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Novela de la Illustre1 fregona

Miguel de Cervantes Saavedra





  -fol. 158v-     —267→  

En Burgos, ciudad illustre2 y famosa, no ha muchos años que en ella viuian dos caualleros principales y ricos: el vno se llamaua don Diego de Carriazo, y el otro don Iuan de Auendaño3. El don Diego tuuo vn hijo, a quien llamó de su mismo nombre, y el don Iuan otro, a quien puso don Tomas de Auendaño. A estos dos caualleros moços, como quien han de ser las principales personas deste cuento, por escusar y ahorrar letras, les llamaremos con solos los nombres de Carriazo y de Auendaño.

Treze años, o poco mas, tendria Carriazo, quando, lleuado de vna inclinacion picaresca, sin forçarle a ello algun mal tratamiento que sus padres le hiziessen, solo por su gusto y antojo se desgarró, como dizen los muchachos, de casa de sus padres, y se fue por esse   -fol. 159r-   mundo adelante, tan contento de la vida libre, que, en la mitad de las incomodidades y miserias que trae consigo, no echaua menos la abundancia de la casa de su padre, ni el andar a pie le cansaua, ni el frio le ofendia, ni el calor le enfadaua.   —268→   Para el todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera. Tambien dormia en paruas, como en colchones; con tanto gusto se soterraua en vn pajar de vn meson, como si se acostara entre dos sabanas de olanda. Finalmente, el salio tan bien con el assumpto de picaro, que pudiera leer cathedra4 en la facultad al famoso de5 Alfarache6.

En tres años que tardó en parecer y boluer a su casa, aprendio a jugar a la taba en Madrid, y al rentoy en las ventillas de Toledo, y a pressa y pinta, en pie, en las barbacanas de Seuilla7. Pero con serle anejo a este genero de vida la miseria y estrecheza, mostraua Carriazo ser vn8 principe en sus cosas; a tiro de escopeta, en mil señales descubria ser bien nacido, porque era generoso y bien partido9 con sus camaradas. Visitaua pocas vezes las hermitas de Baco; y aunque beuia vino, era tan poco, que nunca pudo entrar en el numero de los que llaman desgraciados, que con alguna cosa que beuan demasiada, luego se les pone el rostro como si se le huuiessen xaluegado con bermellon y10 almagre. En fin, en Carriazo vio el mundo vn picaro virtuoso, limpio, bien criado, y mas que medianamente discreto. Passó por todos los grados de picaro, hasta que se graduó de maestro en las almadrauas de Zahara11, donde es el finibusterrae de la picaresca. ¡O picaros de   —269→   cozina, suzios, gordos y luzios; pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodouer y de la plaça de Madrid, vistosos12 oracioneros, esportilleros de Seuilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterua inumerable13 que se encierra debaxo deste nombre picaro, baxad el toldo, amaynad el brio, no os llameys picaros si no aueys cursado dos14 cursos en   -fol. 159v-   la academia de la pesca de los atunes! ¡Alli, alli, que esta en su centro el trabajo, junto con la poltroneria! Alli esta la suziedad limpia, la gordura rolliza, la hambre prompta15, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momentos, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bayles como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estriuos, la poesia sin acciones16. Aqui se canta, alli se reniega, aculla se riñe, aca se juega, y por todo se hurta. Alli campea la libertad y luze el trabajo; alli van o embian muchos padres principales a buscar a sus hijos, y los hallan; y tanto sienten sacarlos de aquella vida, como si los lleuaran a dar la muerte.

Pero toda esta dulçura que he pintado, tiene vn amargo azibar que la amarga, y es no poder dormir sueño seguro, sin el temor de que en vn instante los trasladan de17 Zahara a Berberia. Por esto las noches se recogen a vnas torres de la marina, y tienen sus atajadores y centinelas,   —270→   en confiança de cuyos ojos cierran ellos los suyos, puesto que tal vez ha sucedido que centinelas y atajadores, picaros mayorales, barcos y redes, con toda la turbamulta que alli se ocupa, han anochezido en España y amanecido en Tetuan.

Pero no fue parte este temor para que nuestro Carriazo dexasse de acudir alli tres veranos a darse buen tiempo. El vltimo verano le dixo tan bien18 la suerte, que ganó a los naypes cerca de setecientos reales, con los quales quiso vestirse y boluerse a Burgos y a los ojos de su madre, que auian derramado por el muchas lagrimas. Despidiose de sus amigos, que los tenia muchos y muy buenos. Prometioles que el verano siguiente seria con ellos, si enfermedad o muerte no lo estoruasse. Dexó con ellos la mitad de su alma, y todos sus desseos entregó a aquellas secas arenas, que a el le parecian mas frescas y verdes que los campos   -fol. 160r-   Eliseos; y por estar ya acostumbrado de caminar a pie, tomó el camino en la mano, y sobre dos alpargates se llegó desde Zahara hasta19 Valladolid, cantando Tres anades, madre20.

Estuuose21 alli quinze dias para reformar la color del rostro, sacandola de mulata a flamenca, y para trastejarse y sacarse del borrador de picaro y ponerse en limpio de cauallero. Todo esto hizo segun y como le dieron comodidad   —271→   quinientos reales con que llegó a Valladolid, y aun dellos reseruó ciento para alquilar vna mula y vn moço con que se presentó a sus padres, honrado y contento. Ellos le recibieron con mucha alegria, y todos sus amigos y parientes vinieron a darles22 el parabien de la buena venida del señor don Diego de Carriazo, su hijo. Es de aduertir que, en su peregrinacion, don Diego mudó el nombre de Carriazo en el de Vrdiales, y con este nombre se hizo llamar de los que el suyo no sabian.

Entre los que vinieron a ver el rezien llegado, fueron don Iuan de Auendaño y su hijo don Tomas, con quien Carriazo, por ser ambos de vna misma edad, y vezinos, trauó y confirmó vna amistad estrechissima. Conto Carriazo a sus padres y a todos mil magnificas y luengas mentiras de cosas que le auian sucedido en los tres años de su ausencia. Pero nunca tocó, ni por pienso, en las almadrauas, puesto que en ellas tenia de contino puesta la imaginacion, especialmente quando vio que se llegaua el tiempo donde auia prometido a sus amigos la buelta; ni le entretenia la caça en que su padre le ocupaua, ni los muchos, honestos y gustosos combites que en aquella ciudad se vsan, le dauan gusto; todo passatiempo le cansaua, y a todos los mayores que se le ofrecian, anteponia el que23 auia recebido en las almadrauas.

Auendaño, su amigo, viendole muchas vezes   —272→   melancolico e imaginatiuo, fiado en su amistad, se atreuio a preguntarle   -fol. 160v-   la causa y se obligó a remediarla, si pudiesse y fuesse menester, con su sangre misma. No quiso Carriazo tenersela encubierta, por no hazer agrauio a la grande amistad que professauan; y assi le conto punto por punto la vida de la xauega24; y como todas sus tristezas y pensamientos nacian del desseo que tenia de boluer a ella, pintosela de modo, que Auendaño, quando le acabó de oyr, antes alabó que vituperó su gusto. En fin, el de la platica fue disponer Carriazo la voluntad de Auendaño de manera, que determinó de yrse con el a gozar vn verano de aquella felicissima vida que le auia descrito, de lo qual quedó sobre modo contento Carriazo, por parecerle que auia ganado vn testigo de abono, que calificasse su baxa determinacion. Trazaron ansimismo25 de juntar todo el dinero que pudiessen; y el mejor modo que hallaron fue que de alli a dos meses auia de yr Auendaño a Salamanca, donde por su gusto tres años auia estado estudiando las lenguas griega y latina, y su padre queria que passasse adelante y estudiasse la facultad que el quisiesse, y que, del dinero que le diesse, auria para lo que desseauan.

En este tiempo, propuso Carriazo a su padre que tenia voluntad de yrse con Auendaño a estudiar a Salamanca. Vino su padre con tanto gusto en ello que, hablando al de Auendaño, ordenaron de ponerles juntos casa en Salamanca,   —273→   con todos los requisitos que pedian26 ser hijos suyos. Llegose el tiempo de la partida; proueyeronles de dineros, y27 embiaron con ellos vn ayo que los gouernasse, que tenia mas de hombre de bien que de discreto. Los padres dieron documentos a sus hijos de lo que auian de hazer, y de como se auian de gouernar, para salir aprouechados en la virtud y en las ciencias, que es el fruto que todo estudiante deue pretender sacar de sus trab[a]jos y vigilias, principalmente los bien nacidos.

Mostraronse los28 hijos humildes y obedientes; lloraron   -fol. 161r-   las madres; recibieron la29 bendicion de todos; pusieronse en camino con mulas propias y con dos criados de casa, amen del ayo, que se auia dexado crecer la barba, porque diesse autoridad a su cargo.

En llegando a la ciudad de Valladolid, dixeron al ayo que querian estarse en aquel lugar dos dias, para verle, porque nunca le auian visto ni estado en el.

Reprehendiolos mucho el ayo seuera y asperamente la estada, diziendoles que los que yuan a estudiar con tanta priessa como ellos, no se auian de detener vna hora a mirar niñerias, quanto mas dos dias, y que el formaria escrupulo si los dexaua detener vn solo punto, y que se partiessen luego, y si no, que sobre esso, morena30. Hasta aqui se estendia la habilidad   —274→   del señor ayo o mayordomo, como mas nos diere gusto31 llamarle.

Los mancebitos, que tenian ya hecho su agosto y su vendimia, pues auian ya robado quatrocientos escudos de oro, que lleuaua su mayor, dixeron que solo los dexasse aquel dia, en el qual querian yr a ver la fuente de Argales, que la començauan a conduzir a la ciudad por grandes y espaciosos aqueductos.

En efeto, aunque con dolor de su anima, les dio licencia, porque el quisiera escusar el gasto de aquella noche y hazerle en Valdeastillas, y repartir las diez y ocho leguas que ay desde Valdeastillas32 a Salamanca en dos dias, y no las veynte y dos que ay desde Valladolid. Pero como vno piensa el bayo y otro el que le ensilla, todo le sucedio al reues de lo que el quisiera.

Los mancebos, con solo vn criado, y a cauallo en dos muy buenas y caseras mulas, salieron a ver la fuente de Argales, famosa por su antiguedad y sus aguas, a despecho del caño Dorado, y de la reuerenda Priora, con paz sea dicho de Leganitos y de la estremadissima fuente Castellana, en cuya competencia pueden callar Corpa y la Pizarra   -fol. 161v-   de la Mancha33. Llegaron a Argales, y quando creyo el criado que sacaua Auendaño de las bolsas del cogin alguna cosa con que beuer, vio que sacó vna carta cerrada, diziendole que luego al punto boluiesse a la ciudad y se la diesse a su ayo, y que, en dandosela, les esperasse en la puerta del Campo.

  —275→  

Obedecio el criado, tomó la carta, boluio a la ciudad, y ellos boluieron las riendas, y aquella noche durmieron en Mojados34, y de alli a dos dias en Madrid, y en otros quatro se vendieron las mulas en publica plaça, y huuo quien les fiasse por seys escudos de prometido, y aun quien les diesse el dinero en oro por sus cabales. Vistieronse a lo payo, con capotillos de dos haldas35, çahones o çaraguelles, y36 medias de paño pardo.

Ropero huuo, que por la mañana les compró sus vestidos, y a la noche los auia mudado de manera, que no los conociera la propia37 madre que los auia parido.

Puestos, pues, a la ligera, y del modo que Auendaño quiso y supo, se pusieron en camino de Toledo ad pedem literae, y sin espadas, que tambien el ropero, aunque no atañia a su menester, se las auia comprado.

Dexemoslos yr por aora, pues van contentos y alegres, y boluamos a contar lo que el ayo hizo quando abrio la carta que el criado le lleuó, y halló que dezia desta manera: «V. m. sera seruido, señor Pedro Alonso, de tener paciencia y dar la buelta a Burgos, donde dira a nuestros padres que auiendo nosotros sus hijos con madura consideracion considerado quan mas propias son de los caualleros las armas que las letras, auemos determinado de trocar a Salamanca38 por Bruselas, y a España por Flandes;   —276→   los quatrocientos escudos lleuamos, las mulas pensamos vender. Nuestra hidalga intencion y el largo camino, es bastante disculpa de nuestro yerro, aunque nadie le juzgará por tal, si no es cobarde. Nuestra partida es aora; la buelta sera quando Dios fuere seruido, el qual guarde a vuessa merced como puede y estos sus menores discipulos   -fol. 162r-   desseamos. De la39 fuente de Argales, puesto ya el pie en el estriuo para caminar a Flandes. Carriazo y Auendaño

Quedo Pedro Alonso suspenso en leyendo la epistola, y acudio presto a su balixa, y el hallarla bazia, le acabó de confirmar la verdad de la carta, y luego al punto, en la mula que le auia quedado, se partio a Burgos a dar las nueuas a sus amos con toda presteza, porque con ella pusiessen remedio y diessen traza de alcançar a sus hijos; pero destas cosas no dize nada el autor desta nouela, porque assi como dexó puesto a cauallo a Pedro Alonso, boluio a contar de lo que les sucedio a Auendaño y a Carriazo a la entrada de Illescas, diziendo que, al entrar de la puerta de la villa, encontraron dos moços de mulas, al parecer andaluzes, en calçones de lienço anchos, jubones acuchillados de angeo, sus coletos de ante, dagas de ganchos y espadas sin tiros; al parecer el vno venia de Seuilla y el otro yua a ella; el que yua, estaua diziendo al otro: «Si no fueran mis amos tan adelante, todavia me detuuiera algo mas a preguntarte mil cosas que desseo saber,   —277→   porque me has marauillado mucho con lo que has contado de que el conde ha ahorcado a Alonso Genis y a Ribera, sin querer otorgarles40 la apelacion»41.

«¡O pecador de mi!», replicó42 el seuillano, «armoles el conde çancadilla y cogiolos debaxo de su jurisdicion, que eran soldados, y por contrabando se aprouechó dellos, sin que la Audiencia se los pudiesse quitar. Sabete, amigo, que tiene vn Berzebu en el cuerpo este conde de Puñonrostro, que nos mete los dedos de su puño43 en el alma; barrida esta Seuilla y diez leguas a la redonda de xacaros; no para ladron en sus contornos; todos le temen como al fuego, aunque ya se suena que dexará presto el cargo de Assistente, porque no tiene condicion para verse a cada paso en dimes ni diretes con los señores de la Audiencia.»

