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D. Miguel de Velasco y Avendaño

Cuyos apellidos aparecen muchas veces invertidos, fue hijo de Martín Ruiz y de doña Isabel de Velasco1076 y nació en 15251077. Pasó al Perú con don Pedro de la Gasca, con quien intimó tanto, a su decir, que «dormía en su cámara con los deudos y amigos que a la sazón tenía en aquel reino»1078. Durante la campaña contra Gonzalo Pizarro fue de los primeros que, en unión de su cuñado el mariscal Alonso de Alvarado, que tenía el mando del ejército Real, bajaron al valle de Xaquixaguana a reconocer el sitio de los enemigos; tomó parte en la batalla allí librada y fue uno de los que prendieron a Pizarro y le tuvieron en guarda hasta que le degollaron. La Gasca le señaló un repartimiento de los buenos que había en Charcas, «y me dejó de darle, refiere el mismo Velasco, por respeto que don Antonio de Ribera, como tutor y curador de doña Francisca Pizarro, hija del marqués don Francisco Pizarro, concertó y trató casamiento conmigo, con la dicha doña Francisca, y después no hubo efecto por cosas que hubo de por medio»1079.

Sin novia y sin repartimiento, visto que «no le quedaba suerte» allí, resolvió salir de ese país. Por fortuna, había conocido durante aquella campaña a Pedro de Valdivia, gobernador de Chile, y tanto, que llegaron a ser grandes amigos1080. Sabedor,   —317→   pues, éste, de que Velasco se hallaba sin recompensa de sus servicios en el Perú, le escribió invitándole para que se fuese a su lado1081. Resolvió, en vista de esto, agregarse a la expedición que Francisco de Villagra preparaba allí; aviose en Chuquisaca (o la Plata) de las cosas que necesitaba, comprando «armas y caballos y acémilas y negros y criados», hasta adeudarse en más de tres mil pesos de oro, para partir en compañía de aquel capitán y hallarse así con él en el descubrimiento de la provincia de Esteco; pasó a las de Tucumán, a la de Comechingones y a la de Cuyo «y al descubrimiento de lo de César», de donde salieron «con gran necesidad», regresando a Cuyo para reformarse, según frase consagrada entonces. Esa campaña había durado dos años; los sufrimientos y aventuras ocurridos fueron extraordinarios y las pérdidas de caballos y esclavos inevitables. Por fin, adelantándose al grueso de la columna expedicionaria, Velasco fue descubriendo camino por la cordillera, cubierta por la nieve todavía, y a fines de octubre de 1551 llegaba a Santiago. Aquí se encontró ya con carta del Gobernador en la que le encargaba se fuese e reunir con él; detúvose, en consecuencia, apenas diez días y se encaminó al sur, para encontrarle en el valle de Mariquina, cercano a la ciudad de Valdivia. Deseoso de favorecerle, conforme a lo que le había ofrecido, Valdivia, cuando aún se hallaba en aquellos sitios, procedió a extenderle su nombramiento de alguacil mayor de la gobernación1082. Asistió a la fundación de aquella ciudad, pero luego después se avencindó en la de la Imperial, donde le cupo estar sitiado durante más de un año después que los indios mataron a su amigo el Gobernador. En cumplimiento de órdenes de la Real Audiencia de Lima, hubo de ir a la repoblación de Villarrica con deudos y amigos suyos; protegió cuanto le fue posible a los indios fieles de aquellas vecindades y dio la vuelta a la Imperial.

Allí se hallaba todavía cuando arribó a Penco don García Hurtado de Mendoza, con quien se fue a juntar a orillas del Biobío. Desde ese momento datan sus relaciones con Ercilla, que, llamado a declarar sobre este último suceso, expuso lo siguiente: «que vio al tiempo quel dicho don Miguel de Velasco se juntó, con la gente de la ciudad Imperial, con el dicho gobernador don García de Mendoza en el río de Biobío, que es en las dichas provincias de Chilli, el cual venía bien aderezado de armas y caballos, con buena casa, sustentando en su casa e mesa larga muchos soldados, e que vio que para el dicho sustento traía ganados e otros mantenimientos, de los cuales repartió con parte de la gente que traía el dicho Gobernador: e vio que el dicho don Miguel sirvió muy bien a S. M., hallándose en todas las guazábaras e otras cosas que se ofrecían en la dicha guerra e pacificación hasta llegar a Cañete, e vio que de una guazábara salió el dicho don Miguel herido en el rostro por los dichos naturales, e que ansimismo vio que se halló en la población de la dicha ciudad de Cañete»1083.

Hemos querido reproducir íntegro este fragmento de la declaración de nuestro poeta, tanto por ser suya, como porque nos ahorrará comprobar con más detalles la participación que atribuye a Velasco en La Araucana en las batallas de Biobío y Millarapue. Alguna más le cupo en aquella campaña y, por cierto, al lado de Ercilla y   —318→   de la cual hemos hecho ya mención al tratar en la biografía del poeta de aquel socorro de ganados que se en vio a buscar a la Imperial y que tan a pique de perderse estuvo junto con los españoles que lo conducían, en la quebrada de Purén en su viaje de regreso a Cañete. Se recordará también que partió de allí con don García y su campo para visitar los pueblos de la Imperial, Villarrica y Valdivia y seguir luego su jornada hacia el estrecho de Magallanes, y que, apenas llegado al primero, se tuvo noticia de que los indígenas, al ver divididas las fuerzas españolas, proyectaban una sublevación general y que, a tal causa, hubo don García de despacharle desde allí a cargo de un destacamento de treinta hombres, entre los que se contaba Ercilla, para que partiese en el acto en auxilio de Cañete, habiendo llegado tan oportunamente a su destino, que desmontados esos jinetes un día de los primeros de febrero de 1558, al ponerse el sol, al siguiente venían los indios a atacar el fuerte. Derrotados éstos, o mejor dicho, hechos pedazos en su intento, por la traición de uno de los suyos, uno o dos días más tarde, Velasco emprendía la vuelta a la Imperial, y como no encontrase ya allí a don García, fue a alcanzarle a Villarrica, de donde le mandó se encaminase a Concepción, señalándole allí su vecindad y una encomienda de indios.

Vuelto don García de su expedición al sur, se encargó de la pacificación de las regiones de Tucapel y Arauco, confiándole el mando de 40 soldados; acompañole después a ésta última, tocándole hallarse en el acometer de un fuerte de los indios que tenían hecho en el camino, desmontándose del caballo para poder asaltarle; quedose en el asiento de aquel nombre hasta que la comarca estuvo de paz; levantó, enseguida, una casa fuerte en Angol y se volvió, al cabo de hecho todo esto, a Concepción1084, donde sirvió el cargo de alcalde en 1559.

Pocos meses más tarde, en marzo de 1560 le hallamos en Lima1085 y allí tuvo ocasión de encontrarse de nuevo con Ercilla. Rindió entonces una información para acreditar sus servicios, a fin de obtener que se le hiciese «la merced que [V. M.], escribía al monarca aquella Real Audiencia, hizo a don Martín de Avendaño, su hermano, difunto, a cumplimiento a quince mill pesos de renta en las dichas provincias de Chilli, y el alguacilazgo mayor dellas, como se lo proveyó el dicho gobernador don Pedro de Valdivia, por loadlas de su vida y para sus herederos. V. M. le hará la merced que fuere servido mandarle hacer, la cual cabrá bien en su persona»1086. Y en vista de todo eso, obtuvo que se le pagasen por lo menos sus salarios insolutos1087.

Debe de haber tardado poco en regresar a Chile, y lo hizo trayendo algún socorro de «gente y otras cosas», porque al año siguiente (1561) Francisco de Villagra le   —319→   nombró corregidor y justicia mayor de Angol, donde, quizás desde esos días, hubo de avecindarse. Su actuación en la guerra araucana es tan activa y acentuada desde que la Real Audiencia le eligió capitán y justicia mayor del reino, que hubiéramos de ocupar muchas páginas en relatar los hechos militares en que tomó parte, asunto propiamente de la historia general1088.

