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ArribaAbajoActo tercero594


Escena I

 

(Una plaza pública.)595

 
 

(Entran MERCUCIO, BENVOLIO, un PAJE y CRIADOS.)596

 

BENVOLIO.-  Por favor, amigo Mercucio, retirémonos. El día está caliente597, los Capuletos en la calle, [y si llegamos a encontrarnos, será inevitable una contienda; pues con los calores que hacen, bulle la irritada sangre.]598

MERCUCIO.-  Te pareces a esos599 hombres que al entrar en una taberna nos sueltan la tizona sobre la600 mesa, diciendo: ¡Dios haga que no te necesite!; y que, a efecto del segundo vaso, la tiran contra el sirviente, cuando, en verdad, no hay para qué.

BENVOLIO.-  ¿Me parezco a esa gente?

MERCUCIO.-  Vamos, vamos, tú, de natural, eres un pendenciero tan fogoso como no le hay en Italia; una nada te provoca a la cólera y, colérico, una nada te vuelve provocador601.

BENVOLIO.-  ¿Y a qué viene eso?

MERCUCIO.-  Vaya, si hubiera dos de tu casta, en breve los echaríamos de menos; pues uno a otro se matarían. [¡Tú! Tú la emprenderías con un hombre por llevarte un pelo de más o de menos en la barba], le armarías contienda por estar partiendo avellanas, sin haber más razón que el ser de éstas el color de tus ojos. [¿Quién, sino un ente igual, se fijara en un pretexto semejante?602 La cabeza se halla tan repleta de insultos, como lo está un huevo de sustancia; y eso que, a causa de riñas, está ya cascada, como un huevo vacío603.] ¿No has buscado disputa a un hombre porque tosiendo en la calle despertaba a tu perro, que dormía al sol? ¿No la emprendiste contra un sastre porque llevaba su casaca nueva antes de las fiestas de Pascuas, y con otro porque una cinta vieja ataba sus zapatos nuevos? Y sin embargo, en lo de evitar cuestiones, ¿quieres ser mi preceptor?604

BENVOLIO.-  Si yo fuera tan dado a pelear como tú, el primer venido podría comprar las mansas redituaciones de mi vida por el precio de un cuarto de hora.

MERCUCIO.-  ¿Las mansas redituaciones? ¡Qué manso!605

 

(Entran TYBAL y otros.)606

 

BENVOLIO.-  ¡Por mi vida! Ahí llegan los Capuletos.

MERCUCIO.-  ¡Por mis pies! Poco me da.

TYBAL.-  [Seguidme de cerca, pues voy a hablarles. -Salud,] caballeros; una palabra a uno de vosotros.

MERCUCIO.-  ¿Una palabra a uno de nosotros? ¿Eso tan sólo? Acompañadla de algo; palabra y golpe a la vez.

TYBAL.-  Bien dispuesto me hallaréis para el caso, señor, si me dais pie.

MERCUCIO.-  ¿No podéis tomarlo [sin que os lo den?]

TYBAL.-  Mercucio, tú estás de concierto607 con Romeo.

MERCUCIO.-  ¡De concierto! ¡Qué! ¿Nos tomas por corchetes? Si tales nos haces, entiende que sólo vas a oír disonancias. Mira mi arco, [mira el que te va a hacer danzar608. ¡De concierto, pardiez!609

BENVOLIO.-  Estamos discutiendo aquí en medio de una plaza pública; retirémonos a algún punto reservado, o610 razonemos tranquilamente sobre nuestros agravios. De no ser así, dejemos esto; en este lugar todas las miradas se fijan en nosotros.

MERCUCIO.-  Los hombres tienen ojos para mirar; que nos miren pues. Yo, por mi parte, no me muevo de aquí por complacer a nadie.]

 

(Entra ROMEO.)611

 

TYBAL.-  En buen hora, quedad en paz, caballero. He aquí a mi mozo.

