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ArribaAbajoCarta LIV

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


1. Jesús sea con vuestra reverencia. Yo le digo, que le pago bien la soledad, que dice tiene de mí. Después de escrita la que va con esta recibí las suyas. Heme holgado tanto, que me enterneció, y caído en gracia sus perdones. Con que me quiera tanto, como yo la quiero, yo la perdono hecho, y por hacer; que la mayor queja que tengo della ahora, es lo poco que gustaba de estar conmigo. Y bien veo no tiene la culpa, y ansí lo dije a la madre priora de Malagón, sino que como quiso el Señor, que ahí tuviese tantos trabajos, y eso me diera alivio, ordenaba que se quitase.

2. Por cierto que a trueque de que queden vuestra reverencia y esas hermanas con algún descanso, los doy por bien empleados, aunque fueran muchos más. Y créame, que la quiero mucho, y que como yo vea en ella esta voluntad, lo demás es niñería, para hacer caso dello. Aunque allá, como había lo uno, y lo otro, y yo la trataba como a hija mía muy querida, harto se me hacía de mal no ver tanta llaneza, y amor. Mas con esta su carta todo se me ha quitado cierto, y quédase la voluntad: que es peor no tener esa defensa, para no ser tanta.

3. Infinito me he alegrado, de que se haya hecho todo tan bien. El concierto no deje de pasar adelante, aunque no haya mucha seguridad en lo porvenir; porque, es recia cosa andar con pleito, en especial al principio. Y siempre esté advertida, que será mejor el concierto, y que aunque tengamos justicia, es recia cosa pleitos.

4. Procuraremos pagar presto esto a mi hermano (digo lo de la alcabala) que harto cuidado traigo, y más que tenía ya un tanto desa casa. ¡Oh lo que él se ha holgado con sus cartas! No acaba de decir de su discreción. Ellas venían buenas, sino que vuestra reverencia cuando quiere hacer mejor letra, la hace peor. Porque él, y Teresa escriben, no digo nada dellos.

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5. Yo tenía escrito a mi padre prior de las Cuevas, y hoy he de escribir a Malagón sobre negocios, y a nuestro padre; y ansí será harto, si puedo aún responder a las hermanas, porque no me han dejado visitas.

6. Yo creo bien lo que hace el buen García Álvarez, porque su caridad es grande. Dígamele muchas cosas. Con la carta del padre prior me holgué. Harta merced me hacen mis amigos de hacerlo ansí con ellas. Mire que los conserve: y cuando se ofreciere alguna vez, haga algo por Mariano, y fray Antonio (que no querría tomasen desgracia con ella) como sea templadamente. Dios le perdone, que tal barahúnda, como se ha hecho en esos frailes, se pudiera excusar, y por otro camino concluir con ellos: harta pena tiene nuestro padre. Bueno está, y al Nuncio le pareció bien, que no hubiese tornado allá.

7. No dirá que no la escribo hartas veces. Haga ella lo mesmo, que me huelgo mucho con sus cartas. Ninguna cosa sabía de lo que allá pasaba; que nuestro padre escribe muy corto: no debe poder más. Dios sea con ella, y la haga muy santa. Gabriela me escribe, que no está buena (que después de haber escrito mucha desta, leí su carta) dice que del dolor del estómago. Plegue a Dios no sea más. No me acuerdo, a quién dejé encomendado, que tuviese cuenta con vuestra reverencia. Sea la supriora. Y mire que no deje de obedecerla, que tenga cuenta con su salud, por amor de mí; que me dará infinita pena, si le falta. Plegue al Señor se la dé, como yo le suplico. A su madre Beatriz, y a Delgado me encomiendo mucho. La priora a vuestra reverencia. Todas se han holgado de lo bien que les va. Siempre sea ansí. Ya creo he dicho que es día de la Visitación.

8. El clérigo vino estando en misa, y en diciéndola se fue. Ya le hablé: y si hubiera de estar aquí, le hiciera alguna gracia; sino que dijo traía compañía, y que por eso pasaba adelante. Año de 1576.

9. También me escribe Gabriela, que tiene vuestra reverencia la casa muy aliñada. Harto la quisiera ver. Hasta ahora no he podido mirar cuyas eran las cartas. Heme alegrado con la del nuestro buen padre García Álvarez. Escribirele de buena gana; y esas mis hijas perdonen, si he de cumplir con quien las hace tanto bien.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Toda esta carta, aunque no es más que familiar, es entendidísima, y de grandísima sal, y cortesanía, y con eso de notable espíritu.

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2. En el número primero la dice lo que la ama: y parece que quiere asegurarle el alma de los temores que tenía, por algunos desapegos, que con la Santa usó en Sevilla. Conócese esto en el número segundo, donde confiesa la Santa: Que sentía, que amándola como a hija, no gustase mucho de estar siempre con su madre. Y no hay que admirar, que cuando es la madre prelada, suele embarazar la parte de prelada a la de madre.

No sé cómo se es, que apenas hay súbdito, a quien no asombre la sombra de su prelado; porque embaraza siempre a la humana libertad la ajena jurisdicción, y poder. Aun los hijos suelen hallarse congojados, si los atan con sus padres; porque siempre la naturaleza humana aborrece tener presente, y sobre sí la mano del superior.

3. Esta es la razón, por que en todas partes son siempre los mejores prelados los que se han ido, y acabado sus oficios, y los que han de prevenirles a suceder; porque los presentes cansan mucho. Esto procede, de que los pasados dejaron gusto con irse; los venideros traen de bueno, por lo menos, el mudar: y sólo los que actualmente tienen la disciplina en la mano, afligen a quien gobiernan.

Y así parece que la Santa aprueba este discurso, donde dice: Por cierto que vine en volverme con gusto, a trueque de que quedase vuestra reverencia y esas hermanas con algún descanso. No porque ellas tuviesen (siendo unos ángeles) fatiga con su compañía santísima, sino que explicó la humana condición en el suceso, no el suceso de la humana condición: y da a entender querían más a la Santa, o por lo menos le mostraban más amor ausente, que no presente. Y así se vio, que esta santa religiosa, de la que se embarazaba presente, la andaba buscando ausente.

4. En el número tercero da un excelente documento: Que al fundar procuren excusar pleitos lo posible. Como si dijera: Basta el pleito del fundar. Y añade: Que aunque se tenga justicia, es muy recia cosa pleitos. ¡Qué discreta! ¡Qué prudente es esta virgen santísima! ¿Pues qué son pleitos sino inquietud de las almas, y fatiga de los cuerpos? ¿Qué son, sino destruición de las haciendas, y peligro de las honras?

Cuando le pidió al Señor un hermano, que juzgase unas particiones, y diferencias que tenía con su hermano, le respondió su divina Majestad con aspereza: Homo, quis me constituit judicem inter te, et fratrem tuum? (Luc. 12, v. 14): Hombre ¿quién me ha hecho juez entre ti, y tu hermano? Y añadió: Ei, qui vult tecum judicio contendere, et tunicam tuam tollere, dimitte ei, et pallium (Matth. 5, v. 40): Al que te pusiere pleito sobre la túnica, dale también la capa. Como si dijera: ¿Yo pleitos de hacienda, que vengo a enseñar a despreciar las haciendas? ¿Yo juez de lo temporal, que vengo a que se desprecie lo temporal por lo eterno? A quien te pide la túnica, dale también la capa; por que no te quede en la capa la ocasión de otro pleito, como tuviste en la túnica. Tanto se disgusta Dios de pleitos (cuando pueden excusarse, o componerse) que previno, y curó con la pobreza los pleitos de la codicia.

5. En los números cuarto, y quinto habla de negocios. Pero en el sexto dice con particular gracia: Que haga algo por Mariano, y fray Antonio; porque no querría tomasen desgracia con ella. Pero añade luego: Como sea templadamente. Debían estar quejosos, y quería la Santa   —238→   que les satisfaciese, pero lo bastante, no lo superfluo; porque también se ha de dar con medida, y peso la satisfacción al quejoso. ¡Qué discreta era la Santa!

6. En el número sétimo dice: Que no se acuerda a qué religiosa dejó, que tuviese cuenta con la priora. Y conforme lo que luego dice, la cuenta era, que no le dejase hacer sobrada penitencia, ni con ella permitiese que estragase su salud. ¡Raro, y admirable gobierno el de santa Teresa! Dejaba por priora del convento a una, y luego a la priora le señalaba otra priora. Como quien dice: No sabrá bien esta mandar, si no sabe obedecer. El mejor modo de mandar es obedeciendo. Priora sin otra priora sobre su jurisdicción, será muy libre priora. Voluntad sin otra voluntad sobre sí, estará llena de propia voluntad. Sepa la amargura del obedecer, para que tenga dulzura, y suavidad en el mandar.

7. En esto mostraba su prudencia. Pero su caridad, en que viendo que era tan penitente María de san José, que podía estragar su salud, no se contentaba la Santa con advertírselo por cartas, sino con poner persona en su lugar, que lo moderase con el daño a la vista. Con esta prudencia, y caridad es bien que gobiernen los superiores a sus súbditos.






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A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. Sea con vuestra reverencia el Espíritu Santo, hija mía. La carta suya, fecha a 3 de noviembre, recibí. Yo le digo que nunca me cansan, sino que me descansan de otros cansancios. Cayome harto en gracia poner la fecha por letras. Plegue a Dios no sea por no se humillar a poner el guarismo.

2. Antes que se me olvide, muy buena venía la del padre Mariano, si no trajera aquel latín. Dios libre a todas mis hijas de presumir de latinas. Nunca más le acaezca, ni lo consienta. Harto más quiero que presuman de parecer simples, que es muy de santas, que no tan retóricas. Eso gana en enviarme sus cartas abiertas. Mas ya como se ha confesado con nuestro padre, más mortificada estará. Dígale que casi me confesé generalmente estotro día, con quien le he escrito, y no me dio de veinte partes de pena la una, de cuando me había de confesar con su paternidad. Mire qué negra tentación es esta.

3. Encomienden a Dios este mi confesor, que me tiene muy consolada, que es poco para mí contentarme. ¡Oh qué bien ha hecho en no llamar al que ahí me atormentaba, para que en ninguna cosa tuviese contento en ese lugar! que el que tenía con nuestro padre ya ve con cuántas   —239→   zozobras era: y vuestra reverencia que me le diera, si ella quisiera, porque me cae en gracia, no quería. Yo me huelgo entienda ahora mi voluntad. Pues la otra de Caravaca, Dios la perdone, que también le da ahora pena. Esa fuerza tiene la verdad.

4. Este día me envió un hábito de una jerga, la más a mi propósito que he traído; que es muy liviana, y grosera. Harto se lo agradecí, que estaba el otro muy roto, para el frío, y para camisas: y todo lo han hecho ellas, aunque acá no hay camisas, ni por pienso en todo el verano, y mucho ayuno. Ya me voy haciendo monja: rueguen a Dios que dure.

5. La madre priora de Malagón aún está más mala que suele. Pues algo estoy consolada, que dice, la llaga no es en los pulmones, y que no está ética: y que Ana de la Madre de Dios, la monja de aquí, estuvo ansí, y sano. Dios lo puede hacer. Yo no sé que me diga de tanto trabajo, como allí ha dado Dios, y con los males gran necesidad; que ni tienen trigo, ni dineros, sino el mundo de deudas. Los cuatrocientos ducados, que las deben en Salamanca, y teníanlos para esa casa, que ya lo había dicho nuestro padre, aun plegue a Dios que basten, para que se remedien. Ya he enviado por parte dellos. Han sido muchos los gastos, que allí han tenido, y de muchas maneras. Por eso no querría yo las prioras de las casas de renta muy francas, ni ninguna, que es venirse a perder del todo. La pobre Beatriz ha cargado sobre ella, que ha sido la que ha andado buena, y tiene cargo de la casa, que se la encomendó la madre priora, a falta de hombres buenos, como dicen. Su Majestad me la guarde, que tengo mucho que escribir, y a todas me las haga santas. Son hoy 19 de noviembre.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

6. Huélgome de que lleven ahí tan bien la pobreza, y las provea ansí mi Dios. Bendito sea por siempre. Lo del lino, y lana junto, mas quiero que traigan lienzo, cuando lo han menester, que es abrir puerta para nunca cumplir bien la constitución; y con traer lienzo con necesidad, la cumplen. Esotro dará casi tanto calor, y ni se hace lo uno, ni lo otro, y quedarse han con ello.


Notas

1. Esta carta está muy llena de gracia, y de discreción. En el número primero le nota con la harta sal a la madre María de san José el   —240→   haber puesto en la que escribió a la Santa, la fecha por letras, y no por guarismo. No la debía de formar muy bien, ni tampoco sabría de cuenta, la que tan poco tendría que contar, y así quitose de cuentos, y puso por letra la fecha, por no errarla. Pero la Santa no se lo pasó en cuenta, y con singular sazón le descubre su falta de humildad en procurar encubrir el defecto. De todo hacían gracia entre sí, para servir con alegría a la gracia del Señor, que así las llevaba a sí.

2. En el número segundo dice discretamente, que vio las cartas, que le remitió abiertas; y todo le contentó, sino el hablar en latín. ¡Oh qué discreto reparo! Porque le pareció a la Santa el latín en una monja presunción, o afectación. La santa sinceridad es la madre de la humildad; y latinizar una monja, que profesa sinceridad, no es seguir el espíritu de la simplicidad, ni de la humildad.

3. Los más entendidos seculares en hablando teología, quedan con más opinión de presumidos, que entendidos; porque es necesario proporción al discurrir, no sólo en los discursos, sino en la misma profesión del que discurre.

Dar documentos de artillería, y fortificación un sacerdote, parece tan mal, como darlos de teología un soldado. Ya cada cosa tiene su proporción conocida: ni el diamante se proporciona al barro, ni el hierro se guarnece bien con oro, ni predica bien el sayal, terciopelo, ni el paño fino, sayal. Como quien dice: Trajes, y razones afectadas, y de seda en profesiones de sayal, es bien propio; y así muy justamente lo corrigió aquí a Santa.

4. En el número tercero trata de confesores con su hija. ¿Qué mucho, si sólo trataban de confesiones? Si para el cuerpo los que cuidan de su salud, no tratan sino de médicos; ¿de qué han de tratar los que sólo tratan de su alma, sino de sus confesores?

5. En el número cuarto dice: Que con todos sus achaques vestía, la túnica de jerga; y que ya comenzaba a ser monja. Por comenzar cada día a ser monja, acabó con ser tan santa. Así se ha de servir al Señor, comenzando cada día, como si aquel día fuera el primero a servirle; y aun el último, pues con pasar así todos los días del año, no tendrá que temer después el último día de la vida, y de sus años.

6. En el número quinto no quiere que sus prioras sean muy francas, porque empeñarán las casas. Y es bien contenerlas, y moderarlas; porque siendo tan grande su caridad, allí ha de ser la moderación, donde está la inclinación: y el dar mucho de lo ajeno, suele ser también más fácil, que justo, ni conveniente.

