210
él mostró a vuestros ojos imprudente
del trono de mis padres. Él os hizo
con mi sagrado título y mis armas
a la faz de la Europa revestiros,
y el pendón arboló de insana guerra. 215
¿Cuál medio perdonó, cuál artificio
su ambición contra mí? ¿cuál vuestra ira?
¿quién a Roma instigó, quién a Filipo
y a tantos Reyes, quién, para arrancarme
el solio de Bretaña esclarecido 220
que la sangre me diera, y mi denuedo,
y el amor de los pueblos que domino?
Triunfé yo sola de enemigos tantos,
y de Inglaterra los valientes hijos
felices son bajo mi blando yugo. 225
Llenos de mies do quier mis campos miro,
de tesoros sin cuento mis ciudades,
mis reales de soldados aguerridos,
mis arsenales de lucientes armas,
y el Océano pueblan mis navíos. 230
Hija he nacido del Octavo Enrique
y de seguir sus huellas me glorío.
En vano, en vano al ignorante vulgo
se proclama el perjurio, el regicidio.
En vano encarnizada me rodea 235
de lazos la traición y de asesinos.
No triunfará Lorena, que sus tramas
frustrará mi valor y el cielo mismo.
Sañudo amenazaba a mi cabeza,
y a la vuestra prepara atroz cuchillo. 240
MARÍA
Yo me someto a Dios, y por su gloria
bendeciré la palma del martirio.
Mas vos no abusaréis, así lo espero,
de un funesto poder.
 

(Ahora se acercan LEICESTER y MELVIL a las dos REINAS.)

 
ISABEL
Si el rayo vibro
contra vos, con ejemplos de Lorena 245
y de Carlos Noveno lo autorizo.
Harta de sangre me mostró su mano
qué fe debe guardarse a un enemigo.
MARÍA
Vos fuisteis móvil del encono nuestro.
¿Por qué sin descender del trono altivo 250
no me reconocisteis heredera?
ISABEL
Sí, proteger debí vuestro partido,
y yo misma a mi pueblo presentaros
cual digna sucesora: yo que aún vivo
y en Inglaterra soberana reino... 255
MARÍA
Reinad. Ya vuestro solio no codicio.
¡Mal dice a mi dolor! Vedme agostada
en la flor de mis años como lirio
que abate el aquilón. ¡No soy mi sombra!...
Venturosa reinad, y a mis suspiros 260
el perdón conceded; que tal intento
os trajo a mi prisión; sí; no imagino
—77→
que insultar a su víctima tan sólo
vuestro pecho magnánimo ha querido.
¡Ah! quebrantad mis hierros y de Escocia 265
abridme luego el plácido camino.
Mi dulce libertad por vos robada
recibiré de vos cual beneficio.
¡Hablad ¡hablad! De vuestro labio pendo.
Termine ya mi bárbaro conflicto. 270
¡Ay mísera de vos si a consolarme
tenaz se niega vuestro labio impío!
¡Ay si me condenáis! ¡Qué de tormentos
rasgarán vuestro pecho de continuo!
Por todos los tesoros de Occidente, 275
por cuanto alumbra el Hacedor divino
parecer no quisiera a vuestros ojos
lo que vos parecierais a los míos.
ISABEL
Mas si de vos me duelo, si al impulso
de la piedad que me inspiráis me rindo, 280
si acalla mi clemencia a la justicia,
¿no aguzarán, decidme, esos hechizos,
aún a vuestro pesar, de mil parciales
contra mi seno el pérfido cuchillo?
¿No habrá un nuevo Norfolk que os ame tierno? 285
MARÍA
¡No puedo más!...
ISABEL
Tal vez en su castigo
quien pretenda agradaros escarmiente:
he aquí la esperanza en que confío.
No son todos Norfolk. Saben los hombres
que vuestro amor fatal guía al suplicio. 290
MARÍA
¡Isabel!
ISABEL
Observad aquel semblante,
Conde, observad en él claros indicios
de su interno furor. Lo veis, María;
yo estoy serena y al perdón me inclino.
A vos, decid, ¿por qué tanto os altera 295
el nombre de Norfolk? Mas no me admiro.
Nos escucha Leicester. Y ¡qué! Un día
¿no blasonasteis de su fiel cariño?
Ni es este sólo el descubierto arcano
que vuestro corazón muestra a los siglos. 300
MARÍA
Nunca Estuarda a los ojos de los hombres
mostrar su corazón, nunca ha temido.
Lo ven, me juzgan...; y quizá me acusen;
mas nunca disfrazó mis extravíos
velo impostor, hipocresía infame. 305
¡Ay si de la verdad que siempre animo
luce en torno de vos la antorcha santa!
¡Cuál será vuestra fama!... No la envidio.
MELVIL
¡Oh justos cielos! ¿Y la paz es ésta?
Mirad...

  (Se adelanta y se coloca entre las dos.)  

MARÍA
¡Oh exceso bárbaro, inaudito
310
de fiero orgullo y de crueldad rabiosa!
¡Oh corazón en la maldad nutrido!
No más, no más callar; basta de oprobio.
Ya el sufrimiento en mí fuera delito.
Dejad, dejad que mi violenta saña 315
lance sin freno, y ponzoñoso filo
sean de la inocencia los clamores
a ese pérfido pecho que abomino.
ISABEL

  (A los lores.)  

Seguidme.
MELVIL
Reina, su dolor la ciega.
—78→
¡Ah! perdonadla. A vuestros pies me humillo. 320
LEICESTER
Abandonad, Señora, estos umbrales;
por el Dios que nos oye os lo suplico.
No la escuchéis. Venid.
MARÍA
Torpe adulterio
al mundo te arrojó. Tu pie maldito
el trono ha profanado de Bretaña, 325
¡hija de Ana Bolena!, el trono invicto
que me usurpas a mí. Yo soy tu Reina,
y tú del orbe entero vil ludibrio
debieras ser, traidora; mas del cielo
la eterna maldición llevas contigo. 330
ISABEL
Hoy mismo se verá, mujer osada,
cuál reina de las dos.
 

(Parte ISABEL rápidamente. LEICESTER y MELVIL la siguen en la mayor agitación.)

