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La Araucana. Ilustraciones II

D. Alonso de Ercilla y Zúñiga



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José Toribio Medina





  —[5]→  

ArribaAbajoIlustración XVII

Los compañeros de Ercilla


Elemento principalísimo para la averiguación de la verdad histórica que encierra La Araucana tiene que ser forzosamente el conocimiento de los personajes que en ella figuran y a quienes fluyen como a su centro los sucesos todos del poema. Esos personajes, ya españoles o ya indígenas, ¿son creación de la fantasía de Ercilla, las hazañas que les atribuye son imaginarias, o se trata de hechos verdaderos? Planteada así la duda que a primera vista se ofrece, su resolución en un sentido o en otro, ya se ve la importancia que asume, pues si los dictados derivados de la crítica fundada en documentos fehacientes logran establecer la verdad histórica del poema, su valor como obra literaria, -por nadie discutida dentro de su genero,- se acrece enormemente. Tal es lo que nos proponemos poner de manifiesto en este estudio biográfico, punto de partida obligado en el presente caso, dejando para remate de la comprobación de la veracidad del poema, y que será materia de la Ilustración siguiente, cuanto se refiere a la actuación de los que no fueron inmediatos compañeros del poeta en la campaña araucana, o que atañen a hechos generales que se verificaron en Europa, asunto este último de que en gran parte nos creemos excusados de tratar, por referirse, bien se comprende, a elementos del todo extraños al poema araucano y en el que, a mayor abundamiento, han ejercitado   —6→   sus plumas los escritores peninsulares, a quienes interesan, ciertamente, más que a nosotros los chilenos.

Descontadas también las noticias biográficas de los araucanos, que consignaremos al hablar de las voces indígenas, en la escasa medida a que el tema se presta, pues es evidente que muchos de ellos, excepción hecha de los caudillos, son de la exclusiva invención del autor del poema, en el cual se presentan las hazañas de algunos como simples adornos literarios, aunque siempre con base de verdad en sus nombres y sin discrepancia en el conjunto histórico; por lo que se refiere al estudio biográfico que vamos a hacer de los españoles compañeros de Ercilla, debemos advertir desde luego la dificultad que nace de haberse limitado en no pocos casos a dar escasamente el apellido de no pocos, designación vaga de por sí, y que se complica y oscurece aún más en el hecho cuando, tomó hemos de verlo, tales apellidos pueden convenir a dos o más de esos soldados y no menos los hechos que se dicen obrados por ellos. Es justo reconocer, con todo, que, dentro del lenguaje poético, por regla general, no cabía otra, si no quisiéramos ver convertidas las sonoras estrofas en que se les nombra en pedestres enumeraciones apenas dignas de una crónica en prosa; pero también, a la vez, que bien pudo Ercilla, cual lo hizo con ciertas voces extrañas a la lengua castellana, o Pedro de Oña en caso análogo, al citar algunos de sus héroes con sólo los apellidos, poner en nota los nombres de los que celebraba; y que, asimismo, en dos ocasiones, por dar cierto sabor poético a esos apellidos, los alteró ligeramente, si bien en ambos casos, cuales son los de Nereda por Neira y Coronado por Coronas, el restablecerlos en sus verdaderos términos es cosa bien sencilla, como se ve.

Los datos biográficos respecto de todos ellos no escasean por regla general, aunque a veces faltan por completo o poco menos, y ya notaremos que, en ocasiones, tales nombres aparecen por primera vez en el poema, sin que se halle de ellos rastro alguno en otras fuentes.

Una dificultad opuesta nace de la gran figuración que otros tuvieron: Hurtado de Mendoza llegó a ser virrey; Rodrigo de Quiroga y Ruiz de Gamboa fueron gobernadores; y algunos, como Pedro Cortés, Bernal de Mercado, Velasco y Avendaño tuvieron tal y tan larga actuación, que profundizar sus biografías sería tanto como hacer volúmenes de historia. Y en el orden de los que no fueron compañeros de Ercilla y que aparecen nombrados en el poema,   —7→   para qué hablar de Magallanes, Almagro, Pedro de Valdivia y Francisco de Villagra: Claro es, por tanto, que en lo tocante a ellos debemos forzosamente limitarnos a enunciar sus principales rasgos biográficos.

Los elementos de que disponemos para el estudio de los compañeros del poeta son, desde luego, sus informaciones de méritos, que la mayor parte de ellos, sin exceptuar al mismo Ercilla, rindieron a fin de obtener alguna gratificación de sus servicios, y que, de ordinario, hicieron a su costa. Gratificados con encomiendas de indios, única manera de recompensarles, por los Gobernadores, no siempre justos en su reparto y hartas veces guiados por sólo el favor o la privanza, el sucesor no respetaba tales concesiones. Don García despojó a muchos, y Villagra después que él, tampoco acató las otorgadas por don García; y de aquí los pleitos entre ellos, que los llevaban con frecuencia a Lima y no pocas veces a España, pero que, ruinosos e interminables para los interesados, resultan sumamente útiles para el investigador. Son típicos en este orden los que tuvo que sostener el más notable de los capitanes celebrados en La Araucana, Juan Gómez de Almagro, el héroe de la jornada que realizaron los Catorce de la Fama y aprobarte discretísimo y veraz del poema.

