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ArribaAbajoLos animales protectores. Los animales agradecidos. El caballito de siete colores

17 versiones y variantes


Cuentos del 1054 al 1070


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1054. El caballo de siete colores

LA RIOJA

Éste que era un matrimonio que tenía tres hijos. En cierta ocasión murieron los viejos y quedaron los hijos solos. Un día dispusieron salir a rodar tierra los dos muchachos más grandes y dejarlo al shulco de casero. Así hicieron. Prepararon bastimento y salieron a andar a pie. Pero el shulco no quería quedarse. El hecho es que lo dejaron, quera o no. Caminaron todo el día. Llegada la noche se alojaron en el campo no más. Hicieron fuego y entonces llegó el shulco que los había seguido. Los hermanos lo retaron y lo mandaron que se vuelva. Pero éste no hizo caso, se escondió, durmió por áhi cerca y sin comer.

Al día siguiente siguieron viaje. Caminaron todo ese día. Llegada la noche hicieron lo mismo que la anterior. Otra vez de nuevo llegó el shulco, pero esta vez lo castigaron y no le dieron nada de comer. Se retiró y se alojó por áhi cerca, y a la mañana siguiente siguieron camino. Por la tarde llegaron al palacio del Rey en donde consiguieron trabajo y se quedaron áhi. En todo esto el shulco no llegó. Se había perdido y siguió camino. No pudo darles alcance a los hermanos. Ya con hambre y sé caminaba despacio. Al caer la tarde llegó a una estancia a donde pidió alojamiento, y contó su historia. Áhi le dieron de comer. Durmió y al día siguiente quiso continuar viaje, pero entonces el dueño de casa le dijo que no siga a pie, que fuera al corral y elija el caballo que le guste y siga viaje. Así lo hizo. Fue al corral en donde había unos caballos muy lindos. Entre ellos, había un potrillo de un color overo muy bonito y eligió ése. Dijo que ése le gustaba. Subió y se fue. Lejos ya, por el camino en   —440→   contró una pluma de ave dorada y muy bonita. Después que pasó dispuso volverse a levantarla. Entonces el caballo le habló y le dijo:

-No levantís esa pluma porque te vas a ver en peligro.

Después de pensar un rato dijo:

-¡Qué sabe este animal!

La alzó y se la puso en el sombrero. Y continuó viaje. En la tarde ya llegó al palacio del rey. Le dieron alojamiento en el reino. Desensilló y echó el potrillo al corral. Cuando lo vieron los hermanos se sorprendieron y comenzaron a pensar en la forma de hacerlo desaparecer.

Se decían:

-Hay que hacerlo matar porque el shulco nos va a joder.

El Rey tenía una hija. Y cuando ésta lo vio, le causó curiosidá la pluma que llevaba en el sombrero, y dijo:

-Tan parecida a la pluma del loro que me robaron los moros.

Esto escucharon los hermanos y pensaron que cuando vuelva el Rey, lo acusarían. Como así jue. Llegando el Rey ya le dijeron que ha dicho el shulco que era capaz de traerle el loro que le robaron los moros a la niña. El Rey llamó al shulco y le dijo:

-¿No que has dicho que sos capaz de traer el loro que robaron los moros?

Éste dijo que no había dicho, a lo que el Rey respondió:

-Hayás dicho o no hayás dicho, palabra de Rey no puede faltar; vas, o sinó te corto la cabeza. Salió el shulco muy triste a buscar su caballo. Cuando llegó al corral le dijo el caballo:

-¿No te dije que no levantés esa pluma que te verías en peligro? Pero, ve... ¿Ves allá muy lejos aquella quebrada que forman esos corros azules? Bueno, allí viven los moros que robaron el loro. A la entrada hay dos peñas que se abren y se juntan y están tirando chispas. Por el medio de éstas tenimos que pasar. En seguida están los moros. Si están abriendo los ojos, están dormidos, y si los están cerrando, están despiertos; vos te vas a fijar bien, si están dormidos vas a bajarte. Pillás el loro del árbol y subís lo más pronto posible... Si alcanzamos   —441→   a pasar de las peñas somos de vida, y sinó... somos perdidos. Subí y vas a decir: Caballito de siete colores, cada tranco doce leguas, y agarrate bien.

Y se fueron. Cuando el shulco llegó y cazó al loro, pegó un grito y se despertaron los moros, pero con esto el shulco ya estuvo encima y arrancaron. No le vieron más que el polvo. En seguida estuvieron de vuelta. ¡Se puso más contento el Rey y la niña!... En cambio los hermanos no encontraban de qué más acusarlo. Un día dijo la niña:

-Ya que este joven me trajo el loro, siquiera me encontraría el anillo que perdí o se me cayó en el mar cuando vine de España. Esto no más sintieron los hermanos y cuando llegó el Rey, lo acusaron que había dicho el shulco que era capaz de traerle el anillo que se le cayó a la niña en el mar cuando vino de España. El Rey lo llamó y le dijo si era cierto que había dicho que era capaz de sacar el anillo del fondo del mar. El shulco dijo que no había dicho. Pero el Rey lo sentenció.

-Hayás dicho o no hayás dicho, palabra de Rey no puede faltar. Si no te vas te corto la cabeza.

Se fue el shulco a consultar a su caballo y él le dijo:

-¡Has visto, yo ti hi dicho, no levantís esa pluma porque te verás en peligro! Pedí una pala, subí, y decí: Caballito de siete colores, cada tranco doce leguas, y agarrate.

Cuando llegaron a la orilla de la mar le dijo el caballo.

-Aquí vas a cavar un pozo del altor tuyo y yo me entraré al mar. Si no vuelvo hasta que vos completís el pozo, enterrate no más.

Así hicieron. El caballito se entró al mar y buscó al Rey de los peces para preguntar si algún pez encontró el anillo. El Rey de los peces comenzó a silbar y reunir a todos los peces, pero ninguno lo encontró. Tan sólo faltaba un pez que llegó al rato, pues éste lo había encontrado. Tomó el anillo y salió el caballito a tierra entregandolé el anillo al shulco, el que se fue en su caballito al palacio, muy contento y más aún se puso el Rey y la niña con el anillo.

Pero los hermanos mal intencionados siempre buscaban cómo hacerlo matar al shulco. Entonces se valieron de otro medio, acusandoló ante el Rey que había dicho que era capaz de entrarse   —442→   en un horno que esté blanco de caliente. El Rey lo llamó y le dictó siempre la misma pena. Se fue el shulco a consultar con su caballo. Éste le dijo:

-No temás, pedí una sábana y una guitarra y decíle al Rey que te conceda la gracia de darme unos galopes. Entonces vos me tapás bien con la sábana, subime y me das tres galopes. Yo voy a sudar mucho y con esa sábana mojada te envolvís. Tomás la guitarra y te metís al horno sin miedo.

Así lo hizo. El Rey concedió el pedido. Eligió una linda guitarra y una linda sábana. Tapó el caballo, lo galopió, se tapó con la sábana mojada con el sudor del caballo y se metió al horno. Le taparon bien la boca al horno. Se pusieron muy contentos los hermanos creyendo que se iba achucharrar quemado.

¡Pero, qué les vuá contar! Así, a la madrugada, se sentía cantar muy lindo una cosa que se podía óir. Empezaron a escuchar y vieron que era en el horno. Cuando amaneció abrieron la boca del horno y salió un joven muy bien puesto, buen mozo y muy buen cantor. Se quedaron todos pasmados, y entonces les dijo a los hermanos:

-Mal grande me han hecho, hi salío más güen mozo y cantor.

Entonces el Rey dijo:

-Yo también voy hacer lo mismo pa rejuvenecer. Ya estoy viejo y arrugado.

Sacó el mejor caballo, lo tapó con la mejor sábana y sacó la mejor guitarra. Subió al caballo, le dio unos galopes. Ni había sudao siquiera, se envolvió muy apurado con la sábana, tomó la guitarra y se metió al horno. Toda la noche escucharon algún cantar y... nada. Cuando amaneció, corrieron a destapar el horno. ¡Ay!... estaba un montoncito 'i ceniza el Rey. Como si habían quemau un chaguar. Entonces ya quedaron tranquilos. El shulco se casó con la hija 'el Rey y quedaron a vivir muy felices. Los hermanos se fueron del palacio, y el caballito pegó un galope y se fue, porque había sido un ángel que lo fue a salvar al shulco, lo que era de buen corazón.


Y éste que era un zapato roto,
y usté me cuente otro.



Fenelón Romero, 58 años. Puluchán. Rivadavia. La Rioja, 1950.



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1055. El Pompiño

LA RIOJA

Había una vez un viejo que tenía tres hijos. Tenía una quinta de manzanas que producía muchos frutos y se le perdían en la noche. No sabía quién los robaba. Una noche dispuso ponerlo al hijo mayor que ronde la quinta para ver quien robaba. Le dio una guitarra vieja para que no le dé sueño. Tocó un rato hasta que se durmió. Igual se le perdieron las manzanas, y agarró el viejo y le dio una felpa de azotes209. Y a la otra noche mandó al del medio. También le dio la guitarra. Tocando hasta tarde de la noche, lo dominó el sueño y se durmió. También le robaron las manzanas y también el viejo le dio otros azotes, y lo corrió a la leña.

A la noche siguiente lo mandó al shulco. Éste se había provisto de una guitarra y un lazo, y se fue a rondar. Tocó la guitarra hasta tarde de la noche y se puso panza abajo en la oscuridá de una planta, y en cuanto siente un ruido en el cerco, miró, y apareció un caballo blanco que empieza a comer las manzanas. Y ya se levantó el muchacho y preparó el lazo y se va sin hacer ruido. Se acerca en donde está el caballo y lo enlaza y lo tira. Abre la puerta. Luego le avisa al viejo que le había pillado al dañino. Entonces el viejo le dice que lo ate en el bramadero hasta que se levante él. Cuando lo estaba atando   —444→   el chango, lo habla el caballo y le dice que le deje la precilla desprendida a ver si se salvaba, que en todo peligro que él tenga, él lo va a salvar.

Entonces lo dejó y se va a la cocina hasta que amanece. Entonces el viejo se arma con un hacha y se viene listo para matar al caballo. Llegó, le tiró un hachazo a partirle la cabeza. El caballo da un tirón y se suelta y no lo vuelve a ver más el viejo. Entonces se enoja, agarra el lazo y los hace sonar a azotes a los más grandes por flojos porque no le ayudaron a acomodar el caballo.

Claro, los muchachos del dolor de los azotes dispusieron irse a rodar tierra. Se hincaron al viejo a pedir la bendición, y se fueron por un camino que no habían andado nunca. Entonces el shulco dispone seguirlos. Y éstos durmieron sentados en los montes porque no tenían en qué dormir. A los tres días sienten unos gritos detrás de ellos que les decía que lo esperen, que él era el hermano menor. Y cuando lo vieron los otros, porque por culpa de él estaban sufriendo, lo agarraron a golpes y le pegaron hasta que quedaron cansados y lo dejaron por muerto.

Siguieron caminando y cuando ya se alejaron llega el caballo blanco, y le da tres vueltas y lo ole, y el chango reacciona y sana, quedando más donoso. Y en vez de volverse sigue detrás de los hermanos.

Cuando éstos iban sumamente lejos, sienten de nuevo los gritos de su hermano, que lo esperen. Cuando llegó, sacaron el atacalzón210, lo horcaron hasta que murió, y siguieron. Después que se fueron llegó el caballo, le dio de nuevo tres vueltas y lo orinó en cruz y se levantó más donoso. Y en vez de volverse siguió tras de los hermanos. Cuando los volvió alcanzar, determinaron matarlo y quemarlo, y así lo hacen.

Cuando se fueron, el caballo volvió y lo curó de la misma forma y él volvió a seguirlos. Cuando los alcanza no sabían qué hacer porque estaba más simpático, y determinaron dejarlo con ellos pensando que tendría algún arte. Después le untaron carbón en la cara para que parezca más fiero y en la frente le pusieron   —445→   el nombre de Pompiño. Después de unos cuantos días de viaje llegaron a la casa de una vieja que los recibió muy halagüeña. Ahí lo presentaron como esclavo a Pompiño.

