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ArribaAbajo El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro y otros animales

La serpiente ingrata. Un bien con un mal se paga


34 versiones y variantes


Cuentos del 578 al 611


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578. El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro

Un bien con un mal se paga


SALTA

Había un campesino que salía muy temprano por una quebrada grande y un despeñadero. En una de esas mañanas oyó el grito del tigre que le decía:

-Amigo, amigo, venga para acá para hacerme un servicio.

El campesino se compadeció, fue y lo encuentra apretado de la mano con una piedra. El tigre le pide por favor que le saque la piedra, que le dará en recompensa todo lo que necesite. El campero lo libra de semejante prisión y él mismo pregunta:

-¿No me va a comer?

-Vea amigo, yo me encuentro con mucho hambre -le responde el tigre.

El campesino le dice:

-Vamos al juez.

Y en el camino se encuentran con un caballo flaco. El campero le dice:

-¿Quiere, amigo, servirnos de juez?

El caballo responde que con mucho gusto. El campero principió a contarle al caballo en la forma que lo había encontrado al tigre, como también a lo que se había comprometido. El caballo da la sentencia de que el tigre debía comerlo al campero y le dice estas palabras:

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-Comaló porque a mi también los hombres me han dejado flaco.

Entonces el tigre pega un avance al campero y éste le dice:

-¡Eh, amigo, vamos a otro juez!

Después se encuentran con un buey y para igual cosa da la misma orden del caballo. Después salen en busca de otro juez y se encuentran con don Juan, el zorro.

Don Juan venía silbando y el campero le dice:

-¿Quiere, don Juan, servirnos de juez?

El zorro le responde que estaba bien.

-Siempre hice buenas justicias en el juzgado y en la policía -dice el zorro.

El zorro pidió que fueran al lugar donde el campero lo había encontrado al tigre. El zorro le pide al tigre que se coloque la mano como cuando lo vio el campero. El tigre obedece. El campero levanta la piedra y se la coloca sobre la mano. El zorro da la sentencia que es la siguiente:

-Dejeló que muera apretado, y yo tomo este camino y usted se va por el otro.

Rosario Gil, 30 años. Candelaria. La Candelaria. Salta, 1946.

La narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la región.



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579. El tigre, el leñador y el zorro

SALTA

Una vez un leñador iba entrando en un monte31 para hacer leña. Iba con su hacha al hombro, cuando se da con don Tristán, el tigre, que estaba con una mano agarrada con una astilla de un hueco de un árbol, donde había una colmena que había querido sacarla y comerla. Después que se había agarrado no había podido sacar la mano y hacía ya varios días que se encontraba colgado. Al verlo al leñador, don Tristán le pidió lo librara, pues ya no podía de dolor y se veía condenado a morir colgado y de hambre. El hombre se negó sacarlo diciendolé:

-Usté es muy peligroso. En cuantito se vea libre va querer comerme.

El tigre le prometía respetarlo en todo momento no haciendolé nada que le puediera molestar. Tanto clamó que al fin el leñador se conduele y haciendo palanca con el cabo de la hacha, ha conseguido abrir un poco l'astilla. Así ha conseguido don Tristán sacar la mano agarrada, agradeciendolé muchísimo al leñador por el servicio que le ha hecho, siguiendo con su compañero monte adentro. Pero a poco di andar y con el hambre que tenía, le dijo al hombre:

-Mire, amigo, se me hace que voy a falsiar mi compromiso y voy a tener que comermeló, pues, ya no aguanto más el hambre. A más, con mi mano estropiada no voy a poder hacer presa hasta que me mejore.

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El hombre le ha dicho entonce:

-¿Ha visto? Por eso yo no quería sacarlo de donde estaba colgado. Porque ya me imaginaba que usté no me respetaría.

En ese momento se ha aparecido don Juan, el zorro. Entonce don Tristán le ha dicho que lo nombraran de juez y que lo que él resolviera lo iban a repetar. Hablaron a don Juan y éste se prestó gustoso para hacer justicia. Don Tristán había pensado que como don Juan tenía que ser contrario al hombre, le daría la razón a él. Eso le había decidido a pedir que lo nombraran juez.

Don Juan, ya en su papel de juez, dijo que había que reconstruir el hecho. Entonce han vuelto al lugar donde estuvo colgado don Tristán. Una vez que han estado en el lugar, ha ordenado al leñador abrir con el cabo de la hacha la astilla del árbol, y a don Tristán le ha dicho que metiera la mano para ver en la forma que se encontraba cuando el hombre lo sacó. Don Tristán no ha querido poner la mano, pero como don Juan era juez, y tenía toda la autoridá, le ha ordenado que la ponga y no ha tenido más remedio que obedecer. Cuando el hombre ha visto la mano de don Tristán atrás de la astilla, ha sacado de golpe el cabo de la hacha y el tigre ha quedado de nuevo apretado, sin poder librarse. Entonce don Juan ha dicho que habiendo estado en esa situación y habiendo sido librado por el hombre, quería don Tristán pagarle esa acción comiendoselé. Que esa era una picardía que no podía tener perdón de Dios, y que le ha ordenado al leñador que le diera con el ojo de la hacha por la cabeza, lo que el leñador no se ha hecho esperar y lo ha matado de un golpe a don Tristán.

Cuando esto ha sucedido, el hombre le ha pedido a don Juan que le dijiera que cuánto le tenía que pagar, a lo que don Juan ha contestado:

-Yo no cobro nada, pero si usté se empeña le estimaría que me diera un par de pollos cada vez que le fuera posible.