 


Escena V

 

MARÍA. ANA.

 
ANA
¡Ah! ¿Qué habéis dicho?
¿Por qué ultrajarla? ¡Oh Dios! Sañuda parte.
¡No hay esperanza ya!
MARÍA
¡Triunfé! Propicio
me fue el hado una vez. Abro mi tumba, 335
mas no a lo menos sin venganza espiro.
¡Cuánto a mi corazón grata sonaba!
¡De qué terrible peso al fin le alivio!
Huye Isabel ¡oh gozo! y lleva huyendo
fiero puñal en sus entrañas fijo. 340
ANA
¡Oh victoria fatal! ¡oh gozo breve!
Es Reina, y vuestro labio enfurecido
a los ojos la ultraja de su amante.
MARÍA
Sí, de Leicester. ¡Ah! nuevo incentivo
a mi valor prestaba su presencia. 345
Mi triunfo vía en su semblante escrito.
¡Yo reinaba a sus ojos!
ANA
¡Burleigh!
MARÍA
¡Monstruo!...
Huyamos. A su vista me horrorizo.


Escena VI

 

PAULETO. BURLEIGH. DOS CRIADOS DE PAULETO.

 
BURLEIGH
¡Oh arrogancia! ¡oh furor! ¡Ante mi Reina!...
Torne a todo el rigor de su destino; 350
torne a gemir en negro calabozo.
Quizá lo suyos traman con sigilo
cruenta sedición. Venid, Pauleto.
Entregadme los pérfidos escritos
a Estuarda por mi orden arrancados. 355
Velad con Mortimer. Ningún aviso
de su bando execrable aquí penetre.
Sospechas tengo ya... Si las confirmo,
¡ay del aleve que a Isabel seduce!
¡Ay, si traidor de su fatal prestigio 360
—79→
abusare en favor de la Escocesa!...
Incauto, ciego corre a su exterminio.
¡Pueda yo descubrir tanto misterio
y castigar a un tiempo dos delitos!
Venid. Salvemos a la cara patria. 365
En el público bien mi gloria cifro.




ArribaAbajoActo IV


Escena I

 

LEICESTER. BURLEIGH.

 
LEICESTER
¿Qué pretendéis, milord? ¿En tal momento
a la Reina lleváis la atroz sentencia?
¿No teméis que la muerte de María
más se atribuya a la venganza fiera
que al fallo de la ley?
BURLEIGH
Ese lenguaje
5
conviene a vuestro labio; mas la senda
de mi deber conozco. ¡Afortunado
el que obedece fiel lo que le ordena!
¡Afortunado aquel a quien terrible
no le acusa, Leicester, su conciencia! 10
LEICESTER
No sé de quién me habláis. Sólo me guía
el bien de mi nación y el de mi Reina.
BURLEIGH
Dejad, pues otro norte no me rige,
dejad, milord, que a sus impulsos ceda.
LEICESTER
De su gloria celoso...
BURLEIGH
Tal os juzga;
15
tal os juzgaba yo...
LEICESTER
Quien os oyera
tan misterioso hablar y tan sombrío
me imputara tal vez trama sangrienta
contra el reino y el solio, no escondida
del perspicaz Burleigh a la prudencia. 20
BURLEIGH
No sin causa, milord.
LEICESTER
¿Qué osáis decirme?
BURLEIGH
¿Adónde, adónde, crédula Princesa,
sin pudor te arrastraba un temerario?
¡Cuál se burlaba de tu fe sincera!
Ahora comprendo ya qué oculto móvil 25
vuestro labio inclinaba a la clemencia.
LEICESTER
Miserable, seguidme al pie del trono.
Venid, si os atrevéis. Sabrá Isabela...
BURLEIGH
Seguidme vos. Vuestro furor desprecio;
vuestra frágil privanza no me arredra. 30


Escena II

 

LEICESTER.

 
¡Oh desgracia fatal! ¿Cómo ha podido
de mis designios rastrear la huella?
Si pruebas ciertas a la Reina aduce
—80→
de mi oculta amistad, de mis promesas
en bien de su enemiga, ¡cuál su encono, 35
su venganza será! Si ya penetra
de Mortimer el arrojado intento,
cómplice de él, autor quizá me crea.
Do quier que vuelvo la turbada vista
un precipicio, ¡ay mísero! me cerca. 40
¿Quién es...?


Escena III

 

LEICESTER. MORTIMER.

 
MORTIMER
Milord, solícito os buscaba.
LEICESTER
Huid. ¿Qué pretendéis?
MORTIMER
Cobarde lengua
nuestro arcano descubre.
LEICESTER
Entre nosotros
no hay ninguno. Alejaos.
MORTIMER
Ya la nueva
llegó a Burleigh que juventud briosa 45
se prepara a lidiar por la Escocesa.
LEICESTER
¿Qué a mí su muerte?
MORTIMER
Aún más...
LEICESTER
¡Necia porfía!
No os conozco. Dejadme.
MORTIMER
Nadie observa.
¿A qué fingir? Su protector oculto
os declara también fortuna adversa. 50
LEICESTER
¡Cómo...
MORTIMER
Entre los escritos de María,
que de Burleigh sorprende la cautela,
hay una carta para vos trazada...
LEICESTER
¡Una carta! Acabad.
MORTIMER
En ella acepta
vuestro socorro Estuarda, y os promete 55
el corazón y el trono en recompensa.
LEICESTER
¡Oh cielos!
MORTIMER
Urge el tiempo. En tal conflicto
valga la audacia. Prevenir es fuerza
el odio de Burleigh y el alto influjo.
Si es cierto que Leicester tanto impera 60
dentro del alma de la Reina, habladla.
Alejad de nosotros la sospecha.
Conjure vuestra frente inalterable
la tempestad horrible que ya truena.
Ganad en fin un día, un solo día, 65
y acaudillando mi facción tremenda,
de María, lo juro, para siempre
término pongo a la prisión acerba.
Me es conocido el fuerte desde niño.
Hay una puerta lóbrega, secreta 70
que paso nos dará cuando dominen
sobre el callado mundo las tinieblas.
Id: ¿qué aguardáis? Volad, y en tal peligro
vuestro poder, oh Conde, nos proteja.
LEICESTER
(Sí, forzoso será. Para salvarme 75
es el único arbitrio que me resta.)
MORTIMER
Milord, ¿no respondéis?
LEICESTER
¡Hola, soldados!

