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Capítulo quinto. La construcción del nuevo templo parroquial (1737-1745)


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Contexto histórico social contemporáneo a la realización de las obras


Introducción

Durante la primera mitad del siglo XVIII, en muchas de las ciudades y villas de la Campiña y Subbética, se construyeron con carácter monumental multitud de nuevos edificios religiosos. La concurrencia de varios factores explica esta situación, entre los que destacan el mal estado de algunos por tener cierta antigüedad, cambio en el gusto estético hacia formas barrocas, así como el aumento de población que exigía espacios más grandes para la celebración de ceremonias religiosas.

Dos son las razones que mejor nos hacen entender lo indicado. En primer lugar, la situación económica favorable disfrutada a partir del segundo tercio del siglo XVIII, una vez que se consolidó la dinastía borbónica. La más importante, las estructuras sociales y mentales características de la sociedad estamental del Antiguo Régimen.

Durante este período histórico, hemos de tener muy presente la relevancia de la religión en todos los órdenes del devenir cotidiano, pues no se limitaba a los momentos vitales más señalados en la vida personal, como eran el nacimiento y matrimonio o defunción. Impregnaba lo lúdico y festivo, como las celebraciones que se hacían en honor de un santo o una advocación mariana, así como las de Semana Santa y el Corpus403.

En Doña Mencía, además de la importancia de las dos últimas, eran muy lucidas las patronales en honor de San Pedro Mártir y las de septiembre dedicadas a Jesús Nazareno. Además, prácticamente todos los vecinos pertenecían a algunas de las muchas cofradías de la localidad, ya fueran penitenciales, sacramentales o de gloria.

Y como en otras localidades andaluzas, eran muchos los edificios sacralizados. En primer lugar, el Convento Parroquia de Nuestra Señora de Consolación y las cinco ermitas que existieron: Espíritu Santo, Angustias, San Sebastián, Santa Catalina Mártir, Calvario. Dentro del casco urbano y en sus alrededores había varios humilladeros con cruces, como la Cruz de Baena, del Muelle o la imagen de piedra del Cristo de las Penas, que estaba en la plaza del Llanete404. Y todos para el culto religioso de una población que a mediados del siglo XVIII, sólo estaba formada aproximadamente por 735 vecinos, lo que equivalía a 2.817 habitantes405.

Además lo religioso también estaba muy presente en las casas particulares, en la intimidad de las familias, donde los mencianos tenían oratorios particulares, y multitud de imágenes religiosas. En ellos se reflejaban las devociones que les eran más queridas, como refleja el testamento de doña Ana Valera Roldán, otorgado el 15 de enero de 1726406.

Era elevado el número de religiosos que había en esta villa señorial407, pero hay de tener en cuenta su importancia en el aspecto cualitativo, pues su poder e influencia era enorme y determinante. Si bien referido exclusivamente al Convento de Santo Domingo, cuya situación económica era muy desahogada derivada del cobro de los diezmos.

A través del púlpito los dominicos formaban la opinión pública, que en la sociedad mediática del siglo XVIII, era sin duda el medio de comunicación social por excelencia y con mayor poder de convicción, y el único al que tenía acceso toda la población, siendo el formador de opiniones de una población inculta y que asistía en masa a distintos actos religiosos.

La nobleza era el otro estamento privilegiado que también contribuyó a la construcción de edificios religiosos, si bien tenemos que distinguir entre la de grandes títulos, y la formada por caballeros e hidalgos.

Doña Mencía desde su fundación a principios del siglo XV, era tierra de señorío que formaba parte del ducado de Sessa. Ya hemos visto como sus distintos titulares participaron activamente en la edificación de la primera iglesia, su elevación a parroquia, y ciertas mejoras en su primitiva fábrica. Y al ser sus patronos, con toda seguridad también colaboraron en los gastos del nuevo templo. No sabemos su cuantía, pero es evidente su apoyo financiero, y así quedó reflejado en varios escudos que de esta noble familia había en la iglesia conventual408.

También formaban parte del estamento nobiliario los caballeros e hidalgos, cuya importancia social era enorme al residir en sus localidades de su origen, donde era habitual la ausencia del titular del señorío, con lo que esa relevancia se hacía mayor. Solían tener el hábito de órdenes militares, ser familiares del Santo Oficio, o haber estado en colegios mayores. Además eran los grandes propietarios de la tierra, y poseían la riqueza económica derivada del ejercicio de actividades industriales y mercantiles409.

Por razones de prestigio social, se convierten en los patronos de las nuevas capillas que se construyeron o de la remodelación de las existentes, queriendo reflejar externamente su poder, haciendo una manifestación pública de su importancia social en la iglesia conventual, que era el lugar más emblemático de Doña Mencía.

De este grupo destacan cuatro estirpes: Valera, Alcalá Galiano, Roldán y Cubero, que son las que participan más activamente en la adquisición de capillas de la nueva iglesia y en su adorno. Además de su poder económico, ocupaban los cargos políticos más relevantes en el Ayuntamiento, y si analizamos las actas capitulares del siglo XVIII, veremos como estos cuatro apellidos son los que más reiteradamente aparecen410.

En este contexto, y en el primer lustro de la década de los treinta del siglo XVIII, los dominicos decidieron la edificación de una nueva iglesia. Pero hay que tener presente las circunstancias específicas de Doña Mencía, que coadyuvaron a que se levantara este suntuoso edificio religioso.

En primer lugar, los religiosos cobraban los diezmos que en parte destinaban al mantenimiento de la fábrica parroquial. Esto permitía a los vecinos exigirles que estuviera en buen estado, pues hemos de recordar las quejas formuladas por las autoridades locales en el sínodo convocado por el obispo Pimentel en 1648, por las deficiencias que presentaba.

Y no podemos olvidar que la iglesia estaba situada sobre un sitio inadecuado, al ser un terreno deslizante. Esto nos hace pensar, que se encontraría en mal estado a principios del siglo XVIII, a pesar de las obras realizadas entre 1674 y 1683.

No disponemos de la consulta realizada por los hijos de Santo Domingo de Guzmán, en la que se acordó la construcción de la nueva fábrica en el mismo sitio donde estaba la antigua, a pesar de ser inapropiado. Es posible que se reflejara algún parecer discordante con la decisión adoptada, pero sin duda pesarían otras razones que explican la decisión tomada.

En primer lugar, su cercanía y fácil acceso desde el convento, especialmente a través del claustro, que lindaba con la nave del Evangelio. La otra razón que pesaría mucho más, fue la multitud de personas cuyos cuerpos fueron inhumados en el interior del antiguo edificio, y sus familiares tendrían mucho interés en que permanecieran enterrados en un lugar sacralizado, por las ventajas que esto suponía según la mentalidad de la época411.

Pero para sufragar los gastos de una obra de esta envergadura y su adorno, era necesario tener cierta capacidad financiera. El Convento de Santo Domingo, como consecuencia de los privilegios pontificios de los que era titular, disponía de recursos económicos. Y los dominicos no fueron los únicos que aportaron dinero, pues además de la nobleza local, también lo hizo el Ayuntamiento, las cofradías, y los vecinos con sus donativos.

Entre la nobleza local, destacaron las aportaciones de las indicadas familias de los Valera, Alcalá Galiano, Roldán y Cubero412:

«En nuestros tiempos aiudaron mucho los vecinos de esta Villa, especialmente los Principales de ella a la sumptuosa fábrica de la Iglesia, que se acabo el año passado de mil setecientos y quarenta y dos; por que la antigua venia muy estrecha al concurso de los vecinos, pues ha crecido tanto, que no se dexan de fabricar casas, que forman nuevas calles, para su morada. Esta nueva Iglesia es de tres Naves, muy capaz para los concursos de la gente en los días festivos. Para colocar de nuevo las Imágenes, que tenía la Iglesia antigua, han costeado muy primorosos Retablos, algunas personas de las primeras familias de esta Villa».



Destacó la que hizo el Ayuntamiento, al permitir que para su mayor amplitud, la nueva fábrica ocupase una porción de terreno, de la calle que separaba el castillo de la antigua iglesia. Tenemos constancia documental de la petición realizada en tal sentido, por el entonces prior fray Francisco de Priego413:

«El M. Fr. Francisco de Priego Prior y Rector del Combento e Yglesia Parrochial de Nuestra Señora de Consolazion de esta Villa de Dª Menzia, Orden de Predicadores, por mí y en nombre de todos los Religiosos Combentuales que soy y serán en delante de dicho Combento; parezco ante V Sª y hago presente como tengo ajustada con Alphonso Gutiérrez de Lamas, Maestro Alarife de la Villa de Alcaudete la Fábrica de la Yglesia nueba que se a de hazer en dicho Combento, y siendo preziso esta ampliarla para que más vien se puedan zelebrar los diuinos ofizios, y los vezinos de esta Villa asistir a ellos, y las Festiuidades que se ofrezen particulares y Semana Santa, sin esperimentar la estrechez que hasta ahora sea visto = también lo es, el de tomar para una naue de tres que a de tener dicha Yglesia el sitio, que ay desde la pared de la que se a de demoler hasta la varrera, quitando prezisamente el passo que ay al presente por junto a dicha Yglesia vieja, y que este lo ayga por entre la nueba y la pared de los patios de los Molinos de Azeite, que es y siendo dicha Fábrica tan nezesaria como prezisa y V Sª interesada a ella, como lo acredita las repetidas vezes que la a solizitado assi con los Rdo Padres Priores mis antezesores, como conmigo, interesándome en ello por la atenzion con que V Sª mira a este vezindario y lustre que a el redunda, y con la formazion de dicho suntuoso Templo que se a de hazer, en cuya atenzion y para que se pueda lleuar a deuido efecto por dicho Maestro como esta escriturado; suplico a V Sª se sirba conzeder a dicho Combento su lizensia para que se tome y haga Yglesia en dicho sitio nezesario que queda expresado, que en ello reziuira espezial merzed, y para V Sª será complazido en la que con tanto desuelo a solicitado; mandando se dé al Combento testimonio con inserzion de este Memorial y de la determinazion fauorable que V Sª decretare, para tener título correspondiente a su derecho».



Este importante testimonio fechado el 23 de agosto de 1735, nos hace saber que la decisión de edificar otra iglesia conventual ya estaba tomada, aunque el contrato no fue suscrito hasta el 23 de agosto de 1737. Asimismo, nos informa que los mencianos asistían de forma masiva a los actos religiosos allí organizados. Por ello, todas las cofradías estarían muy interesadas en la construcción del nuevo templo, para mayor culto de sus imágenes titulares, y que tuvieran más realce y esplendor las celebraciones religiosas que allí tenían lugar.