7. En el número sexto reprueba una mezcla, que había escogido la madre priora, entre el lienzo, y la estameña, para el tiempo de enfermedad. Y la reprueba con alto espíritu; porque es mejor, o lienzo, o lana, que mezcla de lienzo, y lana. Por eso dijo el Espíritu Santo: No juntes en un yugo al jumento con el buey: Non arabis in bove simul, et asino (Deut. 22, v. 10). No me hagáis cosas, que parezcan unas, y sean otras; porque soy muy enemigo, que lo que parece, no muestre aquello que es. Cosa, que ni es estameña, ni lienzo (porque es lienzo, y estameña) no le contenta al Señor. Si lo busco lienzo, lo halló estameña; si lo busco estameña, se me vuelve lienzo.

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8. Esto sucedió al murciélago, que es tan maldita sabandija. Porque sesteando el león en una cueva, lo vio andar paseando; y díjole: ¿Que cómo no pagaba tributo, siendo animal de la tierra? Comenzó a volar, y decir: Que él no era sino pájaro, y que se lo pagaba al águila. Salió apenas volando de la cueva, cuando encontró con el águila, y díjole: ¿Que cómo no le pagaba el tributo, siendo pájaro? Bajose luego a la tierra, y le dijo, mostrando sus pechos, y su figurita de ratón: Que él no tenía pluma, y que era animal de los de tierra. Conque ni pagó el tributo al águila, ni al león.

Parecer una cosa, y ser dos, suele ser muy peligroso. No gusta dello Dios. O caliente, o frío, dice el Espíritu Santo, no tibio: Utinam frigidus esses, aut calidus: sed quia tepidus es, incipiam te evomere (Apoc. 3, v. 16); pero porque eres tibio, me obliga a lanzarte del estómago.

9. Aprendió esto la Santa de su padre el celosísimo Elías, cuando dijo a los israelitas: Usquequo claudicatis in duas partes? Si Dominus est Deus sequimini eum: si autem Baal sequimini illum (3, Reg. 18, v. 21): ¿Hasta cuándo cojearéis de entrambos pies? Seguid a Belial, o a Dios. No quería santa Teresa, que el hábito de sus hijas cojease a entrambas partes, a la estameña, y al lienzo. No, hijas, no. Sea lienzo, o estameña. Esto de parecer una cosa, y ser otra, trae consigo el engaño en lo interior, y en lo exterior la verdad: y Dios tolera mejor al abiertamente malo, que al disimulado malo, y fingidamente bueno: y así la Santa quiere más la dispensación abierta, que no la relajación disimulada.

Ama Dios muchísimo la verdad. Es enemigo de mezclas. El vicio sólo luego se conoce, y aborrece; la virtud sola luego se ama, y se reverencia: pero mezcla de vicio, y de virtud, que tiene de vicio la fealdad, y malicia, de virtud de la apariencias, es una mezcla malísima.

10. Bien se puede acomodar (dicen algunos) el cielo con el deleite mundano. Holgaos, que aunque os holguéis mucho, es cierto que os salvaréis. Holgaos, dijera yo; mas advertid, que si no lloráis lo holgado, puede ser que os condenéis. Andar mezclado el vicio con la virtud, es mucho peor, que andarse el vicio por su pie sin la virtud.

11. El malo, ya que es malo, conozca que es malo, y vendrá a tener de bueno la luz, con que conoce que es malo; y podrá ser que conociendo lo malo, deje lo malo, y pase a ser santo, y bueno: pero quien siendo malo, afecta siempre que es bueno, con ejercicios de malo, y procura defender, que aquello malo es bueno, y teje una tela de bueno, y malo, es muy malo; porque pasa de la voluntad el vicio al entendimiento. Así se hicieron los Agapetas, y Alumbrados, otros herejes muy sensuales, y perdidos: los cuales comenzaron con espíritu, pero acabaron con carne. Comenzaron con resplandores de santos, y predestinados; y defendiendo sus vicios, acabaron con fuego de condenados.

Vaya el sayal por una parte, y vaya por otra el lienzo. No mezclemos al lienzo con el sayal. Sean las reglas claras, justas, santas, y la vida como mejor se pudiere: que si es mala, tiene por lo menos reglas buenas, de donde se pueda asir al levantarse.

¡Ay de los que falsifican, o derriban las reglas de la virtud, y son monederos falsos! Porque caídos, no tienen de donde asirse, para buscar   —242→   su remedio. La penitencia nos salva, los deleites nos condenan. No hagamos compatibles deleites, y penitencia; bueno, y malo; Dios y Belial; gustos de tierra, y coronas de gloria, y eternidad.






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A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


1. Jesús sea con vuestra reverencia. ¡Oh mi hija, qué carta me envía llena de buenas nuevas, ansí de su salud, como esa monja, que nos hace tan buena obra, como será pagar la casa! Plegue a Dios no haya algún desmán, harto se lo suplico, que me daría grandísimo contento verlas descansadas. Si entrare, sobrellévela por amor de Dios, que todo lo merece. Yo quisiera harto tener lugar para escribirla largo; mas helo hecho hoy a Ávila, y Madrid, y otras partes, y está la cabeza, cual la mala ventura. Sus cartas he recibido, las que dice. Una que escribí a mi padre el prior de las Cuevas, que la enviaba abierta, para que la viese vuestra reverencia se debe de haber perdido, que no me dice nada. Solas habrán quedado, sin nuestro buen padre.

2. Diga al señor García Álvarez, que ahora ha menester serlo más que hasta aquí. Holgádome he que haya entrado su parienta: encomiéndemela mucho, y a las de Paterna, que las quisiera harto escribir. Envíeles esta, para que sepan que estoy buena, y que me holgué con su carta, y de saber van bien Margarita, y confesor. Que no se espanten no estén luego como nosotras, que es un desatino: ni pongan tanto en que no se hablen, y otras cosas, que de suyo no son pecado: que gente acostumbrada a otra cosa, haralas hacer más pecados, que les quita. Es menester tiempo, y que obre Dios, que será desesperarlas. Harto se lo pedimos acá.

3. El sufrirlas, que la baldonen, es malo; salvo si no es pudiendo hacer que no lo entiende. Es menester, que entiendan las que gobiernan, que dejado el encerramiento, lo demás ha de obrar Dios, y llevarlo con gran suavidad. Él sea con ella, hija mía, y me la guarde, y a todas, y las dé mis encomiendas.

4. A la priora de Paterna (que en todas sus cartas no hace más caso de san Gerónimo, que si allí no estuviese, y quizás hará más que ella) que me diga cómo le va, y a san Gerónimo, que me lo escriba: y a entrambas, que pongan en Dios su confianza, por que acierten en todo; y no piensen que han de hacer nada por sí.

5. Yo estoy buena: la madre priora de Malagón, como suele. Dígame,   —243→   si llevaba nuestro padre dinero para el camino, que he entendido, que no. Envíele esa carta mía a recaudo, y con brevedad por caridad; mas sea con persona cierta. Harto me pesa, que se vaya el fiscal de ahí. Parece quiere Dios, que él solo se vea que lo hace. Al prior del Carmen dé vuestra reverencia mis encomiendas, y a mi buen fray Gregorio que me escriba. Son hoy 17 de enero. Año de 1577. Y yo

Sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

6. En gracia me han caído sus Maitines. Yo creo que irían bien, que siempre ayuda el Señor a la más necesidad. No me deje de escribir, aunque no esté ahí nuestro padre. Yo no lo haré tantas veces, aunque sea sino por los portes.


Notas

1. Es esta carta para la misma madre priora de Sevilla, y antes de la segunda tribulación. Alégrase de que haya remedio, para pagar aquella casa, con el ingreso de una monja; porque la Santa quería a sus hijas pobres, pero no empeñadas. Tenía bonísimo gusto en esto: pues la pobreza es alegría, pero el empeño congoja. La pobreza le da al hombre libertad; el empeño servidumbre. El pobre canta alegre delante de los ladrones: Cantat vacuus coram latrone viator; pero el empeñado llora, y se aflige: y si no paga pudiendo, y aun algunas veces no pudiendo, es tenido por ladrón.

2. Honesta cosa es (dice el filósofo moral) la pobreza alegre. Y añade: Antes si es alegre, no es pobreza: Honesta res est læta paupertas: imo non est paupertas, si læta est (Séneca). Nada desto puede decir el empeñado: porque no es pobre alegre, sino siervo triste del que debe.

3. Por eso Salomón no quiso pedir empeños, ni pobreza: Divitias, et paupertatem ne dederis mihi; sed tantum victui meo tribue necessaria (Prov. 30, v. 8). Como si dijera: Señor, no necesidad, ni empeño; sino sustento, vestido. No quiero riquezas; mas tampoco quiero empeños. No me sobre lo superfluo; pero tampoco me falte lo necesario.

4. Este convento de Paterna, que aquí insinúa la Santa, no sé que hoy lo haya en la religión: puede ser que lo pasasen a otra parte.

5. Aquí dice una máxima excelente, y aun dos, y aun tres. La primera: Que cara a cara no sufra baldones el superior; porque sería esta humildad dañosa: pues por poner en muy alto la humildad, se echa por el suelo el mando, y la autoridad; y más conviene esto, que aquello para el gobierno espiritual de las almas. Es discurso de san Gregorio: Non dum immoderatius custoditur virtus humilitatis, solvantur jura regiminis (D. Gregor. in Past. 2, p. c. 6): No se pierda la autoridad del gobierno, por la humildad del prelado.

6. La segunda: Que es bien disimular el prelado, cuando son los baldones   —244→   en ausencia. Como si dijera: Tal vez conviene dejar decir, por que nos dejen hacer. Así decía Sixto V cuando en algo lo murmuraban: Dejadlos decir, pues que nos dejan hacer. Porque andar averiguando chismes de ausencia, y a caza de descuidos de la lengua, destruye en los superiores el obrar, por corregir el decir.

7. La tercera, aún es mejor que estas dos: Que no sean muy gobernadoras las preladas: ni lo quieran todo corregir, y gobernar. Dentro del mismo gobierno, y sin salir de los límites de la obediencia, es menester dejar al alma en su libertad, para que obre religiosa, gustosa, y voluntaria, lo que no hace con tanto gusto, violenta.

8. Con esto se le atribuye la gracia, lo que quiere tomar para sí esta nuestra miseria, o naturaleza. Querríamos nosotros, que fuesen nuestros súbditos buenos, porque nosotros se lo mandamos; y mejor es que sean buenos, porque se lo manda Dios: si bien se lo manda por nosotros, y somos el instrumento de Dios. Algunas veces amamos más el mandar, que el mejorar: y quiero que sirva a Dios, por que me obedezca a mí. No así, no; sino que a mí me obedezca, sólo porque sirva a Dios.

Dios es el que ha de obrar en el convento, no la priora. Dios ha de obrar en el obispado, no el obispo; porque todo es bien que lo hagamos en el nombre de Dios, y por Dios: y sea Dios el obispo, y pastor del ganado del obispo, y obispado. Debemos las reglas generales.

9. Anden las cosas, por mayor, conforme lo mandan las constituciones: pero el gobernar, por menor, en cada cosa, y en cada acción, no es de la priora, ni del prelado, sólo es de Dios. El prelado pida a Dios: trátelo con Dios: acuda a Dios, para que él gobierne por menor, lo que el prelado no es bastante a gobernar, sino sólo por mayor. Muestre dulzura, agrado, vigilancia, celo, discreción, y todo con amor, y caridad, y verá como, sin que parezca que el gobierna, lo gobierna todo Dios.






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A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, mi hija. Con tan buenas nuevas, y con tantos regalos, como ahora me envió, razón fuera alargarme mucho; al menos diérame harto contento: sino que como la escribí ayer, y el trabajo deste invierno de cartas ha venido a enflaquecer la cabeza de suerte, que he estado bien mala. Mejor estoy harto; y con todo casi nunca escribo de mi letra, que dicen es menester para sanar del todo.

2. Su manera de oración me contenta mucho; y el ver que la tiene, y que la hace Dios merced, no es falta de humildad; conque entienda, que no es suyo, cómo lo hace; y se da ello a entender, cuando la oración   —245→   es de Dios. Harto le alabo, de que vaya tan bien, y procuraré dar las albricias que pide. Ruegue a Dios, que yo sea tal, que me oiga.

3. En la de Beatriz, bueno es; mas lo más que pudiere, dé de mano a esas cosas en pláticas, y en todo. Sepa que va mucho en las prioras. No trató aquí la hermana san Gerónimo deso; porque luego la atajó la priora, y riñó, y ansí calló: y va ve, que cuando estuve yo allá, tampoco pasaba mucho adelante. No se si hicimos mal, en que saliese de entre nosotras. Plegue a Dios que suceda en bien. Mire si hallaran el papel para la priora las otras, ¿qué cosa fuera? Dios le perdone a quien la manda escribir. Nuestro padre quisiera la escribiera con rigor en ese caso. Lea esa carta que la escribo, si le pareciere, enviésela. Hácelo en extremo bien en no consentir, que hablen con nadie.

4. De Veas me escribe la priora, que solos los pecados tratan con uno, y se confiesan todas en media hora; y me dice, que ansí habían de hacer en todos cabos, y andan consoladísimas, y con gran amor con la priora, como lo tratan con ella. Podía vuestra reverencia decir, que pues en este caso tengo alguna experiencia, ¿que para qué han de buscar los que quizá no tienen tanta, sino escribirme? Y en esa tierra conviene más, que en ninguna. A la hermana san Francisco haga que dé carne a esa, en saliendo Cuaresma, y no la deje ayunar. Quisiera saber qué es esto que dice, que le hace Dios tanta fuerza, que no se declara. Mire el trabajo, andar ahora con esos llantos delante de las otras, y que la vean escribir a cada paso. Procure eso que escribió, enviármelo, y quítele la esperanza de que ha de tratar con nadie, sino con nuestro padre; que la han destruido.

5. Entienda, que allí se entiende (aún menos de lo que vuestra reverencia piensa) este lenguaje; aunque siendo en confesión, y con el padre Acosta, no puede venir daño. Mas yo sé bien, que a ella, menos que a otras conviene. Bien está eso que se manda en Paterna, de dar alguna anchura, aunque valiera más no se haber comenzado, sino lo que había de ser. Que en estas cosas de reforma, si con voces alcanzan algo, luego les parece ansí lo han de alcanzar todo. Muy bien hizo en avisarles anduviesen en comunidad.

6. Como no escribo de una vez esta no sé, si me he de olvidar de responder a algo. Esos cerrojos llevan; que como ellos están acá en las rejas del coro, y no me parece son menester más pulidos. Aunque yo veo que ella no se contentará, mas pase como acá, que no se tienen por más groseras, y mejor es cerrojillos, que otra cosa; que yo no entiendo, qué cerraduras pide. Los crucifijos se están haciendo; creo costarán a ducado.

  —246→  

7. Ahí van esas respuestas; que envié a mi hermano a preguntar esa pregunta, y concertaron los que ahí van responder en san José, y que allá lo juzgasen las monjas; y el obispo hallose presente, y mandó que me lo enviasen que lo juzgase yo. Aún para leerlo no estaba la negra cabeza. Muéstrelo al padre prior, y a Nicolao; mas hales de decir lo que pasa; que no lean la sentencia, hasta que vean las respuestas. Y si pudiere, tórnemelo a enviar, porque gustará nuestro padre; que ansí hicieron en Ávila, para que lo enviase, aunque no sea este camino del arriero.