El hombre ha accedido gustoso a lo que don Juan le ha propuesto, y quedaron de que él le llevaría los pollos a un lugar que le ha indicado don Juan. El hombre le ha llevado los pollos y don Juan ha quedado encantado, pero áhi no más le ha pedido que le lleve otro par, porque su señora, doña Juana, tenía cachorros y necesitaba alimentarse para tener buena leche.

El hombre le ha llevado los pollos otra vez, y otra vez don Juan le ha pedido otro par. Don Juan no se llenaba nunca y   —65→   cada vez pedía más pollos. El leñador ya no tenía más gallinas y cansado de pagar una deuda tan grande, le ha dicho a don Juan que le llevaría un par de lechones, en lugar de los pocos. Le ha dicho que los lechones eran ya medio grandecitos. Don Juan encantado ha aceptado y ya se relamía pensando en el bodonión32 que se iba a dar con los lechones.

Ha llegado el hombre al lugar que tenía indicado para sus entregas, con una bolsa al hombro, muy cansado. Que ha tirado la bolsa delante de don Juan y le ha dicho que estaba tan cansado que no tenía alientos para abrirla, que la abra él. Don Juan muy gustoso la ha abierto. Cuál no sería su asombro cuando ha visto que en lugar de lechones han salido dos perros, que han puesto en fuga a don Juan, y que de no mediar la poca distancia a que quedaba la cueva, lo hubieran alcanzado y lo hubieran muerto. Cuando ya el zorro ha estado en la cueva, seguro, ha llegado el hombre y le ha dicho a don Juan:

-Pero, don Juan, usté se ha asustado mucho por una broma. El zorro con el susto se ha puesto todo sucio, y pasandosé la mano por abajo de la cola y mostrandolé al hombre, le ha dicho:

-Maver33, olé tus bromas.

Y así ya no le ha querido pedir más pollos ni lechones don Juan al hombre.

Antenor Sánchez, 73 años. Chicoana. Valle de Lerma. Salta, 1954.

El narrador es un famoso domador y conocedor de la vida del campo en Salta. Gaucho inteligente, ha cursado el Primer Año del Colegio Nacional.



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580. El tigre, el quirquincho y el novillo

Un bien con un mal se paga


JUJUY

El quirquincho dice que 'taba en el campo y el tigre lu ha veniu y lu ha pisotiau. Y después que le dice:

-¡Eh! ¡Tío, no me pise!

-¡Ah! Yo cráiba que era bosta 'i vaca.

Y después, dice que le dice:

-Tío, vayasé y esperemé en un trecho en la montaña34.

Y después que el quirquincho lleva una hacha. Y después dice que le dice al tigre:

-Yo le voy a echar unos novillas y esté los va a pillar.

Después, a un monte35 medio grueso lu había mochiau36 el quirquinchu. Y lu ha abierto al palo y li ha metíu l'acha como calza. Y di áhi dice que el tigre ha veníu y li ha preguntau por los novillos, po. Y el quirquinchu que li ha dichu:

-Ayude, tío, meta la pata pa rajar el palo.

Y dice que li ha hecho meter la pata en la rajadura y li ha sacau la calza. Y lu ha dejau apretau pa que no lo coma. Y di áhi que li ha dicho:

-¡Soltami! -que el tigre bramaba de dolor.

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Y que li ha dicho el quirquincho:

-Ya le voy a echar l'hacienda.

Y éste ha ido a tráila.

Y la ha tráido y él si ha ido no más.

Entonce ha veníu l'hacienda balando y el tigre qué va a matar, po, si 'taba agarrau. Y ha güeltiau la hacienda. Y el tigre igual que bramaba de dolor. Y dice que si ha arrimau un novillo y que el tigre li ha dichu:

-¡Soltami!

-No, me vas a comer -li ha dichu el novillo.

-¡Soltami, no te vuá comer!

Y ha estau el novillo, y ha metíu das hastas en la rajadura y lu ha soltau. Y ni bien qui lu ha soltau se lu ha comíu. Que de estar el tigre áhi 'taba con hambri. Lu ha pagau mal al pogri.

Rosendo Martínez, 75 años. Cerro Chico. Tilcara. Jujuy, 1952.

Pastor colla. No habla quichua, pero conserva hábitos lingüísticos del bilingüismo.



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581. El tigre, el zorro y el hombre

JUJUY

Un zorro vivía con el tigre. Era su tío. Siempre lo llamaba tío tigre. Cuando carniaban un cabrito o cualquier otro animal, siempre comía él lo mejor y le daba al zorro las achuras37, y tenía que conformarse el pobre zorro porque debía ser obediente a su tío tigre.

Cuando el tío tigre se llenaba bien, y el zorro le desobedecía en algo, le daba una penitencia. Decía:

-¡Zorro!

-Tío -contestaba el zorro.

-Vení, vamos a la cueva, llevame de la cola.

Iba obediente el pobre zorro porque le tenía miedo. Levantaba la cola del tigre y seguían los dos a la cueva. De rato en rato, el pobre zorro sentía un olor poco agradable. Pero no tenía que decir que eran olores dehagradables38. El tigre le echaba bosta encima. El zorro tenía miedo.

-¿Qué sientes? -le decía el tigre.

-Florestica, florestica -decía por detrás, el zorro.

-¡Ah, bueno!

Seguían caminando y llegaban a la cueva. El zorro estaba cansado di hacer este trabajo y de ser obediente a su tío. Su tío era muy severo con él.

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Un día, el zorro le dijo:

-Ya no voy a sufrir más mucho. Ahora lo voy a denunciar. Voy a avisar a los vecinos que es él el que se come la hacienda de todos los que estamos cerca de esta cueva. Voy avisar -dijo el zorro.

