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GASTOS DE IGLESIA

1.- Primeramente dio nuestro hermano Síndico tres mil quatrocientos quarenta y seis p.s en esta forma. Tres mil, y trecientos pesos para aforrar, los quatro Arcos Torales, Dorarlos, juntamente con el Artezón del Crusero los Pilares correspondientes a dhos. cuatro Arcos; parte del Altar mayor por un lado y otro, enmaderar el Crusero de la Yglesia, como una ventana en que entraron onse Cristales finos de aserca de media vara, que no entran en cuenta; después p.a que todo el dorado quedase uniforme, dio ciento y treinta p.s para dorar el Púlpito: y dis seis p.s para pagar las vigas que se devían a la Religión de San Agustín, que las prestaron para enmaderar el Cruzero y estas cantidades todas junt.s hacen la arriba mencionada de 3.446.

2. It. Dio nuestro hermano el Síndico, para proseguir con el Tabernáculo y dorarlo, que con la muerte del Sr. Obispo Dn. Fr. José Días de la Madrid, quedó, a medio hazer, la cantidad de mil ochocientos veinte y cinco p.s de la forma siguiente. Mil ps. que dio un benefactor, doscientos pesos que dieron otros varios, y en la intención de los benefactores, que después, que se recobren, se inviertan en haser alaxas para Nuestra Señora de la Concep.n a arbitrio mío; quatrocientos veinte y cinco ps. qe. puso, la Prov.a y después se le dieron a Fr. Ygnacio Mideros dosientos ps. para concluir con el dorado; y al Sor. Conde de Selva Florida D. Manuel Guerrero, se le están deviendo, dosientos y un ps. de tablones q.e dio en vida, aun de su señoría Ill.ma y todas estas partidas juntas forman la cantidad, de dos mil veinte y cinco ps. pero la prov.a no ha gastado más que seis cientos veinte, y quatro ps., y estos solo se cargan. El pleito, está ya ganado por Definitiva Sentencia de la Real Aud.a y es muy poco, lo que resta haser.

3. It. Dio nuestro hermano el Síndico trecientos treinta y ocho p.s para la conducción del Damasco, floros, y aforros que venía en dos caxones y dos fardos; (para hacer la colgadura, que dio el Ill.mo Obpo. Dn. Fr. José Dias de la Madrid) desde el puerto de Tumaco hasta esta ciudad de Quito; p.a sus echuras, para cuatro libras de seda carmesí, para haser más flecos. porque lo que vinieron, no alcanzaron; para las echuras, aforros, franjas de quatro velos que se hisieron del mismo Damasco para los quatro Altares del cuerpo de la Iglesia.

4. Ít. Dio nuestro hermano el Síndico setecientos noventa y dos p.s tres y medio rr.s en esta forma. De dos frontales viejos q.e el uno tenía de peso sesenta y ciete marcos de plata. y el otro cinquenta y tres marcos sinco onz.s de plata, q.e ambas partidas juntas componen el número de ciento y veinte marcos y cinco onz.s; se hisieron dos frontales nuevos; añadiéndolos setenta, y ocho marcos quatro onz.s y una quarta, entrando en la cuenta seis marcos de merma, una quarta en cada marco; con que los dos frontales, tienen, ciento, noventa y tres marcos, una onza y una quarta de plata que con los seis marcos de merma, hasen los noventa, y nueve marcos; y la echura, de dichos frontales. adies rr.s cada marco, importan dosientos quarenta y un p.s y dos rr.s que agregados al costo de los marcos de plata añadidos montan la cantidad mencionada,

5. Ít. Dio nuestro hermano el Síndico veinte y cinco p.s p.a quarenta trozos de Sedro a cinco rr.s cada uno p.a ayuda del Apostolado q.e se está   —109→   haciendo; por cuenta D.n José Miño, para los dose nichos del Altar Mayor y el día de la Ascensión del Señor.

6. It. Dio nuestro hermano el Síndico mil pesos, para aforrar lo Interior de la media Naranja del Altar Mayor.

7. It. Dio nuestro hermano, el Síndico mil quinientos p.s p.a enbiar a España por todos los efectos nesesarios p.a haser un ornam.to de Tizú, conviene a saver: Treinta varas de Tizú, treinta, y dos varas de Tafetán carmesí para los aforros, ciento y cinco varas de franja de oro fina de Milán, tres libras de seda, una carmesí, otra amarilla y otra blanca y libra y media de hilo de oro de Pelo. Este dinero va con asscurac.n de D.n Pedro Arteta, por manos de D. José Miño.