«Viuan ellos mil años», dixo el que yua a Seuilla, «que son padres de los miserables y amparo   -fol. 162v-   de los desdichados; ¡quantos pobretes estan mascando barro, no mas de por la colera de vn juez absoluto, de vn corregidor, o mal informado, o bien apassionado! Mas veen muchos ojos que dos; no se apodera tan presto el veneno de la injusticia de muchos coraçones, como se apodera de vno solo»44.

«Predicador te has buelto», dixo el de Seuilla, «y segun lleuas la retahila, no acabarás tan presto, y yo no te puedo aguardar; y esta noche   —278→   no vayas a posar donde sueles, sino en la posada del Seuillano, porque veras en ella la mas hermosa fregona que se sabe; Marinilla, la de la venta Tejada45, es asco en su comparacion; no te digo mas, sino que ay fama que el hijo del corregidor beue los vientos por ella; vno dessos mis amos que alla van, jura que al boluer que buelua al Andaluzia, se ha de estar dos meses en Toledo y en la misma posada, solo por hartarse de mirarla. Ya le dexo yo en señal vn pellizco, y me lleuo en contracambio vn gran torniscon; es dura como vn marmol y çahareña como villana de Sayago, y aspera como vna hortiga; pero tiene vna cara de Pasqua y vn rostro de buen año; en vna mexilla tiene el sol y en la otra la luna: la vna es hecha de rosas y la otra de claueles, y en entrambas ay tambien açuzenas y jazmines; no te digo mas, sino que la veas46, y veras que no te he dicho nada, segun lo que te pudiera dezir, acerca de su hermosura. En las dos mulas ruzias que sabes que tengo mias, la dotara de buena gana, si me la quisieran dar por muger; pero yo se que no me la daran, que es joya para vn arcipreste o para vn conde. Y otra vez torno a dezir que alla lo veras, y a Dios, que me mudo.»

Con esto se despidieron los dos moços de mulas, cuya platica y conuersacion dexó mudos a los dos amigos que escuchado la auian, especialmente Auendaño, en quien la simple relacion que el moço de mulas auia hecho de la   —279→   hermosura de la fregona, desperto en el   -fol. 163r-   vn intenso desseo de verla. Tambien le desperto en Carriazo, pero no de manera que no desseasse mas llegar a sus almadrauas, que detenerse a ver las piramides de Egypto, o otra de las siete marauillas, o todas juntas.

En repetir las palabras de los moços, y en remedar y contrahazer el modo y los ademanes con que las dezian, entretuuieron el camino hasta Toledo, y luego, siendo la guia Carriazo, que ya otra vez auia estado en aquella ciudad, baxando por la sangre de Christo, dieron con la posada del Seuillano47; pero no se atreuieron a pedirla alli, porque su trage no lo pedia. Era ya anochezido, y aunque Carriazo importunaua a Auendaño que fuessen a otra parte a buscar posada, no le48 pudo quitar de la puerta de la del Seuillano, esperando si acaso parecia la tan celebrada fregona.

Entrauase la noche, y la fregona no salia; desesperauase Carriazo, y Auendaño se estaua quedo, el qual, por salir con su intencion, con escusa de preguntar por vnos caualleros de Burgos que yuan a la ciudad de Seuilla, se entró hasta el patio de la posada, y apenas huuo entrado, quando de vna sala, que en el patio estaua, vio salir vna moça, al parecer de quinze años, poco mas o menos, vestida como labradora, con vna vela encendida en vn candelero. No puso Auendaño los ojos en el vestido y trage de la moça, sino en su rostro, que le parecia   —280→   ver en el los que suelen pintar de los angeles; quedó suspenso y atonito de su hermosura, y no acerto a preguntarle nada; tal era su suspension y embelesamiento.

La moça, viendo aquel hombre delante de si, le dixo: «¿Que busca, hermano?, ¿es por ventura criado de alguno de los huespedes de casa?»

«No soy criado de ninguno, sino vuestro», respondio Auendaño, todo lleno de turbacion y sobresalto.

La moça, que de aquel modo se vio responder, dixo: «Vaya, hermano, norabuena,   -fol. 163v-   que las que seruimos no hemos menester criados», y llamando a su señor, le dixo: «Mire, señor, lo que busca este mancebo.»

Salio su amo, y preguntole que buscaua.

El respondio que a vnos caualleros de Burgos que yuan a Seuilla, vno de los quales era su señor, el qual le auia embiado delante por Alcala de Henares, donde auia de hazer vn negocio que les importaua, y que junto con esto le mandó que se viniesse a Toledo y le esperasse en la posada del Seuillano, donde vendria a apearse, y que pensaua que llegaria aquella noche o otro dia a mas tardar.

Tan buen color dio Auendaño a su mentira, que a la cuenta del huesped passó por verdad, pues le dixo: «Quedese, amigo, en la posada, que aqui podra esperar a su señor hasta que venga.»

«Muchas mercedes, señor huesped», respondio Auendaño, «y mande vuessa merced que   —281→   se me de vn aposento para mi y vn compañero que viene conmigo, que esta alli fuera, que dineros traemos para pagarlo tan bien49como otro.»

«En buen ora», respondio el huesped, y boluiendose a la moça, dixo: «Costanzica50, di a Arguello que lleue a estos galanes al aposento del rincon, y que les eche sabanas limpias.»

«Si hare, señor», respondio Costança, que assi se llamaua la donzella, y haziendo vna reuerencia a su amo, se les quitó51 delante, cuya ausencia fue para Auendaño lo que suele ser al caminante ponerse el sol y sobreuenir la noche lobrega y escura.

Con todo esto, salio a dar cuenta a Carriazo de lo que auia visto y de lo que dexaua negociado. El qual, por mil señales, conocio como su amigo venia herido de la amorosa pestilencia, pero no le quiso dezir nada por entonces, hasta ver si lo merecia la causa de quien nacian las extraordinarias alabanças y grandes hiperboles con que la belleza de Costança sobre los mismos cielos leuantaua52.

Entraron, en fin, en la posada, y la Arguello, que era vna muger de hasta quarenta y   -fol. 164r-   cinco años, superintendente de las camas y adereço de los aposentos, los lleuó a vno, que ni era de caualleros, ni de criados, sino de gente que podia hazer medio entre los dos estremos.

  —282→  

Pidieron de cenar; respondioles Arguello que en aquella posada no dauan de comer a nadie, puesto que guisauan y adereçauan lo que los huespedes traian de fuera comprado; pero que bodegones y casas de estado auia cerca, donde sin escrupulo de conciencia podian yr a cenar lo que quisiessen53.

Tomaron los dos el consejo de Arguello, y dieron con sus cuerpos en vn bodego, donde Carriazo cenó lo que le dieron y Auendaño lo que con el lleuaua, que fueron pensamientos e imaginaciones. Lo poco o nada que Auendaño comia, admiraua mucho a Carriazo.

Por enterarse del todo de los pensamientos de su amigo, al boluerse a la posada, le dixo: «Conuiene que mañana madruguemos, porque antes que entre la calor estemos ya en Orgaz.»

«No estoy en esso», respondio Auendaño, «porque pienso, antes que desta ciudad me parta, ver lo que dizen que ay famoso en ella, como es el sagrario, el artificio de Iuanelo, las vistillas de san Agustin, la huerta del Rey y la Vega»54.

«Norabuena», respondio Carriazo; «esso en dos dias se podra ver.»

«En verdad que lo he de tomar de espacio55, que no vamos a Roma a alcançar alguna vacante.»

«Ta, ta», replicó Carriazo, «a mi me maten, amigo, si no estays vos con mas desseo de quedaros en Toledo, que de seguir nuestra començada romeria.»

  —283→  

«Assi es la verdad», respondio Auendaño, «y tan impossible sera apartarme de ver el rostro desta donzella, como no es possible yr al cielo sin buenas obras.»

«¡Gallardo encarecimiento», dixo Carriazo56, «y determinacion digna de vn tan generoso pecho como el vuestro! ¡Bien quadra vn don Tomas de Auendaño, hijo de don Iuan de Auendaño57, cauallero, lo que es bueno; rico, lo que basta; moço, lo que   -fol. 164v-   alegra; discreto, lo que admira, con enamorado y perdido por vna fregona que sirue en el meson del Seuillano!»

«Lo mismo me parece a mi que es», respondio Auendaño, «considerar vn don Diego de Carriazo, hijo del mismo cauallero, del habito de Alcantara, el padre, y el hijo a pique de heredarle con su mayorazgo, no menos gentil en el cuerpo que en el animo, y con todos estos generosos atributos, verle enamorado ¿de quien si pensays?, ¿de la reyna Ginebra?, no por cierto, sino de la almadraua de Zahara, que es mas fea, a lo que creo, que vn miedo de santo58 Anton»59.

«Pata es la trauiessa, amigo», respondio Carriazo; «por los filos que te heri me has muerto; quedese aqui nuestra pendencia, y vamonos a dormir, y60 amanecera Dios y medraremos.»

«Mira, Carriazo, hasta aora61 no has visto a Costança; en viendola, te doy licencia para que   —284→   me digas todas las injurias o reprehensiones que quisieres.»

«Ya se yo en que ha de parar esto», dixo Carriazo.

«¿En que?», replicó Auendaño.

«En que yo me yre con mi almadraua, y tu te quedarás con tu fregona», dixo Carriazo.

«No sere yo tan venturoso», dixo Auendaño.

«Ni yo tan necio», respondio Carriazo, «que por seguir tu mal gusto dexe de conseguir el bueno62 mio.»

En estas platicas llegaron a la posada, y aun se les passó en otras semejantes la mitad de la noche. Y auiendo dormido, a su parecer, poco mas de vna hora, los desperto el son de muchas chirimias que en la calle sonauan.

Sentaronse en la cama y estuuieron atentos, y dixo Carriazo: «Apostaré que es ya de dia, y que deue de hazerse alguna fiesta en vn monasterio de nuestra Señora del Carmen63 que esta aqui cerca, y por esso tocan estas chirimias.»

«No es esso», respondio Auendaño, «porque no ha tanto que dormimos que pueda ser ya de dia.»

Estando en esto, sintieron llamar a la puerta de su aposento, y preguntando quien llamaua, respondieron de fuera diziendo: «Mancebos,   -fol. 165r-   si quereys oyr vna braua64 musica, leuantaos y assomaos a vna reja que sale a la calle, que   —285→   esta en aquella sala frontera, que no ay nadie en ella»65.

Leuantaronse los dos, y, quando abrieron, no hallaron persona, ni supieron quien les auia dado el auiso; mas porque oyeron el son de vna harpa, creyeron ser verdad la musica, y assi en camisa, como se hallaron, se fueron a la sala66 donde ya estauan otros tres o quatro huespedes puestos a las rejas67; hallaron lugar, y de alli a poco, al son de la harpa y de vna vihuela, con marauillosa voz, oyeron cantar este soneto, que no se le passó de la memoria a Auendaño:


    Raro humilde sujeto, que leuantas
a tan excelsa cumbre la belleza,
que en ella se excedio naturaleza
a si misma, y al cielo la adelantas:
   Si hablas, o si ries, o si cantas,
si muestras mansedumbre o aspereza
(efeto solo de tu gentileza),
las potencias del alma nos encantas.
   Para que pueda ser mas conocida
la sin par hermosura que contienes,
y la alta honestidad de que blasonas,
   dexa el seruir, pues deues68 ser seruida
de quantos veen sus manos y sus sienes
resplandecer por cetros y coronas.

No fue menester que nadie les dixesse a los dos que aquella musica se daua por Costança, pues bien claro lo auia descubierto el soneto, que sono de tal manera en los oydos de Auendaño,   —286→   que diera por bien empleado, por no auerle oydo, auer nacido sordo y estarlo todos los dias de la vida que le quedaua, a causa que desde aquel   -fol. 165v-   punto la començo a tener tan mala, como quien se halló traspassado el coraçon de la rigurosa lança de los zelos; y era lo peor que no sabia de quien deuia o podia tenerlos.

Pero presto le sacó deste cuydado vno de los que a la reja estauan, diziendo: «¡Que tan simple sea este hijo del corregidor, que se ande dando musicas a vna fregona!; verdad es que ella es de las mas hermosas muchachas que yo he visto, y he visto muchas69, mas no por esto auia de solicitarla con tanta publicidad.»

A lo qual añadio otro de los de la reja: «Pues, en verdad, que he oydo yo dezir por cosa muy cierta70, que assi haze ella cuenta del, como si no fuesse nadie; apostaré que se esta ella agora durmiendo a sueño suelto detras de la cama de su ama, donde dizen que duerme, sin acordarsele71 de musicas ni72 canciones.»

«Assi es la verdad», replicó el otro, «porque es la mas honesta donzella que se sabe, y es marauilla que, con estar en esta casa de tanto trafago, y donde ay cada dia gente nueua, y andar por todos los aposentos, no se sabe della el menor desman del mundo.»

Con esto que oyo Auendaño, tornó a reuiuir y a cobrar aliento para poder escuchar otras   —287→   muchas cosas, que al son de diuersos instrumentos los musicos cantaron, todas encaminadas a Costança, la qual, como dixo el huesped, se estaua durmiendo, sin ningun cuydado.

Por venir el dia, se fueron los musicos, despidiendose con las chirimias.

Auendaño y Carriazo se boluieron a su aposento, donde durmio el que pudo hasta la mañana, la qual venida, se leuantaron los dos, entrambos con desseo de ver a Costança; pero el desseo del vno era desseo curioso, y el del otro desseo enamorado. Pero a entrambos se los cumplio Costança, saliendo de la sala de su amo, tan hermosa, que a los dos les parecio que todas quantas alabanças le auia dado el moço de mulas, eran cortas y de ningun encarecimiento. Su vestido era vna saya   -fol. 166r-   y corpiños de paño verde, con vnos ribetes del mismo paño. Los corpiños eran baxos, pero la camisa alta, plegado el cuello, con vn cabeçon labrado de seda negra, puesta vna gargantilla de estrellas de azabache, sobre vn pedaço de vna73 coluna de alabastro, que no era menos blanca su garganta; ceñida con vn cordon de san Francisco, y de vna cinta pendiente al lado derecho, vn gran manojo de llaues; no traia chinelas, sino çapatos de dos suelas colorados74, con vnas calças, que no se le parecian sino quanto por vn perfil mostrauan tambien ser coloradas. Traia trançados los cabellos con vnas cintas blancas   —288→   de hiladillo, pero tan largo el trançado, que por las espaldas le passaua de la cintura; el color salia de castaño y tocaua en rubio, pero al parecer tan limpio, tan ygual y tan peynado, que ninguno, aunque fuera de hebras de oro, se le pudiera comparar. Pendianle de las orejas dos calabazillas de vidrio, que parecian perlas; los mismos cabellos le seruian de garbin y de tocas.

