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Poesías jocosas, humorísticas y festivas del siglo XIX

Antonio José López Cruces (Antólogo)



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ArribaAbajoIntroducción


ArribaAbajoI. La poesía cómica en el siglo XIX

Un cuartel, la redacción de un periódico, un banquete, una reunión familiar, un mitin político, una tertulia de amigos en un café1 o en un saloncillo de un teatro de la Corte: he aquí ambientes propicios para que se escuchen, entre risas, epigramas, letrillas, parodias, sonetos burlescos... Especial éxito tienen en estas reuniones los poetas repentistas, aquellos que gozan del don de improvisar con gracia sobre la actualidad. Manuel del Palacio, Narciso Serra, Pedro Antonio de Alarcón, José Salvador y Salvador, Eusebio Blasco y tantos otros derrocharon su ingenio en estas improvisaciones o enzarzados en amistosos combates poéticos. Al triunfo de una composición divertida contribuye también un recitado en voz alta, con gestos y ademanes que potencien su comicidad.

Para lograr la risa todo vale. Los poetas acumulan equívocos, paronomasias, onomatopeyas, hipérboles, comparaciones y metáforas cómicas, ripios, ambigüedades, cacofonías, súbitos anticlímax -repentinos pinchazos al globo del énfasis-, incongruencias, disparates, extravagancias... Son frecuentes los ejercicios metapoéticos, que descubren ante los oyentes o lectores los trucos del oficio, en una poesía que se muestra haciéndose, aceptando con alegría los desafíos formales que ella misma se plantea, y solucionándolos a veces con un sorprendente virtuosismo técnico2.

Los autores conocerán la fama de la noche a la mañana, sus versos circularán de mano en mano, en pliegos sueltos o en hojas manuscritas o verán la luz, generosamente desperdigados aquí y allá, en revistas y periódicos jocoserios, satíricos, humorísticos y festivos. Quizás la fama lograda se irá tal como llegó, pero la risa y el regocijo valieron la pena. Las biografías nos han guardado de muchos de ellos divertidas anécdotas. Valga ésta como muestra: Miguel Agustín Príncipe escribe una oda con motivo de dar la reina a luz una rolliza infantita. El bienhumorado Eulogio Florentino Sanz, al que su autor ha confiado el manuscrito para que lo retoque un poco, se topa con estos versos:


La augusta madre de la Reina, inquieta,
de dos, no sabe cuál placer elija,
si el inefable de abrazar la hija
o el indecible de abrazar la nieta.

Y, sincero, exclama: «¿Ves? Aquí falta algo... Yo pondría, por ejemplo, para redondearlos:


Y por no armar un cisco
fue y abrazó al infante don Francisco.»3

Aunque el estro burlón prefiere casi siempre el poema breve -el ingenio, por definición, nunca es narrativo- y cultiva abundantemente las estrofas de pocos versos -cuartetos, cuartetas, redondillas, quintillas, sonetos...-, existen plumas que se atreven con el poema extenso: las parodias antirrománticas, los cuentos de Martínez Villergas, los pequeños poemas (¡) de Campoamor, los romances satíricos de Carlos Frontaura o festivos de López Silva o Vital Aza... logran a menudo evitar la caída en digresiones enojosas o en la insulsez.

Los poetas jocosos, satíricos, humorísticos o festivos del XIX, pertenecientes en general a las clases medias, rompen la extendida imagen del poeta decimonónico como un ser melancólico y algo llorón. Son legión. A veces sólo conocemos de ellos un nombre en inicial seguido de un apellido vulgar. Sus composiciones suelen circular como anónimas o se atribuyen, sin mucho fundamento, a uno u otro autor consagrado, Espronceda por ejemplo. Pertenecen a todas las profesiones: médicos, bibliotecarios, profesores de Universidad, actores, militares, abogados, oscuros funcionarios...

Poesía cómica y actividad política, diplomática o periodística se dan a menudo la mano. Hay entre sus cultivadores: demócratas, republicanos, progresistas, conservadores... Frecuentemente utilizan el escudo protector del pseudónimo. No en balde muchos pasarán por la cárcel madrileña del Saladero. El poder no tiene demasiada paciencia y cuando se harta suele recurrir a procedimientos como la multa gubernativa, el destierro o unos meses de cárcel. Pasaron por algunas de estas vicisitudes Eusebio de Tapia, Pablo de Jérica, Miguel de los Santos Álvarez, Ribot y Fontseré, Ruiz Aguilera, Martínez Villergas, Manuel del Palacio o Zacarías Cazurro.

Apenas hay poeta joven que no cultive la vena cómica. Algunos continuarán su afición más o menos secretamente cuando entren en la madurez, y no podrán dejar de publicar junto a sus poesías serias un apéndice de poesías humorísticas; otros se arrepentirán de aquellos atrevimientos y preferirán olvidarlos. Zorrilla, García Gutiérrez, Hartzenbusch, Eulogio Florentino Sanz, Ribot y Fontseré, Ayguals de Izco, Selgas, López de Ayala, Alarcón, Manuel del Palacio, entre otros, se dieron de jóvenes a estas travesuras poéticas.

De tarde en tarde, algún editor de buen humor recopilará, junto a ocurrencias en verso de otros siglos -Baltasar del Alcázar, Quevedo, Góngora, Polo de Medina, Samaniego, Iriarte o Iglesias de la Casa- esta «poesía menor», estas pompas de jabón, en libros misceláneos de excelente venta y que devolverán estas composiciones a los cafés y a las tertulias de amigos, donde alguien volverá a entonarlas con el histrionismo que requieren y la música que solicitan.




ArribaAbajoII. Géneros y tendencias

Durante todo el siglo son cultivados, siguiendo la tradición, y sin que pueda observarse evolución alguna digna de ser notada, el epigrama, la letrilla, la fábula o el soneto burlesco y jocoso.

Escriben con acierto el epigrama -o epígrama-, ese difícil arte de hacer reír con unos cuantos versos rimados, Rafael José Crespo, Manuel Bretón de los Herreros, Victoriano Martínez Muller, Juan Martínez Villergas, José Bernat Baldoví y un larguísimo etcétera, que mantendrá vivo el género durante todo el XIX. Aún en 1892 publica un ciento de ellos Constantino Llombart en su libro Pullitas y cuchufletas.

La letrilla, heredera directa de la de los siglos XVII y XVIII, suele hacer crítica social en tono intrascendente y jovial, apoyándose a menudo en estribillos populares. Figuran entre sus cultivadores: Bretón de los Herreros, Pablo de Jérica, Miguel Agustín Príncipe o Juan Martínez Villergas. Como el epigrama, la letrilla morirá con el siglo XIX.