Las reales cédulas en que aparecen consignados los datos biográficos que les conciernen no escasean tampoco, y como muchos habían figurado en los descubrimientos realizados en el Perú o en las disensiones internas de aquel país, cuando alguna participación de cierta resonancia les cupo en ellos, los historiadores de tales sucesos los han mencionado y resulta así útil su consulta; y por lo que respecta a los antiguos cronistas de Chile, tenemos, en primer término, a Góngora Marmolejo, siempre bien informado y verídico, y también, aunque en escala muy inferior, a Mariño de Lobera, sobre todo por las alteraciones que sufrió su obra original de manos de un retocador retórico y adocenado, pero que, todavía así, en ciertos casos nos ha de permitir señalar un nombre o una patria que no se hallan en el poema ercillano.

Los años del nacimiento de esos conquistadores no es posible descubrirlos en libros parroquiales, que en ese entonces aun no se llevaban generalmente en España, pero se suplen con las declaraciones de los propios biografiados, algunas, es cierto, tan varias, que tendremos que notar en ellas fluctuaciones considerables. A este respecto ha de llamar la atención en no pocos casos, cómo, a   —8→   su decir, hechos extraordinarios han sido realizados en edad tan temprana, que nos resistimos a creerlos. Así, por ejemplo, Pedro Cortés y Bernal de Mercado resulta, según ellas, haber pasado a Indias cuando no contaban más de quince años, y pelear luego y vencer a los bárbaros; pero tal fue lo que en verdad ocurrió con ellos y muchos otros. Bástenos recordar lo que dos, que, como nuestro poeta empuñaron, ora la pluma, ora la espada, consignaron a ese respecto. Francisco de Jerez, que hablando de sí, decía en sus «metros» al Emperador:


Se partió desta ciudad...
en quince años de su edad;



y Pedro Cieza de León, que por su parte escribía, al dar fin a su Crónica, que lo hacía a la edad de 32 años, «habiendo gastado los diez y siete de ellos en estas Indias». Hecho, por lo demás, reconocido generalmente por Fernández de Oviedo y sobre el cual huelga toda duda para los que alguna versación poseen de la historia de la conquista de América.

Por fin, diremos que hemos de agregar como remate de las biografías de los compañeros de Ercilla los comprobantes documentales de los hechos que les atribuye en su poema; siendo profundamente satisfactorio poder afirmar a tal respecto que, salvo contadísimas excepciones, derivadas casi siempre de casos en que se trata de sucesos anteriores a la llegada del poeta a Chile, en todo lo demás es exactísimo: triunfo, en verdad, tan grande, que es tal vez el único ejemplo que pueda citarse como excepción a la afirmación tan atinada hecha por Menéndez y Pelayo al decir que «cuando comienza la historia critica, acaba la epopeya».


Pedro de Aguayo

Pedro de Aguayo nació en Córdoba1, en 15222. Faltan antecedentes respecto a la fecha en que pasara a las Indias, pero sí sabemos que a ellas había llegado por la vía del Río de la Plata y que, internándose de allí hacia el Paraguay, se encaminó con otros dos de sus compañeros en dirección al Perú, y atravesando las tierras   —9→   de los indios chiriguanos, había ido a aportar, a pie, a Pocona, treinta leguas de los Charcas, «a pedir socorro y persona que los gobernase». Auxiliado con cabalgaduras, siguió su viaje para avistarse con el presidente don Pedro de la Gasca a fin de que le permitiese sacar de allí cien hombres de a caballo para regresarse con ellos al Río de la Plata, lo que no quiso concederle3. En el Perú permanecía cuando Francisco de Villagra fue despachado por Pedro de Valdivia a ese país a reclutar gente para Chile; se alistó bajo sus banderas y en su compañía4 figuró, a mediados de noviembre de 15505, en las altercaciones y asaltos que mediaron entre ese capitán y Juan Núñez de Prado con motivo de la posesión del pueblo del Barco; siguió en su acompañamiento recorriendo las regiones del lado oriental de los Andes en la expedición que se llamó del Yungulo, durante la cual se sometió a los Juríes y se descubrió el río Bermejo, hasta que, a mediados de mayo de 1551, estaba en Cuyo, y atravesando por esta parte la Cordillera, entraba en Santiago a fines de octubre de ese año6.

Avecindado en La Imperial, sirvió el corregimiento de esa ciudad en los años de 1552 a 1554, y allí se encontraba cuando en uno de los últimos días del mes de diciembre de 1553 llegó la noticia de la muerte de Pedro de Valdivia y de que los indios tenían cercada a Concepción, a cuyo socorro partió, para hallarse el 26 de febrero inmediato en la derrota de la cuesta de Marigueñu, de la cual escapó mal herido. Asilado en casa de su jefe, partió con él en dirección a Santiago, dos días más tarde, al despoblarse aquella ciudad. El 2 de noviembre salía de la capital con dirección a la Imperial en el socorro que le llevaba Villagra, y después de haber desempeñado allí   —10→   las funciones de alcalde en 1556, en unión con Juan Gómez, «entre ellos y otras muchas personas hubo gran pendencia y alboroto un día... en que anduvieron armados y a punto de guerra en el dicho alboroto muchas personas»7, se dirigía a Santiago con hasta cuarenta españoles, cuando en Maule supieron las depredaciones que Lautaro cometía en el distrito de la capital, con cuya noticia fueron en su busca y lograron derrotarle en el fuerte de Mataquito el 1.º de abril de 1557.