Durmió pensando, y al otro día temprano se fue a la casa de un señor vecino y le dijo:

-Señor, señor, el tigre se come toda la hacienda de todos los vecinos que están cerca de la cueva de él.

-¿Y dónde es la cueva? ¿Dónde 'tá ese animal bandido, po? -dijo el hombre.

-Por allá cerca, allá, en la montaña. Lejos, áhi 'tá la cueva del tigre. Ése es ¡malo, malo! Se come la hacienda di ustedes.

-¡Ahora va a ver el tigre! -dijo el hombre.

Se fue... el zorro, después de comunicar lo que él tenía la intención de hacer. Al día siguiente el tigre fue cazado por el hombre. Y le dice:

-No te voy a matar, pero vas a morir aquí, seco de hambre. Ponete abajo de esta piedra. Poné, te digo, tus patas bajo de esta piedra. Esta piedra aquí te va tener hasta que mueras.

Puso el animal las patas. Allí estuvo mucho tiempo. Y gritaba:

-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que me muero di hambre! ¡Por favor, socorro! ¡Socorro!

Oyó un hombre que pasaba por allí cerca ese clamor. Llegó hasta el lugar y encontró al tigre. Entonces al verlo, el tigre se alegró y le dijo:

-¡Ay, por favor! ¡Señor hombre, haceme un favor! ¡Nunca más voy a volver hacer lo que hacía! ¡Perdoname! ¡Perdoname! ¡Haceme un favor! ¡Un favor! Es la última vez que me voy a portar mal. ¡Sacame esta piedra de encima! ¡Sacame esta piedra de encima!

-Güeno -dice el hombre.

Le sacó la piedra y le dejó libre.

Cuando estuvo libre, se abalanzó sobre él y le dijo:

-¡Te como! ¡Te como porque tengo hambre!

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-¡No! ¡No me vas a comer vos! ¡No me vas a comer! -le dijo el hombre- porque yo te he salvado la vida. ¿Es posible que ahora me quieras comer? ¡No puede ser! ¡No puede ser! Vamos a buscar justicia. Vamos a apelar a un juez. Él tiene que resolver cuál de los dos tenemos razón. Yo que te he hecho un favor o vos que tienes hambre.

Se fueron los dos a buscar un juez. Encontraron un burro, un burro flaco, en el camino. Bien flaco. Le dijo el hombre:

-Mirá, burro, vos sos el juez de este lugar. Cuál de los dos tenemos razón, yo he librado a él debajo de una piedra grande, que se iba a morir. Pero él me quiere comer, me quiere comer porque dice que tiene hambre. Que no puede irse a buscar qué comer por otro lado, que me tiene que comer a mí. No puede ser, ¿no cierto, señor Burro?

Y entonce el burro, como tenía, resentimiento con el hombre, porque le hacía trabajar mucho, le dice:

-Que te coma, porque el hombre ha sido malo conmigo, me ha tratado mal. ¡Que te coma!

-¡Ha visto! ¡Tiene razón, tiene razón! -dijo el tigre.

-No, vamos a buscar otro juez -dijo el hombre.

Fueron a buscar otro juez y encontraron en el camino un caballo flaco, flaco el caballo. Y le dijo el hombre:

-Señor juez, este tigre me quiere comer. No puede ser.

Dijo el tigre:

-Pero yo tengo hambre.

-Pero yo te he salvado, po. Te he salvado, po -le dijo el hombre-. ¿No es cierto que tengo razón, que debe reconocer?

-No, que te coma no más -dice el caballo- porque los hombres han sido muy malos conmigo, muy malos.

-¡No puede ser! ¡No puede ser! -dijo el hombre.

Se fueron otra vez en busca de otro juez. Encontraron en el camino al muy singular zorrito. 'Taba muy sentado en una piedra.

-¿Usté es el juez de este lugar? -le preguntó el hombre.

-Sí -dijo el zorrito, como siempre muy alerto-. Yo soy el juez, y el juez que hace justicia. ¿Qué les pasa a ustedes dos?

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-El tigre me quiere comer. Yo le hi hecho un favor. Le hi sacado una piedra grande de encima. Le 'taba apretando las patas delanteras. Se iba a morir di hambre ahí. Yo lu hi soltado. Ahora me quiere comer. ¿Es justo, señor juez?

-¡No! ¡No, no, no! Eso no es justo. Vamos al lugar y vamos a ver cómo estaba el tigre, y cómo libró usté al tigre.

Se fueron al lugar. Llegaron, y dijo:

-Señor Tigre, ponga usté sus patas como estaban. Y señor, usté, pongalé la piedra en la forma que lo encontró.

Puso el hombre la piedra. Dejaron de nuevo preso al pobre tigre.

-¡No! ¡No! -exclamó el tigre.

-Pero no, eso es justicia. Así se hace justicia -dijo el zorrito.

Y se fueron los dos con el hombre. Entonces le dijo el hombre:

-Ahora, por el favor que me has hecho, ¿qué puedo darte? ¿Cómo puedo pagarte este favor?

-Hombre, no tienes mucho que hacer. Me tienes que dar corderitos chiquitos, tiernitos, cuando yo te los pida y tenga hambre. ¿Quedamos así?

-Bueno, bueno -dijo el hombre.

-¿Sabes cómo vamos hacer para que vos sepas cuándo te dejo yo un corderito? En la estancia, en un chiquero39, te voy a dejar un corderito chiquito, que te voy a criar a propósito para vos. Vos, cuando tengas hambre, llegas y dices: ¡Chita! ¡Chita! Y entonces el corderito sale y vos lo comés. ¿Conforme?

