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Sergio Ramírez: escritor y político

José Ángel Vargas Vargas



A Sergio Ramírez no solo le envidio el talento. También le envidio su incesante actividad creadora y su no menos incesante capacidad de esperanza.


Eduardo Galeano                







Introducción

Sergio Ramírez Mercado (1942), nacido en Masatepe, Nicaragua, es una de las pocas personalidades que en América Latina ha desempeñado funciones determinantes para el desarrollo político, histórico, literario y cultural. Su vida aparece integrada a una serie de hechos de diversa naturaleza, entre los que destacan su participación en el proceso revolucionario de Nicaragua, su labor dentro del Gobierno Sandinista, su aporte a la novela centroamericana contemporánea y sus investigaciones. Su labor creativa y su acción política, campos en los que ha destacado notablemente, no se asientan en el vacío; parten de una notable sensibilidad artística, social y humana, que lo convierten en un hombre soñador y lleno de imaginación, pero también pragmático y comprometido con el desarrollo de su país y ante todo, con el bienestar de las personas.

Prueba de lo anterior es que desde el año 1959, cuando ingresa a la Universidad de León y es testigo de la trágica matanza de estudiantes, provocada por la dictadura somocista, empieza a forjarse como político, escritor e intelectual y a dar sus primeros aportes para la comprensión y transformación de la realidad social de su país. Su actividad se desarrolla con gran ímpetu y vehemencia desde la década de los sesenta, una época conflictiva y agitada para toda América Latina y especialmente para Nicaragua. Sus acciones políticas, ensayos y obras literarias revelan la forma como dialoga con el contexto histórico y van descubriendo su compromiso con el ser humano, la sociedad y la literatura.

Su preocupación por el desarrollo de los países de América Latina, la confrontación de ideologías, la utopía de una sociedad solidaria y el poder, han estado presentes a lo largo de toda su vida y ha logrado conjugarlas, tanto en la ficción como en la práctica política, donde siempre han encontrado un espacio. El autor llega a manifestar que en su caso no existen oficios exclusivos y que no es conveniente hacer separaciones tajantes entre el escritor y el político, porque en realidad él «anda a dos caballos»1. Con sus palabras explica:

En América Latina muchas veces se plantea la contradicción entre el político y el escritor o entre la política y la creación literaria. Realmente esa contradicción nunca ha existido para mí porque inmerso -como he estado- en un proceso de cambio, que atrajo hacia ese mismo proceso toda una sensibilidad, yo podría decirte, por los más pobres, por darle al país una verdadera identidad nacional, por transformar a Nicaragua en un país del futuro2.



Ramírez subraya que su vida empezó a estar compartida entre la literatura y la política desde sus primeros años como universitario y aunque parezcan oficios excluyentes, en él constituyen una sola visión o certeza que aparece asociada a su sensibilidad social y artística3. Manifiesta que el rigor y la disciplina le han permitido logros en ambos campos, los cuales no considera una dicotomía sino actividades consustanciales e inseparables.

A pesar de esta posición, los hechos evolucionan, las circunstancias cambian y con ello su pensamiento, pues en la década de los noventa, últimos años de su función pública como político, afirma que es un escritor que por mucho tiempo estuvo prestado a la política4, tendiendo de esta manera a reafirmar su condición de escritor, en un momento en que empieza a consagrarse como tal.

En fin, las distintas actividades de Sergio Ramírez tienen como eje su sensibilidad y su proyecto renovador de la realidad, una realidad de la cual es parte y que le proporciona múltiples materiales para sus obras de ficción, así como retos políticos. Más allá de cualquier clasificación, están atravesadas por su pensamiento y revelan una personalidad muy particular en el ámbito político y literario centroamericano.




Su trayectoria política

La vida política de Sergio Ramírez Mercado está muy vinculada al proceso revolucionario iniciado en su país en el año 1959 con las luchas por la autonomía universitaria y que culmina con la caída del dictador Anastasio Somoza Debayle, en julio de 1979. Después de este acontecimiento histórico continúa desarrollando una intensa actividad política como miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (1979-1984), Vicepresidente del Gobierno (1985-1990), Jefe de la Bancada Sandinista en la Asamblea de Diputados (1990-1994) y como candidato a la Presidencia por el Partido Movimiento Renovador Sandinista en las elecciones celebradas en 1996. Su pensamiento, marcado por ideales como solidaridad, justicia y soberanía, y por una actitud rebelde ante acciones y actitudes que impidan el desarrollo auténtico de las personas y del país, lo convierte en una de las figuras más importantes y polémicas de la historia nicaragüense.

En 1959 se ubica en León, una ciudad que le parece demasiado grande, para iniciar la carrera de Derecho en la Universidad. En ella encuentra un ambiente muy activo y caldeado, debido a que los estudiantes se proponen lograr que el Estado permita un desarrollo autónomo de la Universidad y el derrocamiento de la dictadura somocista. Inmediatamente conoce a diversos líderes revolucionarios, como Jorge Navarro, Francisco Buitrago y Fernando Gordillo, participa en la elaboración de diversas estrategias, manifiesta su descontento con el sistema político imperante, y colabora en la organización de huelgas y comités de lucha. Ante ese clima adverso, la dictadura reacciona y el 23 de julio de ese mismo año, la Guardia Nacional Somocista provoca una terrible matanza que conmueve a toda la población e influye profundamente en él. Con mucha claridad observa la grave situación de su país y no duda en sumarse a los primeros movimientos revolucionarios, que más tarde se consolidarán con la formación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN5). Desde sus primeros años, el FSLN apoya decididamente a otras organizaciones como el Frente Estudiantil Revolucionario, que también rechaza la injusticia y la desigualdad social generadas por la dictadura.

Las ideas de la Revolución Cubana, que acaba de triunfar, se convierten en un ejemplo para toda América Latina, y son motivo de inspiración y aliento. Fidel Castro, en enero de 1959, llega al poder y ya en el nuevo gobierno6 empieza a implantar sus reformas, la mayoría dirigidas contra la política neocolonialista de los Estados Unidos: reforma agraria y aumento de la producción, fin de la explotación extranjera de la isla mediante la nacionalización de la industria, compañías de electricidad, teléfonos y combustibles, defensa de la soberanía, campaña de alfabetización y otros proyectos de interés educativo y social. La ejecución de estos cambios ocasiona la ruptura de relaciones y el consecuente embargo total de los Estados Unidos a Cuba, el cual se produce el 25 de abril de 1961. Las ideas de la Revolución Cubana responden también a las aspiraciones del movimiento estudiantil, que es consciente de que los Estados Unidos siempre han pretendido gobernar Nicaragua, con el apoyo de diversos presidentes y muy especialmente de la dictadura somocista, surgida en 1937, cuando Anastasio Somoza García derroca al presidente Juan Bautista Sacasa.

En este clima de efervescencia política y convencido de la causa revolucionaria, hace sus primeros discursos y funda en 1960, conjuntamente con otros líderes, el Grupo Ventana, para luchar por la autonomía universitaria, la libre expresión y la decisión propia de los estudiantes sin que medien razones de credo político. Este Grupo somete a discusión y crítica la realidad social y pugna por un cambio de sistema político, como la forma de alcanzar el desarrollo requerido por la sociedad. Precisamente con este espíritu se crea la Revista Ventana (1960) que dirige conjuntamente con Fernando Gordillo Cervantes. Uno de los aportes fundamentales de esta Revista, a juicio de Reynaldo González, es la introducción del aspecto político en el ámbito literario, como un interesante modo de difusión de las ideas revolucionarias7. Esto lleva a que los jóvenes escritores nicaragüenses de ese momento, como Alfonso Robles, Gustavo Tablada, Napoleón Chow, Octavio Robleto, Fernando Gordillo, Luis Ángel Berrios y él mismo, enfrenten las posiciones puristas que desde el Diario La Prensa se defienden y se propagan como las únicas válidas, rechazando la idea de una literatura apolítica. En fin, Ventana abre una importante brecha en unas concepciones muy tradicionales de la cultura, promociona y defiende una nueva forma de entender el arte y la literatura y por ello, fortalece el compromiso de los intelectuales y escritores con la Revolución.