La fábula ve subvertida a menudo su finalidad moral y didáctica al ser usada para otros fines más regocijantes. Escribieron fábulas jocosas Príncipe -las hay en sus dos tomos Fábulas en verso castellano y en variedad de rimas (1861 y 1862)-, Ros de Olano, Miguel de los Santos Álvarez, Manuel del Palacio, Narciso Serra, Mesía de la Cerda o el vallisoletano Fernando Martín Redondo, quien popularizó sus parodias de las fábulas de Samaniego en Fábulas cuasi morales escritas por animales. En la titulada Moral, Francisco Rodríguez Marín, tras describir un caso de robo acompañado del éxito social del ladrón, concluye así:


-Pues ¿qué es moral? -Un árbol que echa moras.4

Como ejemplo de tanto soneto divertido como se publica en el XIX, valga por ahora éste del madrileño Juan Pérez Zúñiga titulado Melania espelefucia, uno de esos ingeniosos juguetes fónicos a los que el genial creador de los Viajes morrocotudos era tan aficionado:



Como el fasgo central de la pandurga
remurmucia la pínola plateca
así el chungo del gran Perrontoreca
con la garcha cuesquina sapreturga.

Diquelón, el sinfurcio, flamenurga
con carrucios de ardoz en la testeca,
y en limpornia simplaque y con merleca
se amancoplan Segriz y Trampalurga.

La chalema ni encurde ni arropija;
la redocla ni enchufa ni escoriaza,
y en chimplando en sus trepas la escondrija

con casconia ventral que encalambrija
dice la escartibuncia mermelaza:
«¡Qué inocentividad tan cuncurrija!»5

El epitafio burlesco, moda literaria muy presente durante la primera mitad del siglo, es continuador de los clásicos grecolatinos y los españoles del siglo de Oro y halla su cima en la colección de Francisco Martínez de la Rosa Cementerio de Momo.

Espronceda ensaya el uso del grotesco y el humor negro, uniendo risa y llanto, ironía y coloquialismo, en El diablo mundo y El estudiante de Salamanca. Semejante intento no tendrá continuadores, salvo quizás Ros de Olano.

Desde el Romanticismo cobra un auge especial el cuento jocoso en verso, «base de los géneros festivos de fin de siglo» según Cossío6, que es cultivado con gracia por autores como Pablo de Jérica (Cuentos jocosos, 1804), Juan Martínez Villergas y, a fines de siglo, Felipe Pérez y González, quien versifica cuentos y anécdotas conocidas en Pompas de jabón (1875). En 1894 aparece su sección Chascarrillos de la historia en La Ilustración española y americana y en 1897 ve la luz ¿Quieres que te cuente un cuento?... Pues allá va un ciento.

Desde el inicio de los años cuarenta se reitera la sátira del romanticismo, desde una óptica aburguesada7. El romántico, tan lejos del justo medio, es pintado como un tétrico melenudo de estrafalaria vestimenta, sucio, ojeroso y pálido, aficionado a escribir horrendos dramas. El director de la revista La Risa, Wenceslao Ayguals de Izco, dirá así a su amigo Martínez Villergas:


Literatos que no valen
ni tan siquiera un mendrugo
van más serios y estirados
que si fueran el gran turco,
tan sólo porque ensartaron
cuatro versos campanudos
¡al resplandor8 de la luna!...
¡al campanario!... ¡a los búhos!...9

La divertida Carolina Coronado en su poemita A la jovialidad celebra la desaparición de la moda romántica:



Ya a la sombra del ciprés
vagos, errantes, inquietos,
no nos traen los esqueletos
arrastrando por los pies.

Ni frenéticos en pos
de la muerte anhelan ir,
que a todos hace vivir
el santo temor de Dios.10

Por su parte, Bretón satiriza así a los románticos versificadores adolescentes:


Sus númenes son vampiros,
brujas, espectros, caribes...;
su paraíso, el infierno;
su vida, suplicio horrible.
Oye el lúgubre ronquido
con que del mundo maldicen
que sólo han visto pintado
en biombos y tapices,
y el afán con que pretenden
en fuego y sangre fundirle,
como el que abrasó la cama
para acabar con las chinches.
Observa el raro contraste
de sus gracias infantiles
con la seriedad ridícula
de sus pláticas bilingües.11

Vicente Álvarez Miranda, por su parte, les da de esta manera el pasaporte:


El que necio a la banda se cierra,
del esplín y la tisis en pos,
viento en popa con rumbo a Inglaterra,
surque el charco, bendito de Dios.12

La sátira en verso se concreta en obras como El Libro de las sátiras (1874) de Ruiz Aguilera, que incluye muchas sobre el mundo literario, con aciertos parciales: Contra los criticastros, La conquista de la gloria, En vindicación de la poesía o Anatema sit. También exhibe buenas trazas de satírico el Núñez de Arce de A Darwin (24 de diciembre de 1872), poema que ataca las doctrinas transformistas, publicado en Gritos del combate (1875).

En 1846 aparece en Inglaterra el Book of Nonsense de Edward Lear. En España se cultiva también la poesía extravagante y se escriben disparates o se glosan coplas locas, sin pies ni cabeza. De Vicente Díaz Canseco son los siguientes versos carnavalescos:


Corrientes13 quedaron todos,
mas obstinándose Ovidio
en no pagar el subsidio,
apeló al rey de los godos;
éste con muy buenos modos
se lo contó a Juan de Mena,
arzobispo de Viena;
y después de tanta bulla,
poniéndose una casulla,
se fueron a la verbena.14

Martínez Villergas glosa versos como éstos:


El martes de carnaval
un gallo muerto de risa
salió en mangas de camisa
del Hospital General.

Cabe, después de esto, imaginar cómo sería la glosa. El poema de Villergas concluía así:



Fue Moratín a Burdeos
por una bota de vino
y por no perder el tino
se remangó los manteos.

¿Qué hizo el patio de Correos
al saber prodigio tal?
Presentar un memorial al obispo de Alicante
para hacerse practicante
del Hospital General.15

Y de Antonio María Segovia son estos absurdos y divertidos versillos de Cartas a un flaco:



El médico me receta
baños fríos todo el año.
Yo le obedezco, y me baño
en un cañón de escopeta.

Pero al salir de las aguas
tiritando, de contado
me acuesto bien arropado
con la funda de un paraguas.

Dicen que me ha de llevar
el viento, y yo lo desmiento
porque en llegando a mí el viento
se pasa sin tropezar.

Los poetas de la primera mitad del siglo gustan de entregarse al debate jocoso -en general en forma de epístola, en verso prosaico o prosa poética-, sometido a constantes réplicas y contrarréplicas, estando a menudo la gracia en devolver en el poema-contestación los mismos consonantes que los usados en el poema-desafío. Se trata de sutilizar sobre cuestiones como si es mejor ser gordo que flaco, mudo que ciego; si es preferible «no tener una peseta ni aun en el bolsillo del reló, o tener tres o cuatro falsas»; si es peor «ir en verano vestido de invierno, o en invierno vestido de verano»; si para desayunar lo mejor es el chocolate o los huevos fritos con tomate...