Luego que se supo en Santiago la llegada del nuevo gobernador don García Hurtado de Mendoza y de que se encaminaba al sur, Aguayo se fue a embarcar a Valparaíso8; arribó a la isla llamada entonces de Talcahuano (hoy de la Quiriquina)9, el 20 de agosto desembarcó en Penco con los soldados que mandaba don Felipe de Mendoza y ayudó a levantar el fuerte en el que cinco días más tarde recibieron el furioso ataque de los indios. Formando parte del ejército español, peleó con los araucanos al sur de Biobío y en Millarapue, y en enero de 1558 asistió a la fundación de Cañete y pocos días más tarde a la repoblación de Concepción, donde se avecindó como encomendero y con el grado de sargento mayor que le otorgó don García. Allí permanecía aún en octubre de 1560, si bien despojado de sus indios10, y sin duda fatigado y desengañado, tomó la resolución, -tan propia de aquellos tiempos,- de meterse fraile. A ese intento se dirigió a Lima, donde en 1565 se le encuentra ya profeso en la Orden de Santo Domingo11.



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Domingo de Aguirre

Menciona Ercilla (414-5-2), sin dar el nombre, a un Aguirre que se distinguió en la batalla de Millarapue. De los soldados españoles de ese apellido que figuraron en Chile por aquel tiempo (que no son menos de seis), al único que pudiera atribuírsele participación en el hecho de armas celebrado por el poeta, es al que se llamó Domingo, de quien únicamente se sabe que se hallaba en Concepción en 155812, y que era vecino de Angol en 156013. Si a él se refiere la noticia que da Julián de Bastida, debe haber muerto a manos de los indios en la ciénaga de Purén, en 156114.




Jerónimo de Alderete

Jerónimo de Alderete nació en Olmedo, en 1519, y fueron sus padres Francisco de Mercado, natural, vecino y regidor de dicho pueblo, y doña Isabel de Alderete, oriunda de Tordesillas15. Es posible que pasase a Indias en el navío con gente para Jerónimo de Ortal que llevó a su cargo Juan Fernández de Alderete y que salió de Sevilla por el mes de octubre de 153416.

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Durante su campaña con Ortal en Venezuela, Alderete se distinguió en algunas ocasiones en los combates que se tuvieron con los indios17, y después de la muerte de Agustín Delgado, maestre de campo del Gobernador, Alderete siguió el bando de los que quedaron descontentos con la elección del sucesor, que se rebelaron contra él y resolvieron irse en busca de Nicolás Federman, que andaba también por aquellas regiones descubriendo y conquistando18, con quien efectivamente se reunieron, pero sin hallar la acogida que de él esperaban, pues los hizo expulsar con cautelas del distrito de su gobernación19.

Lo que de cierto consta es que arribó al Perú cuando Pizarro acababa de fundar   —14→   a Lima20, de donde le envió algún tiempo después en socorro de los capitanes Pedro de Candia y Peranzúrez, que se hallaban en el descubrimiento de las provincias de los Chunchos, socorro que llegó a tiempo de salvar la vida a muchos de los que escapaban perdidos de aquella entrada y con el cual pudieron nuevamente proseguir la jornada en distancia de más de doscientas leguas, hasta llegar al valle de Tarija; y habiendo tenido allí noticia de que Pedro de Valdivia venía a la conquista de Chile, fue en su demanda, hasta reunírsele en el valle y asiento de Tarapacá, y siguiendo en su compañía, se halló en la fundación de Santiago, uno de cuyos primeros regidores de su cabildo fue por elección de 7 de marzo de 1541, cargo que volvió a desempeñar en 1545, 1546 y 1547. En 28 de julio del primero de aquellos años fue nombrado tesorero real, en cuyo puesto le confirmó el presidente don Pedro de la Gasca por decreto d e 25 de abril de 1548, en acatamiento de las reales cédulas de 19 de julio y 17 de agosto de 1544 que así lo disponían. Considerándolo Valdivia hombre prudente y de fidelidad y experiencia, en septiembre de ese año le despachó con su poder para descubrir y tomar posesión en nombre del Rey de las tierras que se extendían hacia el estrecho de Magallanes. Se embarcó, en efecto, en el pequeño navío llamado «San Pedro», hasta llegar el 17 de aquel mes a la latitud de 41º 15", donde desembarcó para tomar la posesión que se le había encargado, y practicando la misma diligencia en otros puntos de la costa, regresó sin novedad a Valparaíso21. Valdivia le llevó en su compañía cuando partió al Perú a servir contra Gonzalo Pizarro, que estaba alzado contra el servicio real, habiéndole tocado hallarse en la batalla de Xaquixaguana, donde fue desbaratado aquel rebelde, y a su regreso, nombrado ya Valdivia gobernador de Chile por La Gasca, le encargó «la armada» que hizo en Lima y le designó por su lugarteniente de capitán general, puesto de confianza de que le invistió también, una vez en Chile, para emprender por tierra la conquista y población de Arauco, distinguiéndose especialmente en el ataque nocturno que los indios dieron al campo español en el valle de Andalicán el 22 de febrero de 1550. Hallose en la fundación de las ciudades de Concepción, Valdivia y Villarrica, la última de las cuales tuvo especialmente a su cargo (abril de 1552). Desde allí partió con cuarenta hombres «a ver el camino de la Mar del Norte», y atravesando la cordillera, avanzó hasta unas veinte leguas hacia el oriente. En 1.º, de agosto de 1549, Valdivia le confirmó y dio de nuevo la encomienda de indios que en unión de Juan Fernández de Alderete le había señalado en 11 de julio de 1546, en atención, decía, «a que todo aquello que por mí os ha sido mandado tocante al servicio de Su Majestad lo habéis hecho con toda diligencia, fidelidad y buena voluntad». Todavía, en 4 de marzo de 1552, en remuneración de sus servicios, le volvió a conceder una buena encomienda de indios22.