Mientras estudia no descansa en sus afanes revolucionarios. En 1962 se incorpora al llamado Frente Estudiantil Revolucionario, una organización amplia que recoge las inquietudes de distintos sectores del estudiantado, las discute y planifica las acciones pertinentes. En este mismo año, inicia sus primeros contactos con Carlos Fonseca Amador, uno de los principales líderes del Sandinismo. Encuentra en él una gran fortaleza como ser humano y como revolucionario: es un asiduo lector, conversa sobre diversos temas, investiga sobre la realidad social, económica y cultural de Nicaragua, se rebela contra el orden establecido, razón por la cual Ramírez lo considera como uno de los principales inspiradores de su acción política y de su obra literaria8.

En 1964 se traslada a vivir a Costa Rica, en su exilio virtual, como él mismo lo dice en su libro Adiós muchachos9. Trabaja para el Consejo Superior Universitario Centroamericano y se distancia, en términos relativos, del proceso revolucionario; le dedica mayor tiempo a otras actividades familiares e intelectuales. Recuerda con dolor a sus compañeros caídos en la lucha revolucionaria como Jorge Navarro, quien muere en la guerrilla en 1963, Julio Buitrago que es asesinado brutalmente por la Guardia Nacional en julio de 1969 y sobre todo, Leonel Rugama, el poeta místico y guerrillero que los soldados de la Guardia Nacional fulminaron en el asalto a la casa del FSLN en El Edén, en 197010. Esta última muerte significó para él una pérdida irreparable porque Rugama alimentó en el movimiento guerrillero, con una convicción vital, la idea de que era necesario renunciar a todo para alcanzar la libertad, como la familia y las posesiones materiales, vivir con humildad, con un espíritu solidario y sin temor a la muerte. Rugama se inspiraba en su fe religiosa y tomaba como modelo a Augusto César Sandino, para quien el juramento «Patria libre o morir» representaba la posibilidad de que otros algún día logren ver el paraíso en su tierra, encontrarse con su patria libre de las imposiciones dictatoriales.

Sufre cada vez más por la muerte, no solo de sus compañeros de las primeras luchas revolucionarias, sino también por la gran cantidad de compatriotas suyos. Pero simultáneamente mira a aquellos hombres como el ejemplo más contundente de entrega y amor a la patria y le invade de nuevo un impulso vital que no le permite desmayar en ningún instante. Retoma la tradición del sacrificio forjada por Sandino, muerto en 1934, y por el Che Guevara, que es ejecutado en 1967 en Bolivia, y crece en él la llama de la Revolución. En adelante no escatima ningún esfuerzo para colaborar con el FSLN y despliega una fuerte campaña en contra de la dictadura.

En 1973 viaja a Alemania, con una beca de escritor, pero en él sigue bullendo la necesidad de protesta contra todo tipo de opresión, principalmente contra los regímenes militares de América Latina. Ahí mismo participa en las manifestaciones contra el dictador chileno Augusto Pinochet, responsable de la caída de Salvador Allende. Aunque aprovecha plenamente la densidad cultural que le ofrece un país como Alemania, en donde tiene la oportunidad de entrar en contacto con el cine expresionista y con el teatro de Bertolt Brecht, así como disfrutar de los conciertos de la Philharmonie de Von Karajan, no se contiene para retornar en 1975 y entregarse por entero al proceso revolucionario.

A finales del año 1974, el día 27 de diciembre, se entera por televisión que el FSLN ha tomado la casa de José María Castillo, un miembro de la elite cercana a Somoza, que había preparado una recepción a Turner Shelton, embajador de los Estados Unidos y tiene como rehenes a familiares y ministros de Somoza. Se siente interpelado por aquella noticia que parece irreal, pero era reveladora de la gran fuerza que va adquiriendo la lucha contra Somoza. Su tierra lo llamaba de nuevo, lo necesitaba para abrir nuevos espacios a favor del pueblo. Esto lo lleva incluso a rechazar ofertas muy significativas, que posiblemente hubieran cambiado el curso de su vida:

Tomé, pues, la decisión de volver, y esta vez para meterme de lleno en la lucha. Armand Gatty, que para entonces solía dirigir en una sala de teatro experimental de la Kurküstendamm, me había propuesto irme a trabajar con él al centro Pompidou, que estaba por abrirse, como guionista de cine. Rehusé, no sin lástima, y desde entonces nunca he dejado de decirme a mí mismo que fue una decisión crucial en mi vida. Me hubiera perdido una revolución y hubiera terminado bajando todos los días a comprar Le Monde al quiosco de la esquina para enterarme de las noticias del trópico lejano, una evocación que acaba siempre por aterrarme11.



Este hecho permitió que el mundo conociera la fuerza que realmente tenía el FSLN al poner al gobierno somocista en una situación muy difícil y obligarlo a ceder en las peticiones planteadas. Por primera vez se descubren las fisuras del sistema dictatorial y crece la confianza de que es posible doblegarlo. Eso lo motiva y decide incorporarse definitivamente al FSLN, como parte de la Tendencia Tercerista12. Desde ese momento comienza a utilizar el seudónimo Baltazar, así como los demás miembros emplean otros, según el lugar y las circunstancias en que se encuentren.

Se entrega de inmediato a los primeros planes conspiradores: visita Cuba, Panamá y Venezuela en busca del apoyo de Fidel Castro, Carlos Andrés Pérez y Omar Torrijos; en Costa Rica le pide la colaboración al expresidente José Figueres Ferrer; vende su coche para financiar diversas actividades y asiste a múltiples sesiones clandestinas. En mayo de 1977 se efectúa en el Apartotel San José, Costa Rica, una reunión con el propósito de planificar la ofensiva militar. En ella destaca su participación y también nace el Grupo de los Doce13, el cual más tarde se integraría al movimiento revolucionario. En este Grupo, en el que están altas personalidades de la empresa privada, sacerdotes y profesionales, procura mantener una posición objetiva e independiente, muy abierta al criterio de los demás miembros.

En 1978 se percibe la organización y el trabajo planificado que se está realizando. Su presencia en Nicaragua se hace necesaria y viaja, dejando a su familia en una gran angustia e incertidumbre, ya que existe una orden de captura en su contra y además «El Chigüín», hijo de Somoza, le había manifestado al periodista Perry Kretz, de la revista Stern, que tomarían represalias porque él era un terrorista disfrazado. Solo una cosa desafía: la muerte. Y no se detiene en su proyecto. Lo acompañan otros miembros del Grupo de los Doce, a quienes Somoza también había acusado de delito, asociación ilícita, terrorismo y de atentar contra la paz pública. No obstante, el 5 de julio entran a Nicaragua para darle mayor fuerza política a la insurrección. Somoza había sido advertido por el presidente Jimmy Carter que respetara los derechos humanos y les permitiera el ingreso. De lo contrario, la situación para él y para Nicaragua se tornaría muy grave. En todo caso, era incierta la actitud de Somoza. La recepción de los nicaragüenses es grandiosa y extraordinaria y Sergio se dirige a la multitud para decirles que «la dictadura es un cadáver sin sepultura y venían a sepultarlo»14. La fuerza y contundencia de sus palabras avivan al máximo el espíritu revolucionario.