Igual éxito tiene la fórmula de los picarescos Casos de conciencia, en donde los colegas, por ejemplo, el duque de Rivas y Alcalá Galiano, se preguntan cosas como ésta:


Si por estar yo de prisa,
y sin intención dañada,
delante de esta criada
me quitara la camisa,
y ella lo viese con risa
y delectación morosa;
y se enredara la cosa,
interviniendo el Demonio...
dígame usted, don Antonio,
¿fuera acción pecaminosa?16

Éxito seguro tienen asimismo las odas que abordan lo cotidiano y trivial a través del molde épico. La Oda a las patatas de Villergas, publicada en La Risa, y las que siguieron a ésta son buen ejemplo de tan regocijada tendencia. De Ros de Olano es La Gallomaquia, recogida en sus Poesías (1886), en octavas reales, que lleva por subtítulo «Poema a espuela viva, escrito por Fulano Zurita, bachiller en patas de gallo, licenciado en puyas y doctor en ambos espolones».

La sátira política en verso irá unida al auge del periodismo, satírico o no, durante todo el siglo. Se trata de un tipo de poesía, todo lo circunstancial y «rastrera» que se quiera, aún por estudiar y valorar en su justa medida. Cualquier suceso de la vida política nacional e internacional halla rápido eco en largas tiradas de versos críticos, sarcásticos o lúdicos: en 1871 El Cencerro comenta los acontecimientos de la Comuna de París y censura la actitud del gobierno español de negar refugio a quienes huyen de Francia. Con un catalejo y una terrible manopla una mujerona culona acecha la llegada de extranjeros revolucionarios.


Espera que se presente
un francés, un extranjero,
para echarle la manopla
y decirle: «Date preso;
no sé si eres inocente,
no sé si eres comunero,
me basta que seas francés;
te mandaré a tu Gobierno
a que por buenas o malas
te rompa todos los huesos.
Entrar aquí es imposible;
basta con los que tenemos
para vivir escamados
y que no nos llegue al cuerpo
la camisa; conque así
extranjero, vade retro;
vuelve a Francia a que te peguen
cuatro tiros y laus deo.17

El joven Antonio Machado -que usa el pseudónimo Cabellera- gusta de insertar en las prosas festivas que publica en la revista de Enrique Paradas La Caricatura (1892-93) versos que recogen los sucesos diarios de la política nacional:



Y con todo su Gamazo,
cuando menos le esperemos,
el mejor día le vemos
pegarse el gran batacazo.

Porque, aunque Sagasta es listo
y el triguero inteligente,
no cuajan y, por lo visto,
no está por ellos la gente.

Digo, al menos que no crean
que el silbar es de alegría,
y que si los apedrean
es por pura simpatía.18

El romance se presta bien a lo largo del siglo a la sátira social y de costumbres. Bretón de los Herreros es autor de graciosos romances joco-serios en los19 años treinta y cuarenta. En sucesivas estampas realistas y llenas de detalles jocosos, en un estilo cercano al de las letrillas, los romances de la segunda mitad de siglo suelen estar teñidos de moralidad burguesa y buscan ridiculizar -tortura enorme para la clase media del quiero y no puedo que pintara Galdós- vicios y defectos sociales. Los poemas largos se prestan, sin embargo, a provocar la fatiga en el lector, a la gratuita digresión y a la fácil y a menudo insulsa eutrapelia. No faltan, sin embargo, aquí y allá, los aciertos cómicos. De los Romances populares de Carlos Frontaura, quien fuera director del famoso periódico festivo El Cascabel, son estos versos de El lujo. Don Pedro se ha casado con una señora de clase y rumbo


cuya familia desciende
del mismísimo Ataúlfo,
y en cuyas armas se ven
en campo de azul cuatro búhos,
una mano de mortero,
dos calderas, un embudo,
un alcornoque, un cedazo,
un par de orejas de rucio,
y en un escudo este mote:
«Más noble que yo ninguno».20

De obras colectivas como Galería de desgraciados (1888) Cossío destaca estos versos de Mariano Barranco en El sietemesino, de un realismo caricaturesco:


Usa bigotito rubio
que acaba en rizadas guías,
y a la altura del bigote
dos simétricas patillas.
Por presunción gasta lentes
no siendo corto de vista,
y el cordón que los sujeta
lleva con coquetería
enganchado en una oreja
y prendido en la levita.21

Especial resonancia tuvo El pleito del matrimonio (1873), en el que participaron con sus romances casi todos los poetas de la Corte y muchos de provincias: Frontaura, Pérez de Guzmán, Teodoro Guerrero, Narciso Serra, Ossorio y Bernard, Hartzenbusch, Arnao, Alarcón, Manuel del Palacio, Víctor Balaguer, Selgas, Campoamor, Martínez Villergas, Ventura de la Vega, Zorrilla, Taboada, etc. Se trataba de convencer al solterón Ricardo Sepúlveda de las ventajas de estar casado. Núñez de Arce escribirá:


¡Pasen por él diez años de marido
con retención y suegra!
Ésta es justicia que demando y pido.22

El romance costumbrista se da, además de en el citado Carlos Frontaura, en el Eduardo Bustillo de El ciego de Buenavista. Romancero satírico de tipos y malas costumbres (1888), el López Silva de Los barrios bajos (1894), Los Madriles o Chulaperías (1898) o el Santiago Liniers de El Novísimo espejo y doctrinal de caballeros en doce romances, por el bachiller don Diego de Bringas, quienes observan, desde una óptica burguesa, a los tipos populares, buscando unir risa y didactismo. El romance se puebla frecuentemente de dialectalismos -andaluces, madrileños, catalanes o gallegos- y vulgarismos.

Con Rafael Tejada, Manuel Ossorio y Bernard publica en 1868 un Novísimo Diccionario con graciosas definiciones rimadas, ejercicio al que otros vates se dedicarían en el siglo, entre ellos Manuel del Palacio.

Es también usual la parodia de poemas o géneros consagrados. Así, de las doloras, las humoradas y los pequeños poemas de Campoamor o de las rimas de Bécquer. Raro es el movimiento literario que se salva de caer en manos de los poetas jocosos. Si los poetas de La Risa parodian el Romanticismo, los del Madrid Cómico, Pérez Zúñiga especialmente, hacen lo mismo con el Modernismo del Fin de Siglo.

El humor, hijo del Ingenio barroco y la Sentimentalidad burguesa, simbolizado a menudo en una sonrisa melancólica y llena de comprensión hacia las debilidades humanas, es una modalidad de la literatura cómica relativamente joven, pues, tras precedentes como el de Cervantes, su uso literario se generaliza en Europa sólo a mediados del siglo XVIII, dejando de ser un exclusivo arte inglés. La risa se vuelve civilizada, se aburguesa, se ennoblece con un fondo filosófico y moral y convive con los buenos sentimientos: la ternura, la simpatía cordial, la tolerancia.

En 1867 habla largamente del humor Víctor Ruiz Aguilera en La Arcadia moderna, aunque todavía lo identifica con la sátira. Tres años después Alarcón titula su libro, por sugerencia de Cánovas del Castillo, Poesías serias y humorísticas, con prólogo de Valera, quien dice preferir estas últimas. Opina Gerald G. Brown que el humorismo surge en la Restauración como válvula de escape para esa «nostalgia de lo absoluto» que en España nace con cierto retraso y corresponde a «la conciencia del insalvable abismo entre cientifismo y fe, entre una necesidad de estabilidad social y el mundo conflictivo de la economía industrial»23. Será durante la Restauración, en efecto, cuando el humor vaya construyendo su sentido moderno y la palabra humor vaya tomando carta de naturaleza en español, después de las teorizaciones de los románticos -filósofos como Hegel o Kierkegaard volverán a meditar sobre él-, en diversos escritos de Campoamor, Clarín, Palacio Valdés, Francisco Giner de los Ríos, Manuel de la Revilla o Galdós.