En 26 de octubre del mismo año, Valdivia le despachó desde Santiago con poderes suyos y los que el Cabildo le había extendido el día antes, a fin de que pasase a España a dar al Emperador noticia de esta tierra, y de camino a la Real Audiencia de Lima, y para que le trajese a su mujer y «casa». «Para dar a V. M. cuenta de todo lo subcedido después que yo emprendí esta jornada, hasta el día de hoy, le decía Pedro   —15→   de Valdivia al Rey, va el capitán Jerónimo de Alderete, criado y tesorero de V. M.: es una de las preeminentes personas que conmigo vinieron a esta tierra e que bien han acertado a servir, así en el descubrimiento, conquista e población della, como en el Perú contra Gonzalo Pizarro, que le llevé en mi compañía en aquella jornada: sabrá muy bien dar entera relación como testigo de vista de todo, porque le he encargado de cargos honrosos y de gran confianza en la guerra y en lo que toca a la guarda de las reales haciendas de V. M., y siempre ha dado dellos la cuenta y razón que los caballeros hijosdalgo, verdaderos y leales vasallos de V. M. y celosos de su cesáreo pervicio, como en la verdad él lo es, y a esta causa y por conoscerle por tal lo envío»23.

Siguiendo la vía del Perú, Alderete llevó a Sevilla en octubre del año siguiente. Llevaba consigo más de dos millones de maravedís, los cuales se le tomaron por el Fisco Real, dándole a cambio un juro, por real cédula datada en Valladolid en 20 de septiembre de 155424.

Sería invadir el campo de la historia general si hubiésemos de engolfarnos en la relación de las gestiones que Alderete hubo de seguir en España para cumplir con el cometido que se le había confiado25, pudiendo decir con Ercilla:


No pongo su proceso en esta historia
que dél la general hará memoria.



A las dificultades que tuvo que vencer en este orden se añadieron los disgustos que le ocasionaron las demandas que en su contra interpusieron algunos interesados o herederos de los bienes de conquistadores de Chile26. Nos hemos de limitar, pues, a decir que luego de su arribo se trasladó a Valladolid, que inició allí sus gestiones, Y que, descontento con el giro que llevaban, se fue en busca del Emperador, a quien encontró en Arras. Recibiole benignamente, le concedió el hábito de Santiago27 y el título de mariscal, y por comunicación dirigida desde allí a 29 de septiembre de ese año al Consejo de Indias dispuso que se capitulara con él para el descubrimiento de las tierras que se extendían al sur del Estrecho de Magallanes, que Alderete se ofrecía a realizar a su costa. Por esos días llegó a España la noticia de que dos indios araucanos habían muerto al gobernador Valdivia, y sabedor de ello, Alderete   —16→   resolvió marchar a Inglaterra, donde se hallaba el príncipe don Felipe, para obtener para él, si le fuera posible, el cargo de gobernador de Chile que había quedado vacante y que un emisario de las ciudades de Chile iba a solicitar allí para Francisco de Villagra. Sus pretensiones no salieron fallidas. El Rey-Príncipe, como se intitulaba entonces Felipe II, le dio una carta para los consejeros de Indias, cuyos negocios corrían entonces a su cargo, en la que les decía, con fecha de Londres, a 17 de octubre de 1554: «Por la nueva que acá se ha tenido de la muerte de don Pedro de Valdivia, gobernador de la provincia de Chile, visto lo mucho que importa proveer luego persona cual conviene en su lugar, que parta y pase a aquella provincia en esta primera armada, por estar las cosas del Perú como están, y aquello tan vecino, el Emperador, mi señor, teniendo entendido lo bien y lealmente que el capitán Jerónimo de Alderete le ha servido en aquellas partes, etc., y porque parezca que en esta coyuntura se envía persona de acá, ha tenido por bien de le hacer merced de la gobernación de la dicha provincia28, conforme a lo que veréis por la carta que presentará firmada de S. M.», y también del título de adelantado, en lugar del que primero le había concedido29.

  —17→  

Alderete tardó algún tiempo en presentarse al Consejo de Indias y cuando lo hizo se opusieron algunas objeciones a sus despachos, tantas, que en 3 de marzo del año siguiente se vio en la necesidad de escribir al Emperador de cómo no concedía resolución alguna. Carlos V dio la razón a Alderete y con fecha de 25 abril ordenó que se le extendiese su nombramiento de gobernador de Chile, dictándose, al fin, en 29 de mayo de 1555, la real cédula correspondiente. Ya con esto pudo pensaren su viaje. Por real orden de aquella misma fecha obtuvo licencia para pasar ocho esclavos «para servicio de su persona y casa», y por otra de 3 de junio del mismo año se concedió permiso para ir a Chile a Francisco de Mercado, su hermano, vecino de Olmedo, «no embargante que es casado y no lleva a su mujer», por tiempo de cuatro años y previa fianza de dos mil pesos. Por fin, el 15 de octubre de 1555 partía de Sanlúcar de Barrameda en la flota en que iba el nuevo virrey del Perú don Andrés Hurtado de Mendoza, llevando en su compañía a doña Esperanza de Rueda, su esposa a su hermano don Francisco, a varios deudos suyos y de Pedro de Valdivia y treinta criados. Iba también en su nave don Alonso de Ercilla. En otro lugar hemos referido ya la historia de su viaje. El 12 de marzo de 1556 escribía desde Panamá al Consejo. Enfermó   —18→   luego de fiebre en esa ciudad, y trasladado a la isla de Taboga, allí cercana, falleció en ella el 7 de abril30.