MERCUCIO.-  Pues que me ahorquen, señor, si lleva vuestra librea. Marchad el primero a la liza, y a fe, él irá tras vos: en este sentido puede llamarle -mozo- vuestra señoría.

TYBAL.-  Romeo, el odio612 que te profeso no me permite otro mejor cumplido que el presente. -Eres un infame.

ROMEO.-  Tybal, las razones que613 tengo para amarte disculpan en alto grado el furor que respira semejante saludo. No soy ningún infame: con Dios pues. Veo que no me conoces614.

TYBAL.-  Mancebo, esto no repara las injurias que me has inferido; por lo tanto, cara a mí y espada en mano.

ROMEO.-  Protesto que jamás te he ofendido, sí que te estimo más de lo que te es dable imaginar, mientras desconozcas la causa de mi afección. [Así, pues, bravo Capuleto -poseedor de un nombre que amo tan tiernamente como el mío- date por satisfecho.]

MERCUCIO.-  ¡Oh! ¡Calma deshonrosa, abominable humildad! A lo espadachín615 616 se borra esto. (Desenvaina.)617 

Tybal, cogedor de ratas, ¿quieres618 dar unas pasadas?

TYBAL.-  ¿Qué quieres conmigo?

MERCUCIO.-  Buen rey de gatos619, tan sólo una de tus nueve vidas, para envalentonarme con ella y después, según te las manejes conmigo, extinguir a cintarazos el resto de las ocho620. ¿Queréis empuñar el acero y sacarlo de la vaina?621 622 Despachad, o si no, antes que esté fuera, os andará el mío por las orejas.

TYBAL.-   (desenvainando.)623 A vuestra disposición.

ROMEO.-  Buen Mercucio, envaina la hoja.

MERCUCIO.-  Ea, señor, vuestra finta.

 

(Se baten.)624

 

ROMEO.-  Tira la espada, Benvolio; desarmémosles625. -Por decoro, caballeros, evitad semejante tropelía626. -Tybal -Mercucio -627El príncipe ha prohibido expresamente semejante tumulto en las calles de Verona. -Deteneos, Tybal; -¡Buen Mercucio!628

 

(TYBAL y los suyos desaparecen.)629

 

MERCUCIO.-  ¡Estoy herido! ¡Maldición sobre las dos630 casas! ¡Muerto soy! -¿Se ha marchado con el pellejo sano?

ROMEO.-  ¡Qué! ¿Estás herido?

MERCUCIO.-  Sí, sí, un rasguño, un rasguño; de seguro, tengo bastante. ¿Dónde está mi paje? -Anda, belitre, trae un cirujano. (Vasa el PAJE.)631 

ROMEO.-  Valor, amigo; la herida no puede ser grave.

MERCUCIO.-  No, no es tan profunda como un pozo, ni tan ancha como una puerta de iglesia632; pero hay con ella633, hará su efecto. Ven a verme mañana y me hallarás

hombre-carga634. Créemelo para este mundo, estoy en salsa635. -¡Maldición sobre vuestras dos casas! ¡Pardiez636, un perro, una rata, un ratón, un gato, rasguñar un hombre a muerte!637 ¡Un fanfarrón, un miserable, un bellaco que no pelea sino por reglas de aritmética! ¿Por qué diablos viniste a interponerte entre los dos? Por debajo de tu brazo me han herido.

ROMEO.-  Creí obrar del mejor modo.

MERCUCIO.-  Ayúdame, Benvolio, a entrar en alguna casa, o voy a desmayarme. -¡Maldición sobre vuestras dos casas! Ellas me han convertido en pasto de gusanos. -Lo tengo, y bien a fondo. -¡Vuestra parentela!638

 

(Vanse MERCUCIO y BENVOLIO.)639

 

ROMEO640 641.-  Por causa mía, este hidalgo, el próximo deudo del príncipe, mi íntimo amigo, ha recibido esta642 herida mortal; mi honra está manchada por la detracción de Tybal, ¡de Tybal, que hace una hora ha emparentado conmigo!643 ¡Oh, [querida] Julieta! Tu belleza me ha convertido en un ser afeminado, ha enervado en mi pecho el vigoroso valor.