-¡Muy bien, amigo hombre! ¡Muy bien!

Quedaron así. Pasó mucho tiempo. El hombre, todas las veces que tenía hambre el zorro, tenía que dejarle un corderito. Y él llegaba: ¡Chita!, ¡Chita!, ¡Chita!, y se comía el corderito.

Bueno, se cansó el hombre. Un buen día dijo:

-¡Oh, este zorro ya me tiene cansado, muy cansado me tiene este zorro! Ahora no voy a dejar cordero. Nada voy a dejar. Ahora voy a criar perros, perros malos, que lo coman.

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Crió los perros. Cuando llegó un buen día el zorro: ¡Chita!, ¡Chita!, ¡Chita!, junto al chiquero, salieron los perros grandes y lo han corrido y hasta darle alcance. Pero mientras corrían, el zorro gritaba, gritaba:

-¡Nietos y biznietos, quedan a cobrar esta deuda del hombre hasta el fin del mundo! ¡Nietos y biznietos, quedan a cobrar esta deuda del hombre hasta el fin del mundo!

De allí que el zorro se hizo dañino porque el hombre no había cumplido con él. Antes nu era. Cuando tenía necesidá de comer, pedía. Desde entonces, no pide, es dañino.

Santusa Osedo, 42 años. Rinconada. Jujuy, 1968.

La narradora es maestra. Nativa de este lugar lejano de la Puna, aprendió el cuento de la madre que era una gran narradora, pero que a los 80 años ha perdido la memoria. La familia es indígena.



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582. El tigre, San Isidro y el zorro

Un bien con un mal se paga


TUCUMÁN

Pues, señores, diz que una vez San Isidro que era melero, había salío pal monte buscando miel. En lo que sacaba una lechiguana, diz que había oído una voz que le decía: ¡Socorro, Isidro, me muero!

Entón, San Isidro diz que se había dao güelta, pa ver di ande salía la voz, pero que nada vía.

Otra vez diz que empezaron unos quejidos muy tristes, como si alguno estuviera finuquiando40 y nada podía ver San Isidro.

Ya diz que iba a seguir viaje cuando mira pa un lao del camino y lo alcanza a ver a don Ilijonso41, el tigre, que había estao apretao con una peña.

Eso no más que vio San Isidro y no quiso ver más. Áhi qui había salío disparando de miedo.

-Venga amigo, ¡no me deje que me voa morir! -diz que le había gritao don Ilijonso-. No lo voa comer, ¡no me tenga miedo, señor!

-Güeno, si no me vas a comer te guá sacar la peña.

-Cómo te guá comer, sinó soy tan mal pagao. ¡Nunca me voa olvidar del favor que hagáis agora! -diz que le había contestao don Ilijonso, el tigre.

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Entón, que San Isidro le había créido, se había ido y le había levantao la peña. Entón que don Ilijonso pudo salir medio cogiando y quejandosé de dolor, y había quedao echao de dolor áhi no más. Entón que diz que le dice a San Isidro:

-¡Cónque le pagaré tanto favor que me ha hecho, San Isidro, yo que soy tan pobre enteramente!

-Nai, siempre que no me coma, toito está pagao -diz que había dicho San Isidro.

-Qué lo voa comer amigo -diz que había contestao el tigre.

Áhi habían quedao conversando un rato, muy amigos, cuando en eso dice que da un ronquido don Ilijonso y diz que le dice a San Isidro:

-¡Ay! amigo, tres días sin comer nada, y ¡tan gordito que está usté, amigo, y tan lindo pa comerlo, amigo!

-¡Ah! eso sí que no va a suceder, mi amigo -diz que le había contestado San Isidro-. Trato hecho que no se güelva afrecho. Usté me dijo que si le sacaba la peña no me iba a comer, y tiene que cumplir su palabra.

-Vea, amigo -diz que le dijo el tigre-, tengamé lástima, amigo, tres días hi estao sin comer y si no lo como a usté me voa a morir di hambre.

-Bueno, entón, pa que usté me coma, primero vamos a buscar un juez -diz que había dicho San Isidro-. Si él dice que me coma, mi hai comer, y si dice que no, no mi hai comer.

-Güeno -diz que había dicho don Ilijonso-, así será. Y tomaron por áhi los dos, buscando un juez justo.

Por áhi en lo que iban diz que lo habían alcanzao a ver a don Gregorio -éste era el güey-. Que diz que cuando lo había visto a don Ilijonso, diz que había puntiao disparando de miedo pa medio 'el monte.

-Amigo, amigo, amigo -diz que le había gritao San Isidro-. Venga, amigo, hagamé un favor. Páque somos amigos, entón.

-¡Ay!, amigo, sólo por usté me paro. Qué anda queriendo, amigo -diz que 'bía contestado don Gregorio, de lejos no más, y medio temblando de miedo porque lo vía a don Ilijonso.

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-Amigo, lo estoy queriendo pa que me sirva de juez, amigo -diz que le había dicho San Isidro.

-Nai, bueno, viamos primero lo que hay, pu.

-Amigo, en lo qu'hi andao meliando oigo uno que me gritaba que lo favorezca. En eso lo veo a don Ilijonso que había estao apretao con una peña. Nai, yo no lo quería sacarlo por que m'iba comer. Que l'hi sacao la peña. Agora me dice que tiene mucha hambre y que me va a comer, por eso le vengo a molestar, amigo, pa que me sirva 'e juez. Si es que me va a comer, que me coma, y sinó, no.