Su viuda doña Esperanza de Rueda, hallándose en Lima, obtuvo una provisión del virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, fecha en aquella ciudad en 16 de noviembre de 1556, confirmándole la encomienda de indios de que Pedro de Valdivia había hecho merced a Alderete, 17 de la que después, en 31 de diciembre de 1564, hizo dejación en Santiago a favor de Pedro de Miranda31 y sobre la propiedad de parte de la cual al menos, ambos siguieron pleito en ese mismo año con Juan Godínez, (1572) otro de los conquistadores de Chile, y después con Baltasar Godínez, su hijo mayor.

Falleció en Santiago el 26 de abril de 159232.

Alderete dejó un hijo natural que se llamó Diego de Alderete. Por real cédula de 25 de marzo de 1558 se ordenó al Gobernador de Chile que le favoreciese, «teniendo respecto a los servicios del dicho su padre»33.

Firma




Alonso de Alegría

Alguna dificultad ofrece la identificación de quien sea este Alegría que menciona Ercilla en un solo pasaje de su obra (421-3-4) poniendo su nombre con los de otros soldados que en la batalla de Millarapue, librada el 30 de noviembre de 1557, en una de las alas del campo español «pasáranlo mal», a no ser si


Con valeroso esfuerzo combatiendo,
no fueran los contrarios reprimiendo.



De lo que no puede caber duda es de que ese soldado era de la familia de Cristóbal de Alegría. Había sido éste correo de Su Majestad en Italia, figuró entre los leales   —19→   que combatieron en la batalla de Xaquixaguana en el Perú (9 de abril de 1548) y con su mujer e hijos llegó a Chile a mediados de 1551; se contó entre los primeros vecinos de la ciudad Imperial34 y obtuvo del Gobernador Valdivia que le concediese una encomienda de indios en las inmediaciones del río Toltén el 4 de marzo de 155235. ¿Es éste el Alegría a que se refiere el poeta? Aceptaríamos sin reservas la afirmativa, si no fuera que existen antecedentes para creer que Alegría no se movió de su casa en aquel día y que sus servicios militares se redujeron a la defensa de la ciudad en que moraba. Si así no hubiese sido, cuando llegó el caso de hacerlos valer no dejaría de enunciarlos. Mientras tanto, he aquí los que alegaba en 1564. Desde luego, los que aparecían enumerados en un título de una encomienda firmado por el gobernador Francisco de Villagra, fechado en 4 de mayo de 1562, en el que se leía: «atento a que ha once años, poco más o menos, que está y reside en esta dicha ciudad con su casa, mujer e hijos y familia, en el cual tiempo ha pasado mucho riesgo, peligro e trabajo...» Nada especial que aluda a su actuación en la guerra, según se notará.

En un documento emanado directamente de Alegría, cuál es, el interrogatorio presentado por uno de sus hijos y a su nombre; se detallan algo más sus servicios:

II. «Item, si saben quel dicho Cristóbal de Alegría sirvió en el campo de S. M. en Italia y en los reinos del Perú a S. M. y que vino a la ciudad Imperial y a la conquista y descubrimiento desta tierra habrá trece años, con su mujer e hijos, y en el alzamiento general sirvió a S. M. en la dicha Imperial...»

Como se ve, de los términos de esta pregunta parece desprenderse que los servios de Alegría se hubiesen limitado a los de su vecindad.

Hay otro antecedente muy digno de tomarse en cuenta para estimar la participación que pudo caber a Cristóbal de Alegría en el hecho de armas a que Ercilla se refiere, y es la edad que entonces tenía, la cual se determina por la siguiente pregunta del interrogatorio que Aranda Valdivia presentó en el pleito que siguió contra él, que dice así:

«27.- Item, si saben que dende quel dicho Cristóbal de Alegría entró en este reino, que habrá catorce años, siempre se ha estado en la ciudad Imperial, sin armas ni caballo, y sin ser hombre para la guerra, ni haber salido jamás a ella, por ser, como es, y ha sido, muy viejo, y que no es ni ha sido hombre que pueda seguir la guerra».

Y en comprobación de su aserto, Aranda llamó a declarar a testigos que unánimes asintieron a lo que se les preguntaba.

Léase lo que dijo Gregorio de Castañeda en junio de 1565: «...que después que está en esta ciudad [Imperial,] no ha visto ni entendido que haya andado en la guerra, ni tenido armas ni caballo en su casa, por ser hombre muy viejo y de tanta edad, que agora le juzga este testigo por edad de ochenta años...»

Según esto, tendríamos entonces que Alegría, en los días de la batalla de Millarapue bordeaba los ochenta años. Ciertamente que no es imposible que un hombre a esa edad figurase en una tan dura campaña como aquella, pero el hecho se presenta como poco verosímil.

Veamos ahora si el dato de Ercilla pudiera convenir a alguno de los hijos de Alegría. Tenemos noticia de tres de ellos: Francisco, Alonso y Cristóbal de Alegría. Al primero se refiere la parte final del interrogatorio presentado por su padre en el juicio   —20→   de nuestra referencia: «Si saben que en la dicha conquista le mataron a un hijo de los suyos en la guazábara que se dio en Andalicán...»; y el texto de la encomienda de Villagra: «...y detrás desto, murió un hijo suyo en servicio de S. M., entrándose hacer el castigo, allanamiento y conquista el dicho Gobernador».

Los testigos responden todos afirmativamente, y para no citar las palabras de más de uno, he aquí lo que depuso Juan de Vega: «que sabe e vido que en la guazábara que los naturales dieron al mariscal Francisco de Villagra en la cuesta de Andalicán, siendo capitán general deste reino, le mataron al dicho Cristóbal de Alegría un hijo». Luego, en la fecha de la batalla de Millarapue, que es en la que aparece Alegría en La Araucana, eran pasados ya más de tres años de la muerte de Francisco36.