 

(Vuelve a entrar BENVOLIO.)644

 

BENVOLIO.-  ¡Oh! ¡Romeo, Romeo, el bravo Mercucio ha muerto! Esta alma generosa ha demasiado pronto desdeñado la tierra y volado a los cielos.

ROMEO.-  El negro destino de este día a muchos más645 se extenderá: éste solo inaugura el dolor, otros lo darán fin646.

 

(Entra de nuevo TYBAL.)647

 

BENVOLIO.-  Ahí vuelve otra vez el furioso Tybal.

ROMEO.-  ¡Vivo! ¡Triunfante!648 ¡Y Mercucio matado! ¡Retorna a los cielos, prudente moderación649, y tú, furor de sanguínea mirada650, sé al presente mi guía!651 Ahora, Tybal, recoge para ti el epíteto de infame, que hace poco me diste. El alma de Mercucio se cierne a muy poca altura de nosotros652, aguardando que la tuya le haga653 compañía. O tú o yo, o los dos juntos tenemos que ir en pos de ella.

[TYBAL.-  Tú, miserable mancebo, que eras de su partido en la tierra, irás a su lado.

ROMEO.-  Esto lo va a decidir.]

 

(Se baten. Cae TYBAL.)

 

BENVOLIO.-  ¡Huye, Romeo, ponte en salvo!654 El pueblo está en alarma, Tybal matado. Sal del estupor655: el príncipe va a condenarte a muerte si te cogen. ¡Parte, huye, sálvate!

ROMEO.-  ¡Oh! ¡Soy el juguete656 de la fortuna!

BENVOLIO.-  ¿Por qué estás aún ahí?

 

(Vase ROMEO.)

 
 

(Entran algunos CIUDADANOS.)657 658

 

PRIMER CIUDADANO.-  ¿Qué rumbo ha tomado el que mató a Mercucio? Tybal, ese asesino ¿por dónde ha huido?

BENVOLIO.-  Tybal, Tybal yace ahí.

PRIMER CIUDADANO.-  Alzad, señor, seguidme; os requiero en nombre del príncipe; obedeced.

 

(Entran el PRÍNCIPE y su séquito, MONTAGÜE, CAPULETO, las esposas de estos últimos y otros.)659

 

PRÍNCIPE.-  ¿Dónde están los viles660 autores de esta contienda?

BENVOLIO.-  Noble príncipe, yo puedo relatar todos los desgraciados pormenores de esta fatal querella. Ése que veis ahí, muerto a manos del joven Romeo, fue el que mató al bravo Mercucio, tu pariente.

LADY CAPULETO.-  ¡Tybal, mi primo! ¡El hijo de mi hermano! ¡Doloroso cuadro!661 ¡Ay! ¡La sangre662 de mi caro deudo derramada! -Príncipe, si eres justo para con nuestra sangre, derrama la sangre de los Montagües. -[¡Oh, primo, primo!]663

PRÍNCIPE.-  Benvolio, ¿quién dio principio a esta sangrienta664 querella?