Producto de las presiones ejercidas sobre ella, la dictadura flaquea cada vez más. El diez de enero de 1978 Somoza ordena asesinar a Pedro Joaquín Chamorro Barrios, un periodista que había fundado en 1976 el Partido Unión Democrática de Liberación, el cual reunía a partidos del centro. El país entero consideraba a Chamorro como un patriota intachable y por ello su muerte, según Ángel San Juan, fue un error muy grave para la dictadura, pues la debilita fuertemente15. Este debilitamiento político se acrecienta con la toma del Palacio Nacional el día 22 de agosto, por un comando a cargo de Edén Pastora, el Comandante Cero. Luis Pallais Debayle, presidente del Congreso, todos los diputados y el Ministro de Gobernación Antonio Mora Rostrán son tomados como rehenes. Somoza se ve otra vez obligado a negociar y la dictadura se desprestigia aún más. Esta acción decisiva es parte de los planes insurreccionales puestos en marcha y en los cuales Sergio Ramírez aporta ideas y ofrece todo tipo de apoyo. Su casa, ubicada en Los Yoses de San José, Costa Rica, se convierte ese año en un auténtico centro de conspiración: se planean y discuten estrategias, se reciben donativos (dinero, materiales, medicinas y equipo para la guerra), se establecen relaciones con diversos países y figuras políticas internacionales, y se envían a Nicaragua todo tipo de recursos.

Sorpresivamente, el 17 de julio de 1979, Somoza renuncia a la Presidencia, por solicitud de Jimmy Carter, y se marcha hacia los Estados Unidos. La Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional compuesta por Violeta Chamorro, Alfonso Robelo, Moisés Hasan, Daniel Ortega y él mismo16, se traslada inmediatamente a León, en donde recuerda su vinculación sentimental y política con esa ciudad y luego se desplaza hacia Managua. El día 20 de julio son recibidos en medio de una gran algarabía y júbilo sin precedentes. El pueblo se desborda al sentirse libre de la tiranía y nace la esperanza de una sociedad nueva.

Una vez instalada la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, el trabajo le absorbe todo su tiempo. Se inicia la planificación de las políticas de desarrollo social y colabora asiduamente. Permanece hasta altas horas de la noche atendiendo a los representantes de las comunidades que le traen todo tipo de solicitudes para resolver necesidades urgentes: escuelas, alumbrado eléctrico, caminos y agua potable. Tiene, de esta manera, la oportunidad de palpar muy de cerca el atraso histórico en que se encuentra su país y por ello siempre le ofrece su apoyo a aquellos líderes que intentan una transformación básica pero sustancial de la nación. Se desplaza hasta pueblos muy alejados para participar en asambleas comunales, homenajes, reuniones y ceremonias de inauguración. Aporta valiosas ideas para la realización de la Cruzada Nacional de Alfabetización17, una de las primeras actividades que el Gobierno emprende e incluso sus hijos Sergio, María y Dorel, siendo aún muy jóvenes, asumen el compromiso de ir a enseñar en lugares muy remotos. No hay duda que siguen el ejemplo de su padre, como también lo hace su esposa Tulita, al fungir como Jefa Disciplinaria de un grupo de profesores y alumnos de la Universidad Centroamericana de Jesuitas, que habían decidido colaborar con el proceso de corta del algodón.

Su función no se limita al trabajo interno, pues el Gobierno lo requiere como uno de los líderes con mayor capacidad para divulgar los alcances de la Revolución, forjar una imagen positiva en el ámbito internacional y conseguir el apoyo económico mediante donaciones o préstamos. Viaja por diversas naciones del mundo y logra la misión encomendada: Suecia, Panamá, Austria, Irán, Cuba, Taiwán, Rusia, España, Grecia, Francia y México, ofrecen su apoyo material y hasta llegan a establecer convenios de cooperación. No ocurre así con los Estados Unidos, país que se siente amenazado con la caída de Somoza y desde un principio manifiesta su rechazo, lo cual obliga a la Junta de Gobierno a hacer grandes esfuerzos para contrarrestar ese factor adverso. Se intensifican los contactos con este país y viaja acompañado de Daniel Ortega a reunirse con Jimmy Carter, quien les ofrece sesenta millones de dólares para la reconstrucción nacional, pero nunca llega a desembolsarlos.

En su libro Estás en Nicaragua capta la euforia que genera el triunfo de la Revolución y la extraordinaria forma como el pueblo colabora con las nuevas políticas de desarrollo. Como dirigente encuentra en ello un gran estímulo para concretar de diversos modos las aspiraciones de los distintos grupos sociales, los cuales se muestran ansiosos de tener una Nicaragua más próspera y se enorgullecen de sus conquistas:

Son los días en que andábamos en busca del país, tratando de devorar el país, caminatas, caravanas, actos, juramentaciones, beberse el paisaje, beberse a la gente, miradas, gestos, risas, preocupaciones, embriaguez del país ya nuestro, cambiarlo, darle vuelta, encontrar las costuras de la injusticia y del sufrimiento, avidez, nostalgia viva, ganas de hacer y deshacer, el nudo ya permanente en la garganta, el sentimiento alerta, el amor tan grande y la rabia tan profunda18.



Nótese además cómo expresa la amenaza que se cierne sobre el país, producto del rechazo y desaprobación de los Estados Unidos a los cambios propuestos por el nuevo gobierno. Ese sentimiento de identificación se debilita y provoca ciertas distorsiones en los planes hechos pues obligan a estar atentos a la actitud de los Estados Unidos y a canalizar recursos para contrarrestar los efectos de la misma, lo que sin duda constituye uno de los obstáculos más fuertes que debían superarse en los primeros años de la década de los ochenta. Sin embargo, para él, esto es un nuevo reto que asume con mucha definición y se aboca entonces a la búsqueda de diferentes formas para alcanzar un mayor reconocimiento de la Revolución.

En ese afán por continuar mejorando la imagen nicaragüense y por fortalecer la integración del poder político con las instituciones sociales y con la Iglesia Católica, contribuye con la organización de las actividades para la visita de Juan Pablo II a Nicaragua en 1983. El esfuerzo es grande, pero el Papa se siente defraudado porque considera que hay elementos políticos e ideológicos que interfieren en la actividad religiosa19.

En 1984 realiza un trabajo muy arduo en la campaña electoral que culmina con el triunfo del FSLN y es designado como Vicepresidente de la República. De nuevo su función en el Gobierno se torna decisiva en las distintas relaciones que Nicaragua establece y mantiene con otros países. Las diferencias con los Estados Unidos se acentúan y el presidente Reagan logra que el Congreso apruebe cien millones de dólares para los Contra20 y hasta llega a pensar en una posible invasión. Esto lo obliga, así como a todo el Gobierno, a mantenerse alerta ante cualquier política o decisión de los Estados Unidos. Viaja a Inglaterra donde lo recibe Margaret Thatcher, que critica a Nicaragua por el alineamiento con Rusia. En la visita que Boris Yeltsin hizo a Nicaragua en 1988, lo interroga sobre el futuro de Rusia y de Nicaragua, y aunque Yeltsin informa que la perestroika serviría para fortalecer el poder político de Rusia en el mundo, no le satisfacen las respuestas que le da.