Como ejemplo de esta colaboración, en 1735 la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y hermandad de Entierros, acordó que el estipendio destinado a pagar a los religiosos que oficiaban las misas por los cofrades difuntos, se destinara a sufragar el coste económico de la nueva iglesia, modificando por tal razón el artículo 15 de sus estatutos414.

De igual forma, fueron importantes los donativos que hicieron todos los vecinos de la localidad, en función de sus posibilidades económicas. Aportamos como botón de muestra, el que consta en el primer codicilo de don Juan López Cubero, otorgado el 5 de octubre de 1741415:

«y que a dicho Convento tiene dado sietezientos y veinte y cinco rreales en quenta de dichas Missas: y esto lo hazia atendiendo a dicho Convento y a la sumptuosa Fábrica de Iglesia que la buena conducta de sus Prelados y Comunidad se esta haziendo en él».



Esta manda pía nos hace saber, que los mencianos eran plenamente conscientes de la significación urbanística que suponía la nueva fábrica parroquial. También eran conocedores, de que los trabajos de adorno realizados con los retablos que la embellecieron, fueron realizados por artistas de cierta categoría provincial416.




El patronazgo de capillas como expresión de la religiosidad popular de las clases privilegiadas durante el Antiguo Régimen

Como hemos señalado, la nueva fábrica parroquial fue construida en un momento histórico concreto, condicionado por la sociedad estamental y jerarquizada del Antiguo Régimen. Por tanto, reflejaba la estructura social de la época, las prerrogativas ostentadas por determinados grupos privilegiados, frente a las clases populares y minorías marginadas, así como la mentalidad con respecto a la muerte e inhumación de cadáveres.

Asimismo, al analizar el patronato ejercido sobre las capillas de la iglesia conventual, se refleja la jerarquía que existía dentro de cada uno de estos estamentos. En la cúspide del aristocrático se encontraba la gran nobleza, representada por los duques de Sessa, que eran sus patronos. Esa preeminencia social resulta de serlo también de capilla mayor, que era la más importante de todas.

Por debajo se encontraban los caballeros e hidalgos, representados entre otros por los Alcalá Galiano, Valera, Roldán y Cubero. En ambos casos, queda acreditada su contribución económica en las lápidas funerarias que allí fueron colocadas417.

De esta forma, la religiosidad expresa la apropiación simbólica del suelo, y proclama el poder económico indiscutido de la nobleza. Pero no sólo es simbólica, pues conforme al ordenamiento jurídico de la época, los patronos se convierten en legítimos propietarios de las capillas y oratorios, que se agregaban a los mayorazgos de cada una de esas familias418.

El mayorazgo es una institución jurídica que tenía por objeto evitar la prodigalidad de la nobleza. Lo podemos definir como un tipo de propiedad vinculada, que se caracterizaba porque un conjunto de bienes se convertían en unidades inalienables e indivisibles, que se trasmitían de generación en generación a los primogénitos. Y no se limitaba a bienes raíces, rústicos o urbanos, pues se podía incluir cualquier tipo de propiedad, como el caso que estudiamos419.

Ejemplo de lo indicado, se refleja el testamento de don Juan José Alcalá Galiano Flores y Calderón, otorgado en Cabra el 13 de marzo de 1769. Este caballero de Santiago se convirtió en 1742 en patrono de la capilla de Jesús Nazareno, y como tal estaba obligado a su mantenimiento. Y en su última voluntad, dispuso que fuera el mayorazgo de los Alcalá Galiano, que había fundado su abuelo en 1680, el que se tenía que hacer cargo de los gastos420:

«Declaro soy acttual Pattrono de la referida Capilla colatteral primera de la Yglesia Parroquial de dicha Villa de Dª Mencía, donde se halla colocada en Camarín que ai en ella, la Santtisima Ymagen de Nro. Padre Jesús Nazareno, cuio Pattronato constta de Escritura que se otorgó a mi fauor, en el año pasado de mil settezienttos quarentta y dos, ante Mattheo Gómez Moreno, escribano público y maior del Ayuntamiento de dicha Villa, y quiero y es mi detterminada volunttad, agregar la dicha Capilla, Camarín, enterramientto y Pantteon que ai en ella al cittado Vínculo que fundó el dicho Sr. Dn Juan de Alcalá Galiano».



Otro símbolo de distinción social, característico de la sociedad estamental y jerarquizada del Antiguo Régimen, era el derecho a ocupar los asientos privilegiados en el interior de los edificios religiosos, frente al estado llano formado por el resto de la población. El derecho de escaño, correspondía con carácter exclusivo a determinadas personas, que solían ser el fundador del patronato sobre la capilla o altar, así como sus familiares y descendientes.

Y se manifiesta de forma elocuente, en la memoria perpetua fundada en 1704, sobre la capilla de las Ánimas Benditas, por don Jerónimo Ortiz Cubero y don Francisco de Gálvez Castroverde. Entre sus cláusulas se dispuso, que sólo podían tomar asiento los fundadores de la memoria o sus familiares. Se autorizaba a los vecinos asistir a los oficios que allí se celebraban, pero nadie más que los indicados podría disfrutar de este derecho421:

«los dichos Don Geronimo Ortíz Cubero y el dicho D. Francisco de Gálvez [...] teniendo cada uno de los referidos separadas y señaladas sus bóbedas para si y sus herederos y suzesores perpetuamente y asiento en dicha Capilla con sus familias [...] como también el que después de las familias de los referidos aian de tener la libertad de poder entrar en ellas otras qualesquiera personas, vezinos de esta Villa, así hombres como mugeres, a oír y zelebrar los Divinos Ofizios sin que se lo puedan embarazar, teniendo asiento de bancas únicamente los dichos Don Geronimo Ortiz Cubero y Don Francisco de Gálvez y sus deszendientes, que solo en esto han de tener poder absoluto y derecho de propiedad, porque en lo demás ha de ser libre el uso para dicho Combento y fieles xptianos».



A veces, se autorizaba a los criados de la familia que ostentaba el patronazgo, a que pudieran tomar asiento en los bancos que en ella había. Con ello se reitera el mantenimiento en los actos religiosos, del tejido social jerarquizado del Antiguo Régimen, pues los sirvientes tenían ese derecho en calidad de tales, ocupando un lugar secundario y subordinado, frente a las familias linajudas propietarias de estos oratorios. Ejemplo de lo expuesto, se refleja en una de las cláusulas de la donación de la capilla de Santo Domingo de Guzmán, a favor de don Juan Santos Valera Roldán422:

«Que dicha Capilla, ha de poner este Dn Juan Santos Balera su escaño, para sí y sus descendientes, con tapa y llaue, como es estilo en semejantes dotaciones en el sitio ynmediato a dicho Altar, que toca al lado derecho y el demás sitio de la Capilla, a de ser para asiento de su familia, mugeres y domésticos y de sus subzesores como es practico».



Asimismo, se reconoce a los patronos el derecho a colocar el escudo familiar en las mismas, que era otra afirmación de la sociedad jerarquizada de la España Moderna. Más adelante veremos algunos ejemplos puntuales, por parte de la familia Valera y la Alcalá Galiano.

El clero era otro estamento social privilegiado, pero previamente tenemos que hacer alguna distinción entre los dominicos, y el clero secular. Entre ambos existía una gran diferencia cualitativa a favor de los mendicantes, por los privilegios pontificios que disfrutaban, situación que pervivió hasta su exclaustración definitiva en 1835.

Esta situación también se reflejaba a la hora de enterrar algún eclesiástico. Y los únicos que como tales se podían sepultar en el interior del templo eran los hijos de Santo Domingo de Guzmán, concretamente en la capilla del Sagrario423.

En cambio, los presbíteros seculares sólo podían hacerlo en alguna bóveda o capilla particular, pero no por su estado eclesiástico, sino por ser familiar del patrono, como sería el caso que hemos visto de don Juan Santos Valera Roldán en la capilla de Santo Domingo de Guzmán. Esta situación discriminatoria, permanecería hasta la supresión del convento durante el reinado de José I Bonaparte. Así lo acredita el arancel parroquial aprobado por el obispo de Córdoba el 26 de junio de 1811, al permitir que en la del Sagrario se puedan enterrar todos los eclesiásticos424.

Finalmente, nos vamos a referir a las mentalidades colectivas sobre la muerte durante el Antiguo Régimen, con especial referencia a las disposiciones testamentarias sobre el lugar de enterramiento de los cadáveres. La práctica común era depositarlos en el interior de las iglesias, pese a la prohibición o limitación de las autoridades eclesiásticas contra esta insalubre costumbre. Así las Constituciones Sinodales del obispado de Córdoba de 1662, prohibían que se diese sepultura debajo de las gradas del altar mayor o de otro altar, con excepción de los que tuvieran este derecho por título legítimo425.

Por tanto, era habitual que sólo los miembros del clero o la nobleza disfrutaran de esta prerrogativa. Además, aquellos que sin pertenecer a los estamentos privilegiados, y tuvieran recursos económicos suficientes para adquirir una bóveda, podían ser sepultados en sitios tan señalados. En cambio, las clases humildes no tenían más remedio que enterrarse en los alrededores de las iglesias.

La razón de querer ser inhumados en lugar sacralizado, o lo más cerca posible de él, se basaba en la creencia de que sería más fácil acceder a la salvación de las almas, por las misas y oraciones emanados desde el recinto sagrado, y producidas por las reliquias allí guardadas. Por tanto, la desigualdad social que era inherente al Antiguo Régimen, también se reflejaba en el duro trance de la muerte.






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La construcción del templo conventual426

Como hemos indicado, la decisión de edificar una nueva iglesia estaba ya tomada el 20 de agosto de 1735, suscribiéndose el contrato con tal fin el 23 de agosto de 1737. El Convento de Santo Domingo se obligó con los siguientes artistas: Alfonso Gutiérrez de Lamas, maestro de obras de albañilería, vecino de la localidad jienense de Alcaudete; Bernardo Montoro de Artas, maestro carpintero y también natural de la misma población; Domingo Alfonso López, maestro albañil, natural de Martos (Jaén); Juan Antonio de Ortega y Ortega, vecino también de Martos, y maestro carpintero.