9. It. Dio nuestro hermano Síndico mil pesos p.a Dorar el Tavernáculo de S.n Antonio.

10. It. Dio nuestro hermano el Síndico catorse p.s para haser una repisa del Señor del Desendimiento, que está junto al Altar de San Antonio, p.a acompañar la otra que está junto al lado de la Concepción.

11. It. Dio nuestro hermano el Síndico, dies y seis p.s seis p.a el retrato del señor Arzobispo D. Fr. Pedro de Arizala, y los dies p.a el retrato del señor Obispo D. Fr. José Días de la Madrid.

Se gastaron en total en la Iglesia 8.875 pesos. 3 reales.

GASTOS DE CONVENTO

4. It. Dio p.a pagar los oficiales de la obra como son Pintores, Herreros, Carpinteros, Taradores del Tabernáculo de nuestra Señora de la consepción. Albañieles y Peones, la cantidad seissientos cinq.ta pesos y cinco rr.s

5. It. Dio para materiales de la misma obra como son Lona p.a la Pintura de los Quadros, etc.

Mejoras que se han puesto en el Tiempo de mi Govierno con ayuda De muchos Benefactores.

1.ª La Magnifica colgadura de Damasco.

2.ª El Enmaderado del Crusero de la Iglesia con una ventana de onse cristales finos, el aforro de los quatro Arcos Torales, en dorado junta.rte con el Arteson del Cruzero y los quatro Pilares correspondientes a dichos Arcos, el Púlpito con parte del Altar Mayor por un Lado, y otro.

3.ª El Tavernáculo de Nuestra Señora de la Consepc.n

4.ª El Tavernáculo de San Antonio.

5.ª La composición de lo Interior de la media Naranja del Altar mayor que actualmente está haciéndose.

6.ª Dos frontales de Plata de acien marcos cada uno con quatro Láminas de Cristal dos en cada uno.

7.ª Dos Magníficas rexillas de plata compañeras; una en el Altar de nuestra Señora de la Consepc.n y otra en el Altar de S.n Antonio.

8.ª Un ornamento entero de Tizú para cuya fábrica están hechos todos los costos.

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9.ª Un Apostolado de bulto que está haciéndose para los dose nichos del Altar Mayor y para que sirvan el día de la Asención del Señor.

10.ª El endradillado del Patio del segundo claustro.

11.ª Libros (lista larga).

12.ª Mil y dosientos p.s que se han gastado en el Tavernáculo de nuestra señora de la Consepción y que se han de reponer de los bienes del Ilustrísimo Señor Obpo. difunto, y el pleito está ya ganado por Definitiva Sentencia de la Real Audiencia y la Intención de los benefactores es que yo emplee en hacer alaxas para el servicio de nuestra señora a dirección mía.

Fuera deltas dose prales. Mejoras, se han hecho otras muchas de menor monta como son: dos repisas que se han puesto en la Iglesia en los dos Pilares primeros, lavna al lado Altar de la Consepción, y la otra, al lado del Altar de San Antonio, la una la costeo un benefactor; y la otra la Provincia.

Se han dado cinq.ta p.a de una limosna, para empesar el Tabernáculo de San Antonio.

Sigue una enumeración de libros de misa y de ornamentos.

It. se ha puesto una media naranja de plata q.e se añadió a las andas de Smo. Sacram.to de varias piez.s de la Sacristía q.e ya estav.n inutilisadas a solicitud del herm.no sacrist.n Fr. Ign.o Mideros.

Se ha compuesto la cañería muchisímas veces y, también la que va a la Pila del Pretil, que humedecía la Capilla de Cantuña, con sus reventasones.



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El celo con que procuraban los religiosos las mejoras de la iglesia y del convento fue siempre muy especial y constante, aún en las épocas de menor disciplina regular. Una de las pruebas vemos en las constituciones dictadas en Quito por el capítulo celebrado el 26 de setiembre de 1650 cuya 15.ª disposición dice: «Y Porque en este nro. Convento de San Pablo de Quito se está obrando segundo claustro Por la falta de vivienda que tiene Para los Religiosos ordenamos y mandamos que las limosnas que están señaladas Para las obras de dicho convento no se gasten en otra obra ninguna asta tanto que dicho claustro esté concluso y acabado quitando como quitamos la autoridad a los R.dos Padres, Provinciales. Para que gasten dicha limosna en otra obra. Pues de divertirla a muchos cosas se hacen gastos superfluos Contra la perfección de nro. estado. Y para que este estatuto se cumpla como es justo Ponemos suspensión de oficio a los Padres Provinciales Por tiempo de seis meses»95.