Quando salio de la sala, se persignó y santiguó, y con mucha deuocion y sossiego hizo vna profunda reuerencia a vna imagen de nuestra Señora, que en vna de las paredes del patio estaua colgada; y alçando los ojos, vio a los dos, que mirandola estauan, y apenas los huuo visto, quando se retiró, y boluio a entrar en la sala, desde la qual dio vozes a Arguello que se leuantasse.

Resta aora por dezir que es75 lo que le parecio a Carriazo de la hermosura de Costança; que de lo que le parecio a Auendaño, ya esta dicho quando la vio la vez primera; no digo mas, sino que a Carriazo le parecio tan bien76 como a su compañero; pero enamorole mucho menos, y tan menos, que quisiera no anochezer en la posada, sino partirse luego para sus almadrauas.

En esto, a las vozes de Costança, salio a los corredores la Arguello, con otras dos mozetonas, tambien criadas de casa,   -fol. 166v-   de quien se dize que eran gallegas, y el auer tantas, lo requeria   —289→   la mucha gente que acude a la posada del Seuillano, que es vna de las mejores y mas frequentadas que ay en Toledo. Acudieron tambien los moços de los huespedes a pedir cebada; salio el huesped de casa a darsela, maldiziendo a sus moças, que por ellas se le auia ydo vn moço que la solia dar, con muy buena cuenta y razon, sin que le huuiesse hecho menos, a su parecer, vn solo grano.

Auendaño que oyo esto, dixo: «No se fatigue, señor huesped; deme el libro de la cuenta, que, los dias que huuiere de estar aqui, yo la tendre tan buena en dar la cebada y paja que pidieren, que no eche77 menos al moço que dize que se le ha ydo.»

«En verdad que os lo agradezca, mancebo», respondio el huesped, «porque yo no puedo atender a esto, que tengo otras muchas cosas a que acudir fuera de casa. Baxad, daros he el libro, y mirad que estos moços de mulas son el mismo diablo, y hazen trampantojos vn celemin de cebada, con menos conciencia que si fuesse de paja.»

Baxó al patio Auendaño, y entregose en el libro, y començo a despachar celemines como agua, y a assentarlos por tan buena orden, que el huesped, que lo estaua mirando, quedó contento, y tanto, que dixo: «Pluguiesse a Dios que vuestro amo no viniesse, y que a vos os diesse gana de quedaros en casa, que a fe que otro gallo os cantasse, porque el moço   —290→   que se me fue, vino a mi casa aura ocho meses roto y flaco, y aora lleua dos pares de vestidos muy buenos, y va gordo como vna nutria. Porque quiero que sepays, hijo, que en esta casa ay muchos prouechos, amen de los salarios.»

«Si yo me quedasse», replicó Auendaño, «no repararia mucho en la ganancia, que con qualquiera cosa me contentaria, a trueco de estar en esta ciudad, que me dizen que es la mejor de España.»

«A lo menos», respondio el huesped, «es de las78 mejores y mas abundantes que ay   -fol. 167r-   en ella; mas otra cosa nos falta aora, que es buscar quien vaya por agua al rio, que tambien se me fue otro moço que, con vn asno que tengo famoso, me tenia rebosando las tinajas y hecha vn lago de agua la casa. Y vna de las causas porque los moços de mulas se huelgan de traer sus amos a mi posada, es por la abundancia de agua que hallan siempre en ella, porque no lleuan su ganado al rio, sino dentro de casa beuen las caualgaduras en grandes barreños.»

Todo esto estaua oyendo Carriazo, el qual, viendo que ya Auendaño estaua acomodado y con oficio en casa, no quiso el quedarse a buenas noches, y mas que consideró el gran gusto que haria a Auendaño si le seguia el humor; y assi dixo al huesped: «Venga el79 asno, señor huesped, que tambien sabre yo cinchalle y cargalle80,   —291→   como sabe mi compañero assentar en el libro su mercancia.»

«Si», dixo Auendaño, «mi compañero Lope Asturiano seruira de traer agua como vn principe, y yo le fio.»

La Arguello, que estaua atenta desde el corredor a todas estas platicas, oyendo dezir a Auendaño que el fiaua a81 su compañero, dixo: «Digame, gentilhombre, y ¿quien le ha de fiar a el, que, en verdad, que me parece que mas necessidad tiene de ser fiado que de ser fiador?»

«Calla, Arguello», dixo el huesped, «no te metas donde no te llaman; yo los fio a entrambos, y, por vida de vosotras, que no tengays dares ni tomares con los moços de casa, que por vosotras se me van todos.»

«Pues que», dixo otra moça, «¿ya se quedan en casa estos mancebos?, para mi santiguada, que, si yo fuera camino con ellos, que nunca les fiara la bota.»

«Dexese de chocarrerias, señora gallega», respondio el huesped, «y haga su hazienda y no se entremeta con los moços, que la molere a palos.»

«Por cierto, sí», replicó la gallega, «¡mirad que joyas para codiciallas!; pues en verdad que no me ha hallado el señor mi amo tan juguetona con los moços de casa ni de fuera, para   -fol. 167v-   tenerme en la mala piñon82 que me tiene;   —292→   ellos son vellacos, y se van quando se les antoja, sin que nosotras les demos ocasion alguna. ¡Bonica gente es ella, por cierto, para tener necessidad de apetites que les inciten a dar vn madrugon83 a sus amos quando menos se percatan!»

«Mucho hablays, gallega hermana», respondio su amo; punto en boca, y atended a lo que teneys a vuestro cargo.»

Ya en esto tenia Carriazo enjaezado el asno, y, subiendo en el de vn brinco, se encaminó al rio, dexando a Auendaño muy alegre de auer visto su gallarda resolucion. He aqui tenemos ya -en buena hora se cuente- a Auendaño hecho moço del84 meson, con nombre de Tomas Pedro, que assi dixo que se llamaua, y a Carriazo con el de Lope Asturiano, hecho aguador, transformaciones dignas de anteponerse a las del narigudo poeta85.

A malas penas acabó de entender la Arguello que los dos se quedauan en casa, quando hizo designio sobre el Asturiano y le marcó por suyo, determinandose a regalarle de suerte que, aunque el fuesse86 de condicion esquiua y retirada, le boluiesse mas blando que vn guante.

El mismo discurso hizo la gallega melindrosa sobre Auendaño, y como las dos, por trato y conuersacion, y por dormir juntas, fuessen grandes amigas, al punto declaró la vna a la otra su determinacion amorosa, y desde aquella noche determinaron de dar principio a la conquista   —293→   de sus dos desapassionados amantes; pero lo primero que aduirtieron fue en que les auian de pedir que no las auian de pedir zelos por cosas que las viessen hazer de sus personas; porque mal pueden regalar las moças a los de dentro, si no hazen tributarios a los de fuera de casa.

«Callad, hermanos», dezian ellas, como si los tuuieran presentes y fueran ya sus verdaderos mancebos o amancebados, «callad y tapaos los ojos, y dexad tocar el pandero a quien sabe, y que guie la dança quien   -fol. 168r-   la entiende, y no aura par de canonigos en esta ciudad mas regalados que vosotros lo sereys destas tributarias vuestras.»

Estas y otras razones desta sustancia y jaez dixeron la gallega y la Arguello; y en tanto caminaua nuestro buen Lope Asturiano la buelta del rio por la cuesta del Carmen, puestos los pensamientos en sus almadrauas y en la subita mutacion de su estado. O ya fuesse por esto, o porque la suerte assi lo ordenasse, en vn paso estrecho, al baxar de la cuesta, encontro con vn asno de vn aguador que subia cargado, y como el descendia y su asno era gallardo, bien dispuesto y poco trabajado, tal encuentro dio al cansado y flaco que subia, que dio con el en el suelo, y, por auerse quebrado los cantaros, se derramó tambien el agua, por cuya desgracia el aguador antiguo, despechado y lleno de colera, arremetio al aguador moderno, que aun se estaua cauallero, y, antes que se desemboluiesse   —294→   y apeado87, le auia pegado y assentado vna dozena de palos, tales, que no le supieron bien al Asturiano.

Apeose, en fin, pero con tan malas entrañas, que arremetio a su enemigo y, assiendole con ambas manos por la garganta, dio con el en el suelo, y tal golpe dio88 con la cabeça sobre vna piedra, que se la abrio por dos partes, saliendo tanta sangre, que penso que le auia muerto.

Otros muchos aguadores que alli venian, como vieron a su compañero tan mal parado, arremetieron a Lope y tuuieronle assido fuertemente, gritando: «¡Iusticia, justicia, que este aguador ha muerto a vn hombre!», y a buelta destas razones y gritos, le molian a moxicones y a palos; otros acudieron al caydo, y vieron que tenia hendida la cabeça y que casi estaua espirando.

Subieron las vozes de boca en boca por la cuesta arriba, y en la plaça del Carmen dieron en los oydos de vn alguazil, el qual, con dos corchetes, con mas ligereza que si bolara, se puso en el lugar de la pendencia, a tiempo   -fol. 168v-   que ya el herido estaua atrauesado sobre su asno, y el de Lope assido, y Lope rodeado de mas de veynte aguadores que no le dexauan rodear, antes le brumauan las costillas de manera, que mas se pudiera temer de su vida que de la del herido, segun menudeauan sobre el los puños   —295→   y las varas aquellos vengadores de la agena injuria.

Llegó el alguazil, apartó la gente, entregó a sus corchetes al Asturiano, y, antecogiendo a su asno y al herido sobre el suyo, dio con ellos en la carcel, acompañado de tanta gente, y de89 tantos muchachos que le seguian, que apenas podian hender por las calles.

Al rumor de la gente, salio Tomas Pedro y su amo a la puerta de casa, a ver de que procedia tanta grita, y descubrieron a Lope entre los90 dos corchetes, lleno de sangre el rostro y la boca; miró luego por su asno el huesped, y viole en poder de otro corchete que ya se les auia juntado. Preguntó la causa de aquellas prisiones; fuele respondida la verdad del sucesso; pesole por su asno, temiendo que le auia [de perder], o a lo menos hazer91 mas costas por cobrarle que el valia. Tomas Pedro siguio a su compañero, sin que le dexassen llegar a hablarle vna palabra; tanta era la gente que lo impedia, y el recato de los corchetes y del alguazil que le lleuaua. Finalmente, no le dexó hasta verle poner en la carcel y en vn calaboço con dos pares de grillos, y al herido en la enfermeria, donde se halló a verle curar, y vio que la herida era peligrosa y mucho, y lo mismo dixo el cirujano.

El alguazil se lleuó a su casa los dos asnos,   —296→   y mas cinco reales de a ocho que los corchetes auian quitado a Lope. Boluiose a la posada lleno de confussion y de tristeza; halló al que ya tenia por amo con no menos pesadumbre que el traia, a quien dixo de la manera que que daua su compañero, y del peligro de muerte en que estaua el herido, y del sucesso de su asno. Dixole mas, que a su desgracia se le auia añadido   -fol. 169r-   otra de no menor fastidio, y era que vn grande amigo de su señor le auia encontrado en el camino, y le auia dicho que su señor, por yr muy de priessa y ahorrar dos leguas de camino, desde Madrid auia passado por la barca de Azeca92, y que aquella noche dormia en Orgaz, y que le auia dado doze escudos que le diesse, con orden de que se93 fuesse a Seuilla, donde le esperaua.

«Pero no puede ser assi», añadio Tomas, pues no sera razon que yo dexe a mi amigo y camarada en la carcel y en tanto peligro; mi amo me podra perdonar por aora, quanto mas que el es tan bueno y honrado, que dara por bien qualquier94 falta que le hiziere, a trueco que no la haga a mi camarada.»

«Vuessa merced, señor amo, me la haga de tomar este dinero, y acudir a este negocio; y en tanto que esto se gasta, yo escriuire a mi señor lo que passa, y se que me embiará dineros que basten a sacarnos de qualquier peligro.»

  —297→  

Abrio los ojos de vn palmo el huesped, alegre de ver que en parte yua saneando la perdida de su asno. Tomó el dinero y consolo a Tomas, diziendole que el tenia personas en Toledo de tal calidad, que valian mucho con la justicia, especialmente vna señora monja, parienta del corregidor, que le mandaua con el pie; y que vna lauandera del monasterio de la tal monja, tenia vna hija, que era grandissima amiga de vna hermana de vn frayle, muy familiar y conocido del confessor de la dicha monja, la qual lauandera lauaua la ropa en casa, «y como esta pida a su hija, que si pedira, hable a la hermana del frayle que hable a su hermano, que hable al confessor, y el confessor95 a la monja, y la monja guste de dar vn villete, que sera cosa facil, para el corregidor, donde le pida encarecidamente mire por el negocio de Tomas, sin duda alguna se podra esperar buen sucesso. Y esto ha de ser con tal, que el aguador no muera, y con que no falte vnguento   -fol. 169v-   para vntar a todos los ministros de la justicia, porque, si no estan vntados, gruñen mas que carretas de bueyes.»

En gracia le cayo a Tomas los ofrecimientos del fauor que su amo le auia hecho, y los infinitos y rebueltos arcaduzes por donde le auia deriuado; y aunque conocio que antes lo auia dicho de socarron que de inocente, con todo esso le agradecio su buen animo, y le entregó el dinero, con promessa que no faltaria mucho   —298→   mas, segun el tenia la confiança en su señor, como ya le auia dicho.

La Arguello, que vio atrayllado a96 su nueuo cuyo, acudio luego a la carcel a lleuarle de comer, mas no se le dexaron ver, de que ella boluio muy sentida y mal contenta, pero no por esto disistio de su buen proposito. En resolucion, dentro de quinze dias estuuo fuera de peligro el herido, y a los veynte declaró el cirujano que estaua del todo sano; y ya en este tiempo auia dado traza Tomas como le viniessen cinquenta escudos de Seuilla, y sacandolos el de su seno, se los entregó al huesped con cartas y cedula fingida de su amo; y como al huesped le yua poco en aueriguar la verdad de aquella correspondencia, cogia el dinero, que por ser en escudos de oro le alegraua mucho. Por seys ducados se apartó de la querella el herido; en diez y en el asno y97 las costas sentenciaron al Asturiano; salio de la carcel, pero no quiso boluer a estar con su compañero, dandole por disculpa que, en los dias que auia estado preso, le auia visitado la Arguello y requeridole de amores, cosa para el de tanta molestia y enfado, que antes se dexara ahorcar, que corresponder con el desseo de tan mala hembra; que lo que pensaua hazer era, ya que el estaua determinado de seguir y passar adelante con su proposito, comprar vn asno, y vsar el oficio de aguador en tanto que estuuiessen98   —299→   en Toledo, que con aquella cubierta no seria juzgado ni preso por vagamundo99; y que, con sola vna carga de agua, se podia andar todo el   -fol. 170r-   dia por la ciudad a sus anchuras, mirando bobas.