Otro de los hijos se llamó Alonso. Este figura como podatario de su padre en los autos de Alegría con Aranda Valdivia, y no tenemos más datos de su persona, a no ser, naturalmente, que vivía en 1565.

El tercero se nombraba Cristóbal, como su padre. Era por esos años sacristán de la catedral de la Imperial37. No se sabe cuando abandonara aquella vecindad, pero el caso es que en 1572 vivía ya en Santiago38 y en 1578 estaba ocupado en una de las doctrinas de indios del obispado de Santiago39, seguía en 1580 en destino análogo en las vecindades de la capital40, y en 1585 había pasado a servir la estancia de los Tancos y otras no lejanas41.

Por lo que queda dicho se verá que no es posible señalar con precisión a cual de estos Alegría, padre o hijos, pudo referirse Ercilla. Como se trata de un hecho de armas ocurrido en su tiempo y en el cual él mismo figuró, no cabe decir que confundió el nombre de Alegría con el de otro soldado, como habría podido muy bien acontecer si se hubiera tratado de alguno anterior a su llegada a Chile42. Todo induce a creer, sin embargo, que con su referencia de La Araucana, Ercilla quiso recordar a Alonso de Alegría.



  —21→  
Hernando de Alvarado

Nació en el pueblo de Colindres, «en las montañas de la Encartación de Vizcaya»43, por los años de 152044. Partió para las Indias desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda el 26 de mayo de 1546, en acompañamiento del presidente don Pedro de la Gasca, que iba al Perú al «castigo e allanamiento» de Gonzalo Pizarro, que se había rebelado contra el servicio Real; a mediados de julio de ese año llegó a Nombre de Dios45 y pasó luego a Panamá, donde le tocó hallarse en la entrega de la armada de Pizarro allí surta, que Pedro de Hinojosa, su jefe, hizo al enviado del monarca46. Partió de esa ciudad en abril de 1547, desembarcó en Túmbez en junio y sirvió luego en el Perú contra los rebeldes, asistiendo a la batalla de Xaquixaguana, en la que éstos fueron derrotados (9 de abril de 1548)47. Es seguro que en ese tiempo debió de conocer a Pedro de Valdivia, que había salido de Chile con el propósito de ayudar a combatir a Gonzalo Pizarro y que tan conspicuo papel desempeñó en aquel hecho de armas famosísimo en los anales de la época de la conquista. En agosto del año siguiente llegaba a Lima Francisco de Villagra, que por mandado de Valdivia iba a reclutar gente para traer a Chile. Alvarado se enroló entre los que formaron esa expedición y siguiendo en su viaje el derrotero de las regiones del lado oriental de los Andes, a mediados de noviembre de 1550 encontraban a los soldados de Juan Núñez de Prado en el pueblo del Barco; recorrieron en aquella jornada, que se llamó de Yungulo, más de seiscientas leguas; por causa de un incendio ocurrido en el asiento en que una vez se hallaban, perdieron la mayor parte de sus bagajes; el hambre les apretó en ciertos momentos de manera, que «se comieron perros e adargas de vacas e puercos»48. En una ocasión de éstas, hallándose en el valle de Sococha, salió Maldonado como caudillo con otros soldados en busca de comida; atácanlos los indios;   —22→   abandónanlo sus compañeros, y los enemigos, ya derribado del caballo, trataban de cortarle la cabeza con su propia espada, cuando Jerónimo Núñez entró sólo a socorrerle y le libró dé la muerte49.

Después de dos años gastados en aquella expedición, a fines de octubre de 1551, Villagra y sus compañeros, cruzando la cordillera frente a Santiago, llegaban a esta ciudad50. Bien poco se detuvo aquí. A fines de diciembre se reunió a la hueste que acaudillaba Pedro de Valdivia; asistió en febrero del año siguiente a la fundación de la ciudad del nombre de aquel gobernador, y extendió sus correrías hacia el oriente hasta el gran lago de Guanauque, y en dirección al sur, hasta los llanos en que más tarde estuvo edificada la ciudad de Osorno51. Acompañó a Villagra a la excursión que hizo a la isla de Maquehua en busca de comidas52; formó parte de la columna de 65 hombres con que aquel capitán fue enviado para ir al descubrimiento del Mar del Norte, y regresó en junio del año siguiente (1553) al pueblo de Valdivia53. Desde allí se trasladó poco después al de la Imperial, donde a su gran amigo Velasco y Avendaño había señalado un repartimiento de indios el gobernador Valdivia.

Su permanencia en este país duró, según parece, muy poco más. Hay quien afirma que se marchó al Perú en julio de 1553, en compañía de don Martín de Avendaño54. La amistad que le ligaba con don Miguel de Velasco55, hermano de éste; y el hecho de que hasta entonces no hubiera obtenido en Chile recompensa alguna por sus servicios pudieran hacer verosímil este aserto, pero no se aviene con el hecho de que   —23→   . el 26 de febrero del año siguiente se le vea figurar entre los que combaten con Villagra en la cuesta de Marigueñu, como expresamente lo afirma Ercilla. Allí nos le presta por primera vez en el poema (89-3-1), en unión de Juan de Alvarado, diciendo que


Daban de su valor notoria muestra



Antecedentes existen, sin embargo, para creer que el poeta sufrió en esto un error. En efecto, en una de las informaciones de servicios en que Alvarado fue llamado a declarar se invoca su testimonio para ese hecho, y su respuesta deja la impresión de que no lo presenció56. Su actuación en la contienda civil del Perú, que luego veremos, en ese mismo año, que, aunque no es absolutamente incompatible con la que Ercilla le atribuye en Andalicán, contribuye a robustecer la opinión de que ésta no es efectiva. ¿Cómo se explicaría, entonces, el aserto del poeta? Hay que considerar, desde luego, que la derrota de Andalicán era uno de esos hechos de que hablaba por meras referencias, y que, al suponer la presencia de Alvarado allí, fue inducido en error por la circunstancia de que en verdad peleó en aquella batalla un Hernando de Alvarado, pero que no es el mismo de quien vamos tratando. La afirmación procede de Góngora Marmolejo57, a quien, seguramente, comunicó Ercilla. Es, así, lo más probable que la identidad de nombres fuera causa del error en que incurrió, si es que lo hay, error perfectamente explicable, que no sería, como no pudo menos de suceder, desgraciadamente, el único...