Los hospedan muy bien y después, en la noche, la vieja que era bruja, les dijo que iban a dormir con sus hijas cada uno, y para distinguirlos les puso a sus hijas un gorro con campanillas de oro. En la noche, cuando estaban durmiendo, la vieja estaba afilando un cuchillo para degollarlos y Pompiño la sintió. Se levantó y cambió los gorros de las hijas a sus hermanos, y el de su compañera para él. En seguida, la vieja, por degollar a ellos, degolló a sus hijas, y se fue a dormir tranquila. Cuando Pompiño la sintió dormida, despertó a sus hermanos y les avisó lo que pasaba, para que lo siguieran y se fueran. Se levantaron llenos de susto y se fueron. Pompiño se acomodó los gorros bajo la camisa y siguieron viaje.

La vieja se levanta sol alto a ver los viajeros, y se da con las hijas de ella muertas, y se puso muy enojada. Se puso unas botas que corrían más ligero que el viento y salió a buscarlos. Cuando los iba acanzando, había una raya entre el campo de ella y el del Rey, y ellos se pasaron al otro lado, y no les pudo hacer nada. Entonces le dice el Pompiño que él les dio muerte a sus hijas. Entonces la bruja dice:

-Yo no los lloro perdidos, algún día han de volver acá y van a recibir su merecido.

-No sé señora, no le aseguro -le contestó Pompiño- pero puedo volver.

Siguen hasta que llegaron a una ciudá muy linda y buscaron conchabo en el palacio del Rey. Trabajan los más grandes y Pompiño los atendía en la comida y en la ropa. Entonces ellos salían y el pobre no podía, tenía que estar en la casa. Y por ahí se anoticiaron que le habían robado el cordero astas de oro del Rey y se fueron hasta el Rey, los hermanos, y le dijeron que Pompiño había dicho que era capaz de traerlo.

El Rey lo llamó y le dijo que si era cierto. Le contestó que no, pero el Rey le dijo que a palabra de Rey no podía faltar y tenía que traer el cordero antes de tres días, y sinó le cortaba la cabeza.

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Pompiño salió llorando a ver si daba con el paradero de la vieja que lo había robado. Entonces se juntó con el caballo blanco y le dice que porque estaba triste, y él le dijo que los hermanos lo habían malquistado con el Rey. El caballo le dice que no se dé cuidado, que entre los dos harían el trabajo, y que vaya a la misma vieja que robó el cordero, que ella tiene un loro adivino que va a sacar la cabeza y va decir: Vieja, allí viene el Pompiño a llevar el cordero astas de oro.

-Entonces vos te escondés para que no te mate, hasta hacer que la vieja se canse y no te va a molestar más. Después te entrás, y cuando ella ronque, sacás tranquilamente el cordero y te vas.

Así lo hizo el Pompiño y le trajo el cordero al Rey.

Al otro día temprano se levanta la vieja y le pregunta al loro:

-¿Y el cordero?

A lo que contestó el loro:

-Pompiño se lo llevó temprano no más. Yo lo hi estao viendo cuando se lo llevó. Vos me has dicho que te deje de joder, así es que yo no tengo la culpa.

Pompiño se fue hasta el Rey y le entregó el cordero. El Rey quedó muy agradecido, en tanto que los hermanos no, porque querían que la vieja lo matara.

Los hermanos salieron a chupar211 para ver si tenían otra noticia y así podían deshacerse de Pompiño. Entonces éste aprovechó para lavarse bien la cara con jabón de olor y se puso bien canfle212 con un gorrito de la vieja bruja que lo quiso matar, paseandosé luego por frente del cuarto que tenía. En ese momento sale la Princesa al balcón y lo mira tan simpático. Entonces le dice a una sirvienta que le diga al joven que por la plata que quiera le compraría el gorro. Entonces él dijo que no se lo vendería de ninguna forma, sólo de un modo, que él quiere ir a la pieza y tocarle la rodilla, para regalarle el gorrito. Entonces   —447→   la Princesa no quiso, y la negra le dijo que qué le iba hacer, que ella le limpiaría la rodilla. Entonces Pompiño fue a la pieza y le tocó bien la rodilla y le regaló el gorrito. Después se volvió y se pintó como antes para esperar a sus hermanos.

Entonces los hermanos le dijeron que el Rey se había anoticiado que la vieja bruja tenía un loro adivino y que Pompiño era capaz de traerlo. Entonces el Rey quiera o no quiera lo mandó que fuera a traerlo al loro.

Saliendo de la ciudá se encontró con el caballo blanco, y le dijo que comprara pan, queso y vino, que lo llevara y le diera al loro, y así lo hizo. Cuando llegó Pompiño el loro dijo:

-Vieja, allí viene Pompiño a llevarme.

Entonces la vieja lo busca y no lo puede encontrar hasta la tercera vez, que la vieja le dijo al loro que si la seguía molestando lo iba a matar de un palo. Entonces Pompiño, cuando la siente dormir se acerca a conversar con el loro. Le dice:

-Vamos al palacio del Rey.

El loro le contesta:

-De día no voy. Sos muy pícaro, me quieres llevar a mí. Quiero vino, queso y pan.

Comió el queso y el pan y asentó con vino, y el loro se pone medio chumado. Entonces lo convidó de nuevo. El loro le dijo que estaba bien, y se lo lleva. Cuando amanece, la vieja se da cuenta que Pompiño le llevó el loro. Llega al palacio del Rey y le entrega el loro. El Rey se puso muy conforme y los hermanos más enojados salieron a buscarlo para matarlo. Y él aprovechando, vuelve a ponerse el segundo gorro. Y lo vuelve a ver la Princesa con otro gorro mejor que el primero y se interesó, y la manda a la sirvienta para que se lo comprara. Y le dijo que no se lo vendería. Sólo de un modo, que permita que él le toque el muslo y se lo regalaba. Y ella no quiso, pero la negra la hizo consentir. Le regala el gorro, pero primero le tocó el muslo, y se retiró. Se pintó como de costumbre para esperar a sus hermanos.

Cuando vinieron le dijieron al Rey que la vieja bruja tenía un caballo de siete colores bajo de siete llaves, con tranco de   —448→   una legua, cuidado por una negra bruja adivina. Llama el Rey a Pompiño y le ordena que fuera a traerlo. En el camino se encontró con el caballo blanco y le dijo que vaya donde estaba la bruja y que haga como las otras veces, hasta que se canse la vieja y se duerma. Se entre y le meta la mano en el bolsillo de la pollera, que allí estaba la llave grande, y que se vaya pal lado que se entra el sol, que cuente cuarenta trancos y se pare. Que se le iba aparecer una puerta, que la abra con la llave, que vaya con mucho cuidado y en cada paso estaba una llave, y a las siete estaba el caballo. Así hizo y cuando abre la tercera puerta lo siente la negra, y empieza a gritar; entonces vino la vieja y lo pillaron y lo traen hasta un horcón donde lo atan de pie a cabeza y se van a dormir hasta que amanece. Cuando amanece pusieron una paila de agua, a hervir. La vieja le dice a la negra que se iba para unos compadres a invitarlos para que vengan a comer a las doce. La negra se pone a desastillar un palo para leña y no podía desastillar. Entonces Pompiño le dice que él iba hachar la leña, y mil de ruegos, hasta que le larga una mano. Pero no podía hachar con una mano hasta que la engañó y le largó las dos. Sacó unas astillas, le dijo que se agache a alzarlas, que estaban estorbando. Cuando se agachó, le puso un hachazo y la descogotó al tiro, y con la misma hacha cortó la soga y se puso a salvo. Luego la descuartizó a la negra, la echó a la paila y la dejó lista hasta que venga la vieja. A la cabeza la puso en la cama con palos, imitando el cuerpo. Sacó el caballo y se fue.

Cuando llegó la vieja le dice a los convidados que ésos eran los pucheros de ese pícaro, y la quiere despertar a la negra, y se da cuenta que está muerta, poniendosé a llorar. Se puso las botas y salió a perseguirlo. Cuando pasó la línea, le dice que algún día tendrá que venir a llevarla a ella. La vieja casi murió de rabia viendo que Pompiño le llevaba el caballo. El Rey quedó muy agradecido y los hermanos no hallaron cómo deshacerse de él.

Entonces dispuso Pompiño hacerlos quedar mal a los hermanos ante el Rey. Le dijo que los hermanos le habían dicho que eran capaces de meterse en un horno caliente y salir más jóvenes y donosos que antes. Los llamó el Rey y les dijo lo que sabía. Entonces los hermanos dijeron que no son capaces. Les   —449→   ordenó que lo hicieran y les dio un plazo de dos días para cumplir. Los muchachos entraron y se quemaron.

Así se libró Pompiño de sus hermanos. Quedó tranquilo, se lavó y se puso otro gorrito, poniéndosé de novio con la Princesa. Luego se casaron. Hicieron una boda que duró varios días.


Pasó por un zapato roto
para que usté me cuente otro.



Justo Leiva, 42 años. Pagancillo. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Lugareño rústico. Aprendió el cuento de un viejo del lugar que era un gran narrador.



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1056. El pájaro dorado

El potrillo protector


LA RIOJA

Éste que era un hombre que le había dado a un joven una manada de yeguas para que le cuide, pero quesque le 'bía recomendáu que el primer potrillo que paran las yeguas que lo mate. Entó que recibe la yeguada y al poco tiempo, quesque una yegua pare un potrillo y como era muy bonito y overo, no lo mató y lo crió.

Siguió cuidando y cuidando hasta que otra yegua un día, pare un potrillito zaino; fierito el potrillo. Entós el hombre que le dice al joven que vaya al corral y le tire el ponchito y el potrillo que venga a olerlo quesque se lo daba y lo cuide mucho. Bueno, así lo hizo el joven, y al siguiente día quesque se le 'bía perdido la yeguada con el potrillo overo y todo. Entós que el joven los buscaba por todas partes y no las hallaba.

En fin, que no hallando qué hacer, le cuenta al hombre y éste que le dice que las siga buscando y quesque en el último corral que las va a hallar, pero que tenga cuidado, porque el potrillo overo se le va a venir como a comerlo.

Quesque lo va atropellar fiero, y quesque le dio una espada pa que cuando lo venga a atropellar le pegue con la espada en las rodillas. Bueno, así hizo el joven y tal como le 'bía dicho el hombre 'bía sido: el potrillo overo lo atropelló y el joven le pegó en las rodillas con la espada y trajo otra vez la yeguada pa las casas.

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Bueno, un día que se va para el campo el joven éste, en el potrillito zaino y se van lejos, pero muy lejos, hasta que suben a una montaña muy alta. Y en lo que estaba arriba, quesque ve una pluma dorada muy bonita. Entó que se baja del potrillito a levantarla. Entés que el potrillito le dice:

-No la alcís. ¿Para qué la vas a llevar?

Bueno, que la alzó no más y subió y se vino otra vez a la casa. Un día que sale pa'l pueblo y se le 'bía ocurrío llevar la pluma dorada en el sombrero. En fin... Quesque iba pasando por una calle y al cruzar por frente a una casa en que estaba un hombre parao en la puerta, quesque lo llama el hombre éste, ¿no? Había sío el Rey y que le pregunta de dónde había sacau esa pluma del pájaro dorado. Entós que el joven le dice que la ha hallau.

-Bueno -que le dice el Rey-, ya que has traído la pluma del pájaro dorado, agora me vas tráir el pájaro.

El joven que no sabía quí hacer. Entós que el potrillito le dice al joven:

-¿Has visto? ¿No ti hi dicho que no alcís la pluma?