8. Esa carta le envío, que me escribió mi hermano; y desas mercedes, que le hace Dios, son muchas las que me escribe. Esa hallé a mano, porque creo se holgará, pues le quiere bien. Rómpala luego, y quédese con Dios, que no acabaría con ella, y háceme mal. Su Majestad me la haga santa. Son hoy 2 de marzo. Año de 1577.

Sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

Agradézcame ir esta de mi letra, que aun para san José de Ávila no lo he hecho.


Notas

1. En esta carta en el número primero dice la Santa sus indisposiciones; particularmente la flaqueza, que le resultó de escribir tantas cartas. Dirá el político: ¿Pues para qué escribió tanto, que le hiciesen mal a la salud necesaria para el buen gobierno de sus monjas?

2. La respuesta es: Porque amaba a sus monjas más que a su salud; y la salud en los santos ha de ser como el dinero, que se ha de gastar, y no se ha de guardar. Guardada, y no empleada, aunque se acomoda el cuerpo, daña el alma. Gastada, y empleada, aprovecha a las almas, y a su alma. Si nos hemos de morir, guardándola para nosotros, y gastándola en el servicio de Dios; ¿cuánto es mejor aventurarla por Dios, y gastarla en el servicio de Dios?

Todavía, así como el dinero se ha de gastar, pero no desperdiciar, se ha de hacer lo mismo con la salud; porque es grande el daño de guardarla sobrado, en los perezosos; y el de desperdiciarla sobrado en los fervorosos.

3. En el número segundo aprueba su manera de oración; y le advierte, que no tenga por malo conocer la merced, que Dios le hace; como le dé gracias por ello. Y la razón es: Porque negarle a Dios las gracias del beneficio, por huir del conocimiento del beneficio, es humildad imperfecta. Dios echa menos las gracias de las mercedes que hace. Y cuando curó los diez leprosos, y volvió sólo el uno a agradecerlo, dijo: None decem mundati sunt? Et novem ubi sunt? (Lucæ 17, v. 1). ¿No curé a diez? ¿Pues en dónde están los nueve? No hubo más que este,   —247→   que volviese a dar las gracias al Señor, y hubo de ser forastero. Non est qui rediret, et daret gluriam Deo: nisi hic alienigena.

4. En el número tercero habla de alguna religiosa, a quien debía de hacer algún confesor suyo escribir las mercedes que Dios la hacía, y sentíalo muchísimo la Santa, y aun la priora. La cual decía a esta, y a otras, que no anduviesen comunicando este género de cosas por afuera, y más acabadas de salir de una tribulación, arriesgándose a otras. Y es discretísima máxima de gobierno, por ser muy peligrosa cosa en cualquiera, ser coronista de sí mismo, y escribir su misma vida.

5. Un emperador gentil escribió lo que obraba; pero fue tan ambicioso, que de ciudadano, su ambición le hizo tirano. No así san Juan el evangelista, que era la misma humildad; y nunca, cuando hablaba de sí alguna cosa de honor, quiso nombrarse; sino que decía: Aquel discípulo, a quien amaba Jesús; no decía: Yo Juan, a quien amaba Jesús; sino: Aquel discípulo (Joan. 15, v. 23, et c. 21, v. 20). Busquen otros quién es aquel discípulo, pero él no se ha de nombrar.

Santa Teresa para escribir su vida, fue necesario se lo mandasen por obediencia; y como se ve en la carta que escribió al remitirle a su confesor, que es la XV de este Epistolario, sintió mas haber escrito las mercedes, que las culpas.

6. En el número cuarto vuelve a confirmar la máxima de que aunque confiesen con uno los pecados, pero el modo de espíritu, si él no entiende ese lenguaje interior, lo comuniquen con quien lo entienda; porque si no, sucederá lo que decía san Pablo: Si nesciero virtutem vocis, ero ei, cui loquor, barbarus (1, Cor. 14, v. 11): Que no entendiendo su lengua los que se hablan, son bárbaros de sí mismos. No a todos da Dios el don de discernir los espíritus, y es menester grande espíritu, para conocer espíritus.

7. En el número quinto confirma esto del lenguaje espiritual; y habla del padre Acosta, que era un religioso místico de la Compañía. Y hablando de las monjas de Paterna, dice: Ha sido bien darlas alguna dilatación; pero que no había de ser a su instancia, sino prevenida de la suavidad de la priora, dándosela antes que se la pidiesen. No hay duda, que cuando al súbdito se le da, porque lo pide, le pagan; si es cuando no lo pide, le dan; y esto estima más que aquello, y es mejor; y esto aconseja la Santa.

8. En el número sexto le envía unos cerrojos, para las rejas; y dice con gracia: Que no eran pulidos; pero que pasasen, pues no eran más groseras las de su casa, y los usaban. En los silicios no echaba menos san Hilarión la limpieza, y curiosidad; ¿qué haría en los cerrojos la Santa? También le envía unas imágenes del Señor; y esto lo refiere entre las rejas, y los cerrojos; porque, para tolerar los cerrojos, y las rejas, es todo el consuelo el Señor; y porque haciéndolo todo por el Señor sobran los cerrojos, y las rejas.

9. San Benito a un santo anacoreta, que estaba atado a una cadena de hierro, se la quitó, y le dijo, se hiciese siervo de Dios, mas atado de la cadena de Cristo, que es su amor, que de la cadena de hierro: Si servus Dei es, teneat te catena Christi, et non catena ferri. Como si dijera: ¿Qué cerrojo, qué cadena para hacer su voluntad, como el amor   —248→   de Jesús? Pero en las santas religiones las cadenas, y cerrojos, y rejas tienen encerrados a los cuerpos; mas el amor a las almas.

10. En el número sétimo, donde dice: Ahí van esas respuestas, habla de las que dieron el venerable padre fray Juan de la Cruz, y los demás conferentes en el certamen de aquel espiritual mote, Búscate en mí. Cuya censura dio materia a la carta quinta. Y en esta declara la Santa todo el suceso como allí queda referido.






ArribaAbajoCarta LVIII

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. En extremo se me ha doblado el amor que las tenía, aunque era harto, y a vuestra reverencia porque ha sido la que más ha padecido. Mas sepa cierto, que cuando supe, que la habían quitado voz, lugar, y el oficio; que me dio particular consuelo; porque aunque creo, que mi hija es harto ruin, tengo entendido que temo a Dios, que no habría hecho cosa contra su Majestad, que mereciese tal castigo.

2. Espero en su Majestad irá ordenando se descubran las verdades. En esa casa ha habido poca; y esto me dio a mí mucha pena, cuando supe los dichos del proceso que trajeron, y de algunas cosas que sabía gran falsedad, por ser del tiempo que ahí estuve. Ahora que he visto lo que pasa desas hermanas, he dado muchas gracias a nuestro Señor, que no les dio lugar para que levantasen más. Estas dos almas me tienen fatigada; que es menester que todas hagamos particular oración, por que Dios les dé luz. Desde que andaba ansí el padre García Álvarez, tenía yo temor de lo que ahora veo.

3. En gracia me ha caído cuan autorizada está con su campanario; y si campea tanto como dice, tiene razón. Yo espero en Dios que ha de ir muy adelante esa casa, porque han pasado mucho. Vuestra reverencia lo dice tan bien todo, que si mi parecer se hubiera de tomar, después de yo muerta, la eligieran por fundadora, y aun en vida, muy de buena gana; que harto más sabe que yo, y es mejor. Esto es decir verdad. Un poco de experiencia la hago de ventaja; mas de mí hay ya que hacer poco caso; porque se espantaría, cuán vieja estoy, y cuán para poco. A todas dé muchas encomiendas. Su Majestad me la guarde, hija, y la haga muy santa. Amén.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

  —249→  
Notas

1. Esta carta se escribió antes de acabarse la persecución de Sevilla, pues dice en el número segundo: Que espera en Dios, que se descubrirá la verdad. Dice en el primero: Que por lo mucho que han padecido sus hijas, las ama doblado. Y esto es fácil de creer: porque el parentesco de los trabajos, es más estrecho que el de la sangre. Hasta entonces eran hijas de su amor; pero después que padecieron, lo eran de su dolor; y los hijos del dolor se aman tanto más, cuanto costaron doblado.

2. Esta es una de las razones del amor del Señor a las almas; porque las redimió con su sangre; y almas, que costaron su sangre, ¿cómo no han de ser amadas, y deseadas de Dios?

3. Dícele con grande gracia: Que aunque es ruin, nunca della creyó, que mereciese tan gran pena, como la de privarla de oficio. Con lo primero la humilla, con lo segundo la alienta. Así se ha de hacer siempre con los súbditos: alabarlos de suerte, que no se desvanezcan, reprenderlos de suerte, que no desconfíen.

Parécele a la Santa, al salir de aquella terrible tribulación, que fue milagro vencerla. Y no hay duda: porque en un mundo de culpas, triunfar de la calumnia la inocencia, y sobrevivir al suceso, es grande merced de Dios.

4. En el número tercero le dice con grande gracia, de la autoridad de su campanario, para recrear el ánimo desconfiado de su hija: y con una gracia ligera, le asegura muchas virtudes, y gracias. Y luego añade con grandísimo donaire: Vuestra reverencia lo dice todo tan bien, que si mi parecer se hubiera de tomar, después de yo muerta, la eligieran por fundadora, y aun en vida, de muy buena gana, que harto más sabe que yo. ¡Oh humildad! ¿Qué de cosas dices tan lejos de lo que pasan, siendo perfecta humildad, y lo que es más, sin ofender la verdad? ¿Quién supo como la Santa saber, y hace como que ignora al saber?

Estaba desconfiada esta hija. Era entendida, y por dejarla contenta, se hizo la Santa ignorante, y a su hija la acredita de entendida. Y porque puede ser, que no le pasase a la hija de que supiesen que sabía decir lo que sabía entender, le dice: Vuestra reverencia lo dice todo tan bien, que después de yo muerta, la podían hacer fundadora; que es mucho más que priora.

5. Aquí puede repararse, que puso la Santa la gracia del fundar en el decir; cuando parece, que sólo ha de ser en el obrar. Pero no, mejor lo entendió la Santa. Porque aunque para fundar, y ganar almas a Dios, primero es el obrar; para eso mismo ayuda mucho el decir.

Aunque el Señor comenzó a fundar su Iglesia, obrando; quiso también ayudarse para eso de la gracia en el decir, enseñando como dice San Lucas: Cæpit Jesus facere, et docere (Actor. 1, v. 1). Y para que creciese, envió en lenguas de fuego al Espíritu Santo. A la predicación de los Apóstoles se debe toda enseñanza cristiana; porque no puede lograrse la fundación de la doctrina, sino por la lengua, exhortación, y enseñanza.

6. Y si para fundar, y conservar, y reformar el espíritu, es necesaria   —250→   la lengua, y la gracia del decir. Por eso dice san Gregorio, hablando de la lengua del obispo, que sea la que fomente lo bueno, corrija lo malo, humille a los soberbios, mitigue a los airados, aliente a los perezosos, suavice a los ásperos, consuele a los afligidos: Lingua nostra bonis fomentum sit, pravis aculeus, tumidos recundat, iratos mitiget, pigros exacuat, desides hortatu succendat, refugientibus suadeat, asperis blandiatur: desparatos consoletur (D. Gre. 1, 7, Epistol. Ep. 113, quæ est, Aregio Episcopo).

Y aun en lo natural, la gracia del hablar lo vence todo. Y en el imperio romano, la lengua arrebata los puestos, y las coronas. Y Tulio, por ella solo (hijo de un pobre oficial) llegó a ser cónsul de Roma, que era entonces ser señor de todo el mundo.

7. Todavía dice la Santa: Después de muerta, la eligieran por fundadora. Como si dijera: Muerta a las propias pasiones, obrando como muerta al mundo, hablando (muerta al mundo, y viva a Dios) con gracia cosas de Dios, y de gracia, puede ser no sólo priora, sino también fundadora.






ArribaAbajoCarta LIX

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


1. Jesús sea con vuestra reverencia. Yo le digo, que me huelgo tanto con sus cartas, que las estoy deseando. No sé qué lo hace; que amor particular tengo a esa casa, y a las que están con ella. Si es como pasé ahí tantos trabajos. Ya estoy buena, gloria a Dios, que las calenturas pararon en un gran romadizo.

2. Yo veía bien el trabajo, que ternían con esos dichos, y hechos de los padres Calzados. Por acá no han faltado. Mas como nos ha librado Dios del Tostado, espero en su divina Majestad, que ha de hacernos en todo merced. Siempre es menester mucha oración, para que nuestro Señor nos libre, y para que dé asiento en estas cosas; que mientras el general reverendísimo esté ansí disgustado, yo le digo, que ha de haber bien en qué merecer. Porque de nuestro padre lo sabrá todo, deso no digo ahora nada, sino que la ruego por caridad, tenga mucho cuidado de escribirme lo que pasa, cuando nuestro padre no pudiere, y de darle mis cartas, y recaudar las suyas. Ya sabe qué se pasa (aun estando ahí) de sobresaltos; ¿qué será estando lejos?

3. El correo mayor, que es de aquí, es primo de una monja, que tenemos en Segovia. Hame venido a ver, por ella dice que hará maravillas. Llámase Figueredo. Hémonos concertado, y dice, que si allá hay cuidado de dar las cartas al correo mayor, que casi a ocho días podría saber de allá. Mire qué gran cosa sería. Dice, que con poner una cubierta,   —251→   que diga, que es para Figueredo el correo mayor de Toledo, ninguna se puede perder. Todo es trabajo de vuestra reverencia. Yo sé, que otros mayores tomará por mí, que ansí lo tomaría yo por ella. Sepa que me dan a veces deseos de verla, que parece que no tengo otra cosa en qué entender. Esto es verdad. Allá se informe, si le ha de poner Magnífico, o cómo. Él harta buena suerte tiene. Por esto me he holgado de quedarme ahora aquí, que en Ávila hay mala comodidad para esto, y aun para otras cosas. Sólo por mi hermano me pesa, que lo siente mucho. Mal hace de no escribirle alguna vez. Por esta carta suya verá cuán mal le va de salud, aunque alabo a Dios, que no tiene calentura.

4. Nunca se me acuerda de guardar las cartas, que se me escriben de Teresa. A todas dicen que las trae confusas de ver su perfección, y la inclinación a oficios bajos. Dice, que no piensen, que por ser sobrina de la fundadora, la han de tener en más, sino en menos. Quiérenla mucho. Hartas cosas dicen della. Para que alaben a Dios (pues ellas le dieron a ganar este bien) les digo esto. Harto me huelgo de que la encomienden a su Majestad.

5. Mucho quiero yo a su padre; mas cierto la digo estoy consolada de estar lejos. No acabo de entender la causa; sino es, que los contentos de la vida, para mí son cansancios (debe de ser el miedo, que tengo de no me asir a cosa della) y ansí es mejor quitar la ocasión. Aunque ahora al presente, por no desagradar a mi hermano lo que ha hecho, quisiera estar allá, hasta que asentara algunas cosas, que guarda para esto.

6. He andado tratando esto de la monja de Nicolao, ya que la había despedido; porque me escribió otra vez esa carta Nicolao. Nuestro padre dice, que no es para ello. Con todo no la he tornado a despedir; porque en tal necesidad se pueden ver, que sea bien probarla. Quizás será buena. Trátelo allá con nuestro padre, si se viere en necesidad, e infórmese de las faltas que tiene; que yo no le hablé, sino poco en ello, que veo que tienen allá mal recado.