No era menor el cuidado que ponían en la buena conservación de la Iglesia y de todos los objetos que a ella pertenecían. Hasta principios del siglo XVIII las grandes, fiestas que en los templos quiteños se hacían, deslumbraban la vista por las decoraciones extrañas con que se cubrían las paredes, arcos y altares. Por ahí os espejos, por más allá las colgaduras   —111→   y flores de trapo, de los artesones colgaban lámparas y de las paredes se desprendían las molduras doradas de todo tamaño con cuadros e imágenes religiosos, ocultando los primores de los retablos y, lo que era peor, causándoles perjuicio irreparable. No faltaron las protestas de los mismos sacristanes, formuladas en parte por el peligro que corría su vida encima de las escaleras, en parte también por los «gravísimos daños e inconvenientes que se siguen en los dorados y Molduras de la Iglesia por las colgaduras, Espejos, láminas y otras cosas que se ponen a fuera de clavos», como decía Fr. Juan de la Cruz, sacristán mayor del convento en su petición al capítulo que se reunió en Guano el 22 de agosto de 1722, en la que también solicitaba que se «representen estos incombenientes al Conde de Selva florida para que en el día del Glorioso San Antonio de Padua, Su Señoría conmute lo expresado arriba con otros actos que cedan en mayor culto del S.to ino perjudiquen al templo, y casa del Señor»96.

Hasta las campanas atrajeron el celo de los religiosos. Así la campana grande llamada de los Agonizantes, porque su donante, el capitán Martín de Yerovi la mandó hacer y regaló para con ella anunciar la agonía de los fieles y pedir sufragios y oraciones por ellos, fue motivo de una reglamentación especial en la sesión del definitorio de octubre de 1738 en que se detalló muy minuciosamente los días en que se había de repicar con ella97.

En el libro de las constituciones dictadas en Quito por el capítulo celebrado el 26 de setiembre de 1650, además de una disposición que prohíbe el que se presten cálices y ornamentos de la iglesia, encontramos la siguiente, que demuestra con claridad el afán de los religiosos en el cuidado de su convento: «Item ordenamos y mandamos q.e los R.dos Padres P.tes con consulta de la maior parte del diffinitorio nombren en los Capítulos Provinciales un Religioso de toda satisfacción que cuyde de la obra de este Convento el qual assi nombrado podrá librar en casa de nro. her.no el síndico para los gastos de la dha. obra delas limosnas q.e están aplicadas aella poniendo las partidas de gastos q.e se hizieren con toda claridad y distinción de tal manera que conste a los Prelados en que y como se distribuie dha. limosna y en premio de este trabajo tendrá voz y voto capitular en todos los capítulos y el que assí senombrare y eligiere se alternara entre las dos naciones de manera q.e una vez sea español y otra criollo»98.

Mas como entrado el siglo XIX y proclamada y asegurada la libertad americana, se fuere aflojando notablemente la disciplina religiosa en los conventos por efecto de su misma separación de España y de las rivalidades que se crearon y desarrollaron en ellos antes de la guerra de la emancipación por la ley llamada de la alternativa en los cargos conventuales y durante la guerra por los partidos en que necesariamente se dividieron los religiosos, habiendo como había americanos y españoles; junto con esa flojedad en la disciplina se iba descuidando, como era natural, la conservación   —112→   celosa de las riquezas artísticas del convento franciscano, razón por la cual, el capítulo, en su sesión matutina del 22 de enero de 1838, prestó atención al Manifiesto que presentó fray Juan José de Terán en el que puso en consideración el estado de ruina en que se hallaban los conventos franciscanos y decretó en el Acto definitorial «que todas las Atajas de Oro, Plata y Piedras preciosas, estén sólo ala ynspección de N. P. Prov.l y su V.e Definitorio, sin que ningún Prelado local tenga parte en esto y q.e p.a su mayor seguridad se entreguen los Inventarios precisame.te al archivo de Prov.ª que se pongan llaves en todos los cajones, que guardan los Paramentos sagrados, y q.e no se entreguen en manos de los Sacristanes, p.a evitar los Alquileres y préstamos, que ban consumiendo todas las cosas».