-Bueno -que le sigue diciendo el potrillo-, vamos a hacer una cosa. Yo te vuá ayudar. Le vas a pedir una sábana que no haiga pecau y con ella te vas a ir adonde ha estau la pluma, la vas a extender bien tendida y vos vas a estar escondido y pronto para envolver al pájaro dorado, porque éste va a venir volando muy lindo. Se va a revolcar en la sábana y ahí vos lo vas a pillar envolviendoló pronto.

Bueno, así hizo el joven. Pilló el pájaro dorado y se lo trajo al Rey. Cuando el Rey recibió el pájaro, que dice:

-Palabra de Rey que no puede faltar; ya que me has traído el pájaro dorado, me vas a buscar el anillo de la Princesa que lo ha perdío en la Fuente de los Leones.

Le dio mucho, mucho trabajo, pero con la ayuda del potrillo lo halló y lo trajo hasta lo del Rey. El Rey, que no sabía cómo este joven lo pudo sacar de la Fuente de los Leones, pero que dijo:

-Palabra de Rey que no debe faltar, ahora me vas a buscar las llaves de la Princesa que se han perdío.

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¡Ah!, según parece que el Rey le había ofrecido la mano de la Princesa, si le traía el pájaro dorado, pero después no quería dejarla casar con el joven, y por eso lo sometía a nuevas pruebas. Bueno, el hecho es que también trajo las llaves. Y el Rey, no hallando cómo no cumplir, puesto que había comprometido la mano de su hija y por otra parte, no quería dejarla casar, ahí no más pensó que a este joven había que quemarlo. Y llamó a los sirvientes para que prendieran fuego al horno. Entó el joven que se asustó mucho, y estaba triste. Pero el potrillito quesque le dijo que le pidiera como último deseo al Rey, una sábana que no haiga pecao. Y que lo haga galopar a él hasta que haiga sudao bien, y entós que lo seque con la sábana, y después que se envuelva en ella y que dentre al horno. Bueno, que así hizo el joven y el potrillito se 'bía ido porque había sido un ángel y se fue.

Al otro día que sentían el Rey y la Princesa una guitarra que tocaba muy lindo. Entós que van y destapan el horno y se dan con el joven que estaba vestido mejor que el Rey y tocaba la guitarra. Entós que la Princesa que dice:

-Éste va a ser mi marido y ningún otro.

Bueno, que se quedó la Princesa con el joven y el Rey envidioso porque había visto el joven mejor vestido que él, quiso hacer lo mesmo. Quesque 'bía ensillao el mejor caballo que tenía, lo galopó, lo hizo sudar y lo secó con una sábana tal cual lo había hecho el joven. Hizo prender fuego al horno, se envolvió en la sábana y se metió en el horno. Al otro día van a verlo, ¡qué!, escoria no más había; nada de Rey. Los jóvenes se casaron y vivieron felices.


Y pasó por un zapato roto
pa que me cuente otro.



Napoleón Castro, 63 años. El Zapallar. General Lavalle. La Rioja, 1950.



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1057. Los cien amigos

SAN JUAN

Éste es el cuento de los cien amigos.

Ésta era una madre que tenía tres hijos.

Estando una vez muy enferma, los llamó a los hijos para repartirle la plata que ella había juntau en toda su vida, que eran seiscientos pesos. Les dio cien pesos a cada uno y ella se quedó con el resto pal gasto de su enfermedá.

Pero, resulta que la madre se gastó la plata y le pidió al hijo mayor. Éste le contestó que si había gastau la plata y que no tenía nada. Entós le pidió al del medio, y éste le contestó lo mesmo. Entós le pidió al menor, y éste le dio todo el dinero de güelta, a la madre. Entós ella le dijo, muy agradecida:

-En caso de que Dios no me dé vida hasta que te pueda devolver el dinero, te guá dar cien amigos, en cambio, y mi bendición.

La madre murió al poco tiempo. No li alcanzó a devolver el dinero al hijo. El hijo salió un día a buscar trabajo. A la primera parte que llegó lo trataron muy bien y le regalaron cien pesos y un caballo. Así recorrió varios lugares en busca de trabajo y en cada una de esas partes le regalaron también cien pesos y un caballo. En una casa le dijieron que eligiera él, el caballo que le gustara. Él eligió un petiso213 feo, pero que a él le gustó. Entonces le habló el petiso, y le dijo:

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-¿Por qué me elegís a mí que soy tan feo habiendo caballos tan lindos y que te van a ser más útiles?

Entós el muchacho le dijo que lo elegía porque le era simpático, porque le gustaba a él. Desde ese día el petiso li aconsejaba en todo y en todo lo ayudaba.

El muchacho se daba cuenta que era la bendición de la madre que lu ayudaba, porque tenía tanta suerte y toda la gente le regalaba animales y plata.

Cuando el muchacho juntó una linda tropilla de caballos, los vendió y compró terrenos. Hizo casas y puso negocios. En esas casas puso un letrero que decía: Todo el que no tenga recursos que llegue hasta este lugar y será socorrido.

Un día llegaron dos hombres a pedir ayuda. Resultaron ser los dos hermanos mayores del joven, que habían perdido todo el dinero y estaban en la miseria.

El hermano menor los socorrió y trató de ayudarlos en todo lo que podía.

Por esos tiempos la hija del Rey había sido robada por el Rey Moro.

Los hermanos mayores eran muy envidiosos y no sabían cómo hacerle mal al menor. Trataban de hacerlo matare también así se podían quedare con lo que él tenía.

Jueron los hermanos y le dijieron al Rey que el hermano había dicho que era capaz de tráir la Princesa, de quitarselá al Rey Moro.

El Rey lo llamó y le preguntó si él había dicho que era capaz de tráir a su hija. El pobre joven le dijo que él no había dicho nada.

-Güeno, haiga dicho u no haiga dicho, la tiene que tráir; palabra de Rey no puede faltar, y si no la trái va a perder la cabeza, va a morir. Y si la trái se casa con ella y le doy mi reino.

El muchacho se jue llorando y le contó al petiso. El caballito le dijo que no tenga cuidado que al otro día iba a hacer viaje. Que le pida al Rey una carga grande de pan, otra de queso y vino, el más rico que haiga. Así lo hizo el muchacho y al otro día salieron de viaje.

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Por el camino encontró un gran hormigal. Áhi le largó la gran carga de pan. Estas hormigas se 'taban muriendo di hambre. Entos se le presentó el Rey de las hormigas y le dijo:

-Vos mi hais salvado mis hormigas. Cuando necesitís algo, decí, Dios y mis amigas las hormigas, y áhi te vamos ayudar.

Y siguieron viaje. Más allá encontraron una manga de ratones hambrientos y les tiró la gran carga de quesos. Entós, después que hubieron comido, se le presentó el Rey de los ratones y le dijo:

-Vos mi hais salvado mis ratones de la muerte, porque se 'taban muriendo di hambre. Cuando necesitís ayuda, no tenís más que decir, Dios y mis amigos los ratones, y áhi vamos a 'tar nohotros.

Y siguieron viaje. Llegaron al reino del Rey Moro. Entós el caballito le dijo que los convide con vino a los guardias y que lo van a dejar pasar. Que el Rey Moro 'taba preparando unas carreras y que uno de los corredores iba a ser la niña hija del Rey. Que él le apueste, y cuando vayan corriendo, que la haga saltar a las ancas de él, y que iban a salir huyendo.

Llegaron, y el joven hizo todo lo que le decía su caballito. Los guardias del Rey Moro tomaron todo el vino y lo dejaron pasar.

Al otro día el Rey Moro hacía una gran carrera con grandes fiestas. Corrieron muchos caballos. Cuando le tocó el turno a la hija del Rey, el caballito le dijo al mozo que apostara. Y él apostó. Y todos se réiban de este caballito tan fiero, y el Rey Moro, por burla, dijo que lo dejen correr.

Ya salieron a la cancha, y en un descuido de los presentes, el mozo le dijo a la niña que la venía a llevar, a salvarla del Rey Moro, y le esplicó como tenía que saltar a las ancas del petiso. Soltaron la carrera a la voz del juez y empezaron a correr. Al ratito no más se perdieron de vista en una nube de polvo. La niña saltó en las ancas del petiso y se desaparecieron de la vista de todos. Los centinelas tuavía 'taban durmiendo, machados214 y ni los vieron pasar siquiera. El Rey Moro lo   —456→   cargó di atrás, pero ni el rastro había quedau del petiso, ni sabía pa donde había rumbiau.

Llegó el mozo al palacio del Rey, que quedó loco de contento con la hija de nuevo en su palacio.

Los hermanos envidiosos entós jueron a ver al Rey y le dijieron que el hermano ha dicho que es capaz de separar el trigo y el maíz que se le han mezclado al Rey, en una hora. Entón el Rey lu hace llamar al joven y le dice que en una hora lo tiene que separar dos fanegas de trigo que se li han mezclau con el máiz, y que si no lu hace peligra su vida y que palabra de Rey no puede faltar.

El joven sale llorando y le cuenta al petiso, y el petiso le dice:

-No se te dé nada. Acordate de tus amigas las hormigas.

Entós el joven dice Dios y mis amigas las hormigas.

Al momento aparecieron como si brotaran de la tierra miles de hormigas, y en un santiamén separaron los dos montones de trigo y de máiz, limpito y arreglado. El Rey quedó encantado con este trabajo que naide se lo podía hacer.

Los hermanos envidiosos entós han ido y li han dicho al Rey que el hermano dice que es capaz de voltiar en una noche el cerro que li atajaba el sol al palacio del Rey.

Entós el Rey lu hace llamar al joven y le dice que esa noche le tiene que voltiar el cerro que li ataja el sol al palacio, y que si no lu hace peligra su vida, y palabra de Rey no puede faltar.

El joven sale llorando y le dice al petiso. El petiso lo consuela y le dice:

-No se te dé anda. Acordate de tus amigos los ratones.

Entós el joven dice Dios y mis amigos los ratones.

Al momento aparecieron cientos de ratones y empezaron a cavar el cerro. El ruido no más se óiba de las piedras y la arena que sacaban.

Al otro día, lo primero que vio el Rey al despertarse jue el sol, que iluminaba todo el palacio.

Los hermanos, entós, jueron y le dijieron al Rey que el hermano dice que es capaz de entrar en un horno bien caliente. Entós al Rey manda a calentar el horno y le dice al joven que tiene que entrar al horno caliente.

  —457→  

Entós el caballito le dice:

-No se te dé nada. Matame y mojate con mi sangre y entrá sin miedo al horno. Vás a salir más joven y güen mozo.

El joven no quería, pero al fin lo hizo y lo mató al petiso y se mojó con la sangre.

Al otro día lo sacaron al joven del horno, más joven y lindo que antes. El petiso había vivido de nuevo y le relinchaba contento.

Entós la hija del Rey, que 'taba enamorada del joven, l' hizo ver que él procedía por intrigas de los hermanos envidiosos, y le dijo que ella se casaba con el joven.

Entós el Rey se dio cuenta de todo y los hizo echar del reino a los hermanos. Lu hizo casar al joven con la hija y le entregó el reino. Cumplió su palabra.

S' hizo una gran fiesta que duró muchos días.

Entós el petisito vino y le dijo que él era l'alma de la madre que había venido pa salvarlo y li había dau los cien amigos que le prometió, que le dejaba esa fortuna pa toda la vida. Y s' hizo una palomita blanca y se voló al cielo.

Y los reyes nuevos, el joven y la princesa, vivieron muchos años muy felices.

Ramón Medina, 85 años. Villa Valdivia. Jáchal. San Juan, 1950.

Muy buen narrador. A pesar de su edad conserva excelente memoria.



  —458→  
1058. El caballo de siete colores

El muerto agradecido


SAN JUAN

Éste que era un rey que tenía un hijo. Cuando ya era jovencito se le puso irse a rodar tierra. El padre viendo que todo era inútil para que se quedara, le dio unas alforjas con plata y se jue.

Andando, andando, se jue muy lejos. Llegó a otro pueblo. Entró a un rancho ande estaba una viejita sola.