Todos parecen coincidir en que España cuenta con un único poeta humorístico: Campoamor, el creador de géneros como la dolora, el pequeño poema o la humorada. Hay en estos poemas, además de brevedad24 y malicia, un consciente prosaísmo, una pose escéptica, una burla de todo romanticismo, unos continuos saltos entre lo real y lo ideal, lo finito y lo infinito, lo grande y lo pequeño. Campoamor, que no quiere se confunda humorismo con escepticismo y excentricidad, dice de él en su interesante prólogo a Humoradas, que dedica a Menéndez Pelayo: «parece que domina los asuntos desde más altura, y que se hace superior a nuestras ambiciones y a nuestras finalidades, pintando a la Locura con toga de magistrado y a la Muerte con gorra de cascabeles». Esta tendencia cómicosentimental hace reír y llorar al mismo tiempo, como consiguieron hacer a la perfección Cervantes y Shakespeare. Y Campoamor se nos aparece como antecedente del Valle-Inclán de los esperpentos al definir el humor como «esa alegría unas veces enternecedora y otras siniestra; esa espada de dos filos que lo mismo mata a los hombres que a las instituciones; ese gran ridículo que convierte en polichinelas a los héroes mirándolos desde la altura del supremo desprecio de las cosas (el subrayado es nuestro)».25

El humorismo literario, sobre el que se comienza a hablar, se quiere patrimonio exclusivo de la burguesía y autores como Clarín o Palacio Valdés comienzan a diferenciar cuidadosamente entre el escritor cómico o festivo y el verdadero escritor humorista (la risa fácil, la abierta carcajada, parece que se dejan en manos del pueblo y de los escritores populistas).

Las semblanzas de personajes célebres abundan, a partir sobre todo de la colección Cabezas y calabazas (1864) de Manuel del Palacio, Luis Rivera y Narciso Serra. Escribieron asimismo semblanzas Ángel María Segovia: Melonar de Madrid (1876); Salvador María Granés: Calabazas y cabezas (1880); Dionisio Heras y Santiago Oria: Semblanzas festivas: Besugos y percebes pescados con pluma; «Un hortelano papanatas»: Calabacines y calabazones (1889); Opisso: Semblanzas políticas del siglo XIX. A finales del XIX se publican todavía en las ciudades españolas colecciones de semblanzas sobre los personajes más notables de cada provincia y por Madrid corren en hojas volanderas muchas de ellas, de manera anónima -aunque todo el mundo sabe que son obra de Manuel del Palacio, Salvador María Granés, Luis Caruena y Millán, Eugenio Silvela o Marcos Zapata-, y sin pie de imprenta, bajo el rótulo general de Galería de Notabilidades.

De Manuel del Palacio se hereda también el gusto por escribir los llamados sonetos filosóficos, que, por cierto, tienen de filosóficos lo que las doloras, las humoradas o los pequeños poemas de Campoamor. Los había que comenzaban en tono bromista y acababan con alguna reflexión moral o filosófica, y los que, tras un comienzo grave, serio y solemne, concluían con una salida de tono inesperada y jocosa. Palacio es poeta, dice Cossío, con el que «nunca ha de haber seguridad de su constancia en el tono que inicia, que sin llegar a los extremos de sus sonetos filosóficos, ha de ingerir en los momentos más graves el sarcasmo o la burla, y en los más festivos e ingeniosos la admonición moral o la reflexión patética»26.

También los autores de la zarzuela, del mal llamado «género chico», harán reír a los españoles de la segunda mitad del siglo con las ocurrencias de sus libretos poblados de graciosos y musicales versos, que tanto admiraban a Rubén Darío.

Durante todo el siglo la musa popular comenta certeramente los sucesos diarios con sus irónicas o guasonas coplillas y sus acerados cantares. Muy populares son las aleluyas -las catalanas aucas-, antecedentes de las modernas historietas, que unen versillos maliciosos y satíricos monos o monigotes.

Entre los libros de poesía erótica, a menudo jocosa, aparecidos a lo largo del XIX, herederos de los clásicos del Siglo de Oro o del Samaniego de El jardín de Venus y el Moratín de El Arte de las Putas, podemos destacar los siguientes: Fábulas futrosóficas o la filosofía de Venus en fábulas (Londres, 1821); Cancionero verde (¿Sevilla?, 1835); Erato retozona. Poesías eróticas de D. F. A. (Marsella, 1839); Alegre jardín de Venus (1849); La creación, Poema épico (Madrid, ¿entre 1856 y 1860?), de Manuel del Palacio; La mujer, de Félix Pizcueta; Venus retozona. Ramillete picaresco de poesías festivas recopiladas por Amancio Peratoner (Barcelona, 1872); Cancionero moderno de obras alegres (¿Sevilla?, 1875 o 1876); Parodia cachonda de «El diablo mundo» de Espronceda (1880) de Alejo de Montado (Ale-jode-montado), quizás Eduardo Lustonó; Venus picaresca. Nuevo ramillete de poesías festivas, recogidas por Amancio Peratoner (Barcelona, 1881); ¡Vivitos y coleando! Cuentos de lo mejor de nuestro Parnaso contemporáneo coleccionados por E. Lustonó (1881); Cuentos y poesías más que picantes (Barcelona, ¿1899?)27.




ArribaAbajoIII. La presente edición

La novela del siglo XIX, sobre todo la escrita por la llamada generación de 1868, ha venido acaparando la atención de la crítica. La poesía y el teatro, por el contrario, han sido campos más descuidados. Salvo algunos poetas -Espronceda, Rivas, Zorrilla, Bécquer, Campoamor, Núñez de Arce o Rosalía de Castro- la mayoría de los del siglo XIX -Manuel del Palacio era según Clarín sólo «medio poeta»- suelen ser unos perfectos desconocidos.

La literatura cómica, en especial, casi siempre ha sido incómoda para los estudiosos28. Las antologías al uso no abundan en composiciones jocosas y divertidas procedentes de la prensa satírica del XIX, quizás porque los prejuicios del antólogo le llevan a no considerar «poesía» piezas de signo anticlerical, políticamente radical o satírico. El antólogo parece temer que, de incluirlas en un alto número, su antología sea menospreciada o pueda llegar a dudarse de su seriedad académica. Si ha de citar alguna composición de Juan Martínez Villergas o de Manuel del Palacio casi nunca elegirá una divertida.

Esto conlleva, a la larga, un lamentable falseamiento de la realidad de nuestras letras. Un sector de la producción literaria queda prácticamente inédito para el lector medio, que, si ojea cualquiera de las antologías poéticas al uso, pensará erróneamente que en el XIX español no se escribió un solo verso jocoso.