Todas estas disposiciones y otras muchas parecidas que podríamos citar, son algunos de los signos del celo que los superiores franciscanos pusieron en el cuidado de esta joya americana que son el convento y la iglesia de San Francisco de Quito. Pero no queremos omitir una que al par que confirma lo que dejamos dicho, de manera irrefragable, nos da luz sobre un punto muy interesante acerca del retablo del altar mayor de la iglesia.

Recordemos según lo transcribimos en nuestro capítulo III de este estudio que el conocido cronista franciscano Córdova y Salinas, el describir el convento y templo de San Francisco de Quito, habla de este retablo en los siguientes términos: «El retablo del altar mayor poblado de estatuas, imitación del Panteón de Roma, da buelta toda la capilla mayor en redondo, todo de cedro; obra superior por la valentía del arte, y escultura con que le labraron escogidos artífices»99. Mas en la descripción que hicimos nosotros en el Capítulo IV, del estado actual de aquel retablo, no pudimos anotar lo propio que el cronista franciscano, porque nos encontramos con muchas variaciones: la ausencia del sagrario de madera tallada, cambiado un siglo después de la descripción hecha por el P. Córdova y Salinas con el de plata y espejos que hoy existe, la presencia de muchos lienzos en las hornacinas del retablo y el ningún rastro de las estatuas que lo poblaban. A punto estábamos de contradecir la información del Padre Córdova y Salinas y aun tildarla de falsa, porque examinando bien el retablo, no pudimos hallar el menor vestigio de que esas hornacinas contuvieron alguna vez estatuas o cosa parecida. Ha sido preciso que registremos más aun los papeles del riquísimo archivo franciscano para que nos encontremos con la verdad.

Es el caso que por el año de 1713 gobernaban esta provincia franciscana fray Joseph de Quadros, como comisario general de todas las provincias del Perú y fray Luis de Chaberú, como visitador general; pero con tan mal sentido administrativo que durante su gobierno sufrieron mucho los religiosos franciscanos en Quito. Unos fueron desterrados, atropellados o puestos en causa, otros como fray Luis Fresnillo, lector en Sagrada Teología y padre inmediato de esta provincia de Quito, fray Manuel de Inostrosa, catedrático de Teología en el colegio de San Buenaventura y muchos otros fueron expulsados injustamente de la Orden   —113→   por disposición de dicho comisario o visitador y otros, como fray Bartolomé de Alácano fueron víctimas de sentencias injustas fulminadas por el mismo capítulo provincial de 21 de octubre de aquel año. Todos estos excesos naturalmente causaron escándalo a los seculares y turbaron la paz religiosa en el convento, que se restauró, cuatro años más tarde, merced a la acción eficaz del comisario general de Indias, fray Joseph de Sans, quien, sabedor de los acontecimientos expidió una patente especial, en al que pronunció sentencia definitiva anulando las expedidas por el capítulo contra el padre Alácano y otra en 13 de agosto de 1717, en la que ordenaba al padre fray Francisco Guerrero, provincial del convento de Quito, restituya a todos los religiosos injustamente atacados por las disposiciones del comisario general del Perú y del visitador general a sus legítimos puestos. Y así se ejecutó.

Pero como no sólo fueron esos desaguisados personales los únicos que causaron escándalo y protesta en la sociedad de Quito, sino también la orden dada por el comisario para que del retablo del altar mayor se quiten las estatuas de algunos santos que adornaban los nichos y se sustituyan por los cuadros de los apóstoles que hoy existen lo mismo que la eliminación de los púlpitos laterales del presbiterio en los que se cantaban la Epístola y el Evangelio, el padre Sins ordenó también en la misma patente que se restablecieran las cosas a su anterior estado, «Otrosi -dice- aviendo tenido noticia de que el M. R. P. Comiss.º Gen.l Fr. Joseph de Quadros mandó y dio orden para q. del Retablo del altar mar. de nro. Convt.º de S. Pablo de Quito se quiten las efigies de tabla o bulto de S.n Pablo Apóstol, de N. P. S. Domingo, S. Buenav.ª, S.n Antonio de Padua y otros S. S. de la orden todos de estatura perfecta adornados los nichos donde estaban colocados de conchas dorados cada uno en su pedestal o peaña q. autorizavan y hermoseavan al retablo de dho. altar maior, y q. en su lugar se pusieren las pinturas de los liensos o quadros de los Apóstoles q. antigua.te tenía dho. altar mar. con centimiento no solo de los Religiosos sino también de los seculares sobre q. tenemos diferentes cartas de personas desapasionadas: Mandamos a V. P. R. q. luego q. resiva esta ñra. Patente de las providencias necesarias para q. se coloquen en dho. altar mar. las efigies de tabla de dho. S. S. en los nichos que antes estavan por ser más bien vistos de todos q. los quadros q. sean puesto en él, y al presente tiene dho. retablo. Y debajo del mismo mandato ordenamos a V. P. R. que los Pulpitillos o ambones q. en el presviterio de la Iglesia de dho., nro. convt.º estavan no solo para el adorno de él, si también para cantar en ellos las Epístolas y evangelios, dispondrá V. P. R. q. se buelvan aponer en la misma forma en q. estavan, no aviendo Vrgentísima causa q. lo empida y q. se use de ellos como hasta aquí seahecho»100.

