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Expulsión y exilio de los jesuitas de los dominios de Carlos III

Los efectos de la expulsión

Padre Isla (1703-1781)Los efectos del extrañamiento de la Compañía de Jesús deben medirse desde una perspectiva cualitativa más que desde un punto de vista cuantitativo. Y no sólo en el campo eclesiástico, sino también en el cultural o el económico.

Las cifras de expulsos fueron modestas. El cálculo del padre Luengo arroja unas cifras de 2.746 jesuitas. Contando los de Ultramar, el número total rondaría los 5.500-6.000. No obstante, el ruido que causó la expulsión fue ensordecedor. Los números contrastan con la magnitud de la organización. No sólo estaba en juego el número de jesuitas, sino que se trataba del tema de la seguridad del Estado, el progreso de las reformas, el tema de la educación en España. En el campo de la espiritualidad la expulsión supuso el fin de la influencia poderosa de los jesuitas sobre las conciencias (sobre la familia real, sobre la nobleza -las clases acomodadas se favorecían de la facilidad vital que ofrecía el laxismo moral que proponía la concepción jesuita, contraria al rigorismo que propugnaban otras órdenes, como la franciscana o la dominica-, y sobre el pueblo -por medio de los ejercicios espirituales).

En el campo de la educación, se privó de profesores a más de un centenar de colegios. Se creó un vacío pedagógico difícil de solucionar a corto plazo, con severas consecuencias. No obstante, la rápida reacción del gobierno evitó que éstas fueran terribles. Convocó oposiciones a las cátedras y a las plazas de gramática, dotándolas con los bienes confiscados a los jesuitas. Además, una cláusula impedía que los nuevos «beneficiados» fueran eclesiásticos, lo que contribuyó al proceso de laicización de la educación. A nivel universitario se acabó con la «escuela jesuítica», hecho deseado por las otras corrientes. Asimismo, se prohibió por ley que las universidades impartieran teología suarista, según el maestro Suárez; así creían que se terminaba con la infructuosa disputa teológica de escuelas. Se impuso una teología positiva y una moral de corte rigorista, dura y férrea. La Ilustración española manifestó así su componente regeneracionista (buscaba las fuentes del cambio en la España del Siglo de Oro, en Vives, Quevedo, Erasmo). Es posible que se produjera una pérdida en el nivel cultural por la sustitución del sistema y también en la enseñanza de las Humanidades. Pero no parece que existiera una gran nostalgia por la pérdida de los jesuitas. El área de la investigación también lo sintió muy notablemente, tanto en el campo de las Humanidades (Isla, Luengo) como en el de las Ciencias. España no podía permitirse el lujo de desprenderse de tales figuras.

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