Los reseñados prestaron una fianza de 40.000 reales de vellón, para asegurar el cumplimiento de sus obligaciones. Sus trámites se siguieron ante Francisco de Córdoba Ramos, escribano público de la localidad de Martos, quedando exceptuados de tal garantía Bernardo Montoro de Artas y su esposa.

Cuando se formalizó el contrato, era prior fray Francisco Priego, hijo del Real Convento de San Pablo de Córdoba. Y formaban parte de este monasterio los siguientes religiosos: fray Sebastián de Baena, subprior; fray Juan Briones; fray Juan Romero; fray Baltasar de Alcalá; fray Alfonso Jiménez; fray Bernardo Montilla; fray Diego de las Doblas; fray Juan de Vera; fray Manuel Galiano; fray Francisco de Lucena; fray Alfonso Muñoz; fray Cristóbal de Orbaneja.

El precio a pagar a Alfonso Gutiérrez de Lamas y sus compañeros era de 132.500 reales de vellón, y de esta cantidad recibirían cada mes 2.500 reales, para el pago de maestros, oficiales, peones y demás sirvientes. Además, el convento estaría obligado a proporcionar a los constructores las cantidades que fueran necesarias de madera, teja, yeso, ladrillo, cal, y demás materiales.

Durante su estancia en Doña Mencía, Juan Antonio Ortega en nombre de sus compañeros, se obligó el 24 de marzo de 1738 a pagar al Convento de Santo Domingo seiscientos dos reales y medio, por siete fanegas y media de trigo que los mendicantes le habían entregado. La mitad de ese dinero se abonaría el 15 de agosto de ese año, y el resto cuando se lo pidieran los dominicos427.

Entre las conclusiones que podemos deducir del tenor de la cláusula 28.ª, destaca que se procedió a la demolición total de la antigua iglesia, para construir una nueva cuyas dimensiones serían 50 varas de largo por 26 de ancho, lo que suponía que fuera un edificio grande. Debía estar finalizada en el plazo de cuatro años desde el comienzo de la demolición, aprovechándose los materiales procedentes de su derribo, sirviendo mientras tanto la Ermita de las Angustias como parroquia428.

Sin embargo, se mantuvo la antigua torre que como hemos visto fue construida en el último tercio del siglo XVII. Nuestra afirmación se basa en la referencia expresa que sobre este particular, contiene el sermón predicado por fray Francisco del Pozo, hijo del Convento de Santa Catalina Mártir de Jaén, y que tuvo lugar en el octavo día de las fiestas de dedicación de la iglesia conventual429:

«Lo que no dexare de contar, será que una de las torres de esta Iglesia, que es la de las Campana. Hizola aquel grande Hombre Honor de mi Real convento de Santa Cathalina: el M. Fr. Juan de Quesada. Contabase esta torre, por una de las partes de la Iglesia antigua; y vereis, que demolida esta, la torre se preservo intacta. No encuentro misterio en la intención del hecho, mas permitid, que lo busque en el acaso: Fue esta exempcion de la ruina eterno monumento de tu fama, y es el verbi gratia de la duración de esta Iglesia: Porque si un Insigne Hijo del Real Convento de Cordoba el M. R. P. M. Fr. Francisco de Priego la erigió, y otro no menos Ilustre de la Real Casa de Sevilla el M. R. P. M. Fr. Joseph Portillo, Prior actual perfeccionó hasta dedicarla, a uno y otro contribuirá esta torre, con las lenguas de sus metales: Al primero (que Dios aya) clamores, para que ya sea en paz tu memoria; al segundo, porque vive, y porque viva, repiques para aplauso de su fama».



Conforme a la cláusula 22.ª, la nueva fábrica iba a tener dos portadas, pero ambas no se hicieron nuevas, pues ya existía una con anterioridad a la obra, que sirvió de modelo para la otra. Este dato lo aporta la escritura de obligación suscrita el 19 de marzo de 1738, por Alfonso Gutiérrez de Lamas con Juan Lamas y Agustín Gómez, como su fiador. También nos hace saber que la imagen que iba a coronar la portada de la nave del Evangelio era la de Nuestra Señora de Consolación. Por su realización, se pagaría 4.985 reales430:

«digeron que teniendo a su cargo dichos Alfonso Gutiérrez y sus compañeros, la Fábrica de la Iglesia del Combento del Señor Santo Domingo, Parrochia della, dos portadas de piedra zipia de que está hecha la una, donde se coloca la efigie de Señor San Pedro Mártir, se nezesita hazer la otra, que ha de coronar la imagen de Nuestra Señora de la Consolazion, titular de dicha Iglesia Parrochia, y tiene ajustado con dicho Juan de Llamas la exectue según que la esta fenezida con sus vasas y capiteles negros, dándole la piedra al píe de la obra y la a de dejar según regla retundida y perfectamente acavada a satisfazion de dichos Maestros».



En relación directa con el anterior, está el contrato suscrito el 16 de octubre de 1738, entre Antonio García como maestro latonero y su fiador Pedro de Plaza, los cuales se obligaron con Juan Antonio Ortega a hacer 428 clavos de metal para las dos portadas. La fecha de entrega iba desde el día en que se otorgó la escritura y el mes de mayo de 1739431:

«Antonio García, vezino de la Ziudad de Lucena, Maestro de latonero como principal, y Pedro de Plaza vezino de esta Villa, su fiador, [...] por la presente se obligan de hacer quatrocientos veinte y ocho clavos de metal, para las dos portadas de la Iglesia que se esta fabricando en el Convento del Señor Santo Domingo della, que an de ser torneados del calibre de la muestra que queda en poder de los Maestros de dicha Fábrica, y la punta de dichos clavos a de ser arreglada a las medidas que le dieren cada uno ajustado, a treinta quartos y a quenta a rezivido el otorgante tres arrobas de metal de clavos, a prezio cada libra de tres rreales, y la dicha obra le an de dar acavada, en el tiempo que aya desde oy día de la fecha, hasta el mes de mayo del año que viene de mil sietezientos y treinta y nueve, con declarazion que si antes del dicho mes citado, dicho Antonio García tragese dicha clavaron acavad, a se le ha de pagar de pronto su valor aunque sea antes de dicho mes de mayo».



Según lo dispuesto en la cláusula 12.ª se habría de poner una cubierta de tejas, como las que se hacían en Lucena. Por ello, el 13 de enero de 1738 Alfonso Gutiérrez de Lamas y sus compañeros contrataron con el cantero Blas López y con el pedrero Juan del Pino como su fiador, que el primero hiciera 10.000 tejas, pagando por cada millar 12 ducados de vellón. Además, se obligaron a llevar las tejas a la obra, sin costo económico alguno para los maestros de obra, debiendo entregarlas como muy tarde a finales de noviembre de 1738432:

«parezieron Blas López como principal, y Juan del Pino como su fiador, asegurador y prinzipal pagador, y ambos vezinos de la Ziudad de Luzena, dicho Blas López de exerzizio cantarero y dicho Juan del Pino de el de pedrero [...] se obligan a que dicho Blas López hará en dicha Ziudad de Luzena diez mil tejas de rueda de la misma calidad y medida que enunzia una teja que se le a manifestado por Alphonso Gutiérrez de Lamas y sus compañeros, Maestros que están haziendo la Yglesia del Conbento y Religiosos de Nra. Señora de Consolazion de esta dicha Uilla, la qual se a sellado, cuya teja esta sellada para el gobierno de las que an de fabricar, y en prezio cada millar de dichas tejas de doze ducados vellón, que son ziento treinta y tres rreales y doze mrs, siendo de la obligazion de los otorgantes poner dichas tejas a su costa y riesgo en dicha obra en esta Uilla, [...] si se necesita para dicha obra más tejas que dichas diez mil las an de dar los otorgantes vajo de este ajuste, y si no fueren nezesarias las dichas diez mil, prezisamente las an de tomar dichos Maestros; y dicha porzion de tejas las an de entregar los otorgantes, en el tiempo que ay desde oy día de la fha, hasta fin de nouienbre que vendrá de este presente año de mil sietezientos y treinta y ocho [...] y en quenta de el ualor de dicha porzion de tejas rezibe dicho Blas López y su fiador sietezientos reales vellón de mano de dichos Maestros».



La cláusula 31.ª, preveía que todos los pilares y los arcos que se hicieran fueran de ladrillo nuevo. Por ello, el 10 de abril de 1738 Juan Manuel de los Reyes, Pedro de Castro y Gabriel de Castro Cerrillos, se obligaron a hacer 50.000 ladrillos para Alfonso Gutiérrez Lamas y sus compañeros. Cada mil ladrillos costarían 69 reales y serían llevados a la misma obra, debiéndose entregar en agosto de 1738. Esto significa que hasta entonces se estuvo derribando la antigua fábrica parroquial, y desde esa fecha se empezó a hacer los nuevos cimientos, así como acopiar materiales433:

«parezieron Juan Manuel de los Reyes, Pedro de Castro y Gabriel de Castro Carrillo, vezinos de la Villa de Cabra, [...] se obligan a hazer en esta Villa zinquenta mil ladrillos ordinarios de la gavera de dicha Villa de Cabra, que an manifestado para la Iglesia que se esta fabricando en esta dicha Villa por Alphonso Gutiérrez de Lamas, Juan Antonio de Ortega y Antonio López, Maestros que la tienen a su cargo, y en prezio cada millar de sesenta y nuebe reales de vellón de todo costo, puestos por los otorgantes en dicha obra, ladrillos de rezibo los que an de entregar en el tiempo que ay desde oy hasta fin de Agosto de este presente año de la fecha».



Finalmente el 27 de abril de 1742, el Convento de Santo Domingo contrató con Salvador Carrasco como principal y como fiadores Juan Cazorla, Cristóbal Roldán, y Cristóbal Ortiz, a fin de que el primero continuara el zócalo de jaspe para el retablo de la capilla mayor, que ya tenía contratado en una escritura anterior. Con esta nueva obligación, se aumentó el trabajo a realizar, por el que se abonarían 750 reales de vellón al primero, quedando a discreción del prior que se le diera de comer434:

«pareció Salbador Carrasco, vezino de la Ciudad de Luzena, como prinzipal, Juan Cazorla vezino de dicha Ciudad, Christobal Roldán, Christobal Ortiz, el herrero, vezino de esta Villa, sus fiadores, [...] que dicho Salvador Carrasco proseguirá la obra del zócalo de jaspe que tiene principiada y escriturada, para el Retablo de la Capilla Mayor del Convento del Señor Santo Domingo de esta dicha Villa, y más el aumento que aora nuevamente se le hecho, conforme al retablo y la planta que se le ha dado. Y que dicho aumento se le da por dicho Convento sietezientos y cinquenta reales, y a de ser de la misma calidad de piedra que se menciona en dicha Escritura anterior a esta, la que se ha de guardar enteramente Y sus condiciones, y dichos sietezientos y cinquenta reales se le an de ir dando por el P. M. Prior de dicho Convento por semanas, por la paga de oficiales diariamente y herramientas y fenezida esta obra se ha de ajustar la quenta y se le a de satisfazer enteramente lo que se le deviere [...] Y la comida de dicho Salbador Carrasco, queda a la voluntad de dicho Padre Prior dársela grazionsamente o no. Y dicha obra a de dar fenezida el día último del mes de agosto que vendrá este año de la fecha, a satisfación de dicho Combento».