No obstante tan categórico mandato, ni el padre Guerrero ni ningún otro superior de San Francisco en más de doscientos años han restaurado el retablo, siquiera en cumplimiento de lo mandado por el comisario general bajo santa obediencia, ya que no por razones de estética y de respeto artístico. Es indudable que las telas aquellas, fuera de su mérito relativo, hacen muy mal efecto al aspecto del retablo cuya magnificencia exige   —114→   que se abran los nichos y se vuelvan a poner las estatuas que se quitaron. Pero hay que ser justos y considerar primero que el padre Guerrero ya tenía bastante con restablecer la paz conventual perturbada enormemente con las equivocadas e injustas disposiciones de los padres Quadros y Chaberrú y del capítulo del año 1713 y segundo que el daño causado en el retablo era grave y no como se supone; pues para poner las telas que hasta hoy existen, no sólo se quitaron las estatuas de los nichos, sino que se destruyeron éstos completamente, quitando sus conchas talladas y obturándoles con pedazos de madera sobre los cuales se han clavado aquellos cuadros. Luego después, los sucesores del padre Guerrero y aún los mismos fieles que protestaron del desacato ante el comisario general, se fueron poco a poco acostumbrando sin duda a ver esos cuadros como parte integrante y legítimo del retablo, que se olvidaron de las órdenes del padre Sans hasta que se perdió completamente la tradición de la verdad; sin preocuparse poco ni mucho de que ninguno de los grandes escultores españoles menos aún los aragoneses del siglo XVI, que inspiraron este retablo mezclaran jamás la pintura y la escultura en la ejecución de sus retablos, tal vez porque consideraron un contrasentido aquella mezcla, indigna de su gran talento.

Pero ¿no se podrá ahora restaurarla? Creemos que no hay imposibilidad alguna. Existen todas las estatuas que antes ocuparon esos nichos y la composición de éstos, por más dañados que estuvieren, no es cosa de gran trabajo y mucho costo. Las hornacinas de los retablos españoles como el de San Francisco, son muy sencillas, apenas si tienen en la parte superior interna la concha sobre la cual se destaca la cabeza de la estatua, todo lo demás, es decir, todas las paredes de aquella son completamente sin adorno alguno.

Ojalá que estos renglones sirvan para despertar interés en la restauración de tan preciosa joya.

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De todas estas obras de arte que dejamos enumeradas, lo mismo de las esculturas, que de las pinturas, objetos de orfebrería, ebanistería y bordados, no se conoce absolutamente sus autores. En los libros del archivo franciscano, tan minuciosos para consignar detalles de poco valor, no se ha consignado un solo nombre de quienes ejecutaran ese relicario magnífico del arte colonial americano que son el convento e iglesia de San Francisco de Quito. Se sabe que fray Antonio Rodríguez fue arquitecto y que a mediados del siglo XVII dirigió la construcción de una parte piel convento. Debió ser sin duda el segundo claustro del convento y la parte que es hoy la policía de orden y seguridad, que las hizo edificar fray Fernando de Cozar101.

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Apenas si se nombra en diversas ocasiones a los pintores Golibar (sic) y Astudillo, al primero recibiendo tres pesos en 1736 «p.a renovar las pinturas de la puerta del Coro y Celdas Altas»102 y al segundo, ejecutando muchas obras.