Entón diz que le 'bía contestado don Gregorio:

-Amigo, así no más sucede en esta vida, cuando uno haga un favor espere un mal pago. Vea amigo don Isidro, yo también cuando hi sío joven jui un güey como no había otro. Mi amo me tenía pa Güenos Aires, pa Córdoba, y toitos mis compañeros descansaban por áhi, pero yo no tenía alce42. Me hacían llegar di un viaje y ya me prendían pa otro. Así m'hi acabao antes de tiempo, señor, haciendoló ganar a mi amo mucha plata, y agora que soy viejo me han echao pal monte, pa que si engordo, me vendan pal matadero y sinó pa que me coman los caranchos. Ya ve amigo, así sucede siempre. Un bien con un mal se paga.

-Amigo don Gregorio, no me gusta su sentencia, vamos a buscar otro juez más justo -diz qui había dicho San Isidro. Nai, qué más iba decir el güey, si daba en contra e don Ilijonso tenía miedo que lo coma a él.

Güeno, siguieron viaje, por áhi. En lo que iban lu ha alcanzao a ver a don Felipe -éste era el caballo.

¡Qué, cuando lo 'bía visto al tigre, amigo, 'bía puntiau huyendo pa medio 'el monte!

-Amigo, amigo -diz que le 'bía gritao San Isidro-. Venga, amigo, hagamé un favor. ¿Pa que somos amigos sinó pa los casos de necesidar?

-¿Qué quiere, amigo don Isidro? Sólo por usté me paro -diz que había dicho don Felipe, bajando las orejas de miedo y medio teniendosé cuando lo vía al tigre.

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-Amigo, lo hi llamao pa que me haga un favor muy grande, amigo. Quiero que me sirva de juez en una cuestión que tengo con este señor don Ilijonso.

-Diga no más, señor, qué se le ofrece, que pudiendo ya sabe amigo lu hi di ayudar.

-Amigo, yo andaba meliando, cuando en eso oigo uno que me gritaba y me pedía socorro. En eso lo veo a don Ilijonso que 'bía estao apretao con una peña. Nai, yo no lo quería sacar por que me hacía que m'iba a comer, pero él me dijo que no me 'bía hi comer, y agora que lo hi sacau, ya dice que me va comer no más y por eso quiero que me sirva de juez.

-Vea, amigo -que le 'bía contestao don Felipe-, cuando usté haga un favor no espere un buen pago. Yo cuando fui joven, era un caballo como no había otro. Lo hice ganar miles de pesos a mi amo, en carreras, en viajes, en fin. Pa las carreras, amigo, no 'bía quién me gane. Así hi acabao antes de tiempo. Agora, que soy viejo y necesito que me cuiden, me han cebao pa que si engordo me hagan jabón, y sinó, pa que m e coman los cuervos. Ya ve, amigo, que un bien con un mal se paga.

-No, amigo, no me gusta usté como juez. Vamos a buscar otro.

Tomaron pal medio 'el monte, don Isidro y don Ilijonso.

Por áhi dicen que iban, nai, don Ilijonso, que ya contaba muy segura la presa, y don Isidro, nai, que iba muy triste porque toito los jueces se estaban poniendo muy mal pa él. Cuando diz que 'bían empezao a sentir como un ruido a espadas que se venía pal lao de ellos.

-Por áhi se me hace que viene la autoridá -diz que había dicho don Isidro.

Cuando en eso diz que ya la 'taban viendo que venía por un lao del camino. Éste era el alcalde, don Juan el Zorro. Diz que venía con una espada más grande qu' él, torciendosé los bigotes y meniandosé pa toitas partes.

-Salú amigo don Juan -diz que li 'bían dicho a un tiempo don Isidro con don Ilijonso, a la autoridar.

-¿Cómo les va muchachos? -diz que les había contestao la autoridar sin mirarlos siquiera.

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Que, diz que don Ilijonso medio había empezao a sentarse pa 'trás, cuando lo 'bía visto no más a don Juan. Porque diz que el zorro le ganó no más al tigre. Como el zorro es tan diablo...

-Mi señor alcalde, a usté lo andoy buscando pa que me sirva de juez en una cuestión con este señor don Ilijonso -diz que había dicho don Isidro.

-Siempre me hai dar qui hacer este viejo overo -diz que había dicho don Juan, diciendo por don Ilijonso-. Decí no más, qu' es lo que querís, Isidro, como que juez soy.

-Señor alcalde, en lo qu' hi andao meliando oigo unos gritos y en lo que me doy la güelta para ver quién me llamaba, lo alcanzo a ver que don Ilijonso estaba apretao con una peña. Yo no lu iba a sacar, cuando él me ha pedío de favor que lo saque, que diz que no m' iba a comer -que 'bía contestao don Isidro.

-Güeno, vamos pa que me mostréis a dónde ha estao el viejo -diz que 'bía dicho don Juan-, porque yo pa ser juez justo hi de ver primero cómo ha estao.

Güeno, diz que se 'bían güelto pa 'trás. Y por fin habían llegao hasta donde lo había hallao a don Ilijonso.

-Velay, aquí ha estao don Ilijonso.

-Güeno, echate, viejo, como has estao -diz que li había dicho a don Ilijonso, don Juan.

-¡Nai qué!, tuvo que hacer no más caso don Ilijonso. Cuando si había echao, diz que le dice a don Isidro, don Juan:

-¿Y vos solo has levantao esa peña, Isidro? Medio no te estoy crendo. Ma43, volvela a poner encima como ha estao pa crerte.

Nai, claro, como don Isidro era juerzudo había levantao a la peña y la había puesto encima de don Ilijonso.

-Güeno, agora, pa que otra vez sepa cumplir su palabra, pegale con l'ojo l'hacha.