«Antes mirarás hermosas que bobas en esta ciudad, que tiene fama de tener las mas discretas mugeres de España100, y que andan a vna su discrecion con su hermosura; y si no miralo por Costanzica, de cuyas sobras de belleza puede enriquezer, no solo a las hermosas desta ciudad, sino a las de todo el mundo.»

«Paso, señor Tomas», replicó Lope, «vamonos poquito a poquito en esto de las alabanças de la señora fregona, si no quiere que, como le tengo por loco, le tenga por herege.»

«¿Fregona has llamado a Costança, hermano Lope?», respondio Tomas, «Dios te lo perdone y te trayga a verdadero conocimiento de tu yerro.»

«¿Pues no es fregona?», replicó el Asturiano.

«Hasta aora le101 tengo por ver fregar el primer plato.»

«No importa», dixo Lope, «no auerle visto fregar el primer plato, si le has visto fregar el segundo, y aun el centesimo.»

«Yo te digo, hermano», replicó Tomas, «que ella no friega, ni entiende en otra cosa, que en102 su labor, y en ser guarda de la plata labrada que ay en casa, que es mucha.»

  —300→  

«Pues ¿como la llaman por toda la ciudad», dixo Lope, «la fregona illustre103, si es que no friega?; mas sin duda deue de ser que, como friega104 plata, y no loza, la dan nombre de illustre105. Pero dexando esto a parte, dime, Tomas, ¿en que estado estan tus esperanças?»

«En el de perdicion», respondio Tomas, «porque en todos estos dias que has estado preso, nunca la he podido hablar vna palabra, y a muchas que los huespedes le dizen, con ninguna otra cosa responde que con baxar los ojos y no desplegar los labios; tal es su honestidad y su recato, que no menos enamora con su recogimiento, que con su hermosura. Lo que me trae alcançado de paciencia, es saber que el hijo del corregidor, que es moço brioso y algo atreuido, muere por ella, y la solicita con musicas, que pocas noches se passan sin darsela, y tan al descubierto, que en lo que   -fol. 170v-   cantan la nombran, la alaban y la solenizan. Pero ella no las oye, ni desde que anocheze hasta la mañana no sale del aposento de su ama, escudo que no dexa que me passe el coraçon la dura saeta de los zelos.»

«Pues ¿que piensas hazer con el impossible que se te ofreze en la conquista desta Porcia, desta Minerua y desta nueua Penelope, que en figura de donzella y de fregona te enamora, te acobarda y te desuanece?»

«Haz la burla que de mi quisieres, amigo   —301→   Lope, que yo se que estoy enamorado del mas hermoso rostro que pudo formar naturaleza, y de la mas incomparable honestidad que aora se puede vsar en el mundo. Costança se llama, y no Porcia, Minerua o Penelope; en vn meson sirue, que no lo puedo negar; pero ¿que puedo yo hazer, si me parece que el destino, con oculta fuerça, me inclina, y la eleccion con claro discurso me mueue a que la adore?»

«Mira, amigo, no se como te diga», prosiguio Tomas, «de la manera con que amor el baxo sujeto desta fregona, que tu llamas, me le encumbra y leuanta tan alto, que viendole no le vea, y conociendole le desconozca. No es possible, que, aunque lo procuro, pueda vn breue termino contemplar, si assi se puede dezir, en la baxeza de su estado; porque luego acuden a borrarme este pensamiento su belleza, su donayre, su sossiego, su honestidad y recogimiento, y me dan a entender que debaxo de aquella rustica corteza deue de estar encerrada y escondida alguna mina de gran valor y de merecimiento grande. Finalmente, sea lo que se fuere, yo la quiero bien, y no con aquel amor vulgar con que a otras he querido, sino con amor tan limpio, que no se estiende a mas que a seruir y a procurar que ella me quiera, pagandome con honesta voluntad lo que a la mia, tambien honesta, se deue.»

A este punto dio vna gran voz el Asturiano, y como exclamando dixo: «¡O amor platonico!,   —302→   ¡o fregona illustre!106 ¡o felicissimos tiempos los nuestros,   -fol. 171r-   donde vemos que la belleza enamora sin malicia, la honestidad enciende sin que abrase, el donayre da gusto sin que incite, y la baxeza del estado humilde obliga y fuerça a que le suban sobre la rueda de la que llaman fortuna! ¡O pobres atunes mios, que os passays este año sin ser visitados deste tan enamorado y aficionado vuestro!, pero el que viene, yo hare la enmienda de manera, que no se quexen de mi los mayorales de las mis desseadas almadrauas.»

A esto dixo Tomas: «Ya veo, Asturiano, quan al descubierto te burlas de mi; lo que podias hazer, es yrte norabuena a tu pesqueria, que yo me quedaré en mi caza107, y aqui me hallarás a la buelta; si quisieres lleuarte contigo el dinero que te toca, luego te lo dare, y ve en paz, y cada vno siga la senda por donde su destino le guiare.»

«Por mas discreto te tenia», replicó Lope, «y tu, ¿no vees que lo que digo es burlando? Pero ya que se que tu hablas de veras, de veras te seruire en todo aquello que fuere de tu gusto. Vna cosa sola te pido, en recompensa de las muchas que pienso hazer en tu seruicio, y es que no me pongas en ocasion de que la Arguello me requiebre ni solicite; porque antes rompere con tu amistad, que ponerme a peligro de tener la suya. ¡Viue Dios, amigo, que habla mas   —303→   que vn relator, y que le huele el aliento a rasuras desde vna legua; todos los dientes de arriba son postizos, y tengo para mi que los cabellos son cabellera, y, para adobar y suplir estas faltas, despues que me descubrio su mal pensamiento, ha dado en afeytarse con aluayalde, y assi se xaluega el rostro, que no parece sino mascaron de yeso puro!»

«Todo esso es verdad», replicó Tomas, «y no es tan mala la gallega que a mi me martiriza; lo que se podra hazer, es que esta noche sola estes en la posada, y mañana comprarás el asno que dizes y buscarás donde estar, y assi huyras los encuentros de Arguello [y yo quedaré]   -fol. 171v-   sugeto108 a los de la gallega y a los irreparables de los rayos de la vista de109 mi Costança.»

En esto se conuinieron los dos amigos y se fueron a la posada, adonde de la Arguello fue con muestras de mucho amor recebido el Asturiano. Aquella noche huuo vn bayle a la puerta de la posada, de muchos moços de mulas que en ella y en las conuezinas auia. El que tocó la guitarra fue el Asturiano; las bayladoras, amen de las dos gallegas y de la Arguello, fueron otras tres moças de otra posada; juntaronse muchos emboçados, con mas desseo de ver a Costança que el bayle; pero ella no parecio ni salio a verle, con que dexó burlados muchos desseos. De tal manera tocaua la guitarra Lope, que dezian que la hazia hablar.

  —304→  

Pidieronle las moças, y con mas ahinco la Arguello, que cantasse algun romance; el dixo que, como ellas le baylassen al modo como se canta y bayla en las comedias, que le cantaria, y que para que no lo errassen, que hiziessen todo aquello que el dixesse cantando, y no otra cosa. Auia entre los moços de mulas baylarines, y entre las moças ni mas ni menos. Mondó el pecho Lope escupiendo dos vezes, en el qual tiempo penso lo que diria, y como era de presto, facil y lindo ingenio, con vna felizissima corriente, de improuiso començo a cantar desta manera:


   Salga la hermosa Arguello,
moça vna vez y no mas,
y, haziendo vna reuerencia,
de dos pasos hazia tras.
   De la mano la arrebate
el que llaman Barrabas,
andaluz moço de mulas,
canonigo del Compas.
   De las dos moças gallegas
-fol. 172r-
que en esta posada estan,
salga la mas carigorda
en cuerpo y sin debantal;
   engarrafela Torote,
y todos quatro, a la par,
con mudanças y meneos,
den principio a vn contrapas.

Todo lo que yua cantando el Asturiano, hizieron al pie de la letra ellos y ellas; mas quando llegó a dezir que diessen principio a vn contrapas, respondio Barrabas, que assi le llamauan110   —305→   por mal nombre al111 baylarin moço de mulas: «Hermano musico, mire lo que canta, y no moteje a nayde de mal vestido; porque aqui no ay nayde con trapos, y cada vno se viste como Dios le ayuda.»

El huesped, que oyo la ignorancia del moço, le dixo: «Hermano moço, contrapas es vn bayle estrangero, y no motejo de mal vestidos.»

«Si esso es», replicó el moço, «no ay para que nos metan en dibuxos; toquen sus çarabandas, chaconas y folias al vso, y escudillen como quisieren, que aqui ay presonas112 que les sabran llenar las medidas hasta el gollete.»

El Asturiano, sin replicar palabra, prosiguio su canto, diziendo:


    Entren, pues, todas las ninfas
y los ninfos que han de entrar,
que el bayle de la chacona
es mas ancho que la mar;
   requieran las castañetas
y baxense a refregar
las manos por essa arena
o tierra del muladar.
   Todos lo han hecho muy bien,
no tengo que les rectar113,
-fol. 172v-
santiguense y den al diablo
dos higas de su higueral.
    Escupan al hideputa114
porque nos dexe holgar,
puesto que de la chacona
nunca se suele apartar.
—306→
    Cambio el son, diuina Arguello,
mas bella que vn hospital,
pues eres mi nueua musa,
tu fauor me quieras dar.
   El bayle de la chacona
encierra la vida bona.
   Hallase alli el exercicio
que la salud acomoda,
sacudiendo de los miembros
a la pereza poltrona.
   Bulle la risa en el pecho
de quien bayla y de quien toca,
del que mira y del que escucha
bayle y musica sonora.
   Vierten açogue los pies,
derritese la persona,
y con gusto de sus dueños
las mulillas115 se descorchan.
   El brio y la ligereza
en los viejos se remoça,
y en los mancebos se ensalça
y sobre modo se entona.
   Que el bayle de la chacona
encierra la vida bona.
    ¡Que de vezes ha intentado
aquesta noble señora,
con la alegre çarabanda,
el pesame y perra mora116,
-fol. 173r-
   entrarse por los resquicios
de las casas religiosas
a inquietar la honestidad
que en las santas celdas mora!
   ¡Quantas fue vituperada
de los mismos que la adoran,
porque imagina el lasciuo
y al que es necio se le antoja,
   que el bayle de la chacona
encierra la vida bona!
   Esta indiana amulatada,
—307→
de quien la fama pregona
que ha hecho mas sacrilegios
e insultos que hizo Aroba117;
    esta, a quien es tributaria
la turba de las fregonas,
la caterba de los pages
y de lacayos las tropas,
   dize, jura y no rebienta,
que, a pesar de la persona
del soberuio çambapalo,
ella es la flor de la olla,
   y que sola la chacona
encierra la vida bona.

En tanto que Lope cantaua, se hazian rajas baylando la turbamulta de los mulantes y fregatrizes del bayle, que llegauan a doze, y en tanto que Lope se acomodaua a passar adelante, cantando otras cosas de mas tomo, sustancia y consideracion de las cantadas, vno de los muchos emboçados que el bayle mirauan, dixo, sin quitarse el emboço118: «¡Calla, borracho; calla, cuero; calla, odrina, poeta de viejo, musico falso!»

Tras esto acudieron otros, diziendole tantas injurias y muecas, que Lope tuuo por bien de callar; pero los moços de mulas lo tuuieron tan   -fol. 173v-   mal, que si no fuera por el huesped, que con buenas razones los sossego, alli fuera la de Maçagatos119, y aun con todo esso no dexaran de menear las manos, si a aquel instante no llegara la justicia y los hiziera recoger a todos.

Apenas se auian retirado, quando llegó a los oydos de todos los que en el barrio despiertos   —308→   estauan, vna voz de vn hombre, que sentado sobre vna piedra, frontero de la posada del Seuillano, cantaua con tan marauillosa y suaue armonia, que los dexó suspensos, y les obligó a que le escuchassen hasta el fin. Pero el que mas atento estuuo, fue Tomas Pedro, como aquel a quien mas le tocaua, no solo el oyr la musica, sino entender la letra, que para el no fue oyr canciones, sino cartas de excomunion, que le acongoxauan120 el alma, porque lo que el musico cantó, fue este romance:


    ¿Donde estas, que no pareces,
esfera de la hermosura,
belleza a la vida humana,
de diuina compostura;
   cielo impireo, donde amor
tiene su estancia segura,
primer moble, que arrebata
tras si todas las venturas;
   lugar cristalino, donde
transparentes aguas puras
enfrian de amor las llamas,
las acrecientan y apuran;
   nueuo hermoso firmamento,
donde dos estrellas juntas,
sin tomar la luz prestada,
al cielo y al suelo alumbran;
   alegria que se opone
a las tristezas confusas
-fol. 174r-
del padre que da a sus hijos
en su vientre sepultura;
   humildad que se resiste
de la alteza con que encumbran
el gran Ioue, a quien influye
su benignidad, que es mucha;
—309→
   red inuisible y sutil,
que pone en prisiones duras
al adultero guerrero,
que de las batallas triunfa;
   quarto cielo, y sol segundo,
que el primero dexa a escuras,
quando a caso dexa verse,
que el verle es caso y ventura;
   graue embaxador, que hablas
con tan estraña cordura,
que persuades callando
aun mas de lo que procuras?
   Del segundo cielo tienes
no mas que la hermosura,
y del primero no mas
que el resplandor de la luna.
   Esta esfera soys, Costança,
puesta, por corta fortuna,
en lugar, que por indigno,
vuestras venturas deslumbra.
   Fabricad vos vuestra suerte,
consintiendo se reduzga
la entereza a trato al vso,
la esquiuidad a blandura.
   Con esto vereys, señora,
que embidian vuestra fortuna
las soberuias por linage,
las grandes por hermosura.
-fol. 174v-
   Si quereys ahorrar camino,
la mas rica y la mas pura
voluntad en mi os ofrezco,
que vio amor en alma alguna.

El acabar estos vltimos versos, y el llegar bolando dos medios ladrillos, fue todo vno, que si, como dieron junto a los pies del musico, le dieran en mitad de la cabeça, con facilidad le sacaran de los cascos la musica y la poesia.   —310→   Assombrose el pobre, y dio a correr por aquella cuesta arriba con tanta priessa, que no le alcançara vn galgo, infelize estado de los musicos, murciegalos y lechuzos, siempre sujetos a semejantes lluuias y desmanes.