El que cierta marginalidad sea inherente a la obra cómica no debería servir de pretexto a los estudiosos de la literatura para olvidarse casi sistemáticamente de prestar su atención a esa cara oculta de la luna poética del XIX. A veces el crítico parece creer que la marginación a que él suele someter semejante tipo de poesía responde a una marginación real de la misma en la sociedad decimonónica. Por nuestra parte no tenemos manía alguna a poesías surgidas en estrecha asociación con hechos políticos o sociales -no creemos que la poesía de circunstancias carezca siempre de interés-. Tampoco entendemos por qué se prestigia más la ironía y la sonrisa sarcástica de los románticos que la risa abierta de los poetas jocosos, humorísticos y festivos.

Consciente de lo mal conocido que es todavía el XIX, el autor de esta pequeña antología se propone simplemente acercar al público una serie de poesías cómicas de dicho siglo, algunas de las cuales, casi con seguridad, ven la edición por primera vez en todo el siglo XX.

No hemos sentido demasiados escrúpulos ante el hecho de que la segunda mitad del siglo esté algo menos representada de lo que hubiera sido deseable, pensando que la poesía cómica es estudiada por José María de Cossío en un trabajo ya clásico29, que proporciona una primera y amplia información sobre autores, estilos y tendencias. Hemos excluido de nuestra selección la poesía exclusivamente erótico-jocosa, de la que el lector puede tener fácil noticia a través del Diccionario secreto de Cela, que recoge numerosos fragmentos de las obras más conocidas de esta tendencia, o del Cancionero moderno de obras alegres, editado no hace mucho tiempo30.

Dada la deficiente presentación de tantos textos en revistas satíricas o libros del XIX, hemos procedido a modernizar la ortografía, la acentuación y la puntuación (es frecuente, por ejemplo, el olvido de signos de exclamación e interrogación). Hemos homogeneizado asimismo la presentación de los poemas en algunos aspectos: evitamos las versales; los diálogos entre los personajes van entre comillas, lo que supone la eliminación de los guiones menores, a veces arbitrariamente mezclados con las comillas en las ediciones originales. En cuanto a las notas a pie de página, intentamos que fuesen las imprescindibles para la correcta comprensión de los poemas.

Carecemos todavía de una antología del nonsense poético español del XIX; escasean, por no decir que son prácticamente inexistentes, las reediciones o ediciones críticas de las obras de autores como Martínez Villergas, Manuel del Palacio, Luis Taboada, Vital Aza o Pérez Zúñiga; desconocemos la vertiente jocosa y satírica de muchos escritores estudiados en los manuales de literatura al uso sólo en su vertiente seria, como Ayguals de Izco, Ribot y Fontseré, Eulogio Florentino Sanz, Pedro Antonio de Alarcón o Núñez de Arce; están aún por explorar decenas y decenas de revistas y periódicos satíricos, que bajo editores y directores como Wenceslao Ayguals de Izco, Juan Martínez Villergas, Carlos Frontaura, Sinesio Delgado o Clarín dieron generosa acogida a esta producción cómica; no serían mal recibidos estudios que pudieran llamarse definitivos sobre revistas tan interesantes como La Risa o El Madrid Cómico, así como antologías que dieran una panorámica sobre los contenidos de las mismas.

Esperamos que el presente trabajo, a pesar de sus limitaciones, pueda servir de estímulo a otras plumas mejor cortadas. Sólo le queda a este bienhumorado antólogo agradecer su ayuda bibliográfica al profesor Enrique Rubio, de la Universidad de Alicante, ayuda que enriqueció el presente ramillete poético, complemento indispensable de la poesía seria para todo aquel que quiera comprender qué era ser poeta cómico o escribir poesía jocosa en la España del XIX.

Por su tarea el antólogo espera solamente del lector un vaso de buen vino.

Que el dios Momo reparta risas a todos.

A. J. LÓPEZ CRUCES

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ArribaAbajoPoesías jocosas, humorísticas y festivas del siglo XIX

Selección y notas de Antonio José López Cruces


PARA ELIA


ArribaAbajoCuento


ArribaAbajoFelipe Pérez y González

(1854-1910)




Abajo He leído... no sé dónde,
que en el mes de... no sé cuál,
el año de... no sé cuántos,
hubo en... no sé qué ciudad

vista de... no sé qué causa  5
en... no sé qué tribunal,
contra... no sé qué sujetos,
por... no sé qué atrocidad.

Ello es que el proceso era
escabroso y singular,  10
por tratarse de asuntillos
contrarios a la moral.

Pero como en aquel pueblo
eran, y acaso aún serán,
públicas todas las vistas  15
según precepto legal,

no hubo medio de impedir
el que, por curiosidad,
todas las mujeres fueran
y llenaran el local.  20

Al verlas el presidente,
que era hombre vivo y sagaz,
dijo: «Tengo por seguro
que las damas que aquí están

no saben de qué se trata,  25
y es mi deber suplicar
que se retiren aquellas
que tienen honestidad».

La indirecta no hizo efecto,
pues ni una hizo el ademán  30
de levantarse siquiera,
y entonces, con mucha sal,

dijo el presidente: «Ujieres,
puesto que han salido ya
todas las damas honestas...  35
¡haced salir las demás!»31






ArribaAbajoDefiniciones jocosas


ArribaAbajoManuel Ossorio y Bernard

(1838-1904)




ArribaAbajo MANTA. Un abrigo que llama
y protege nuestro sueño;
si no está sobre la cama
está en la casa de empeño.

SARAO. Nombre aplicado  5
a una tertulia, en la que
el baile es acto obligado,
y con achaque de un té
se come pavo trufado.32






ArribaAbajoEpigramas33


ArribaAbajoW. Ayguals de Izco

(1801-1875)




ArribaAbajo Era Gilito propenso
a pensar, mas de tal modo,
que, si le hablaban, a todo
contestaba: «Pienso... pienso...»

Preguntó un quidam34 al tal:  5
«¿Qué come usted?» «Pienso...» dijo,
y el otro replicó: «Es fijo,
que el chico es un animal».




ArribaAbajoVictoriano Martínez Muller

(?-1872)



ArribaAbajo Cierto sujeto me dijo:
«Tenéis una voz muy clara».
Le pedí después un duro,
y no me entendió palabra.



ArribaAbajo Dije ayer al padre Arenas:
«¿Dó vais tan ligero, dónde?»
Y veis aquí que responde:
«A oír pláticas obscenas».

«Pues he de ver con quién tratas»,  5
díjeme para mi adentro:
conque lo busqué y lo encuentro
confesando a las beatas.


ArribaAbajo No sé por qué amor platónico
llaman al que es puro y casto;
porque, si es amor de ayuno,
¿para qué hace falta el plato?



ArribaAbajo «¿No valgo yo más que un burro?»,
con fea voz de abejorro
decía ayer en un corro
envaneciéndose un curro35.

Yo, para poner remedio  5
a su mucha tontería,
le repuse que valdría
por lo menos burro y medio.


ArribaAbajo Un tonto muy hablador
preguntó a Bartolomé:
«¿Qué oficio tenéis, señor?»,
y él contestó: «Herrador
soy, para servir a usté».  5



ArribaAbajo El sátrapa don Antonio36
exclamaba el otro día:
«¡Es muy pesada, a fe mía,
la carga del matrimonio!»