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Nai, qué, don Isidro antes que había terminado de hablar la autoridar, ya diz que le había asentao con tanta juerza, que ni ¡ay! había alcanzao a decir don Ilijonso. ¡Al otro mundo se jue!

-¡Ay!, amigo. ¡Cónque le voa pagar tantas finezas! ¡Señor alcalde, yo soy tan pobre y nada tengo!

-Nai, an cuando sea con un par de chivitos d' esos que vos tenís tan gorditos y tan churitos44, que los hi visto el otro día.

-¡Cómo no, amigo, aunque son dos no más los que tengo, pero l' hi tráir! Usté también ha sío tan güeno, amigo, ¡cómo no l' hi regalar!...

-Güeno, por áhi, en la orilla de tu cerco hi de andar mañana, por áhi me lo has de llevar. Mañana tempranito yo hi de andar por áhi. Güeno, entón, adiós.

-Güeno, adiós, señor alcalde, ¡muchas gracias!

Nai, diz que se habían despedido muy amigos. Nai, a don Juan diz que ya le parecía que estaba haciendo sonar los güenos de los cabritos. Y diz que decía:

-¡Qué güenos bocaos me voa comer mañana! ¡Si no hay otro como yo pa juez! ¡'Tá que me voa poner las botas con el Isidro tonto! Sobre que l' hi visto unas gallinas tan lindas... Y unos patitos... Qué les guá decir. Después que los coma a los chivitos l' hi de hacer la propuesta que me los venda. Me l' hai45 de dar no más -Y diz que 'bía suelto una carcajada muy contento.

¡Nai, que!, eso que se 'bían separao don Isidro también diz que había empezao a pensar en sus cabritos.

-Nai, no me está gustando nada lo de mis cabritos -diz que decía-, y sobre todo que me los ha regalao mi comagre Cecilia, ¡qué le guá dar! ¿No ven? ¿Este pícaro hai querer que le dé mis chivitos? No, no ti dar nada... Pero, este canejo no me va dejar de embromar. ¡Qué voa hacer por Dios! Güeno, don Gregorio y don Felipe me han dicho que «un mal hai de   —79→   pagar». Güeno, yo también no m' hi quedar atrás. Yo también lo hi de embromar a don Juan Alcalde. Vamos a ver cómo salimos.

Al otro día bien temprano diz que andaba rondiando el cerco don Juan, lamiendosé los bigotes, diz que andaba. De vez en cuando diz que daba un grito ¡cuac!... que decía pa que don Isidro no se olvide d' él.

Ya diz que lo había visto también a don Isidro que venía cargao con una bolsa.

-¡Ajá! ¡Ya viene Isidro! ¡Pucha que parecen gorditos, preparesén dientes!

-Güen día, señor Alcalde, ya l' hi tráido los chivitos -diz que había dicho San Isidro.

-Qué tal, amigo, bajelón no más. Los voa a tantiar primero -diz que había dicho Juan-. ¡Ajá! ¡Gorditos parecen! Abra la bolsa, voa a jugar un ratito primero hasta que se me alijen las uñas un poquito.

-Güeno, señor, preparecé no más. No, que van a querer huyir -dijo San Isidro.

Que antes qui habían acabao de hablar, diz que habían salío dos caschis46 lanudos, y cuando lo 'bían visto a don Juan lo 'bían puntiao corriendo. Que don Juan no hay quien lo gane en listo, diz que también había puntiao saltando zanjas, alambraos, cercos. Diz que iba y que decía por áhi:


Arriba piernas,
abajo zambas,
que en esta vida
no se paga más que con trampas.



Y los caschis diz que, ya ti agarro y no te agarro, diz que lo tenían.

Por áhi había encontrao una cueva y áhi se 'bía suelto don Juan. Áhi si había podío salvar don Juan Alcalde. Nai, que los galgos diz que 'bían quedao al lado 'e la puerta, no más. Güeno,   —80→   después que le 'bía pasao la sustiada, don Juan diz que empieza a verse las patitas, y diz que decía:

-¡Ah, mis patitas!, se han portao azora. ¡No hay otras como las mías! Tan churitas y tan ligeras, qué se habían de dejar correr con esos caschis tan fieros.

En eso diz que se ve la cola sucia y que dice:

-¡Ve! Esta cola no sirve para nada. ¡Comela, comela perro, comela! -y diz que iba reculando pa 'trás, pal lao la puerta, sin crer que áhi 'taban los perros.

Cuando en eso me lo 'bían agarrao los galgos, lo 'bían sacao de la cola y me lo había hecho charqui. Nai, don Isidro 'bía quedao riendo de la trampa que le 'bía hecho al zorro.

Nai, yo dentré por un zapato roto pa que usté me cuente otro.

Cecilio Panta, 71 años. El Molino. Chicligasta. Tucumán, 1946.

Campesino rústico. Muy buen narrador.



  —81→  
583. El caso del tigre y el zorro

TUCUMÁN

Una vez estaba el tigre apretado con una piedra en la mano. Por áhi fue pasando un buey. De esos viejos que cuando ya no lo ocupan para el trabajo lo largan al monte. Y justo el tigre lo vio pasar y le dice:

-Che, hermano, vení, dehapretame.

Y le dice el buey:

-No, yo no te dehapreto porque yo, cuando llegué a viejo, me corrieron al monte, me botaron.

Bueno, quedó apretado no más.

Al rato viene el caballo, y le dice:

-Che, ¿por qué no me venís a sacar la piedra?

-No, vos me vas a comer.

-No, te ruego por todos los santos que no te voy a comer. Te ruego. No te como nada yo.

-No, vos me vas a comer.