A todos los que escuchado auian la voz del apedreado, les parecio bien, pero a quien mejor fue a Tomas Pedro, que admiró la voz y el romance; mas quisiera el que de otra que Costança naciera la ocasion de tantas musicas, puesto que a sus oydos jamas llegó ninguna.

Contrario deste parecer fue Barrabas, el moço de mulas, que tambien estuuo atento a la musica, porque, assi como vio huyr al musico, dixo: «Alla yras, mentecato, trobador de Iudas, que pulgas te coman los ojos, y ¿quien diablos te enseñó a cantar a vna fregona cosas de esferas y de cielos, llamandola lunes y martes, y121 de ruedas de fortuna? Dixerasla, noramala para ti y para quien le huuiere, parecido bien tu troba, que es tiesa como vn esparrago, entonada como vn plumage, blanca como vna leche, honesta como vn frayle nouicio, melindrosa y çahareña como vna mula de alquiler, y mas dura que vn pedaço de argamasa, que, como esto le dixeras, ella lo entendiera y se holgara; pero llamarla embaxador, y red, y moble, y alteza, y baxeza, mas es para dezirlo a vn niño de la122 dotrina, que a vna fregona. Verdaderamente   —311→   que ay poetas en el mundo que escriuen trobas que   -fol. 175r-   no ay diablo que las entienda; yo a lo menos, aunque soy Barrabas, estas que ha cantado este musico, de ninguna manera las entreuo, miren que hara Costanzica; pero ella lo haze mejor, que se esta en su cama haziendo burla del mismo Preste Iuan de las Indias123. Este musico, a lo menos, no es de los del hijo del corregidor, que aquellos son muchos, y vna vez que otra se dexan entender; pero este, ¡boto a tal, que me dexa mohino!»

Todos los que escucharon a Barrabas, recibieron gran gusto y tuuieron su censura y parecer por muy acertado. Con esto se acostaron todos, y apenas estaua sossegada la gente, quando sintio Lope que llamauan a la puerta de su aposento muy paso, y preguntando quien llamaua, fuele respondido con voz baxa: «La Arguello y la gallega somos; abrannos, que mos morimos de frio.»

«Pues en verdad», respondio Lope, «que estamos en la mitad de los caniculares.»

«Dexate de gracias, Lope», replicó la gallega, «leuantate y abre, que venimos hechas vnas archiduquessas.»

«¿Archiduquessas, y a tal hora?», respondio Lope; «no creo en ellas, antes entiendo que soys bruxas, o vnas grandissimas bellacas; ydos de ahi luego, si no, ¡por vida de... hago juramento que, si me leuanto, que con los hierros de mi pretina os tengo de poner las posaderas como vnas amapolas!»

  —312→  

Ellas, que se vieron responder tan acerbamente y tan fuera de aquello que primero se imaginaron, temieron la furia del Asturiano y, defraudadas sus esperanças y borrados sus designios, se boluieron tristes y malauenturadas a sus lechos, aunque, antes de apartarse de la puerta, dixo la Arguello, poniendo los hozicos por el agujero de la llaue: «No es la miel para la boca124 del asno»; y con esto, como si huuiera dicho vna gran sentencia y tomado vna justa vengança, se boluio, como se ha dicho, a su triste cama.

Lope, que sintio que se auian buelto, dixo a Tomas Pedro, que estaua despierto: «Mirad,   -fol. 175v-   Tomas, ponedme vos a pelear con dos gigantes, y en ocasion que me sea forçoso desquixarar por vuestro seruicio media dozena o vna de leones, que yo lo hare con mas facilidad que beuer vna taza de vino; pero que me pongays en necessidad que me tome a braço partido con la Arguello, no lo consentire si me assaetean. ¡Mirad que donzellas de Dinamarca125 nos auia ofrecido la suerte esta noche! Aora bien, amanecera Dios y medraremos.»

«Ya te he dicho, amigo», respondio Tomas, «que puedes hazer tu gusto, o ya en yrte a tu romeria, o ya en comprar el asno y hazerte aguador, como tienes determinado.»

«En lo de126 ser aguador me afirmo», respondio Lope, «y durmamos lo poco que queda hasta venir el dia, que tengo esta cabeça mayor que   —313→   vna cuba, y no estoy para ponerme aora127 a departir contigo.»

Durmieronse, vino el dia, leuantaronse, y acudio Tomas a dar cebada, y Lope se fue al mercado de las bestias, que es alli junto128, a comprar vn asno que fuesse tal como bueno. Sucedio, pues, que Tomas, lleuado de sus pensamientos y de la comodidad que le daua la soledad de las siestas, auia compuesto en algunas vnos versos amorosos, y escritolos en el mismo libro do tenia la cuenta de la cebada, con intencion de sacarlos aparte en limpio y romper o borrar aquellas hojas. Pero antes que esto hiziesse, estando el fuera de casa y auiendose dexado el libro sobre el caxon de la cebada, le tomó su amo y, abriendole para ver como estaua la cuenta, dio con los versos que, leydos, le turbaron y sobresaltaron. Fuese con ellos a su muger, y, antes que se los leyesse, llamó a Costança, y con grandes encarecimientos, mezclados con amenazas, le dixo le dixesse si Tomas Pedro, el moço de la cebada, le auia dicho algun requiebro o alguna palabra descompuesta, o que diesse indicio de tenerla aficion.

Costança juró que la primera palabra, en aquella o en otra materia   -fol. 176r-   alguna, estaua aun por hablarla, y que jamas, ni aun con los ojos, le auia dado muestras de pensamiento malo alguno.

Creyeronla sus amos, por estar acostumbrados   —314→   a oyrla siempre dezir verdad en todo quanto le preguntauan. Dixeronla que se fuesse de alli, y el huesped dixo a su muger: «No se que me diga desto. Aureys de saber, señora, que Tomas tiene escritas en este libro de la cebada vnas coplas, que me ponen mala espina que esta enamorado de Costanzica.»

«Veamos las coplas», respondio la muger, «que yo os dire lo que en esso deue de auer.»

«Assi sera, sin duda alguna», replicó su marido, «que, como soys poeta, luego dareys en su sentido.»

«No soy poeta», respondio la muger, «pero ya sabeys vos que tengo buen entendimiento, y que se rezar en latin las quatro oraciones»129.

«Mejor hariades de rezallas en romance, que ya os dixo vuestro tio el clerigo que deziades mil gazafatones quando rezauades en latin, y que no rezauades nada.»

«Essa flecha, de la aljaua130 - 131de su sobrina ha salido, que esta embidiosa de verme tomar las Horas de latin en la mano y yrme por ellas como por viña vendimiada.»

«Sea como vos quisieredes», respondio el huesped; «estad atenta, que las coplas son estas:



    ¿Quien de amor venturas halla?
       El que calla.
¿Quien triunfa de su aspereza?
       La firmeza.
¿Quien da alcance a su alegria?
       La porfia.
—315→
   Desse modo, bien podria
esperar dichosa palma,
si en esta empressa mi alma
calla, esta firme y porfia.

    ¿Con quien se sustenta amor?
-fol. 176v-
       Con fauor.
¿Y con que mengua su furia?
       Con la injuria.
¿Antes con desdenes crece?
       Desfalleze.
    Claro en esto se parece
que mi amor sera inmortal,
pues la causa de mi mal
ni injuria ni fauorece.

    Quien desespera, ¿que espera?
       Muerte entera.
Pues ¿que muerte el mal remedia?
       La que es media.
¿Luego bien sera morir?
       Mejor sufrir.
    Porque se suele dezir,
y esta verdad se reciba,
que tras la tormenta esquiua
suele la calma venir.

   ¿Descubrire mi passion?
      En ocasion.
¿Y si jamas se me da?132.
       Si hara.
Llegara la muerte en tanto.
      Llegue a tanto
   tu limpia fe y esperança,
que, en133 sabiendolo Costança,
conuierta en risa tu llanto.»

  —316→  

«¿Ay mas?», dixo la huespeda.

«No», respondio el marido, «pero, ¿que os parece destos versos?»

«Lo primero», dixo ella, «es menester aueriguar si son de Tomas.»

«En esso no ay que poner duda», replicó el marido, «porque la letra de la cuenta de la cebada y la de las coplas toda es vna,   -fol. 177r-   sin que se pueda negar.»

«Mirad, marido», dixo la huespeda, «a lo que yo veo, puesto que las coplas nombran a Costanzica, por donde se puede pensar que se hizieron para ella, no por esso lo auemos de afirmar nosotros por verdad, como si se los134 - 135 vieramos escriuir, quanto mas que otras Costanças que la nuestra ay en el mundo; pero ya que sea por esta, ahi no le dize nada que la deshonre, ni la pide cosa que le136 importe. Estemos a la mira, y auisemos a la muchacha, que si el esta enamorado della, a buen seguro que el haga mas coplas, y que procure darselas.»

«¿No seria mejor», dixo el marido, «quitarnos dessos cuydados y echarle de casa?»

«Esso», respondio la huespeda, «en vuestra mano esta; pero en verdad que, segun vos dezis, el moço sirue de manera, que seria conciencia el despedille137 por tan liuiana ocasion.»

«Aora bien», dixo el marido, «estaremos alerta,   —317→   como vos dezis, y el tiempo nos dira lo que auemos de hazer.»

Quedaron en esto, y tornó a poner el huesped el libro donde le auia hallado.

Boluio Tomas ansioso a buscar su libro, hallole, y porque no le diesse otro sobresalto, trasladó las coplas y rasgó aquellas hojas, y propuso de auenturarse a descubrir su desseo a Costança en la primera ocasion que se le ofreciesse. Pero como ella andaua siempre sobre los estriuos de su honestidad y recato, a ninguno daua lugar de miralla, quanto mas de ponerse a platicas con ella; y como auia tanta gente, y tantos ojos de ordinario en la posada, aumentaua mas la dificultad de hablarla138, de que se desesperaua el pobre enamorado139.

Mas auiendo salido aquel dia Costança con vna toca ceñida por las mexillas, y dicho, a quien se lo preguntó que por que se la auia puesto, que tenia vn gran dolor de muelas, Tomas, a quien sus desseos auiuauan el entendimiento, en vn instante discurrio lo que seria bueno que hiziesse, y dixo: «Señora Costança, yo le dare vna oracion en escrito, que, a dos vezes que la reze, se le quitará como con la mano su dolor.»

«Norabuena», respondio   -fol. 177v-   Costança, «que yo la rezaré, porque se leer.»

«Ha de ser con condicion», dixo Tomas, «que no la ha de mostrar a nadie, porque la estimo   —318→   en mucho, y no sera bien que por saberla muchos se menosprecie.»

«Yo le prometo», dixo Costança, «Tomas, que no la de a nadie, y demela luego, porque me fatiga mucho el dolor.»

«Yo la trasladaré de la memoria», respondio Tomas, «y luego se la dare.»

Estas fueron las primeras razones que Tomas dixo a Costança, y Costança a Tomas, en todo el tiempo que auia que estaua en casa, que ya passauan de veynte y quatro dias.

Retirose Tomas, y escriuio la oracion, y tuuo lugar de darsela a Costança, sin que nadie lo viesse, y ella, con mucho gusto y mas deuocion, se entró en vn aposento a solas, y, abriendo el papel, vio que dezia desta manera:

«Señora de mi alma: yo soy vn cauallero, natural de Burgos; si alcanço de dias a mi padre, heredo vn mayorazgo de seys mil ducados de renta. A la fama de vuestra hermosura, que por muchas leguas se estiende, dexé mi patria, mudé vestido, y en el trage que me140 veys vive a seruir a vuestro141 dueño; si vos lo quisieredes ser mio, por los medios que mas a vuestra honestidad conuengan, mirad que prueuas quereys que haga para enteraros desta verdad; y enterada en ella, siendo gusto vuestro, sere vuestro esposo, y me tendre142 por el mas bien afortunado del mundo. Solo por aora143 os   —319→   pido144 que no echeys tan enamorados y limpios pensamientos como los mios en la calle; que si vuestro dueño los sabe, y no los cree, me condenará a destierro de vuestra presencia, que seria lo mismo que condenarme a muerte. Dexadme, señora, que os vea hasta que me creays, considerando que no merece el riguroso castigo de no veros el que no ha cometido otra culpa que adoraros; con los ojos podreys145 responderme, a hurto   -fol. 178r-   de los muchos que siempre os estan mirando, que ellos son tales, que ayrados matan, y piadosos resucitan.»

En tanto que Tomas entendio que Costança se auia ydo a leer su papel, le estuuo palpitando el coraçon, temiendo y esperando, o ya la sentencia de su muerte, o la restauracion de su vida.

Salio en esto Costança tan hermosa, aunque rebozada, que, si pudiera recebir aumento su hermosura con algun accidente, se pudiera juzgar que el sobresalto de auer visto en el papel de Tomas otra cosa tan lexos de la que pensaua, auia acrecentado su belleza. Salio con el papel entre las manos hecho menudas piezas, y dixo a Tomas, que apenas se podia tener en pie: «Hermano Tomas, esta tu oracion, mas parece hechizeria y embuste, que oracion santa, y assi yo no la quiero creer, ni vsar della, y por esso la he rasgado, porque no la vea nadie que sea mas credula que yo; aprende otras oraciones   —320→   mas faciles, porque esta sera impossible que te sea de prouecho.»

En diziendo esto, se entró con su ama, y Tomas quedó suspenso; pero algo consolado, viendo que en solo el pecho de Costança quedaua el secreto de su desseo, pareciendole que, pues no auia dado cuenta del a su amo, por lo menos no estaua en peligro de que le echassen de casa. Pareciole que, en el primero146 paso lo que auia dado en su pretension, auia atropellado por mil montes de inconuenientes, y que, en las cosas grandes y dudosas, la mayor dificultad esta en los principios.

En tanto que esto sucedio en la posada, andaua el Asturiano comprando el asno donde los vendian; y aunque halló muchos, ninguno le satisfizo, puesto que vn gitano anduuo muy solicito por encaxalle147 vno, que mas caminaua por el açogue que le auia echado en los oydos, que por ligereza suya; pero lo que contentaua con el paso, desagradaua con el cuerpo, que era muy pequeño, y no del grandor y talle que Lope queria, que le buscaua suficiente   -fol. 178v-   para lleuarle a el por añadidura, ora fuessen vazios, o148 llenos los cantaros.

Llegose a el en esto vn moço, y dixole al oydo: «Galan, si busca bestia comoda para el oficio de aguador, yo tengo vn asno aqui cerca en vn prado, que no [l]e149 ay mejor ni mayor en la   —321→   ciudad, y aconsejole que no compre bestia de gitanos, porque, aunque parezcan sanas y buenas, todas son falsas y llenas de dolamas; si quiere comprar la que le conuiene, vengase conmigo y calle la boca.»