Aparte de estas generalidades, diremos que el gobernador don Melchor Bravo de Saravia le despachó segunda vez al Perú en busca de socorros1089, «pasando grandes trabajos, así en hacer la dicha gente, como en la navegación [...], y siéndome los tiempos contrarios, me fue necesario ir sesenta leguas a pie con toda la gente [...] por tierras muy faltas de agua y bastimentos y todo despoblado [...]»1090. De regreso en Chile, siguió sirviendo con el mismo cargo de general del ejército, andando en compañía, del Presidente todo el tiempo que duró la guerra, «que, mientras lo tuve, decía, jamás gocé de ningún salario, ni se me dio otro aprovechamiento sino servir a V. A. a mi costa y misión [...]». Y para colmo de tan precaria situación de fortuna, habría podido agregar que los indios de repartimiento que Francisco de Villagra le había señalado en Voquilemu, después de moverle sobre ellos litigio Francisco de Ulloa, muerto éste, y con pretexto de que estaban vacos, Rodrigo de Quiroga se los quitó para dárselos a su yerno Martín Ruiz de Gamboa, como había hecho con los de otros conquistadores; quejose de ello a España y logró obtener una real cédula para que se le hiciese justicia por la Real Audiencia que residía en Concepción1091. Y con esto se está dicho que tal justicia habría de venir tarde, mal y nunca...

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Bien poco hubo de permanecer en Chile, después de su regreso, pues por asuntos públicos y particulares suyos1092 resolvió llegar hasta España. En mayo de 1569, el Cabildo de Angol le confió su poder para que gestionase ciertos asuntos en la corte, y en llegando a Lima, a pesar de desear proseguir sin demora su viaje, le detuvo el virrey don Francisco de Toledo, tanto, que en abril del año siguiente aún no podía partir1093. No sabríamos decir cuando llegó por fin a Madrid, pero sí, que allí recibió copia de un poder que le enviaba el Cabildo de Concepción, de que era entonces alcalde Pedro Pantoja, datada en 10 de enero de 1574, para que pareciese ante el Rey, y que Velasco lo sustituyó en aquella ciudad el 8 de diciembre del año inmediato siguiente. Su presencia en la corte y sus gestiones personales, aunque proseguidas durante largo tiempo, le dieron esa vez resultado, pues sus pretensiones fueron atendidas y el monarca le concedió el repartimiento de Jauja en el Perú.

De regreso en Lima, hallándose todavía «en dispusición de poder vivir muchos años, porque andaba levantado», se casó el 31 de diciembre de 1577 con María Manrique de la Vega, habiendo fallecido diecisiete días más tarde.

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Avendaño dejó una hija natural llamada Ana de Velasco y Avendaño, que hubo en una india de Tabolebo de nombre Isabel. Después del fallecimiento de Avendaño la metieron en el monasterio de la Caridad de Lima, pero por ser rica y única heredera, el virrey don Francisco de Toledo la casó con Juan Calderón de Vargas, corregidor que fue de Tarauma y Chichacocha.




D. Pedro de Velasco y Avendaño

Nació en 15291094, y pasó a Chile, casi seguramente, con don Miguel, su hermano. Hallábase de guarnición en el fuerte de Purén cuando Juan Gómez y sus trece compañeros partieron de allí el 25 de diciembre de 1553 a la cita que les había dado Valdivia para que se reuniesen con él; Avendaño quedó como jefe del resto de la gente1095, y, sabida la muerte del Gobernador, «recibieron grande espanto de temor e a la hora dejaron e desmampararon la casa»1096; pero, informado de que Gómez no había parecido, como se decía, volvió del camino en su busca con otros seis de a caballo y lograron encontrarle1097. Llegado a la Imperial, permaneció cercado en esa ciudad por los indios más de un año, y cuando don García Hurtado de Mendoza salió a campaña desde el fuerte de Penco, fue a reunírsele, junto con su hermano don Miguel y la demás gente de allí convocada, a orillas del Biobío. Ercilla le hace figurar en la batalla de ese nombre y en la de Millarapue, hechos, sin duda exactos, pero que nos hallamos imposibilitados de justificar con los documentos.

Hurtado de Mendoza le despachó al mando de cuarenta soldados de a caballo, refiere un historiador contemporáneo suyo, «que anduviesen en la comarca de Cañete asentando los indios que estaban poblados en la sierra y castigando a los de guerra. Era don Pedro hombre cruel con los indios; recibía gran contento en matallos y él mesmo con su espada los hacía pedazos, de que le tenían gran temor en toda la provincia»1098. Fue vecino de los Infantes y encomendero de Purén, donde pereció, en unión de Enrique de Flandes y Pedro Paguete, en una emboscada que le tendieron sus propios indios, el 18 de junio de 15611099. He aquí como refiere el hecho el cronista que acabamos de citar: «[...] Los indios de Purén estaban conjurados y tenían determinado de matar al capitán don Pedro de Avendaño, para el cual efeto acordaron de venille a servir en las cosas qué él mandase. Don Pedro les mandó hacer la sementera   —322→   de trigo, y que algunos de ellos se ocupasen en cortar tablas para una casa que quería hacer. Estando con tres amigos españoles en las casas de los indios, vinieron un día al poco más de medio día con las tablas. Don Pedro estaba durmiendo cuando los indios llegaron; al ruido se levantó a ver lo que era. Los indios descargaron las tablas que traían a los hombros; mostrando venían cansados, le preguntaron si eran buenas. Don Pedro se abajó a ver el grueso que tenían. Un indio, que para ello estaba apercebido, con una hacha que tenía en las manos, en bajándose, le dio un golpe en la cabeza, y, tras de aquél, otro, y dando una grande grita, dieron en los otros que con él estaban, e saliendo a ellos, los mataron todos. Un criado que don Pedro allí tenía, mancebo, valiente hombre, llamado Pedro Paguete, vizcaíno, que muchas veces se había visto en la guerra con indios, andaba cavando para sembrar; como sintió la revuelta, entendiendo lo que era, quiso huir; no le dieron lugar, porque los indios lo cercaron. Peleó valientemente con todos ellos; mató muchos; mas, como era solo y no tuvo socorro y los enemigos muchos, lo mataron»1100.




Juan Velázquez

De un Velázquez que combatió en Millarapue habla el poeta: alusión que debe rezar con Juan Velázquez, con preferencia a Miguel, pues aunque ambos se hallaban por ese entonces en Chile, de este último apenas si se recuerda su nombre en algún documento1101, todavía, con la circunstancia de que el orden de los sucesos en que se le ve aparecer indica que hubo dos que lo llevaron, dificultando así por extremo el saber a cuál de ellos toca la referencia del poema. Por ejemplo: de un Velázquez consta que se hallaba en Santiago entre los años de 1 552-15581102; y con más precisión, de Juan Velázquez, que fue uno de los soldados a quienes socorrió Francisco de Villagra en esta ciudad para que le acompañase en la jornada que emprendió a la Imperial en principios de noviembre de 15541103.

Con vista de este antecedente y cuando sabemos que no hay margen para suponer que hubiera podido después de eso efectuar viaje al Perú, es de creer, pues, que no sea ese soldado el mismo Juan Velázquez que llegó a la Serena en principios de octubre de 1556, trayendo por tierra desde Lima cartas y despachos del virrey don   —323→   Andrés Hurtado de Mendoza con la noticia de haber nombrado a su hijo don García gobernador de Chile1104.

El Juan Velázquez, correo de gabinete, era deudo de don Pedro, de la Gasca1105, y no sería, portante aventurado suponer que le hubiese acompañado en su viaje de España al Perú en 1547; y que él o su homónimo figuró luego después en el ejército del nuevo Gobernador de Chile, ya sea incorporándose a él en la Serena o entre los soldados que desde Santiago llegaron a reunírsele en el fuerte de Penco, puede establecerse por el hecho de que su nombre figure entre los que fueron curados por el boticario Hernán Pérez1106; y, a la vez, que en 1557 fue despachado a Lima por su jefe con carta para el Virrey en que le anunciaba sus éxitos en la campaña araucana1107.