Este último documento, nos hace saber que el zócalo de jaspe, tenía que estar terminado en agosto de 1742, que es cuando la totalidad de las obras deberían de estar finalizadas. Pues conforme a la cláusula 33.ª, se concluirían a los cuatro años de la demolición total de la antigua fábrica. Fue inaugurada la nueva iglesia conventual el 7 de octubre de 1742, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Rosario, siendo prior Fray José Portillo, hijo del Real Convento de San Pablo de Sevilla435.

Se celebró el estreno del nuevo templo con un octavario de fiestas solemnes, que terminó con el sermón predicado por el padre maestro fray Francisco del Pozo, hijo del Real Convento de Santa Catalina Mártir de Jaén, de cuya existencia tenemos constancia documental, pues se publicó en la ciudad de Córdoba en 1743436.

Fue impreso en esta última ciudad por Diego Rodríguez y Diego Valverde Leiva, que eran impresores del obispado y del Santo Oficio de la Inquisición, y sus gastos corrieron de cuenta de don Miguel Alcalá Galiano Benegas de Saabedra, primogénito del futuro marqués de la Paniega. Intervinieron como censores don José Fernández Zapata y Carvajal y don José de Capilla Bravo, prebendados de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, y la licencia para su publicación fue dada el 17 de septiembre de 1743 por don Juan Ortiz Jarero, provisor y vicario general del obispado.


La capilla mayor, el crucero y el coro

La planta de la nueva iglesia conventual era de cruz latina, con bóveda de media naranja, y se componía de tres naves. La mayor ocupaba el centro, y a su izquierda estaba la de la Epístola, presidida por el camarín de Nuestra Señora del Rosario, seguidas de las capillas de San Pedro Mártir de Verona, Ánimas Benditas del Purgatorio, San Vicente Ferrer y del Ecce Homo.

La del Evangelio se encontraba a la derecha de la mayor, y se comunicaba con la sacristía a través del camarín de Jesús Nazareno que la presidía. A continuación estaban las de Santo Domingo de Guzmán, Sagrario, Bautisterio y Santa Teresa de Jesús.

Nuestra exposición comenzará en la capilla mayor, el crucero y coro, describiendo alguno de sus elementos ornamentales más importantes, así como las fundaciones de misas con que estaba dotada. Y se limitará a aquellas capillas que tenían más relevancia religiosa y social, que a su vez son las únicas de las que disponemos de alguna documentación.

Ocupaba la nave mayor su centro, y se dividía en tres partes. En su cabecera estaba la capilla mayor, seguida de un crucero compuesto de cuatro tramos, y a sus pies se encontraba el coro. Conforme a la cláusula 1.ª, era el doble de ancha que las laterales.

Tenía una bóveda de media naranja, decorada con yeserías barrocas. En la misma se celebraban las ceremonias religiosas más importantes, colocándose el monumento al Santísimo, y predicándose el Sermón del Mandato y del Descendimiento.

En su magnífico retablo, se encontraba la imagen de Nuestra Señora de Consolación, que era la titular de la parroquia, y posiblemente su altar tendría el carácter de privilegiado, aunque en este momento no tengamos constancia documental que lo acredite.

Sus patronos eran los propios duques de Sessa437, y destacados miembros de esta noble familia, allí estaban sepultados. Concretamente, el único hijo que el tercer conde de Cabra tuvo con su primera esposa, doña Beatriz Enríquez, llamado don Diego, y que había fallecido a los diecisiete años. También estuvo inhumada doña Francisca de la Cerda y Zúñiga, segunda esposa del tercer conde de Cabra, don Diego Fernández de Córdoba, si bien a muerte del noble cordobés, su cuerpo fue trasladado a Baena, y enterrado en la Iglesia de Santa María la Mayor438.

Ello explica la fundación por parte de doña Francisca de la Cerda y Zúñiga de diferentes memorias perpetuas en esta capilla, tratándose de la mayor dotación económica del convento por este concepto. En 1534 don Juan de Córdoba, que era hijo del conde de Cabra y su albacea testamentario, dotó estas memorias, donando al convento una venta que estaba en el camino que iba de Baena a Cabra, y un mesón que existía en la calle Llana, además de 300 maravedíes de renta, que producía una tienda en Baena439.

Asimismo hemos visto como en 1704 don Jerónimo Ortiz Cubero y su esposa doña Juana Rodríguez, fundaron una para que se oficiaran nueve misas cantadas en las principales festividades de Nuestra Señora, y a la que nos hemos referido al hablar de la devoción a Nuestra Señora de Consolación. Además existían otras, entre las que destaca la erigida por Juan Clavijo, conforme a su testamento otorgado el 4 de junio de 1670. Tenía por objeto celebrar una misa solemne en su altar, con diácono y vigilia, el día de San Juan Bautista, pagando 15 reales de vellón440.

A continuación, nos vamos a referir a los aspectos artísticos de la capilla mayor, y especialmente al retablo que lo decoraba, del que nos ha quedado constancia fotográfica, y que describía así Mariano Cubero Cubero en 1932441:

«El retablo ocupa todo el frente, es dorado y de estilo churrigueresco, pero de un churrigueresco en el que la sobrecarga de ornamentación, ofrece un agradable y sorprendente aspecto. En su parte superior y central, se encuentra en un espacioso camarín la venerada Titular y patrona del pueblo: En la parte inferior del camarín hay un crucifijo de buen tamaño y talla, y a los extremos del retablo dos capillas con las esculturas de los Apóstoles S. Pedro y San Pablo.

En la parte media y central está el Manifestador, y a los lados las esculturas de Sto. Domingo y San Francisco de Asís, de tamaño mayor al natural. El Sagrario, rodeado de pequeñas esculturas de Santos de la Orden Dominicana, es de gusto exquisito, estando situado en la parte central e inferior del retablo. A los lados del Evangelio y de la Epístola se encuentra pendientes de las paredes, bellas esculturas de los arcángeles San Rafael y San Miguel».



Su realización se ha atribuido a Juan de Dios Santaella, por haber realizado el de Jesús Nazareno de la iglesia conventual442. Pienso que este razonamiento no es válido, pues veremos como Pedro de Mena hizo el retablo de Nuestra Señora del Rosario, o Juan Cazorla el de Santo Domingo de Guzmán. Y por ello, no se piensa en ninguno de estos artistas como los autores de tan magnífica obra.

No tenemos ningún documento que nos permita atribuir con garantías su autoría. Tampoco hemos encontrado en los protocolos notariales de Doña Mencía coetáneos a esta época, nada sobre este retablo. Además, la historia del Convento de Santo Domingo, sólo indica que se hizo después de construida la nueva parroquia, aunque no nos dice nada sobre su autor y fecha443.

Sin embargo, podemos aportar un importante testimonio fechado el 10 de octubre de 1718, sobre un contrato suscrito entre fray Juan de las Doblas, prior del convento y el granadino Francisco José Guerrero. Su objeto era la realización de un retablo de madera de pino de segura para la capilla mayor, conforme a un dibujo de este artista, sin describir su traza. Tenía que estar terminado en el plazo de diez meses, pagando 6.000 reales de vellón444.

Sería una temeridad por mi parte atribuir a Francisco José Guerrero la autoría del retablo de la capilla mayor, utilizando solamente como apoyo de mi tesis este documento, sin tener constancia del abono de los 6.000 reales en pago de un trabajo realmente realizado. Además, el estilo artístico del retablo no se corresponde con los trabajos similares que se realizaron a principios del siglo XVIII.

Por ello, pienso que una hipótesis válida sería que a pesar de no cumplirse con lo acordado en el citado contrato por cualquier razón, cuando se construyó la nueva fábrica parroquial en 1742, se pudo volver a concertar con Francisco José Guerrero su realización.

El crucero se extendía desde la capilla mayor hasta el coro, destacando entre sus ornamentos una lámpara de plata que lo adornaba. Fue adquirida entre octubre de 1680 y mayo de 1681, siendo prior fray Juan de Quesada, conforme a varios testimonios documentales que así lo acreditan. En primer lugar, un poder otorgado el 15 de octubre de 1680 por el Convento de Santo Domingo al también dominico fray Andrés Gahete, para contratar su realización con Alonso Ramiro de Narváez u otro platero cordobés445:

«dieron todo su poder cumplido el nezesario de derecho para mas baler al M. R. P. Presentado Fr Andrés de Gahete, de la misma Orden, morador en el Combento de San Pablo de la Ziudad de Cordova, espezialmente para que en nombre deste y rrepresentando su misma aczión, pueda ajustar y ajuste con Alonso Ramiro de Narbaez y otra qualquiera persona o personas de la dicha Ziudad una lámpara de plata, del general y numero de marços que le tiene comunicado aya de hazer; el dicho M R M Maestro Fr Joan de Quesada, Prior del dicho Combento, para que este con mas dezenzia, con tal calidad que en el ajuste que sobre ello pactare con las dichas personas, la satisfazión y prezio que ymportare la dicha lámpara a de ser en oro y plata, y la hechura de cada março de los que pesare a quarenta y quatro reales en bellón cada uno».



Fray Andrés Gahete en cumplimiento del mandato recibido gestionó su compra, si bien fue labrada por el platero cordobés Simón de Tapia, conforme un testimonio dado por este orfebre, que nos hace saber su composición y peso446.

Sobre los pilares del crucero había doce cuadros que representaban a los Apóstoles, realizados por el dominico fray Jerónimo de Espinosa, que era natural de Doña Mencía447. Y es un reflejo de la antigua y arraigada devoción que a los discípulos de Jesucristo siempre ha existido en esta localidad de la Subbética. Y tenemos constancia de ello, pues a partir de los años finiseculares del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, era habitual que en las cláusulas testamentarias aparecieran mandas pías para que durante los entierros se encendieran las velas que había junto a los indicados cuadros.