  —81→  

Escena IV

 

LEICESTER. MORTIMER. SEIMUR. GUARDIAS.

 
SEIMUR
¿Qué me ordenáis?
LEICESTER
En nombre de Isabela
prended a ese traidor.
MORTIMER
¡A mí!
LEICESTER
Prendedle,
y de él responderéis con la cabeza. 80
Conjuración atroz he descubierto
que en sangre inundaría a la Inglaterra.
Llevadle. En tanto que a la Reina aviso,
a estrecha cárcel conducido sea.
MORTIMER
¡Pérfido! ¿Y osas tú... Mas bien merece 85
destino tal quien a tu fe se entrega.
Corre, vil desertor, y al pie del trono
perdón implore tu cobarde lengua.
Corre, infame, y a precio de mis días
tu solo bien rescata; la existencia. 90
Vive, que aún de acusarte me desdeño.
Quien pudo ser capaz de tal vileza
no es digno de morir como un valiente.
Sólo a mi cuello la segur descienda.
Tranquilo en mi prisión la palma aguardo 95
que a la mansión celeste mi alma eleva.
Blanco tú de tenaz remordimiento,
quédate a ser oprobio de la tierra.
LEICESTER
Llevadle. ¿Qué aguardáis?
 

(Los guardias se llevan a MORTIMER.)

 
Seimur, escucha.
No temeraria cólera me ciega. 100
A mi sagaz política conviene
de su prisión la pública apariencia.
Sálvale tú, que su valor aplaudo.
Huya en secreto, y cuando el velo tienda
la protectora noche, aquí le espero. 105
Con sus parciales al castillo vuelva.


Escena V

 

LEICESTER.

 
A desmentir la acusación terrible
labio osado prevengo y faz serena.
Volemos a Isabel. ¡Oh Dios! Guiada
por el crudo ministro a mí se acerca. 110


Escena VI

 

ISABEL. LEICESTER. BURLEIGH.

 
ISABEL
Conde Leicester, contra mí conspiran.
LEICESTER
Ya lo sabía, y la traición horrenda
os iba a revelar.
ISABEL
¡Vos!
LEICESTER
Yo, Señora.
  —82→  
ISABEL
¿Y a quién de tanto crimen, tanta afrenta
osáis culpar?
LEICESTER
El pérfido vasallo...
115
ISABEL
Sois vos. He aquí un escrito que lo prueba
y os confunde. Leed.
LEICESTER
Es de María.
ISABEL
¿Y qué me respondéis? La audacia vuestra
¿podrá negar que mi rival odiosa
a Leicester confía su defensa? 120
¿que meditando quebrantar sus hierros
de un trono la esperanza os lisonjea?
¿que el deber inmolando a la codicia
vuestro culpable amor el suyo premia?
LEICESTER
En vano me denigra la calumnia. 125
En vano contra mí tiende proterva
lazo tan vil. Efímero es su triunfo
como mi ardiente fe veraz, eterna.
Ese escrito, Señora, que ha dictado
de María el despecho o la demencia, 130
¿qué vale contra mí si alguno mío
su esperanza quimérica no alienta?
Su corazón, su trono me promete.
¿He mendigado yo tan vana oferta?
¡Yo que la desdeñé cuando en su rostro 135
resplandecía cándida belleza,
cuando en aquella frente, ya marchita,
orgullosa ceñía tres diademas!
¿Y a qué su escrito desmentir? Yo mismo
os iba a denunciar lo que revela. 140
ISABEL
¡Qué! ¿vos sabíais...
LEICESTER
El fatal proyecto
que días ha vuestra rival fomenta.
Mi celo, mi ventura lo descubren.
BURLEIGH
¿Por qué temblar no ha mucho en mi presencia?
¿No os acusaba yo? Si la sabíais, 145
por qué callar conjuración tan negra?
LEICESTER
¿Sois acaso mi juez? ¿Con qué derecho
interrogarme osáis? Sólo a la Reina
debo yo responder de mis acciones.
ISABEL
Conde, mal os disculpa la soberbia. 150
LEICESTER
En tanto que él os sirve con palabras,
Leicester su lealtad obrando muestra.
BURLEIGH
Milord, mal grado vuestro habláis ahora.
LEICESTER
Antorcha del estado, esa prudencia
de que tanto os jactáis ¿qué ha descubierto? 155
¿Qué cómplices, decid, la prisionera,
qué medios a su fuga prevenía?
¿Sabíais por ventura que la diestra
del audaz Mortimer, a vuestros ojos,
quebrantar meditaba sus cadenas? 160
¿Sabéis que desertor de nuestro culto
vengar pretende la romana iglesia?
¿Sabéis, en fin, que pérfido se vende
al rencor de Filipo y de Lorena?
ISABEL
¡Burleigh!
LEICESTER
¿Cuál de los dos por el estado
165
más sagaz, más atento se desvela?
¿Quién tan horrible arcano ha sorprendido
del ciego joven a la incauta lengua?
¿Quién de prenderle acaba? Yo.
ISABEL
¿Qué escucho!
LEICESTER
Sí, aquí mismo. La mísera Escocesa 170
mal de la seducción el sesgo idioma
—83→
a su imprudente mensajero enseña.
Apenas mueve el labio, en su alma leo.
Velo impostor mi cólera refrena,
que su fatal confianza redoblando, 175
a descubrirme la traición le fuerza.
Para alentarle más, ledo sonrío
al escuchar de Estuarda las promesas;
su amante fiel, su protector me llamo,
y sin freno Leicester os condena. 180
Todo en fin revelado, en triste cárcel
vuestros soldados a mi voz le encierran,
y a pesar de la envidia cortesana
mostrará su castigo mi inocencia.
ISABEL
¡Amarga duda! ¡Abismo impenetrable! 185
BURLEIGH
No. a vuestros ojos inocente sea.
Creedle como yo. Su obra termine.
Si es cierto que a esa pérfida detesta,
probarlo debe. Aconsejó no ha mucho
que su fallo mortal se suspendiera. 190
Ahora que él mismo de traición la acusa,
en horrendo patíbulo fenezca.
¿Leicester, que decís?
LEICESTER
Tal es mi voto.
BURLEIGH
Muera pues.