Diremos, por fin, que en 1562 fue despojado por Francisco de Villagra de la encomienda que poseía en Osorno un Juan Velázquez1108, y que uno de ese mismo nombre figura también en Concepción en 15691109.

Por todo esto resulta por extremo difícil establecer con mediana claridad cuál es el soldado aludido por Ercilla, y del todo imposible justificar, la presencia de él en Millarapue.




Baltasar Verdugo

La alusión que se hace en el poema a un Verdugo que se halló en la batalla de Millarapue, tanto puede convenir a Gaspar como a Baltasar:

Aquellos dos Verdugos, dos hermanos


Mellizos, más iguales en el suelo
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que Pólux y Castor allá en el cielo1110;



si bien con más probabilidad a este último1111. De familia de hidalgos y nacidos en Madrid1112, de Gaspar consta que pasó al Perú en compañía del Marqués de Cañete -y probablemente también Baltasar, y luego a Chile con don García, con quien debió hacer este último la campaña araucana toda y el viaje al descubrimiento de Ancud, para hallarse de regreso en la fundación de Osorno-, de lo que es buen antecedente el hecho de que allí se radicase como encomendero; fue regidor del Cabildo de esa ciudad en 1563, oficial Real, alcalde ordinario en 1573, en alguna ocasión caudillo de españoles contra los indígenas1113, a cuyas manos pereció años después1114.



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Gaspar de Vergara

Al hablar de Sebastián Martínez de Vergara dijimos que la referencia que hace el poeta a la presencia de un Vergara en la batalla de Millarapue podía convenir también a Gaspar de Vergara, y, siendo esto así1115, cúmplenos dar algunas noticias de su persona.

Sólo con alguna probabilidad puede señalarse la fecha de su nacimiento, pues las varias declaraciones suyas a ella tocantes dan margen para fijarla entre los años de 1508 y 15171116. Veinte o treinta contaba, pues, cuando, ya en el Perú, hizo con Alonso de Mercadillo la jornada de los Chupachos, fracasada la cual, se juntó de los primeros con Pedro de Valdivia para emprender la de Chile; durante ella, acompañó en algunas de sus excursiones a Alvar Gómez, el maestre de campo de la expedición; hubo de regresar desde el camino a Porco en comisión de su jefe, a quien volvió a reunirse en el valle de Copiapó1117, para seguirle en sus primeras exploraciones por el sur, después de fundada Santiago1118, en las batallas que libró contra los indígenas, entre ellas, la famosa de Andalién, después de su regreso del Perú, hasta asistir a la fundación de Concepción, donde tuvo el cargo de regidor del Cabildo en 1548, 1550 y 1552, y de corregidor interino en enero de 1564; y allí se hallaba cuando Valdivia salió para ir a perecer en la batalla de Tucapel; acompañó a Villagra en su derrota en Marigueñu, teniendo a consecuencia de ello que abandonar su casa entre gallos y media noche1119. Asilado en Santiago, siguió de nuevo a ese caudillo cuando se dirigió al sur a intento de repoblar a Concepción; luego, por haberse desistido de él, hasta la Imperial, donde le tocó hallarse en varias de las correrías que por esos días se hicieron a   —326→   tierras del enemigo, y enseguida hasta Angol. De regreso en Santiago, se embarcó días después para el Perú1120.

Llegado don García, fue a reunírsele en Penco1121; a su lado se halló en la primera parte de la campaña araucana, peleando en Biobío y Millarapue1122, para establecerse de nuevo como vecino de Concepción cuando fue repoblada, vecindad que abandonó por la de los Confines, donde había sido antes regidor en 1553 y 1554. Radicado allí definitivamente, le hallamos con el cargo de alcalde ordinario en 1562. Vivía aún en esa ciudad en 1567.




Francisco de Villagra

Francisco de Villagra es, por sus hechos y la actuación que tuvo, el más preclaro de los conquistadores de Chile, después de Pedro de Valdivia; es también el que en más numerosos pasajes del poema se recuerda y el que en las biografías de los demás sus compañeros hemos debido citar a cada paso; y la historia de los dos períodos en que tuvo a su cargo el gobierno está ya hecha definitivamente; nos bastará, pues, para cumplir con nuestro programa, consignar unos cuantos rasgos de su vida.

Nació en 1511; fue hijo natural de Álvaro de Sarria o Núñez de Sarria, comendador de las encomiendas de Villela y Ruydiales, de la Orden de San Juan, en el reino de León, y de Ana de Villagra, vecina de Santervás de Campos1123. En su niñez sirvió de paje al Conde de Benavente, cuya memoria conservó siempre con gran veneración, de la que dio muestra cuando habiendo nombrado a Juan Jufré su teniente en las regiones que iba a descubrir y colonizar del otro lado de los Andes, quiso que se fundase allí un pueblo que perpetuase su título; pasó enseguida, con igual carácter, a la Casa de la Marquesa de Astorga, y muy joven aún, se enroló para la expedición a Túnez, de la cual salió para dirigirse a las Indias, habiendo partido de Sanlúcar de Barrameda, en una nave mandada por Juan Sánchez de Vizcaya, el 4 de enero de   —327→   1537. Militó unos cuantos meses en Nueva Granada, según parece1124, y de allí se dirigió al Perú, donde, hallándose en el Cuzco, en el año siguiente se enroló como capitán1125 en la expedición de Pedro de Candia a los Chunchos, como tantos otros de los que después se vinieron a Chile con Pedro de Valdivia. En vista del mal giro que llevaba la empresa, Alonso de Mesa y Villagra idearon volver al Cuzco para poner en libertad a Diego de Almagro, que estaba en esa ciudad preso por Hernando Pizarro después de haberle derrotado en las Salinas (5 de abril de 1538). Denunciados por algunos de sus compañeros, Mesa fue ejecutado ahí luego, y Villagra logró salvar su vida mediante alas explicaciones que dio a Gonzalo Pizarro. Volvió entonces a la hueste de Pero Anzúrez y desbaratada ésta al cabo de cerca de un año de crueles padecimientos, Villagra se fue a juntar con Valdivia en Tarapacá, llevándole más de setenta soldados.

Retrato de Francisco de Villagra

Tomado de la Histórica relación del P. Ovalle

Fundada Santiago, fue elegido primer regidor del Cabildo en 7 de marzo de 1541 (cargo que desempeñó nuevamente en 1646 y 1547), habiéndole tocado hallarse en la defensa de la ciudad cuando fue atacada por los indios durante la ausencia de Valdivia a las provincias de los promaucaes. Fue corregidor en 1546, y un año más tarde, al partir el Gobernador para él Perú, le dejó por su teniente general, por título que le extendió en vísperas de hacerse a la vela en Valparaíso el 6 de diciembre de 1647. Desempeñaba ese cargo cuando ocurrió el intento de motín de Pero Sancho de Hoz, al cual hizo en el acto cortar la cabeza. Labrose con esto la plena confianza de Valdivia, que a su regreso del Perú le volvió a nombrar su teniente general en Santiago en 22 de junio de 1549, si bien días después (9 de julio), acaso un tanto desvanecida aquélla por los informes que se le dieron, le despachaba al Perú, entregándole 36 mil castellanos para que de allí le trajese gente, armas y caballos haciendo su jornada por el lado oriental de los Andes, autorizándole, como se dijo, para «que si le contentare aquella tierra que descubriese, la poblase [...]». En 20 de agosto, según anunciaba el presidente don Pedro de la Gasca al Consejo de Indias, llegaba a Lima, para comenzar inmediatamente a dar cumplimiento a su cometido, y emprendía su regreso por la ruta que se le había encargado siguiese, gastando en su jornada, que los españoles llamaron de Yungulo, dos años, durante la cual tuvo un encuentro con Juan Núñez de Prado en la ciudad del Barco que éste había fundado, y que por su derrota le obligó a dejarla sometida a la jurisdicción del Gobernador de Chile. Diez días después de haber arribado a Santiago con más de 180 hombres (fines de octubre de 1551) partía al sur a dar   —328→   cuenta de su misión a Valdivia, quien le confirmó nuevamente su nombramiento de teniente general y le señaló un valioso repartimiento de indios en la Imperial, donde fue regidor de su primer Cabildo.

