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Juan Pérez de Montalbán

Sinopsis de las comedias del segundo volumen de Montalbán

Sinopsis de Segunda parte del Segundo Séneca de España (edición de María Moya García)

Acto primero

Vv. 1-225. El rey Felipe quiere que su hijo Fernando comprenda que la muerte no es una cuestión que atañe únicamente a los súbditos, sino también a los reyes; por lo tanto, decide llevarlo a visitar las tumbas de sus antepasados junto a don Diego de Córdoba y al cardenal Espinosa. El rey se detiene a comentar las tumbas de Pedro «el Cruel», Fernando IV «el Emplazado», Alonso «el Casto» y Alonso XI. En este caso el rey quiere que abran el sarcófago y ante la falta de la espada del cuerpo acorazado, don Diego ofrece su espada, sin embargo, Felipe II deposita la suya, pues tiene que ser una espada de reyes. La visita a las demás tumbas es interrumpida por un mensajero que lleva noticias de la Invencible Armada. Después de haber escuchado los detalles del desastre, el rey declara de repente su intención de partir para El Escorial.

Vv. 226-615. Durante el viaje, una fuerte tormenta obliga al rey y a don Diego a refugiarse en una casa de campesinos, donde encuentran a Bartola, que ignora la identidad de los visitadores. En fin, llega Juan Rana quien, ante los desconocidos, pide que le ayuden a sacar su carro de un charco; acto seguido, llega el coche real con la reina Ana, el Príncipe y los servidores. Surge una confusión entre Juan Rana y sus huéspedes, que él no ha reconocido, pero pronto se restablece el orden gracias a la magnanimidad del Rey. Ya a solas, don Diego confiesa a Morata sus amores para Blanca, dama de la Reina.

Vv. 616-785. En el aposento real, el Rey le pide a don Diego que le lea una petición que ha recibido acerca de una mujer que ha sido deshonrada. Pronto llega una carta de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, pero el Rey ya conoce el tema de su petición y cansado se retira a su cuarto. De repente, sale un escribano de provincia que tiene que hablar con el Rey de una cuestión importante y no se conforma con oír su voz, sino que quiere verle para dar fe de haber cumplido con su misión. El Rey, ante tanta fe en su figura, decide que algún día le recompensará.

Acto segundo

Vv. 786-949. Don Diego se queja a su criado Morata de que el Rey no le favorece tanto como quisiera cuando le pide un nuevo nombramiento, y este le propone poner a prueba al Rey pidiéndole un encargo que ya está dado. Tal y como habían pensado, el Rey contesta que el encargo ya está dado y Morata reacciona de forma impertinente, tanto que el Rey, después de haber justificado sus razones al respeto, lo expulsa de la sala.

Vv. 950-1297. Envejecido, enfermo y triste por la muerte de la Reina, Felipe II decide que el príncipe le asista en algunos asuntos junto a don Diego y al Marqués de los Vélez para que empiece a familiarizarse con los asuntos políticos. Pues se ocupan de varias cuestiones entre las cuales la Magistratura de Málaga y la de Sevilla. (vv. 1298-1358) La infanta doña Isabel, acompañada por doña Blanca, llega para visitar a su padre, con gran placer del viejo Rey.

Vv. 1359-1447. Morata anuncia al público que su amo pedirá que el Rey le perdone y así pasa en la escena siguiente, ya que el Rey demuestra ser magnánimo. El acto se cierra con el anuncio de que ha vuelto de Lisboa el cardinal Alberto, sobrino del Rey y Archiduque de Austria y, además, prometido de la princesa.

Acto tercero

Vv. 1448-1573. En un momento de duermevela, el Rey tiene una visión que representa su propio entierro, reconociendo el rostro de su confesor y su cadáver. Asustado, Felipe II decide viajar a El Escorial.

Vv. 1574-1633. Don Diego pide al príncipe Felipe que interceda con Blanca, dama de compañía de la Infanta. Las dos mujeres llegan acompañadas por el archiduque, y don Diego tiene la oportunidad de hablar a solas con Blanca.

Vv. 1634-2295. Ya en El Escorial, el Rey pide probar su ataúd para medir el espacio que necesitará durante su descanso eterno y establece los objetos que quiere que le acompañen. Llegan el Príncipe y la Infanta y el Rey, pese a su debilidad, acepta recibirlos y recibe gran placer de su visita. El Rey aconseja a su hijo acerca de las futuras decisiones que tendrá que tomar cuando él muera, inclusive el casamiento de Isabel con el cardenal Alberto que obtendrá la dispensa papal. Poco después se despide con afecto de sus hijos y muere acompañado por el cardenal y don Diego. Son estos los que informan al heredero de que el Rey ha muerto.

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