En la segunda mitad del siglo XVII se nombra mucho al arquitecto «Joseph de la Cruz moreno», en los libros de sindicatura. Éste fue aquel negro esclavo que los frailes le redimieron, comprándole en pública subasta y que, sin duda, lo educaron tan bien que logró ser alarife del convento, en donde murió a edad avanzada y muy postrado en su salud, tanto que parece que después lo tenían allí de caridad y por cariño a su fidelidad. Si el negro llegó a ser arquitecto y como tal concurrió a muchas obras del convento ¿quiénes fueron sus maestros? Sin duda el lego fray Antonio Rodríguez, su contemporáneo. Y los antecesores de éste ¿qué hicieron lo mejor y más saliente del edificio franciscano? No se sabe.

Se saben, eso sí, los nombres de muchos picapedreros pero sólo del siglo XVII. Casi todos tienen nombres indígenas: Juan Chaquiri, Antonio Chaquiri, Antonio Guambactolo, Francisco Vissa, Carlos Chaquiri, Manuel Criollo, Lorenzo Rodríguez, Juan Criollo, Diego Criollo, etc.103 El primero es además designado con el título de Maestro Cantero.

Cuando se recorren los libros del archivo se encuentra frecuentemente la designación de ciertos frailes como obreros del convento; pero este título no lo daban como a técnicos, sino como a administradores, gerentes o directores de las obras. Obreros fueron, por ejemplo, fray Martín que hizo trabajar el remate de las torres primitivas de la iglesia en 1700104 y fray Juan Vitorio Bahamonde que lo fue de la obra de San Diego por ese mismo año; obrero mayor fue el célebre padre Manuel de Almeida, inmortalizado por la tradición, obreros, el padre Laureano que edificó el convento de Riobamba, el padre José Janed en 1650, el padre fray Alonso Ruiz y el padre Estevan Guzmán, a quien el padre Eugenio Díaz Carralero le encomendó la obra del artesón de la nave central de la Iglesia, después de los terremotos de 1755, cuyo nombramiento que en nota lo transcribimos en el capítulo anterior, da idea de las facultades que tenían los obreros frailes.

Tan sólo la tradición señala los nombres de ciertos artistas como autores de algunas de las obras que admiramos en San Francisco, tradición cuyos datos se comprueban plenamente por el carácter mismo de las obras. De este modo se identifican las pinturas de Miguel de Santiago y Gorivar, las esculturas de Caspicara y las esculturas en cera de Toribio Avila; pero nada sabemos desgraciadamente de los autores de los libros de coro, en   —116→   pergamino y colores, ilustrados a la acuarela con arte y gracia consumados. Probablemente fueron frailes, conocedores de la música y su escritura105.

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El convento, lo mismo que la iglesia ha sufrido mil transformaciones; pero también sus diversas dependencias han cambiado de sitio muchísimas veces. Así como en la iglesia cada capilla, cada altar ha cambiado de nombre según los santos que se exhibían en ellos a la devoción de los fieles, así también en el convento, los patios, los departamentos y secciones mudaban de nombre, conforme se los cambiaba de uso. La enfermería, la cocina, la panadería, el noviciado, el coristado han variado muchas veces de sitio, de modo que es difícil orientarse a través de los tiempos, cuando se trata de establecer datos respecto a la construcción o reparación de determinadas partes del convento. Además algunas de éstas tenían un calificativo especial que es preciso conocer, por ejemplo: el claustro alto principal que tiene a su cabeza el tríptico de la Virgen de la Alegría, se llamaba claustro de la alegría y el opuesto, que corre junto a la iglesia, desde la grada principal hasta la puerta de entrada a la tribuna de la Capilla Villacís se llamaba claustro rudo, sin duda porque largo tiempo estuvo medio caído y cubierto con lienzos o cáñamos crudos; el de la calle se llamaba capistrano. Así mismo había en el antiguo noviciado un claustro de la Tota Pulchra, sin duda porque allí estaba el precioso cuadro de la Inmaculada de Miguel de Santiago.

Las vicisitudes del tiempo han causado muchos daños a la belleza de los edificios franciscanas de Quito. Muchos terremotos han sido crueles con ellos y han ocasionado enormes desperfectos. En el capítulo anterior recordamos los causados por el terremoto de 1755 que destruyeron la bóveda de la nave central de la iglesia, aniquilaron su artesonado mudéjar, dañaron las antiguas torres y casi redujeron a escombros gran parte del convento. Esos daños que se comenzaron a reparar casi inmediatamente no se los remedió del todo sino hasta 1803 en que gobernó la provincia el padre inmediato fray Antonio de Jesús y Bustamante106.

