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De pronto, Satanás...
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De pronto
Satanás, es generoso, |
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ofreciendo en sus grandes
almacenes, |
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por el alma que no sabes si
tienes |
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los placeres del hombre más
vicioso. |
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Además en
el lote, -no es tiñoso-, |
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hoy regala la bolsa de los
bienes, |
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un convencer a todos con
amenes |
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y la pluma del vate virtuoso. |
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Por si no fuera
poco, estos regalos, |
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a cambio de una cosa tan
sencilla, |
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hay una invitación al Mar
Caribe. |
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No hace
mención de buenos ni de malos, |
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sólo anuncia esta simple
maravilla: |
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En mi reino prohibir no se
prohíbe. |
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A mi nieto, Ramón, al cumplir sus
primeros quince años
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Puede que
tú te sientas ya maduro |
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y que hacer quince años te
molesta. |
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Puede que te incomode hasta la
fiesta |
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y te ponga mi verso en un
apuro. |
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Puede que
estés pensando, me figuro, |
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a que tenga tu vida una
respuesta. |
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Y que nadie te escucha ni
contesta |
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cuando miras al cielo más
oscuro. |
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Todo se
pasará, pues tu tesoro, |
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no está en el bien ni el mal
de cada instante, |
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sino en tener tu edad y tu
belleza. |
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Porque vivir es
sólo un deterioro |
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y este momento tuyo es tan
brillante, |
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que para ti, mañana, todo
empieza. |
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Tu abuelo
Ramón.
(Que tiene ya 70 años.)
Valencia, 7 de noviembre 1998.
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Si es ser y estar mi estado...
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Si es ser y estar
mi estado, más tranquilo, |
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que por mis años mozos, hoy
en día, |
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en que dispongo al verbo,
todavía, |
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sin perder la palabra ni el
estilo. |
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Si ante los
años muchos no vacilo, |
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cuando al nombrarte, Amor, mi
fantasía, |
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vencen tiempo y dolor con
gallardía |
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por el tardío fruto que
aún destilo. |
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Lloro al ausente
joven, que yo era, |
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y a la esquiva beldad que ya no
tengo, |
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¡qué deterioro grande
es ser anciano! |
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Mas me resigno y
pienso: ¿quién tolera, |
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esta fuente cerrada que
mantengo, |
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sin un gesto de rabia en cada
mano? |
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A un soneto me obliga, Tortajada...
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Felicitación de Navidad y Año
Nuevo del poeta, Ramón García, a su amigo el
catedrático, D. Miguel Tortajada
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A un soneto me
obliga, Tortajada, |
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para mí Don Miguel, en
tratamiento, |
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y en el primer cuarteto ya me
siento |
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con la voz del halago
preparada. |
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Del segundo
cuarteto no sé nada, |
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y buscando en mi torpe
pensamiento; |
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una música suave como el
viento |
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me devuelve una voz nunca
olvidada. |
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En el primer
terceto hay una aurora |
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de amistad y de afectos
fraternales |
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y en cada amanecer una
promesa: |
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Que el
último terceto, sin demora, |
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colme, a mi buen amigo, de
rosales, |
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si alcanza mi soneto, su alma
ilesa. |
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Navidad, 1998,
Valencia.
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Vamos a ver, Ramón...
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Vamos a ver,
Ramón, hablemos claro. |
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Como puedes pensar que Él,
no es eterno, |
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como son las tristezas del
invierno |
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o el amargo sabor del
desamparo. |
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Como puedes
soñar y, ser tan raro, |
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que ni te importa el cielo ni el
infierno, |
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cuando nace tu verso en el
cuaderno, |
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por ponerle al Señor
algún reparo. |
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Te van a
castigar, Ramón, por malo. |
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Por negarle al buen Dios, lo que es
divino, |
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y a los Santos su santa
procedencia. |
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No se arreglan
las cosas con un palo, |
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porque el tiempo es el amo del
destino, |
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y es toda una utopía tu
exigencia. |
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Hoy he vuelto a Madrid...
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Hoy he vuelto a
Madrid y estoy contento. |
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¡Cómo tira el nacer en
los madriles! |
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Mis perdidos ensueños
juveniles |
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recobrados sin un
resentimiento. |
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Cada vez hay
más gente, más cemento... |
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¡Cómo añoro el
tranvía de raíles, |
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y sus troles cual pértigas
hostiles, |
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queriendo remontar la luz y el
viento! |
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Ya no es este
Madrid, el que era mío. |
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el Viaducto, el Puente de
Segovia, |
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el Palacio Real, los
Jardinillos... |
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Y hay en mi
corazón, como un vacío, |
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por mi primer amor, aquella
novia, |
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que jugaba conmigo a los
barquillos... |
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Los días que he vivido...
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Los días
que he vivido, yo pensaba, |
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que estaban a mi rienda
sometidos; |
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y a la disposición de mis
sentidos |
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cuanto alma y corazón
necesitaban. |
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Que a mis
necesidades, entregaban, |
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su música y afanes
más pulidos, |
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porque yo interpretara los
sonidos |
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de la tierra y el mar cuando
llegaban. |
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Así yo lo
creía, alma sencilla, |
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creyendo que algún genio me
instruía |
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o alguna loca musa me guiaba. |
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Pero eras,
tú, mujer, mi maravilla, |
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la que en la sombra todo me
decía: |
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cuando yo, sin saberlo, te
soñaba. |
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Jávea,
1999.
Jávea,
1999.
Jávea,
1999.
Jávea,
1999.
Jávea,
1999.
Valencia, noviembre
1999.
Valencia, noviembre
1999.
Noviembre 1999.
Ramón.
Valencia, 9 de noviembre de 1999.
Noviembre, 1999.
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294 -
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No existe luz
más pura que la de tu mirada. |
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Ni beso más ardiente que el
que me da tu labio. |
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Ni azucena más blanca que la
de tu caricia. |
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Ni rosa que no tenga el perfume de
tus manos. |
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Tu voz suena en
la casa que juntos habitamos |
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a límpidos metales
soñando campaniles |
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y a cauces de corrientes que bajan
de la sierra |
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y a vientos musicales del arpa de
los bosques. |
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Tu
corazón, racimo de todas mis ternuras |
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me cabe en una lágrima, si
alguna vez, amor, |
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sueño que estás
enferma. Porque tu corazón |
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late siempre en
el pecho de una niña pequeña |
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que flota en mi pupila como una luz
eterna. |
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Porque eterno será, nuestro
amor para siempre. |
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Ramón.
Valencia, 1999.