BENVOLIO.-  El que muerto ves ahí, Tybal, acabado por la mano de Romeo. Romeo le habló con dulzura, le suplicó que pesase lo fútil de la cuestión665 666, le hizo fuerza también con vuestro sumo coraje. Todo esto, dicho en tono suave, con mirada tranquila, en la humilde actitud de un suplicante, no consiguió aplacar la indómita saña de Tybal, que, sordo a la paz, asesta el agudo acero al pecho del bravo Mercucio: éste, tan lleno como él de fuego, opone a la contraria su arma mortífera, y con un desdén marcial, ya aparta de sí la muerte con una mano, ya la envía con la otra a Tybal, cuya destreza la rechaza a su vez. Romeo grita con fuerza: ¡Deteneos, amigos! ¡Amigos, apartad! y con brazo ágil y más pronto que su palabra, dando en tierra con las puntas homicidas, se precipita entre los contendientes; pero una falSa estocada de Tybal se abre camino bajo el brazo de Romeo y acierta a herir mortalmente al intrépido Mercucio667. El matador huye acto continuo; mas vuelve a poco en busca de Romeo, en quien acababa de nacer el afán de venganza, y uno y otro se embisten como un relámpago: tan es así, que antes de poder yo tirar mi espada para separarlos, el animoso Tybal estaba muerto. Al verle caer, su adversario escapó. Si ésta no es la verdad, que pierda la vida Benvolio.

LADY CAPULETO.-  Es pariente de los Montagües, el cariño le convierte en impostor668 669, no dice la verdad. Como veinte de ellos combatían en este odioso encuentro, y los veinte juntos no han podido matar sino un solo hombre. Yo imploro justicia, príncipe; tú nos la debes. Romeo ha matado a Tybal, Romeo debe perder la vida.

[PRÍNCIPE .-  Romeo mató a Tybal, éste mató a Mercucio: ¿quién pagará ahora el precio de esta sangre preciosa?

MONTAGÜE670.-  No Romeo, príncipe; él era el amigo de Mercucio. Toda su culpa es haber terminado lo que hubiera extinguido el ejecutor: la vida de Tybal.]

PRÍNCIPE.-  Y por esa culpa, le desterramos inmediatamente de Verona. Las consecuencias de vuestros odios me alcanzan671 672; mi sangre corro por causa de vuestras feroces discordias; pero yo os impondré tan fuerte condenación que a todos os haré arrepentir de mis quebrantos. No daré oídos a defensas ni a disculpas; ni lágrimas, ni ruegos alcanzaran gracia673; [excusadlos pues. Que Romeo se apresure a salir de aquí, o la hora en que se le halle será su última.] Llevaos ese cadáver y esperad mis órdenes. La clemencia que perdona al que mata, asesina.

 

(Vanse todos.)

 


Escena II674 675

 

(Un aposento en la casa de CAPULETO.)676

 
 

(Entra JULIETA.)677

 

JULIETA.-  Galopad, galopad678, corceles de flamígeros cascos hacia la mansión679 de Febo: un cochero tal como Faetón os lanzaría a latigazos en dirección al Poniente y traería inmediatamente la lóbrega noche680 681. -[Extiende tu denso velo, noche protectora del amor, para que se cierren los errantes ojos682 y pueda Romeo, invisible, sin que su nombre se pronuncie, arrojarse en mis brazos. La luz de su propia belleza basta a los amantes para celebrar sus amorosos misterios683; y, dado que el amor sea684 ciego, mejor se conviene con la noche. Ven, noche majestuosa685, matrona de simples y sólo negras vestiduras; enséñame a perder, ganándola, esta partida en que se empeñan dos virginidades sin tacha686. Cubre con tu negro manto mis mejillas, do la inquieta sangre se revuelve687, hasta que el tímido amor, ya adquirida confianza688 en los actos del amor verdadero, sólo vea pura castidad. ¡Ven, noche! ¡Ven, Romeo! Ven, tú, que eres el día en la noche; pues sobre las alas de ésta aparecerás más blanco que la nieve recién caída sobre las plumas de un cuervo689. Ven, tú, la de negra frente, dulce, amorosa noche, dame a mi Romeo690; y cuando muera691, hazlo tuyo y compártelo en pequeñas estrellas: la faz del cielo será por él tan embellecida que el mundo entero se apasionará de la noche y no rendirá más culto al sol esplendente. -692¡Oh! He comprado un albergue de amor, pero no he tomado posesión de él, y aunque tengo dueño, no me he entregado aún. Tan insufrible es este día como la tarde, víspera de una fiesta, para el impaciente niño que tiene un vestido nuevo y no puede llevarlo. ¡Oh! ahí llega mi nodriza.]