-¿Qué dice, mama vieja?

-Aquí estoy no más, hijo.

-¿Puede decirme qué contiene, que cerca de aquí está un cadáver sin sepoltura, y botado en el campo?

-Es hijo, que si ha muerto una persona que debe y no se lo puede enterrar hasta que no pague todo lo que haiga debido. Es ley en este pueblo.

Muy atento oyó el hijo del Rey, y al otro día temprano se va a la ciudá, averigua a quiénes debía el finau y paga todo lo que debe. Luego lo entierra. Después vuelve ande está la vieja, y al otro día temprano quiere irse, pero resulta que la bestia que él cabalgaba no estaba en el potrero. Inútil jue buscarla por todas partes. Entonces dispuso el hijo del Rey seguir caminando. Puso la montura al hombro, se despidió de la viejita y se jue andando... Andando llegó a un algarrobo, cuando ve un caballito flaco, de siete colores, que venía para el lao que él estaba. Lo pilló y lo ensilló, y se jue. Anduvo muy lejos,   —459→   cuando ve en medio del camino que él iba, una pluma muy bonita. Se bajó. Cuando iba a agarrarla, lo habló el caballo:

-No alce esa pluma -le dijo-, puede andar en muchos apuros por ella.

-Qué sabe este caballo -dijo.

Y no hizo caso y la alzó y la guardó en las alforjas. Que ya no tenía nada de plata. Siguió camino. Más allá encontró una herradura de plata. Se bajó y antes que la alzara le dijo el caballo:

-No alcís esa herradura, que por ella podís andar en muchos trabajos.

No hizo caso. La alzó y la guardó en las alforjas y siguió camino. Más allá halló un retrato de una niña muy bonita. Se bajó, y entonces le dijo el caballo:

-No alcís ese retrato, que por ello podís andar en muchos apuros.

No hizo caso y guardó el retrato en las alforjas y siguió camino...

Ya muy lejos, llegó a una casita de gente pobre y le preguntó qué había de nuevo:

-Nada más -le dijeron la gente- que el Rey tiene una apuesta que no hay quien se la gane, a jugar al naipe.

-Yo sé algo -dijo el joven-, mañana yo iré a jugar al naipe con él.

Al otro día jue y jugó tan bien que el Rey lo invitó al otro día a almorzar. El joven no quiso ganarle sino que hacía unas jugadas que el Rey se quedaba almirado. Almorzó con él y siguió viniendo todos los días. Entonces el Rey lo invitó que se viniera a vivir al palacio, que el trabajo que tendría sería jugar al naipe con él. El joven aceptó y se vino al palacio. Los vasallos del Rey viendo que el Rey cada día tenía más confianza en el joven, no hallaban cómo hacerlo quedar mal.

Cuando un día le buscaban en las alforjas y le encuentran la pluma, como era tan bonita y rara se la llevaron al Rey, diciendolé:

-Dice el joven que él es capaz de traerle el pájaro dueño de esta pluma.

  —460→  

Llamó el Rey al joven y le dijo:

-¿Así que usted es capaz de traerme el pájaro dueño de esta pluma?

-Nu es verdad -dijo el joven.

-Pero palabra del Rey no puede faltar, tiene que traerme el pájaro o sino le hago cortar la cabeza.

El joven muy triste, al otro día muy tempranito, se jue muy lejos. Llegó a un árbol, y entonces le dice el caballo:

-¿No te dije que no alzases la pluma?

-¿Ahora qué hago? -le dice el joven.

-Vamos a ver -le dice el caballo-, subí y vamos.

Fueron muy lejos y entonces le dijo el caballo:

-Allá en aquel palacio es, pero hay un puente bramador y un gigante que se come la gente. Voy a ir a toda furia. En un árbol que está en el patio, está la jaula, cuando lleguís la tomás y no la larguís.

Hicieron así. Cuando el puente bramó, ellos ya estaban lejos. Corrió más ligero que el viento el caballo.

Cuando llegó con el pájaro, el Rey se puso muy contento. Viendo los vasallos que el joven volvía a ganarse la confianza del Rey, van y hallan en las alforjas del joven la herradura de plata. Se la llevan al Rey y le dicen que había dicho el joven que él era capaz de traerle el caballo de la herradura. Manda llamar el Rey al joven y le dijo:

-¿Así, amigo, que usté se halla capaz de traerme el caballo dueño de esta herradura?

-Yo no dije nada -contestó el joven.

-Pero haiga dicho o no, tiene que traerme el caballo o sinó le hago cortar la cabeza.

Muy triste se jue al árbol donde sabía venir el caballo, y al ratito llegó:

-¿Has visto, no te dije que no alzaras esa herradura? Pero, vamos a buscarlo al caballo dueño de esa herradura. Está a dos mil leguas de aquí, pero haremos la diligencia. Subí en mí y llevá el cabresto215 y vamos.

  —461→  

En una hora de camino pasaron ciudades, ríos, y llegaron a una serranía.

-Bueno, amigo -dijo el caballo-, vamos llegando.

Entraron en una quebradita muy, muy fiera para andar, pero el caballo andaba sin dificultá. Llegaron a una planicie y el caballo le dijo al joven:

-Estate aquí, yo voy a pegar tres relinchos, y cuando viás venir el caballo, tratá de agarrarlo con el cabresto y agarrate que vamos a disparar fuerte para que cuando echen de menos al caballo, nohotros estemos lejos.

Así lo hizo, pegó un relincho y contestó un caballo. Al ratito pegó otro relincho, y le contestó más cerca.

-Estate atento -le dijo el caballo, y pegó el tercer relincho.

Como por encanto llegó un hermoso caballo y el joven, en cuanto se pudo allegar, le puso el cabresto y dispararon. Corrían más ligeros que el viento. Llegaron al palacio y el joven con el caballo. El caballo era maravilloso, hermoso el animal. El Rey le agradeció, pero en cuanto el joven se fue del palacio los vasallos llevaron el retrato de la niña, diciendolé al Rey que el joven había dicho que era capaz de traerle esa niña. Hizo llamar al joven, el Rey, y le dijo mostrandolé el retrato:

-La traís o sinó te hago cortar la cabeza; palabra de Rey no puede faltar.

-No hi dicho nada, pero tendré que hacer la diligencia.

Y se jue ande estaba el caballo. Llegó éste y le dijo:

-¿No te dije que no alzaras ese retrato, que tenías que pasar por muchos peligros? Tal vez la puédamos trair. Volvete al palacio y pedile al Rey una carrada de trigo, otra de carne y otra de bordalesas de agua, y que las lleven hasta donde vos les digás.

Gustoso el Rey le cedió el pedido. Al otro día temprano se jue el joven donde estaba el caballo. Los carros cargados fueron muy lejos y les dijo el joven:

-Aquí me dejan el trigo.

  —462→  

Y principiaron a llegar ratones y más ratones. A mediodía no había ni rastro de trigo. Cuando ya se iban, un ratón viejo le dijo al joven:

-Cuando usté se vea en apuros, diga: Dios y mis ratoncitos, y áhi estaremos nosotros.

Siguieron camino. Cuando más tarde le dijo al carrero que llevaba la carne:

-Aquí no más dejemé la carne.

Cuando descargaron la carne y se fue el carro, principiaron a llegar águilas, chimangos, halcones y muchos animales carniceros. No tardaron una hora y ni rastro dejaron de la carne. Cuando ya se iba el joven, le dijo una águila vieja:

-Cuando usté se vea en apuros, no tiene más que decir Dios y mis pájaros, el que usté necesite y áhi estaremos nosotros.

Se fue el joven. Alcanzaron el carro y siguieron camino. Hacían tres meses que andaban y andaban a la orilla de un río seco, y en un punto le dijo al carrero:

-Dejemé aquí las bordalesas con agua, amigo, y vuelvasé.

Al poco andar vio unos pececitos que se morían, por no tener más que un barrito no más, pero empezó a largar el agua hasta que los animalitos estaban salvos. Estaba mirando un ratito, y cuando ya se iba, un pececito sacó la cabecita del agua y le dijo:

-Si alguna vez necesita ayuda no tiene más que decir Dios y los pececitos.

Siguieron andando. Cuando estaban cerca de una casa le dijo el caballo:

-Aquí está la niña pero la tiene una vieja bruja bajo siete llaves. Entrá a la casa y ponete al servicio de la vieja. Yo te vigilaré.

Así lo hizo el joven. Tan pronto lo vio la vieja, le dijo:

-¡Cómo te va, hijo! ¡Cómo me gustaría vivir con vos!

El joven le dijo que si en algo le servía estaba a sus órdenes. La vieja lo cuidaba muchísimo y le decía:

-Ya ves, hijo, vivo sola y me viene muy bien tu compaña. Andá traerme leña.

  —463→  

Así hizo el joven y ya todos los días lo mandaba a trair leña. Cuando ya tenía muy mucha leña, le dijo la vieja:

-Agora, hijo, tenís qui acarrear todo el trigo de ese granero para esti otro, sinó vamos a andar mal, hijo.

Entonces el joven se fue y en cuanto se alejó un poquito de la casa, ya vio el caballo.

-No ti aflijás -le dijo el caballo-, acordate de los ratones y te ayudarán.

Así lo hizo, abrió la puerta del granero que estaba llenito de trigo y dijo Dios y mis ratoncitos.

Cuando empezaron a llegar ratones y más ratones. A las doce ya estaba todo el trigo en el otro granero.

-Ya está, mama vieja -le dijo el joven.

-Bueno, hijo -le dijo.

Al otro día le dijo:

-Agora tenís que acarriarme el agua de este estanque a esti otro, que está más cerca. A mediodía ya tenís que terminar -le dijo.

Le dio un balde roto, y se fue.

-Tenga cuidado, hijo, haga las cosas como yo le digo o sinó vamos a andar mal.

Se jue el joven donde se juntaban con el caballo, y ya llegó éste y le dijo:

-Agora tenís que pedir ayuda a los pececitos.

Entonces el joven llegó al estanque y dijo Dios y mis pececitos. Llegaron miles y miles y antes de mediodía ya estaba el agua en el otro estanque.

-Está bien, hijo -le dice la vieja- agora tenís que comer todos esos animales que están en la invernada. Hasta la tarde tenís tiempo, y tenís que traerme todas las cabezas, que son doscientas.

El joven muy triste se acordó de los pájaros y dijo, Dios y mis pájaros. Dicho esto atronaron los aires miles y miles de águilas y halcones y gran cantidá de animales carniceros. A media tarde ya no había más que las osamentas de las doscientas cabezas.

-Está bien, hijo -dijo la vieja-, agora voy a ir a lo de mi comadre a trair un cordero para que comamos. Quero celebrar tu guapeza.

  —464→  

Ni bien se jue la vieja el joven se habló con el caballo y éste le dijo:

Bajo de la cama de la vieja está un cuero de cordero, debajo están las llavecitas. Volá y sacalas, entrá a la pieza que está a la derecha y ya te darís cuenta. Seguí hasta la pieza siete, pero apurate.

Jue el joven hasta la pieza siete con todo el apuro que es de imaginar. En la pieza estaba la niña peinandosé. En cuanto vio al joven, ésta abrió los brazos. Se jue con él, pero llevó un peine, un jabón y una tualla. Velaron a donde estaba el caballo, subieron y se jueron. Al ratito llegó la bruja, y en cuanto llegó a la casa se dio cuenta que el joven se había robado la niña. Furiosa se subió al palo de una escoba y voló. Ya les iba dando alcance, cuando la niña le tiró el peine. Se le hizo un pencal que no pudo andar. Tardó un buen rato para salir y siguió persiguiendolós. Cuando ya los volvía alcanzar, la niña tiró el jabón, formandosé unos ríos llenos de agua. En vano la vieja corría di un lao pa otro, hasta que pudo cruzar. Ya los tocaba con la escoba, cuando la niña le tiró la tualla. Se formó una niebla que no se vían ni las manos. Viendo que era imposible seguirlos, la vieja se volvió a su casa.