Creyole el Asturiano, y dixole que guiase adonde estaua el asno que tanto encarecia.

Fueronse los dos mano a mano, como dizen, hasta que llegaron a la huerta del Rey, donde, a la sombra de vna azuda, hallaron muchos aguadores, cuyos asnos pacian en vn prado que alli cerca estaua150.

Mostro el vendedor su asno, tal que le hinchó el ojo al Asturiano, y de todos los que alli estauan fue alabado el asno de fuerte, de caminador, y comedor sobre manera.

Hizieron su concierto, y sin otra seguridad ni informacion, siendo corredores y medianeros los demas aguadores, dio diez y seys ducados por el asno, con todos los aderentes del oficio. Hizo la paga real en escudos de oro. Dieronle el parabien de la compra y de la entrada en el oficio, y certificaronle que auia comprado vn asno dichosissimo, porque el dueño que le dexaua, sin que se le mancasse ni matasse, auia ganado con el en menos tiempo de vn año, despues de auerse sustentado a el y al asno honradamente, dos pares de vestidos, y mas aquellos diez y seys ducados, con que pensaua boluer a su tierra, donde le tenian concertado vn casamiento con vna media parienta suya.

  —322→  

Amen de los corredores del asno, estauan otros quatro aguadores jugando a la primera, tendidos en el suelo, siruiendoles de bufete la tierra y de sobremesa sus capas.

Pusose el Asturiano a mirarlos, y vio que no jugauan como aguadores, sino como arcedianos, porque tenia   -fol. 179r-   de resto cada vno mas de cien reales en quartos y en plata.

Llegó vna mano de echar todos el resto, y si vno no diera partido a otro, el hiziera mesa gallega151. Finalmente, a los dos en aquel resto se les acabó el dinero, y se leuantaron.

Viendo lo qual el vendedor del asno, dixo que si huuiera quarto, que el jugara, porque era enemigo de jugar en tercio.

El Asturiano, que era de propiedad del açucar, que jamas gastó menestra, como dize el italiano152, dixo que el haria quarto. Sentaronse luego, anduuo la cosa de buena manera, y queriendo jugar antes el dinero que el tiempo, en poco rato perdio Lope seys escudos que tenia, y viendose sin blanca, dixo que si le querian jugar el asno, que el le153 jugaria. Acetaronle el embite, y hizo de resto vn quarto del asno, diziendo que por quartos queria jugarle. Dixole tan mal, que en quatro restos consecutiuamente perdio los quatro quartos del asno, y ganoselos el mismo que se le auia vendido, y leuantandose para boluerse a entregarse en el, dixo154 el Asturiano que aduirtiessen155   —323→   que el solamente auia jugado los quatro quartos del asno, pero la cola que se la diessen156, y se le lleuassen norabuena.

Causoles risa a todos la demanda de la cola, y huuo letrados que fueron de parecer que no tenia razon en lo que pedia, diziendo que, quando se vende vn carnero o otra res alguna, no se saca ni quita la cola, que con vno de los quartos traseros ha de yr forçosamente.

A lo qual replicó Lope que los carneros de Berberia157 ordinariamente tienen cinco quartos, y que el quinto es de la cola, y quando los tales carneros se quartean, tanto vale la cola como qualquier quarto, y que a lo de yr la cola junto con la res que se vende viua y no se quartea, que lo concedia; pero que la suya no fue vendida, sino jugada, y que nunca su intencion fue jugar la cola, y que al punto   -fol. 179v-   se la boluiessen luego, con todo lo a ella anejo y concerniente, que era desde la punta del celebro, contada158 la osamenta159 del espinazo, donde ella tomaua principio y decendia, hasta parar en los vltimos pelos della.

«Dadme vos», dixo vno, «que ello sea assi como dezis, y que os la den como la pedis, y sentaos junto a lo que del asno queda.»

«Pues assi es», replicó Lope, «venga mi cola, si no, por Dios que no me lleuen el asno, si bien viniessen por el quantos aguadores ay en el   —324→   mundo; y no piensen que, por ser tantos los que aqui estan, me han de hazer supercheria, porque soy yo vn hombre que me sabre llegar a otro hombre y meterle dos palmos de daga por las tripas, sin que sepa160 de quien, por donde o como le vino, y mas, que no quiero que me paguen la cola rata por cantidad, sino que quiero que me la den en ser y la corten del asno, como tengo dicho.»

Al ganancioso y a los demas les parecio no ser bien lleuar aquel negocio por fuerça, porque juzgaron ser de tal brio161 el Asturiano, que no consentiria que se la hiziessen, el qual, como estaua hecho al trato de las almadrauas, donde se exercita todo genero de rumbo y xacara y de extraordinarios juramentos y boatos, voleó alli el capelo, y empuñó vn puñal que debaxo del capotillo traia, y pusose en tal postura, que infundio temor y respecto162 en toda aquella aguadora compañia. Finalmente, vno dellos, que parecia de mas razon y discurso, los concerto en que se echasse la cola contra vn quarto del asno a vna quinola o a dos y passante163.

Fueron contentos, ganó la quinola Lope; picose el otro, echó el otro quarto, y a otras tres manos quedó sin asno. Quiso jugar el dinero; no queria Lope; pero tanto le porfiaron todos, que lo huuo de hazer, con que hizo el viage del desposado164 dexandole sin vn solo marauedi,   —325→   y fue tanta la pesadumbre que desto recibio el   -fol. 180r-   perdidoso, que se arrojó en el suelo y començo a darse de calabaçadas por la tierra.

Lope, como bien nacido, y como liberal y compassiuo, le leuantó y le boluio todo el dinero que le auia ganado y los diez y seys ducados del asno, y aun de los que el tenia repartio con los circunstantes, cuya estraña liberalidad pasmó a todos, y si fueran los tiempos y las ocasiones del Tamorlan165 - 166, le alçaran por rey de los aguadores.

Con grande acompañamiento boluio Lope a la ciudad, donde conto a Tomas lo sucedido, y Tomas assimismo le dio cuenta de sus buenos sucessos. No quedó taberna, ni bodegon, ni junta de picaros, donde no se supiesse el juego del asno, el esquite por la cola, y el brio y la liberalidad del Asturiano. Pero como la mala bestia del vulgo por la mayor parte es mala, maldita y maldiziente, no tomó de memoria la liberalidad, brio y buenas partes del gran Lope, sino solamente la cola, y assi, apenas huuo andado dos dias por la ciudad echando agua, quando se vio señalar de muchos con el dedo, que dezian: «Este es el aguador de la cola.»

Estuuieron los muchachos atentos, supieron el caso, y no auia assomado Lope por la entrada de qualquiera calle, quando por toda ella le gritauan, quien de aqui y quien de alli: «¡Asturiano, daca la cola; daca la cola, Asturiano!»

Lope, que se vio assaetear de tantas lenguas   —326→   y con tantas vozes, dio en callar, creyendo que en su mucho silencio se anegara167 tanta insolencia. Mas ni por essas, pues, mientras mas callaua, mas los muchachos gritauan, y assi prouo a mudar su paciencia en colera, y apeandose del asno, dio a palos tras los muchachos, que fue afinar el poluorin y ponerle fuego, y fue otro cortar las cabeças de la serpiente, pues en lugar de vna que quitaua, apaleando a168 algun muchacho, nacian en el mismo instante, no otras siete, sino setecientas169, que con mayor ahinco y menudeo le pedian la cola. Finalmente,   -fol. 180v-   tuuo por bien de retirarse a vna posada que auia tomado, fuera de la de su compañero, por huyr de la Arguello, y de estarse en ella hasta que la influencia de aquel mal planeta passasse, y se borrasse de la memoria de los muchachos aquella demanda mala de la cola que le pedian.

Seys dias se passaron sin que saliesse de casa si no era de noche, que yua a ver a Tomas y a preguntarle del estado en que se hallaua, el qual le conto que despues que auia dado el papel a Costança, nunca mas auia podido hablarla vna sola palabra, y que le parecia que andaua mas recatada que solia, puesto que vna vez tuuo lugar de llegar a hablarla, y, viendolo ella, le auia dicho antes que llegasse: «Tomas, no me duele nada, y assi, ni tengo necessidad   —327→   de tus palabras, ni de tus oraciones; contentate que no te acuso a la Inquisicion, y no te canses»; pero que estas razones las dixo sin mostrar ira en los ojos, ni otro desabrimiento que pudiera dar indicio de reguridad170 alguna.

Lope le conto a el la priessa que le dauan los muchachos pidiendole la cola, porque el auia pedido la de su asno, con que hizo el famoso esquite171.

Aconsejole Tomas que no saliesse de casa, a lo menos sobre el asno, y que si saliesse, fuesse por calles solas y apartadas, y que, quando esto no bastasse, bastaria dexar el oficio, vltimo remedio de poner fin a tan poco honesta demanda.

Preguntole Lope si auia acudido mas la gallega.

Tomas dixo que no; pero que no dexaua de sobornarle172 la voluntad con regalos y presentes de lo que hurtaua en la cozina a los huespedes.

Retirose con esto a su posada Lope, con determinacion de no salir della en otros seys dias, a lo menos con el asno. Las onze serian de la noche, quando de improuiso y, sin pensarlo, vieron entrar en la posada muchas varas de justicia, y al cabo el corregidor. Alborotose el huesped, y aun los huespedes, porque assi como los cometas, quando se muestran, siempre causan   —328→   temores de desgracias e infortunios, ni   -fol. 181r-   mas ni menos la justicia, quando de repente y de tropel se entra en vna casa, sobresalta y atemoriza hasta las conciencias no culpadas.

Entrose el corregidor en vna sala, y llamó al huesped de casa, el qual vino temblando a ver lo que el señor corregidor queria.

Y assi como le vio el corregidor, le preguntó con mucha grauedad: «¿Soys vos el huesped?»

«Si, señor», respondio el, «para lo que v. m. me quisiere mandar.»

Mandó el corregidor que saliessen de la sala todos los que en ella estauan, y que le dexassen solo con el huesped.

Hizieronlo assi, y quedandose solos, dixo el corregidor al huesped: «Huesped, ¿que gente de seruicio teneys en esta vuestra posada?»

«Señor», respondio el, «tengo dos moças gallegas, y vna ama, y vn moço, que tiene cuenta con dar la cebada y paja.»

«¿No mas?», replicó el corregidor.

«No señor», respondio el huesped.

«Pues dezidme, huesped», dixo el corregidor, «¿donde esta vna muchacha, que dizen que sirue en esta casa, tan hermosa que por toda la ciudad la llaman la illustre173 fregona? Y aun me han llegado a dezir, que mi hijo don Periquito174 es su enamorado, y que no ay noche que no le da musicas.»

«Señor», respondio el huesped, «essa fregona   —329→   illustre175 que dizen, es verdad que esta en esta casa; pero ni es mi criada, ni dexa de serlo.»

«No entiendo lo que dezis, huesped, en esso de ser y no ser vuestra criada la fregona.»

«Yo he dicho bien», añadio el huesped, «y si v. m. me da licencia, le dire lo que ay en esto, lo qual jamas he dicho a persona alguna.»

«Primero quiero ver a la fregona, que saber otra cosa; llamadla aca» dixo el corregidor.

Assomose el huesped a la puerta de la sala, y dixo: «Oyslo, señora, hazed que entre aqui Costanzica.»

Quando la huespeda oyo que el corregidor llamaua a Costança, turbose, y començo a torcerse las manos, diziendo: «¡Ay desdichada de mi, el corregidor a Costança, y a solas, algun gran mal deue de auer sucedido, que la hermosura desta muchacha trae encantados los hombres!»

Costança, que lo ohia, dixo: «Señora, no se congoje, que yo yre   -fol. 181v-   a ver lo que el señor corregidor quiere, y si algun mal huuiere sucedido, este segura vuessa merced que no tendre yo la culpa» y en esto, sin aguardar que otra vez la llamassen, tomó vna vela encendida sobre vn candelero de plata, y, con mas verguença que temor, fue donde el corregidor estaua.

Assi como el corregidor la vio, mandó al huesped que cerrasse la puerta de la sala, lo qual hecho, el corregidor se leuantó, y tomando el candelero, que Costança traia, llegandole la luz   —330→   al rostro, la anduuo mirando toda de arriba a176 baxo; y como Costança estaua con sobresalto, auiasele encendido la color del rostro, y estaua tan hermosa y tan honesta, que al corregidor le parecio que estaua mirando la hermosura de vn angel en la tierra; y, despues de auerla bien mirado, dixo: «Huesped, esta no es joya para estar en el baxo engaste de vn meson. Desde aqui digo, que mi hijo Periquito es discreto, pues tambien ha sabido emplear sus pensamientos. Digo, donzella, que no solamente os pueden y deuen llamar illustre, sino illustrissima177; pero estos titulos no auian de caer sobre el nombre de fregona, sino sobre el de vna duquessa.»

«No es fregona, señor», dixo el huesped, «que no sirue de otra cosa en casa que de traer las llaues de la plata, que, por la bondad de Dios, tengo alguna, con que se siruen los huespedes honrados que a esta posada vienen.»

«Con todo esso», dixo el corregidor, «digo, huesped, que ni es decente, ni conuiene que esta donzella este en vn meson. ¿Es parienta vuestra, por ventura?»

«Ni es mi178 parienta, ni es mi179 criada; y si vuessa merced gustare de saber quien es, como ella no este delante, oyra vuessa merced cosas que, juntamente con darle gusto, le admiren.»

  —331→  

«Si gustaré», dixo el corregidor, «y salgase Costanzica alla fuera, y prometase de mi lo que de su mismo padre pudiera prometerse, que su mucha honestidad y hermosura obligan a que todos los que la   -fol. 182r-   vieren se ofrezcan a su seruicio.»

No respondio palabra Costança, sino con mucha mesura hizo vna profunda reuerencia al corregidor y saliose de la sala, y halló a su ama desalada esperandola, para saber della que era lo que el corregidor la queria.

Ella le conto lo que auia passado, y como su señor quedaua con el para contalle no se que cosas que no queria que ella las oyesse.