-No, te ruego, no te voy a comer.

Bueno, el caballo como es tan bueno, se pone a sacale la piedra de arriba de la mano.

Y después cuando ya le sacó la piedra de la mano, el tigre le dijo que lo iba a comer. Y en ese preciso instante iba pasando don Juan. El caballo justo lo vio, lo llamó.

-Don Juan, venga para acá.

Vino don Juan y le dice:

-Don Juan, mire, yo lo dehapreté al tigre de la piedra, y él me dijo que no me iba a comer y después que yo lo dehapreté me dijo que me iba a comer.

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-No -dice-, yo soy el juez -dice-. Tengo que vé cómo 'taba el tigre. Entonce puedo dar el resultado yo -le dice.

Bueno, el tigre se pone la mano y el caballo le pone la piedra. Y don Juan dice:

-Por pícaro, dejelón áhi que se funda.

Carlos Antonio Díaz, 21 años. Lote 16. Río Chico. Tucumán, 1970.

Peón en el cultivo de la caña de azúcar.



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584. El tigre ingrato

TUCUMÁN

Por el montecillo, iba por el camino un hombre. Lo ha encontrado al tigre apretau con un árbol. Entonce el tigre le dice:

-Vea, amigo, porque no hace el favor, me dehapreta. Me dehapreta, vea.

-No -le dice-, usté me va a comer si lo dehapreto.

-No, que no lo vuá comer.

Bueno, muy bien, tanto pedile, lo dehapreta el hombre. Y bué... Por áhi cerquita no más ya lo quiere comer el tigre.

-¿Ha visto? No, no, no, esperesé -dice- vamos a buscar un juez, pa que recién me coma. Vamos a ir a un juez.

Van caminando por áhi, por un camino. Encuentran un caballo ya medio flacucho, ya liquidado. Le dice:

-Éste, este caballo nos va servir de juez -dice el hombre.

-Muy bien, diga lo que es -dice el tigre.

Se para el caballo.

-¿Qué le pasa? -que dice el caballo.

-Vea, este hombre ha 'tau apretau con una rama, o sea el tigre, y me ha pedíu que lo dehaprete, que no me va comer. Y ahora porque lo hi dehapretau me quiere comer. Quiero que usté solucione esta situación.

Y dice el caballo:

-¡Comaló, no más a éste! Porque el hombre es el que mi ha liquidau así y mi ha dejau en este estau.

-No, no, no -dice-. Vamos primero, vamos a otro juez. Segundo, en fin, tercero, tendrá que ser. Recién me va comer.

  —84→  

-Bueno, vamos a otro juez.

Van por áhi. Lu encuentran al buey. Bueno, medio flacucho el buey, liquidau. Le dice el hombre:

-Vea, pensé y quiero que usté me solucione esta situación.

-¿Qué le pasa?

Ya avisa47 el tipo lo que le ha pasau, como lo que avisó al caballo. Le dice el buey:

-Comaló no más -le dice- porque él mi ha liquidau -dice- y mi ha dejau así, en este estau.

Entonce dice:

-No, no, no, vamos al tercer juez.

Llegaron por áhi, en lo que iban, dice, y lu encuentran al zorro, a don Juan, que le dice:

-¡Ah, usté me va a solucionar este problema!

-¿Qué le pasa? -que le dice.

El tigre diz que era tío del zorro.

-Mire lo que me pasa, aquí el tigre me quiere comer después que lu hi dehapretau, en fin, y ahora quiero que usté me dé una solución a este caso.

-Bueno, vea, yo, sin ver el caso no se pude solucionar eso. Vamos a ver adonde ha sido el lugar del hecho.

Se vuelven pa atrás.

-A ver, ¿cómo ha síu el asunto?

-Vea, él, el tigre ha 'tau apretau con esa planta, aquí, y él me pedía que lo dehaprete porque no m'iba a comer. Y bueno, ya lu hi dehapretau y me quiere comer. Ahora va ver pa que falle.

-Pa que falle esto tengo que ver cómo ha síu el asunto. A ver, cómo ha 'tau usté. A ver. Echesé.

Se echa el tigre y ya si ha apretau una pierna y un brazo con el gajo 'el árbol. Y dice:

-Aguantesé. Quedesé no más áhi, por desagradecido.

Entonce él, el zorro, le pregunta al hombre:

-Muy bien, amigo, ¿'tá conforme con la sentencia?

Y que le dice el hombre:

-Después que usté mi ha salvau esta situación, ¿con qué le puedo agradecer a usté?

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Y que le dice el zorro:

-Y, con lo que sea su voluntá.

-¿Qué le parece? ¿Qué le gustaría que le regale?

-Bueno, una atención, una gallinita...

-Mejor -que le dice- vea, le vuá regalá un señor48 par de cabritos.

¡Ah!..., ¡el zorro contento!, ¡claro!, ¿no?

-¿Y cuándo me los va trair?

-¿Y adónde quiere que le entregue? Usté dirá -que le dice-, señor juez.

-Vea, en tal parte, en la lomita tal, áhi yo tengo mi casa -dice-. Usté me los lleva para áhi -que dice-. Entonce áhi yo lo vuá esperá.

-Yo le vuá llevá. Tal hora, cerca 'e la oración, que nadie vea, le vuá llevá.

-Muy bien -dice-, yo lo vuá esperá.