Ya iban a llegar al palacio cuando a la niña se le cayó un anillo al cruzar un río. Por fin llegaron. Cuando la vio el Rey, dijo:

-¡Ay, ésta es mi hija! Se me perdió cuando era muy chiquita. Me la robó una hechicera, pero le falta un anillo que tenía.

Cuando se jue el joven, oyendo esto dos servidores del Rey, le dijieron que había dicho el joven que él era capaz de trairle el anillo de la niña. Lo mandó a llamar. Cuando el joven vino le dijo:

-¿Verdá que usté ha dicho que es capaz de trairme el anillo de mi hija? Si no lo trai le cortaré la cabeza. Palabra de Rey no puede faltar.

Cuando supo la niña, dijo que era imposible que se lo traiga, porque lo había perdido en el río.

-No -dijo el padre-, el anillo o muere.

Se jue el joven. Estaba sumamente triste, cuando llegó el caballo.

  —465→  

-No hay por qué ponerse triste -le dijo-, vamos al río y veremos cómo conseguir el anillo.

Llegaron al río y ¡oh, sorpresa!, los pececitos jugaban con un anillo. Entonce el joven los habló, y di un saltito un pez le dio el anillo. Volvieron y se lo dio al Rey. Éste creyó que la niña se lo había dado en compromiso, y le dijo:

-Si es así, yo te doy mi hija por esposa.

El joven no dijo nada, pero la niña que pensaba en esta dicha, dijo que la boda sería lo más pronto posible. Se fue el joven a comunicarle al caballo lo acontecido, cuando ve que iba un paje del Rey y le dijo que vaya inmediatamente. El Rey lo esperó y le dijo:

-Usté es un joven de un coraje sin igual, así es que ha dicho que es capaz de entrarse en un horno caliente, en tres días. Lo haiga dicho u no, tiene que hacerlo, palabra del Rey no puede faltar.

Se jue el joven con el desaliento más grande de su vida, llegando a donde estaba el caballo.

-No hay por qué ponerse triste -le dijo el caballo.

-Ya están calentando el horno -le dijo el joven.

-Pero no importa -le dijo el caballo. Tienen que cederte lo que vos pidás.

-Sí, así es el trato -le dijo el joven.

-Bueno, no hay más que esperar.

Llegó el tercer día. El horno era de fierro y estaba rojo hasta encima. Llegó el joven al palacio montado en el caballo y le dijo al Rey:

-Tiene que darme una sábana de diez metros de largo por cuatro de ancho, y me va a comprar una guitarra de lo mejor.

Ya estaba todo listo. El joven subió al caballo, dio tres vueltas a la plaza a toda furia, y cuando dio las tres vueltas le secó con la sábana el sudor, y se fue al horno. Le llevaron una silla. Se sentó, se envolvió en la sábana, a garró la guitarra y les dijo:

-Ya estoy, tienen qui abrir mañana a la tarde el horno.

Lo echaron y lo cerraron. La niña lloró todo el día y la noche, y al otro día no quiso probar bocado. Estaba desesperada, cuando el Rey ordenó abrir la puerta del horno, pero tan pronto se abrió la puerta, principió a bailar el joven. Estaba   —466→   tocando la guitarra. Avisaron al Rey. Vino él en persona. Tan pronto iban llegando cuando empezaban a bailar. Bailaban de lau, de costillas. En toda forma bailaban todos los presentes. Ya bañaus en sudor, le gritaban ¡basta!, ¡basta! Nada, todo el mundo bailaba y bailaba. Ya estaban por el suelo, cuando llegó la niña. Dejó de tocar la guitarra el joven, y bajó.

-Bueno, hijo, ahora veo que sos un hombre capaz de remplazarme a mí. Ya que has expuesto tantas veces la vida. Pero antes de nada quero hacer yo también lo que vos has hecho. Para eso estoy haciendo calentar el horno. Quero estrenar mi caballo y entrarme con la guitarra al horno le dijo el Rey.

-No haga eso, señor Rey -le dijo el joven- que es una temeridá.

-No -dijo el Rey, palabra de Rey no puede faltar. Esta noche te casás. El baile durará hasta pasado mañana, entonces yo mismo entraré al horno.

Así se hizo oponiendosé el joven a la aventura del Rey.

Se casó el joven con todas las pompas de un príncipe. Las fiestas duraron hasta el tercer día. Cuando llegó la hora, el Rey subió al hermoso caballo, dio las tres vueltas en la plaza, lo secó con la sábana. Tomó la guitarra, se sentó en la silla y lo entraron al horno. Al otro día abrieron la puerta del horno. Silla, guitarra y Rey eran un solo montoncitos de cenizas.

En vista de lo ocurrido, se fue el joven y flamante Rey, a donde estaba el caballo. Éste lo encontró y le habló de esta manera:

-Voy a dejarte ya. Hi venido a salvarte de los peligros que corría tu vida. Yo soy aquel cadáver que vos, tan generoso, me pagastes todas mis deudas y me distes cristiana sepultura. Te agradezco y me voy dejandoté feliz y dueño del reino más lindo del mundo.

El joven lloró, pero el caballo se hizo una palomita y se jue volando al cielo. Volvió el joven al palacio y se quedó con su señora y yo me vine pacá, dejandolés muy felices.

Edelmira López, 75 años. Pampa Vieja. Jáchal. San Juan, 1951.

Nativa del lugar. Muy buena narradora.

Al cuento del caballo protector se amalgaman los motivos del muerto y los animales agradecidos.



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1059. El caballo de siete colores

SAN JUAN

Que éste era un viejito que tenía tres hijos y tres matuchos216. Y un día dijo el mayor que s'iba ir a trabajar y que le dieran media res de matucho. Se la dieron y se jue. Llegó a una represa y se sentó a comer el asau de chivato. Y llegó en eso un viejito, y cuando ya no pudo comer más le dio las sobras. Entonce el viejito le dijo que él no sabía comer, y le preguntó pa onde s'iba. Él le dijo que en busca de trabajo. Y entonce le ofreció que si quería ganar quince pesos por mes para cuidar quince yeguas overas. Y dijo que bueno, el muchacho. El viejito le preguntó al muchacho si devisaba allá, una luz, que áhi vivía él. Y dijo que sí.

Al otro día se presentó el muchacho en onde 'staba la lucecita. El viejo ya tenía la bolsa con los bastimentos para que llevara el joven a un corral de fierro onde 'staban las yeguas. Al mes volvió con las yeguas, y cuando volvió el viejito ya tenía contada la plata. El viejito le dijo al muchacho que qué quería, si los quince pesos plata o un Dios te lo pague. Entonce el muchacho le contestó:

-¿Qué te créis, viejo del demonio? ¡Yo necesito los quince pesos plata y no un Dios te lo pague!

-Bueno, m'hijo, si nu es pa que me peliés -le contestó el viejito.

  —468→  

Cuando el muchacho volvió a la casa, le dijo al padre que ensille un burro y se vaya a buscar un ternero pa carniar, que él traiba plata pa pagar. Cuando volvió el padre le dijo:

-¿Y la plata, hijo?

El hijo se metió la mano en el bolsillo pa sacar la plata, y en lugar de plata sacó un puñau de carbón. El padre se enojó crendo que era farsa y lo corrió, que se fuera pa otro lau, que no le pisara más la casa.

Entonce se quiso ir a trabajar el hijo del medio. El padre le dijo que bueno, que se fuera, pero que no le vaya a hacer lo mismo que el otro.

Este muchacho le negó también la comida al viejito, y fue a trabajar como el otro, con el viejito. Hizo el mismo trabajo de cuidar las yeguas en el corral de fierro. Cuando volvió, le preguntó el viejito:

-¿Querís que te pague quince pesos plata o un Dios te lo pague?

-A mí me da mi plata, no me venga con un Dios te lo pague que pa nada sirve -le contestó el muchacho.

El viejito le dio la plata y el muchacho se fue. Llegó a las casas y lo mandó al padre a trair carne pal asau. Cuando fue a sacar la plata pa pagar sacó un puñau de carbón. El padre lo echó, que no le pise más a la casa.

Entonce el hijo menor dijo qu'él s'iba a trabajar. El padre le dijo que si le hacía lo mismo que los otros que los había corríu, que a él lo iba a matar.

Y se fue Pedro, que así se llamaba el joven, con su media res de matucho. Llegó a la represa y se sentó, como los otros, a comer su asau de matucho. En eso llegó el viejito. Lo atendió muy bien, y le ofertó de lo mejor del asau. El viejito le dijo que él no sabía comer. Le hizo el mismo ofrecimiento de trabajo que a los hermanos, y le enseñó la lucecita pa que fuera a su casa, y lo dejó.

Pedro llegó, y se fue a cuidar las yeguas al corral de fierro. Al mes volvió y el viejito le preguntó:

-¿Querís de paga los quince pesos plata o un Dios te lo pague?

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-Señor -dijo el muchacho-, quince pesos plata se me van a acabar antes que llegue a mi casa, y un Dios te lo pague dura toda la vida. Déme un Dios te lo pague.

Entonce le dijo el viejito que él era Dios, y que por bueno lo iba a premiar. Le dio un Dios te lo pague, pa que lo ayude siempre. Le dijo que él s'iba, que le dejaba pa él la casa y las quince yeguas, y que áhi tenía monturas chapadas y trajes, y todo. Le dijo que trece yeguas iban a partir potrillos overos, y que cuando vayan naciendo, los vaya matando. Y que a los dos días iban a tener cría las otras dos yeguas y que iban a tener un potrillo zaino y otro overo. Que críe el zaino y mate el overo. Eso le dijo el viejito Dios, y se fue.

Ya Pedro hizo lo que le dijo el viejito. En cuantito nacieron los potrillos de las trece yeguas, los mató. Ya nacieron lo otros dos. El zaino no se podía levantar de flaco y arruinau, y era muy fierito; el overo era lindísimo y se levantó y retozaba. Entonce Pedro dijo:

-¿Qué habrá estau pensando este hombre que me ha dicho que críe el zaino, que es mal nacido, y no el otro que es tan lindo? Y los crió a los dos potrillos. Ya fueron grandes y los comenzó a amansar.

Un día, que estaba por ir a visitar a los padres, ensilló el overo. Que se había descuidau y ya se le había disparau el caballo ensillau, con una montura chapada, riquísima. Y que se había llevau por delante la puerta del corral, y que la había hecho tira, y que se había disparau con las yeguas, y se perdieron en el campo. Pedro ensilló el zaino que era más lerdo, sólo andaba al tranco, y se fue siguiendolás al rastro, a las yeguas. A los cinco días les perdió el rastro, en la noche, a las yeguas, y halló en el suelo una pluma de oro. Antes de agarrarla, el zaino le habló y le dijo que no la alzara porque se iba a ver en trabajo. Y que le dice Pedro que cómo iba a perder las yeguas y la pluma, y que la alzó no más y la llevó.

Después de mucho andar pasó por la casa di un rey. Que una de las sirvientas lo vio pasar. Y que el Rey le preguntó a la niña quién iba, y que le dijo que iba un joven con una pluma de oro en el sombrero. La mandó que lo llamara y lo hiciera pasar a Pedro, y una vez adentro le dijo el Rey que   —470→   le vendiera la pluma, que por plata no iban a trepidar. Pedro le dijo que cómo se la iba a vender, que era la suerte d'él, que se la iba a regalar.

El Rey fue a regalarle la pluma a una niña de la que estaba enamorado, y le dijo:

-Mi señorita, acá le traigo una pluma de oro.

La niña le contestó que así como le había traído la pluma de oro, que le traiga el pájaro dueño de la pluma.

Entonce el Rey lo mandó a Pedro que le traiga el pájaro en el plazo de veinticuatro horas, que si no le iba a hacer matar. Pedro se fue on'taba el zaino, llorando. El zaino le preguntó por qué lloraba. Pedro dijo que cómo no iba a llorar, si el señor Rey me ordena que traiga el pájaro dueño de la pluma. Entonce el zaino le contestó que se acordara que le había dicho que no alzara la pluma, que s'iba a ver en trabajo. Luego le dijo que fuera a contestarle al Rey que sí, que le iba a trair el pájaro.