No acabó de sossegarse180 la huespeda, y siempre estuuo rezando hasta que se fue el corregidor y vio salir libre a su marido, el qual, en tanto que estuuo con el corregidor, le dixo: «Oy hazen, señor, segun mi cuenta, quinze años, vn mes y quatro dias, que llegó a esta posada vna señora en habito de peregrina, en vna litera, acompañada de quatro criados de a cauallo, y de dos dueñas y vna donzella que en vn coche venian. Traia assimismo dos azemilas cubiertas con dos ricos reposteros, y cargadas con vna rica cama y con adereços de cozina. Finalmente, el aparato era principal, y la peregrina representaua ser vna gran señora; y aunque en la edad mostraua ser de quarenta o pocos mas años, no por esso dexaua de parecer hermosa en todo estremo. Venia enferma y descolorida,   —332→   y tan fatigada, que mandó que luego luego le hiziessen la cama, y en esta misma sala se la hizieron sus criados. Preguntaronme qual era el medico de mas fama desta ciudad. Dixeles que el doctor181 de la Fuente182. Fueron luego por el, y el vino luego; comunicó a solas con el su enfermedad; y lo que de su platica resultó, fue que mandó el medico que se le hiziesse la cama en otra parte, y en lugar donde no le diessen ningun ruydo. Al momento la mudaron a otro aposento que esta aqui arriba apartado y con la comodidad que el doctor183 pedia. Ninguno de los criados entrauan donde su señora, y solas las dos dueñas y la donzella la seruian. Yo y mi muger preguntamos a los criados quien era la tal señora y como se llamaua,   -fol. 182v-   de adonde184 venia y adonde yua; si era casada, viuda o donzella185, y por que causa se vestia aquel habito de peregrina. A todas estas preguntas, que le hizimos vna y muchas vezes, no huuo alguno que nos respondiesse otra cosa sino que aquella peregrina era vna señora principal y rica de Castilla la Vieja, y que era viuda, y que no tenia hijos que la heredassen; y que porque auia algunos meses que estaua enferma de hidropesia, auia ofrecido de yr a nuestra Señora de Guadalupe en romeria, por la qual promessa186 yua en aquel habito. En quanto a dezir su nombre,   —333→   traian orden de no llamarla sino la señora peregrina.»

«Esto supimos por entonces; pero a cabo de tres dias que por enferma la señora peregrina se estaua en casa, vna de las dueñas nos llamó a mi y a mi muger de su parte; fuymos a ver lo que queria, y a puerta cerrada, y delante de sus criadas, casi con lagrimas en los ojos, nos dixo creo que estas mismas razones: “Señores mios, los cielos me son testigos que sin culpa mia me hallo en el riguroso trance que aora os dire. Yo estoy preñada, y tan cerca del parto, que ya los dolores me van apretando. Ninguno de los criados que vienen conmigo saben mi necessidad ni desgracia; a estas mis mugeres, ni he podido, ni he187 querido encubrirselo. Por huyr de los maliciosos ojos de mi tierra, y porque esta hora no me tomasse en ella, hize voto de yr a nuestra Señora de Guadalupe; ella deue de auer sido seruida que en esta vuestra casa me tome el parto; a vosotros esta aora el remediarme y acudirme con el secreto que merece la que su honra pone en vuestras manos. La paga de la merced que me hizieredes, que assi quiero llamarla, si no respondiere al gran beneficio que espero, respondera, a lo menos, a dar muestra de vna voluntad muy agradezida, y quiero que comiencen a dar muestras de mi voluntad estos duzientos escudos de oro que van en este bolsillo”,   -fol. 183r-   y sacando debaxo de la almohada de   —334→   la cama vn bolsillo de aguja, de oro y verde, se le puso en las manos de188 mi muger, la qual, como simple, y sin mirar lo que hazia, porque estaua suspensa y colgada de la peregrina, tomó el bolsillo, sin responderle palabra de agradecimiento ni de comedimiento alguno. Yo me acuerdo que le dixe que no era menester nada de aquello, que no eramos personas que por interes mas que por caridad nos mouiamos a hazer bien quando se ofrecia. Ella prosiguio diziendo: “Es menester, amigos, que busqueys donde lleuar lo que pariere luego luego, buscando tambien mentiras que dezir a quien lo entregaredes, que por aora sera en la ciudad, y despues quiero que se lleue a vna aldea. De lo que despues se huuiere de hazer, siendo Dios seruido de alumbrarme y de lleuarme a cumplir mi voto, quando de Guadalupe buelua lo sabreys; porque el tiempo me aura dado lugar de que piense y escoja lo mejor que me189 conuenga. Partera no la he menester, ni la quiero, que otros partos mas honrados que he tenido, me asseguran que con sola la ayuda destas mis criadas, facilitaré sus dificultades y ahorraré de vn testigo mas de mis sucessos.”

»Aqui dio fin a su razonamiento la lastimada peregrina, y principio a vn copioso llanto que en parte fue consolado por las muchas y buenas razones que mi muger, ya buelta en mas acuerdo, le dixo. Finalmente, yo sali luego a   —335→   buscar donde lleuar lo que pariesse, a qualquier hora que fuesse, y190, entre las doze y la vna de aquella misma noche, quando toda la gente de casa estaua entregada al sueño, la buena señora pario vna niña, la mas hermosa que mis ojos hasta entonces auian visto, que es esta misma que vuessa merced acaba de ver aora191. Ni la madre se quexó en el parto, ni la hija nacio llorando: en todos auia sossiego y silencio marauilloso, y tal qual conuenia para el secreto de aquel estraño caso. Otros seys dias   -fol. 183v-   estuuo en la cama, y en todos ellos venia el medico a visitarla, pero no porque ella le huuiesse declarado de que procedia su mal; y las medicinas que le ordenaua, nunca las puso en execucion, porque solo pretendio engañar a sus criados con la visita del medico. Todo esto me dixo ella misma despues que se vio fuera de peligro, y a los ocho dias se leuantó con el mismo vulto, o con otro que se parecia a aquel con que se auia echado. Fue a su romeria, y boluio de alli a veynte dias, ya casi sana, porque poco a poco se yua quitando del artificio con que despues de parida se mostraua hidropica.»

«Quando boluio, estaua ya la niña dada a criar por mi orden, con nombre de mi sobrina, en vna aldea dos leguas de aqui; en el bautismo se le puso por nombre Costança, que assi lo dexó ordenado su madre, la qual, contenta de lo que yo auia hecho, al tiempo de despedirse,   —336→   me dio vna cadena de oro que hasta agora192 tengo, de la qual quitó seys trozos, los quales dixo que trayria la persona que por la niña viniesse. Tambien cortó vn blanco pergamino a bueltas y a ondas, a la traza y manera como quando se enclauijan las manos y en los dedos se escriuiesse alguna cosa, que, estando enclauijados los dedos, se puede leer, y despues de apartadas las manos, queda diuidida la razon por que se diuiden las letras, que, en boluiendo a enclauijar los dedos, se juntan y corresponden de manera, que se pueden leer continuadamente; digo que el vn pergamino sirue de alma del otro, y encajados se leeran, y diuididos no es possible, si no es adiuinando. La mitad del pergamino y casi toda la cadena quedó en mi poder, y todo lo tengo, esperando el contraseño hasta aora, puesto que ella me dixo que dentro de dos años embiaria por su hija, encargandome que la criasse, no como quien ella era, sino del modo que se suele criar vna labradora. Encargome tambien que, si por algun sucesso no le fuesse   -fol. 184r-   possible embiar tan presto por su hija, que, aunque creciesse y llegasse a tener entendimiento, no la dixesse del modo que auia nacido; y que la perdonasse el no dezirme su nombre ni quien era, que lo guardaua para otra ocasion mas importante. En resolución, dandome otros quatrozientos escudos de oro, y abraçando a mi muger con tiernas lagrimas, se partio, dexandonos admirados de su   —337→   discrecion, valor, hermosura y recato. Costança se crio en el aldea dos años, y luego la truxe conmigo, y siempre la he traydo en habito de labradora, como su madre me lo dexó mandado.»

«Quinze años, vn mes y quatro dias ha que aguardo a quien ha de venir por ella, y la mucha tardança me ha consumido la esperança de ver esta venida, y si en este año en que estamos no vienen, tengo determinado de prohijalla y darle toda mi hazienda, que vale mas de seys mil ducados, Dios sea bendito. Resta aora, señor corregidor, dezir a vuessa merced, si es possible que yo sepa dezirlas, las bondades y las virtudes de Costanzica. Ella, lo primero y principal, es deuotissima de nuestra Señora; confiessa y comulga cada mes; sabe escriuir193 y leer; no ay mayor194 randera en Toledo; canta a la almohadilla195 como vnos angeles; en ser honesta, no ay quien la yguale. Pues en lo que toca a ser hermosa, ya vuessa merced lo ha visto. El señor don Pedro, hijo de vuessa merced, en su vida la ha hablado; bien es verdad que de quando en quando le da alguna musica, que ella jamas escucha. Muchos señores, y de titulo, han posado en esta posada, y a posta, por hartarse de verla, han detenido su camino muchos dias; pero yo se bien que no aura ninguno que con verdad se pueda alabar que ella le aya dado lugar de   —338→   dezirle vna palabra sola ni acompañada. Esta es, señor, la verdadera historia de la illustre196 fregona que no friega, en la qual no he salido de la verdad vn punto»197.

Calló el huesped,   -fol. 184v-   y tardó vn gran rato el corregidor en hablarle; tan suspenso le tenia el sucesso que el huesped le auia contado. En fin, le dixo que le198 truxesse alli la cadena y el pergamino, que queria verlo.

Fue el huesped por ello, y, trayendoselo, vio que era assi como le auia dicho; la cadena era de trozos, curiosamente labrada. En el pergamino estauan escritas, vna debaxo de otra, en el espacio que auia de hinchir el vazio de la otra mitad, estas letras: E, T, E, L, S, N, V, D, D, R. Por las quales letras vio ser forçoso que se juntassen con las de la mitad del otro pergamino, para poder ser entendidas.

Tuuo por discreta la señal del conocimiento, y juzgó por muy rica a la señora peregrina, que tal cadena auia dexado al huesped; y teniendo en pensamiento de sacar de aquella posada la hermosa muchacha, quando huuiesse concertado vn monasterio donde lleuarla, por entonces se contentó de lleuar solo el pergamino, encargando al huesped que, si acaso viniessen por Costança, le auisasse y diesse noticia de quien era el que por ella venia, antes que le mostrasse la cadena que dexaua en su poder.

Con esto se fue, tan admirado del cuento y   —339→   sucesso de la illustre199 fregona, como de su incomparable hermosura.

Todo el tiempo que gastó el huesped en estar con el corregidor, y el que ocupó Costança quando la llamaron, estuuo Tomas fuera de si, combatida el alma de mil varios pensamientos, sin acertar jamas con ninguno de su gusto; pero quando vio que el corregidor se yua, y que Costança se quedaua, respiró su espiritu, y boluieronle los pulsos, que ya casi200 desamparado le tenian. No osó preguntar al huesped lo que el corregidor queria, ni el huesped lo dixo a nadie, sino a su muger, con que ella tambien boluio en si, dando gracias a Dios, que de tan grande sobresalto la auia librado.

El dia siguiente, cerca de la vna, entraron en la posada, con quatro hombres   -fol. 185r-   de a cauallo, dos caualleros ancianos de venerables presencias, auiendo primero preguntado vno de dos moços, que a pie con ellos venian, si era aquella la posada del Seuillano. Y auiendole respondido que si, se entraron todos en ella.

Apearonse los quatro, y fueron a apear a los dos ancianos, señal por do se conocio que aquellos dos eran señores de los seys.

Salio Costança, con su acostumbrada gentileza, a ver los nueuos huespedes, y apenas la huuo visto vno de los dos ancianos, quando dixo al otro: «Yo creo, señor don Iuan, que hemos hallado todo aquello que venimos201 a buscar.»

  —340→  

Tomas, que acudio a dar recado a las caualgaduras, conocio luego a dos criados de su padre, y luego conocio a su padre y al padre de Carriazo, que eran los dos ancianos a quien los demas respectauan202; y aunque se admiró de su venida, consideró que deuian de yr a buscar a el y a Carriazo a las almadrauas, que no auria faltado quien les huuiesse dicho que en ellas, y no en Flandes, los hallarian; pero no se atreuio a dexarse conocer en aquel trage, antes, auenturandolo todo, puesta la mano en el rostro, passó por delante dellos y fue a buscar a Costança, y203 quiso la buena suerte que la hallasse sola, y a priessa, y con lengua turbada, temeroso que ella no le daria lugar para204 dezirle nada, le dixo: «Costança, vno destos dos caualleros ancianos que aqui han llegado aora, es mi padre, que es aquel que oyeres llamar don Iuan de Auendaño; informate de sus criados si tiene vn hijo que se llama don Tomas de Auendaño, que soy yo, y de aqui podras yr coligiendo y aueriguando que te he dicho verdad en quanto a la calidad de mi persona205, y que te la dire en quanto de mi parte te tengo ofrezido; y quedate a Dios, que, hasta que ellos se vayan, no pienso boluer a esta casa.»

No le respondio nada Costança, ni el aguardó a que le206 respondiesse, sino boluiendose   —341→   a salir, cubierto como auia entrado, se fue a dar cuenta a Carriazo de como sus padres estauan   -fol. 185v-   en la posada.

Dio vozes el huesped a Tomas que viniesse a dar cebada; pero como207 no parecio, diola el mismo.

Vno de los dos208 ancianos llamó aparte a209 vna de las dos moças gallegas, y preguntole como se llamaua aquella muchacha hermosa que auian visto, y que si era hija o parienta del huesped o huespeda de casa.

La gallega le respondio: «La moça se llama Costança; ni es parienta del huesped, ni de la huespeda, ni se lo que es; solo digo que la doy a la mala landre, que no se que tiene que no dexa hazer baza a ninguna de las moças que estamos en esta casa. Pues en verdad que tenemos nuestras faciones210 como Dios nos las puso; no entra huesped que no pregunte luego quien es la hermosa, y que no diga: “Bonita es, bien parece, a fe que no es mala; mal año para las mas pintadas: nunca peor me la depare la fortuna”; y a nosotras no ay quien nos diga “¿que teneys ahi diablos, o mugeres, o lo que soys?”.»

«Luego esta niña, a essa cuenta», replicó el cauallero, «¿deue de dexarse manosear y requebrar de los huespedes?»

«¡Si», respondio la gallega, «tenedle el pie al   —342→   herrar!211; ¡bonita es la niña para esso!; par Dios, señor, si ella se dexara mirar siquiera, manara en oro; es mas aspera que vn erizo; es vna traga Aue Marias; labrando esta todo el dia y rezando. Para el dia que ha de hazer milagros, quisiera yo tener vn cuento de renta. Mi ama dize que trae vn silencio212 pegado a las carnes; ¡tome que, mi padre!»213.

Contentissimo el cauallero de lo que auia oydo a la gallega, sin esperar a que le quitassen las espuelas, llamó al huesped, y, retirandose con el aparte en vna sala, le dixo: «Yo, señor huesped, vengo a quitaros vna prenda mia, que ha algunos años que teneys en vuestro poder; para214 quitarosla os traygo mil escudos de oro y estos trozos de cadena y este pergamino», y215 diziendo esto, sacó los seys de la señal de la cadena que el tenia.