La guerra de los Contra se recrudece y el país sufre un gran desgaste. Los recursos destinados a la reconstrucción se invierten en armamento e infraestructura para la guerra. El apoyo de los Estados Unidos a la Contrarrevolución provocó en él y en el Gobierno un comportamiento muy cerrado al diálogo: «Jamás hablaríamos con la contra. Primero se caerían todas las estrellas del cielo, dijo Tomás Borge en un discurso; y en otro, en León, yo dije que solo hablaríamos por la boca de los fusiles»21. A pesar de ello, paulatinamente va tomando conciencia de que no conviene una actitud tan radical y gracias a las iniciativas de paz del Grupo Contadora (Panamá, Colombia, México, Venezuela) y del Grupo de Apoyo a Contadora (Argentina, Brasil, Perú y Uruguay) asume una posición abierta y pasa a formar parte de la Comisión Nicaragüense de Reconciliación, presidida por el obispo Miguel Obando y Bravo. Ahí conoce aún más las demandas de distintos sectores de la sociedad y propicia la creación de un ambiente fructífero para el desarrollo del país. Se reúne luego con el Papa para informarle sobre los progresos de las negociaciones de paz y sobre los esfuerzos que el Gobierno está efectuando para ello.

En 1990 vuelve a participar en las elecciones y el FSLN resulta derrotado. El Partido Unión Nacional Opositora gana las elecciones y Violeta Chamorro asume la Presidencia. Piensa en la posibilidad de retirarse del escenario político, pero Daniel Ortega, que como candidato perdedor le corresponde ser diputado, se encarga de la Dirección del FSLN y lo deja a él en el Congreso, en donde también ejerce la función de Jefe de la Fracción Sandinista. En el Congreso fortalece una interesante interacción entre los partidos políticos en beneficio del sistema democrático y de la estabilidad del país. Sin embargo, la derrota electoral significa una pérdida de poder para el FSLN y sus dirigentes piensan que como oposición deben ser muy fuertes y necesitan recursos para ello. Inician así el traspaso de muchos bienes del Estado a miembros y dirigentes del FSLN, operación denominada «piñata»22. Su sentido de honradez y su defensa de los recursos del pueblo no le permiten aceptar esta acción y en conjunto con otros compañeros suyos (Henry Ruiz, Luis Carrión y Dora María Téllez) en una asamblea del FSLN, solicita a la directiva de este que informe sobre la malversación de recursos y, además, apoya la candidatura del Henry Ruiz a Secretario General del FSLN, con lo cual desafía a Daniel Ortega y genera uno de los principales puntos de ruptura que van a redundar en su expulsión del FSLN en mayo de 1994. Se aleja de la tendencia ortodoxa de Daniel Ortega y encabeza una nueva fuerza denominada Movimiento Renovador Sandinista, fundada en 1995.

La expulsión de Sergio Ramírez del FSLN, según Secundino González, debe entenderse como parte de la crisis de un partido que, en apariencia, era el único partido que tenía mayor solidez y consistencia en todo el panorama político del país y sin embargo, no pudo evitar la fragmentación que terminó debilitándolo. Pero, agrega que también influyó mucho en ello el hecho de que Sergio Ramírez tenía una posición ideológica más intensa y orientada hacia la democracia:

El Congreso extraordinario del FSLN, en 1994, solo sirvió para ahondar las diferencias, al excluir de la dirección del partido a Sergio Ramírez, antiguo vicepresidente de la República, portavoz de los sandinistas en la Asamblea Nacional y defensor de una reconversión ideológica más intensa -hacia la socialdemocracia- y, por entonces, de una táctica de oposición más moderada. Poco después Ramírez crearía el Movimiento Renovador Sandinista, al que se adscribieron buena parte de los diputados sandinistas, fragmentando otra vez más el Parlamento23.



A su retiro del FSLN recibe toda clase de vituperios, se conmueve por los recuerdos del pasado, por sus sueños que se han ido quebrando, pero no renuncia a su espíritu revolucionario y emprende una intensa campaña electoral, como candidato a la presidencia. Recorre todo el país para conversar en forma directa con la gente, presentarle su alternativa y ofrecerle soluciones a los problemas que enfrenta, y a pesar de que invierte gran energía y recursos materiales, pierde las elecciones en 1996. Su propuesta política no encuentra eco en los nicaragüenses, que mayoritariamente han escogido a Arnoldo Alemán como Presidente. Ante el fracaso y ante la solicitud de la familia que le demanda el tiempo y la atención que no les había brindado por muchos años, decide retirarse definitivamente del escenario político.

Su paso por la política y su liderazgo dentro del proceso revolucionario necesitan mayor perspectiva histórica para valorarlos, pero sigue manteniendo sus ideales. Partidario de las utopías y con gran esperanza en la transformación de aquellas sociedades que han vivido bajo distintas formas de opresión, hoy mira su pasado y lo analiza tanto en sus facetas positivas como en los posibles errores cometidos. Denuncia las incongruencias que tuvo el proceso revolucionario, sobre todo en la relación entre los planteamientos teóricos y la praxis y en la falta de planificación real, ataca la forma cómo el Sandinismo revivió las estructuras políticas arcaicas basadas en el caudillismo y se convirtió en un régimen autoritario que trajo pobreza y marginación24, pero también enfatiza que la democracia y la cultura de la solidaridad han sido su mayor herencia. La revolución que él encarna trasciende su adhesión al FSLN o a cualquier partido político. Es apasionada e intelectual. No participa directamente en la guerrilla, ni toma las armas, pero su pensamiento lúcido, analista, calculador y estratégico le han rendido beneficios a su país y a América Latina en general.




Su obra literaria y otros escritos

La obra escrita por Sergio Ramírez es amplia y puede dividirse en cinco apartados: a. obra literaria, b. obra testimonial, c. escritos biográficos e históricos, d. ensayos sobre la Revolución Sandinista, la cultura y la literatura centroamericanas y d. Ensayos sobre la creación literaria. Esta división se basa en criterios genéricos y temáticos, pero el pensamiento y la ideología del autor sobre la realidad política y el fenómeno literario atraviesan todos sus libros y trascienden las limitaciones de cualquier clasificación.


Obra literaria

Sergio Ramírez inicia su carrera literaria escribiendo cuento y poesía. La Prensa Literaria, suplemento cultural dirigido por el poeta Pablo Antonio Cuadra le publica en 1956 su primer cuento, titulado «La carreta nagua» y en 1960 empiezan a aparecer sus poemas, algunos escritos en 1959, en la Revista Ventana25. La tradición poética de su país y su gusto por autores como Federico García Lorca (1898-1936), José Asunción Silva (1865-1896) y Pablo Neruda (1904-1973), lo acercan bastante a la poesía más que a la narrativa. Pero, muy pronto empieza a leer las obras de grandes narradores de la literatura mundial como Franz Kafka, Guy de Maupassant, Stefan Zweig, Honoré de Balzac, Tolstoi, Stendhal, Gustave Flaubert, Virginia Woolf, Jorge Luis Borges, Rómulo Gallegos, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, entre otros, encuentra en ellas múltiples situaciones humanas que le atraen y observa que la narración le ofrece grandes posibilidades para expresar su potencial imaginativo. Descubre que su vocación es la de narrador y desde 1963, año en que aparece su libro Cuentos hasta 2001, cuando publica Catalina y Catalina ha trabajado la novela y el cuento.

Sus novelas publicadas hasta la fecha son: Tiempo de fulgor (1970), ¿Te dio miedo la sangre? (1977)26, Castigo divino (1988)27, Un baile de máscaras (1995)28, Margarita, está linda la mar (1998)29 y Sombras nada más (2002). En el género cuento ha escrito: Cuentos (1963)30, Nuevos cuentos (1969), De tropeles y tropelías (1973)31, Charles Atlas también muere (1976), Clave de sol (1992)32, Cuentos (1994), Cuentos completos (1997)33 y Catalina y Catalina (2001)34. Cronológicamente, se distinguen dos etapas en su trabajo de creación. La primera llega hasta la publicación de ¿Te dio miedo la sangre?, época en que aún era uno de los militantes más destacados del FSLN que pretendían derrocar a Somoza; la segunda inicia formalmente en 1988, con la publicación de Castigo divino, siendo parte del Gobierno Sandinista. Nótese que entre ambas hay un periodo de once años, en el que el autor no publicó ninguna obra, pues estaba dedicado principalmente a sus acciones revolucionarias y políticas.