7. Mucho me he holgado de las calzas, y granjerías. Como se ayuden, les ayudará Dios. Respondiendo a lo que dice de pagar los censos, y vender esos, está claro que sería muy gran bien ir quitando carga. En lo demás, harto recio es tornar ahora sin nada a ninguna; sólo se puede sufrir tomándola por sólo Dios, que no se ha tomado allí ninguna de limosna, y él nos ayudará; y quizá traerá a otras, porque se haga esto por él. Esto es, cuando a nuestro padre importunaren mucho, y lo dijere a vuestra reverencia. Ella no hable palabra. Y mire amiga muy mucho en esto de no se arrojar a tomar monjas, que le va la vida en entender las que son para nosotras. Esa de Nicolao no debe ser más que bonita.

  —252→  

8. La sobrina, o prima de García Álvarez, cierto es lo que le dije, a mi parecer. Caballar me lo dijo. No creo es la doña Clemencia, sino la otra. Con llaneza le puede decir a García Álvarez, que le han dicho ha tenido gran melancolía. A mí loca me dijo claramente, que por eso no la hablé yo más. Aunque esto no fuera, ahora no es menester cargar la casa, sino descargar luego la deuda. Esperemos un poco, que con esas barahúndas desos padres no me espanto no entre ninguna.

9. Todo lo que se gastare en portes, ponga por memoria, para que se desquite de los cuarenta ducados, que enviaron de san José de Ávila; y mire que no haga otra cosa, que no será comedimiento, sino bobería; que por algo se lo digo. ¡Cómo presume ya de enviar dineros! En gracia me ha caído, para estar yo acá con tanto cuidado de como ellas se han de valer. Con todo vino a buen tiempo, también para pagar portes: Dios se lo pague; y el agua de azahar, que vino muy buena, y a Juan de la Cruz el velo. Con todo no presuman de hacer esas cosas otra vez, que cuando yo quisiere algo, se lo avisaré cierto; y a mi parecer, con más llaneza, o tanta, como adonde están las de que más fío; porque creo que esto lo hará vuestra reverencia de gana, y todas.

10. La de la buena voz nunca más tornó. Harto cuidado traigo, si viere cosa, que les está bien. ¡Oh qué deseo tengo, de que les den el agua! Tanto lo querría, que no lo creo. Alguna confianza me da, que podrá el padre Mariano, o nuestro padre algo con fray Buenaventura, pues está por mayor de los padres Franciscos. Hágalo el Señor, que gran descanso sería. Bien creerán ellas, ahora que va nuestro padre, que me le diera estar más allá, que acá, aunque pasara algún mal rato con el obispo. Espantada estoy ver a ellas con tanto contento. Mejor lo ha hecho Dios; sea por todo bendito, y guárdeme a vuestra reverencia muchos años.

11. Por no dar pena, no la querría hablar en la que tengo por la nuestra priora de Malagón, aunque de menos la hizo Dios. Dejado lo que la quiero, es terrible la falta que hace a tal tiempo. Aquí la hubiera traído; sino que me dice este doctor que nos cura, que si ha de vivir un año, no vivirá un mes. El Señor lo remedie. Encomiéndesela mucho. Bien desahuciada está, que dicen que es tísica. Guardense de beber el agua de la zarzaparrilla, aunque más quite el mal de estómago. La priora, y las hermanas se le encomiendan. Harta pena me ha dado el mal de mi santo prior. Ya le encomendamos a Dios. Hágame saber dél, y de delgado qué se ha hecho; y encomiéndeme a todas las que viere que conviene, y a todos; y quédese con Dios, que bien me he alargado, y holgado de saber que están buenas, en especial vuestra reverencia,   —253→   que traigo miedo a estas prioras, según a lo que nos llegan. Dios me la guarde, hija mía.

12. De Caravaca, y Veas tengo aquí algunas veces cartas. No faltan trabajos en Caravaca; mas espero en Dios se remediará. Son hoy 7 de setiembre, año de 1578.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

13. Ahora más veces nos escribiremos. ¿Cómo no me dice de fray Gregorio? Encomiéndemelo mucho, y dígale cómo les va allá (si ella no me escribe de todo, no lo hace nadie) y cómo le va con el padre fray Antonio de Jesús. No responderé a Nicolao, hasta que me avise. Medio real ha de poner de porte, cuando no fueren sino tres, o cuatro cartas, y cuando más, más. Como sé, en qué cae verse en necesidad, y cuán mal se hallan allí dineros, no me he atrevido a despedir del todo ahora a Nicolao. Es menester que lo uno, y lo otro entienda nuestro padre despacio, cuando en algo le pidiere parecer; que como anda tan ocupado, no advertirá.


Notas

1. Esta carta se escribió, cuando aún no se había acabado la guerra espiritual, que se hizo al monasterio de san José de Sevilla.

Exhorta la Santa a la paciencia, y que lleve con ella sobre sí los dichos, y hechos de la emulación. Porque la paciencia es el escudo donde han de dar los golpes de la persecución; y sin ella, ni hay mérito, ni corona, y penosa cosa es padecer sin provecho una terrible tribulación.

2. Y no sólo la paciencia es fructuosa, sino que es fruto de la persecución. Por eso dijo el señor de los santos atribulados: Et fructum afferunt in patientia (Lucæ. 8, v. 15); tendrán el fruto, esto es, el mérito en la paciencia; y tendrán el premio en la eternidad, que es el fruto de la paciencia.

3. Luego añade: Entre tanto que nuestro padre general esté enojado, hemos de padecer mucho. Dios nos libre de la ira de un superior enojado, aunque sea santo; porque no duele el brazo al lastimar, como duele el cuerpo al ser lastimado, y azotado. Y así se suelen dar comúnmente los azotes sin piedad; y lo que a la mano le parece blandura, es amargura, y tormento a las espaldas; y más, cuando Dios con sus permisiones aprieta la mano que da, para ejercitar en su amor al que quiere atribular. Por eso se quejaba Job a Dios, diciéndole: Nec caro mea ænea est. ¿Por ventura soy yo de bronce, Señor? (Job. 6, v. 12).

Hay santos, que hace la bondad divina con escoplo; otros con pincel, y de pintura. Los de escoplo se labran con penas, persecuciones, tribulaciones, y afrentas; los de pintura con favores, con regalos, con mercedes. Santa Teresa fue de pintura en la hermosura; y de escoplo en los trabajos, y penas.

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4. En el número cuarto habla de la virtud de su sobrina Teresa de Jesús, hija de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda. Y dice, que trabajaba, y servía en el convento a servía en el convento con exceso a las demás; y que ella decía: Que no creyesen, que por ser sobrina de la fundadora, había de hacer menos que las otras.

¡Oh buena sobrina! ¡Oh buen pariente! ¡Oh buen nepote! Valíase de las virtudes de su tía, no para el regalo, ni el favor, sino para imitar sus excelentes virtudes. San Carlos fue nepote de Pío IV; y fue nepote santísimo. Un prebendado grande de Palencia, llamado don Gerónimo Reinoso, de quien santa Teresa habla en sus fundaciones (Fundac. cap. 28), sobrino del ilustrísimo señor don Francisco Reinoso, reformó a su tío, y formó uno de los mayores prelados, que ha habido en la ilustre iglesia de Córdoba. San Ambrosio tuvo un hermano santo, que le gobernaba la casa; y otros los habrán tenido, mas estos pueden contarse.

5. Pero no sé si podrán contarse tan fácilmente los que torcieron a la otra mano el camino. La Santa por lo menos en este número, con manifestar afición a su sobrina Teresa, luego dice: Que se recata de aquella misma afición. Dale afición, pero le niega el amor, y muestra, y dice, que no quiere asirse a ella, sino estar con libertad. Porque no hay duda, que el amor de las criaturas parece amor, y es prisión; y lo primero que quita al alma, es la libertad. Y aun en lo bueno puede haber prisión, que dañe al perfecto amor de Dios; y aquella alma de Dios toda, no querría ser en parte de su sobrina; para ser toda de Dios negábase al amor permitido a su sobrina; porque al fin, en siendo amor, aquello se quita a Dios, que el amor da a la sobrina. Verdaderamente, cuando menos hacen los nepotes al lado de los prelados, si no arrastran, si no impiden, por lo menos embarazan.

6. En el sétimo número, donde habla de las granjerías, sin duda es de lo que obraban por sus manos aquellas siervas de Dios para su sustento; porque algo insinúa la necesidad de la casa, en que no se admitan monjas sin dote, sino alguna, y sólo por agradar más a Dios; que si con una mano lo quita la caridad, con otra lo ofrece su providencia.

Por eso alaba esta Santa la granjería; porque el sustentarse de sus manos, no sólo es bueno, sino apostólico. Y san Pablo decía: Nam ad ea, quæ mihi opus erant, ministraverunt manus istæ (Act. 20, v. 34): Estas manos me buscaron la comida, trabajando con mis manos; porque este género de granjería es sustento, y ocupación, y no impide la oración; antes bien hace para Dios la ocupación, y el sustento; y hace de la oración útil, y celestial granjería.

7. Al fin del número sétimo, hablando de la monja de Nicolao (que era una doncella, que pretendía serlo en Sevilla, por medio del padre fray Nicolás de Jesús María) dice con grandísima gracia: Esa de Nicolao no debe de ser más que bonita. Y es que debía de ser bobita la bonita. Como si dijera: Es bonita; pero no tiene más caudal, que ser bonita. Es bonita, pero yo querría a mis monjas, y novicias buenas, y no bonitas, esto es, buenas, valerosas, fuertes, animosas, fervorosas: Mulierem fortem (Prov. 31, v. 10); constantes para servir al Señor, no solamente bonitas. Todo lo dice con gracia esta prudente virgen, y santa, tan llena, y coronada de santidades, y gracias.

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8. En el número octavo parece que trata de la recepción de una sobrina, o prima de García Álvarez, capellán de las religiosas de Sevilla, que era melancólica. Y dice con gracia la Santa: Que a ella no le dijeron sino que era loca. Confieso que si ella servía, y obedecía a la melancolía, tendría más de loca, que de melancólica.

Una cosa es mandar, otra obedecer a la melancolía. En siendo el vicio dominante, y que no puedo echarlo de mí, ¡ay de mí! Porque no se sabe en qué tengo de parar, ya sea el vicio moral, o natural.

9. A esto se añade, que la Santa había quedado tan escarmentada de melancólicas con el suceso de Sevilla, que las miraba con mil ojos. Yo entiendo (como he insinuado en otra parte) que la Santa con sus oraciones ha desterrado la melancolía de su Orden, porque bien puede ser, que sean melancólicas al entrar; pero en habiendo entrado han de ser alegres, o no han de profesar.

10. Yo por el tiempo que he gobernado conventos (que han sido muchos) diría, que tres géneros de tentaciones no me desconsuelan en las novicias. La primera, tentación de risa, porque es señal, que está el ánimo libre de cuidados, y que no se acuerdan de los de afuera, ni de las ollas de Egipto. Y las que la padecen, ordinariamente profesan.

La segunda, tentación de hambre; porque es señal, que anda buena la salud; y no asirán por lo menos, ni tendrán por achaque para salirse a la enfermedad.

La tercera, tentación de sueño; porque es señal, que andan vigilantes los ejercicios de la religión.

11. En el número siguiente le dice: Que desquite lo que debe con los portes de las cartas, y que no haga otra cosa, que no será comedimiento sino bobería. Ni política, ni cortesana, ni espiritual parece que pudo ser mayor santa Teresa. ¡Oh cuánto más justo era pagar, que no dar! ¿Bueno es que se ejercite la liberalidad, quedándose en pie la deuda? Eso no lo consiente santa Teresa, que es discreta, y liberal.

12. Pero con licencia de la madre María de san José, he de averiguarle el delito, y su raíz. Pregunto, ¿qué es la causa, porque debiendo daba, y no pagaba? De suerte, que el dinero que gastaba, quería que fuese por cuenta de su liberalidad, y no por la de su deuda, y esto nos sucede a muchísimos.

La razón es llana, aunque sin razón, pero muy hija de nuestra naturaleza. Porque al dar obra nuestra voluntad; al pagar, nos necesita la ajena. A dar, hago yo deudores; al pagar no me queda ninguno deudor; y así queremos más dar, por lo que nos queda con el beneficio, que pagar, aunque salgamos de la deuda. Y esto que parece liberalidad, no es sino propia voluntad; y esto es lo que corregía tan santamente la Santa.

13. En el número duodécimo habla de la priora de Malagón (que era la madre Brianda de san José) y de su enfermedad, que fue muy penosa, y peligrosa, brotando por la boca sangre de una vena rota, ocasionada de lo mucho que trabajó recién entrada en la Orden, como dicen las corónicas; y díceles con harta gracia: Que se guarden de beber el agua de la zarzaparrilla. Y como quien les pone delante la calavera, le dice, que miren por su salud.





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ArribaAbajoCarta LX

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. No sé como calla tanto, en tiempo que por momentos querría saber cómo les va. Yo les digo, que no callo yo por acá en lo que toca a esa casa. Sepa que está aquí el padre fray Nicolao, que ya es prior de Pastrana, que me vino a ver, con quien me he consolado muy mucho, y alabado a nuestro Señor, de que nos haya dado tal sujeto en la Orden, y de tanta virtud. Parece que su Majestad lo tomó por medio, para el remedio desa casa, según lo que ha trabajado, y le cuesta: encomiéndenle mucho a nuestro Señor, que se lo deben.

2. Y vuestra reverencia, hija mía, déjese ahora de perfecciones bobas, en no querer tornar a ser priora. Estamos todos daseándolo, y procurándolo, ¿y ella con niñerías, que no son otra cosa? Este no es negocio de vuestra reverencia, sino de toda la Orden; porque para el servicio de Dios conviene tanto, que ya lo deseo ver hecho; y para la honra desa casa, y de nuestro padre Gracián. Y aunque vuestra reverencia no tuviera ninguna parte para este oficio, no convenía otra cosa. Cuanto más, que a falta de hombres buenos, como dicen, etc. Si Dios nos hiciera esta merced, vuestra reverencia calle, y obedezca, no hable palabra; mire que me enojará mucho. Basta lo dicho, para que entendamos, que no lo desea. Y a la verdad, para quien lo ha probado, no es menester decirlo, para entender, que es pesada cruz. Dios la ayudará, que ya la tempestad se ha acabado por ahora.

3. Mucho deseo saber, si esas monjas se conocen, o contradicen en algo (que me tienen fatigada, por lo que toca a sus almas) o cómo están. Por caridad de todo me avise largo, que con enviar a Roque de Huertas las cartas por la vía del arzobispo, me las enviará a donde estuviere; que aquí escribirá la hermana Isabel de san Pablo lo que en esto pasa, porque yo no tengo lugar. A mi hija Blanca dé muchas encomiendas, que en gran manera me tiene contenta, y muy obligada a su padre, y a su madre de lo mucho que han puesto en lo que vuestra reverencia toca. Agradézcaselo de mi parte.