 

(Entra la NODRIZA, con una escala de cuerdas.)693

 

Ella me trae noticias: sí, toda boca que pronuncie el nombre de Romeo, sólo por ello, habla un estilo celeste. -Y bien, nodriza, ¿qué hay? -¿Qué tienes ahí? ¿La escala que te mandó traer Romeo?694

NODRIZA.-  Sí, sí, la escala. (Arrojándola al suelo.) 

JULIETA.-  ¡Cielos! ¿Qué pasa? ¿Por qué te tuerces las manos?

NODRIZA.-  ¡Oh, infausto día!695 ¡Muerto, muerto, muerto! ¡Estamos perdidas, señora, estamos perdidas! ¡Día aciago! ¡Ya no existe, le han matado, está sin vida!

JULIETA.-  ¿Cabe tal crueldad en el cielo?

NODRIZA.-  Si no en el cielo, cabe en Romeo. -¡Oh! ¡Romeo, Romeo! -¿Quién lo hubiera pensado? - ¡Romeo!

JULIETA.-  ¿Qué demonio eres tú para atormentarme así? Semejantes lamentos son para aullarse en el horrible infierno. ¿Se ha suicidado Romeo? Responde únicamente 696, y este simple monosílabo envenenará más pronto que la mortífera mirada del basilisco. Cierra esos ojos que dicen sí, a pesar tuyo, o si el aparece en ellos, yo sucumbo697. ¿Está muerto? Di . ¿No lo está? Di no. Breves sonidos determinen mi dicha o mi desgracia698.

NODRIZA.-  He visto la herida, la he visto con mis ojos. -¡Dios me perdone!699 -Aquí, sobre su pecho varonil. Un lastimoso cadáver, un lastimoso, ensangrentado cadáver; pálido, pálido cual ceniza, todo impregnado700 de sangre, de cuajarones de sangre. -Al verlo me desmayé.

JULIETA.-  ¡Quiebra, oh corazón mío! ¡Pobre fallido, quiebra para siempre701! ¡En prisión mis ojos! ¡No penséis más en ser libres!702 ¡Vil polvo, vuelve a la tierra; cesa al punto de moverte y en un703 mismo pesado ataúd comprímete con Romeo!704

NODRIZA.-  ¡Oh, Tybal, Tybal, mi mejor amigo! ¡Oh, cortés Tybal, leal hidalgo! ¡Que haya sobrevivido yo para verte muerto!

JULIETA.-  ¿Qué tormenta es ésta que así sopla705 de dos bandas opuestas?706 ¿Asesinado Romeo y Tybal muerto? ¿Mi caro primo707 y mi esposo, más caro aún? ¡Que la708 terrible trompeta anuncie, pues709, el juicio final! ¿Quién existe, si faltan esos dos hombres?

NODRIZA.-  Tybal ha muerto y Romeo está desterrado. Romeo, matador de Tybal, está desterrado.

JULIETA.-  ¡Oh, Dios! -¿La mano de Romeo ha vertido la sangre de Tybal?

NODRIZA710.-  Sí, sí; ¡día fatal!, sí711.

JULIETA.-  ¡Oh, alma de víbora, oculta bajo belleza en flor! ¿Qué dragón habitó nunca tan hermosa caverna? ¡Agradable tirano! ¡Angélico demonio!712 ¡Cuervo con plumas de paloma!713 ¡Cordero de lobuna saña!714 715 ¡Despreciable sustancia de la más divina forma! ¡Justo opuesto de lo que apareces con razón, condenado716 santo, honorífico traidor! -¡Oh, naturaleza! ¿Para qué reservabas el infierno cuando albergaste717 el espíritu de un demonio en el paraíso mortal de un cuerpo tan encantador? ¿Volumen contentivo de tan vil materia fue jamás tan bellamente encuadernado?718 ¡Oh! ¡Triste es que habite la impostura tan brillante palacio!