Y entonces, con mucha sal,  5
repuso la bella Inés:
«Por eso tengo yo tres
que ayuden a mi Pascual».



ArribaAbajo Por entrar de centinela
el buen soldado Fernando
se despedía trinando
de su querida Manuela.

Y ella replicaba al tonto:  5
«No tengas por mí tal duelo,
que al fin me queda el consuelo
de que te relevan pronto».



ArribaAbajo Al confesarse contrito
un banquero muy obeso,
con mucha prudencia y seso
le preguntó Fray Benito:

«Dime, infeliz, ¿por qué robas?»  5
Y él respondía sin ganas:
«Padre, flaquezas humanas».
¡Y pesaba doce arrobas!



ArribaAbajo Cierta noche que Pilar
de dormir tuvo deseo,
dijo: «Quisiera dormir
en los brazos de Morfeo».

La oyó una beata de éstas  5
gruñonas en demasía,
y exclamó: «¡Qué deshonestas
son las muchachas del día!»




ArribaAbajoJosé Bernat Baldoví

(1809-1874)




ArribaAbajo Rita por cierta pendencia
fue citada ante el alcalde,
y éste le sirvió de balde,
dando en su pro la sentencia.

Con refinada malicia  5
dijo entonces la alcaldesa:
«Nunca he visto, Antón, tan tiesa
la vara de la justicia».



ArribaAbajo Preguntole a un sordo Aurora
con cierto interés y ahínco:
«¿Está buena tu señora?»

Y él, no oyendo más que el ...ora,
dijo muy serio: «Las cinco».  5



ArribaAbajo De sesenta un solterón
a una joven vivaracha
preguntó en cierta ocasión:
«¿Cómo te llamas, muchacha?»,
y ella dijo «Encarnación».  5

«Tal misterio te explicara»,
repuso el sexagenario,
y ella: «Mucho lo apreciara,
pero ya lo hace el vicario,
que tiene la voz más clara».  10




ArribaAbajoMiguel Agustín Príncipe

(1811-1863)




ArribaAbajo A la novia placentera
tierno amor el novio jura:
¡Quiera Dios que su ternura
no se convierta en ternera!



ArribaAbajo En Jueves Santo, un chicuelo
perdió al juego no sé cuánto,
y... «¿Ves?», le dijo su abuelo,
«¡Por jugar en Jueves Santo!»

«Podrá ser», le contestó  5
el chicuelo con desdén.
«Pero el que a mí me ganó,
dígame usted... ¿no jugó
en Jueves Santo también?»




ArribaAbajoA. Ribot y Fonteseré

(1813-1871)




ArribaAbajo Porque tenía razón,
quería el pobre Narciso
que se la diese Simón,
y éste dársela no quiso.

«A usted nunca le daré  5
la razón».
«¿Y por qué no?»
«Porque si la tiene usté,
¿cómo he de dársela yo?»



ArribaAbajo «Esas aguas tan delgadas
que tiene Madrid, y frías,
van dejando mis encías
desiertas y despobladas.

Quiero mudar de ciudad;  5
¿qué le parece, doctor?»
«Me parece que mejor
sería mudar la edad».



ArribaAbajo A una manola un marqués
dijo con dulce sonrisa:
«¿Dónde va con tanta prisa
la perla del Avapiés?»

Y enseñándole el hocico  5
respondió la sandunguera:
«Voy a buscar la otra acera,
no me atropelle un borrico».




ArribaAbajoJ. Martínez Villergas

(1817-1894)




ArribaAbajo A la bella Marcelina,
que era sorda como un cesto,
un confesor indigesto
preguntaba la doctrina
y dijo: «¿Cuál es el sexto?»  5

Ella, creyendo escuchar
«¿Quién es Dios Omnipotente?»,
respondió sin vacilar:
«La cosa más excelente
que se puede imaginar».  10



ArribaAbajo Un escultor no afamado,
pero de genio travieso,
hizo un San Antón de yeso,
poniendo su cerdo al lado.

Y entrambos en un renglón  5
explicó, prudente y cuerdo,
cuál de los dos era el cerdo
y cuál de ellos San Antón.



ArribaAbajo Tanto quisieron tirar
del coche del rey Fernando37
los realistas de un lugar,
que, segura de volcar,
iba la reina temblando.  5

«¡Alto!», Fernando exclamó;
mas como iban desbocados
y nadie le obedeció
gritoles con rabia: «¡Soooo!»
y se quedaron clavados.  10



ArribaAbajo «Si a los mansos», dijo Rosa,
«Dios da en el cielo reposo,
¡Ay qué gloria tan hermosa
tendrá mi difunto esposo!»



ArribaAbajo Dijo a su criado Antón,
el bolsista don Ventura:
«Mira, muchacho, a qué altura
está la cotización».

Antón, que en trance tan fiero  5
nada entendió a punto fijo,
leyó el termómetro y dijo:
«Señor, a seis bajo cero».



ArribaAbajo Un confesor que Pilar
llena de entusiasmo ensalza,
a la Virgen del Henar
mandó que fuera descalza.

Y en efecto, allá se fue  5
por cumplir su penitencia,
descalza de pierna y pie...
pero fue en la diligencia.



ArribaAbajo Cogí de un brazo con arte
a Pascual, que iba hecho un loco,
y dije: «Espérate un poco,
¡Qué diablos! ¿vas a casarte?»

«Hombre», respondió Pascual,  5
«no estoy tan desesperado...»
Y luego añadió el malvado
que iba a tirarse al canal.



ArribaAbajo Baldado estaba Narciso
sufriendo la pena negra,
cuando le llegó un aviso
del funeral de su suegra.

«Siento andar en pies de palo»,  5
contestó con ceño adusto.
«Si no estuviera tan malo
iría con mucho gusto».



ArribaAbajo Un mozo ¡suerte maldita!
cayó en un pozo de Almagro;
se encomendó a Santa Rita
y la santa hizo un milagro;

pues no se ahogó el pobre mozo  5
yendo al fondo con sus huesos,
por... no haber agua en el pozo;
pero se estampó los sesos.



ArribaAbajo Diole a un mendigo Bartolo
un pantalón destrozado,
diciendo: «No lo he llevado
sino dos veces tan sólo».

«¡Dos veces!», dijo el pobrete,  5
y exclamó el otro: «Sí a fe38;
pero una vez lo llevé
seis años, y la otra... siete».



ArribaAbajo Varias personas cenaban
con afán desordenado,
y a una tajada miraban,
que habiendo sola quedado,
por cortedad respetaban.  5

Uno la luz apagó
para atraparla con modos;
la mano al plato llevó,
y halló... las manos de todos;
pero la tajada no.  10




ArribaAbajoVicente Ruiz Aguilera

(1820-1881)




ArribaAbajo «¡Ay! ¡Ay!», repitió Garay
en sus instantes postreros
y, alegres, los herederos
dijeron: «Ha dicho que hay».

Y era verdad, pues sin dolo,  5
y con testamento en mano,
así exclamó el escribano:
«Hay... pero deudas tan sólo».



ArribaAbajo En casa de un general
un periódico que había
ocultó Leonor un día
debajo del delantal.