  (A la REINA.) 

¿Qué aguardáis? Ved su sentencia.
ISABEL
¡Ah! ¿qué exigís de mí?


Escena VII

 

ISABEL. LEICESTER. BURLEIGH. MELVIL.

 
MELVIL
¿Qué hacéis, Señora?
195
BURLEIGH
(¡Contratiempo fatal!)
MELVIL
Mi pecho tiembla.
ISABEL
El amargo suplicio de María
me fuerzan... a signar...
MELVIL
¿Quién, ¡oh insolencia!
quién a su Soberana dicta leyes?
Aun en vuestra alma la acerada flecha 200
clavada está de atroz resentimiento.
¿Y en hora tan terrible, ¡oh Dios! intentan
que su muerte signéis? ¡Ay! a la ira
al menos la razón primero venza.
BURLEIGH
Sí, y esperad que a vuestro seno lleve 205
homicida puñal.
MELVIL
La Providencia
que tantas veces os libró del hierro
más que Burleigh por vos sin duda vela.
¡Ah que no en las traiciones, no en la vida
de una infeliz que gime prisionera 210
vuestro peligro está, sino en su muerte!
Viva la olvidan; la vengarán muerta.
No la enemiga ya del nuevo culto;
de sus ínclitos Reyes la heredera
en Estuarda verían vuestros pueblos, 215
de aleve saña víctima funesta.
No, no la inmolaréis de vuestros días
mancillando la fúlgida carrera.
La voz terrible que a los Reyes juzga
cuando descienden a la tumba yerta, 220
cuando a par de la pérfida lisonja
desparece el terror que el alma hiela,
—84→
temed no de Isabela el claro nombre
cubra algún día de eternal afrenta.
Temed no el hombre en los futuros años 225
horrorizado vuestra historia lea.
Dios vengador... ¿Tembláis? ¡Dichoso auspicio!
Mi lloro humilde vuestras plantas riega.
Si por Estuarda no, por vos, Señora,
el corazón abrid a la clemencia. 230
ISABEL
¡Melvil! ¡Qué de tormentos en mi alma!
¿Por qué hierro traidor no abrió mis venas?
No ya forzada a castigar un crimen,
no al crudo murmurar de plebe inquieta
mi nombre abandonado, ¡cuán tranquila 235
en el oscuro túmulo durmiera!
Ya la vida me cansa y la corona.
Si es forzoso que yo mi sangre vierta
o María infelice, pues la suerte
por el bien de Bretaña lo decreta, 240
Bretaña elija. Doblaré mi cuello.
O si a inmolarme su piedad se niega,
volveré a mi destierro, al quieto asilo
que vio crecer mi juventud primera;
do lejos de esta pompa envenenada 245
en mí misma encontraba mi grandeza.
Gozosa a Albión regía cuando sólo
bienes sin cuento derramaba en ella.
Ahora que es fuerza ensangrentar mis manos,
no sé reinar; renuncio a la diadema. 250
BURLEIGH
Traidor seré a la patria y a vos misma
si criminal piedad mi labio sella.
¿Sois vos, Señora, vos, hija de Enrique,
quien habla de reposo? Antes debierais
el nuestro asegurar; el de ese pueblo 255
que corriera sin vos a ruina cierta.
Mi ruego oid. De vuestra fama digna
más justicia mostrad; menos flaqueza.
Extinga para siempre un solo golpe
de la discordia la fatal hoguera, 260
las tramas, las facciones que María
aún en su cárcel sin cesar renueva;
y, firme escudo de las santas leyes,
al trono salvaréis y a la Inglaterra.
ISABEL
Pocos momentos con mi pena amarga 265
dejadme en soledad, y antorcha sea
que me ilumine en tan terrible caos
aquel Supremo Juez que nunca yerra.
 

Los lores se retiran al fondo del teatro. LEICESTER y MELVIL al retirarse miran a la REINA con inquietud y como sin esperanza.)

 


Escena VIII

 

ISABEL.

 
Voz del pueblo que el solio tiranizas,
ídolo vil que mi poder enfrenas, 270
¿tu esclava seré yo? Cobarde el labio
¿desmentirá lo que mi pecho anhela?
Reino, mas aún en torno de Bretaña
siento rugir la tempestad horrenda.
Engañosa amistad me vende el galo; 275
—85→
el fiero Noto que rompió sus velas
segunda vez el español arrostra;
Sixto fulmina airado el anatema;
hidra fatal la renaciente Liga
su cara Estuarda por do quier me muestra, 280
fantasma aterrador... ¡No más! La hora
de su muerte llegó. Caiga, perezca,
y mi temor con ella se sepulte,
y renazca en Albión la paz risueña.
Mas, ¡ay! fuérame dado exterminarla 285
¡sin eclipsar mi gloria! «Es extranjera,
es mísera, es mujer, nació de Reyes;
la sangre de Isabel hierve en sus venas;
tantos años de cárcel y dolores
harto la han castigado, harto te vengan:» 290
así lenguaz exclamará la envidia.
¡Qué! ¿vivirá la que a mi vida atenta,
la que tiende sus lazos seductores
hasta en mi corte misma, la perversa
que a Leicester... ¡Traidor! Mal tu falacia 295
resistirá tal vez la amarga prueba
que te previene mi ofendido orgullo.
¿Y aún puedo vacilar? Estuarda muera.

  (Se acerca a la mesa, toma la pluma, va a firmar la sentencia y se detiene.)  

¡Gran Dios! Tiembla mi mano y me parece
que en sus entrañas el cuchillo ceba. 300
Me mira el mundo. ¡Ah! ¡No!

 (Calla un momento.) 

¡Cuál me insultaba
delante de Leicester la altanera!
¡Débil esfuerzo de impotente furia!
Quizá su triunfo y mi derrota sueña...
Su triunfo, ¿y reino yo?