Acompañó a Valdivia en sus campañas hasta hallarse en las fundaciones de Villarrica y Valdivia; por orden de aquél, emprendió, en fines de 1552, una expedición para que tratase de descubrir el Mar del Norte, recorriendo durante ella parte de la Patagonia y luchando a veces con los indios, hubo de dar la vuelta cuando se vio detenido por el paso de un caudaloso río. De regreso en Concepción, siguió a Valdivia, y de allí en una excursión de reconocimiento de las regiones que se extendían más al sur y que se llamaban entonces del Lago, donde se hallaba cuando emisarios enviados en su busca le fueron a avisar de la muerte que los indígenas habían dado a Valdivia en Tucapel para que acudiese a la defensa de los pueblos que se veían ya amagados. Nombrado por los Cabildos de las ciudades de Valdivia, Villarrica, Imperial, los Confines y Concepción por gobernador y capitán general, partió de esta última en busca de los indígenas, que le derrotaron, a pesar de la valentía que él y sus soldados desplegaron, en la cuesta de Marigueñu, llamada desde entonces de Vinagra. Su conducta posterior a la muerte de Valdivia le valió un largo proceso, en el cual se formularon contra él las siguientes acusaciones: «que a fin de gobernarlas dichas provincias e de se hacer gobernador, sin tener para ello licencia ni facultad, había hecho junta de gente y campo formado [...]; y que, especialmente, estando poblada la ciudad de la Concepción, por sus fines y particular interés, la despobló, por llevar consigo la gente que en ella había para la ciudad de Santiago, para se hacer recibir por fuerza por tal capitán y justicia mayor y que ansí había ido con la dicha gente a la ciudad de Santiago, a donde por fuerza violenta y conjunta de la dicha gente que para ello hizo, se había hecho recebir por tal capitán e justicia mayor, contra la voluntad de la Justicia e Regimiento de la dicha ciudad, que muchas veces se lo habían estorbado y contradicho; e que después de ansí recebido por fuerza, había ido a los oficiales de la nuestra Real Hacienda e pedídoles que le diesen y entregasen el oro que había en nuestra Caja Real, e que por no se le querer dar ni entregarlas llaves, de su propia autoridad había descerrajado la dicha nuestra real caja y della sacado todo el oro, que fue en mucha cantidad, e lo distribuyó e repartió entre la gente de guerra que consigo tenía, y dio de nuestra real hacienda ocho mill e tantos pesos de oro a los Licenciados Altamirano y de las Peñas por que diesen en su favor el parescer sobre lo que la dicha cibdad de Santiago se lo había pedido tocante al recibimiento quel dicho mariscal Francisco de Villagra les había pedido que hiciesen; e que, demás desto, sin tener poder ni facultad nuestra para dar ni repartir indios ni repartimientos vacos en la dicha gobernación, de su propia autoridad e por sus particulares fines, había dado y repartido los indios e repartimientos que había vacos e habían vacado, quitando las rentas y aprovechamientos dellos a nuestra hacienda real, e que los dichos indios que ansí encomendado había, había sido a sus amigos e valedores, para con ellos sustentar los bandos e disensiones que había e tuvo con Francisco de Aguirre, que pretendía haber sido nombrado por gobernador de las dichas provincias de Chille en el testamento del dicho Pedro de Valdivia que hizo; e que, demás desto, el dicho mariscal Francisco de Villagrán, en el dicho tiempo e antes de la muerte del dicho Gobernador, había hecho muchos malos tratamientos e prisiones e fuerzas a los naturales de las dichas provincias de Chille, por las cuales murieron mucho número de ellos, especialmente veniendo de Tucumán, de los indios que le salieron de paz había llevado en prisiones e colleras quinientos o seiscientos indios, de los cuales se le habían helado de frío en un despoblado, doscientos e tantos».

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La historia ha dado ya su fallo sobre el comportamiento de Villagra en esa tremenda crisis por que atravesó el país: ha referido con todos sus detalles las dos jornadas que hizo para intentar el socorro de las ciudades del sur, y cómo, a la vuelta de la segunda de ellas, logró desbaratar y dar muerte en Mataquito a Lautaro, el más famoso de los caudillos que los indígenas jamás tuvieron; y, finalmente de la rendida conducta que observó a la llegada de don García, nombrado por el Marqués de Cañete, su padre, para hacerse cargo del gobierno, quien luego de su arribo, le envió preso a Lima, junto con Francisco de Aguirre.

Hubo allí de defenderse de las acusaciones que le habían sido puestas, mereciendo que la Real Audiencia de aquella ciudad le absolviese de ellas por sentencia de 10 de noviembre de 1559. En 15 de febrero de 1556, ese mismo tribunal, que tenía a su cargo el gobierno, le había nombrado corregidor y justicia mayor de la gobernación. También Carlos V, en 15 de diciembre de 15541126, le despachó el título de mariscal de las provincias de Chile, y en 20 de diciembre de 1558 le eligió para gobernador propietario de Chile, y le nombró caballero de la Orden de Santiago, en la cual no pudo incorporarse por no haber sido aprobadas sus pruebas. Villagra, mientras tanto, permanecía aún en Lima, donde, sin duda, tuvo ocasión de tratarle Ercilla cuando, en calidad de preso, le envió allí también don García, y de sus labios ha debido de saber los sucesos en que le hace figurar en La Araucana.

Con vista de su nombramiento, partió para Chile el 18 de marzo de 1561 y llegó a la Serena el 5 de junio, habiendo gobernado el país hasta el 22 del mismo mes de 1563, en que falleció en Concepción.

Góngora Marmolejo refiere la muerte de Villagra del modo siguiente.

«Gobernando el reino de Chile Francisco de Villagra con tantas mohindades, viéndose tan enfermo que no podía andar por los grandes dolores que tenía de ordinario en los pies, quiso ponerse en cura, porque le fatigaban mucho, contra el parecer de los amigos que tenía, a morir o vivir lo que Dios fuese servido hacer del, encomendándose a un médico que tenía plática de dar unciones con azogue preparado con otras muchas cosas, se puso en sus manos.

El médico, llamado bachiller Bazán, lo tomó a su cargo, aderezándole un aposento que estuviese abrigado, por ser mitad de invierno, lo comenzó a curar, estando siempre este médico con él. Como las unciones le provocasen sed, estando el médico un día ausente, pidió a un criado suyo le diese una redoma; no se la queriendo dar, porque la orden que tenía era ansí, no dándosela su criado se la dio un pariente suyo, casado con una hermana de su mujer, llamado Mazo de Alderete, de la cual agua bebió todo lo que quiso. Acabado de beber, se sintió mortal, y se mandó llamar al médico que lo curaba: luego que vino, tomándole el pulso le dijo ordenase su ánima, porque el agua que había bebido le quitaba la vida: hízolo ansí, que se confesó y rescibió los sacramentos de la Iglesia. Apretándole la enfermedad, desde a poco hizo testamento, y nombró por gobernador, hasta que el Rey proveyese, a Pedro de Villagra, su general, por virtud de una provisión que tenía del Audiencia de los Reyes, en que por ella le concedía pudiese nombrar persona que estuviese en el gobierno como él propio. Este testamento se metió en la caja del Rey, y que allí se guardase, haciendo cargo a los oficiales hasta el fin de su vida. Muerto Villagra, abrieron la caja para ver a quien dejaba nombrado, que no lo había querido decir: hallaron que a Pedro de Villagra dejaba en su lugar. Luego lo recibieron en el Cabildo, y dio orden como se   —330→   enterrase en un monasterio de frailes de la Orden de San Francisco, en cuyo hábito murió, llevándole delante honradamente su estandarte y guión».



Seis meses antes había tenido el dolor de que los indios le matasen a Pedro, su hijo único legítimo, el cual había partido de Santervás en 1555.

Dícese que dejó 120 mil pesos de deudas.