Preguntó el amo zanguango39:  5
«¿Qué tienes ahí, Leonor?»
Y ella contestó: «Señor,
¿Qué he de tener? «El Fandango40».



ArribaAbajo Hablando del himeneo
una joven dijo así:
«Es un gusto, según creo,
pues se forma con la I
y después viene el meneo».  5




ArribaAbajoMariano Zacarías Cazurro

(1824-1896)




ArribaAbajo Blas, que a su hija reprendía,
de sus enojos llevado,
le decía con enfado:
«¡Bah! ¡Tú no eres hija mía!»

Y su esposa, en la ficción41,  5
con toda oportunidad
añadía: «¡Es la verdad!
¡Tu padre tiene razón!»




ArribaAbajoEulogio Florentino Sanz

(1825-1881)




ArribaAbajo De hacer un caballero
un saludo a su querida,
diz42 se sacó prendida
la peluca entre el sombrero,

y le dijo con donaire:  5
«¡Guardeos el cielo, mi amor!»
Y ella: «Cubríos, señor,
que os despeináis con el aire».




ArribaAbajoEusebio Blasco

(1844-1903)



ArribaAbajo Es tan estrecho el ajuar43
del pobre de don Donato,
que le dio un gato Gaspar
¡y le cortó el rabo al gato
para que pudiera entrar!  5




ArribaAbajoEnrique Sierra Valenzuela

(1845-1880)




ArribaAbajo Tus paralelos leí,
y yo aplaudo tus desvelos,
por más que al leerlos vi
que, porque son para-lelos
deben de ser para ti.  5



ArribaAbajo El señor don Sisebuto
decía anoche muy grave:
«¡Quisiera haber sido un Bruto!»
Mas lo es y él no lo sabe.



ArribaAbajo Murió Joaquín el tramposo
y, entrando en el panteón,
exclamó su amigo Antón
entre afligido y lloroso:

ArribaAbajo «¡Ya está la deuda cumplida!»
Y otro repuso: «Yo infiero
que habrá sido lo primero
que haya pagado en su vida».




ArribaAbajoR. J. Crespo



ArribaAbajo «¿Qué es eternidad?», decía
un cura, que predicaba,
las ideas farfullaba,
y las cosas repetía.

«¿Qué es eternidad?», gritando  5
cinco veces preguntó,
y una mujer respondió:
«Nuestro cura predicando».




ArribaAbajoCecilio Navarro


ArribaAbajo Redactando un estudiante...
no recuerdo lo que fue,
dije «Coma», y al instante
respondió: «No tengo qué».



ArribaAbajo «Me acuso, padre Jacinto,
de violar el mandamiento
que viene detrás del quinto».
«Rezad de credos un ciento».

«Mas es justo que a cincuenta  5
partamos entre los dos,
porque...» «¡Chist! calla, Vicenta,
los partiremos... adiós».




ArribaAbajoM. V. Sánchez


ArribaAbajo Antonio, al enamorar
a Inés, palabra le dio
de casarse, y la cumplió;
pues se casó con Pilar.




ArribaAbajoJ. Monreal


ArribaAbajo Al lucero de la tarde
mis penitas le conté,
y me respondió el lucero:
«¿Y a mí qué me cuenta usted?»




ArribaAbajoRicardo Puente y Brañas


ArribaAbajo Fue a los toros Don José,
marido de Salomé,
y ¡cuál sería su traza,
que al verle un diestro en la plaza
le mató de un volapié!  5




ArribaAbajoRamón Rúa Figueroa



ArribaAbajo Preguntáronle a un pintor
que hacía cuadros muy bellos
por qué pintando tan bien
eran sus hijos tan feos.

Él, ufano, contestó:
«La respuesta es, según creo,
que hago los cuadros de día
y de noche los hijuelos».




ArribaAbajoGerónimo Morán



ArribaAbajo Al escuchar cómo aullaba
el perro de su vecino
dijo un barbero asesino
que a un pobre martirizaba:

«¡Diablo! ¿si estarán matando  5
a ese infeliz animal?»,
y el otro dijo: «No tal,
es que le están afeitando».



ArribaAbajo Dijo un tuerto a un jorobado
a quien vio al romper el alba:
«Muy pronto, amiguito mío,
camina usted con su carga».

«Temprano debe de ser»,  5
respondió el otro con calma,
«cuando tiene usted abierta
solamente una ventana»44.




ArribaAbajoA. Brasés



ArribaAbajo La palabra caracol
se forma de col y cara
porque el caracol se para
mucho de cara a la col.

Se adivina sin trabajo,  5
aceptando esta teoría
cómo se le llamaría
si se parase ante el ajo.




ArribaAbajoJ. Rico


ArribaAbajo «En mi pueblo», dijo Antero,
«hago bastante papel».
Y en esto fue verdadero,
pues dicen que cumple fiel
su oficio de papelero.45  5




ArribaAbajoManuel del Palacio

(1831-1906)



ArribaAbajo A Mackinley le han salido46
dos granos en la mollera;
uno, en forma de Cuba,
y otro, en forma de Cervera47.

imagen






ArribaAbajoEpitafios burlescos


ArribaAbajoFrancisco Martínez de la Rosa

(1787-1862)



ArribaAbajoEl cementerio de Momo48


ArribaAbajo Yace aquí Blas... y se alegra
por no vivir con su suegra.

Agua destila la piedra,
agua está brotando el suelo...
¿Yace aquí algún aguador?  5
«No señor: un tabernero».

Yace aquí un mal matrimonio,
dos cuñadas, suegra y yerno...
no falta sino el demonio
para estar junto el infierno.  10

¡Cuñados en paz y juntos!...
no hay duda que están difuntos.

Aquí un médico reposa,
y al lado han puesto a la Muerte...
iban siempre de esta suerte.  15

Aquí yace una beata
que no habló mal de ninguna...
perdió la lengua en la cuna.

Aquí un hablador se halla...
y por vez primera calla.  20

Aquí yace una viuda,
que murió de pena aguda,
apenas hubo perdido
a su séptimo marido.

Aquí yace una soltera,  25
rica, hermosa, forastera,
que sordomuda nació...
¡Si la hubiera hallado yo!

Sub hoc tumulo... adelante;
que éste será algún pedante.  30

Don Juan de Az... pei... ti... gu... rrea...
Para el diablo que te lea.

¡Canónigo... de repente...
y morir en Noche Buena!
Se le indigestó la cena.  35

Una palma han colocado
en la tumba de Lucía...
Es que dátiles vendía.

Aquí yace un cortesano,
que se quebró la cintura  40
un día de besamano.

Aquí jaz o muy ilustre
Senhor Joan Mozinho Souza
Carvalho Silva da Andrada...
Sobra nombre o falta losa.  45

Aquí yacen cuatro socios,
que juntaron gran caudal:
un médico, un boticario,
un cura y un sacristán.

Aquí yace un contador  50
que jamás erró una cuenta...
a no ser a su favor.

Aquí Fray Diego reposa
y jamás hizo otra cosa.






ArribaAbajoJosé Bernat Baldoví

(1809-1874)



ArribaAbajo Aquí descansa un sereno
de costumbres tan soeces,
que lo estaba pocas veces.