  (Vuelve a tomar rápidamente la pluma.)  

¡Fruto me llama
305
de execrable adulterio! ¡En mi cabeza
profano altiva el usurpado solio!
¡Desventurada! Cuando tú desciendas
a la callada tumba, hija de Enrique
legítima seré, mi oprobio cesa. 310
No hay elegir, ya no. Bretaña es mía.

 (Firma con entereza y velocidad.) 

Tu sangre odiosa mis derechos sella.
 

(Apenas ha firmado cae la pluma de su mano, y ella sobre el sillón como aterrada. Un momento después se recobra. Hace seña a un paje para que deje entrar a los lores, que permanecían fuera del salón, pero siempre a la vista del espectador.)

 


Escena IX

 

ISABEL. LEICESTER. MELVIL. BURLEIGH.

 
ISABEL
Acercáos.
MELVIL
¡Oh Dios! Yo me estremezco.
ISABEL
Burleigh, el fallo a vuestras manos vuelva.
—86→
En él leeréis la suerte de María. 315
BURLEIGH

  (Después de mirar la firma.)  

Su muerte.
LEICESTER
(¡Oh cielo!)
MELVIL
¡Mísera Princesa!
ISABEL

 (Mirando fijamente a LEICESTER.) 

A vos, Leicester, cuyo noble pecho
tanto rencor contra María alberga,
tanto amor a Isabel, a vos elijo
para cumplir mi voluntad suprema. 320
LEICESTER
¡A mí!
ISABEL
Sí, a vos.
LEICESTER
Tan inhumano cargo
mal conviene, Señora, a la grandeza
donde os plugo magnánima elevarme.
Confiarlo a Burleigh más justo fuera.
ISABEL
Lo partirá con vos.
MELVIL
Reina, por siempre
325
Melvil de vuestra corte se destierra.
En tanto que del vuestro el pecho mío
esperaba piedad, morar en ella
grato me fue. Vuestra virtud amaba
y no vuestro poder. Amarga ofensa 330
ya fueran para mí vuestros favores.
¡Adiós! Seguid la perniciosa senda
que os trace la lisonja cortesana.
Sorda os mostráis a la verdad austera,
y un siervo fiel María necesita. 335
Lejos ya de la pompa que os rodea,
torno a mi Reina; y pues en vano quise
romper sus grillos, terminar sus penas,
en el amargo trance de la muerte
corro a darle socorro y fortaleza. 340


Escena X

 

ISABEL. LEICESTER. BURLEIGH.

 
BURLEIGH
¿Sufrís...?
ISABEL
Bien que me ultraje, no le culpo,
que la santa virtud mueve su lengua.
Temblaba mi alma al escuchar su acento,
y aún, mal su grado, estremecida tiembla.
Al fin signé la muerte que anhelabais; 345
mas aún vive María. La sentencia
no es el golpe mortal. Ahora a vosotros
apresurarla o diferirla resta.
En vuestras manos pongo su destino.
Nunca de ella me habléis. Ora cruenta 350
su triste cuello la segur divida,
ora alcance perdón, a la Inglaterra,
responsables seréis, y al orbe todo.
De estas murallas el dolor me aleja.
Vuestro deber cumplid. Adiós.

  —87→  

Escena XI

 

LEICESTER. BURLEIGH.

 
BURLEIGH
Seguidme.
355
LEICESTER
¡Tened, Burleigh! Su voluntad incierta...
BURLEIGH
El decreto la anuncia.
LEICESTER
¡Ah! no a mis ojos.
BURLEIGH
Si es crimen dar la muerte a una proterva,
culpadme sólo a mí: yo lo consiento.
Seguidme a la prisión. Su suerte sepa. 360
Esta noche...
LEICESTER
¡Esta noche! ¡Dios piadoso!
BURLEIGH
De su vida será la postrimera.
LEICESTER
¡Milord!
BURLEIGH
¡Inútil compasión! Leicester,
ved que Isabel vuestra conducta cela.
Mirad por vos. ¡Temblad!


Escena XII

 

LEICESTER.

 
¡Oh Dios benigno!
365
Protege de María la inocencia.
Si es libre Mortimer, aún esta noche
puede al verdugo arrebatar su presa.
Antorcha celestial guíe sus pasos
y dé victoria a su valiente diestra. 370




ArribaAbajoActo V


Escena I

 

MELVIL. ANA.

 
 

(ANA viste de luto.)

 
ANA
¡Vos aquí! ¿No me engaño?
MELVIL
Esos sicarios
me otorgan tan amargo privilegio;
lo otorgan a los siervos de María
que no vieron su faz en tanto tiempo.
ANA
¡Oh cielo!
MELVIL
Conducid ante sus plantas
5
a un súbdito leal.
ANA
Es el momento
que en soledad austera y religiosa
alza sus preces últimas al cielo.
Dignaos esperarla. El crudo golpe
ya ve amagar a su inocente cuello; 10
ya despedida del mezquino mundo
toda se entrega al Hacedor Supremo.
¡Oh noche de dolor! ¡oh desventura!
MELVIL
Enjugad ese llanto. Nuestro pecho
—88→
de la común angustia exento sea 15
hasta cumplir nuestro deber extremo.
En tanto que de lágrimas ardientes
su familia infeliz inunda el suelo
toca a nosotros afirmar su huella
de la mansión celeste en el sendero. 20
ANA
¡Melvil!
MELVIL
¿Cómo, decid, oyó María
la infausta nueva de su fin acerbo?
ANA
¡Ay, que nueva más plácida esperaba!
MELVIL
¿Qué decís?
ANA
De esta noche en el silencio
el bravo Mortimer con sus parciales 25
romper debía sus indignos hierros.
Esperanza falaz nos halagaba
y este invencible amor que nuestro seno
a la existencia guarda, aunque infelice.
El más leve rumor nos daba aliento. 30
Suena la puerta. «¡Mortimer! ¡amigo!»
iba a exclamar la Reina. Era Pauleto
nuncio funesto de la atroz sentencia.
MELVIL
¡Justo Dios!
ANA
¡Oh constancia sin ejemplo!
Óyela Estuarda resignada y fuerte, 35
sin palidez, sin lloro, sin lamentos.
Mas al oír del hombre fementido
a quien incauta sometió su pecho
la bárbara traición, llora angustiada;
de tanta ingratitud sucumbe al peso. 40
MELVIL
¡Oh culpable Leicester!
ANA
¡Oh perfidia!
¡Y a Mortimer delata!
MELVIL
Ese mancebo
del traidor que le vende y aprisiona
víctima no será.
ANA
¿Qué escucho! ¿Es cierto?
MELVIL
Huyó.
ANA
¡Gran Dios! No pierdo la esperanza.
45
MELVIL
No esperéis salvación de humano esfuerzo.
Implorad la eternal. Otra no resta.