«Era Villagrán, refiere un contemporáneo, de cuerpo mediano y abultado, de rostro largo y alegre, muy valiente por la persona y prudente en cosas de guerra, aunque siempre desgraciado en cualquier cosa que puso mano».



«Era, dice otro de nuestros antiguos cronistas, de mediana estatura, el rostro redondo, con mucha gravedad y autoridad, las barbas entre rubias, el color del rostro sanguino, amigo de andar bien vestido y de comer y beber: enemigo de pobres: fue bien quisto antes que fuese Gobernador, y mal quisto después que lo fue. Quejábanse del que hacía más por sus enemigos, a causa de atraellos a sí, que por sus amigos, por cuyo respeto decían era mejor para enemigo que para amigo. Fue vicioso de mujeres y mohíno en las cosas de guerra mientras que vivió: sólo en la buena muerte que tuvo fue venturoso; era amigo de lo poto que tenía guardallo; más se holgaba de rescebir que de dar».



Llamose su mujer Cándida de Montesa, la cual consta obtuvo licencia para pasar a Indias en 9 de abril de 1554 (con un hijo suyo, una criada y dos mujeres), y a quien trajo a Chile cuando vino de gobernador. Era hermana de don Agustín de Cisneros, obispo que fue de la Imperial, y falleció en octubre de 1572.

Villagra dejó tres hijos naturales: Álvaro, de edad de 14 años, alguacil mayor que fue de gobernación en 1592; a Francisco, de 12, y a Isabel de Villagra, que casó con Juan Fernández de Montoya, los cuales hubo en una señora soltera, bien nacida, de Córdoba, en ausencia de su mujer.

Firma de Francisco   de   Villagra




Gabriel de Villagra

Con todas sus letras, y por rara excepción, le nombra el poeta entre los que se distinguieron en el combate de Mataquito1127. Era hijo de Juan de Villagra y de Catalina Osorio, y primo hermano de la madre de Francisco de Villagra1128,   —331→   a quien, por su parentesco, había tenido ocasión de tratar desde que era niño1129. Como éste, era, probablemente, oriundo de Santervás de Campos1130, y había nacido en 15191131. «Caballero hijodalgo y de las personas más preeminentes» entre sus contemporáneos en Chile, se le llama en un documento de la época.

Pasó a Tierrafirme en la armada del virrey Blasco Núñez Vela, y de allí, aviado ya de armas y caballos, con Alonso de Torres a la jornada que emprendió a Veragua, en la cual se batalló rudamente con los indígenas, Durante ella hubo de suscitarse para Villagra un conflicto entre la amistad y sus deberes de leal vasallo. Antonio Vaca, íntimo amigo suyo y camarada, se amotinó contra su jefe con la mayor parte de la gente; marchaban ya los revoltosos contra la poca que le había permanecido fiel, y ambos bandos estaban a la vista el uno del otro, cuando Villagra salió a encontrar a Vaca, logrando reducirle, a condición de que se dejase aquella empresa y se regresasen todos a Tierrafirme, como lo hicieron, atravesando más de 300 leguas de tierra, en parte despobladas, en parte abriéndose camino por los montes, con la carga a cuestas, y siempre expuestos a perecer de hambre, hasta que lograron llegar al fin a Panamá. Embarcose allí Villagra para el Perú, que se hallaba entonces en plena revuelta de Gonzalo Pizarro. En Lima trató de persuadirle Francisco de Carvajal, el célebre maestre de campo de aquel caudillo, a que abrazase su partido, y negándose a ello, se salió secretamente de la ciudad, y vagando siempre, logró al cabo reunirse en Atacama con el capitán Antonio de Ulloa, que conducía una partida de soldados para Chile. Sabedor allí de que Diego Centeno había derrotado a un capitán de Pizarro y se hallaba en el Cuzco, se le fue a juntar, peleando a su lado en la batalla de Guarina (20 de octubre de 1547), en la cual le mataron el caballo de un arcabuzazo y él salió mal herido, y fue apresado enseguida. Carvajal le condenó a la horca, a cuyo pie se vio, ya confesado, logrando salvar la vida por intercesión de algunos valedores que tuvo cerca de Pizarro. Derrotado éste en Xaquixaguana, el 9 de abril de 1548, Villagra se incorporó al grupo de soldados que Pedro de Valdivia había logrado reclutar para traer a Chile. Pero su permanencia en este país fue por entonces muy breve, pues a mediados del año siguiente se regresó al Perú acompañando a su sobrino Francisco de Villagra, a quien Valdivia despachó en busca de refuerzos; diole allí título de su capitán y le comisionó para que enganchase gente en Arequipa, que en efecto logró hasta en número de 200 hombres, los cuales despachó divididos en pequeñas cuadrillas para evitar toda sospecha de revuelta cuando tan fresca estaba aún la de Pizarro, y poniéndose él a la cabeza de una de no más de doce, fue a esperar a los demás en Cotagaita, y una vez que se le reunió allí, un centenar, continuó hasta el valle de Sococha y esperó la llegada de Villagra, quien le ordenó regresar nuevamente a aquel lugar en espera de los demás, y cuando al cabo de un mes contó   —332→   con otros 90 hombres, prosiguió su camino en seguimiento de su jefe1132; continuó en calidad de su lugarteniente durante toda aquella campaña de ultracordillera, prestando en ocasiones señalados servicios, entre los cuales fue el de haberse adelantado en una de sus últimas etapas hasta el valle de Aconcagua en demanda de víveres.

Una vez llegados a Santiago, estuvo encargado de reformar, como se decía entonces, la gente, y ya convalecida y aviada, la condujo hasta la Imperial; de allí partió a la cabeza de 30 hombres para contribuir a la fundación de Villarrica, y cuando estuvo poblada, hizo una excursión al través de la cordillera en busca de ciertas minas de plata. De regreso en la Imperial, al saberse en ella la muerte de Pedro de Valdivia, el Cabildo lo despachó en busca de Francisco de Villagra que andaba recorriendo las regiones que se llamaban del Lago, hallole y le siguió hasta Valdivia, donde sin pérdida de tiempo se embarcó para ir en socorro de Concepción amenazada de los indios victoriosos en Tucapel; pero por causa de haber naufragado luego departido, hubo de regresar a aquella ciudad a tiempo que acaba de dar fondo en su puerto Francisco Ulloa con dos de las naves con que volvía de su expedición al estrecho de Magallanes, con las cuales se dirigió en el acto otra vez a Concepción.

Francisco de Villagra le dejó allí por su teniente1133 cuando partió en busca de los indios, y despoblada la ciudad después de la derrota de Marigueñu, siguió a Santiago a cargo de la vanguardia de los fugitivos, adelantándose para llevar la noticia del desastre y pedir al Cabildo que se recibiese de gobernadora aquel caudillo. Por teniente suyo quedó también en la capital cuando éste emprendió su primera jornada en socorro de la Imperial, con encargo especial de que diese cumplimiento a las reales provisiones que pudiesen llegar de Lima; pero le siguió cuando nuevamente se dirigió al sur, habiéndole cabido a su regreso hallarse en la derrota de Lautaro en Mataquito, según queda dicho, y luego hasta Valparaíso, cuando fue mandado conducir allí preso para ser embarcado con destino a Lima por orden de Hurtado de Mendoza.

Hizo con éste toda la campaña de Arauco; no consta si tuvo alguna figuración militar en tiempo del gobierno de Francisco de Villagra, que sucedió en él a don García, siendo lo más probable que permaneciese en su vecindad de la Imperial, donde se había casado en 1558 con una hija del capitán Gaspar de Villarroel1134 y poseía una encomienda de indios que le había sido concedida por Pedro de Valdivia y que en 1562 le acrecentó Francisco de Villagra, nombrándole en ese mismo año corregidor de la ciudad, cargo que sirvió hasta el de 1564.

Pedro de Villagra le comisionó para que reuniese gente en Valdivia, sin lograr que el Cabildo lo reconociese en el carácter de teniente general de que se presentó investido, «desacato que el Gobernador intentó castigar un año después, sin otro resultado que dar margen a otro mayor. En 1575 figura por última vez como alcalde ordinario [...]»1135.