Y se fue con su caballo, y llegaron a una quebrada, y allí el zaino le dijo que entrara ligero, que atrás de la quebrada había unos árboles y que áhi 'staba el pájaro, que si no lo agarraba ligero, que el pájaro lo iba a comer. Así lo hizo, y gracias a que el caballo lo hizo entrar y salir tan ligero, pudo agarrar el pájaro sin que le pasara nada. Volvió y le entregó el pájaro al Rey.

El Rey muy contento se fue y le entregó el pájaro a la niña. Entonce la niña le dijo que así como le había traído la pluma de oro y el pájaro, le tenía que trai las quince yeguas que tenía repuntadas el padrón217 overo.

El Rey fue a Pedro y le dijo que si no le traiba las quince yeguas que tenía repuntadas el padrón overo, lo hacía matar.

Pedro se fue llorando on'taba el zaino, y el zaino le dijo:

-¿Qué te pasa, Pedro, que venís tan triste?

  —471→  

Pedro le contó a lo que lo mandaba el Rey. Entonce el zaino le contestó:

-¿Has visto, zonzo? ¡Yo te dije que no agarraras la pluma! Ésas son las yeguas tuyas, que se han vuelto salvajes y te pueden matar, son muy malas. Yo te voy a ayudar, no tengás miedo. Andá decile al Rey que las vas a trair, pero que te dé una sábana que no sea usada y una lanza que corte un pelo en el aire.

Ya fue Pedro, y el Rey le dio la sábana y la lanza.

Salieron a buscar las yeguas. Ya cuando iban muy lejos, devisaron unas llamas muy grandes. Entonce el zaino le dijo:

-¿Vis aquellas llamas? ¡Áhi vamos!

Pedro le dijo que sí, y él le dijo que se bajara, que se desnudara y que se envolviera en la sábana. Y así pasaron sin peligro y llegaron al corral de fierro onde 'staban las yeguas. Y el zaino le dijo que cuando él relinchara, iba a sacar la cabeza el overo, y que áhi no más lo matara con la lanza. Así lo hizo Pedro, y pudieron sacar las yeguas mansitas. Ya llegaron y le entregó las yeguas al Rey.

Ya el Rey muy contento fue y le llevó las yeguas a la niña. La niña, entonce le dijo que 'staba muy bien, pero que ella quería que le llevara al que había traído la pluma, el pájaro y las yeguas. El Rey no tuvo más remedio que llevar a Pedro. Entonce la niña se enamoró d'él y dijo que con Pedro se quería casar. El Rey, comprendiendo que él había sido muy malo con Pedro, dijo que bueno, y se fue muy triste. Y Pedro se casó con la niña que era muy buena, bonita y muy rica.

Entonce el zaino le dijo que era un ángel que había mandau Dios pa salvarlo, y s'hizo una palomita, y se voló.

Valentina Inojosa. Baldes de Chucama. Valle Fértil. San Juan, 1947.

Campesina. Buena narradora.



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1060. La pluma verde

SAN LUIS

Era un joven que salió a buscar trabajo, y después de andar todo el día, en la tarde llegó a la casa di un señor. Saludó y le preguntó:

-¿No sabe quién ocupará un pión?

-Yo -que dice-. Yo necesito un trabajador.

Éste desensilló y pasó para adentro. A la noche el patrón le dijo el trabajo que tenía que hacer.

-Usté -fue le dice-, mañana se va a ir al corral y áhi va a venir una tropía de yeguarizos. Agarre un potro y lo ensía218 y lo amansa.

-Muy bien, señor -que le dice.

Al otro día tempranito se va al corral. En seguida que viene la tropía de potros negros retintos y que agarra un potro más lindo que no sé qué. Lo sacó afuera y lo ensilló. Y áhi taba el animal que parecía mansito, ni se movía. Y agarró y subió. Que no lo podía ni hacer caminar al potro. Entonce agarra con la guacha219 y le pega por la tabla del cogote. Entonce el potro da la media vuelta y dispara. Y que se iba derechito a una laguna muy honda que había, y él no lo podía torcer para ningún lado. Y ya cuando vio que este animal lo iba a echar   —473→   al agua, cuando ya iba llegando, le pegó una estirada de las riendas, y le sacó las carretas220 y lo mató. Y él salió parado, ni se golpió ni nada. Y agarró, alzó el apero221 y se jue a las casas del patrón. Ya cuando s'iba haciendo la tarde, llegó el patrón. Que el patrón venía muy temprano, oscurito, y después a la nochecita. Que llega y dice:

-¡Buenas tardes!

-¡Buenas tardes, señor!

-¿Cómo te ha ido con el potro?

-Y mal, señor, porque l'hi muerto un potro. Era un animal muy malo, me llevaba derechito a echarme en la laguna, y di un estirada l'hi sacau las carretas.

-Y bueno, amigo, pero no me mate los potros. Mañana ensille otro.

Bueno. Al otro día se levantó temprano, otra vez. Se va al corral y en seguida viene la tropía otra vez. Agarró otro potro. Ya lo sacó lejo de la laguna y lo ensilló. Lo subió, y era mansito, que ni se movía. Le pegó un azote, y pego la media vuelta y enderezó para la laguna otra vez. Se jue derecho a la laguna. Y cuando iba llegando y vio que lo iba a augar, le pegó una estirada y le sacó también las carretas. Lo desensilló, alzó el apero y siguió para las casas. A la tarde, a la oración, ya vino el patrón otra vez. Y que le dice:

-¿Cómo le ha ido, amigo?

-Mal, señor -que le dice-. L'hi muerto otro potro. Ni corcoviaba, pero iba derechito a echarme a la laguna.

-Bueno, amigo, tiene que tener cuidado y no me tiene que matar los potros. Mañana va a venir la tropía al agua, va a ensillar otro potro, pero no me lo mate.

Al otro día temprano se va otra vez al corral. Y ya vino la tropía. Agarró otro potro, lo ensilló y lo sacó lejo, bien lejo de la laguna. Y el potro se quedó sin moverse, lo mismo que los otros. Le pegó un chicotazo222 y dio media vuelta el potro y   —474→   lo llevó derechito a la laguna. Y el joven entonce le dio una estirada y le sacó las carretas. Sacó el apero y se jue a las casas. A la tarde, oscurito, viene el patrón, otra vez, y que le dice:

-¿Cómo le ha ido con el potro?

-Muy mal, señor. L'hi muerto otro potro. Usté tiene potros muy malos.

-Bueno, amigo, pero usté me va a matar todos los animales, así.

-Bueno, señor, yo no voy a trabajar más con usté. Arreglemé las cuentas, porque me voy a ir.

Y que le dice el patrón:

-Bueno, amigo, yo no tengo plata para pagarle, así es que le voy a dar un potro. Elija el potro que quiera. Se lo voy a dar en pago.

-Que le dice el joven:

-No, señor, de ninguna manera. Si l'hi muerto tres animales, más bien yo estoy en deuda con usté.

Y que le dice el patrón:

-Yo no quiero que ningún pión salga de mi estancia con los brazos cruzados223. Así es que mañana, cuando venga la tropilla, elija un potro, el que más le guste y se lo lleva.

El patrón se jue. El joven más tarde se jue al corral. En el corral 'staba un potrito chuñusco224, el pelito ardido, flaco. Lo que lo está mirando él, que habla el potrío y que le dice:

-Mirá -que le dice-, mañana, lo que vengan los potros, se va a venir la tropía, y tu patrón va a estar acá. Te va a obligar a elegir un potro de los negros, pero vos no elijás ninguno, elegime a mí. Porque eso que te dice que elijás un potro, eso es para tu muerte. Vos estás trabajando aquí con el diablo y los potros todos son diablos. Así es que vos no llevís ninguno porque te vas a ver perdido. Elegime a mí.

-Bueno -que le dice el joven.

  —475→  

Al otro día temprano viene la tropía, y el patrón también, que llegó al corral. 'Taba en las casas, que no había salido nada.

-Bueno -que le dice el patrón-, elija el potro que más le guste.

La tropía tenía potros muy bonitos. Todos eran negros retintos. Que el joven empezó las vueltas. Iba y venía y no le gustaba ninguno de los potros negros.

-Bueno, señor me quedo con éste -que dice.

-Era el potrío chuñusco, y que el patrón le decía que cómo iba a elegir ese animal tan fiero.

-Sí, señor, me quedo con éste no más.

-Pero, amigo -que le dice-, qué se va a quedar con esa basura. Bueno, mire, yo no quiero que mi pión salga de mi estancia con esa basura. Mañana van a llegar otros potros mejores, y áhi elige.

Y agarró y salió y lo hizo al joven que se juera con él para las casas.

Va el joven ande 'taba el potrío y que le dice:

-Mañana van a venir potros inmejorables, pero eso que te dice que esperís hasta mañana, es porque él mismo va a venir para comerte. El patrón mismo va a venir hecho un cojudo grande. Va a venir largando juego por boca y narices. Mandate hacer una espada que corte un pelo en el aire. Mañana te escondís al lau de la puerta, que no te vaya a ver. Va a llegar buscandoté. Cuantito asome en la puerta vos le cortás en el aire la cabeza. Es la única forma que te vas a salvar.

En seguida jue el joven y se hizo hacer l'espada. Al otro día tempranito jue y se escondió al lau de la puerta. En seguida que sintió el ruido que venía, el tropel no más. Ya se escondió. Y ya que vio venir una tropía de animales muy lindos, y adelante venía un cojudo lindísimo, que echaba juego por la boca y narices. Que llegó a la puerta del corral buscando para todos lados, y que apena asomó áhi no más el joven le asentó l'espada y le cortó la cabeza y lo mató. Entonce la tropía pegó la   —476→   vuelta, y disparó la madrina, y la tropa di atrás. Entonce que si arrima el potrío y le dice:

-Si a los tres relinchos que yo dé, no vuelve la tropía, estamos perdidos.

Dio un relincho el potrío, y se sintió lejos, el cencerro, pero la tropa no volvía. En seguida dio otro relincho y se sentía más lejo el cencerro. Dio otro relincho, el último que iba a dar, y más lejo se sentía el cencerro. Y después no se sintió más. Se jue la tropilla.

-Bueno -que dice el potrío- si los quedamos acá 'tamos perdido. Subí y vamos.

Montó en el potrío y se jue. Siguieron viaje. Lo que van por allá, que ve el joven a la oría del camino, una pluma verde, muy bonita, que brillaba. Entonce éste paró el potrío y se jue a bajarse para recoger la pluma. Entonce que le dice el potrío:

-No alcís esa pluma verde porque si la alzás te vas a ver perdido. Entonce que le contesta:

-¡Qué sabís, animal bruto! -que le dice.

Y jue y alzó la pluma verde y se la colocó en el sombrero. Y siguió viaje. En lo que va por allá, va pasando por el camino cerca del palacio del Rey. Y el Rey había mandado a un negro a buscar leña en el carro. El negro lo ve a éste que va con la pluma verde, tan bonita. Entonce el negro deja el carro áhi no más y se va corriendo al palacio y que le dice al Rey, el negro:

-Mi amito, por allá va un joven y lleva en el sombrero una pluma verde tan bonita, que nunca hi visto.

Y que le dice el Rey:

-Andá decile al joven ése que venga.

Se va el negro y que lo alcanza al joven y que le dice:

-Vea, joven, manda a decir mi amito que le diga que vaya.

-Bueno, negro, decile que voy a ir -que le dice el joven.

Y que se va, y que por áhi dice:

-Pucha, qué 'stará por hacer el Rey conmigo. ¿Me estará por cortar la cabeza?

Y que le dice el potro:

-¿No te dije yo que por causa de esa pluma verde t'ibas a ver perdido?