Escena II

 

ANA. MELVIL. CRIADOS DE MARÍA de ambos sexos.

 
 

(La servidumbre viene vestida de negro.)

 
MELVIL
Mas ya anuncia ese fúnebre cortejo
a la Reina infeliz. ¿Tembláis, señora?
ANA
¡Qué! ¿ya la guían al cadalso horrendo? 50
¿Ya desciende al oscuro subterráneo
do la infame Isabel...?
MELVIL
Calmad, os ruego,
calmad vuestro dolor.
ANA
¡Ay! ¡Yo te he visto,
execrable mansión, y a tal aspecto
no han cegado mis ojos! Enlutadas 55
las paredes del lúgubre aposento,
los feroces soldados, el cadalso,
la segur, el verdugo... ¡Ah! Me estremezco.
MELVIL
Ella viene. Callad.
ANA
¡Hora terrible!

  —89→  

Escena III

 

MARÍA. ANA. MELVIL. CRIADOS de ambos sexos.

 
 

(Preceden a MARÍA otras mujeres, vestidas también de luto y en la mayor aflicción. La REINA viene vestida de blanco y con la corona real en la cabeza.)

 
MARÍA
¿Por qué tanto gemir y tanto duelo? 60
¿Por qué llorarme cuando Dios benigno
va a terminar mi largo cautiverio?
No, no; regocijaos, que, ya libre,
la inefable morada abierta veo.
Cuando sepulta en tenebrosa cárcel 65
blanco a la saña fuí y a los desprecios
de una mujer feroz, merecedora
entonces fuera yo de llanto acerbo.
La muerte amiga y el perdón celeste
purgan mi alma. En el trance postrimero 70
Dios engrandece al miserable humano
a quien antes postraba el hado adverso.
Renace en mí la plácida esperanza,
y, de noble altivez henchido el seno,
torna a mis sienes la real diadema. 75

  (Da algunos pasos y ve a MELVIL.) 

¡Melvil! ¡Sois vos! ¡Afortunado encuentro!
¿Vuestra piedad no cansa mi infortunio?
Levantaos, ilustre caballero.
De un súbdito a quien amo la presencia
me inunda el alma en bienhechor consuelo. 80
¡Bendición a mi Dios que os ha elegido
testigo digno de mi fin sangriento!
Pues la antorcha católica os alumbra,
vuestro apoyo me dad.
MELVIL
Tal es mi anhelo;
probaros mi lealtad hasta en la muerte. 85
MARÍA
Ya que lejana de la patria muero,
mi adiós amargo, mi memoria extrema
llevad a mis amigos y a mis deudos.
Saludo al Rey francés y le bendigo;
a Guisa, defensor de mis derechos; 90
a Lorena; ...a otros ciento cuyos nombres
dirá el escrito fiel que os encomiendo.
En vez de oro y estados, por herencia
mi tierno amor, mi gratitud les dejo.
MELVIL
Así lo cumpliré.
MARÍA
¡Séales grato
95
este don de amistad, cual yo lo espero!

  (Volviéndose a los criados.)  

Del Rey de Francia en vuestro bien imploro
la augusta protección. Id a su reino;
segunda patria os sea, y para siempre
de Albión huid el maldecido suelo. 100
No al britano orgulloso que me oprime
deleite un día el infortunio vuestro;
no en vosotros me ultraje y me persiga
mas allá de la tumba. Huid os ruego;
juradme abandonar estas riberas 105
no bien exhale mi postrer aliento.
  —90→  
MELVIL
Lo juramos.
 

(Todos tienden la mano en señal de juramento.)

 
MARÍA
Yo misma entre vosotros
de mi antigua opulencia el pobre resto
acabo de partir. Ana querida,
el oro a tu amistad no es digno precio. 110
Tu tesoro más grato es mi memoria.
He aquí el don de amor que te reservo.
Dulce tejido que labró mi diestra,
testigo fiel de mi dolor secreto,
¡ay, cuántas veces te regó mi llanto! 115
Con él, ¡oh amiga! hasta el sepulcro yerto
tu cara mano cubrirá mis ojos.
¡Triste, amargo servicio! Mas yo quiero
recibirlo de ti.
ANA
¡Buen Dios!
MARÍA
Mis fieles,
oid de Estuarda el postrimer acento. 120
¡Adiós! No sollocéis. En el Empíreo
un día, así lo aguardo, nos veremos.
Muero en la fe católica, y no rea
del crimen que me imputan. Dios inmenso
que mi paciencia veis, yo os la consagro. 125
¡Pueda con ella reparar mis yerros!
Llegad, llegad Melvil; sobre mi frente
extended esa mano que venero.
La bendición de respetable anciano
es bendición de Dios. Antes mi siervo, 130
sed su intérprete ahora y su ministro.
Cual doblasteis un día ante mi cetro
la obediente cerviz, a vuestras plantas
hoy humilde y contrita me prosterno.
 

(La REINA se arrodilla delante de MELVIL, y todos se alejan.)

 
MELVIL
María, Reina ayer, mártir ahora, 135
pues plugo al Creador del universo
la carrera abreviar de vuestros días,
volad serena a su regazo tierno.
Ya el crisol de la austera penitencia
purga de inmunda liga el oro terso. 140
Ya la paz del Altísimo brillando
la vía os abre del celeste asiento.
¡Alma cristiana, adiós! Yo te bendigo.
¡Adiós! En las entrañas del averno
ruge Satán, y la divina gracia 145
desciende a ti del alto firmamento.
 