4. Yo le digo, que es una historia lo que ha pasado en esa casa, que me tiene espantada, y con deseo de que me lo escriban todo con claridad, y verdad; y ahora me diga, cómo andan esas dos hermanas muy   —257→   particularmente, que como he dicho, me tienen con harto cuidado. A todas dé muchas encomiendas mías, y a la madre vicaria tenga esta por suya, y a la mi Gabriela me encomiende mucho, y a la hermana san Francisco.

5. Ya me llaman para el padre Nicolao, y mañana me parto para Valladolid, que me ha enviado un mandamiento nuestro padre vicario general, para que luego vaya allá. De ahí a Salamanca. A Valladolid había poca necesidad; mas hánselo pedido la señora doña María, y el obispo. En Salamanca tienen harta, que están en aquella casa, que es bien enferma, y pasan mucho trabajo con el que la vendió; que la vida que les da, y los desafíos que cada día les hace, y lo que han pasado con él, ha sido harto, y pasan cada día. Suplique a nuestro Señor se compre buena, y barata. Y su Majestad me la guarde, hija mía, y me la deje ver antes que me muera. Son hoy 24 de junio.

6. Pártome mañana. Tengo tanta ocupación, que no puedo escribir a esas mis hijas, ni decir más. Hágame saber si recibieron una carta mía.

Indigna sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta la escribió la Santa al acabarse las persecuciones de las calumnias, que levantaron al convento de san José de Sevilla. Quéjase amorosamente de la madre María de san José, a quien despojaron del priorato, de que no le escriba por momentos lo que allá pasa; porque el corazón de la Santa, dentro de la resignación, estaba con sumo cuidado del que sus hijas padecían; porque la resignación no quita los cuidados, que ofrece la caridad, sino que quieta el alma en los sucesos, y la tiene resignada en los cuidados.

2. La caridad es inquieta, y solícita; y cuando una vez se ha apoderado del alma, no la deja una hora de sosiego; y siempre está ya celosa, ya atenta, ya cuidadosa de lo que tiene a su cargo, como lo dice elegantemente san Bernardo: Mens, quam semel affecerit charitas, sui juris esse non finitur: metuit quod nescit, dolet quod non oportet: solicitatur plusquam voluerit: et unde noluerit: compatitur nolens: miseretur invita (D. Bern. Epis. 74, quæ est 3, ad Ramaldum Fusniac. Abbatem): La caridad apoderada del alma, no lo deja discurrir libre: teme lo que no sabe: le duele lo que no le conviene recelar: está más solícita de lo que quiere: compadécese afligida, y aflígese violentada. Padecían en Sevilla las hijas: ¿miren cómo había de estar en Ávila la madre? ¿Y sobre esto no escribirle? Bien se ve que era la pena excesiva.

3. El padre fray Nicolás, de quien habla aquí, fue aquel gran varón primero general de la Descalcez, fray Nicolás de Jesús María, de la nobilísima   —258→   casa de los Dorias en Génova, que siendo ya sacerdote secular, tomó el hábito en Sevilla, por las oraciones de la Santa. La cual, habiéndole encomendado algunos negocios, en pago dellos, le consiguió del Señor esta soberana vocación; y de quien dijo la Santa a la madre Leonor de la Misericordia, como queda dicho en las notas a la carta 44, n. 2: Yo le encomendé mis negocios: él me encomendó su alma, y dentro de un año, ya le tenía hecho Carmelita descalzo. Y ella oyendo esto, también se resolvió a hacerse Carmelita descalza. Fue hombre espiritual, prudentísimo, y observantísimo; y tan celoso, que decía de sí, animando a sus hijas a la regular disciplina, y observancia: Adviertan, que después de muerto se han de estar batiendo mis huesos en la sepultura unos con otros, y clamando: Observancia regular: Observancia regular. Bien ha oído estas voces de aquel primero padre la sagrada reforma, pues no parece observante de su regla, y constituciones, sino la misma observancia.

4. La madre María, a quien escribe y habían quitado los padres Calzados el priorato, no querría ahora ser restituida a él, ni volver a ser priora, y la Santa con grandísima gracia le dice: Que es una boba perfección. Porque el honor de la persona puede renunciarlo, pero en el del oficio, ni del convento. Y aun el honor de la persona hay casos en que no puede renunciarse, cuando con él va envuelto el perjuicio ajeno. Desacreditada una priora, y con ella otras religiosas, queda desacreditado un convento. Siendo esto así, la restitución de la persona lo es del honor del monasterio; y así el no aceptar con el oficio el honor del convento, parece humildad, y no es sino bobería: pues por un acto de humildad, deja una grave comunidad desacreditada, e infamada.

5. Y dice discretamente la Santa: ¿Hemos andado tras que la restituyan al oficio, y ahora quiere que no se logre el trabajo, por huir del trabajo del oficio? ¿Esa no es gran bobería? Hemos andado por volver a su debido lugar el crédito del convento, y ahora quiere, que quede sin crédito, por afectada humildad? ¿Esa no es bobería, y necedad?

6. Añade discretamente la Santa: Y aunque vuestra reverencia no tuviera ninguna parte para este oficio, no convenía otra cosa. Porque no entraba a ser priora, sino a restituir el honor de la comunidad, que consistía en esta restitución.

7. No puede negarse, que el crédito de las comunidades son las murallas de su observancia, y aquel por el suelo, está también. Andará la comunidad relajada, desacreditada, y por el suelo, en andando por el suelo su honor, y su estimación. Pues comunidad desacreditada, y relajada, se convierten entre sí; porque si está relajada, muy apriesa llega a estar desacreditada; y si está desacreditada, señal es que está relajada.

Dos riendas tiene clapetito torpe para vivir enfrenado. La primera, la de la razón. La segunda, la del honor. Tal vez se rompe la rienda de la razón, y se contiene con la rienda del honor; y si esta, y aquella faltan, corre furioso hasta la última desdicha. Y así no de balde dice el Espíritu Santo, que cuidemos del honor, y la opinión: Curam habe de bono nomine (Eccl. 41, v. 15).

8. En el número cuarto pondera el cuidado con que estaba de dos religiosas, que debían de andar atribuladas, o habían causado alguna   —259→   tribulación, y quería que satisfaciesen. ¡Dios nos libre de empeñarnos en algún desatino! ¡Oh con qué dificultad salimos dél, si hemos de romper por nuestra misma opinión! Por eso debemos mucho cuidar de no tener, ni querer otra honra que la de Dios. Todo lo siguiente es de negocios hasta el fin.






ArribaAbajoCarta LXI

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. Y con cuánta razón la puedo llamar ansí; porque aunque yo la quería mucho, es ahora tanto más, que me espanta; y ansí me dan deseos de verla, y abrazarla mucho. Sea Dios alabado, de donde viene todo el bien, que ha sacado a vuestra reverencia de batalla tan reñida con vitoria. Yo no lo echo a su virtud, sino a las muchas oraciones, que por acá se han hecho en estas casas por esa. Plegue a su Majestad, que seamos para darle gracias de la merced que nos ha hecho.

2. El padre provincial me ha enviado la carta de las hermanas, y el padre fray Nicolao la suya, por donde he visto, que está ya vuestra reverencia tornada a su oficio, que me ha dado grandísimo consuelo; porque todo lo demás era no acabar de quietarse las almas. Vuestra reverencia tenga paciencia, y pues la ha dado el Señor tanto deseo de padecer, alégrese de cumplirle en eso, que yo entiendo no es pequeño trabajo. Si hubiésemos de andar a escoger los que queremos, y dejar los otros, no sería imitar a nuestro Esposo, que con sentir tanto en la oración del huerto su Pasión, el remate era: Fiat voluntas tua (Matth. 26, v. 42). Esta voluntad hemos menester hacer siempre, y haga él lo que quisiere, de nosotros.

3. (Atribuye la Santa la persecución que sus hijas, padecieron en Sevilla, a haberse confesado con otros fuera de sus Descalzos, y pídeles, que no lo hagan). Al padre fray Nicolás he pedido dé a vuestra reverencia los avisos, que entiende que conviene, porque es muy cuerdo, y la conoce; y ansí me remito a lo que a vuestra reverencia la escribiere. Sólo le pido yo, que procure el menor trato que ser pueda fuera de nuestros Descalzos (digo, para que traten esas monjas, ni vuestra reverencia sus almas). No se les dé mucho, que les hagan falta alguna vez, no siendo las comuniones tan a menudo; no se les dé nada, que más importa no nos ver en otra como la pasada. De los frailes si quieren   —260→   mudar algunas veces, o alguna monja, no se lo quite. Tengo tan poco lugar, que aún no la pensé escribir. A todas me encomiende muy mucho, y les agradezca de mi parte el buen conocimiento, que han tenido en acertar a darme contento. La Virgen se lo pague, y me las dé su bendición, y haga santas.

4. Creo que no han de poder dejar de tomar a la hija mayor de Enrique Freyle; porque se le debe mucho. Hará en esto conforme la dijere el padre fray Nicolás, a quien lo remito. La más chica, en ninguna manera conviene ahora, ansí por la edad, como porque en ningún monasterio están bien tres hermanas juntas, cuanto más en los nuestros, que son de tan pocas. Váyalo entreteniendo, diciendo que por la edad, y no los desconsuele.

5. ¡Oh lo que mi hermano ha sentido sus trabajos! Dios la dé el descanso, que más le conviene para contentarle. Escríbame largo de todo, en especial desas dos pobrecitas, que me tienen con mucho cuidado. Muéstreles gracia, y procure por los medios que le pareciere, si pudiese se viniesen a entender. Yo me partiré de aquí día de santa Ana, Dios queriendo. Estaré en Salamanca algunos de asiento. Pueden venir sus cartas a Roque de Huerta. Todas estas hermanas se le encomiendan mucho, y a todas. Harto las deben.

6. Están estos monasterios, que es para alabar al Señor de todo. Encomienden a su Majestad lo de Malagón, y el negocio a que voy a Salamanca, y no olviden a todos los que debemos, en estos tiempos en especial. Es hoy día de la Madalena. Las ocupaciones de aquí son tantas, que aún no sé cómo he escrito esta. Ha sido en algunas veces, y a esta causa no escribo al padre fray Gregorio, que lo pensé hacer. Escríbale ella un gran recaudo por mí, y que estoy contenta, que le haya cabido tan buena parte desta guerra, que ansí le cabrá del despojo. Dígame cómo está nuestro padre prior de las Cuevas, para que vea, cómo le he de escribir en estos negocios. Año de 1579.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Ya esta carta es después de la vitoria de la restitución que se hizo del priorato en la madre María de san José, la cual hizo el padre fray Ángel de Salazar, vicario general de los Descalzos, habiéndole cometido la causa el señor Nuncio, descubierta la verdad del hecho, como consta de su patente, fecha en Madrid a 28 de junio de 1579.

  —261→  

2. Dice en el número primero lo que desea verla después deste vencimiento, y abrazarla. Así se abrazan, después de la vitoria, los soldados que con su valor, y su sangre la vencieron. Así abrazaría la Reina de los ángeles a su Hijo precioso, después de la Resurrección. Y así se arrojó a sus pies la Madalena, después de ella, para abrazárselos en el Huerto. Y así abrazará Dios a las almas en la gloria, después que hayan vencido las tribulaciones, tentaciones, y trabajos del destierro.

3. Dícele en el número segundo, cuán bien ha hecho de aceptar el priorato, y que ande alegre con su cruz, y se conforme en todo con la voluntad de Dios. Sólo esta conformidad basta a aliviar la cruz del Señor; porque la mayor cruz del alma, es no conformarse con su santa voluntad. Por eso he oído decir, que les repetía la Santa discretísimamente a sus hijas: Mirad, hijas mías, hagamos la voluntad de Dios, pues ansí como ansí se ha de hacer su voluntad.

Es de admirable máxima, como quien dice: Si hemos de padecer por necesidad, padezcamos por virtud. Si hemos de padecer siervas, padezcamos hijas. Si hemos de padecer por temor, padezcamos por amor. Si ha de hacer Dios lo que quisiere de mí, ¿por qué no haré yo lo que él quisiere, por Dios? Si ha de hacer en mí lo que quisiere, ¿por qué no haré yo en mí lo que él quisiere?

4. Dice san Bernardo, que cuando se lleva la carga de la cruz con amor, y conformidad, no sólo no pesa, sino que lleva al que la trae. Es una carga tan milagrosa, que lleva sobre sí al que trae la carga en sí. Es como la pluma de los pájaros, que siendo así que es peso, con aquel peso vuela el pájaro, y sin él no pudiera volar: Num vere leve est, quod portantem non gravat, sed levat? Ocurrit mihi de pennis avium, quæ et corpulentiorem reddunt substantiam, et agiliorem. Hoc plane in pennis Christi oneris exprimit similitudinem, quod et ipsæ ferunt a quibus feruntur (D. Bern. Epist. 72, quæ, est 1, ad Ramuldum Fusniac. Ab.). Y así, almas, gusto, gusto: gozo, gozo: alegría, alegría en los trabajos, que con eso son coronas, y no penas los trabajos.

5. En el número tercero le dice: Yo le pido, que procure el menor trato que ser pueda, fuera de nuestros Descalzos, para que traten vuestra reverencia ni las monjas sus almas. Y añade: De los frailes si quieren mudar algunas veces, no se lo quite, mirando al consuelo de las religiosas. Son dos máximas muy santas, tanto la segunda, como la primera. De los escarmentados se hacen los arteros, y prudentes; porque (aunque a costa de daños) causa el escarmiento provechos.

6. Hablaban las santas en lengua espiritual, y obraban como hablaban. Para los que no sabían esta lengua, era algarabía: y así las habían acusado de lo que las habían de coronar, y alabar; y los actos de la mortificación les parecerían disparates, y las tribulaciones culpas, y el acusarse en los Capítulos confesión sacramental. Con esto la Santa quiere que las confiesen los padres Descalzos, que entienden el lenguaje del espíritu.

7. Pero añade: Entre los mismos descalzos, no las necesiten sólo a un confesor. Porque no hay regla tan estrecha, que no pida alguna limitación, respecto de ser la humana libertad tan libre, que se acongoja, y desespera en encontrando muy cerca con las esquinas. Y así es   —262→   menester hacerle calle, aun en lo más estrecho, o reventará sin eso la voluntad.

Por eso Clemente VIII y otros pontífices han mandado, que de cuatro a cuatro meses les den nuevos confesores; porque desde que Dios dejó al hombre en su albedrío: Reliquit Deus hominem in manu consilii sui (Eccl. 15, v. 14), revienta si le quitan esta libertad. Y así aun dentro de la obediencia rendida, y subordinada ha de haber alguna libertad; y ya que me he de confesar con los de la Orden, sea (como dice santa Teresa) mudando alguna vez entre los mismos de la Orden.

8. En el número cuarto, advierte otra máxima discreta de gobierno, y es: Que se reciba la hija de Enrique Freyle para religiosa, pero no la otra hermana; porque tenían ya otra en el convento, y serían tres, y no es bien que haya tres hermanas en un convento de Carmelitas descalzas. ¿Pues por qué? Porque por el tiempo de elecciones, y para el mismo gobierno es dañoso esto. ¡Terrible cosa, que se presuma de unas santas, que puede haber disensiones! No es terrible, sino muy prudente, y santa, aunque sean muy santas las religiosas.