A pesar de que por muchos años trabaja simultáneamente en el campo de la ficción y en la política, cuando integra la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y es nombrado Vicepresidente de su país, siente gran preocupación y teme por su futuro como escritor: «Me aterroricé mucho cuando fui electo Vicepresidente de Nicaragua. Si no volvía a hacer literatura dejaba de ser escritor»35. Su vocación por la escritura y su disciplina le permiten realizar en 1985 un primer intento de volver por los fueros de la ficción con su libro Estás en Nicaragua, pero esto lo logra parcialmente. En esta obra hay una mezcla de aliento narrativo y de reflexión ensayística36, lo cual se aprecia en el tratamiento de los dos temas centrales: la Revolución y la influencia de Julio Cortázar en los escritores centroamericanos, que son abordados desde la óptica del hombre comprometido con su patria y desde la mirada fascinante del escritor. Su retorno a la escritura literaria se produce con éxito y con una obra que lo hace acreedor de importantes reconocimientos dentro del panorama literario hispanoamericano: Castigo divino. Esta aparece en 1988, pero realmente la inicia en 1985, cuando se percata de la importancia que reviste para él la ficción como actividad vital y como ejercicio artístico.

En sus primeras obras recrea un ambiente vernáculo y costumbrista, pero paulatinamente les va imprimiendo un tono político e ideológico, a raíz de los diversos problemas que tiene el país con el gobierno dictatorial que sume a la población en la pobreza y favorece los intereses económicos e imperialistas de los Estados Unidos:

Mi primer libro, publicado en Managua, en 1963, todavía reflejaba la tendencia vernácula de la que me iría desprendiendo, cuentos sobre campesinos, indios, a la manera tradicional. Pero ya estaba en la línea de darle una textura política, de cuestionamiento de las estructuras del país. Ya en Nuevos cuentos, de 1967, comienzo a cambiar, la narración me sirve para perfilar la alienación cultural del país, terreno donde me parece que mi trabajo como narrador tiene algún mérito37.



Sus obras iniciales tratan diversos temas como el hambre, la injusticia social, el robo, la prostitución, el amor, la naturaleza, la maldad, la traición, la vida de estudiante, el antiimperialismo y la violencia. Ramírez reconoce que en ellas expresa su compromiso con la dignidad humana y con la soberanía nacional; de ahí que haya una presencia muy marcada de la función ideológica del narrador38, lo cual no implica que la validez de estas obras se reduzca únicamente por su contenido ideológico. Sus textos Tiempo de fulgor, De tropeles y tropelías, Charles Atlas también muere y ¿Te dio miedo la sangre? representan también una importante toma de conciencia sobre el hecho literario y abordan el tema del poder y la dictadura de dos maneras: en forma directa y apoyándose en recursos como la ironía, la alegoría, el humor, la abstracción de los personajes y la yuxtaposición de voces39. La obra que sintetiza esa búsqueda de los recursos expresivos más idóneos para ficcionalizar la realidad histórica y política es ¿Te dio miedo la sangre? En ella el autor recrea el contexto centroamericano del periodo comprendido entre 1930 y 1961, y más específicamente el efecto psicológico que produce la dictadura en la sociedad y en los individuos, con base en técnicas como el tratamiento irónico, la distorsión temporal y el multiperspectivismo. Estas técnicas también eran empleadas por los principales narradores hispanoamericanos de la década de los setenta. Esto ha llevado a que críticos como Arturo Arias, consideren esta obra no solo como la más representativa de esta etapa del autor, sino de la novela centroamericana de dicho periodo40.




Obra testimonial

Su obra testimonial comprende dos libros: Hombre del Caribe (1977) y La marca del zorro (1989). La primera presenta la vida de Abelardo Cuadra en sus diferentes facetas41 y enfatiza la transformación experimentada por este personaje, ya que en un principio luchó contra el Sandinismo, pero progresivamente fue tomando conciencia hasta llegar a identificarse con la causa revolucionaria; la segunda describe el heroísmo del comandante Francisco Ribera, «El Zorro», que desde niño se integró a las luchas del Frente Sandinista de Liberación Nacional42 y logró un trabajo clave para derrocar la dictadura de Anastasio Somoza, sobre todo en el periodo 1974-1979, en el que la lucha fue intensa, feroz y sacrificada. En fin, ambas procuran presentar con precisión biográfica e histórica el panorama político nicaragüense que va desde el asesinato de Augusto César Sandino en 1934 hasta el triunfo del sandinismo en 1979.

Estas obras se incluyen como parte de su producción textual, sin embargo, encarnan un problema de autoría. Tanto Abelardo Cuadra, protagonista del primero, como Francisco Ribera, personaje principal del segundo, podrían reclamar su papel de autores, pero por el proceso que llevó la escritura de ambos, el aporte de Ramírez es fundamental, y a pesar de que han transcurrido muchos años desde la primera edición, no ha habido ninguna polémica al respecto. En un primer momento Ramírez reveló el método de trabajo que implicaron estas obras y en el prólogo a Hombre del Caribe destacó que su mérito personal consistía en «haber pasado a limpio las memorias, venciendo a cada paso las tentaciones de incorporar mi propio lenguaje al texto»43. Pero, en la entrevista de 1999, ante esta duda sobre la autoría responde, sin ninguna posición intermedia, que en esos libros todo ha sido obra suya: revisión de los manuscritos enviados por los protagonistas, un arduo proceso de investigación para ubicar las obras de una manera adecuada en el contexto, múltiples entrevistas y la escritura final. Ante la pregunta: ¿Qué hay de Sergio Ramírez en Hombre del Caribe de Abelardo Cuadra y La marca del zorro de Ribera?, el autor afirma:

Todo. Con estos libros tuve algún pudor de no transmutarme en autor directo, por respeto a la vida de los personajes que yo trataba. Abelardo Cuadra me entregó materiales dispersos, cartas a su hermano desde la cárcel, capítulos que él tenía muy mal escritos porque no era escritor. Para su desilusión, este libro terminé escribiéndolo. Él esperaba que fuera un libro de dos mil páginas y a mí lo que me dio fue eso. En el libro del Zorro trabajamos con entrevistas grabadas y al final traté de darle un acento narrativo a los hechos históricos, no en cambiarlos. El Zorro no hablaba como el campesino que yo hago hablar en el libro, sino con un lenguaje muy politizado y mi trabajo era desbrozar, limpiar toda esa ideologización del lenguaje común a la Revolución. Mi papel fue convertir los hechos en una narración e inventarle un lenguaje arcaico. Meterme en la piel del Zorro y hablar como si fuera él, como lo digo en el Prólogo44.






Escritos biográficos e históricos

Se incluyen en este apartado las siguientes obras: Mis días con el Rector (1965), Mariano Fiallos (1972), El pensamiento vivo de Sandino (1975)45, Oficios compartidos (1994) y Adiós muchachos (1999)46.