NODRIZA.-  No hay sinceridad, ni fe, ni honor en los hombres; todos son falsos, perjuros, hipócritas. -719¡Ah! ¿Dónde está mi paje? Dadme un elixir. -Estos pesares, estas angustias, estas penas me envejecen. ¡Oprobio sobre Romeo!

JULIETA.-  ¡Maldita sea tu lengua720 por semejante deseo! Él no ha nacido para la deshonra. La vergüenza se correría de aposentarse en su frente; pues es un trono donde puede coronarse el honor, único monarca del universo mundo721. ¡Oh, qué inhumana he sido en calumniarle!

NODRIZA.-  ¿Habláis bien del que ha matado a vuestro primo?

JULIETA.-  ¿Debo hablar mal del que es mi esposo? ¡Ah! ¡Mi dueño infeliz! ¿Qué lengua hará bien a tu nombre722, cuando yo, desposada hace tres horas contigo, le he desgarrado? -Mas ¿por qué, perverso, diste muerte a mi primo? Ese perverso primo hubiera matado a mi esposo. Dentro, lágrimas insensatas, volved a vuestra nativa fuente; a la aflicción pertenece el acuoso tributo que por error ofrecéis a la alegría. Mi consorte, a quien Tybal quería matar, está vivo; y Tybal, que quería acabar con mi consorte, está muerto. Todo esto es consolante; ¿por qué lloro pues? -Una palabra he oído más siniestra que la muerte de Tybal, ella me ha asesinado. Bien quisiera olvidarla; pero, ¡ah!, pesa sobre mi memoria, cual execrables faltas sobre las almas de los pecadores. ¡Tybal está muerto y Romeo -desterrado! Este desterrado, esta sola palabra -desterrado,ha matado diez mil Tybales723. Harta desgracia era, sin necesidad de otras, la muerte de Tybal; y si es que los crueles dolores se recrean en juntarse, e indispensablemente deben marchar subseguidos de otras penas, ¿por qué después de haber dicho -«Tybal ha muerto», no ha proseguido ella y tu padre, o y tu madre, o bien y tu padre y tu madre? Esto hubiera excitado en mí un ordinario724 dolor725. Pero, tras la muerte de Tybal, venir con el agregado726 Romeo está desterrado,decir esto, es matar, es hacer morir, de un golpe, padre, madre, primo, consorte y esposa. -¡Romeo desterrado! -Ni fin, ni límite, ni medida, ni determinación tiene esta frase727 mortal; no hay ayes que den la profundidad de este dolor728. -¿Dónde están mi padre y mi madre, nodriza?

NODRIZA.-  Lloran y gimen sobre el cadáver de Tybal, ¿queréis ir donde están? Yo os conduciré.

JULIETA.-  ¿Bañan con lágrimas las heridas de aquél?729 730 El destierro de Romeo hará correr las mías cuando estén secas las de ellos731. Recoge esas cuerdas. -Pobre escala, hete aquí engañada, lo mismo que yo; pues mi bien está desterrado. Al puente del amor anudó él tu extremidad732; pero yo, aún virgen, virgen viuda moriré. Escala, nodriza, venid; voy a mi lecho nupcial. Que la muerte, en vez de Romeo, tome mi virginidad.-

NODRIZA.-  Id de seguida a vuestra alcoba: yo buscaré a Romeo, para consolaros; sé bien dónde está. Oíd, vuestro bien se hallará aquí esta noche; corro a encontrarle; oculto está en la celda de Fray Lorenzo.

JULIETA.-  ¡Oh, vele! Entrégale este anillo y dile que venga a darme el último adiós.