Sin embargo de lo que expresamos, todavía hay margen para sostener la exactitud de la afirmación de Ercilla. No nos es dado olvidar que éste fue camarada de Alvarado en Chile y que bien pudo, -casi seguramente, mejor dicho,- tener de sus propios labios la noticia. Esto por sí solo es ya un argumento fuerte en favor de la   —24→   verdad del aserto del poeta. La circunstancia de que otro soldado que se había hallado en la batalla presentara en su información de servicios a Alvarado para comprobar con su testimonio es hecho significativo también, ya que, de no haber concurrido a ella, no solicitara su declaración. Debemos suponer, pues, que en la respuesta que Alvarado dio a la pregunta de Baltasar de León, por inadvertencia de su parte no respondió a ella, como lo hicieron los demás testigos llamados a declarar, o que de propósito, por no constarle el antecedente sobre el que se le interrogaba y por no perjudicar a un compañero, guardó estudiado silencio; porque, en verdad, no dijo de manera categórica que no se hubiese hallado presente a la batalla.

Podemos suponer también, -y no hay nada que lo impida,- que no se marchara al Perú en la ocasión que apuntamos y que su viaje tuviera lugar en la nave que salió de Valparaíso, procedente de Concepción, de donde había partido el 22 o 23, el 27 de febrero de 1554 y que arribó al Callao el 18 de marzo, conduciendo a Gaspar Orense, que llevaba la noticia del desastre de Tucapel en que había perecido Valdivia. En tal caso, Alvarado, si estuvo presente en la batalla de Andalicán, ocurrida el 26 de febrero, habría tenido que tomar esa nave al día siguiente en Valparaíso, cosa imposible. Si hubo tal viaje después de esa fecha, Alvarado sólo pudo partir en otra nave que se hizo a la vela desde ese puerto en septiembre de aquel año, hipótesis que tampoco es aceptable. Y no hubo por entonces más barcos que salieran de Chile para el Perú58. Por esta parte falla, pues, también todo intento de avenir con los dictados de La Araucana lo que consta de otras fuentes respecto de Alvarado.

En efecto: en la batalla de Chuquinga, librada en el Perú entre las fuerzas Reales y las de Francisco Hernández Girón, en mayo de 1554, Alvarado combatía en el partido de los leales59. Bajo las mismas banderas le tocó, asimismo, hallarse, en agosto de aquel año, en el combate de Pucará, que acabó con la «tiranía» del «rebelde indiano», como le llamó Ercilla, y en todos los sucesos posteriores que ocurrieron hasta que éste fue preso y decapitado60.

No sabemos de cierto a qué obedecería su resolución de regresar a Chile, pero consta que en mayo de 1555 se hallaba en la Serena. Terminada la revuelta de Hernández Girón, habría, pues, partido de Lima en el primer barco que zarpó del Callao, para Chile, poco antes del 13 de febrero de aquel año61.

El primer hecho de armas en que le tocó hallarse después de su arribo a este país habría sido, según Ercilla, el que tuvo lugar cuando recién repoblada Concepción fue   —25→   asaltada y destruida por los indios el 12 de diciembre de 1556, día en que en unión con Juan de Alvarado y Hernando de Ibarra se retiraba en dirección a Santiago, «animando la gente desmayada». Nos pinta, en seguida, cómo los tres fueron seguidos y hostilizados por Rengo, a quien nunca pudieron haber a las manos, episodio peculiar del poema y que no se encuentra mencionado en los documentos ni en los cronistas.

Más tarde nos le presenta en el asalto al fuerte de Mataquito, en el que pereció Lautaro el 1.º de abril de 1557, en combate singular con Talco, a quien da muerte después de haber sido «mal herido» por el indio. El detalle de la lucha entre ambos, al menos en cuanto al nombre del araucano, puede ser invención del poeta, pero ciertamente no lo es ni la presencia de Alvarado en aquel combate, o por lo menos en algunos de los que le precedieron, ni que hubiese salido herido en uno de ellos. Documentos fidedignos así lo atestiguan62.

Desde este punto cesan ya las dudas respecto a las noticias biográficas de Alvarado. Hallábase aún en Santiago cuando Juan Remón, el teniente de Hurtado de Mendoza, pocos días después de la muerte de Lautaro, tomaba posesión del gobierno de la ciudad (6 de mayo de 1557), y en su acompañamiento partía más tarde para el sur, junto también con Luis de Toledo, que mandaba la caballería, y a mediados de septiembre se reunía en Penco a las fuerzas de don García63. Se halló luego en la batalla de Biobío (7 de noviembre de 1557) y el último día de ese mes en la de Millarapue, que es también el término de su carrera militar en La Araucana64.

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Probaremos a esbozar lo restante que de ella conocemos.