(PAULETO aparece a la puerta. MELVIL va hacia él. MARÍA permanece arrodillada y en profunda meditación.)

 
ANA
¿Qué ruido escucho? (Mortimer acaso...)
MELVIL

  (Volviéndose hacia MARÍA.) 

¿Habéis, Señora, el ánimo dispuesto
al tránsito fatal?
MARÍA
Venga la muerte.
Sólo en mi corazón a Dios albergo, 150
y por siempre en sus aras sacrifico
toda humana pasión.
MELVIL
Ya pues sin riesgo
a Leicester veréis. Desea hablaros:
le acompaña Burleigh.

  —91→  

Escena IV

 

MARÍA. Su séquito. ANA. MELVIL. LEICESTER. BURLEIGH. PAULETO.

 
 

(LEICESTER y BURLEIGH se habían detenido un momento en el foro. LEICESTER permanece retirado sin levantar los ojos.)

 
BURLEIGH
Deber severo
me guía a vos. En nombre de mi Reina 155
a obedecer vuestros mandatos vengo.
MARÍA
Soy grata a su bondad. En un escrito
ya he trazado de mi alma los deseos.
En cuanto a mí, pues reposar no deben
mis reliquias, milord, en vuestros templos, 160
no negaréis que a Francia y a los míos,
mi más caro anhelar Melvil cumpliendo,
lleve mi corazón. ¡Dulce ribera
do mis días más plácidos corrieron,
en este corazón siempre moraste! 165
BURLEIGH
¿No me imponéis, Señora, otro precepto?
MARÍA
Saludad en mi nombre a vuestra Reina;
decidle adiós: mi corazón sincero
la abraza y la perdona. Amargo lloro
anega vuestra faz, noble Pauleto. 170
El contagio letal de mi infortunio
vuestras canas aflige. ¡Ay! a lo menos
romper los hierros Mortimer alcanza
do cayó por salvarme a mi despecho.
Que conserve su vida. Acaso aún piensa 175
en Estuarda infeliz; aún su ardimiento
forma en mi bien designios generosos.
Inútiles son ya. Dios le dé premio.


Escena V

 

MARÍA. Su SÉQUITO. ANA. MELVIL. LEICESTER. BURLEIGH. PAULETO. El SHERIFF.

 
 

(La puerta permanece abierta. Algunos soldados aparecen a la parte exterior.)

 
MARÍA
¿Por qué te agitas, Ana, y te estremeces?
¡Valor! Llegó el instante, y yo no tiemblo. 180
No tu angustioso llanto me enternezca
en el postrer adiós: sigue mi ejemplo.
Del mundo engañador entre tus brazos
menos amargo me será el destierro.

  (A BURLEIGH.)  

Aún os pido otra gracia; es la postrera: 185
que me siga hasta el hondo mausoleo.
Su mano abrió a la luz los ojos míos;
ella los cierre a perdurable sueño.
BURLEIGH
Vos lo queréis... Será.
MARÍA
No más. Partamos.
Si un alma arrepentida ¡oh Dios eterno! 190
—92→
merece bien de ti cual la inocencia,
abre a mi fe tu omnipotente seno.
 

(Al partir encuentra a LEICESTER. Tiembla: se doblan sus rodillas. LEICESTER la sostiene volviendo la cabeza porque no puede arrostrar su vista. La REINA le mira un momento con gravedad y en silencio.)

 
Para salir de mi prisión, oh Conde,
apoyo me ofrecisteis; bien me acuerdo.
¡Cumplís vuestra palabra!
 

(LEICESTER permanece abismado en el dolor. La REINA continúa con dulzura.)

 
Sí, Leicester,
195
de recobrar mi libertad, mi imperio,
la esperanza halagüeña en vos un día,
en vos solo cifraba; y, no lo niego,
era bálsamo dulce a mis dolores
mi redentor soñaros.
LEICESTER
(¡Oh tormento!)
200
MARÍA
Ya preparada a abandonar la tierra,
ya que a los reinos del Empíreo vuelo
y otra pasión mi espíritu no agita
que el amor de mi Dios; Conde, bien puedo
mi pasada flaqueza confesaros. 205
Siempre os amé: sin mengua lo revelo.
Adiós. Vivid dichoso. Vuestro orgullo
quiso a dos Reinas agradar a un tiempo,
y al insidioso el corazón amante
osó inmolar vuestra ambición sin freno. 210
Adorad a Isabel, ¡y Dios no quiera
que vengue mi baldón vuestro escarmiento!
Ana, Melvil, seguidme. Adiós, mortales.
Extranjera ya soy en vuestro suelo.
 

(Parte la REINA en medio de ANA y MELVIL. El SHERIFF la precede. BURLEIGH, PAULETO, todos la siguen, excepto LEICESTER.)

 


Escena VI

 

LEICESTER. SEIMUR.

 
LEICESTER
¡Y yo vivo! ¡Yo vivo, y desde el alto 215
no baja el rayo en espantoso trueno!
¡Ven, vuela, Mortimer! Sólo un instante...
¡Ah! ¡Seimur! Habla.
SEIMUR

 (Llegando.) 

Mortimer es muerto.
LEICESTER
¡Oh Dios!
SEIMUR
Con sus amigos generosos,
220
franco ya el muro a su marcial denuedo,
por vía oculta al calabozo vuela.
Imprevisto escuadrón lleva a su encuentro
de Burleigh la incesante vigilancia.
¡Todos han perecido combatiendo! 225
Venid; huyamos, Conde. En Inglaterra
gran peligro corréis. Al mar, al viento
la vida encomendad. Fieles amigos
os seguirán a climas extranjeros.
LEICESTER

  (Sin oír a SEIMUR.)  

¡Reina execrable! ¡Bárbara Isabela! 230
¡He aquí, prudencia humana, tus efectos!
—93→
¡Mal haya mi política afanosa!
¡Mal haya mi ambición! Yo la detesto.
Mueres, María, y en mi pecho ingrato
cual nunca enciendes amoroso fuego. 235
¡Ay dolor!... Mas ¿qué digo, miserable!
¿Yo amor? ¿ternura yo? ¿Cobarde cedo
a femenil piedad? Ahoga en tu alma,
¡monstruo! ahoga el atroz remordimiento;
acaba de sumirte en el oprobio 240
consumando tu crudo ministerio;
baja a gozar de Estuarda en la agonía,
y arma tu corazón de triple acero.
 