ArribaAbajo Yace aquí una tal Guillerma;
dicen que fue cortesana,
y en menos de una semana
puso media Corte-enferma.




ArribaAbajoVictoriano Martínez Muller

(?-1872)



ArribaAbajo Aquí yace un pretendiente
que nunca tuvo una casa,
y eso que toda su vida
la pasó haciendo antesalas.


ArribaAbajo Aquí yace Magdalena
de esbelta cintura a fe:
se la tragó una ballena.
«Sería la del corsé».




ArribaAbajoAnónimos


ArribaAbajo Aquí un domador reposa,
que se murió de pesar,
porque no pudo domar
en diez años a su esposa.


ArribaAbajo Aquí descansa mi Blasa.
Yo también descanso en casa.49






ArribaAbajoFábulas


ArribaAbajoMiguel Agustín Príncipe

(1811-1863)



ArribaAbajoEl lavatorio del cerdo50

ArribaAbajo En agua de Colonia
bañaba a su marrano doña Antonia
con empeño ya tal, que daba en terco;
pero a pesar de afán tan obstinado,
no consiguió jamás verle aseado,  5
y el marrano en cuestión fue siempre puerco.


Es luchar contra el sino
con que vienen al mundo ciertas gentes
querer hacerlas pulcras y decentes:
el que nace lechón, muere cochino.  10




ArribaAbajoEl hombre y el burro

ArribaAbajo Aunque parezca broma,
conviniéronse un hombre y un borrico
en enseñarse el respectivo idioma;
y el burro... ¡suerte impía!,


ArribaAbajo no aprendió ni un vocablo solamente
en dos años de estudio y de porfía;
entretanto que el hombre, en sólo un día
aprendió a rebuznar perfectamente.


No trates con el bruto ni un minuto,  5
pues no conseguirás la alta corona
de hacerle, tú, persona
y puede suceder que él te haga bruto.






ArribaAbajoFrancisco Añón

(1812-1878)



ArribaAbajoEl maestro51


ArribaAbajo «Enseña lengua española
en una sola lección
Don Felipe de Mendiola»,
anunciaba un cartelón.

Y a la turba que le espera  5
dice el charlatán risueño,
echando la lengua fuera:
«Esta misma que os enseño
¡juro a bríos! que es lengua ibera».






ArribaAbajoMiguel de los Santos Álvarez

(1817-1892)



ArribaAbajoFábulas humorísticas52


I


ArribaAbajo En el calor de su amoroso trato
una gata gozaba sobre un gato;
y sé de buena tinta
que al mes cabal el gato estaba encinta.

ArribaAbajo Esto, amado Teótimo, te enseña
que el que cae debajo es quien se empreña.


II

ArribaAbajo Cierto Prelado metropolitano
daba a sus familiares por el ano.

ArribaAbajo Trae mil inconvenientes
La familiaridad con ciertas gentes.






ArribaAbajoManuel del Palacio

(1831-1906)



ArribaAbajoFabulita53


ArribaAbajo Pisó un trozo de melón
el crítico Torremocha,
y dio en la calle de Atocha
un soberbio revolcón.

Furioso como un león,  5
y no sabiendo qué hacer,
cuando en pie se llegó a ver
quiso la sucia tajada
estrujar de una patada...
y otra vez volvió a caer.  10

Por estas y otras razones
yo tengo en tales cuestiones
mi opinión particular:
que no se debe pisar
ni siquiera a los melones.  15




ArribaAbajoNaturalismo54


Molidos de la jornada
y con hambre, aunque risueños,
dos estudiantes rondeños
llegaron a una posada.

Comenzaba a anochecer  5
y entrambos, sin vacilar,
acercáronse al hogar
decididos a comer.

Ligera cual una ardilla
rubia moza les previno,  10
con un buen jarro de vino,
salchichón, pan y tortilla,

que devoraron los dos
sin tener que repetir,
yéndose luego a dormir  15
en paz y en gracia de Dios.

A la mañana siguiente,
rayando apenas al día,
del ventero en compañía
tomaron el aguardiente  20

y a seguida de pagar
los caballos dispusieron
y, alegres como vinieron
se volvieron a marchar.

No será el cuento profundo  25
ni por él pido mercedes;
pero, ¿no lo hallan ustedes
lo más natural del mundo?






ArribaAbajoNarciso Serra

(1830-1877)



ArribaAbajoFábula55


ArribaAbajo A un santo le tocó la lotería
y a Dios le daba gracias noche y día.

ArribaAbajo Pero un ladrón que halló la puerta franca,
le robó con auxilio de una tranca.

Dios premia al bueno, pero viene el malo,
le quita el premio, y le sacude un palo.








ArribaAbajoHumoradas56


ArribaAbajoRamón de Campoamor

(1817-1901)



ArribaAbajo Las niñas más juiciosas y más puras
al llegar la razón hacen locuras.


ArribaAbajo Si, como el héroe de la Mancha, antaño
realicé por tu amor grandes hazañas,
hoy, sentado a la sombra de un castaño,
pensando mucho en ti, como castañas.


ArribaAbajo Las hijas de las madres que amé tanto
me besan ya como se besa a un santo.


ArribaAbajo El grande Enrique, de pudores harto,
dijo a una joven, con descaro, un día:
«¿Cuál es, niña, el camino de tu cuarto?»
La joven contestó: «La Vicaría».


ArribaAbajo Yo conocí un labrador
que, celebrando mi gloria,
al borrico de su noria
le llamaba Campoamor.






ArribaAbajoLetrilla


ArribaAbajoEnrique Sierra Valenzuela

(1845-1880)




ArribaAbajo Yo soy un guapo sujeto
que bailo a cualquier compás
y que venero y respeto
la opinión de los demás;
y no todo es de mi gusto,  5
pero al de todos me ajusto
y sigo constantemente
mi costumbre a tal tenor
porque sé que lo mejor
es irse con la corriente.  10

Asegura doña Clara
que aún no llega a la vejez,
cuando tiene ya la cara
como cáscara de nuez.
Y yo, que sé a ciencia cierta  15
que tiene la fosa abierta,
no niego que en el vigor
de la juventud se siente,
porque sé que lo mejor
es irse con la corriente.  20

Sé que en todas ocasiones
anda la fiera Beatriz
a arañazos y empellones
con su consorte infeliz.
Ella asegura, falaz,  25
que viven en sana paz,
mas su conyugal amor
mi labio jamás desmiente,
porque sé que lo mejor
es irse con la corriente.  30

Tiene la linda Teresa
un pariente general,
que le paga casa y mesa
y hasta palco en el Real.
La lleva de día y noche  35
a su lado o en su coche,
y no dudo del amor
de tan singular pariente,
porque sé que lo mejor
es irse con la corriente.  40

Cuanto me dicen repito,
callan todos y soy mudo,
gritan los demás y grito,
estornudan y estornudo,
lo que otro cree, eso creo,  45
pasean y yo paseo;
y haga frío, haga calor,
yo voy donde va la gente,
porque sé que lo mejor
es irse con la corriente.57  50





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