Ejemplo de lo indicado, es el testamento de don Juan Tomás Valera Roldán, otorgado el 12 de octubre de 1799, conforme al tenor literal siguiente448: «Mandó que en el día de su entierro y en el siguiente, se pusiesen en todos los altares y a los Santos Apóstoles que se veneran en esta Parroquia la cera que se acostumbra, que son dos velas en cada altar y una a cada Apóstol».

Asimismo, era habitual que durante las ceremonias funerarias se encendieran cirios en el crucero, como resulta del testamento de don Francisco Pablo Cubero Ortiz, alguacil mayor del Santo Oficio. En su última voluntad, otorgada el 10 de diciembre de 1792, fundó varias memorias de misas entre las que se incluía una cantada con vigilia el 24 de enero, con doble general de campanas desde la tarde anterior. Y durante su celebración, se pondrían cuatro luces en su tumba, dos en el crucero, y dos en cada uno de los tres camarines, estando dotada con sesenta reales y libra y media de cera449.

Al final del crucero se ubicaba el coro, que se construyó y adornó conforme establecía la cláusula 20.ª del contrato de obra, que se refiere de forma expresa al órgano que allí se había de colocar, del que no tenemos conocimiento exacto de cómo era, ni su fecha de adquisición.

Podemos aportar como testimonio de su existencia, una escritura de poder otorgada el 22 de junio de 1666 por el prior fray Gaspar de la Mota a fray Juan Bautista. Este documento nos hace saber que el citado prelado, tenía concertado con Miguel Llopo la compra de un órgano, por 14.000 reales de vellón. Los dominicos otorgaron este mandato a fray Juan Bautista para que ajustase las características técnicas del órgano. Entiendo que conforme el documento citado, fue adquirido por el convento y cuando se procedió a demoler la antigua iglesia fue desmontado, para volverlo a colocar en el nuevo coro450.

También existía una sillería de nogal compuesta por veintinueve asientos, y el correspondiente facistol. Asimismo un lienzo de Nuestra Señora de Consolación y una talla de un Crucificado que se apoyaba sobre la baranda de hierro que daba al crucero451.

Esta imagen también fue objeto de devoción, como nos hace saber una fundación de misas erigida por doña Rosalia de Vargas, en su testamento de 7 de agosto de 1772. Estaba dotada con seis misas rezadas, a celebrar el 1 ó 2 de enero, pagándose por todas treinta y seis reales de vellón. Contenía una cláusula penal, que disponía que si en esos días o los seis consecutivos no se abonaran los treinta y seis reales, las misas rezadas serían doce a seis reales cada una. Además le pondría el día de Nochebuena media libra de cera, salvo que no estuviese el Crucificado en el coro, pues entonces la cera sería recibida por el de la Caridad452.




La capilla de Jesús Nazareno y los Alcalá Galiano453

Desde principios del siglo XVII la imagen de Jesús Nazareno era una de las que más devoción concitaba, que aumentó a partir de 1680, al atribuir a su intervención milagrosa, el fin de la peste contagiosa que asoló Doña Mencía durante el verano de ese año454. Esta relevancia religiosa también se reflejó al construirse la nueva fábrica parroquial, al adjudicarle uno de los sitios más importantes, como era el camarín que presidía la nave del Evangelio.

Tenemos apoyatura documental más que suficiente, que nos hace saber los pasos seguidos por el futuro marqués de la Paniega, para que se le nombrase patrono de esta capilla. Así, el 22 de agosto de 1741 presentó a los dominicos su solicitud, con el tenor literal que transcribimos:

«D. Juan de Alcalá Galiano Flores i Calderón, Cavallero del Orden de Santiago i Alcaide del Castillo i fortaleza desta Villa de Doña Mencía y Superintendente General destos Estados del Excelentísimo Sr. Duque de Sessa i Baena, suplicó al Rmo. Padre Mro. Prior i Religiosos deste Convento i Parroquia de Nra. Sª de Consolación, Orden de Predicadores, se le conceda la Capilla de Nro. P. Jesús Nazareno que en la nueva Iglesia se le ha señalado a su Majestad, en el crucero i colateral del lado derecho, para si sus herederos y sucessores, para que en ella tengan su assiento i entierro, haciendo su Bóbeda o Pantheon a sus expensas en el distrito i sitio que le corresponde a dicha Capilla».



Las propuestas por el caballero de Santiago se resumían en las siguientes condiciones: la donación a los dominicos 1.100 reales de vellón; mantener el camarín con sus ornamentos; por último, la fundación de una memoria perpetua de una misa cantada, que se celebraría el 14 de septiembre, por la que se abonarían 15 reales.

En el caso de que adquiriera la condición de patrono, se convertiría en legítimo propietario del oratorio, con derecho de bóveda, y escaño para sus familiares y criados. También podría poner su escudo de armas, así como una reja de hierro delante de la misma455.

Tenemos que hacer especial mención a esta última petición, de que se pusiera una verja de hierro delante del camarín para «evitar el atropellamiento del passo». Y éste es un indicador más, de la fuerte devoción que entre todos los habitantes de Doña Mencía, despertaba esta imagen penitencial.

Según el Diccionario de Autoridades, la acepción de passo significaba la efigie que se saca la Semana Santa, y llevan las cofradías en andas. Y atropellamiento es sinónimo de empujar con cierta violencia para poder abrirse paso456.

La utilización de ambos términos, nos hace saber de la dificultad de las andas del Nazareno, para sortear la multitud de personas allí congregadas a la entrada de esta capilla en cada madrugada del Viernes Santo. Penitentes con sus pesadas cruces de madera, hermanos de luz, apóstoles, evangelistas, y el prior del convento con el resto de los religiosos dominicos. También estarían el mayordomo y demás cargos de la cofradía junto a las autoridades locales. El problema se acrecentaría por los muchos mencianos que acompañarían la procesión.

Como era preceptivo, el prior fray José Portillo mandó llamar a consulta a la comunidad dominica, que aprobaron la solicitud formulada por don Juan José Alcalá Galiano Flores y Calderón en sus propios términos, «excepto la última de poner una verja de hierro, en que ninguno convino, por decir de servirían de mucho embarazo i estorvo para salir i entrar a la Sacristía»457.

Como era preciso en estos casos, se remitió la consulta anterior al prior provincial de la provincia de Andalucía, cargo desempeñado por fray Pedro de Fontanilla. Este religioso dio la oportuna licencia el 29 de agosto de 1941, desde el Convento del Santísimo Rosario y Santo Domingo de Cádiz.

El 15 de septiembre de 1742 se otorgó la escritura pública de donación de la capilla de Jesús Nazareno a don Juan José Alcalá Galiano Flores y Calderón, convirtiéndose en su patrono. Pero hemos de tener muy presente, que la adquisición del derecho de propiedad con patronato de este oratorio se hizo a favor de este noble y sus descendientes, y no a la Cofradía de Jesús Nazareno, aunque fuese en ese momento su mayordomo458.

Y como era habitual en estos casos, quedó constancia de ello con la correspondiente lápida funeraria459:

«Año de 1741. Esta Capilla y Panteón es de sr. Dn. Joan de Galiano Flores y Calderon Caballero del Avito de Sntiaco Alcaide de castillo fortaleca desta Villa de Da. Men y Superintendente General de estos Estados y de sus sucesores descendientes».



El 13 de marzo de 1769, el caballero de Santiago otorgó testamento en la localidad cordobesa de Cabra, y como hemos señalado, vinculó el camarín con el mayorazgo que poseía, que había sido fundado por su abuelo don Juan de Alcalá Galiano en 1680460.

No dudamos que la familia Alcalá Galiano fuera muy devota de la imagen de Jesús Nazareno, pero también es cierto que en la sociedad del Antiguo Régimen, se instrumentalizaba la cualidad de patrono de imágenes religiosas que eran objeto de mucha devoción, por puras razones de prestigio social.

Ejemplo elocuente de nuestra afirmación, se refleja en el expediente seguido para la concesión al hijo del primer marqués de la Paniega, don Juan José de Alcalá Galiano Benegas y Saavedra, del hábito de caballero de Santiago. Y entre las diligencias practicadas con ese fin, se incluye como mérito alegado por el solicitante, la visita al camarín de Jesús Nazareno de la que su padre era patrono, efectuada el 8 de enero de 1768. Este importante testimonio documental, también nos describe con detalle el escudo de armas de los Alcalá Galiano461:

«Reconocimiento de Capilla = En dicha Villa, dicho día, mes y año, pasamos a reconocer la Capilla que en la Yglesia Parroquia de Nra. Señora de Consolación Orn de Predicadores de ella tiene suia propia Dn Juan Alcalá Galiano Flores y Calderón Cavallero de el Abito de Santiago y Marqués de la Paniega, padre de Dn Juan Joseph de Alcalá Galiano, Segundo Teniente de Reales Guardias Españolas, pretendiente a el Abito de Santiago, cuia Capilla se titula de Nro. Padre Jesús Nazareno, y esta al lado de el Evangelio, en la qual ai un retablo dorado, con dos escudos de armas, que las de el lado derecho son una vanda = un león = tres varras = un águila = un Castillo = una varca = candados de ules = calderas y panes = y una corona sobre las armas, y en el otro lado ai otras con una cruz grande de el Abito de Santiago, un Castillo = tres varras y morrión que estas últimas son pertenecientes a la madre de el Pretendiente Dª Juana Venegas de Saabedra, y también tiene en la misma Capilla panteón propio para sus entierros, y pedimos al presente Escribano nos de Testimonio de esta diligencia y firmamos».



Una vez que el futuro marqués de la Paniega se convirtió en patrono, procedió a su ornamentación, en la que de una manera u otra intervinieron destacados miembros de la familia Alcalá Galiano. Así el 20 de julio de 1752, contrató con Juan de Dios Santaella la realización de un retablo de madera, por cuatrocientos ducados de vellón. En el mismo se incluían tres esculturas de San Miguel, San Rafael, San Antonio, y una medalla de Santiago Apóstol, y debía terminarse en junio del año462.

Su hermano don Antonio Alcalá Galiano, coronel del Ejército que llegó a ser gobernador de la ciudad colombiana de Popayán, dispuso en su última voluntad otorgada el 30 de octubre de 1761, que de sus bienes se costeara el dorado y adorno del citado retablo. Y nombró como sus albaceas testamentarios a sus hermanos don Juan y don Tomás Alcalá Galiano, para que se encargaran de cumplir este encargo.