El interés por encontrar una explicación a la historia y a la cultura de su país lo lleva a incursionar en la biografía, un género ambiguo que se construye con el rigor del discurso histórico pero que al mismo tiempo deja ver una fascinación por el sujeto biografiado47. A la vez que escribe sus primeros cuentos y novelas, investiga sobre la vida de dos figuras que han influido en su pensamiento y en su formación como escritor y político: Mariano Fiallos Gil y Augusto César Sandino. En Mis días con el Rector y Mariano Fiallos recorre detalle por detalle, paso a paso, etapa por etapa la vida de Mariano Fiallos: su ascendencia familiar, anécdotas, amistades, cargos públicos, viajes, trabajos en la agricultura y aficiones artísticas. Se detiene en hechos fundamentales como su rectorado en la Universidad de León, el logro de la autonomía universitaria, la colaboración con el desarrollo de las universidades centroamericanas y la búsqueda de expresiones artísticas que respondieran a la libertad y al compromiso histórico. Lo considera un humanista liberal al que siempre la responsabilidad, el amor y el espíritu solidario han caracterizado. Cuando describe la muerte y entierro de Fiallos en 1964, un sentimiento de tristeza lo invade, pues su función en la cultura nicaragüense fue extraordinaria y singular y dejó como mayor legado la fundación de la auténtica universidad nicaragüense, basada en el humanismo y convertida en permanente foro de discusión48. Desde su cargo de Rector de la Universidad de León (1957-1964) pudo poner en práctica sus ideales, que se sintetizan en su frase «A la libertad por la Universidad», la cual da título a uno de los libros de Mariano Fiallos, publicado en 1960 y sirve como divisa o estandarte a la Revista Ventana.

Años después escribe El pensamiento vivo de Sandino, en donde mira a Sandino como modelo de hombre y de ciudadano comprometido con la libertad de su país. Explora su vida con minuciosidad, describe los orígenes humildes, la tragedia al ver a su madre morir en la cárcel, el trabajo en las plantaciones bananeras y su estadía en México buscando apoyo para su revolución. Pone énfasis en hechos medulares como su gran capacidad para persuadir a los campesinos, la fundación del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (1927), la expulsión de los marines estadounidenses (1933) y su conmovedor asesinato (1934). En torno a esta figura teje la historia nicaragüense, determinada por la agitación política y por la presencia imperialista, y es tal la identificación con el personaje que lo asocia con grandes hombres de la historia latinoamericana como José Martí. La obra mantiene su objetividad, pero también se desborda y en algunos momentos se erige a Sandino como mito, más que una persona concreta. Hay unos pocos elementos ficcionales que imprimen a la obra un interés particular, sin que el autor se aleje de su propósito de presentar con la mayor fidelidad la vida de Sandino.

Merece la pena también resaltar que durante sus años de Gobierno, por sus limitaciones de tiempo deja de escribir biografías, como lo hace también en general con la ficción, aunque mantiene un interés por las peculiaridades de la vida de algunos hombres como Rubén Darío y Anastasio Somoza, quienes para bien o para mal, han sido determinantes en la historia de Nicaragua y encierran actitudes y enigmas humanos que le resultan atractivos. Sobre Darío no publica ninguna biografía concreta; sin embargo elabora innumerables fichas producto de sus investigaciones, que más tarde utiliza en su novela Margarita, está linda la mar, en la cual se entrevé que también ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo para conocer con precisión la vida de Anastasio Somoza García. Sin renunciar a lo biográfico, les da un tratamiento literario especial y los somete, por lo tanto, a las reglas de la ficción.

Hasta aquí Ramírez se ha preocupado por la biografía de hombres ejemplares para la nación nicaragüense, pero ya en la década de los noventa fija su mirada en sí mismo, debido a una necesidad personal, artística y política. Empieza haciendo un análisis de las diferentes razones que lo han llevado a ejercer como político y de las que lo han conducido a la escritura. Oficios compartidos es el libro que revela esa doble esfera en que se ha desenvuelto. A pesar de que se refiere a su vida, no alcanza la magnitud que sí tiene Adiós muchachos, al que ha llamado memorias, pero no por ello deja de ser una reconstrucción de su vida y de la Revolución Sandinista. En él examina este acontecimiento histórico de un modo tan crítico que ni él mismo resulta exento de errores. Tampoco escatima espacio para destacar los aciertos. Organiza discursivamente los materiales empleados de modo que siempre aparece en esa compleja red de relaciones, interactuando con intelectuales, guerrilleros, sacerdotes, políticos, familiares y escritores. Es así como su vida se encuentra determinada por múltiples actores y cumpliendo una misión protagónica, incluso cuando decide retirarse del FSLN y brindar al pueblo una propuesta política diferente para su desarrollo.

En la obra se presenta como un individuo compenetrado con la Revolución Sandinista y por ello, afloran en ella los sueños y las decepciones, los triunfos y los fracasos, el esplendor y el ocaso de una época. Se ha propuesto revelar toda clase de detalles que contribuyan a un mayor conocimiento de la Revolución; no renuncia a la objetividad pues procura ir presentando los acontecimientos desde varios puntos de vista, sin que el suyo deje de tener primacía. Un tono épico y melancólico domina el texto, pues señala que las glorias de la Revolución fueron extraordinarias debido a las hazañas de seres humanos que se entregaron enteramente para lograr el triunfo sobre la dictadura; sin embargo, ese pasado lleno de amigos se ha ido desmoronando y muchas conquistas se pierden producto del devenir histórico y de los cambios drásticos suscitados en los últimos gobiernos. En la obra, con un sentimiento afectivo, recuerda los años de la Revolución, se ve actuando en cualquier circunstancia, pero la realidad presente no lo engaña y es testigo del derrumbe de la Revolución y la utopía de una sociedad justa e igualitaria que, en definitiva, no se conquistó.




Ensayos sobre la Revolución Sandinista, la literatura y la cultura centroamericanas

Sus ensayos sobre la Revolución Sandinista son los siguientes: El alba de oro (1983), Estás en Nicaragua (1985)49, Seguimos de frente (1985), Las armas del futuro (1987) y Confesión de amor (1991). En estos libros, además de expresar su pensamiento político, se hace vocero de la ideología del FSLN que estuvo en el Gobierno durante la década de los ochenta. Simultáneamente son obras de su cosecha personal y fruto de la Revolución. Si se exceptúa Estás en Nicaragua que mantiene una ambigüedad por la tensión discursiva entre la ficción y el ensayo político, las demás emplean un lenguaje persuasivo y una retórica al servicio de la causa revolucionaria. Son obras que responden a estrategias ideológicas bien definidas tienen la misión de crear y fortalecer una imagen positiva del país, de la nueva realidad y de los logros alcanzados.

En ellas el autor ha tenido un cuidado especial por utilizar los mecanismos retóricos más apropiados para transmitir al pueblo un espíritu esperanzador que lo motive a participar en la construcción de una sociedad democrática, justa, equitativa y solidaria, como se anuncia en el título de las obras que connotan un mundo optimista y espléndido mediante metáforas llenas de signos positivos («El alba de oro», «Confesión de amor», «Seguimos de frente», «Las armas del futuro»), evocando así actitudes nobles en beneficio de la humanidad y de la patria e invitando a prepararse con fortaleza para los tiempos venideros; además, estos ensayos están cargados de expresiones específicas que generan en el receptor una valoración del proceso revolucionario y un impulso hacia el cambio: «La historia de Nicaragua es una historia nocturna, noche cerrada en que gimen los humillados»50, «Todo sueño arranca desde los cimientos y se construye con muros, vigas, piedras, hasta el techo, y construir un país es construir la Ciudad del Sol»51 y «La utopía latinoamericana, apenas empieza a nacer»52. Por esta razón, pretende recuperar la historia de Nicaragua con el acento de un pasado trágico y fatal, y con unos héroes que supieron llevar el país a un estado libre y soberano, como se asume el presente. Se recuerda que desde tiempos de la conquista los tiranos han gobernado el país, empezando por Pedro Arias Dávila hasta llegar a la dictadura somocista. Se reitera en distintos momentos que la libertad y la soberanía antes de 1979 no existían en Nicaragua y que ahora se han alcanzado gracias a la acción de héroes como Augusto César Sandino, Carlos Fonseca Amador, Rigoberto López Pérez y Leonel Rugama, que entregaron su vida en nombre de la patria y dieron un ejemplo digno de imitar.