Después de haber sido castigado por el Ordinario de la Imperial por ciertas palabras malsonantes1136, hallándose en esa ciudad, fue de nuevo procesado, en 1580, porque diciéndole   —333→   alguien que antes que se confesase para ganar cierto jubileo, se había de concertar con un prelado sobre cierta restitución que debía hacer a sus indios, con cólera y enojo replicó, que, a trueque de no tratar el dicho negocio, ni quería hablar al Obispo, ni ganar el jubileo, ni aún ser cristiano. Consta que habiéndose calificado estas palabras como blasfemia heretical, fue mandado parecer ante el Santo Oficio, para que sin meterlo en las cárceles secretas, se le tomara su confesión, y que, consultado el caso al Consejo1137, llegó a Lima la orden de suspender el proceso cuando el reo acababa de presentarse en el Tribunal, donde, tenida con él la primera audiencia, se le permitió regresar a Chile.

Respecto a la fecha de su muerte sólo podemos decir que había ocurrido antes del 25 de marzo de 15991138.

Thayer Ojeda, obra y lugar citados, trae la enumeración de seis de los ocho hijos que Villagra tuvo en su mujer doña Isabel Villarroel. Del que llevaba el mismo nombre de su padre hemos dado noticias en nuestro Diccionario biográfico colonial de Chile, sacadas en gran parte del título de la encomienda de indios que le concedió Vizcarra a que aludíamos.

Firma de Gabriel   de   Villagra




Juan de Villagra

Todo lo que sabemos de Juan de Villagra se reduce a que era deudo muy cercano de Francisco de Villagra1139. Por fortuna, tal falta de noticias de su persona se halla ampliamente compensada con las abundantísimas que poseemos para comprobar el aserto del poeta de haber perecido en el ataque a Lautaro en el fuerte de Mataquito1140.



  —334→  
Pedro de Villagra

Pedro de Villagra es otro de los personajes recordado en La Araucana que, como Valdivia, Hurtado de Mendoza, Francisco de Villagra y Rodrigo de Quiroga fue gobernador de Chile, y, a tal título, merecedor de un estudio histórico extenso, ajeno a la índole de estas páginas y, además, cumplidamente hecho1141.

Ercilla le nombra con elogio, diciendo que en él se encerraba


Todo lo que conviene a buen soldado,



y nos le presenta en la excursión que hizo desde Santiago para salir al encuentro de Lautaro, ya en varias de las biografías de otros soldados mencionada y acreditada con vista de los documentos, y que, por lo mismo, no tenemos para qué entrar a justificar aquí. En cuanto a su biografía, cúmplenos limitarnos a presentar un extracto de la que dimos de él en nuestro Diccionario biográfico colonial de Chile, añadiendo algún nuevo dato que nos era entonces desconocido.

Nació en 1513; fue natural de Colmenar de Arenas, hijo de Juan de Villagra, escribano de cabildo, «hombre bien nacido y de respeto»1142; pasó de España a Cartagena de Indias y luego a Santa Marta, donde militó con brillo, mereciendo que Juan de Castellanos le mencionase con elogio en más de un pasaje de su obra; y enseguida al Perú, «en hábito y estofa de caballero hijodalgo», sirviendo allí a las órdenes de Francisco Pizarro; vino a Chile con Valdivia, de quien fue maestresala, capitán y maestre de campo. Elegido, en 1547, regidor del Cabildo de Santiago, éste le dio poder, en 10 de septiembre del año siguiente, para qué se presentase al Rey en demanda de que confirmase a Pedro de Valdivia en el cargo de gobernador, y, por su falta, a Francisco de Villagra, que era tío suyo, como lo apunta Ercilla. Llegó al Perú poco después de haberse librado la batalla de Xaquixaguana, y considerando, tal vez, que ya era inoficioso el continuar su viaje a España por haber confirmado don Pedro de la Gasca en su cargo de gobernador de Chile a Valdivia, éste le proveyó nuevamente por su maestre de campo (29 de junio de 1549) y le despachó por tierra a cargo de sesenta hombres, con parte de los cuales, por haberse otros desbandado, se unió en Copiapó a los que traían Jufré y Ulloa.

De los primeros pobladores de la Imperial y su primer corregidor también, sirvió ese puesto durante cuatro años, con harto riesgo y esfuerzo, y a pesar de que Valdivia le dio una buena encomienda de indios en Tirúa, se marchó al Perú, donde consta se hallaba ya en julio de 1556, cuando después de la muerte de aquel gobernador llegó provisión de la Audiencia de Lima para que tuviesen el mando los Cabildos; allí se casó con doña Beatriz de Figueroa y Santillán, vecina del Cuzco y viuda de un rico encomendero, que le llevó en dote diez mil pesos de renta.

Cuando Francisco de Villagra fue nombrado gobernador de Chile, le extendió título de capitán y teniente general suyo (15 de marzo de 1561) y se vino trayendo a su cargo 50 hombres; y al tiempo de su muerte le designó para sucederle en el gobierno, en 22 de junio de 1563, cargo en que le confirmó el Conde de Nieva, virrey del Perú,   —335→   y después la Audiencia de aquel país, hasta que por provisión de su presidente el Licenciado Castro se le quitó el gobierno para dárselo a Rodrigo de Quiroga (18 de junio de 1565). Preso, a la vez, se le envió al Perú. Falleció en Lima el 11 de septiembre de 1677, dejando por herederos a los indios de su encomienda1143.

«Era Pedro de Villagra, dice Góngora Marmolejo, bien dispuesto, de buen rostro, cariaguileño, alegre de corazón, amigo de hablar, aficionado a mujeres, por cuya causa fue mal quisto; fue amigo de guardar su hacienda y de la del Rey daba nada [...] Tuvo el tiempo que gobernó buenos y malos sucesos en las cosas de guerra y de gobierno. Gobernó dos años, pocos días más»1144.



Firma de Pedro   de   Villagra




Andrés de Villarroel

Nombra Ercilla a Andrés de Villarroel entre los que perecieron junto con Pedro de Valdivia en la batalla de Tucapel, sin que hasta ahora se tenga otra noticia alguna suya. El dato es, sin duda, interesante, pero no hay medio de comprobarlo.




Gaspar de Villarroel

Cuando Ercilla apunta a un Villarroel entre los que se hicieron notaren la batalla de Millarapue, claro está que quiso referirse a uno de ese apellido, diverso de Andrés de Villarroel muerto en la batalla de Tucapel. Queda por saber a cuál de los que le llevaban por ese tiempo en Chile. Seguramente que no a Juan, muerto también como Andrés junto con Valdivia; con menos certeza, si bien con muy poca probabilidad, a Diego, que sólo en fines de noviembre de 1556, obtuvo permiso para pasar a Chile1145 y cuya actuación militar en este país, si es que alguna tuvo, lo que no es de creer, en vista de haberse radicado en Tucumán1146, alejan esa sospecha; y eliminados estos dos, sólo nos resta Gaspar de Villarroel. Empero, llegando a él, la cosa se complica, pues hubo dos que así se llamaron y que a un mismo tiempo figuraron en Chile, todavía con la circunstancia especial de que ambos tomaron parte en la campaña araucana con Hurtado de Mendoza. Por las razones que a su tiempo hemos de dar, estamos en la convicción de que el Gaspar de Villarroel aludido por el poeta fue el más joven de ellos, y, a tal causa, hemos de ahorrarnos, y junto con   —336→   nosotros el lector, el consignar por extenso los rasgos biográficos del primero, que ya, por otra parte, tuvimos ocasión de dar en nuestro Diccionario biográfico colonial de Chile.