9. En el Apostolado no eran tres, sino dos los hermanos, Santiago, y san Juan, y bien santos; y todavía pretendieron las dos primeras sillas, y no quería su madre que quedase silla al lado del Señor, ni para el mismo san Pedro. ¿Qué harían tres hermanas en un convento pequeño, que aunque sea santo el convento, mas no es el Apostolado? ¡Qué bien discurre la Santa!

Este Enrique Freyle, fue un portugués muy rico de Sevilla, casado con doña Leonor Valera, a quien debieron tanto las religiosas en el tiempo de la mayor necesidad, que con razón lo pondera la Santa en esta carta. Premióselo Dios con hacer a sus hijas, hijas de santa Teresa; y la una dellas, llamada Blanca de Jesús (de quien hace mención la Santa en la carta pasada, núm. 3) una de las fundadoras de Portugal.






ArribaAbajoCarta LXII

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. En la carta de mi padre fray Nicolás me he alargado en algunas cosas, que no diré aquí, porque vuestra reverencia las verá. La suya viene tan buena, y humilde, que merecía larga respuesta. Mas vuestra reverencia ha querido escriba al buen Rodrigo Álvarez, y ansí lo hago, y no hay cabeza para mucho más. Dice Estéfano dará estas a quien las lleve a recado. Plegue a Dios sea ansí. Holgado me he con él, y pesádome de que se viene. Téngole tan agradecido lo que hizo en tiempo de tanta necesidad, que no había vuestra reverencia menester acordármelo. Procurar   —263→   tengo se torne allá, que es mucho para en esa tierra haber de quien se fiar.

2. En esta no me hallo tan mal de salud, como por otras. De la poca que me escribe la hermana Gabriela, que tiene vuestra reverencia, me ha pesado mucho. Los trabajos han sido tantos, que aunque fuera de piedra el corazón, le hubieran hecho daño. Yo quisiera no haber ayudado a ellos. Vuestra reverencia me perdone a mí, que con quien bien quiero soy intolerable, que querría no errase en nada. Ansí me acaeció con la madre Brianda, que le escribía cartas terribles, sino que me aprovechaba poco. Cierto que en parte tengo por peor lo que el demonio traía urdido en esta casa, que lo desa. Lo uno, porque duró más: y lo otro, porque fue el escándalo de los de afuera muy más perjudicial. Y no sé, si quedará tan sano, como esotro. Creo que no, aunque se ha remediado, para el que había dentro, y la inquietud dél. El Señor lo ha allanado. Sea él bendito; porque las monjas tenían poca culpa. De quien más enojada he estado, es de Beatriz de Jesús, porque jamás ha díchome una palabra, ni aun ahora, con ver que todas me lo dicen, y que yo lo sabía. Hame parecido harta poca virtud, o discreción. Ella debe de pensar es guardar amistad; y a la verdad es asimiento grande el que tiene: que la verdadera amistad no se ha de ver en encubrir lo que pudiera haber tenido remedio, sin tanto daño.

3. Vuestra reverencia por amor de Dios se guarde, de hacer cosa, que sabido pueda ser escándalo. Librémonos ya destas buenas intenciones, que tan caro nos cuestan. No piense, que me cuesta poco estar ahora más blando el rector, y por acá lo están todos: que harto he puesto, hasta escribir a Roma, de donde creo ha venido el remedio. Grandemente he agradecido a ese santo de Rodrigo Álvarez lo que hace, y al padre Soto. Dele mis encomiendas, y dígale, que me parece que es más verdadero amigo en hacer las obras, que las palabras: pues nunca me ha escrito, ni enviado siquiera unas encomiendas.

4. No sé cómo dice vuestra reverencia, que el padre fray Nicolás la ha revuelto conmigo, porque no tiene otro mayor defensor en la tierra. Decíame él la verdad: para que como entendía el daño desa casa, no estuviese engañada. ¡Oh mi hija, qué poco va en disculparse tanto, para lo que a mí me toca! Porque verdaderamente le digo, que no se me da más que hagan caso de mí, que no, cuando entendiese aciertan a hacer lo que están obligadas. El engaño es, que como a mí me parece, que miro lo que les toca con tanto cuidado, y amor; paréceme que no hacen lo que deben, si no me dan crédito, y que me canso en balde. Y esto es lo que me hizo enfadar de suerte, que lo quisiera dejar todo, pareciéndome   —264→   (como digo) no aprovecha nada, como es verdad. Mas es tanto el amor, que siendo de algún efeto, pudiera acabarlo conmigo: y ansí no hay que hablar en esto.

5. (Es gran daño para los conventos ser muchas las religiosas). Serrano me ha dicho que se ha tomado ahora una monja: y conforme a las que él piensa que hay en casa (porque me dice cree son veinte) ya estará el número cumplido. Y si lo está, nadie puede dar licencia para que se tome: que el padre vicario no puede hacer cosa contra las Actas, y Breves apostólicos. Mírese mucho por amor de Dios, que se espantaría el daño, que es en estas casas, ser muchas, aunque tengan renta, y de comer. No sé cómo pagan tanto censo cada año, pues tienen con qué lo quitar. Harto me he holgado deso que viene de las Indias: sea el Señor alabado.

6. En lo que dice de la supriora, teniendo vuestra reverencia tan poca salud, no podrá seguir el coro; y es menester quien lo sepa muy bien. El parecer niña Gabriela, importa poco; que ha mucho, que es monja, y las virtudes que tiene son las que hacen al caso. Si en el hablar con los de afuera hubiere alguna falta, puede ir con ella san Francisco. Al menos es obediente, que no saldrá de lo que vuestra reverencia quisiere, y tiene salud (que es mucho menester no faltar del coro) y san Gerónimo no la tiene. Conforme a conciencia, a quien mejor se puede dar, es a ella. Y pues ya tuvo el coro en vida de la negra vicaria, verían si lo hacía bien: y ansí se le darán de mejor gana el voto: y para supriora más se mira en la habilidad, que la edad.

7. Ya escribo al padre prior de Pastrana lo de la maestra de novicias: que quien me parece lo que dice, querría hubiese ya pocas; que para todo es gran inconveniente, como he dicho, y no hay por donde se vengan a perder las casas, sino por aquí.

8. Gran cosa es la limosna, que hace el santo prior de las Cuevas, del pan. Con eso que tuviera esta casa pudiera pasar, que no sé qué se han de hacer. No han hecho sino tomar monjas con nonada. Lo que dice de Portugal, harta priesa da el arzobispo, y yo pienso darme espacio para ir allá. Si puedo, le escribiré ahora. Procure vuestra reverencia vaya la carta con brevedad, y a recaudo.

9. El conocerse Beatriz, querría aprovechase, para desdecir lo que ha dicho a García Álvarez, por lo que toca a su alma. Mas traigo gran temor, que no se entiende, y que sólo Dios lo ha de hacer. Él haga a vuestra reverencia tan santa, como yo le suplico, y me la guarde, que por ruin que es, quisiera tener algunas como ella; que no sé qué me haga, si ahora se funda, que no hallo ninguna para priora, aunque las   —265→   debe de haber; sino como no están experimentadas, y veo lo que aquí ha pasado, hame puesto mucho temor, que con buenas intenciones nos coge el demonio para hacer su hecho. Y ansí es menester andar siempre con temor, y asidas de Dios, y fiar poco de nuestros entendimientos; porque por buenos que sean (si esto no hay) nos dejará Dios, para errar en lo que más pensamos que acertamos.

10. En esto desta casa (pues ya lo ha entendido) puede tomar experiencia. Que cierto le digo, que querría el demonio hacer algún salto; y que a mí me tenían espantada algunas cosas de las que vuestra reverencia escribía, haciendo caso dellas. ¿A dónde estaba su entendimiento? ¿Pues qué la hermana san Francisco? ¡Oh válame Dios, las necedades que traía aquella carta! Todo para conseguir su fin. ¡El Señor nos dé luz; que sin ella, no hay tener virtud, sino para mal, ni habilidad!

11. Yo me huelgo que vuestra reverencia esté tan desengañada; porque le ayudará para muchas cosas. Para acertar, aprovechará mucho haber errado, que ansí se toma experiencia. Dios la guarde, que no pensé poderme alargar tanto. La priora se le encomienda mucho, y las hermanas.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta (según se colige del contexto) la escribió la Santa al principio del año de 1580, estando en Malagón, a donde fue por prelada por orden del padre Fray Ángel de Salazar, vicario general de los Descalzos, como lo dice la santa en la carta vigésima quinta, n. 3 y 5, y se declara en las notas, núm. 6, aunque no se sabe, que ejercitase el oficio.

2. En ella, pues, parece (a lo que supone la Santa) que el demonio debía de urdir otra traza, para levantar otra tribulación al convento de Carmelitas descalzas de la ciudad de Sevilla, y que esta se encaminaba con el errado gobierno espiritual de alguna de sus religiosas. Y parece que se insinúa, que debía de ser materia de revelaciones, que son muy peligrosas. Porque creídas por verdaderas, no siempre aprovechan; antes muchas veces dañan: y averiguadas por falsas, desacreditan, y afrentan. Mucho debe de querer Dios a este monasterio de Sevilla, pues tanto le aborrece el demonio. Y grande cuidado deben tener consigo las religiosas que lo habitan, pues tan grande lo tuvo la Santa dél: que si otros fueron hijos de su amor, lo fue este de su amor, y su dolor.

3. La carta es, y parece sentidísima: y entre suavidades y rigores; rigores, y suavidades (como lo acostumbra la Santa) le dice muy bien su parecer a nuestra madre priora.

4. En el primero número va haciendo disposición a la represión con   —266→   ganar la voluntad a la que ha de reprender. Porque para reñir mucho, no es necesario ganar al reprendido; pero para persuadirlo, importa siempre el ganarlo, por que nunca llegue a pensar el mortificado, que el celo es enemistad.

Luego discretísimamente se imputa a sí misma la culpa de la reprensión, llamándose Intolerable con los que bien quiere. Con lo cual sobre los cimientos del amor va levantando el edificio de la santa disciplina.

De allí pasa a ponderarle el peligro en que han estado, con gravísimas palabras, para que por el peligro vea el daño, y por el daño saque el fruto del escarmiento; que es todo el bien que nos pueden dar los daños.

5. En el número tercero, sobre estas ponderaciones, añade: Que la libre Dios destas buenas intenciones. Porque siendo la buena intención todo el principio de nuestro remedio; somos tales, que con torcerla a un ladito, suele ser toda nuestra perdición. Habla de unas intenciones incautas, e imprudentes, que nacen de una falsa caridad, que produce unos hijos, y efectos de la misma maldición: como quien todo lo tiene por bueno, cuando es todo malo. Todos son buenos, con que a todos los dejen ser malos. ¡Oh qué maldita aprensión, intención, y atención!

6. Yo entendí de cierta prelada de un convento, en cierta parte del mundo, que era tanta su bondad, y tan sana, y sincera su intención, que cuando los devotos tenían disgustos con sus devotas, los llamaba, y pacificaba, y hacía que volviesen a corresponderse. ¡Miren qué buena intención! Tal, que no pusiera otra el demonio a una prelada, si él pudiera poner a las almas intenciones. Porque siendo este género de devociones frecuentes la peste de los conventos, la ruina de las almas, el descrédito de las esposas de Cristo, flechas que se tiran derechas a las niñas de sus ojos; la prelada, que lo debía celar, recelar, destruir, y quemar, las fomentaba, y se hacía cura destos diabólicos casamientos. Y así estas intenciones, que parecen buenas, son pésimas: estas, que parecen llenas de caridad, están llenas de veneno; y mucho más en las que fueron preladas.

7. Bien cierto es, que no sería cosa alguna de estas la que motivó la queja a la Santa, porque era religiosísima prelada, y espiritualísima la madre María de san José: y tanto, que resplandeció con clarísimas virtudes. A más de que en estos santos conventos, ni hay, ni ha habido este género de miserias, y desdichas. Pero pues se quejaba de su buena intención la santa, no se quejaba de balde. Sería en otra cosa el error más pequeño: y las almas perfectas no hallan cosa imperfecta pequeña. Y así es menester que sea un Argos, como dice san Gregorio, el prelado, lleno de ojos dentro, y fuera: dentro, para verse a sí, y mirar bien su intención, y fuera, para ver a los demás, como eran también los animales de Ezequiel: Admonendi sunt, qui præsunt (dice) ut per circumspectionis studium oculos pervigiles intus, et in circuitu habeant, et cæli animalia fieri contendant. Dignum quippe est, ut cuncti qui præsunt, intus atque in circuitu oculos habeant: quatenus, et interno judici in semetipsis placere studeant; et exempla vitæ exterius præbentes, ea etiam, quæ in aliis sunt corrigenda, deprehendant (D. Greg. Magn. in pastor. 3, parc. c. 1, adm. 5).

  —267→  

8. Tres cosas, que parecen buenas, querría siempre echar de los conventos de las religiosas, y que repetidamente estuviesen barriendo, y arrojando de su casa los prelados, y preladas. La primera, la devoción, porque siendo la devoción con Dios santísima, es con los de afuera malísima. Y si esta falsa devoción se echa de casa, se quedará aquella santa, y verdadera en casa.

La segunda, la honra; porque siendo muy bueno el conservarla por Dios, hay otra honra falsa del mundo, con la cual la religiosa, porque es más noble que la otra, o porque es más antigua que la otra, o porque es más vieja que la otra, no se le puede, ni mandar, ni mortificar, ni corregir, ni enmendar; sino que a cada paso pone su honra por delante. ¿A una mujer como a mí? ¿A una mujer de mi calidad? ¿A una mujer de mi ancianidad? ¿A una mujer de mis años? Conque no hay quien la pueda gobernar.

9. La tercera, la amistad; porque siendo así, que la sencilla, y natural correspondencia, y amistad es santa, y necesaria en un convento, todavía en teniendo estrecha, y particular amistad unas con otras, no pueden vivir unas con otras, porque no pueden vivir unas sin otras, ni apartar las unas de otras, y así no hay averiguarse las unas con las otras; y nace la enemistad, se cría, y se fomenta dentro de la misma amistad, y arde el convento en amistades, y enemistades. Porque si se ha de elegir priora, ha de ser a mi amiga. Si se advierte cualquiera cosa, eso no se ha de hacer con mi amiga. Si se quema la casa, y la honra del convento, la amiga lo ha de encubrir, y defender a su amiga. Conque por ser muy amiga de su amiga, es enemiga de Dios, de sí misma, y su convento.

Estos tres puntos, y dictámenes (aunque no son del caso, ni al propósito de nuestras madres Descalzas, que son ejemplo del mundo en la devoción verdadera, y en buscar en todo sólo la honra de Dios, y en amarse como hermanas con tan pura caridad) me ha parecido escribir, por si lo fueren en otros que puede haber en el mundo: y por que en los santos, y santísimos se prevengan las almas con los mejores dictámenes; pues lo que no sucede ahora, si durmiesen las preladas, puede con el tiempo suceder.

10. En el número cuarto, porque puede ser que la religiosa se quejase, de que el padre fray Nicolás la había puesto en mal con la Santa, lo defiende, y dice: Que es el que más la defiende siempre. La culpa es desconfiada, y está pensando, que todos la acusan, aunque sea culpa leve. Así sería, y de omisión la desta santa religiosa: que son culpas propias de nuestra naturaleza, si Dios no despierta el celo promovedor de lo bueno, censor santo de lo malo.

