Poetas del novecientos Entre el modernismo y la vanguardia [Antología] Tomo I: De Fernando Fortún a Rafael Porlán
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Al fin, yo soy lo que mi ser abstracto, Al pasar por el parque me he encontrado Ando perdido en un sueño ¡Aquel sosiego! ¡Todo sin premura Aquí nació mi vida a la esperanza Aquí tienes la vida que me diste. Árbol de sol colgando en la noche, Árboles de escenarios y luces heridas Bajo el sol de la tarde de verano, Banderín tricolor Besa la niebla de las madrugadas Bien conozco tu cara, que me mira Bien pelada por ávidos gusanos, Blanca, punzante, sin filos, Café en la Corredera. Caliente amarillo: luto Campanarios, veletas, floridos ventanales; Cantarinas carreteras montañesas, Clara voz de espejo, Como en la piel de Rusia -¡es extraño!-, el latido ¿Cómo no ver en ti lo que sustenta Como una negra procesión de espanto, Con la comadre luna ya estrellas desveladas ¡Con qué inmensa, infinita pesadumbre Corazón mío, no te exaltes. Crecido en treinta guerras civiles y mundiales, Creíste renacer y estabas yerta, Cual Cuando Dios diga ¡Alzaos! y truenen las trompetas, Cuando yo era niño Cuarenta metros cúbicos de soledad, el cuarto. Dejadme que yo escoja para morir Del Puente de Vallecas Desde este silencio Detrás de nosotros Diciembre triste. El cielo, plomizo y bajo, pesa Dios dejó en la ceniza Distancias. El agua de la alberca El árbol, la mañana, el pensamiento, El mundo ya vivido El oro y el moro, y el fuego El otro día El pelo al cero y la cabeza al raso, El reino mineral, vítreo, derrama El tiempo que no ha pasado En Calais la otra mañana En el jardín del convento En esta pieza amable, gabinete y guarida, En la noche profunda se desliza tranquila, En largo acordeón de sombra, ardiendo, En rosario, en letanía. En San Manuel (palacio Malipiero) En una vieja caja que olvidada ¡Ensueños olvidados, idilios fugitivos!... Entre el «Ven» de la voz de no sé cuál secreto Entre las breñas, la Desconocida Era en las luengas noches invernales. Era yo el único, Es la noche sin fin, la desvelada Esparce su dorada agrimensura, Este café tiene algo de talanquera Este viejo café de tertulias burguesas Estoy acompañado de tantas soledades Estoy en pie. Pero aunque esté caído Feliz quien como Ulises viaja con buena suerte Fino cielo de telaraña, Flota, muerta, Sevilla sobre el río Goza a tiempo el amor, porque mañana Guarda un esprit de chambelán y sabe Hastío -pajarraco Hay que morir sin compañía... He cerrado mi casa: Horizonte. Espumas. Hoy ya no estás. Pero el recuerdo roba Humildad de la yerba pobre y vieja Interrogome, de manera La barca más gallarda está en el río La calle de Alcalá. Sol. Primavera. La casa entre los árboles tenía La ciudad se fragmenta en múltiples colores La fábrica inmensa canta siempre sin reposo La luna es sólo la luna, La pálida luna en flor La tarde se aburre con su lluvia La ventana bosteza La ventana que da sobre la muerte, La verdad de mí mismo está por dentro La vertical somnolencia Las calles andan, corren a la cita Las ciudades ubicuas, esta noche, al oído, Las noches vienen cada vez más pronto Las sombras de la tarde Las sondas de tus ojos, en sueños verticales, Libros ingleses, americanos, Los cisnes Luces. Lucientes muebles castaños Mañana, mañana pequeña, Mejor que tú, pensamiento, Mi balcón: Molinillo de café Mujer. Palabra rubia, Nada es Fingido -todo vive Nada hay perfecto en mí, sino las cosas Nápoles apareja sus jardines Ni línea, ni color, ni voz suave, Nidos de locomotoras Nieve, traslado helado del hastío: No vengas, Muerte, todavía, ¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios. Octubre acuña en oro ¡Oh, dulces sueños míos! No sois para la vida, ¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito Oyendo bien, se escucha su paciente Pájaro no es nada. Para morir es buena cualquier hora, Para ti frutos, flores, hojas verdes y ramas Pasa siempre despacio: va a jugar su tresillo Pasan las aguas por el cauce Personaje torvo. ¡Pobre alma mía! Por el cristal, la vida. Bajo mis pies, la tierra. Por la estrella que vuela en el aire Por un instante los criados Por una tarde de mi ayer, dorada, Puerta que gira y se abre, ¿Qué buscas en los libros, ¡Qué esfuerzo, Señor, para no ser cuarzo! ¡Qué estúpido esperar desesperante! ¿Qué harapientos ujieres ¡Qué hermana, tú, la piedra ¡Qué pesarosa noche! ¡Qué angustiada ¡Qué poco me va quedando ¿Quién aprisionó el paisaje ¿Quién podría abrazarte, diosa oscura, Quién sabe qué vida vive lo que no hace más que ir por su camino Raro misterio insoluble. Rehoga el mar con sal napolitana Ritmo cortado. Ronda el diablo la plácida estancia, Saluda el primer trino Salvar tiempo y distancia Se ahoga en el canal la voz del río ¡Seminario! Si a vida inmortal no voy Si siempre estoy ensayando Sí, perfecto; recreado Sin despojarse del crespón siquiera, Sin tiempo, en fondos desiertos, Sobre tus ríos Venecia Solo, estoy en mi casa, Sondan el agua verde, con hilos de sereñas, Sucede que hay un pez vivo en el aire Te digo, amigo, Te llevé por los negros olivares, Tiembla la llama en el fuego Todo individuo gana en personalidad Tu nariz pensativa sostiene la balanza de tus hombros, Tú sabes solamente que volveré Tu voz, que no se escucha, se mantiene Una melodía gallega lejos, Una música oscura, temblorosa, Una tarde opaca -la tarde de un día Uno de esos instantes que se vive Uno. Va siempre delante. Manos a la espalda, Vamos contando los días, ¡Ven, Tristeza, mi hermana, que de mí misma vienes Ventanas de hospital o de convento Vuelvo a ti, soledad, arrepentido. Yo creí que en este pueblo pequeño Yo no sé si ella está dentro o afuera, por el mundo... Yo no te lloro juventud
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