(Fuera de sí marcha rápidamente hacia la puerta por donde salió MARÍA, y se detiene de improviso.)

 
En vano, en vano con osada planta
esta puerta fatal pasar intento. 245
¿Cuál infernal horror hiela mi sangre?
¡Huyamos! ¿Oyes? El suplicio fiero
bajo mis plantas se prepara. ¡Huyamos!
Tan negra imagen sostener no puedo.

  (Quiere salir por otra puerta lateral y la encuentra cerrada.)  

¡Ay, que mis pasos a la fuga cierra 250
un ángel vengador! Dios justiciero,
¡cuál me castiga tu tremenda saña!
¿Dónde ocultarme, dónde? En son funesto
oigo la voz que dicta su sentencia.
La exhortan. Habla ahora ¡Oh dulces ecos! 255
Silencio impone. Orar desea. Callan.
¿Quién sabe, ¡ay triste! si en ferviente ruego
a Dios pide perdón de mi perfidia?
Sordo murmullo en la asamblea siento.
Solloza la afligida servidumbre... 260
Ya nada escucho... ¡El golpe! Yo fallezco.

 (Ha pronunciado este final con progresiva angustia; antes de las últimas palabras se ha detenido un instante, y al articularlas cae sin movimiento en los brazos de SEIMUR.)  


Hasta aquí la versión ajustada al original; mas para lograr el exsequátur de la censura, sobrado suspicaz y no muy ilustrada en aquellos tiempos, fue preciso inventar otro final, más grato quizá para la generalidad de los espectadores, pero menos conforme a la verdad histórica y a las reglas del arte; y como con esta variante se ha continuado representando la tragedia, y así ha corrido impresa, el autor lo pone a continuación por si todavía lo prefiere alguna empresa teatral.






ArribaVariante


Escena VI

 

LEICESTER.

 
    ¡Y yo vivo! ¡Yo vivo, y desde el alto 215
no baja el rayo en espantoso trueno!
¡Reina execrable! ¡Bárbara Isabela!
—94→
¡He aquí, prudencia humana, tus efectos!
¡Mal haya mi política afanosa!
¡Mal haya mi ambición! Yo la detesto. 220
Mueres, María, y en mi pecho ingrato
cual nunca enciendes amoroso fuego.
¡Ay dolor! Mas ¿qué digo, miserable!
¿Yo amor? ¿ternura yo? ¿Cobarde cedo
a femenil piedad? Ahoga en tu alma, 225
¡monstruo! ahoga el atroz remordimiento;
acaba de sumirte en el oprobio
consumando tu crudo ministerio;
baja a gozar de Estuarda en la agonía,
y arma tu corazón de triple acero. 230

  (Fuera de sí marcha rápidamente hacia la puerta por donde salió MARÍA y se detiene de improviso.) 

En vano, en vano con osada planta
esta puerta fatal pasar intento.
¿Cuál infernal horror hiela mi sangre?
¡Huyamos! ¿Dónde? ¿dónde? ¡Oh si en su centro
la tierra me abismara! ¡Cuánto tardas 235
venganza del Señor! En son funesto
quizá ya dictan tu feral sentencia,
malograda Princesa. El golpe fiero...
¡Ah! suspende tu brazo sanguinario,
ministro del furor. Al crudo hierro 240
he aquí más digno blanco en mi garganta.
Ven; ya la vida soportar no puedo.
¡Qué! ¿no tengo una espada y una mano
que escondan mi ignominia al universo?
¡Adiós, María; adiós, Reina adorada! 245
Ya a la anhelada tumba te precedo.

  (Desenvaina la espada.) 



Escena VII

 

LEICESTER. SEIMUR.

 
SEIMUR
¡Milord!
LEICESTER
¿Quién...? ¡Ah, Seimur!
SEIMUR
¿En fiera lucha
no oís sonar las armas a lo lejos?
Mortimer...
LEICESTER
¿Feneció?
SEIMUR
Vive y combate.
LEICESTER
¡Gran Dios!
SEIMUR
Ya el muro a su valor abierto,
250
por vía oculta al subterráneo vuela;
síguenle cien valientes caballeros;
tiembla a su vista el hórrido verdugo,
y la segur depone...
LEICESTER
¡Ah! ¿Será sueño?
María...
SEIMUR
Entonces de Burleigh la diestra...
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LEICESTER
Acaba.
SEIMUR
Osa blandir puñal crüento,
y bárbaro en el seno lo sepulta
de la Reina infeliz.
LEICESTER
¡Tigre!... Yo muero.
SEIMUR
Espira en brazos de su fiel nodriza.
En torno de Burleigh por breve tiempo 260
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la escolta funeral lidia animosa;
la arrolla Mortimer, y en sangre envuelto
Burleigh muerde la tierra agonizando,
y a la región desciende del averno.
LEICESTER
¡Oh Providencia justa!
SEIMUR
Nuevas armas,
265
que Burleigh esperaba, en tal momento,
no ya a su amparo, a su venganza vuelan,
y la pugna civil arde de nuevo.
En tanto yo impaciente os aguardaba,
oculto espectador. Venid. Resuelto 270
a perecer estoy a vuestro lado.
LEICESTER
Sígueme, sí, y airados combatiendo,
y aplacando los manes de María,
el baldón de mi nombre lavaremos.
De hoy más, vana ambición de altivo solio, 275
en ambición de gloria te convierto.
Gloria es vengar la cándida inocencia,
¡que iluso abandoné! Torrente inmenso
inunde a Albión de regicida sangre.
¡Temblad, temblad, verdugos, que instrumento 280
me elige Dios de su eternal justicia!
He aquí el terrible centellante acero
que quise hundir cobarde en mis entrañas.
María, ¡augusta mártir!, yo te ofrezco
más alta expiación. Morir te juro; 285
mas tu suplicio vengaré primero.