Assimismo conocio el pergamino, y alegre sobre   -fol. 186r-   manera con el ofrecimiento de los mil escudos, respondio: «Señor, la prenda que quereys quitar, esta en casa216; pero no estan en ella217 la cadena, ni el pergamino con que se ha de218 hazer la prueua de la verdad, que yo creo que v. m. trata; y assi le suplico tenga paciencia, que yo bueluo luego»; y al momento fue a auisar al corregidor de lo que passaua, y de como estauan dos caualleros en su posada, que venian por Costança.

  —343→  

Acabaua de comer el corregidor, y, con el desseo que tenia de ver el fin de aquella historia, subio luego a cauallo, y vino a la posada del Seuillano, lleuando consigo el pergamino de la muestra, y apenas huuo visto a los dos caualleros, quando, abiertos los braços, fue a abraçar al vno, diziendo: «¡Valame Dios! ¿que buena venida es esta, señor don Iuan de Auendaño, primo y señor mio?»

El cauallero le abraçó assimismo, diziendole: «Sin duda, señor primo, aura sido buena mi venida, pues os veo, y con la salud que siempre os desseo. Abraçad, primo, a este cauallero, que es el señor don Diego de Carriazo, gran señor y amigo mio.»

«Ya conozco al señor don Diego», respondio el corregidor, «y le soy muy seruidor.»

Y abraçandose los dos, despues de auerse recebido con grande amor y grandes cortesias, se entraron en vna sala, donde se quedaron solos con el huesped, el qual ya tenia consigo la cadena, y dixo: «Ya el señor corregidor sabe a lo que vuessa merced viene, señor don Diego de Carriazo; v. m. saque los trozos que faltan a esta cadena, y el señor corregidor sacará el pergamino que esta en su poder, y hagamos la prueua que ha tantos años que espero a que se haga.»

«Dessa manera», respondio don Diego, «no aura necessidad de dar cuenta de nueuo al señor corregidor de nuestra venida, pues bien se vera que ha sido a lo que vos, señor huesped, aureys dicho.»

  —344→  

«Algo me ha dicho, pero mucho me quedó por saber. El pergamino hele aqui.» Sacó don Diego el otro, y juntando las dos partes, se hizieron vna, y a las letras   -fol. 186v-   del que tenia el huesped, que, como se ha dicho, eran E, T, E, L, S, N, V, D, D, R, respondian en el otro pergamino estas: S, A, S, A, E, A, L219 - 220, E, R, A, E, A, que todas juntas dezian: «Esta es la señal verdadera.»

Cotejaronse luego los trozos de la cadena, y hallaron ser las señas verdaderas. «Esto esta hecho», dixo el corregidor; «resta aora saber, si es possible, quien son los padres desta hermosissima prenda.»

«El padre», respondio don Diego, «yo lo soy; la madre ya no viue; basta saber que fue tan principal, que pudiera yo ser su criado. Y porque, como se encubre su nombre, no se encubra su fama, ni se culpe lo que en ella parece manifiesto error y culpa conocida, se ha de saber, que la madre desta prenda, siendo viuda de vn gran cauallero, se retiró a viuir a vna aldea suya, y alli con recato, y con honestidad grandissima, passaua con sus criados y vassallos vna vida sossegada y quieta. Ordenó la suerte que vn dia, yendo yo a caça por el termino de su lugar, quise visitarla, y era la hora de siesta; quando llegué a su alcazar, que assi se puede llamar su gran casa, dexé el cauallo a vn criado221 mio; subi, sin topar a nadie, hasta el mismo aposento donde ella estaua durmiendo la siesta sobre vn estrado negro. Era por estremo   —345→   hermosa, y el silencio, la soledad, la ocasion, despertaron en mi vn desseo mas atreuido que honesto, y, sin ponerme a hazer discretos discursos, cerre tras mi la puerta, y llegandome a ella la desperte, y teniendola assida fuertemente, le dixe: “V. m., señora mia, no grite, que las vozes que diere seran pregoneras222 de su deshonra; nadie me ha visto entrar en este aposento, que mi suerte, par[a]223 que la tenga bonissima en gozaros, ha llouido sueño en todos vuestros criados, y quando ellos acudan a vuestras vozes, no podran mas que quitarme la vida, y esto ha de ser en vuestros mismos braços; y no por mi muerte dexará de quedar en opinion vuestra fama.» Finalmente, yo   -fol. 187r-   la gozé contra su voluntad, y a pura fuerça mia; ella, cansada, rendida y turbada, o no pudo, o no quiso hablarme palabra, y yo, dexandola como atontada y suspensa, me bolui a salir por los mismos pasos donde auia entrado, y me vine a la aldea de otro amigo mio, que estaua dos leguas de la suya. Esta señora se mudó de aquel lugar a otro, y sin que yo jamas la viesse, ni lo224 procurasse, se passaron dos años, al cabo de los quales supe que era muerta; y podra auer veynte dias, que con grandes encarecimientos, escriuiendome que era cosa que me importaua en ella el contento y la honra225 me embió a llamar vn mayordomo desta señora;   —346→   fuy a ver lo que me queria, bien lexos de pensar en lo que me dixo226; hallele a punto de muerte, y por abreuiar razones, en muy breues me dixo como al tiempo que murio su señora le dixo todo lo que conmigo le auia sucedido, y como auia quedado preñada de aquella fuerça, y que, por encubrir el bulto, auia venido en romeria a nuestra Señora de Guadalupe, y como auia parido en esta casa vna niña, que se auia de llamar Costança; diome las señas con que la hallaria, que fueron las que aueys visto de la cadena y pergamino. Y diome ansimismo227 treynta mil escudos de oro, que su señora dexó para casar a su hija. Dixome ansimismo228, que el no auermelos dado luego como su señora auia muerto, ni declaradome lo que ella encomendo a su confiança y secreto, auia sido por pura codicia, y por poderse aprouechar de aquel dinero; pero que ya que estaua a punto de yr a dar cuenta a Dios, por descargo de su conciencia me daua el dinero, y me auisaua a donde y como auia de hallar mi hija. Recebi el dinero, y las señales, y dando cuenta desto al señor don Iuan de Auendaño, nos pusimos en camino desta ciudad.»

A estas razones llegaua don Diego, quando oyeron que   -fol. 187v-   en la puerta de la calle dezian a grandes vozes: «¡Diganle a Tomas Pedro, el moço de la cebada, como lleuan a su amigo el   —347→   Asturiano preso, que acuda a la carcel, que alli le espera!»

A la voz de carcel y de preso, dixo el corregidor que entrasse el preso y el alguazil que le lleuaua.

Dixeron al alguazil que el corregidor, que estaua alli, le mandaua entrar con el preso, y assi lo huuo de hazer.

Venia el Asturiano todos los dientes bañados en sangre, y muy mal parado, y muy bien assido del alguazil; y assi como entró en la sala, conocio a su padre y al de Auendaño. Turbose y, por no ser conocido, con vn paño, como que se limpiaua la sangre, se cubrio el rostro.

Preguntó el corregidor que que auia hecho aquel moço, que tan mal parado le lleuauan.

Respondio el alguazil, que aquel moço era vn aguador, que le llamauan el Asturiano, a quien los muchachos por las calles dezian: «Daca la cola, Asturiano, daca la cola», y luego en breues palabras conto la causa por que le pedian la tal cola, de que no riyeron poco todos. Dixo mas, que saliendo por la puente de Alcantara, dandole los muchachos priesa con la demanda de la cola, se auia apeado del asno, y dando tras todos, alcançó a vno, a quien dexaua medio muerto a palos; y que, queriendole229 prender, se auia resistido, y que por esso yua tan mal parado.

Mandó el corregidor que se descubriesse el   —348→   rostro, y porfiando a no querer descubrirse, llegó el alguazil y quitole el pañuelo, y al punto le conocio su padre, y dixo todo alterado: «¿Hijo don Diego, como estas desta230 manera?, ¿que trage es este?, ¿aun no se te han oluidado tus picardias?»

Hincó las rodillas Carriazo, y fuese a poner a los pies de su padre, que con lagrimas en los ojos le tuuo abraçado vn buen espacio.

Don Iuan de Auendaño, como sabia que don Diego auia venido con don Tomas su hijo, preguntole por el, a lo qual respondio que don Tomas de Auendaño   -fol. 188r-   era el moço que daua cebada y paja en aquella posada.

Con esto que el Asturiano dixo, se acabó de apoderar la admiracion en todos los presentes, y mandó el corregidor al huesped que231 truxesse alli al moço de la cebada.

«Yo creo que no esta en casa», respondio el huesped, «pero yo le buscare», y assi fue a buscalle.

Preguntó don Diego a Carriazo que que transformaciones eran aquellas, y que les auia mouido a ser el aguador y don Tomas moço de meson.

A lo qual respondio Carriazo que no podia satisfazer a aquellas preguntas tan en publico, que el responderia a solas.

Estaua Tomas Pedro escondido en su aposento, para ver desde alli, sin ser visto, lo que   —349→   hazian su padre y el de Carriazo. Teniale suspenso la232 venida del corregidor y el alboroto que en toda la casa andaua.

No faltó quien le dixesse al huesped como estaua alli escondido; subio por el, y, mas por fuerça que por grado, le hizo baxar, y aun no baxara, si el mismo corregidor no saliera al patio y le llamara por su nombre, diziendo: «Baxe vuessa merced, señor pariente, que aqui no le aguardan osos ni leones.»

Baxó Tomas, y con los ojos baxos y sumission grande, se hincó de rodillas ante su padre, el qual le abraçó con grandissimo contento, a fuer del que tuuo el padre del hijo prodigo quando le cobró de perdido.

Ya en esto auia venido vn coche del corregidor para boluer en el, pues la gran siesta233 no permitia boluer a cauallo.

Hizo llamar a Costança, y, tomandola de la mano, se la presentó a su padre, diziendo: «Recebid, señor don Diego, esta prenda, y estimalda por la mas rica que acertarades a dessear; y vos, hermosa donzella, besad la mano a vuestro padre, y dad gracias a Dios que con tan honrado sucesso ha enmendado, subido y mejorado la baxeza de vuestro estado.»

Costança, que no sabia ni imaginaua lo que le auia acontecido, toda turbada y temblando, no supo hazer   -fol. 188v-   otra cosa que hincarse234 de rodillas ante su padre, y tomandole las manos, se las començo a besar tiernamente, bañandoselas   —350→   con infinitas lagrimas que por sus hermosissimos ojos derramaua.

En tanto que esto passaua, auia persuadido el corregidor a su primo don Iuan que se viniessen235 todos con el a su casa, y aunque don Iuan lo rehusaua, fueron tantas las persuasiones del corregidor, que lo huuo de conceder, y assi entraron en el coche todos; pero quando dixo el corregidor a Costança que entrasse tambien en el coche, se le anubló el coraçon, y ella y la huespeda se assieron vna a otra, y començaron a hazer tan amargo llanto, que quebraua los coraçones de quantos le escuchauan.

Dezia la huespeda: «¿Como es esto, hija de mi coraçon, que te vas y me dexas? ¿Como tienes animo de dexar a esta madre que con tanto amor te ha criado?»

Costança lloraua, y la respondia con no menos tiernas palabras. Pero el corregidor, enternecido, mandó que assimismo la huespeda entrasse en el coche, y que no se apartasse de su hija, pues por tal la tenia, hasta que saliesse de Toledo. Assi la huespeda y todos entraron en el coche y fueron a casa del corregidor, donde fueron bien recebidos de su muger, que era vna principal señora. Comieron regalada y sumptuosamente236, y despues de comer conto Carriazo a su padre como, por amores de Costança, don Tomas se auia puesto a seruir en el meson, y que estaua enamorado   —351→   de tal manera della, que, sin que le huuiera descubierto ser tan principal como era, siendo su hija, la tomara por muger en el estado de fregona.

Vistio luego la muger del corregidor a Costança con vnos vestidos de vna hija que tenia de la misma edad y cuerpo de Costança. Y si parecia hermosa con los de labradora, con los cortesanos parecia cosa del cielo; tan bien la237quadrauan, que daua a entender que desde que nacio auia sido señora y vsado los mejores trages que el vso trae consigo. Pero,   -fol. 189r-   entre tantos alegres, no pudo faltar vn triste, que fue don Pedro, el hijo del corregidor, que luego se imaginó que Costança no auia de ser suya; y assi fue la verdad, porque entre el corregidor y don Diego de Carriazo y don Iuan de Auendaño, se concertaron en que don Tomas se casasse con Costança, dandole su padre los treynta mil escudos que su madre le auia dexado, y el aguador don Diego de Carriazo casasse con la hija del corregidor, y don Pedro, el hijo del corregidor, con vna hija de don Iuan de Auendaño, que su padre se ofrecia a traer dispensacion del parentesco.

Desta manera quedaron todos contentos, alegres y satisfechos, y la nueua de los casamientos y de la ventura de la fregona illustre238, se estendio por la ciudad, y acudia infinita gente a ver a Costança en el nueuo   —352→   habito, en el qual tan señora se mostraua, como se ha dicho.

Vieron al moço de la cebada, Tomas Pedro, buelto en don Tomas de Auendaño y vestido como señor; notaron que Lope Asturiano era muy gentilhombre despues que auia mudado vestido y dexado el asno y las aguaderas; pero con todo esso, no faltaua quien en el medio de su pompa, quando yua por la calle, no le pidiesse la cola.

Vn mes se239 estuuieron en Toledo, al cabo del qual se boluieron a Burgos don Diego de Carriazo y su muger, su padre, y Costança con su marido don Tomas, y el hijo del corregidor, que quiso yr a ver su240 parienta y esposa.

Quedó el Seuillano rico con los mil escudos y con muchas joyas que Costança dio a su señora, que siempre con este nombre llamaua a la que la auia criado. Dio ocasion la historia de la fregona illustre241 a que los poetas del dorado Tajo exercitassen sus plumas en solenizar y en alabar la simpar242 hermosura de Costança, la qual aun viue en compañia de su buen moço de meson, y Carriazo ni mas ni menos con tres hijos, que, sin tomar el estilo del padre, ni acordarse si ay almadrauas en el mundo, oy estan todos estudiando en Salamanca,   -fol. 189v-   y su padre, apenas vee algun asno de aguador,   —353→   quando se le representa243 y viene a la memoria el que tuuo en Toledo, y teme que, quando menos se cate244, ha de remanecer en alguna satira el «¡daca la cola, Asturiano; Asturiano, daca la cola!»





 
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