Gaspar de Villarroel, que llamaremos el joven, había nacido en 15281147, en la villa de Arganzo, en León, «en cuyo señorío sucedió por muerte de su hermano Cristóbal Sánchez de Ulloa»1148. A buen título podía, pues, afirmar que era hijodalgo1149. Pasó al Perú en 15491150, y habiendo sabido en Lima, donde se hallaba, que Francisco Hernández Girón se había alzado, alistose bajo las reales banderas en la compañía del capitán Jerónimo Costilla, siguiendo hasta el puente de Porcos, distancia de 50 leguas, para tomar noticias del rebelde y poderlas comunicar a los Oidores, que estaban entonces a cargo del gobierno. Por orden de éstos, Costilla y catorce soldados, entre ellos Villarroel, quedaron apostados en el camino para descubrir el que Hernández llevaba, siendo sorprendidos por una patrulla enemiga, que apresó a tres o a cuatro, escapando Villarroel de haber corrido igual suerte por huirse a pie. Hallose después con el general Pablo de Meneses en la escaramuza que se trabó en Pachacamac, en la cual le mataron el caballo de un arcabuzazo; siguiendo el resto de aquella campaña hasta que Hernández Girón fue derrotado (agosto de 1554), preso y ajusticiado.

En Lima estaba de nuevo cuando se tuvo allí noticia de la muerte de Pedro de Valdivia; se embarcó entonces para Chile, y llegó a la Serena el 11 de mayo del año siguiente; desde Santiago salió con Pedro de Villagra a combatir a Lautaro; marchó luego al sur en acompañamiento de Francisco de Villagra en su segunda expedición a la Imperial, a cuyo regreso le tocó tomar parte en la derrota y muerte de aquel caudillo indígena en Mataquito; y luego cuando hizo el viaje a la Serena1151; partió desde Santiago con Juan Remón a reunirse con don García en Penco; peleó en las batallas de Biobío y Millarapue, habiendo salido herido en ambas1152; quedose con Alonso de Reinoso en la guarnición de Cañete, en cuya fundación se halló; y de allí fue despachado en busca de víveres a la Imperial, peleando al regreso en la emboscada que los indios tenían preparada en la quebrada de Purén, en la que recibió tres o cuatro heridas; figuró entre los treinta soldados que desde esa última ciudad despachó don García en socorro de Reinoso, y por tanto, en la celada que se le tendió a Caupolicán; partió enseguida en alcance del Gobernador, acompañándole en su jornada al golfo de Ancud, para hallarse a la vuelta en la fundación de Osorno1153, y al lado de aquél   —337→   figuró en el asalto al fuerte indígena de Quiapo, y posteriormente en algunas correrías por Arauco.

Continuó militando bajo las órdenes de Francisco de Villagra; peleó en Lincoya; estuvo nueve meses de guarnición en Cañete con Pedro de Villagra; acompañó al Gobernador en su expedición a Chiloé; en el desastre de Mareguano sacó trece heridas, y después de haberse curado de ellas en Concepción, se halló con Gómez de Lagos en una excursión que hizo a tierras del enemigo a quitarle ciertos ganados que se había robado, hasta enterar, después de todo esto, trece años de servicios.

Para remunerárselos, Francisco de Villagra le dio un repartimiento de indios en Osorno, que Julián Carrillo poseía por concesión de Hurtado de Mendoza. Considerándose sin bastante premio, en agosto de 1563 levantó en Concepción una información, que se propuso llevar personalmente a España, reforzándola aún con cartas de recomendación que le firmaron los Cabildos de Valdivia, Villarrica, Osorno y Concepción, en la última de las cuales se le calificaba de «animoso y buen soldado». Había ido dilatando ese viaje hasta octubre de 1565; pero demandado por Carrillo para que le devolviese los indios que consideraba suyos, en seguimiento de ese pleito hubo al fin de dirigirse a Lima, adonde se le halla en 26 de febrero de 15661154, y sin proseguir más allá, prefirió enviar poder para que se le representase ante el Consejo de Indias, con resultado adverso para él, pues en 1567, por sentencia de aquel alto Cuerpo fue condenado a restituir a Carrillo sus indios con los frutos que hubiesen rentado, y a esto se añadió que la fundición de oro y plata que tenía a su cargo le fue también quitada. Sólo ocho años más tarde lograba que Felipe II despachase una real cédula al Gobernador de Chile para que «le diese de comer» con los primeros indios que vacasen1155. De más está prevenir que casi seguramente tal recomendación había de quedar en el papel.

No sabríamos decir cuándo regresó Villarroel a su vecindad de Osorno, si bien ha debido de ser antes de 1578, año en que figura como regidor del Cabildo de esa ciudad.

En el siguiente fue nombrado por corregidor de Valdivia, y habiendo comenzado a «dar traza en las cosas de la guerra y atender a ellas como anexas a su oficio», salió a contradecirle en esta parte Juan de Matienzo, que tenía a su cargo las de las cuatro ciudades más australes, y habría parado la diferencia en rompimiento, a no haber llegado allí a ese tiempo el nuevo maestre de campo Juan Álvarez de Luna.

Desde Osorno fue despachado por el corregidor Juan de Montenegro, al mando de 33 hombres y algunos indios amigos, contra los rebeldes, que en número de cinco mil se habían reunido en aquellas vecindades y se aprestaban para asaltará la ciudad, y después de sorprender a 300 de ellos en una emboscada, sin dejar ninguno ávida, peleó con los restantes, desde las nueve del día hasta la puesta desoí, el 1.° de marzo de 1580, matándoles otros 400. En octubre del mismo año, el gobernador Ruiz de Gamboa le envió desde las márgenes del río Bueno, confiándole 50 soldados   —338→   para que fuera a deshacer otra junta de indios, cosa que también logró, esta vez sin derramamiento de sangre y sólo por la buena maña que se dio1156. La fecha de su muerte se ignora.

Fue casado con doña Luisa de Sierra, granadina, hija del licenciado Gabriel de Sierra Ronquillo, fiscal de la Audiencia de Concepción, de cuyo matrimonio nació don Sancho de las Cuevas y Villarroel, que en Chile alcanzó en el ejército el grado de sargento mayor1157.

Firma de Gaspar   de   Villarroel




Arnao Zegarra Ponce de León

Arnao Zegarra Ponce de León nació en Sevilla1158 en 15271159 y fue hijo de Arnao Zegarra y de mayor Ponce de León1160. Hay algún fundamento para creer que hubiese pasado al Perú, muy niño aún, allá por los años de 16401161, pero lo cierto es que en 1553 obtuvo esa licencia, en unión de su mujer doña Francisca Ramírez de Castro, hallándose desde dos años antes provisto de contador de la Real   —339→   Hacienda de Chile1162 y con el título honorífico de regidor del cabildo donde hubiese de ejercer sus funciones.

Hallábase en Lima en seguimiento de su viaje a Chile cuando la Real Audiencia que allí residía le confió el encargo de ser portador de la provisión que acababa de dictar referente al gobierno de este país, acéfalo entonces por la muerte de Pedro de Valdivia y que por esos días se disputaban los dos capitanes más preeminentes que en él residían: Francisco de Aguirre, que contaba con partidarios en la Serena, y Francisco de Villagra, que tenía las adhesiones de los Cabildos de las ciudades del Sur. La resolución de la Audiencia no favorecía las pretensiones de ninguno de los dos bandos, cosa que Zegarra sabía, y se hallaba por eso temeroso de la acogida que habría de tener. Llegó así al puerto de la Serena el 11 de mayo de 1555 y sus recelos se vieron bien pronto justificados: Aguirre le recibió mal, «y le fue forzoso, contaba él, salir del puerto sin notificarle la dicha provisión y venirse a esta ciudad de Santiago, de lo cual venía tan alborotado, que recatándose de que el dicho mariscal [Villagra] podría recibir también mal, no se la osó notificar de repente y esperó hasta entender su voluntad [...]»1163. Villagra, a pesar de contar con hartos más títulos para aspirar al cargo de gobernador y, a la vez, mucho más político que su rival, acogió con la deferencia debida a Zegarra, y lejos de molestarle, trató de captárselo como amigo, y lo consiguió.