En 1869 un nuevo terremoto hería otra vez a Quito y volvían a sufrir daños, irreparables algunos de ellos, la iglesia y el convento. Con paciencia   —117→   digna de tan celosos religiosos, comenzaron éstos a curarlos cuando, ocho años más tarde, los terremotos de 1868 que destruían gran parte de la provincia de Imbabura y deterioraban muy especialmente a los conventos y templos de Quito. «Casi ninguno de éstos quedó ileso, dice un anónimo manuscrito del archivo franciscano, o mejor dicho bueno, y se cree que nuestro Convento Seráfico; este monumento nada común, este edificio que era el orgullo de la nación ecuatoriana, en donde el viajero tenía que admirar el ingenio del hombre, se distinguió de todos los demás, aun en sus ruinas. Hagamos un rápido bosquejo de ellas:

La nave derecha del templo se despegó, puede decirse, en su totalidad, sus paredes maestras sufrieron roturas horizontales en la base y paralelas en lo demás: las bóvedas lo mismo que sus arcos cayeron en su mayor parte, y las medias naranjas fueron removidas completamente con posterioridad por la amenaza que ofrecían. Una de las vigas maestras del cuerpo del Templo que no sólo servía para su sostén, pero sí también para su ornamento, cayó en tierra; y otra hubo necesidad de bajarla por el inminente riesgo en que quedó, pues estaba únicamente sostenida por la mano de la Providencia. Finalmente con muy raras excepciones, el deterioro fue general. Las dos torres gemelas, que un año antes del fatal suceso habían sido, la una construida, y la otra refaccionada, quedaron hechas trizas, sobresaliéndose la una, porque aún la comunicación que tenía, denominada churo, se destruyó por completo, viniendo sus escombros a descansar en la entrada al Coro. El claustro que está a la derecha de la portería bajó al suelo todo su alto causando grave daño a las celdas: el que está contiguo al templo se halla con un desplome irremediable que en breve se trata de demolerlo para evitar males de mayor trascendencia. La cubierta del claustro llamada Capistrano se vino también abajo. Una parte del claustro de la derecha del segundo patio, es decir, de la cubierta, siguió igual suerte: la cruz de loza del jardín que tenía esculpido en ella un crucifijo muy perfecto y que todo era admirable por su pulida elaboración cayó y se hizo pedazos. En una palabra, no hay pared y cubierta que no haya sufrido en su tanto; por manera que si el Señor no echa una ojeada de compasión su remedio será difícil, si no imposible.

Después de estos terremotos la iglesia no ha sufrido sino por los de mayo del presente año que desbarató por completo la linternilla de la media naranja del templo, cuya reposición prolija la hizo el arquitecto señor Luis Aulestia, profesor de arquitectura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de modo que la actual, aunque hecha de cemento y hierro es un facsímil de la anterior en su forma y dimensiones107.

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La iglesia, primitivamente era embaldosada de ladrillo, que duró hasta principios del siglo XIX. Durante el gobierno del padre inmediato fray Pedro Barona (1813-1816) se volvió a enladrillarla, a refaccionarla y blanquear sus paredes, lo mismo que las de la sacristía, lo que costó más de cinco mil pesos108. Ese enladrillado se quitó el año 1884 en que se entabló la iglesia de la manera como hoy se encuentra, anulando -sin juicio ni piedad- todos los recuerdos que guardaban las losas sepulcrales que se hallaban repartidas en el pavimento de la iglesia y que ahora se hallan diseminadas por todo el convento. Además el acto de ese entablado fue un negocio en que el convento perdió su histórica propiedad de Pomasqui, tan llena de recuerdos para la historia franciscana de Quito desde el siglo XVII.



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VI

Fundada la ciudad de San Francisco de Quito por Almagro el 28 de agosto de 1534, no se delineó la traza que debía tener la villa sino después del 20 de enero de 1535, en que el cabildo ordenó que así se hiciera para señalar solares a sus primeros pobladores. Recibido el lote que a fray Jodoco Riquez le tocara, o más bien dicho él escogiera, para el convento franciscano, éste se lo fundó, como tenernos dicho, el 25 del mismo mes y año, bajo la advocación de San Pablo. La nueva fábrica fue una pobre choza en el extremo de la plaza que delante del futuro convento, delinearon los conquistadores, esa choza ocupó el sitio en que hoy se encuentra la Capilla de Cantuña y se extendieron las habitaciones de los frailes hasta la casa que hoy habitan las Hermanas de la Caridad. Los religiosos se apresuraron a levantar su iglesia, sencilla y provisional, y para ello eligieron el punto en que se halla la Capilla de San Carlos y que durante trescientos treinta y tres años fue la iglesia de San Buenaventura, dependencia del convento grande franciscano.