11. Luego le dice la Santa lo poco que ella siente, que no le sean amigas, como lo sean de Dios; y que sólo para Dios quiere amigas a sus hijas; porque sólo para Dios hemos de querer a los hijos, y a las hijas.

Cuán sentida fue esta carta, y lo que lastimaba a la Santa, que no creyesen sus advertencias, se ve al fin deste número, donde dice: Que llegó a sentirlo de suerte, que lo quisiera dejar todo, por ver que no la creían. ¡Oh qué de congojas pasan los santos para remediar los daños! ¡Oh lo que sienten, que no crean los consejos, que se ofrecen a los remedios!   —268→   Por eso el Señor dio las más recias reprensiones a sus discípulos al no quererle creer: Oh stulti, et tardi corde ad credendum! Et exprobravit incredulitatem eorum (Lucæ 24, v. 25;. Marc. 16, v. 14).

12. En el número quinto le advierte, cuanto conviene, que no exceda el número de las veinte y una religiosas: y que esto no lo puede dispensar el padre vicario general; porque está mandado lo contrario por el Papa. Y aquí se advierten tres cosas.

13. La primera, que siendo el intento primero de la Santa que no fuesen más que trece, después Dios, y la experiencia le dijeron, que era menester veinte y una. De suerte, que crece la luz de Dios en los santos, por medio de la experiencia; porque la ciencia experimental en el mismo Dios creció. Así entienden los expositores el lugar del Evangelio: Jesús proficiebat sapientia, et ætate, et gratia apud Deum, et homines (Lucæ 2, v. 52).

14. La segunda, que deste número nunca sería bien se excediese en los conventos de religiosas en ningún tiempo en la santa Descalcez, como se hace; pues tuvo este parecer la Santa, después de haber pasado por él la oración, y la experiencia.

15. La tercera, cuán peligroso es cargar sobrado de monjas en los conventos, y que pueda decirse lo del Profeta: Multiplicasti gentem, et non magnificasti lætitiam (Isaiæ 9, v. 3): Habéis multiplicado la gente, Señor, pero no nuestra alegría. Y deste punto podrá ser que hablemos más adelante.

16. En el número sexto tiene por mejor elección la de una supriora joven, que no la de otra más anciana. Puede ser que aquella fuese más despierta, y más celosa; y esta otra más dormida, y menos cauta: y la Santa (según el estado del convento) le aplicaba los remedios, y se iba derechamente a buscar la elección, donde estaban las virtudes: y dejando a un lado la edad, elegía a quien tenía espíritu, prudencia, y capacidad.

De veinte y tres años lucieron arzobispo de Milán a san Carlos Borromeo, y fue una antorcha clarísima de la Iglesia. No llegó a ellos san Luis Obispo, y lo vemos canonizado por su espíritu admirable. No tenía santa Inés la del Monte Policiano, veinte años, y ya tenía fundados tres conventos. De trece triunfó otra Inés celestial del demonio, y toda su idolatría. Cuando son superiores las virtudes a los años, no hay que hacer caso alguno de los años, sino escoger las virtudes: y más donde no ofrece mucho el arbitrio en qué escoger.

17. Al fin del número octavo dice la priesa que el señor D. Teutonio de Braganza daba a la Santa para que fuese a fundar a Portugal, y el espacio con que ella se iba en la materia.

Y en el nono vuelve la Santa a darles otro golpe fuerte a las buenas intenciones. En que se conoce, que esta santa religiosa erraría sin pecar; pero es menester, que los prelados sepan, que en ellos raras veces hay errores sin pecados. Porque como no están sólo obligados al remedio, sino también a la prevención, nos imputa Dios lo que debemos saber, como aquello que sabemos, si no lo prevenimos, y remediamos; y lo que debemos averiguar, nos lo imputa, si no lo averiguamos, como si habiéndolo averiguado, no lo hubiéramos reformado, ni enmendado.

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18. Luego le dice: Que tiemble, que ore, que se eche a los pies del Señor; que todo lo ponga en sus manos, que no se fíe de sí. Que es plática que podíamos oírla todos los prelados de la iglesia en pie, porque es el mismo Evangelio: a lo menos deducido de la doctrina evangélica. Con esto les da una mano muy bien dada a ella, y a otra religiosa que se llamaba Isabel de san Francisco, que el mismo san Francisco no la diera más bien dada.

19. Últimamente en el número undécimo, como lo acostumbra la Santa, para dejarla entre desconsolada, y gustosa, y entre alegre, y compungida, le dice: Que se huelga, que haya hallado en el daño el desengaño, y con este el escarmiento, que (como hemos advertido) es el mayor fruto del daño.






ArribaAbajoCarta LXIII

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, mi hija. Hoy víspera de la Presentación de nuestro Señor recibí la carta de vuestra reverencia, y las desas mis hermanas. Heme holgado mucho, y no sé qué es la causa, que con cuantos disgustos me da vuestra reverencia, no puedo sino quererla mucho: luego se me pasa todo. Y ahora, como esa casa ha sido la mejorada en padecer en estas refriegas, la quiero más. Sea Dios alabado, que ansí se ha hecho todo también: y vuestra reverencia debe de estar algo mejor, pues no la lloran sus hijas, como suelen.

2. El vestirse túnica al verano, si me quiere hacer placer, en llegando esta, se la quite, aunque más se mortifique. Pues todas entienden su necesidad, no se desedificarán. Con nuestro Señor cumplido tiene, pues lo hace por mí. Y no haga otra cosa: que ya yo he probado el calor de ahí: y vale más estar para andar en la comunidad, que tenerlas todas enfermas. Aun por las que viere que tienen necesidad, también lo digo.

3. Alabado he a nuestro Señor, de que hiciese tan bien la elección: pues dicen, cuando es de esa suerte, interviene el Espíritu Santo. Alégrese con ese padecer, y no dé lugar a que el demonio la inquiete con descontento dese oficio. Bien es que diga ahora, se holgaría de saber, que la encomiendo al Señor; pues ha un año que no sólo yo, mas en los monasterios hago que lo hagan: y ansí por ventura se ha hecho todo tan bien. Su Majestad lo lleve adelante.

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4. Ya yo sabía, que yendo el padre fray Nicolás se había de hacer todo muy bien. Mas poco antes que vuestra reverencia lo pidiere, y se lo mandaran, nos echaba a todos a perder; porque vuestra reverencia miraba sola su casa, y él estaba ocupado en negocios de toda la Orden, que dependían de su reverencia. Dios lo ha hecho como quien es. Yo quisiera que estuviera allá, y también acá, hasta ver concluido negocio tan importante. Harto quisiera hubiera venido a tiempo, que nos hubiéramos podido hablar. Ya no podrá ser.

5. Porque sepa vuestra reverencia, que habrá cinco días, que me envió una patente el padre vicario, para que vaya a Villanueva de la Jara a fundar un monasterio, que es cerca de la Roda. Ha cuatro años casi que nos importuna el ayuntamiento de allí, y otras personas, en especial el Inquisidor de Cuenca, que es el que estaba ahí por fiscal. Yo hallaba hartos inconvenientes, para no lo hacer. Fue allí el padre fray Antonio de Jesús, y el padre prior de la Roda: han hecho tanto, que han salido con ello. Son veinte y ocho leguas de aquí. Por harta buena dicha tuviera, si pudiera ser camino el ir ahí por ver a vuestra reverencia, y hartarme de reñir con ella; y aun por mejor decir, de hablarla: que ya debe de estar hecha persona con los trabajos. He de tornar antes de Pascua aquí, si Dios fuere servido, que no llevo más licencia, que hasta el día de san José. Dígalo al padre prior, por si se le hiciere camino de verme allí. He escrito a su reverencia por vía de la corte, y de aquí lo hubiera hecho más veces, y a vuestra reverencia, como pensé se perdían las cartas, no he osado.

6. Harto me he holgado de que mis cartas no se hayan perdido: porque allí escribí lo que me parecía de supriora, aunque mejor entenderá vuestra reverencia lo que conviene a su casa; mas yo le digo que es gran disbarate tener priora, y supriora poca salud. Y también lo es, que no sepa bien leer, y cuidar del coro la supriora, y vase contra constitución. ¿Quién quita a vuestra reverencia, que si hubiere algún negocio, envíe la que quisiere, y si estuviese muy mala? Entiendo yo que no saldrá Gabriela de lo que vuestra reverencia la dijere: y como vuestra reverencia la dé autoridad, y la acredite, y ella tiene virtud para no dar mal ejemplo: y ansí me holgué de ver a vuestra reverencia inclinada a ella. Dios ordene lo mejor.

7. (Para la paz de sus hijas les prohíbe la Santa que no se confiesen sino con sus Descalzos). En gracia me cae decir vuestra reverencia, que no se ha de creer todo lo que dijere la hermana san Gerónimo, habiéndoselo yo escrito tantas veces. Y aun en una carta, que iba a García Álvarez, que vuestra reverencia rompió, decía harto, para que no se   —271→   creyese su espíritu. Con todo digo, que es buena alma, y que si no está perdida, no hay por qué la comparar con Beatriz, que errará por falta de entendimiento; mas no por malicia. Ya puede ser, que yo me engañe. Con que no la deje vuestra reverencia confesar, sino con frailes de la Orden, es acabado. Y si alguna vez fuere con Rodrigo Álvarez, dígale vuestra reverencia en la opinión que le tengo, y siempre me le encomiende mucho.

8. (Cuán ajeno es en los súbditos la poca lisura con sus prelados). Holgádome he de ver por estas letras que me escriben las hermanas, el amor que la tienen, y hame parecido bien. En forma me ha sido recreación, y holgádome con la de vuestra reverencia. Ansí se me pasase el disgusto con la hermana san Francisco. Creo es, que me pareció su carta muy de poca humildad, y obediencia. Por eso vuestra reverencia tenga cuenta con su aprovechamiento (que se le debía pegar algo de Paterna) conque no se alargue tanto en encarecer; porque aunque con sus rodeos le parece que no miente, es muy fuera de perfección tal estilo, con quien no es razón sino hablar claro: que harán hacer a un perlado mil disbarates. Esto le diga vuestra reverencia en respuesta de la que ahora me escribió, que cuando esté enmendada desto, me torna satisfecha.

9. (Las leyes han de ser el norte de los que gobiernan). A este gran Dios quiero que contente más; que de mí hay poco caso que hacer. ¡Oh mi hija, quién tuviera lugar, y cabeza, para alargarse en esta, sobre las cosas que han pasado en esta casa! Para que vuestra reverencia tomara experiencia, y aun pidiera a Dios perdón de lo que no me avisó: que he sabido, que estaba presente. La intención salvaría a algunas: a otras no bastaba. Tome vuestra reverencia escarmiento, y váyase llegada a las constituciones, pues es tan amiga dellas, si no quiere ganar poco con el mundo, y perder con Dios.

10. Ahora no hay ninguna, que no entienda la perdición que traían, y lo digan; si no es Beatriz de Jesús, que las quería tanto, que aunque lo ve, ni nunca me avisó, ni ahora dice nada, que ha perdido conmigo harto. Después que vine, no confesó más el que confesaba, ni creo confesará; porque ansí conviene para el pueblo, que estaba todo muy terrible. Y cierto es bueno, si cayera en otro poder. Dios perdone a quien le hizo perder a esta casa, que él se aprovechará, y todas con él.

11. Bien conoce hay razón para lo que se hace, y viene a verme, y yo le he mostrado mucha gracia, porque ansí conviene ahora; y cierto que estoy bien con su sencillez. La poca edad, y experiencia hace mucho daño. ¡Oh mi madre, que está el mundo con tanta malicia, que no se toma nada a bien! Si con la experiencia que hemos ahora tenido, no nos   —272→   miramos, todo irá de mal en peor. Vuestra reverencia se haga vieja ya en mirarlo todo (pues la ha cabido tanta parte) por amor de nuestro Señor, que yo haré lo mesmo.

12. He admirado, cómo no me envía algún villancico, que a osadas no habrá pocos en la elección: que yo amiga soy de que se alegren en su casa, con moderación: que si algo dije, fue por algunas ocasiones. La mi Gabriela tiene la culpa desto. Encomiéndemela vuestra reverencia mucho. Bien la quisiera escribir.

13. Llevo por supriora a san Ángel, y de Toledo la priora, aunque no estoy determinada cuál será. Encomienden mucho al Señor se sirva desta fundación. Y a Beatriz la encomiendo, que es de haber mucha lástima. El recaudo de Margarita me contenta, si ansí queda allá. El tiempo lo irá allanando, como vean amor en vuestra reverencia.

14. Espántame lo que debemos al buen padre prior de las Cuevas. Vuestra reverencia le envíe un gran recaudo de mi parte. Haga que todas me encomienden a Dios, y vuestra reverencia lo haga, que ando cansada, y estoy muy vieja. No es mucho me tenga voluntad el padre prior; porque me la debe muy debida. Dios nos le guarde, que gran bien tenemos en tenerle, y bien obligadas están de encomendarle. Su Majestad sea con vuestra reverencia, y me la guarde. Amén.

Indigna sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

15. En lo que me he alargado verá la gana, que tenía de escribirla. Bien tiene esta por cuatro de las prioras de por acá, y pocas veces escribo de mi letra. Harto me he holgado de la buena orden, que ha dado el padre prior en la hacienda, porque lo que se debe a mi hermano no se pierda, aunque tenga más necesidad. Aquí están todas contentísimas, y la priora es tal, que le sobra razón. Yo le digo, que es de las buenas que hay, y tiene salud, que es gran cosa. La casa está como un paraíso. Al padre fray Gregorio muchas saludes, y que cómo me tiene olvidada; y al padre Soto. Bien le ha valido a vuestra reverencia su amistad.


Notas

1. Esta carta, para la madre, María de san José, a quien la leyere con atención, es también discretísima; y aun para cualquiera medianamente entendido, aunque la lea sin ella.

2. En el primero número con grande gracia le dice la Santa su amor, y que no puede dejar de tenérselo, aunque reciba de ella tantos disgustos.   —273→   Conque templa los disgustos con el amor, de suerte, que hace amor de los disgustos.

3. Mándale en el segundo, que se ponga túnica de lienzo: Pues todas (dice la Santa) conocen su necesidad; porque con ella es mejor ir a la comunidad con lienzo, que no faltar a la comunidad con estameña; pues la presencia del prelado es el remedio, y corrección de la comunidad; y el faltar al coro, es falta pública; el no traer túnica, secreta.

4. En el número tercero le dice lo que la encomienda a Dios, y alaba lo bien que se hizo la elección, atribuyéndolo al padre fray Nicolás, de quien hablamos en las notas a la carta LX, n. 3. Y a ella le agradece el rendimiento, que es donde vive, y habita descansada la humildad.

5. En el número quinto habla la Santa de la fundación de Villanueva de la Jara, que es bien notable, como se puede ver en las fundaciones de la Santa. Y dícele a la madre María de san José: Que desea ir a Sevilla, y hartarse de reñir con ella; y que ya debe ser persona de importancia, después que ha padecido por Dios. ¡Qué de luces que manifiesta en las burlas! Tantas como los más sabios en las veras. Persona de importancia (dice) estará hecha con los trabajos. Las personas se hacen de importancia con las penas. Con el peso sobre sí crecen las palmas, con los trabajos las almas.

