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Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) - EDI-RED

La edición en Chile

Semblanzas sobre editores y editoriales en Chile

La circulación de libros en Chile data desde la Colonia; sin embargo, es solo con el advenimiento de la República cuando se comienzan a editar y a comerciar impresos salidos de talleres nacionales. En el marco del proceso independentista, la Junta de Gobierno presidida por José Miguel Carrera gestiona la compra de una imprenta, la que se concreta a fines de 1811. Junto a la imprenta llegan desde Boston al puerto de Valparaíso tres tipógrafos, quienes se encargarían de ponerla en funcionamiento. En sus talleres se publican los primeros libros y el primer periódico, La Aurora de Chile (1812-1813), cuyo director fue Fray Camilo Henríquez.

El comercio de impresos se incrementa paulatinamente durante la primera mitad del siglo XIX, especialmente en Valparaíso, ciudad a la que arriba en 1834 el librero e impresor español José Santos Tornero. Esta importante figura abre la Librería Española en el puerto en 1837 y, más tarde, en Santiago establece otra con el mismo nombre. No obstante, el libro sigue siendo un objeto escaso y de lujo, y así lo expresaba José Victorino Lastarria en Recuerdos literarios en 1878: La librería de entonces era escasísima y de precios exorbitantes. Formaban su fondo muchos libros ascéticos y de antigua literatura española, los muy usuales de derecho civil, que se pagaban por más de un peso en plata, poquísimos de historia, ninguno de ciencias y algunos tratados jurídicos y de política… (40). Otros jóvenes como Lastarria intentan robustecer la vida intelectual del país mediante la publicación de periódicos literarios y la articulación de las primeras academias. El impreso que caracteriza a este grupo de letrados, conocidos como el Movimiento de 1842, es El Crepúsculo, periódico mensual consagrado a la difusión del saber ilustrado y liberal, donde aparece además el polémico ensayo «Sociabilidad chilena» (1844) de Francisco Bilbao.

Ahora bien, la casa editora más sobresaliente del siglo XIX en lo que respecta a la publicación de libros es la Imprenta del Mercurio (1827-1880), destacándose no solo por dar a luz el primer periódico de corte mercantil, Mercurio de Valparaíso, sino por la edición de novelas extranjeras y nacionales. Es a partir de la segunda mitad del siglo cuando se incrementa y diversifica la publicación de autores nacionales en formato libro, resaltando las novelas romántico-realistas de Alberto Blest Gana, quien justamente publica La aritmética en el amor (1860) en la Imprenta del Mercurio.

Hacia fines de siglo, en el período de modernización, el mercado de libros y su industria prospera. La Imprenta Barcelona (1891-1918) se convierte en un referente de renovación gráfica y técnica. En el terreno de la edición de ficción, desde 1910 hasta 1913 Barcelona edita e imprime, bajo una misma diagramación, la colección de la Biblioteca de Escritores de Chile, serie que cuenta con una antología de obras de diferentes escritores nacionales. Pero es la casa editorial Nascimento (1875-1896) la que contribuye de manera decisiva al desarrollo de la literatura nacional. Su propietario, Carlos George-Nascimento, amplía gradualmente su catálogo de libros, marcando el comienzo de su prominente carrera la impresión de la primera edición en Chile de Desolación, de Gabriela Mistral y Crepusculario, de Pablo Neruda, ambos en 1923.

La figura del editor moderno ya se delinea a pasos firmes en las primeras décadas del siglo XX y otra empresa implicada en este proceso y en el crecimiento del mercado libresco es la Editorial Zig-Zag. Esta primero privilegia la creación de revistas literarias, soporte que acompaña la constitución de la institucionalidad literaria nacional y la escena de vanguardia de comienzos de siglo, para más tarde orientar su línea editorial a la publicación de libros. Desde 1940 en adelante, se acrecienta su catálogo y comienza a distribuir sus libros a nivel nacional e internacional. En 1971, el gobierno de la Unidad Popular, en el contexto de su proyecto de democratización educacional, compra la editorial Zig-Zag, pasándose a llamar Editora Nacional Quimantú, bajo la dirección de Joaquín Gutiérrez. Esta editorial pone en circulación libros al alcance de todo el pueblo chileno, pues su programa tiene en la base la concepción del libro como un soporte imprescindible para la emancipación de conciencias. La masificación de la lectura y la importancia otorgada a su práctica durante esos años desaparece durante la dictadura militar. Solo a fines de la década de los ochenta se activa nuevamente el sector editorial y literario en el país, destacándose la labor pionera de la Editorial Cuarto Propio, fundada en 1984. A partir de 1990 sobresale la agencia de las editoriales independientes que hoy cuentan con un mercado cada vez más significativo, el que se manifiesta en las variadas y numerosas ferias del libro en que se reúnen.

Carol Arcos Herrera

(Universidad de Chile)

Cubierta del libro «Desolación», de Gabriela Mistral, de la Editorial Nascimento.

Bibliografía

  • LASTARRIA, José Victorino (1878). Recuerdos literarios. Santiago: Imprenta de la República de Jacinto Núñez.
  • MARTÍNEZ, Mariano (1896). Industrias santiaguinas. Santiago: Imprenta y Encuadernación Barcelona.
  • MARTÍNEZ, Sergio (1982). El libro en Chile. Santiago: Biblioteca Nacional.
  • SUBERCASEAUX, Bernardo (2000). Historia del libro en Chile (alma y cuerpo). Santiago: LOM.
  • TORNERO, José Santos (1889). Reminiscencias de un viejo editor. Valparaíso: Imprenta de la Librería del Mercurio.
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