Tenemos la apoyatura documental que así lo acredita, y dada la destrucción de la iglesia dominicana y la falta de fotografías de la capilla de Jesús Nazareno, estos testimonios nos permiten tener una idea aproximada de cómo era este camarín463.

Así, el 17 de noviembre de 1761 don Tomás de Alcalá Galiano, capitán del Regimiento de Infantería de Sevilla, junto con el caballero de Santiago, contrataron con Diego González Lamota su dorado. Este trabajo importó siete mil setecientos reales, que fueron satisfechos el 21 de enero de 1763 a un hermano del artista baenense, lo que acredita su realización464.

El 3 de noviembre de 1763, los indicados albaceas se obligaron con Diego Marín Moreno, vecino de la localidad cordobesa de Carcabuey, que pintara el citado oratorio. Su precio era mil doscientos cincuenta reales de vellón, y debía estar terminada a finales de mayo de 1764465.




La capilla de Santo Domingo de Guzmán y la familia Valera466

Don Juan Santos Valera Roldán, destacado miembro de la linajuda familia de los Valera y clérigo de menores órdenes, se convirtió en 1742 en patrono de la nueva capilla de Santo Domingo de Guzmán. Y en su testamento, otorgado el 28 de septiembre de 1739 manifestó esa intención, al tiempo que se construía el nuevo templo parroquial467. El 22 de agosto de 1741 formuló a los dominicos su pretensión en los siguientes términos:

«Se le conceda la Capilla de Gran Patriarca Nro. P. Santo Domingo de Guzmán, que en la nueba Yglesia le ha señalado, en el Cruzero al lado derecho ynmediato al Camarín de Nro. P. Jesús Nazareno, para sí, sus subzesores y herederos para que en ella tenga su asiento i entierro, haciendo su Bóbeda o Panteón a sus espensas, en el distrito o sitio que corresponde a dicha Capilla».



Esta petición se sujetaba a una serie de condiciones: ofrecía entregar como limosna la cantidad de 1.100 reales de vellón obligándose a adornar la capilla con un frontal de jaspe, dotándola con una memoria de una misa cantada. A cambio, adquiría el derecho a escaño, con bóveda, y con la facultad de colocar el escudo de armas de la familia Valera. Además, podría poner en el altar aquellas imágenes que fueran de su devoción, si bien el vestido y la lámpara que alumbraba a Santo Domingo estarían a cargo del convento, salvo que éste acordara otra cosa.

Los dominicos, mostraron su conformidad con lo solicitado por don Juan Santos Valera Roldán en los términos antes indicados, y acordaron pedir la correspondiente licencia al prior de la provincia de Andalucía de la Orden de Predicadores. Esta responsabilidad era ejercida por fray Pedro de Fontanilla, que otorgó la correspondiente licencia el 29 de agosto de 1741 en el Convento del Santísimo Rosario y Santo Domingo de Cádiz.

Los trámites jurídicos finalizaron el 12 de septiembre de 1742, en que las partes otorgaron la correspondiente escritura pública de donación, al colegial del Mayor de Cuenca en la Universidad de Salamanca.

Esta capilla fue dotada con varias memorias, la primera de una misa cantada que se oficiaba el día de Todos los Santos, dando de limosna quince reales de vellón, y el convento debía poner la Santa Cruz y dos hachas de cera sobre su bóveda468. Además, don Juan Santos Valera Roldán acordó en su última voluntad, fundar otra de cuatro misas cantadas, con una limosna de seiscientos ducados. De estas celebraciones, tres serían oficiadas en los aniversarios de la muerte de familiares allegados, y la cuarta en el suyo.

Por último, acordó vincular el mantenimiento de esta capilla con el mayorazgo que poseía, y cuyo goce atribuyó a don Diego Alfonso Valera469:

«dándole la Capilla acavada, se diese la limosna de su caudal a dicho Convento, doscientos ducados, y más otros quatrocientos ducados por quatro Aniversarios Perpetuos en cada un Año por su Alma, y las de sus Defuntos, y Venditas del Purgatorio, que se han de decir, el uno el día once de jullio, en que murió Don Pedro Valera su tío, aplicándolo al alma de estte = otro el día diez de mayo, en que murió Don Salbador Balera, tanvien su tío, con aplicación a el Alma de este = Y el otro el día diez y siete de mayo, en que murió don Anttonio Valera su Padre, con aplicación a su Alma = y el otro el día del fallecimiento de dicho Testador; Entendiéndose que dichos Aniversarios, son Misa, Vigilia y Responso, todo cantado en su sepultura, doble y cera = y que dicha Capilla dándola acavada el referido Conventto, el poseedor de dicho Mayorazgo lo ha de adornar y mantener de todo lo necesario, y poner escudo, a que se le ha de poder Apremiar, y dicho Conventto ha de tener este cuidado, obligándose a cumplir lo que sea de su obligación según dejava dispuesto».



Como era habitual en estos casos, quedó constancia del patronazgo ejercido a través de la correspondiente lápida funeraria470:

«Año de 1741. Esta Capilla y Panteón es del Sr. Dn. Juan Santos Valera Roldán Rector Colegial que fue del mayor de Cuenca en la Universidad de Salamanca y de sus svs svcessores».



Esta capilla fue enriquecida y ornamentada con un retablo de madera, sin tener testimonio fotográfico que nos permita saber cómo era. Sin embargo, sabemos de su existencia, como nos hace saber el testamento de don Juan Santos Valera, en el que designaba a don Diego Alfonso Valera, como su sucesor en el mayorazgo del que era titular, imponiéndole la obligación de poner un retablo para su adorno471.

Dicha disposición testamentaria fue cumplida por el propio interesado, quien contrató con el artista lucentino Juan Mateo Cazorla su hechura, conforme una escritura de obligación otorgada el 22 de junio de 1746. Su precio fue de 3.000 reales de vellón, estando obligado don Juan Santos Valera a correr con los gastos de ponerlo en la iglesia conventual, si bien el comienzo de su talla era inmediato a la firma del contrato. De su tenor literal se deduce que este trabajo estaba ya contratado, y que posteriormente se acordó añadir más ornamentos conforme al gusto barroco de la época472:

«Dn Juan Matheo Cazorla, vezino de la Ciudad de Luzena y otorgo, se obligó de hazer un rretablo de madera para la Capilla de Señor Santo Domingo que esta en la Iglesia Parrochia de esta Villa, y es propia de Don Juan Santos Valera Roldán, Clérigo Capellán, vezino della con quien lo tiene ajustado, y a de ser arreglado a un diseño que tiene hecho firmado de mano del otorgante de dicho Don Juan Santos y de mi el Escribano. Y con la condizion de que se aumente a dicho diseño quatro estípites a los lados de dicho Retablo de madera, que a de tener seis estípites a los lados, y teniendo el diseño quatro muchachos en los sitios que están señalados, se an de aumentar otros seis muchachos que se an de colocar donde estan y sea más cómodo en dicho Retablo: y también se a de aumentar una orla que se a de poner en todo el circulo del arco y se a de vestir toda ella de talla como lo demás de dicho Retablo. Y por prezio dicha obra tres mil reales de vellón».






Camarín de Nuestra Señora del Rosario

También se construyó un camarín completamente nuevo para mayor culto de Nuestra Señora del Rosario, que se ubicó en un lugar privilegiado, presidiendo la nave de la Epístola, junto a la capilla mayor. De esta forma se ponía de manifiesto la importancia religiosa y social de esta advocación dominica mariana, y de la cofradía que le daba culto.

Como el resto de la iglesia conventual, su fábrica era completamente nueva, si bien como nos hace saber la cláusula 19.ª del contrato, se aprovecharon materiales de la antigua capilla. Para su construcción se tendría muy en cuenta la opinión del hermano mayor de la cofradía, a la hora de determinar algunos detalles de su ornamentación473.

Don Juan José Roldán Galiano ocupaba ese cargo, y como otros miembros de la nobleza local, ayudó a sufragar los gastos de ornamentación de la iglesia conventual. Así consta en su testamento otorgado en 1763, que nos hace saber que el camarín de la Virgen y su retablo se labró a sus expensas474.

Tenemos constancia documental que acredita este particular, conforme a la escritura de obligación suscrita el 21 de octubre de 1738, entre el citado hermano mayor con el artista lucentino Pedro de Mena Gutiérrez. Éste se obligó a tallar un retablo de madera de pino en el plazo de dos años, conforme a la traza por él realizada. Su costo serían tres mil reales de vellón, obligándose la cofradía y el hermano mayor a poner la madera y materiales, así como una vivienda para el artista y sus ayudantes475:

«se obligan a que dicho Dn. Pedro de Mena hará un Rretablo de madera de pino para la Capilla que se ha de fabricar a María Santísima del Rosario, en la Yglesia del Señor Santo Domingo de esta dicha Villa, arreglado y fenezido, y sentado arreglado a una planta y dibujo hecho por dicho Dn Pedro de Mena que esta en poder del Señor Dn Juan Joseph Roldán Galiano, Theniente Corregidor de esta dicha Villa, Ermano Mayor de la Cofradía de María Santísima, con quien se ha ajustado esta obra, y por lo toca la manifactura en tres mil y nuebecientos reales de vellón, siendo de obligazión de dicha Cofradía y Ermano Mayor poner madera y demás materiales necesarios y casa para dicho Maestro y Oficiales, y hazer dicho Retablo de manera que solamente el dicho Dn. Pedro de Mena ha de zer obligado a traer sus gerramientas a su costa, y en esta forma a de dar dicha obra fenezida dentro de dos años que se quentan desde oi día de la fecha, y en este tiempo, dicho Señor Ermano Mayor le a de ir dando dinero para la manutención de dichos fabricantes, en quenta de estos tres mil i nuebecientos reales, tomando recivos de este Dn Pedro de Mena para la quenta que deue hazer, luego que este sentada y finalizada esta obra en la fachada de dicho Camarín y arreglada a dicho papel de dibujo».



Pedro de Mena Gutiérrez nació posiblemente en Lucena a principios del siglo XVIII. Escultor y retablista barroco, fue uno de los artistas lucentinos que participó en el Sagrario de la iglesia de San Mateo de Lucena realizado entre 1740 y 1765. Hasta la fecha, las primeras noticias documentales que se tenían del mismo datan de 1743 cuando se obligó con la Cofradía de Nuestra Señora de la O de Lucena a realizar las yeserías del camarín de la Virgen476.