6. En el número sexto siente, que la priora, y supriora no tengan salud. Como quien dice: Es poco menos que estar enferma la casa, si lo están las que la gobiernan. Cuando la supriora está sana, y la priora enferma, suple la una lo que le falta a la otra; pero enfermos todos los gobernadores, cae en la cama el gobierno.

7. Estos oficios de priora, y supriora, de guardián, y de vicario, de obispo, y de provisor, han de andar contrapuestos en algunas cosas. ¿Es flemática la priora? Sea la supriora un poquito colérica. ¿Es colérica la priora? Sea la supriora un poquito flemática; porque si entrambas son flemáticas, tendrán dormido el gobierno; y si son entrambas coléricas, andará inquieto el gobierno.

Lo mismo es en los seglares, y en todas las demás cosas, que es necesario moderar, y pesar todos los temperamentos, por que no sobresalga de manera algún humor, que cause las dolencias políticas de el gobierno.

8. En el número sétimo habla de una hermana, a quien no se le había de creer todo, y así lo dice la Santa, y dale por remedio: Que no la dejen confesar, sino con los Descalzos. Después habla de otra religiosa, que por muy grandes rodeos decía lo que no pasaba; y cánsase la Santa que le costase tan gran trabajo el mentir, y que después de todo su trabajo, parase sólo en mentir, que era su mayor trabajo.

9. En todo era la Santa no sólo discreta, sino la misma discreción; y más al enseñar una máxima tan excelente, como que no hay cosa más acomodada que decir verdad, y hablar claro, y obrar con sinceridad. Porque andar por rodeos, puliendo lo falso, y poniéndolo en traje de verdadero, no sólo es mentir con cien mil sobresaltos, y dificultades (porque a cada paso lo cogen) sino querer engañar con el mentir. Por eso dice el Señor a sus discípulos: Sit sermo vester, est, est: non, non (Matth. 4, v. 37): Sean vuestras palabras, sí por sí, y no por no. Porque   —274→   no, por sí, y sí por no, es pésimo modo de hablar, de decir, y de mentir.

10. Habiendo hablado en este número sétimo, alumbrando a una hermana en lo que habla, pasa al décimo en que trata de la persecución de Malagón, y en él nota a otra, y la reforma de lo que callaba. Porque habiendo cosas que pudiera la Santa haber remediado con decírselo, callaría el angelito, por tener caridad, y no acusar, o dar pesadumbre a sus hermanas.

¡Oh qué mala caridad que tenía el angelito! Væ mihi, quia tacui! decía el santo profeta (Isaiæ 6, v. 5): ¡Ay de mí, porque callé! Cuando debía advertir, y amonestar. Y añade: Quia vir pollutus labiis ego sum. ¿Tengo manchados mis labios, y con callar? Sí. Que tanto manchan los labios el callar lo conveniente, como el hablar lo nocivo. Tanto mancha un mal silencio, como una murmuración.

11. Perros mudos llama el Señor a los que deben hablar, y callan: Canes muti non valentes latrare (Isaiæ 56, v. 10). No dice que no hablan, sino que no pueden: Non valentes; porque de la manera que el perro, atravesado un bocado en la garganta, o ocupada la boca con el bocado, no puede ladrar; así quien ocupa con la pasión, o la ambición, o la afición, o otros afectos desordenados el instrumento de celar, y de velar, no puede aunque quiera, hablar, espantar, ahuyentar, morder, y despedazar a lo malo.

12. El silencio de esta monja tan caritativa, crió las imperfecciones, que arriesgaron el honor de su madre, y su convento, y lo que es más, la vida, y los progresos de la sagrada reforma, con aquella persecución, y con la terrible que se levantó en Sevilla. ¿Miren qué caritativo silencio?

Aprendan, y escarmienten los súbditos. Celen, y velen, para avisar con caridad a los prelados, de lo que conviene que se remedie; y tenga por mejor, con la Santa, advertirlo a las cabezas celando, que no andarlo infructuosamente por los rincones censurando, y murmurando.

13. Al fin del número undécimo dice la Santa: Que se haga vieja. Como si dijera: Celosa, y de condición regañona; porque el mundo está muy malo, y no sólo es menester contentar a Dios con la verdad, sino contentar, y satisfacer al mundo con el recato. Y esto lo dice con gracia, y espíritu devoto, santo, y prudente.

14. Ya que la enseña con las veras, vuelve en el número duodécimo a recrearle el ánimo con las burlas, pidiéndole villancicos. Dulcis et rectus Dominus (Sal. 24, v. 8), como hemos dicho otras veces. Así era santa Teresa en cada carta, en cada periodo, y razón, parece que mezcla a lo recto con lo dulce. Hale dado una bien severa reprensión, y luego le canta unos villancicos con pedírselos; porque quiere corregir, y remediar; mas no quiere entristecer, ni afligir.

15. Últimamente da grandes recados al padre prior de la Cartuja, que lo era el padre Pantoja. Buen amigo, que lo fue en las tribulaciones, y en tiempo de desamparo; y así allí se han de ir las gracias, y el amor, en donde se vio la fineza en el tiempo del dolor. Por eso se apareció el Señor lo primero a las Marías; porque siendo las que se mostraron finas en los rigores sangrientos de la Pasión, justo era que fuesen ellas   —275→   a las que alumbrasen primero los rayos, y luces de la gloriosa Resurrección.






ArribaAbajoCarta LXIV

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla


Jesús

Sea con vuestra reverencia, madre mía, el Espíritu Santo. Páreceme no quiere nuestro Señor pase mucho tiempo sin que yo tenga en qué padecer. Sepa que ha sido servido en llevar consigo a su buen amigo, y servidor Lorenzo de Cepeda. Diole un flujo de sangre tan apresuradamente, que le ahogó, que no duró seis horas. Había comulgado dos días había, y murió con sentido, encomendándose a nuestro Señor. Yo espero en su misericordia se fue a gozar dél; porque estaba ya de suerte, que si no era tratar en cosas de su servicio, todo le cansaba, y por esto holgaba de estarse en aquella su heredad, que era una legua de Ávila, decía que andaba corrido de andar en cumplimientos.

2. Su oración era ordinaria, porque siempre andaba en la presencia de Dios, y su Majestad le hacía tantas mercedes, que algunas veces me espantaba. A penitencia tenía mucha inclinación, y ansí hacía más de la que yo quisiera; porque todo lo comunicaba conmigo, que era cosa extraña el crédito, que de lo que yo le decía tenía, y procedía del mucho amor que me había cobrado. Yo se lo pago en holgarme, que haya salido desta vida tan miserable, y que esté ya en seguridad. Y no es manera de decir, sino que me da gozo, cuando en esto pienso. Sus hijos me han hecho lástima; mas por su padre pienso los hará Dios merced.

3. He dado a vuestra reverencia tanta cuenta, porque sé que le ha de dar pena su muerte (y cierto se lo debía bien, y todas esas mis hermanas) para que se consuelen. Es cosa extraña lo que él sintió sus trabajos, y el amor que las tenía. Ahora es tiempo de pagárselo, en encomendarlo a nuestro Señor, a condición, que si su alma no lo hubiera menester (como yo creo que no lo ha, y según nuestra fe lo puedo pensar) que se vaya lo que hicieren por las almas, que tuvieren más necesidad, por que se aprovechen dello.

4. Sepa que poco antes que muriese, me había escrito una carta aquí a san José de Segovia, que es a donde ahora estoy, que es once leguas de Ávila, en que me decía cosas, que no parecía sino que sabía lo poco que había de vivir, que me ha espantado. Paréceme, mi hija, que todo se pasa presto, que más habíamos de traer el pensamiento en cómo   —276→   morir, que no en cómo vivir. Plegue a Dios, que ya que me quedo acá, sea para servirle en algo, que cuatro años le llevaba, y nunca me acabo de morir; antes estoy ya buena del mal que he tenido, aunque con los achaques ordinarios, en especial de la cabeza.

5. A mi padre Rodrigo Álvarez envíe vuestra reverencia a decir, que a buen tiempo vino su carta; que venía toda del bien que eran los trabajos; y que me parece, que ya hace Dios milagros por su merced en vida, que ¿qué será en muerte?

6. Ahora me han dicho, que los moriscos dese lugar de Sevilla concertaban alzarse con ella. Buen camino llevaban vuestras reverencias para ser mártires. Sepan lo cierto desto, y escríbamelo la madre supriora. Holgádome de su salud, y dado pena la poca que vuestra reverencia trae. Por amor de Dios vuestra reverencia se mire mucho. Dicen que es bueno para eso de la orina, cogidos unos escaramojos, cuando están maduros, y secos, y hechos polvos, y tomar cantidad de medio real a las mañanas. Pregúntelo a un médico, y no esté tanto sin escribirme por caridad.

7. A todas las hermanas me encomiendo mucho, y a san Francisco. Las de acá, y la madre priora se les encomienda. Linda cosa les parece estar entre esas banderas, y barahúndas, si se saben aprovechar, y sacar espíritu de tantas novedades, como ahí deben de oír; que han bien menester andar con harta advertencia, para no se distraer. Gran gana tengo de que sean muy santas.

8. Mas ¿qué sería, si se luciese lo de Portugal? Que me escribe don Teutonio el arzobispo de Ébora, que no hay más de cuarenta leguas desde ahí a allá. Por cierto para mí sería harto contento. Sepa que ya que vivo, deseo hacer algo en servicio de Dios, y pues ha de ser ya poco, no lo gastar tan ociosamente como he hecho estos años, que todo ha sido padecer en lo interior, y en lo demás no hay cosa que luzca. Pidan a nuestro Señor, que me dé fuerzas, para emplearme algo en su servicio. Ya le he dicho que me dé esta a mi padre fray Gregorio, y la tenga por suya; que cierto le amo en el Señor, y deseo verle. Murió mi hermano el domingo después de san Juan. Su Majestad me la guarde a vuestra reverencia y haga la que yo deseo. Son hoy 4 de julio de 1579.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.

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Notas

1. En esta carta le da la Santa a la madre priora de Sevilla dilatada cuenta de la muerte de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, con valor, piedad, y sinceridad. No tuvo cosa pequeña la Santa.

2. Dice en el número primero, que murió ahogado de la sangre, y de repente; pero no desprevenido. Y esto no es muerte de repente, sino muy prevenida, y premeditada. Por eso cuando la Iglesia pide, que nos libre Dios de la mala muerte, no dice sólo: A subitanea morte, libera nos Domine: líbranos, Señor, de la muerte de repente, sino que añade: Et improvisa morte, subitanea, et improvisa; porque muerte de repente para el cuerpo, y prevenida, y próvida para el alma, no se atreve a repugnarla la Iglesia; por ser posible, que sea mejor, y más seguro para el alma en alguna ocasión este género de muerte, que la muerte muy de espacio, con los riesgos que traen consigo las terribles tentaciones, que el demonio ofrece al hombre al morir.

3. Uno de los santos Simeones Estilitas murió de un rayo en la columna, donde tantos años había hecho penitencia. El venerable fray Jordán, primero general de la religión Domínica, murió ahogado en un río, y después se apareció lleno de gloria inmortal.

4. Otro santo patriarca de una religión gravísima, murió casi de repente en nuestro tiempo. Sucedió lo mismo al venerable padre maestro Rojas, devotísimo de la Virgen María nuestra Señora, y promovedor insigne de esta santa devoción, y que hizo, y fundó, y formó en Madrid en el convento religiosísimo de la Trinidad santísima aquella ilustre, y pía, y caritativa congregación del Ave María; y de este santo, y excelente varón primero se supo su muerte, que no su achaque. Y podían traerse muchísimos ejemplos de este género. Y así en lo que debemos cargar la mano, y la consideración los cristianos, es andar prevenidos, para morir como este santo varón, hermano de la Santa, y dejar a Dios el tiempo, el cuándo, y el modo de morir, como nos conceda donde morir para vivir.

5. En el número tercero dice la Santa: Que espera, que no ha menester oraciones su hermano. Y aunque dice: Según nuestra fe; porque debemos creer píamente, que el bueno se salvará, y que el malo, si no llora, se condenará; y su hermano era muy santo, y bueno: pero es cierto que tuvo revelación la Santa, de que estuvo breve tiempo en el purgatorio. Y tal había sido su vida, y su penitencia, y su oración, que se puede bien creer.

6. En el número cuarto dice una máxima admirable, y que es bien que la traigamos presente día, y noche, y que durmamos con ella: Paréceme, mi hija, que todo se pasa tan presto, que más habíamos menester poner el pensamiento en morir, que no en cómo vivir. ¡Oh qué discreta razón! ¿Qué es el mundo, y su sustancia, si todo el mundo en un instante se acaba? ¿Qué es todo, si toda la vida se va volando a la muerte? ¿Qué es todo, si todo depende del hilo del vivir, que cada día va adelgazando el morir? ¿Qué es, sino morir, esto que llaman vivir?

¿Qué es todo, aunque sea todo mitras, coronas, tiaras, si está colgando   —278→   de una hebra tan delicada, y delgada, que apenas está pendiente, cuando se desvanece, se quiebra, y desaparece? ¿Quién piensa como eterno en el vivir, caminando acelerado al morir? La muerte viene volando a la vida: la vida corre volando a la muerte: presto se encuentran los que volando por línea recta se buscan.

7. ¡Qué bien que hacen los pontífices romanos en hacer quemar un poco de estopa al coronarse! Porque no dura más la corona, que el incendio de la estopa. ¡Qué bien hacían los emperadores griegos, a quien el día mismo que los coronaban, les buscaban cuatro, o cinco lapidarios con muestras de diversas piedras de jaspes, o de metales, para que escogiesen de cuál dellas querían que esculpiesen su sepulcro! ¡Qué bien que hizo san Juan el limosnero en hacer se comenzase su sepulcro, y que no se lo acabasen, por que cada día le dijesen: Señor, ¿cuándo queréis se acabe vuestro sepulcro? ¡Y con la pregunta misma le acordasen de su muerte!

8. Pensemos (como nos dice la Santa) cómo hemos de morir, para vivir. Pensemos cómo hemos de vivir, para morir. Toda la gloria, y la dicha de la muerte consiste en obrar con su memoria en la vida. Toda su dicha consiste no en andar, sino en parar. Toda la gloria de la vida consiste en hacer muerte de la vida, para hacer la vida muerte: en hacer tránsito dichosísimo a la muerte, de una gloriosa, y eterna vida.

9. En el número quinto (como quien se hallaba muy superior a su trabajo) envía encomiendas al padre Rodrigo Álvarez, de quien habemos hablado. Y en el sexto habla del levantamiento de los moriscos de Sevilla, y convida a sus hijas al martirio, como quien sabía lo deseaban. Y no se excusa de decirles, que le escriban lo que hay de nuevo en esta materia; porque las primeras cabezas de la república (como lo era una ilustre fundadora, y la primera mujer de aquel tiempo) es bien que sepan lo que pasa, para pedir a Dios por lo público, y para ayudar con eso, y con los dictámenes, y con cuanto puedan, al remedio universal de los reinos, y provincias.

10. Pero luego les advierte, que reciban mucha luz de los cuidados con que se vive en el mundo, y den gracias a Dios, de que ven la guerra desde la paz, y reconozcan su dicha al verse dentro del puerto mirando la tempestad.