Zegarra, junto con notificar a Villagra la provisión deque era portador, en 23 de ese mes de mayo, presentó en el Cabildo de Santiago sus títulos de contador y de regidor, cargo este último en que fue admitido con ciertas reservas que no se manifestó dispuesto a acatar; y bien pronto, el 10 de septiembre, le confiaba su poder, «porque va a Lima», reza el acta respectiva, «para que pida que gobierne esta tierra una persona de las que en ella hay, e no de fuera de ella, y para que pida en otros negocios tocantes a esta ciudad y cosas que le pareciere, conforme a una instrucción que para ello lleva firmada del Cabildo [...]»1164. De partida estaba en efecto. La provisión de la Real Audiencia de Lima, que en el fondo implicaba una evasiva alas pretensiones de los que en Chile aspiraban al mando, que no dejaba a nadie satisfecho, y, como resultó, harto desacertada, era por todos deseado que se modificase, nombrando para el gobierno, como sugería el Cabildo de Santiago, una persona de esta tierra. Villagra, que se contaba entre ellas, redujo a su partido a Zegarra, le dio tres mil pesos1165 y le despachó a la corte de los Virreyes para que procurase su nombramiento. Allí, en verdad, obtuvo el que la Audiencia concediera a Villagra el título de corregidor y justicia mayor del reino, que le fue firmado el 15 de febrero de 1556, pero fracasó en el objeto principal de su misión, porqué el anhelado nombramiento recayó, por causas que no es del caso referir, en el hijo del Virrey, que acababa por entonces de posesionarse del mando.

Tuvo, pues, que volver Zegarra a Chile sin alcanzar el éxito que hubiera podido   —340→   esperar Villagra; para sí, había obtenido que se revocase el acuerdo del Cabildo que le obligaba a votar después del último de sus miembros1166, y el 25 de junio de 1556 asistía otra vez a sus sesiones, a las que no faltó ya en adelante, hasta que fue a reunirse con don García en Penco. Ercilla cuenta que tomó parte y hasta se distinguió en la batalla de Millarapue -aserto que es imposible comprobar-, y aun no falta quien afirme que Hurtado de Mendoza le puso a cargo de una compañía de caballos, y que, por no haber dado muestras de pericia militar, le relevó de aquel mando. Cualquiera que fuera su actuación en la campaña de Arauco, el hecho es que se hallaba de regreso de ella en Santiago en abril de 15591167.

Don García, que le había protegido también en un principio librándole 1500 pesos1168 y que durante tres años le tuvo acrecentado su salario en 500 pesos, cuando se negó a aceptarle sus libranzas contra la Caja Real, le privó de aquella gratificación1169. Ni paró en eso la inquina que le cobró el atolondrado y autoritario Gobernador, pues, según lo que Zegarra escribía a Felipe II, «por sólo hacer lo que soy obligado a mi cargo, don García y sus tenientes me tuvieron de pies en un cepo, dándome los términos por momentos, y me condenaron a muerte, sin haber otra causa sino la contradición que de mi parte les fue hecha, estorbándoles gastos ecesivos y sin orden que de cada día querían hacer en la Real Hacienda [...]»1170. Escarmentado con esto, añade, cuando se dijo que Villagra, el sucesor de don García, «comenzó a tratar dellos y hacellos con acometimientos de que traía poder para quitarnos a los Oficiales los cargos, y que nos los quitaría, y temiendo no me acaeciese lo mismo que me había acaecido con don García, intenté, por obligarlo a que me dejase en paz, a hacer dejación de mi oficio de contador, lo cual entendí no acetara, por el poco poder que para ello tiene, y como su fin era de que saliese yo del cargo para dárselo, como se lo dio, al licenciado Juan de Herrera, su teniente, admitió de muy buena gana la dicha dejación, sin otro replicato alguno [...]».

Resulta, pues, así, que su antiguo amigo Villagra, que hasta llegó a darle una encomienda de indios, le había dejado ya de su mano1171. Zegarra no se conformó con eso, y haciendo valer que su renuncia había sido en realidad forzada, formuló graves acusaciones contra su antiguo amigo1172 y solicitó del monarca que se le restituyese a su primitivo cargo. Para tal petición obraba, además, el aumento dé sueldo decretado por Villagra para el que lo sirviera, que le permitiría en lo de adelante vivir   —341→   con alguna holgura, cosa que antes no había podido lograr, tanto, que según aseguraba, en vista de las incompatibilidades anexas a él y a sus cortos gajes, se veía endeudado en más de seis mil pesos. Pero sus pretensiones hubieron de salir fallidas y tuvo que irse a vivir a Osorno, donde le hallamos de alcalde ordinario en 1561 y 1563, habiendo sido electo posteriormente regidor en 1578 y otra vez alcalde en 1583. Consta que había fallecido ya en 16941173.

Firma de Arnao   Zegarra   Ponce  de León




Los Zúñigas

Quién fue ese «joven Zúñiga» que el poeta hace figurar en un apretado lance de la batalla de Biobío? Por tal calificativo resulta evidente, a nuestro entender, que quiso distinguirlo de aquel otro Zúniga cuyo apellido también recuerda como uno de los defensores del fuerte de Penco y entre los combatientes de Millarapue. En otro lugar de esta obra1174 algo se dijo ya acerca de que no faltaban indicios para pensar que bien pudiera tocar esa alusión al propio Ercilla; si bien el hecho de figurar un Zúñiga en cierto expediente de aquella época1175, hacía más probable el que ese tal fuera el aludido en el pasaje de La Araucana.

De dicho soldado, cuyo nombre no se da, nada se sabe, a no ser que pasó del Perú a Chile en la armada de don García; ni tampoco hay antecedentes para identificarle con Gabriel de Zúñiga, a quien años adelante (1565) Rodrigo de Quiroga nombró por alférez del ejército que operaba en Arauco, muerto mientras todavía lo desempeñaba, cuatro años más tarde1176.

La vaguedad de estos antecedentes nos lleva a indagar si el aludido con ese apellido de Zúñiga fuera Alonso, o Francisco Ortiz de Zúñiga; pero el primero de éstos había sido ya soldado en Italia algunos años antes de pasar a Chile con Francisco de   —342→   Villagra, dato suficiente de por sí para creer que, en 1557, mal pudo el poeta calificarle de joven, que en el modo de apreciar la edad en aquellos años, importaba tanto como decir imberbe; y en cuanto al segundo, cuya candidatura sostiene el mejor informado analista de los hechos de los conquistadores, llevaba también tres años de edad al propio Ercilla, a lo que se añade que en los documentos no aparece antecedente alguno que permita inducir siquiera el que se hallase en la de Biobío1177.

Queda, así, con más probable opción de haber sido recordado por el poeta aquel Zúñiga cuyo apellido aparece entre los que fueron asistidos por el boticario Hernán Pérez en el viaje por mar del Callao a la Serena o ya en Chile después de llegado.

Pero es el caso, como indicábamos, que el poeta menciona también a un Zúñiga entre los defensores del fuerte de Penco y más adelante a otro soldado del mismo apellido, siempre sin dar «su nombre, como uno de los que se distinguieron en la batalla de Millarapue: referencias que debemos suponer atañen a una misma persona y que ésta no debió de ser la del "joven Zúñiga"», puesto que aparece en ambas ocasiones sin tal calificativo. ¿Se tratará, acaso, en esas veces de aquel Alonso Ortiz de Zúñiga a que nos referíamos? Esa atribución resulta, al parecer, inaceptable, pues ni vino ese soldado con Hurtado de Mendoza -única circunstancia que hubiera podido dar asidero a su presencia en el fuerte de Penco-, ni de las deposiciones suyas que conocemos prestadas en las informaciones de servicios de algunos de sus compañeros de armas la hay tampoco para afirmar que figurara en la campaña araucana con don García; y, lejos de eso, cuando es interrogado acerca de los hechos sucedidos en Chile en ese tiempo, pasa por alto sus respuestas a las preguntas que a ellos conciernen1178.

Con vista de esto, hay suficiente causa para que lleguemos a la conclusión de que pues parece no haberse hallado al lado de don García, no pueden tocar a Ortiz de Zúñiga las referencias del poema. Y así, son dos los problemas que quedan por resolver respecto de quienes fuesen esos dos Zúñigas celebrados en La Araucana1179.