Entre otras obras, en 1771 también hizo el camarín de Nuestra Señora del Rosario de la Parroquia de Santiago en Montilla, que posiblemente guardaría cierto parecido con el de Doña Mencía. Más adelante veremos como en 1785 también labró las esculturas en piedra caliza del Crucifijo, Santo Domingo de Guzmán y San Juan de Dios, de la hornacina funeraria que aún existe junto a los restos de la torre de la iglesia conventual.

Mariano Cubero también nos describe como era el camarín y retablo que estamos analizando477:

«El altar de Nuestra Señora del Rosario se halla situado frente a la puerta de entrada correspondiente a esta nave, y el retablo es muy parecido al del Nuestro Padre Jesús Nazareno. Su escultura de Nuestra Señora se encuentra colocada en medio de un espacioso y bellísimo camarín de exquisito gusto arquitectónico, cuyas paredes y techumbre, rematada de un primoroso y pequeño cimborrio, representan fragmentos alegóricos de la Gloria. Coincidiendo con el plan de altar hay una hornacina con Santa Bárbara».






Capilla de San Pedro Mártir de Verona

Hemos señalado como desde 1673 la familia Roldán eran los patronos de la capilla de este santo dominico. Por tal razón, también colaboraron con el convento en los gastos de construcción y ornamentación de la nueva iglesia parroquial.

Tenemos un testimonio de esta ayuda, como nos hace saber un documento fechado el 16 de septiembre de 1742. Y señala que al construirse la nueva fábrica, se trasladó la capilla de San Pedro Mártir a la nave de la Epístola, aunque la bóveda para enterrar a los miembros de la familia Roldán, permaneció en el mismo lugar que antes ocupaba, y donde ahora estaba el crucero del templo.

Por tal motivo, Don Juan José Roldán Galiano quiso dejar constancia en una escritura pública, del derecho de patronato y asiento o escaño, así como el de poner el escudo de su familia. Asimismo, la adornó con un nuevo retablo y las imágenes de San José y San Juan Bautista478:

«y aora auiendo sido preciso hacer nueva Yglesia para su mayor estensión y culto a Dios Nuestro Señor, porque la que anttes auia era muy limitada, se traslado dicha Capilla al Cruzero de la Capilla Mayor, al lado izquierdo de la Epístola y hace frentte a la del Sr Santto Domingo, y linda con la Capilla y Camarín de Nuestra Sra. del Rosario, que en ella el Señor Dn Juan Josep Roldán Galiano, Alférez Mayor y Thenientte de Corregidor, como hijo y descendiente de Dn Jacintto Roldán y nieto de dicho Dn Pedro Roldán, por traer causa de estos dos expresados y consentimiento de dicho Conuento, a puesto un retablo de madera muy costoso por lo pulido de su talla, y en el se ha de colocar en el sittio principal la reliquia de Sr. Sn Pedro Mártir, que pertenece a dicho Conuento, y a sus lados las hechuras del Señor San Josep y San Juan Baptista, que se han hecho también a expensas y deuocion de dicho Dn Juan, quien ha mantenido el Altar de todo lo necesario, y velos para todas dichas ymágenes, y además de esto ha dado para dicha nueua Fábrica cinquenta cahices de cal, un cauallo y otras limosnas conttinuas, por cuyas razones y de auer puesto sus Armas y Losa en dicha nueua Capilla, para que se entienda tiene uso en ella para si y sus hijos y descendientes, en lugar de la que antes tenía, a pedido a estos Reverendo Padre Rector Prior, y Padres de Consulta le otorguen Escritura en que se declare lo espresado, [...] otorgaron que desde luego dan y transfieren al dicho Señor Dn Juan Josep Roldán Galiano, para si y sus subcesores, y quien su causa hubiere, la dicha nueva Capilla que se ha declarado, en lugar de la que antes tenía, con el sittio correspondiente a ella para asiento a su familia, y que ponga su escaño cerrado o como le pareciere en ella, siendo de su ouligación y de sus subcesores el proseguir cuidando y aseando el Altar que ha hecho a sus expensas, de todo lo necesario, velos decentes a las ymágenes mencionadas que se colocan en dicha Capilla todo a su costa, y dorar el rettablo si le pareciere conveniente, sin que el dicho Convento pague ni laste cosa alguna, ni tenga ningún gasto, y por lo que toca a la uóueda para su entierro y de sus descendientes se declara queda la misma que antes tenía, y se halla con su losa en el cuerpo principal de dicha Iglesia, estto por cuanto en dicha nueva Capilla no se puede hacer entierro por no permitirlo el terreno, todo lo qual dichos Rdos Padres otorgantes declararon ejecuttan por las razones dichas y porque dicho Dn Jacinto Roldán Galiano y Dª Ana Balera Roldán su muger Padres de dicho Dn Juan, por sus Testamentos que otorgaron ante el presente Escribano, dejarón una dotación de ocho Misas Canttadas en cada un año, que se han de decir en dicho Conuentto perpetuamente y en dicha Capilla poniendo por el Cruz y será en dicha Uóueda donde se ha de decir Responso Canttado y señalaron por limosna de cada una quince reales de vellón, que están pagando de presente con la mayor puntualidad dicho Dn Juan Josep Roldán, quien ha de poder en adelante si le pareciese, poner otras Ymágenes, hacerlo a su costa en dicha Capilla y en esta forma dichos Padres otorgantes subrrogaron la nueua Capilla citada en lugar de la otra que anttes auia y pusieron en la posesión de ella a dicho Dn Juan Josep Roldán Galiano, para que la goce para si y sus erederos y subcesores según antes lo hacia =».








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La inhumación de cadáveres en el interior de las iglesias y sus problemas sanitarios479

El enterramiento edificado a los pies de la torre de la iglesia sería la última construcción de relevancia que en ella se realizó, pues durante los siglos XIX y XX las obras que se hicieron tuvieron por objeto evitar su ruina total que amenazó permanentemente a la fábrica parroquial, debido al corrimiento de tierras sobre la que estaba edificada.

Estudiaremos una hornacina funeraria que fue costeada por don Jacinto de Vera y Tienda, capitán jubilado del Regimiento Provincial de Bujalance. Este menciano tenía una posición económica desahogada, por ser titular de un mayorazgo que había fundado su padre Juan Pedro de Vera, que era comerciante de vinos. Y refleja el ascenso social de la burguesía en los últimos años del siglo XVIII, desplazando a la nobleza como la clase social que detentaba el poder político y económico.

Vamos a utilizar básicamente el testamento mancomunado de don Jacinto de Vera y Tienda y su esposa doña Rosa Muñoz y Cubero. También nos servirá de apoyatura documental la escritura fundacional de una memoria perpetua de una misa cantada, que nos informa con detalle del enterramiento objeto de nuestro estudio.

La última voluntad de este matrimonio está fechada el 21 de diciembre de 1785, donde consta su deseo de ser enterrados en el mausoleo que había construido a las puertas de la iglesia conventual480.

La referencia que hace esta cláusula testamentaria, es a una memoria de una misa cantada fundada el 1 de marzo de 1784. Era prior fray Fernando Portillo, y formaban parte del cenobio los siguientes religiosos dominicos: fray Tomás de Tienda, Subprior; fray Juan Laguna Vicario; fray Francisco de Vargas; fray Juan de Palma; fray Jerónimo Mansilla; fray Antonio de Vida; fray Manuel de Priego; fray Juan de Leiva; fray Vicente Cubero; fray Cristóbal Millán; fray Pablo Borrallo; fray Vicente Ortiz.

Don Jacinto de Vera solicitaba a los mendicantes edificar y construir en el cementerio de Doña Mencía, que en aquella época era la propia iglesia conventual y sus alrededores, un enterramiento para sí y sus familiares, al pie de la torre de la iglesia y junto a la puerta de la nave del Evangelio.

Debía de tener cuatro bóvedas capaces cada una de dos cuerpos, obligándose a cambio a levantar un altar de piedra con una imagen del Crucificado y la de San Juan de Dios, y dotarla con una memoria de una misa cantada por la que abonaría anualmente 20 reales de vellón.

Además, asumía la obligación de cuidar de la rutina o deterioro que pudiera afectar a la fábrica del enterramiento y la torre de la iglesia, y gravaba con la obligación de pagar veinte reales una finca rústica de trece fanegas y cuatro celemines, sita en el término de Cabra481.

Esta petición fue aceptada por los dominicos en los términos expresados. Sin embargo, el prior convocó a los frailes a otra consulta que tuvo lugar el 4 de mayo de 1784, pues le parecía más conveniente que el solicitante ofreciera otra finca que garantizara el cumplimiento de sus obligaciones, sita en el término de Doña Mencía, de dos fanegas y siete celemines.

Don Jacinto de Vera se mostró conforme con el cambio propuesto, y ofreció el colocar una imagen de Santo Domingo de Guzmán. A cambio pedía que concluida la misa cantada, salieran los religiosos curas que la habían celebrado e inmediatos a su enterramiento rezaran un responso con toda solemnidad, por las almas de los allí sepultados.

Finalmente se cedió al peticionario el sitio que hemos señalado, para edificar un enterramiento de cuatro bóvedas, capaz cada una de dos cuerpos cada una. Sobre él, un altar con un Crucifijo y a los lados las imágenes de San Juan de Dios, y Santo Domingo de Guzmán. Esta última imagen era el «precio iconográfico» que tuvo que «pagar», para que además del responso solemne ante su enterramiento, la misa cantada se celebrara en el camarín de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que posiblemente tendría el carácter de altar privilegiado.

Es evidente que frente al poder igualatorio de la muerte, de la lectura de las cláusulas que estamos analizando, podemos deducir que don Jacinto de Vera y Tienda, al ser enterrado junto a la puerta principal de la única parroquia que había en Doña Mencía, en una hornacina funeraria que Ramírez de Arellano la califica como monumental, hacía una manifestación pública de importancia social, en el lugar más emblemático de Doña Mencía482.

Las mandas pías que analizamos, nos señalan cuáles eran las devociones particulares del otorgante de dichos documentos, y que son la Santa Cruz y San Juan de Dios. La veneración al fundador de la Orden Hospitalaria, se refleja en su deseo de que la misa cantada, se celebrara el 8 de marzo, que es el día de su festividad.