  —477→  

Dejó el caballo lo que llegó, y se jue di a pie al palacio del Rey. Que llega y le dice al Rey:

-Acá vengo, cumpliendo la orden que me ha hecho dar.

-Sí -que le dice-, lo hi hecho llamar para preguntarle ate dónde ha sacado esa pluma verde.

-La hi encontrado por el camino -que dice.

Y que le dice el Rey:

-Bueno, así como ha tenido l'habilidá di alzar esa pluma verde, ahora va a tener l'habilidá de tráime el pájaro dueño d'esa pluma, y sinó, le corto la cabeza... palabra de Rey no puede faltar.

Se va, éste, llorando, y que le dice el potrío:

-¿Y pórque llorás?

-Y cómo no voy a llorar -que dice- si el Rey mi ha dicho que así como hi teníu l'habilidá di alzar la pluma verde tengo que tener l'habilidá de tráir el pájaro dueño de la pluma, y que sinó me va a cortar la cabeza.

Y que le dice el potrío:

-¿No te dije yo, que t'ibas a ver perdido?

Él que se quedó callado.

-Bueno -que le dice el potrío-, no se te dé cuidado. Mirá, andá decile al Rey que te dé una jaula muy segura, de fierro, un potrío225 de vino, un pan y mantención para vos.

Éste jue y le pidió todo esto al Rey. Y el Rey le proporcionó todo.

Se vino a ver al potrío, y le dice:

-Bueno, subí y vamos.

Se jueron y llegaron a una montaña que había, de árboles espesos. Entonce entraron. Y que en medio de la montaña había un desplayado, y que el potrío le dice:

-Mirá, poné áhi el potrío de vino y el pan, porque aquí -que dice- es ande sabe venir el pájaro. Y vos escondete en la   —478→   jaula. El pájaro va a venir y va a empezar a tomar vino y a comer pan. Va a empezar a gritar y a cantar. Y entonce ya se va a quedar dormido, y va a quedar con los ojos abiertos, dormidazo. Entonce vos vas y lu echás a la jaula. Cuando 'tá con los ojos cerrados 'tá despierto y cuando 'tá con los ojos abiertos 'tá dormido.

Y bueno. Se escondió en la jaula. Y en seguida no más vino el pájaro. Que brillaban sus plumas verdes, más que el sol. Empezó a tomar vino y a comer pan. Gritaba y cantaba. Y ya se juntaron muchísimos pájaros. Ya cuando se cansó de gritar, se quedó dormidazo, con los ojos abiertos. Entonce vino el joven, lo cazó y lo puso adentro de la jaula. Áhi que gritaba, que lo hablaba y le decía que lo largara. Pero el joven lo llevó no más al palacio del Rey, y que le dice al Rey:

-Aquí tiene el pájaro...

-Muy bien, amigo -que le dice el Rey.

Y se jue, el joven, ande 'staba el potrío. En seguida que lo manda a llamar, y que le dice el Rey:

-Mire, amigo, así como usté ha tenido la habilidá de alzar la pluma verde y de tráir el pájaro dueño de la pluma, va a tener la habilidá de trairla a m'hija que me la llevaron, ahora años, los moros. Palabra de Rey no puede faltar. Si usté no me trái m'hija li hago cortar la cabeza.

El joven se jue llorando, otra vez ande 'staba el potrío, y éste que le dice:

-¿Y porque llorás? -que le dice.

-Cómo no voy a llorar, si mi ha dicho el Rey que tengo que tráile l'hija que li han llevado los moros, ahora años.

-¿Has visto lo que te dije, que si alzabas la pluma verde t'ibas a ver perdido? Bueno, no se te dé cuidado. Andá ande 'tá el Rey y pedile mantención para vos.

Y jue, y el Rey l'hizo dar en seguida mantención. Subió en el potrío y se jueron.

Anduvieron mucho y llegaron a la mar. El potrío pasó nadando la mar. L'hija del Rey 'staba al otro lau de la mar. Y al fin llegaron cerca del lugar ande 'staban los moros. Y que le dice el potrío:

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-Mirá, ahora los moros están dormidos. Han estau de farra y se han quedado dormidos. A la niña hija del Rey l'han sacau a tomar sol. Vamos a pasar a la furia por donde ella está. Vos la agarrás a la niña de las chapecas226, la sentás en l'anca mía y disparás.

Entonce que llegan. Los moros 'taban dormidazos y la niña 'taba sentada, tomando sol. Hizo, el joven, una pasada, l'agarró a la niña de las chapecas, la sentó y disparó. Apenas salieron, los moros se dispertaron, pero ni los alcanzaron a ver. El potrío corría como el viento. Pasaron la mar y se jueron al palacio del Rey.

-Aquí tiene, señor, su hija -que le dice.

Que el Rey se puso tan contento que no sabía qué hacer di alegría. El joven se jue para donde 'staba el potrío.

En seguida, al otro día, que lo volvió a hacer llamar con el negro -que este negro era el que lo aconsejaba al Rey en contra del joven. Que viene, y que le dice el Rey:

-Vea, amigo, lu hi hecho llamar otra vez porque así como tuvo l'habilidá de alzar la pluma verde, de tráir el pájaro dueño de la pluma y de tráir m'hija, que la llevaron los moros, va, ahora, a tener l'habilidá de tráir el anillo que se le cayó a m'hija en la mar cuando la llevaron los moros. Palabra de Rey no puede faltar. Le hago cortar a cabeza si no trái el anillo.

El joven se jue llorando, más triste que la noche, ande 'taba el potrío.

-¿Porque llorás? -le dice el potrío.

-Cómo no voy a llorar -que dice- si el Rey me manda tráir el anillo que la niña perdió en la mar, cuando la llevaron los moros. ¡Cuándo se lo voy a tráir!

-¿Has visto lo que te dije yo, que nu alzaras la pluma verde porque t'ibas a ver perdido? Bueno, pero no se te dé cuidau. Es medio trabajoso, pero vamos a hacer lo posible. Andá ande 'tá el Rey y pedile una sábana sin pecar y un cuchío sin pecar. Y vení y vamos.

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Se jue el joven, ande 'taba el Rey y le pidió la sábana y el cuchío sin pecar. Se los dio el Rey y se jueron a la mar. Llegaron a la mar y que le dice el potrío:

-Miró, acá es ande se ha caído el anío. Pero ahora vos vas a tener que matarme a mí.

-No, no, no te mato -le decía el joven, no quería por nada.

-No -que le dice-, no tengás miedo. Vos tenís que degollarme y tenís que cortarme coyuntura por coyuntura y recogerme toda la sangre. No me vas a dejar derramar ni una sola gotita de sangre. En la sábana, me vas a envolver bien envuelto y me vas a tirar a la mar. Yo voy a dar tres borbollones para arriba. Si los borbollones, los tres, son claritos, 'tamos bien, pero si los borbollones son turbios, tirate a la mar porque 'tamos perdidos.

Bueno. El joven lloraba y no quería degollarlo, pero al fin agarró y lo degolló, siempre llorando. Hizo todo como le dijo, lo envolvió en la sábana y lo tiró a la mar. En seguida hizo un borbollón turbio, luego otro. Ése era más clarito. Y en seguida hizo otro. Ése ya fue clarito, cristalino, y junto con ése salió el potrío, unido todo, con el anío en la punta de l'oreja. Y que le dice al joven:

-Aquí tenís el anillo. A causa de que 'stás llorando me has dejado derramar una gotita de sangre, por eso hi teníu tanto trabajo.

Y ya se volvieron al palacio y que le llevó el joven el anío al Rey. Y se jue ande 'staba el potrío.

Al día siguiente lo volvió a hacer llamar al joven y que le dice:

-Lu hi mandau a llamar para decirle que así como ha tenido l'habilidá di alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la pluma, de trair la niña que llevaron los moros y de trair el anío que perdió en la mar, va a tener l'habilidá de morir, porque usté ha de ser brujo. Mañana lo vamos a matar, palabra de Rey no puede faltar.

Entonce el joven se va llorando ande 'staba el potrío.

-¿Por qué llorás? -que le dice el potrío.

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-Cómo no voy a llorar si el Rey mi ha dicho que así como hi teníu l'habilidá de alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la pluma, de trair la niña que se llevaron los moros y de trair el anío que se le cayó a la niña en la mar, que tengo que tener l'habilidá de morir. Que mañana me van a matar, porque yo debo ser brujo.

-¡Ah! -que le dice el potrío-, ¿no te dije que no alzaras la pluma verde? Pero no se te dé cuidado. La negra, mujer del negro del Rey, es la que le hace hacer todo, para que murás, porque es bruja. Andá ande 'tá el Rey y decile que te dé una sábana sin pecar. Mañana me vas a hacer dar una carrera di una legua. Si yo sudo clarito 'tamos bien, pero si yo sudo turbio 'stamos perdidos. Me secás bien con la sábana, te envolvís y te tirás al horno, porque te van a quemar en el horno.

Y así jue y lo hizo. Le pidió al Rey una sábana sin pecar. Al otro día l'hizo dar al potrío una carrera di una legua. El potrío sudó un sudor cristalino. Que 'staba bañado de sudor. Lo secó con la sábana, y la sábana quedó remojadita. Ya tenía el horno caliente, colorau, que parecía brasa. Se envolvió en la sábana, y áhi no más el negro del Rey lu echó al horno y le cerró la puerta.

Al otro día tempranito se va la negra a ver cómo había quedau el joven quemado y de repente pega un grito. Si güen mozo había síu ante, más güen mozo 'taba ahora y más joven. Y áhi no más se jue ande 'taba el Rey, y le dice:

-Mi amito, mi amito, el joven 'ta más güen mozo y más joven qui ante, en el horno.

-Pero ¡no digás! -que le dice el Rey, y que va a ver.

-Bueno, ¡salga amigo! -que le dice el Rey.

Ya salió el joven y se jue ande 'staba el potrío. Ya los dos 'staban muy contentos porque al fin si habían salvado.

Y entonce que todos 'taban almirados, lo que el joven había salido tan favorecido, y que la negra le dice:

-Mi amito, ¿por qué no le pide el caballo al joven, y hace lo mismo qu'él y se tira al horno?

-¡Sabís, negra, que tenís razón! -que dice el Rey.

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Áhi no más lo mandó a llamar al joven, y que le dice:

-Mire, joven -que le dice el Rey-, lu hi hecho llamar para que me preste el caballo.

-¡Cómo no! -que dice el joven.

Y entonce el Rey mandó que calentaran el horno y l'echaran al doble de leña. Y mandó que le trajieran una sábana sin pecar. Subió en el potrío y corrió más di una legua. Volvió al palacio y el potrío había sudau turbio. El sudor era barro no más. Y mandó a trair la sábana y lo secó. Que la sábana había quedau embarrada. Y que se envolvió y s'hizo echar al horno y le cerraron la puerta.

Ya al otro día que le dice la negra a la niña:

-¡Vamos a ver cómo 'tará el amito de güen mozo!

Y llegan y lo mira la negra y 'taban los carboncitos, no más, y áhi pega el grito:

-¡Señorita, señorita, mi amito 'tá los carboncitos no más!

Y ya la niña afligida no sabía qué hacer, y le pidió al joven que se quedara en el palacio. Y él se quedó. Y viene la niña y s'enamora del joven y se casaron y quedaron dueños de todo lo que tenía el Rey.

A los tres días se le presentó el potrío al joven y que le dice qu'él había sido un ángel y que había venido a salvarlo y a sacarlo de la positú227 ande se encontraba, entre diablos, y que ahora como ya lo había salvado y él quedaba bien, él s'iba. El joven lloraba, pero el potrío s'hizo una palomita y se voló.

Y el joven quedó con la niña, casado, y hecho Rey viviendo muy felices, y yo me vine para acá, a contar el cuento.

Gilberto Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.