Y este hombre, en agradecimiento -ya va vé lo que le había hecho, ¡pobre juez! Li había embolsau en una bolsa otra cosa y si había ido. Se va allá. Lu espera en la lomita, áhi. Y entonce le llevó la bolsa con los dos cabritos para el juez, y habían sido dos caschis49 bravos. Cuando el zorro la empezó a arrastrar a la bolsa pa llevarla a la casa de él, para podela devorar, se le abrió la bolsa y salieron los dos caschis. ¡Por Dios!, y lo sacaron al zorro, y lo empezaron a corré. El zorro disparaba para acá, pal otro lado, y seguía por medio 'e los matorrales. Ya traspirado había podido llegar a la cueva. Se entró a la cueva. Y los caschis se quedaron en la boca de la cueva. Y el zorro, después se miraba la cola mojada, no sé qué pasaría áhi, ¿no? La mojación no podía ser sudor. Entonce que decía el zorro, que retrocedía pa ajuera y decía:

-¡Comalón a la cola por floja! ¡Cómo si ha dejau babiar con los caschi!

Y para mí que no era baba, sinó otra cosa de mal olor.

Y áhi lu agarraron los caschis y lo mataron.

José Cirilo Gómez, 61 años. Estación Aráoz. Leales. Tucumán, 1970.



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585. El zorro con el sapo y el gallo

La víbora ingrata


SANTIAGO DEL ESTERO

El gallo y el sapo eran compañeros. Y salen en viaje. Lo invita el gallo, y se van. Se van a Bolivia, porque querían conocer. Bueno. Y entonce, dice que la hallan a la víbora apretada en un palo y les pide de favor que lo50 saquen. Dice:

-Voy a ser su amigo, su compañero. No les va pasar nada a ustedes, porque yo no los voy a matar, no les voy hacer nada.

Como que la víbora pica y mata a la gente, les dice eso.

Bueno... Entonces el sapo había empezado a entrar por abajo de tierra, a empujar, empujar. Y lo saca. Y se hincha, porque el sapo se hincha, solivia el palo y sale la víbora. Y bueno, y se van juntos. Ya eran tres.

Se van caminando, caminando, caminando... Y por ahí, la víbora diz que lo empezó a perseguir al sapo. Porque al sapo lo come la víbora, lo traga. Y bueno, que a ella le alegaba. Le alegaba diciendo que ella se ha comprometido a acompañarlos y llegar en el destino donde iban. Y que debe ser buena compañera porque lo han sacado del presidio de ahí de donde estaba. Bueno y ahí van discutiendo y lu encuentran a don Juan, que era el zorro.

-¿Y qué hay?

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-Venga, señor -es que le dice el gallo-. Usté nos va a ser de juez, aquí. Usté vea, a ésta lo hemos sacau nosotros porque los caminantes lo habían apretau con un palo, y nos ha pedíu de favor que lo saquemos y que va a seguir con nosotros, que nos va acompañar bien, que vamos andar bien en el camino y ahora viene persiguiendoló por comerlo a mi amigo, al sapo.

-¡Ah! -es que dice el zorro-. Cómo no. Yo les puedo servir de juez. ¡Cómo no!

Bué...

-Bueno, ¿y adónde era?

Vuelven pa atrás otra vez, para saber él adonde, de donde lo sacaron.

Van allá, en la esquina donde lo hallaron, ¿no? Y le dice al sapo, el zorro:

-Y usté, ¿cómo lo sacó?

-Yo lo saqué metiendomé por abajo. Me hinché y lo saqué.

-A ver, ma, entre -que le dice-. Entre usté también -que le dice a la víbora.

Que dentre, también. Entró ella también.

-A ver, ma51, salga usté -diz que le dice al sapo, y pongalé el palo.

Salió el sapo y quedó la víbora apretada. Así que les hizo un buen juez. Áhi quedó otra vez, la víbora como estaba, jodida.

-Bueno. ¿Han visto? Vayansé no más. Y no se amiguen con nadie. Vayan solos. Lleguen si pueden en Bolivia.

Rita Vera de Barrionuevo, 92 años. Santiago del Estero, 1970.



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586. El zorro juez

El tigre, el caballo y el zorro


CATAMARCA

Diz que el tigre 'taba agarrau con una piedra muy grande. Como cuatro u cinco días ha 'tau el bicho ahí, muerto di hambre. Y vino por casualidar un caballo. Y le ha pedíu el tigre por favor que lo dehagarrara. Y claro, el caballo le tenía miedo porque era un bicho contrario. Y al fin, después de tantos ruegos y que le decía que nada l'iba hacer, se allegó. Hizo que se dehagarrara. Levantó la piedra. Y bueno, que le agradeció el tigre. Ya que el tigre descansó que le dice al caballo:

-¡Te como! ¡Te como!

Y que el caballo muerto de miedo le dice:

-Pero, cómo me vas a comer, hombre, yo ti hi salvau la vida. Tenimos que ver un juez.

Y dice que entó 'taba pasando el zorro y áhi el caballo le gritaba si él era juez, a ver si sentenciaba, a ver cómo podía salvarse.

Y el zorro contestó que sí, que él era un juez y áhi no más llegó. Y el caballo le dijo que él había salvau al tigre y que ahora se lo quería comer. Y entonce el zorro preguntó que cómo era el caso que había estau. Y entó, que quería ver en el estau que había estau el tigre. Y se jueron ande era que estaba el tigre. Y áhi dijo el zorro que se tenía que ponerse el tigre. Y se puso, y áhi le largó el caballo la piedra encima, en la condición que había estado. Y entó el zorro ha dicho que cómo quería   —89→   comerlo al caballo que lo había librado. Y ha dicho que hay que dejarlo como 'taba ante, en las mismas condiciones por atrevido y que no sabe agradecer. Y lo dejaron entós.

Clemente Eraso, 46 años. San Antonio del Cajón. Santa María. Catamarca, 1951.



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