No puede negarse el gran valor histórico y político que tienen estos ensayos, ni la capacidad del autor para plantear diversos problemas relacionados con la realidad centroamericana, pero en ellos subyacen los principios ideológicos del FSLN que tendían a fragmentar demasiado la realidad al trabajar con dicotomías como pasado/presente, dictadura/sandinismo y atraso/progreso. Quizá por eso mismo Sergio Ramírez dice que ahora él no los toma muy en cuenta y que deben ser revisados con mucho detalle53, además de aclarar que su pensamiento en torno a la Revolución ha cambiado, pues las condiciones históricas e ideológicas han tomado nuevos giros. Estos libros corresponden a una etapa muy concreta de su vida, pero ya a principios de la década de los noventa empieza a percibir la Revolución de un modo distinto y aunque no haya publicado después ensayos sobre este tema, sí habla de una posición crítica y no de alabanza. Sus memorias Adiós muchachos representan una visión crítica, reposada y con cierto distanciamiento de la Revolución.

Los ensayos que se refieren a la cultura y a literatura centroamericana son La narrativa centroamericana (1969), «Balcanes y volcanes» (1973), El cuento centroamericano (1974), «Seis falsos golpes contra la literatura centroamericana» (1975)54 y El cuento nicaragüense (1976). La mayoría de ellos se publican en los años setenta y plantean de un modo crítico y sintético la relación que ha habido entre la historia, la cultura y la literatura centroamericanas. Estos ensayos en su momento constituyeron un notable aporte55 a la crítica sobre la cultura y la literatura del área y revelan su interés por ahondar en estos temas, el cual ha continuado expresando en distintos foros, en la prensa escrita y por qué no, en su literatura.

Sus análisis parten del presupuesto de que la cultura y la literatura constituyen un modo de representación de la realidad sociohistórica y se refieren a lo sucedido desde la segunda mitad del siglo diecinueve56, periodo en el cual inicia la exportación de café a Europa. Con un hondo sentido irónico describe las crisis sobre los conceptos de nación y de cultura nacional que se producen a raíz de esta actividad económica. Así por ejemplo, las oligarquías, importan productos manufacturados europeos, algunas veces pasados de moda, como resultado de las exportaciones; fomentan una ilusión de ser personas educadas y cultas y por ello construyen teatros y palacios, levantan estatuas, imitan modelos educativos ajenos a la realidad y hasta llegan al ridículo de copiar y pretender aplicar normas, como el Código Civil Francés, desprovistas de todo asidero nacional. Europa se ha convertido en un modelo para ellos, que se arrogan la idea de ser representantes de la cultura nacional, cuando en realidad son una minoría que no recoge el sentir de toda la población.

En esta relación que Ramírez establece entre la producción literaria, la historia y la cultura apunta, que a finales del siglo diecinueve es el banano el que hace entrar a Centroamérica en una economía de dependencia de los Estados Unidos, la cual trajo consecuencias muy negativas. Estados Unidos llega a apoyar a los regímenes dictatoriales que defendían sus intereses, como el de Estrada Cabrera en Guatemala, Maximiliano Hernández en El Salvador, Tiburcio Carías Andino en Honduras y Anastasio Somoza en Nicaragua. Es una dependencia que se mantiene mediante diversas estrategias ideológicas, muchas de ellas vinculadas a modelos educativos y al fomento de una sociedad de consumo. Al lado de esta dependencia, sostiene que en la segunda mitad del siglo XX, la cultura mexicana se proyecta fuertemente sobre la vida centroamericana, especialmente en las zonas rurales. Hay razones de vecindad geográfica y afinidad cultural que justifican esta influencia, la cual se concreta con la música ranchera, las películas y las telenovelas, manifestaciones que reviven heroísmos, sensibilidades femeninas y machismos.

En estos libros también subraya que a pesar de que Centroamérica ha sido espacio de conflicto y de intereses de otras naciones, también es responsable de posiciones débiles y entreguistas que han facilitado la injerencia de otros países. Su línea crítica alcanza la misma literatura y las instituciones que la han determinado, denunciando que ha habido periodos en que diversos factores históricos e ideológicos como la religión y la Inquisición (Colonia) impidieron un florecimiento cultural y que en otros, los autores han reproducido ideologías ajenas a la realidad del pueblo. No se limita a enumerar autores y obras representativas, sino que somete todo a su juicio, y sus críticas no desconocen el aporte de los autores, orientándose hacia la necesidad de que estos creen un lenguaje que demuestre un conocimiento a fondo de la realidad y no se limiten a reproducir modelos arcaicos.

En esa línea, observa que la obra de muchos autores no ha evolucionado de acuerdo con los cambios culturales e históricos producidos en el tiempo y por eso no han logrado dar una respuesta de actualidad al contexto. Muchos de ellos siguen idealizando el pasado y no se comprometen con los retos del presente. Por ello, aboga por elevar la narrativa y en general la literatura centroamericana a niveles más altos, pues esta se ha comportado muchas veces como un producto más del subdesarrollo57 y plantea la necesidad de una revolución literaria, como la que hicieron en su tiempo Rubén Darío, Miguel Ángel Asturias y Yolanda Oreamuno, para superar concepciones artísticas que condenan la literatura a un estatismo que no le permite entrar en la dinámica de vanguardia.

Estos libros tienen la importancia de revelar el pensamiento del autor sobre la creación literaria en Centroamérica en una década en que los conflictos políticos y sociales son sumamente agudos. Para él, la realidad centroamericana no es un asunto muerto, por el contrario, está llena de represión, pasiones, mitos y fracasos que forman parte del mundo de los escritores, pero estos libros deben responder sobre todo a las exigencias artísticas más que a las tentaciones del contexto. Hay obras que se apegan demasiado a las circunstancias históricas, sus autores no han mirado más allá del momento y eso las ha condenado a no trascender en el tiempo. Deben poner la imaginación y la estética en un primer plano para alcanzar verdaderos productos artísticos, ya que el hecho literario no puede ser pura experimentación con el lenguaje ni debe abocarse directamente a los acontecimientos históricos. Los mundos ficticios creados deben responder a una realidad concreta y el lenguaje no puede ser un puro artificio, vacío de sentido. Es así como el aporte y la novedad del escritor centroamericano consiste en el logro de un punto de equilibrio entre la realidad y el lenguaje que le permita expresar mundos particulares y universales al mismo tiempo.




Ensayos sobre la creación literaria

Mentiras verdaderas (2001) es el libro en el que Sergio Ramírez reflexiona sobre la creación literaria y expone sus puntos de vista en torno a este tema, efectuando diversas interpretaciones de obras de la literatura universal y clásicos de la literatura contemporánea58. La obra está compuesta por seis ensayos59 y el tema central que los articula es la construcción del sentido verosímil, aunque cada uno se refiere también a otros temas más específicos, como sucede en los dos últimos («La máquina del tiempo» y «Esplendor de la palabra»), donde retoma los temas del posmodernismo y el poder de la palabra en relación con la industria electrónica del libro en la actualidad.