Junto a la iglesia y en el sitio en que se halla el convento de las Hermanas de la Caridad, fundó el padre fray Francisco Morales, por los años de 1555, el colegio de San Andrés, quo más tarde sería el colegio de San Buenaventura.

El Colegio de San Andrés fue destinado por su fundador para la educación e instrucción de los indios e hijos de españoles, sin distinción alguna, y fue muy fangoso entonces, «Colegio que ennobleció a Quito», según afirmaba la Real Audiencia de Lima y que, sin duda fue el primero que tuvo esta ciudad. «En este colegio enseñaban los religiosos a los indios, no sólo la doctrina cristiana, sino también a leer y escribir, y los oficios necesarios en una república, albañiles, carpinteros, sastres, herreros, zapateros, pintores, cantores y tañedores y demás oficios»109. Para   —120→   edificarlo, el virrey del Perú, don Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, adjudicó los tributos de Alangasí, Pusulquí y Parapuro por el tiempo de cuatro años y el rey Felipe IV, al confirmar esta providencia de su Virrey, ordenó que se dé y entregue «a la persona que tuviese cargo del dicho Colegio, por tiempo de tres años primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la dacta desta nuestra carta en adelante hasta se cumplido, en cada uno dellos, trescientos pesos de plata ensayada e marcada, de valor rada uno de cuatrocientos y cincuenta maravedís, de los cuales hacemos merced al dicho Colegio para ayudar a la sustentación y edificio»110.

Pasado más de un siglo, ese antiguo colegio de San Andrés, se convirtió por obra y gracia del padre fray Dionisio Guerrero, en colegio de San Buenaventura, destinado a estudios superiores, célebre en su principio; pues, como el de San Fulgencio de la Orden de San Agustín, tenía el privilegio de conferir el grado de doctor, que después les fue quitado por algunas irregularidades que se les probó a los dos colegios, tales como la de acordar grados a sus favoritos o por dinero. Para reconstruir el viejo edificio, el padre Guerrero recurrió a la caridad pública, que supo corresponder a la demanda con continuas limosnas colectadas en Quito y otros lugares.

Así reconstruida la fábrica e instituido el colegio, el convento de San Buenaventura llegó a ser una entidad tan importante que apenas si dependía del Convento Máximo; pues tenía autonomía propia.

El convento e iglesia de San Buenaventura se hallaban, con todo, unidos al convento e iglesia franciscanos, ya por el coro en la parte de arriba, ya por el corredor que corre a lo largo de la iglesia grande, junto y paralelo al otro que comunica la Capilla del Comulgatorio con la de San Benito. Pero estas comunicaciones fueron cerradas par diversas disposiciones capitulares, mucho antes de la venta, que en 1864 hizo la comunidad seráfica, de esta propiedad. Porque hoy no existe nada, o casi nada de lo que fueron el antiguo convento y la iglesia antigua de San Buenaventura, tan interesantes en la historia que estamos haciendo de nuestro arte colonial.

Cuando en 1851, el padre fray Domingo Benites celebró con el Gobierno civil del Ecuador un contrato enfitéutico sobre el Colegio de San Buenaventura y lo que llamaban la puerta falsa (hoy el cuartel de Policía) ya se hallaba en completa ruina, tanto que en los considerandos, digámoslo así, que se hicieron constar en el instrumento público celebrado entre el padre Benites y todos los demás religiosos que entonces componían «la mejor y más sana parte con voto de comunidad, como llamados bajo la denominación de Padres Conscriptos para acordar y resolver los asuntos concernientes al bienestar de su Convento», el síndico de éste, don Gaspar Gómez y el señor doctor don José Modesto Larrea, Ministro de lo Interior, en representación del Gobierno, se dijo y confesó expresamente la imposibilidad en que se encontraban los franciscanos de atender a la conservación y reparación del convento e iglesia de San Buenaventura «a tiempo que las Temporalidades del Convento Seráfico han venido a sufrir un inmenso deterioro que no las produce talvez ni aún lo necesario para los gastos precisos del culto y subsistencia de la Comunidad».

  —[Lámina XXXVII]→  

Convento de San Francisco

Quito. Convento de San Francisco. Portada de la antigua Capilla de San Buenaventura (hoy de San Carlos de las Hermanas de la Caridad).

[Lámina XXXVII]