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ArribaAbajo Cosas de Andresillo

Evaristo Carriego





- I -

Pues... aquí estoy señores. Pues... yo soy Andresillo,
¿No recuerdan ustedes? Yo soy aquel chiquillo
a quien el gran Quijote librara cierto día
-porque ahí encajaba bien su caballería-
de la nube de palos que mi amo furioso  5
sobre mí descargaba ferozmente donoso.
Al pobre señor loco le hice una ruin ofensa
maldiciendo más tarde su gallarda defensa,
dejándole mohíno, cabizbajo y corrido.
(Sé que fui un mentecato.) Después, arrepentido  10
al correr de los años, comprendiendo la humana
obra que yo pagase con acción tan villana,
deseoso de la gracia del noble caballero,
sobre su incierto, rumbo interrogué al ventero
y el muy bellaco riendo me relató su muerte.  15
(Desde entonces empieza lo malo de mi suerte).


- II -

Así, olvidando algunas de las cerriles mañas,
vine a ser otro andante, soñador de fazañas
inauditas y fieras en lides peligrosas,
que los encantamientos no hacen siempre sabrosas.  20
Porque ya se mostraba cansado de su dueño,
al flaco Rocinante cambié por Clavileño,
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y recorrí la tierra buscando honor y fama
que ofrecer a mi hermosa desconocida dama,
de quien he recibido desdenes y rigores...  25
hasta que al fin vencido de los encantadores
me trajeron a esta prisión o manicomio,
una institución sabia digna de todo encomio,
en donde escarnecido sin cesar, y burlado
como mi buen maestro, seriamente he pensado  30
que desfacer agravios no es sino una locura
que honrase sólo al triste de la Triste Figura.


- III -

Aquí medro y engordo. Tranquilamente yanto
sin jamás acordarme de mi viejo quebranto
tan magro y tonto. Nunca ni aun en broma peco  35
suspirando retornos al antiguo embeleco.
No hay una sola parte donde mire y no encuentre
como emblema del Siglo una bolsa y un vientre...
Y así va todo esto: de la misma manera
que en los menguados tiempos de la pasada era.  40
Los potentados viven de prematuros cielos,
y los que nada tienen que se lo papen duelos...
De las lanzas gloriosas de las justas de antes
hoy harían bastones los duchos comerciantes,
y, sacando provecho, del yelmo de Mambrino  45
venderían quincallas para guardar tocino.
Si se habla a Dulcinea de amorosas pasiones
no es mucho que se mezclen venteriles razones:
-Los valientes envíos, vizcaínos y gigantes,
ahora se traducen en perlas y brillantes-  50
Basilio está de malas: aunque audaz el muchacho,
sus industrias no valen las ollas de Camacho.
Hasta Aldonza Lorenzo, la hija de Corchuelo,
reniega de los callos que heredó de su abuelo.
-Si bien ya es una dama no sé por qué barrunto  55
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que el olor de los ajos anda muy en su punto-.
Para los que libertan recuas encadenadas
ahora como entonces hay asaz de pedradas.
Ginesillo ha dejado de ser titiritero;
por sospechosas artes ha ascendido a banquero.  60
El barbero y el cura pregonando sus ciencias
en buenas migas, raspan y escrutan las conciencias.
El bachiller Carrasco, sin reposar momento
pontifica en la cátedra de su doctoramiento,
deslumbrando a los bobos, que serán sus secuaces,  65
y acallando la grita de los puros y audaces.
(Mi aporreado maestro no hubiera permitido
que mease en su celada ningún recién parido).
Los yangueses de marras, prontos en sus desmanes,
cuidan yeguas ajenas y se llaman rufianes.  70
A la Justicia -¡pobre reina Micomicona!-
cualquiera Malambruno le hurta la corona.
-Los andantes del día se salen del camino,
si ven a la distancia las aspas de un molino;
aunque hoy poco valdrían los hidalgos gentiles  75
fuertes perseguidores de pícaros y viles,
pues doncellas y viudas hallan amparo en esos
burdeles de oratoria con nombre de Congresos.
Muy semejante a aquello -quizás en lo aromado-
que cuando los batanes hizo Sancho apremiado  80
por urgencias mayores en situación bien crítica
hay aquí cierta cosa que se dice política.
Los gobernantes gozan de mil prebendas diarias
y se rascan y comen en estas Baratarias
porque, en pos del misterio de los grandes destinos  85
nadie baja a la honda cueva de Montesinos.


- IV -

En fin... quietos curiosos: malicio que ya es mucha
peroración y acaso me merezca una ducha
del jayán enfermero cuidador de mis males,
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-en verdad que me ahorquen si yo sé de los tales-  90
y peor es meneallo. Conque... buenos señores,
hasta... que os permitan mis doctos curadores
nuevas famosas burlas, si no tenéis reparo
de oír, en ratos de ocios, a este caso tan raro
que dos, únicamente, la humanidad ha visto,  95
y ellos no fueron otros que Don Quijote y Cristo.
Aquí me hallaréis siempre, manso a las exigencias
de discretas preguntas, y suaves ocurrencias
de los graves galenos o de vuesas mercedes,
honesto y comedido como lo ven ustedes...  100