En este libro, Ramírez considera que la comunicación literaria es el elemento fundamental para que se logre establecer un diálogo entre la realidad textual y el lector, de manera que el autor debe encontrar las formas de persuadirlo y para ello le conviene presentarle un mundo que sea capaz de sorprenderlo, ya que el lector también participa del mundo creado y hasta llega a convertirse en un «juez terrible», que según el autor, está dispuesto a ser encantado y engañado; lo cual exige una profunda imaginación y coherencia del autor para conformar un mundo que siendo invención parezca verdadero60.

Para la construcción de ese mundo verosímil dentro de la literatura, resulta clave que el autor pueda imaginar y crear a partir de realidades que ha vivido y que forman parte de su experiencia61, factor que garantiza que la obra adquiera una mayor semejanza con la realidad, donde no caben las incongruencias ni ningún tipo de exageración que la aleje arbitrariamente de su contexto:

El procedimiento de construir la realidad no admite de exageraciones gratuitas o de imposiciones mentirosas. Para parecer real, la realidad tiene que copiarse a sí misma62.



De las diferentes afirmaciones de Ramírez en este libro se infiere que el aspecto medular para el logro de la verosimilitud textual es el empleo de una serie de recursos retóricos que están en función de interpelar al lector y producir un efecto de realidad, pues no basta con la simple referencia a hechos históricos y culturales63. Entre estos recursos Ramírez privilegia y considera de gran importancia el humor, la ironía, la intriga y el suspense, la narración como reportaje, la creación partir de una imagen visual y cualquier otro que contribuya a la solidez de una obra como artificio de imaginación vinculado a realidades concretas64.






A modo de conclusión: Más allá de la escritura y la política

Los historiadores y críticos literarios centroamericanos han abordado su vida en su doble faceta de escritor y político, y hacen bien en señalar los méritos que ha obtenido en ambas dimensiones, pero esa dualidad no es suficiente para conocerlo integralmente. Ramírez es también el intelectual, el ensayista, la persona solidaria, el crítico y el soñador. Atrapado en una vida llena de ideales y de hechos singulares, se entrega plenamente a sus responsabilidades. En forma paralela a su creación literaria y a su actividad política, ejerce una importante función en instituciones y ámbitos que están muy relacionados con el desarrollo histórico y cultural centroamericano e hispanoamericano. En 1964 labora en las oficinas del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA), ubicadas en San José, Costa Rica y en 1968 es designado como Secretario General de dicho órgano, puesto que vuelve a ocupar en 1976. Desde esta instancia tiene la oportunidad de colaborar con el desarrollo social, cultural, educativo y científico de Centroamérica65. En 1969 figura como uno de los principales fundadores de la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), institución encargada de publicar las obras literarias de los principales escritores centroamericanos y de contribuir a fortalecer el proceso literario de la región.

También en la década de los sesenta, concretamente en octubre de 1967, organiza en la Universidad de León un Seminario sobre la nueva novela latinoamericana, en donde se discuten y analizan las obras Rayuela de Julio Cortázar, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, Pedro Páramo de Juan Rulfo y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Es tal el interés despertado por la actividad que una vez terminadas las sesiones, retoman temas como novela, compromiso del escritor, y literatura y revolución, llegando a discutir hasta altas horas de la noche. Muchos de participantes en el Seminario son conspiradores y encuentran en las novelas estudiadas los signos de libertad que tanto desean, en un momento en que las hogueras del FSLN empiezan a encenderse.

En los años setenta, trabaja fuertemente escribiendo ensayos sobre la historia y la cultura centroamericana. En 1975, a su regreso de Alemania, asume la dirección del La Prensa Literaria Centroamericana, gracias al apoyo del periodista nicaragüense Pedro Joaquín Chamorro, quien a su vez dirige el Diario La Prensa. Dicha publicación es una revista mensual responsable de presentar información y crítica sobre la literatura centroamericana. A pesar de su importancia, debido a los costos elevados y a lo ambicioso del proyecto, lo termina en octubre de 1976. En 1978, cuando la Revolución entra en su fase más apremiante, participa como Jurado en el Premio Casa de las Américas y en septiembre de 1979, ya en sus ocupaciones como miembro de la Junta de Gobierno viaja a Frankfurt, Alemania a participar en una mesa redonda sobre la literatura latinoamericana, en el marco de la Feria Internacional de Libro. Ahí comparte con Julio Cortázar, Eduardo Galeano y Mario Vargas Llosa; les plantea las aspiraciones y avances de la Revolución, con el afán de lograr la identificación de ellos con la misma, lo cual consigue, especialmente de Julio Cortázar, quien en adelante se declara partidario de la Revolución y la defiende en cualquier espacio66. En varias oportunidades Cortázar visita Nicaragua y asiste a eventos relacionados con la nacionalización de las minas, a la entrega de títulos de propiedad agraria a campesinos y a la Primera Reunión del Comité Permanente de Intelectuales por la soberanía de los pueblos de Nuestra América. Cortázar se convierte así en un pilar fundamental para promocionar la Revolución en el ámbito hispanoamericano e internacional. Gracias a él muchos intelectuales y escritores del mundo simpatizan con la Revolución, y también se afianza la posición frente a los Estados Unidos. Se presenta abiertamente solidario y sin mácula y por ello en febrero de 1983 se le otorga la Orden de Independencia Cultural Rubén Darío, lo cual lo motiva y compromete aún más a apoyar el proceso histórico nicaragüense.

A pesar de sus enormes responsabilidades políticas dentro del Gobierno, Ramírez no abandona sus preocupaciones culturales y en la década de los ochenta funda, como parte de las acciones de gobierno, la Editorial Nueva Nicaragua. Además, creó con los costarricenses Carmen Naranjo, Antonio Iglesias, Samuel Rovinski y Óscar Castillo, la empresa cinematográfica Istmo Film, en la cual se prepara el documental de largo metraje ¡Viva Sandino! (1989), que tiene la Revolución como tema. En la década de los noventa continúa manteniendo su interés por áreas de la realidad y de la cultura centroamericanas como la educación superior, el cine, la edición, la crítica literaria, la literatura y el periodismo cultural. Sin embargo, son los años en que logra un mayor prestigio como escritor y sus actividades están orientadas principalmente hacia el campo literario. Visita diversos países (España, Francia, Estados Unidos, Argentina, México, Alemania, entre otros) para ofrecer charlas y cursos sobre la creación literaria y sobre la literatura hispanoamericana. Ha tenido el honor de ocupar la Cátedra Julio Cortázar en la Universidad de Guadalajara, México (1997)67. Recientemente impartió un curso como profesor visitante en la Universidad de Maryland, Estados Unidos y, en reconocimiento a su madurez como creador, fue nombrado, junto a Carmen Ruiz Barrionuevo, Edgardo Rodríguez Juliá, Roberto Bolaño y Victoria de Stefano, miembro del Jurado para el Premio Rómulo Gallegos de novela, correspondiente al año 200168.

Como se ha apreciado a lo largo de este artículo, Ramírez aparece en el panorama centroamericano e hispanoamericano como una persona trabajadora que defiende sus ideales más allá de las circunstancias. Son muchos años de labor infatigable en la política, la cultura y la ficción. Su aporte a la transformación de la sociedad no se limita a su militancia dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional ni a su función pública dentro del gobierno. Su obra literaria no solo se circunscribe al contexto centroamericano; es ejemplo de una libertad creadora, en la que existe la posibilidad de revolucionar las estructuras del lenguaje y de continuar con sus utopías: la justicia, la solidaridad, la equidad: auténticos asideros de su vida. Las mantiene por encima de cualquier circunstancia, porque «perder mi fe en ellas me volvería un escritor muy desgraciado, terminaría escribiendo de una manera totalmente negativa, pesimista»69. He aquí al hombre de realidades y fantasías, polémico y revolucionario, soñador y optimista.






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