Siguiendo siempre el campo de Hurtado de Mendoza, ayuda a levantar el fuerte de Tucapel y de allí parte para asistir a la reedificación de Concepción, de donde vuelve a aquel fuerte llevando una carta de Velasco y Avendaño al Gobernador, con cuya respuesta verbal regresa a Concepción; desde esta ciudad va a Arauco con el Gobernador, y pasa en seguida a Santiago y vuelve otra vez a Concepción. Desde Cañete y como capitán pacifica los indios con el Licenciado Gutiérrez Altamirano en tiempo de Villagra; pelea bajo las órdenes de Pedro de Villagra en el fuerte que los indios habían hecho en Lebocatal, hasta lograr echarlos de allí; se hallaba en Concepción cuando llegaron los oidores, con algunos de los cuales intimó bastante, no sin que en cierta ocasión, por haberse «desacatado», ése mismo le tuviera en la cárcel más de treinta días65; despacháronle une vez en comisión militar a Arauco; se halló bajo el mando de Velasco en la derrota de Mareguano, y después de figurar en varias otras acciones de guerra, cuya enumeración sería fatigosa, con la noticia que se tuvo del arribo de los corsarios ingleses, se trasladó a Valparaíso con el gobernador Rodrigo de Quiroga (diciembre de 1578); vuelve al Sur con don Antonio de Quiroga; asiste el 25 de junio de 1580 a la fundación de la ciudad de San Bartolomé de Gamboa (Chillán); toma parte en las corredurías que tuvieron lugar en aquellos llanos; pelea en Llancamilla y queda, por fin, de capitán en aquella ciudad. En agosto de 1581 se hallaba en Santiago: y tal es la última noticia que tengamos de su azarosa carrera militar. Avecindado primero en Valdivia, de cuya ciudad fue alcalde en los años de 1565 y 1566, y capitular de los Confines en 1569, en marzo de 1570 aparece en Concepción, y ya domiciliado allí en el año siguiente66. De su familia sólo consta que tuvo un hijo natural llamado Antonio Díaz de Alvarado67.

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Juan de Alvarado

«Noble montañés», le llama Ercilla68. Era primo de Hernando69 y sobrino del mariscal Alonso de Alvarado70 y había nacida en 152471. En unión de ambos pasó al Perú en acompañamiento de La Gasca, después de haber hecho sus primeras armas en Flandes, tocándole hallarse allí en la toma de Gante. Lo restante de su carrera militar hasta llegar a Chile y la figuración que aquí tuvo constan del interrogatorio de la información de sus servicios que hemos publicado en nuestros Documentos inéditos, (t. XVI, pp. 5-17), -plenamente acreditados por las deposiciones de numerosos testigos.- La lectura de esa pieza y la de los títulos de sus encomiendas72 nos excusa de relatarlos; sólo advertiremos que a consecuencia de haberse visto preterido   —28→   por Hurtado de Mendoza y aun despojádole de algunos de sus indios, le escribió, según parece, una carta que se estimó irrespetuosa y que le valió ser arrestado y que se le condenase en destierro del país, pena que al fin no se llevó a efecto. Con motivo de tal despojo, hubo de seguir (1559-1567) un largo pleito con Rafael Guillamas de Mendoza, que terminó por sentencia del Consejo de Indias a favor de éste, el mismo año en que Alvarado perecía en un combate con los indios librado en Cañete en 1567.

Fue alcalde ordinario de Concepción, y se hallaba ya avecindado en Osorno en 1560, en cuya fecha sirvió uno de los cargos de regidor de aquella ciudad y nuevamente en 1564, pero sin perder aquella su vecindad, pues vecino de Osorno se decía en un documento extendido por él en Santiago el 31 de octubre de 156573. Fue casado con doña Luisa de Collados, oriunda de Villanueva de la Serena, «mujer de calidad»74. Hijos suyos fueron el capitán don Diego de Alvarado y el presbítero García de Alvarado75.

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Alonso Álvarez Berrío

Ercilla hace figurar en el asalto que los indios dieron al fuerte de Penco el 25 de agosto de 1557 a un Berrío, sin dar su nombre. No, puede caber duda de que el poeta ha querido referirse a Alonso Álvarez Berrío, único capitán que llevó en Chile por aquella época ese apellido76.

Alonso Álvarez Berrío fue hijo de Jimeno de Berrío y nació en Ávila en 153377. Nada sabemos de su vida antes de que pasase a Chile con Hurtado de Mendoza. En su acompañamiento siguió en la guerra, hallándose, además del ataque del fuerte de Penco   —30→   en las batallas de Biobío y Millarapue78 y en la edificación del pueblo de Tucapel79. No hay otros antecedentes de su carrera militar, ni más noticia de su vida después de aquellos hechos de armas en que tomó parte, hasta que en 1.º de enero de 1573 vemos que el Cabildo de Santiago le elige alcalde de la ciudad y el día dos del mismo mes, tesorero de la obra de la catedral80. Estos hechos están manifestando por sí solos que Álvarez Berríos gozaba de no poco prestigio entre sus conciudadanos. Al año siguiente fue elegido regidor, procurador y mayordomo del Cabildo81. Consta también que antes del 21 de octubre de ese año se hallaba casado82 con Úrsula de Araya, hija del capitán Rodrigo de Araya, uno de los fundadores de Santiago. Volvió a ser elegido alcalde en 1578, interino en 1581, en 27 de abril de 1582, delegado del Cabildo al concilio provincial que se celebraba en Lima83. De regreso en Santiago, salió nuevamente electo alcalde en 1584 y regidor en 1587 1589 y 1592. Tal es la última noticia suya que tengamos. Dejó varios hijos, algunos de los cuales ocuparon posición expectable en la sociedad santiaguina de mediados del siglo XVII84.

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