El fervor religioso a este santo, es un indicador del reconocimiento de los laicos hacia las órdenes mendicantes y hospitalarias, en un momento histórico en que los poderes públicos no se hacen cargo de las necesidades más básicas de asistencia social. En su testamento, consta un importante donativo al hospital que con esta advocación existía en Cabra, y que refleja la importancia de la asistencia sanitaria prestada por este lazareto483.

En su última voluntad también nos hace saber que profesaba mucho fervor religioso a la Santa Cruz. La misma tiene raíces familiares, pues su abuelo José de Tienda, fue mayordomo de la Cofradía de la Vera Cruz de Doña Mencía. En el testamento que estamos analizando, otorgado en 1785, se acredita tal extremo484:

«mando que dos cruzes de piedra que tengo hechas en las casas de mi morada, se coloquen una en el sitio que llaman Cruz de los Harrieros, y la otra en el de la Cruz de Vaena, esto por la mucha debozion a la Santa Cruz tengo».



En iguales términos devocionales, se expresa la escritura de donación del usufructo de una vivienda sita en la entonces llamada calleja de los Romeros, realizada por don Jacinto de Vera y Tienda, a favor de Juan Caballero, Antonia Rodríguez y otros485:

«Yo el Don Jazinto de Vera, ordeno y mando que la dicha mi muger y sobrinos a quienes dejo mandado el usufructo el usufructo de las posesiones arribas declaradas, y después por su muerte, el poseedor y poseedores del nominado Vínculo, cada uno en su tiempo sean obligados y yo les obligo a que ayan de mantener ensendida la luz al Señor Crucificado de la Hermita del Calvario, y el de el Señor de las Penas en la Plaza del Llanete».



Hasta la fecha, se ha señalado que en este enterramiento estaban sepultados dos frailes dominicos, así como destacados miembros de la familia Alcalá Galiano486. Pero esta afirmación no se ajusta a la realidad, pues si se pensó que eran dos los dominicos los allí enterrados, lo fue por creer que las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y San Juan de Dios, se correspondían con los frailes allí inhumados. Sobre que fuera el panteón funerario de los Alcalá Galiano carece de todo fundamento, pues hemos visto cómo la de Jesús Nazareno era el de esta noble familia.

La última voluntad de don Jacinto de Vera y doña Rosa Muñoz Cubero, también nos hace saber con detalle la identidad de quienes tenían derecho a ser inhumados en esta sepultura487:

«el conferir el derecho para que se sepulten en el las personas y familias siguientes = de una parte a los hijos y descendientes de Doña Juana Luisa de Vera, mi defunta hermana, muger que fue de Don Miguel Pérez de Castro = de otra los hijos y descendientes de Josef de Tienda mi abuelo = de otra a Doña María Manuela Cuvero, mi suegra madre, sus hijos y descendientes = de otra Don Lucas de Vera y Rodríguez, Alguacil, uno de mis ascendientes, Fiscal que fue de esta Jurisdicción = de otra a los hijos y descendientes de Doña Victoria de Alcalá Galiano = y de otras a los hijos y desendientes de Don Estaban de Parías Marín, a todos los quales confiero el dicho derecho sobre el expresado Panteón».



Asimismo don Jacinto de Vera dispuso la vinculación de su enterramiento con el mayorazgo del que era titular, estando obligadas los poseedores del mismo a mantener encendida un candil que había en el citado panteón, con las rentas de este vínculo de propiedades488.

Conforme a lo dispuesto por la Real Pragmática Sanción de 21 de enero de 1768, se crearon las Contadurías de Hipotecas, que eran los precedentes de los actuales Registros de la Propiedad. Y según esta norma jurídica, dentro del plazo de un mes desde el otorgamiento de la escritura de constitución de esta memoria perpetua, había que presentar la misma por el Oficio de Hipotecas que le correspondía, que era el de la ciudad cordobesa de Bujalance.

Esta presentación tenía por objeto, tomar razón del gravamen perpetuo que pesaba sobre la finca dada en fianza. En caso contrario, no sería válida dicha escritura pública, para que los dominicos pudieran ejercitar las acciones judiciales que le correspondían sobre la finca hipotecada con el gravamen, en caso de incumplimiento de sus obligaciones por parte del fundador de la memoria, o de otra persona que por cualquier título poseyera la finca. Este trámite se cumplió debidamente, y se tomó razón en el Libro del Oficio de Hipotecas de Bujalance, correspondiente a Doña Mencía el 6 de julio de 1784, en el folio 10489.

Hay que tener presente los problemas sanitarios derivados de inhumar los cadáveres dentro de las parroquias, en capillas, hornacinas funerarias, o en el suelo de las mismas. Este hecho era consecuencia del deseo de los católicos de enterrarse en el interior de estos lugares sacralizados, o en sus proximidades. Pues junto con un número elevado de misas por el alma del finado, era uno el medio más eficaz para hacer más breve la dura estancia de las almas en el Purgatorio.

El aumento de población que tuvo lugar en el siglo XVIII y las periódicas epidemias que azotaban España durante el Antiguo Régimen, provocó que estos cementerios se convirtieran en un foco de infecciones y lugar insalubre.

No eran suficientes las mondas periódicas de los restos allí inhumados, para evitar estos problemas de salud pública. Tenemos constancia documental de su práctica en Doña Mencía en los alrededores de la iglesia conventual. Así lo acordó el Ayuntamiento el 6 de diciembre de 1682, al ceder al convento un terreno para convertirlo en un osario490:

«En este Cavildo se vio un Memorial de la comunidad del Convento Parroquia de esta villa, por el que solicita se le ceda un pasadizo solar que media entre la Hermita de las Angustias de esta villa, y casas de Pedro de Saabedra, para efecto de hacer un osario donde se depositen los huesos de los fieles difuntos, por las razones que dicho Memorial expresa. En cuia atención, acordaron dichos Sres se haga con efecto dicha cesión para el citado fin, con tal de que únicamente se introducieren dichos huesos enteramente desnudos para evitar qualquiera fetor que pueda infestar la vezindad y calles públicas».



El espíritu de la Ilustración también influyó en la normativa reguladora de los cementerios, sobre todo a partir de la terrible epidemia propagada en Pasajes (Guipúzcoa) en 1781 «debida al intolerable fetor de la Iglesia». Este suceso dio lugar a la promulgación de una Real Cédula el 3 de abril de 1787, que sería la primera norma jurídica que pretendió erradicar la inhumación intramuros491:

«Se harán los cimenterios fuera de las poblaciones, siempre que no hubiere dificultad invencible, o grandes anchuras dentro de ellas, en sitios ventilados e inmediatos a las Parroquias, y distantes de las casas de los vecinos; y se aprovecharan para capillas de los mismos cimenterios las ermitas que existan fuera de los pueblos, como se ha empezado a practicar en algunos con buen suceso».



Para que se procediera al cumplimiento de esta nueva normativa, la citada Real Cédula fue comunicada a la máxima autoridad del obispado, que estando la silla de Osio vacante por muerte de don Baltasar de Yusta Navarro, era el cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Y se pretendía que los provisores dieran las oportunas órdenes para que las parroquias dejaran de ser cementerios, y éstos se construyeran en sus afueras. Lo anterior resulta del cabildo catedralicio celebrado el 22 de diciembre de 1787492:

«El Sr. Arcediano dize que el Sr. Corregidor desta ciudad, auia escrito a los Sres Provisores Generales un papel, en que haze presente la orden que tiene de la superioridad, para tratar sobre fábricas de cementerios fuera de las Iglesias, cuio asunto por ser de la mayor consideración lo proponía al Cabildo el dicho Sor Arcediano, y en su vista, se acordó dar y dio comisión a los Sres Provisor General para que passado el punto, informen con llamamiento sobre este particular».



Limitaba los enterramientos en el interior de las iglesias exclusivamente como honra aplicable a personas de señalada virtud, y procuraba la creación de nuevos cementerios fuera de las poblaciones. El espíritu que inspiraba esta regulación legal estaba presente en la fundación de está memoria perpetua, al aceptar los dominicos la construcción de este enterramiento con la cláusula condicional, de no causar malos olores ni otros problemas sanitarios derivados de la descomposición de los cuerpos allí sepultados493.

Teniendo en cuenta que don Jacinto de Vera y Tienda falleció el 7 de agosto de 1786, en principio no le afectó la nueva regulación legal, pero a los pocos días de su finamiento, en septiembre de ese mismo año, Doña Mencía se vio afectada por una epidemia de tercianas. En Cabildo municipal celebrado el 26 de septiembre de 1786, se acordó que se construyera un nuevo cementerio en las afueras de la localidad, para evitar los perjuicios que contra la salud suponía la insalubre costumbre antes indicada494.

El conjunto escultórico de piedra caliza formado por el Crucifijo, Santo Domingo de Guzmán y San Juan de Dios, fue esculpido por Pedro de Mena Gutiérrez. Así consta en la inscripción que hay en el costado derecho del Crucifijo, que se encontraba encajado en el muro, descubriéndose dicha autoría cuando se desmontó el enterramiento, al aparecer la siguiente inscripción: «Las iso Pedro de Mena en Luzena el año de 1785»495.

Iconográficamente este bajorrelive es una alegoría al Calvario, aunque el Crucificado no está flanqueado por la Virgen María y San Juan Evangelista, sino por las imágenes señaladas por las razones que hemos expuesto.

Esta representación tuvo una amplia difusión durante el siglo XVIII, y en la misma está la Cruz en la montaña del Gólgota, que aparece reflejada como cúspide de una montaña cósmica y espiritual, lugar donde fue creado y formado Adán, y allí sería crucificado Jesucristo el Hijo de Dios por los hombres. De esta manera se relaciona el origen del hombre con el acontecimiento del Calvario, entendido como esperanza de salvación496.

Santiago Sebastián nos da las claves para interpretar su iconología. A ambos lados de la Cruz aparecen los dos santos, con sus símbolos característicos. En el derecho y en lugar preferente Santo Domingo de Guzmán, con un perro a sus pies. Y a la izquierda San Juan de Dios, con una corona de espinas sobre la cabeza y una granada. Y coronando este monumento funerario la cruz florenzada, que era el escudo de los dominicos.

A cada lado de la Cruz aparecían dos soles, que significaban la Verdad y la Nueva Ley, como contraposición a la Luna que no tiene luz propia y era la imagen de la Antigua Ley. A los pies del Calvario hay una calavera y dos tibias, símbolo típico de piedad y la muerta reina por doquier, además de servir de recordatorio sobre la brevedad de la vida, la incertidumbre del futuro y la inanidad de lo humano497.





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