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1061. El caballo overo

SAN LUIS

Era un viejo que tenía un hijo que le llamaban el Chiquillo. Bué... Era muy pobre. Un día supo el Chiquío que en una estancia regalaban un caballo a todos los pobres. Dijo el Chiquío al padre que iba a pedir un caballo. El padre lo dejó que fuera. Había una legua. Cuando iba por el camino el Chiquío encontró un hombre muerto. El Chiquío se volvió para las casas y sin decirle nada al padre, agarró una pala y la llevó y enterró el finau.

Se fue a la estancia el Chiquío y pidió un caballo, y le contestó el patrón que en el corral había quinientos caballos y que fuera y eligiera uno. Bué... Él fue y vio que había un overo echado, muy flaco. Le dio lástima. Lo levantó de las orejas y lo llevó para las casas, y le dijo el patrón que si no había un caballo mejor, que había elegido ése. El Chiquío le contestó que al que le dan no elige, y en seguida se retiró para la casa d'él.

Echó un mes y tres días para llegar a la casa d'él, con el caballo tan flaco. El padre le pegó unos azotes porque no había traído otro caballo mejor. Todos los días él tenía que levantarlo. El caballo vivía echado de flaco, y el padre lo castigaba a él por eso. Lo cual, un día el overo comenzó a trotar, y dispuso entonce el Chiquío de mandarse a cambiar228.

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A los tres días ni el Chiquío ni el overo amaneció en las casas. Galopó tres días sin parar. Cada día, el overo era más bueno. Cuando el Chiquío se acordó, 'taba en la orilla de la mar. Se bajó a darle agua y vido el Chiquío que había una bola di oro en l'agua. Y él si arrimó alzarla. Entonce el caballo lo habló al Chiquío y le dijo que no alzara eso que si lo alzaba eran perdidos. El Chiquío le dio un garrotazo al caballo en la cabeza, y le dijo que qué sabía él. Él guardó el oro en el bolsío y subió en el caballo y tomó viaje.

Jue a la casa de un Rey a pedir trabajo. Le dieron trabajo para que arara con los bueyes.

Al otro día muy temprano, el Chiquío ató los bueyes y se fue a arar. Una hija del Rey le hurgó la ropa que había dejado y le sacó el oro y se lo llevó al Rey, y de mala, le dijo que el Chiquío había dicho que él sabía ánde había una planta de oro, y que él podía traerla. El Rey se puso muy contento y cuando volvió de arar lo llamó al Chiquío y le dijo que tenía que traerle la planta de oro. Pero el Chiquío le dijo que él no sabía ánde había eso.

Entonce el Rey, enojado, creyendo que el Chiquío no quería obedecer, le dijo: palabra de Rey no puede faltar, y le ordenó que al otro día tenía que traerle la planta de oro a la casa y sinó que le mandaba a degollar.

El Chiquío se fue llorando ande 'staba su caballo y le dijo lo que le pasaba. El overo le dijo que si no se acordaba del garrotazo que él le dio porque le dijo que no alzara eso.

-Cierto -le dijo el Chiquío.

Le dijo el overo:

-De ésta lo voy a salvar, pero de otra no. Pídale al Rey una pala y una cadena sin pecar, y suba en mí y cierre los ojos.

Y así lo hizo el Chiquío. Al otro día trajo la pala y la cadena, subió a caballo y cerró los ojos. Entonce le dijo el caballo al Chiquío:

Diga; cada paso cuarenta leguas.

El Chiquío dijo cada paso cuarenta leguas. Y cuando quiso acordar abrió los ojos y ya estaba en la oría del mar, a la par   —485→   de una planta de oro. Áhi no más se bajó y se puso a trabajar con la pala. Pero la planta era muy grande, trabajó hasta la noche y no la podía arrancar. Ató su caballo a ver si el caballo la arrancaba. Le pegó una estirada y el overo ni la movió. Entonce le dijo el caballo:

Si no la sacamos de otra güelta somas perdidas.

Siguió trabajando el Chiquío con la pala, y luego de un rato la volvió a atar a la planta a la cincha del overo y le pegó un grito. Y el overo pegó una estirada y la sacó de raíz. Cuando 'staba descansando, vido en la oría del agua una peineta di oro. Corrió el Chiquío y la alzó. El caballo le dijo que no la alzara, que s'iba a arrepentir. El Chiquío le dio otro garrotazo y le dijo que qué sabía él. Echó la peineta al bolsío y se volvió a las casas en el overo. Alzó por delante la planta229 y cuando quiso salir el sol al otro día, el Chiquío 'taba ya con la planta di oro en la casa del Rey. Entregó la planta y el Rey se puso muy contento. Se sacó la blusa, la asentó sobre un alambre, ató los bueyes y se jue a trabajar.

Jue entonces la hija del Rey otra vez y le hurgó la ropa y le encontró en el bolsío la peineta y se la sacó. Y le trajo la peineta al Rey y le dijo que el Chiquío se había dejado decir230 que era capaz de tráir la dueña de la peineta, que era una princesa. El Rey era viudo. Le interesó mucho la peineta y lo llamó al Chiquío cuando volvió esa noche de trabajar y le dijo que si era cierto que él se había dejado decir que era capaz de tráirle la dueña de la peineta. El Chiquío le dijo que él no había dicho eso. El Rey le dijo entonce que palabra de Rey no puede faltar, y que si no le traía la princesa, le cortaba el cogote.

Se jué llorando otra vez ande estaba el overo. Lo dejó que llorara un rato y después le dijo que iba a hacer por esa vez un imposible, porque eso era muy difícil, y que se acordara que él le había dicho que no recogiera la peineta, que s'iba arrepentir.

-Cierto -dijo el Chiquío- pero no pensaba que me iban hacer tamaño mal.

  —486→  

-Suba -le dijo el overo-, cierre los ojos y diga cada paso cuarenta leguas.

El Chiquío subió y dijo:

-Cada paso cuarenta leguas.

Cuando le dijo el overo que abra los ojos, el Chiquío se creyó que estaba junto con la niña, pero era un gran arenal. El overo le dijo:

-Mire en aquel palacio que se devisa allá, áhi vive la dueña de la peineta.

Se bajó el Chiquío y ni hallaba qué hacer. El overo le dijo:

-Revuelquesé en la arena junto conmigo, y si es güen mozo será el mejor joven de estos barrios y yo seré el mejor caballo que hay acá. Vamos a pasar por frente al palacio. La hija del Rey se va a enamorar de mí y los hará hablar para que usté le preste el caballo para que suba la princesa, un momento. Pero usted no me vaya a prestar y le dice que soy muy malo, que solamente cuando sube usted soy mansito.

Y así sucedió. El joven se levantó más güen mozo que antes y el caballo, una hermosura. Pasó el Chiquío en el overo por el frente del palacio. La Princesa que estaba en una ventana lo vido y le dijo al Rey, al padre, que áhi había un joven que andaba en un caballo muy bonito y que lu hablara para que se lo prestara un momento. El Rey lu hizo llamar al Chiquío y le dijo que le prestara el caballo para que subiera la hija d'él, un momento. El Chiquío le contestó que era muy malo el overo. El Rey tenía tres negros que eran domadores y le dijo al Chiquío que se bajara, que iba a ver si era cierto que el caballo era malo. Llamó los negros y lo subió uno y el overo se arrastró a corcoviar y lo voltió. Y así pasó con los tres. El Chiquío le dijo al Rey que si la niña quería podía andar una güelta en la plaza, que él la alzaba en las ancas. El Rey le desconfió y llamó toda la policía. Y los hizo poner en cada esquina de la plaza a varios vigilantes, no se que se juera a disparar el Chiquío con la niña.

El overo le había dicho que cuando la alzara en anca la enamorara, y que cuando la niña aceptara, le tocara la clina a él y cerrara los ojos y le dijiera, cuarenta leguas a cada paso.

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Él alzó a la niña y dio una güelta a la plaza y se arregló con la niña, y le tocó la clina al overo, y los vigilantes ni los vieron. Sintieron un silbido como si fuera una bala que pasaba en el aire, y era el overo con la niña y el joven. Al otro día temprano, Chiquío tuvo ya en la casa del Rey y le entregó la dueña de la peineta. El Rey se puso muy contento, y la quería para esposa d'él porque la niña era muy linda, pero la niña no lo quería, ella quería al que la había traído.

Entonce el rey dispuso de quemarlo al Chiquío. Lo mandó que le trajiera veinticinco cargas de leña y que las echara en un horno muy grande que había. El Chiquío trajo la leña y lo cargó al horno. Entonce le dijo el Rey al Chiquío que se preparara porque él lo iba a quemar.

El Chiquío se largó a llorar desconsoladamente y entonce sintió que en el potrero el overo relinchaba y disparaba. Entonce el Chiquío se acordó de su caballo y le dijo al Rey que lo dejara ir a despedirse de su caballo, porque a él le constaba de que lo había servido mucho. El Rey le dijo que juera y que volviera ligero.

El Chiquío se jue llorando ande 'staba el overo. El overo le dijo que no se asustara, que él l'iba a arreglar el asunto. Sacó de un vaso una boteíta con agua, el overo, y se la dio al Chiquío y le dijo que cuando el Rey le prendiera fuego al horno que le volcara el agua d'esa boteíta y que iba a quedar todo hecho ceniza, y que si el Chiquío era güen mozo, más güen mozo, iba a quedar.

Se jue a las casas y el Rey lu echó al horno y le prendió fuego y le cerró la puerta.

El Chiquío sacó la botea de agua y la echó al fuego. Y quedó hecho ceniza. Luego de dos horas, el Rey la convidó a la Princesa, dueña de la peineta, que vinieran a ver un corderito que tenía asado. Abrió la puerta del horno y vieron y se sorprendió al ver que el Chiquío estaba sentado en un sillón. Y le dijo al Rey que a él cuando lo echaban en un horno, siempre se ponía más buen mozo de lo que era, para que así lo quisieran las princesas.

Entonce el Rey le dijo que se fuera a traerle treinta cargas de leña, y lo echaran al horno para ver si se ponía güen   —488→   mozo él y lo quería la Princesa de la peineta. El Chiquío le dijo que él le aseguraba que s'iba a poner muy güen mozo si se echaba en ese horno prendido.

El Rey estaba muy contento y pensaba que s'iba a casar con la Princesa.

El Chiquío trajo la leña, la echó al horno y lo puso al Rey en el fondo del horno. Entonce el Chiquío le dijo que con tres tarros de nasta iba a quedar más güen mozo. Y se la hizo echar.

El Rey se sentó en el fondo del horno, y el Chiquío le arrimó un fósforo y le cerró la puerta. Luego de un rato, vino a verlo, y el Rey 'staba hecho ceniza. Entonce el Chiquío, quedó con la Princesa y la hija del Rey, y él, único dueño de la casa. Entonce sintió que su overo relinchaba en el potrero.

El Chiquío y la Princesa se fueron a verlo al overo. Cuando jue ande 'staba el overo, le dijo el overo, que si se acordaba cuando jue a la estancia a pedir el caballo que daban a los pobres, que encontró un hombre muerto en el camino y se volvió a las casas y trajo una pala y lo enterró. Que él era esa alma, que le había venido a ayudar en la vida y a dejar esa herencia, porque él era el dueño del palacio y de la Princesa, y también de la hija del Rey. Qu'él podía casarse con la que quisiera, y qu'él tenía que irse. Entonce el Chiquío le dijo que si era por la dueña de la peineta y por el palacio, q'él no tenía ningún interés, que él dejaba todo y s'iba con el overo. Entonce le dijo el overo que eso no podía ser, que se quedara tranquilo, que él era un alma, y que tenía que irse al otro mundo. Y le dijo adiós al Chiquío y se hizo una palomita y se voló.

El Chiquío se casó con la Princesa de la peineta y vivió feliz y muy rico en el palacio del Rey. La hija del Rey se casó con otro Rey vecino. Nada más.

José Chaves, 26 años. San Martín. San Luis, 1945.

Campesino de la zona rural de este pueblo.

Figura en el cuento el motivo del muerto agradecido.