 

(Vanse.)

 


Escena III733 734

 

(La celda de FRAY LORENZO.)735

 
 

(Entran FRAY LORENZO y ROMEO.)736

 

FRAY LORENZO737.-  Adelante, Romeo; avanza, hombre tímido. La inquietud738 se ha adherido con pasión a tu ser y has tomado por esposa a la calamidad739.

ROMEO.-  ¿Qué hay de nuevo, padre mío? ¿Cuál es la resolución del príncipe? ¿Qué nuevo, desconocido infortunio anhela estrechar lazos conmigo?

FRAY LORENZO.-  Hijo amado, harto habituado estás a esta triste compañía. Voy a noticiarte el fallo del príncipe.

ROMEO.-  ¿Cuál menos que un Juicio Final es su final sentencia?

FRAY LORENZO.-  Un fallo menos riguroso ha salido de sus labios; no el de muerte corporal, sí el destierro de la persona.

ROMEO.-  ¡Ah! ¿El destierro? Ten piedad, di la muerte. La proscripción es de faz más terrible, mucho más terrible que la muerte740: no pronuncies esa palabra.

FRAY LORENZO.-  De aquí741, de Verona, estás desterrado. No te impacientes; pues el mundo es grande y extenso.

ROMEO.-  Fuera del recinto de Verona, el mundo no existe; sólo el purgatorio, la tortura, el propio infierno742. Desterrado de aquí, lo estoy de la tierra, y el destierro terrestre es la eternidad. [Sí, la proscripción es la muerte con un nombre supuesto:] llamar a ésta destierro, es cortarme la cabeza con un hacha de oro y sonreír al golpe que me asesina.

FRAY LORENZO.-  ¡Oh grave743 pecado! ¡Oh feroz ingratitud! Por tu falta pedían la muerte las leyes de Verona; pero el bondadoso príncipe, interesándose por ti, echa a un lado lo prescrito y cambia el funesto muerte en la palabra destierro: ésta es una insigne744 merced y tú no la reconoces.

ROMEO.-  Es un suplicio, no una gracia. El paraíso está aquí, donde vive Julieta: los gatos, los perros, el menor ratoncillo, el más ruin insecto, habitando este edén, podrá contemplarla; pero Romeo no. -Más importancia que él, más digna representación, más privanza745, disfrutarán las moscas, huéspedes de la podredumbre746. Ellas podrán tocar las blancas, las admirables manos de la amada Julieta747 y hurtar una celeste dicha de esos labios que748, aun respirando pura y virginal modestia, se ruborizan de continuo, tomando a falta los besos que ellos mismos se dan749. 750¡Ah! Romeo no lo puedo; está desterrado. Las moscas pueden tocar esa ventura, que a mí me toca huir751. Ellas son entes libres, yo un ente proscripto. ¿Y dirás aún que no es la muerte el destierro?752 753 ¿No tenías, para matarme, alguna venenosa mistura, un puñal aguzado, un rápido medio de destrucción, siempre, en suma, menos vil que el destierro?754 ¡Desterrado! ¡Oh, padre! Los condenados pronuncian esa palabra en el infierno en medio de aullidos. ¿Cómo tienes el corazón, tú, un sacerdote, un santo confesor, uno que absuelve faltas y es mi patente amigo, de triturarme con esa voz -desterrado?

FRAY LORENZO.-  ¡Eh! Amante insensato755 756, escúchame solamente una palabra757.

ROMEO.-  ¡Oh! ¿Vas a hablarme aún de destierro?

FRAY LORENZO.-  Voy a darte758 una armadura para que esa voz no te ofenda759. La filosofía, dulce bálsamo de la adversidad, que te consolará aun en medio de tu extrañamiento.

ROMEO.-  ¿Extrañamiento otra vez? -¡En percha la filosofía! Si no puede crear una Julieta, trasponer una ciudad, revocar el fallo de un príncipe, para nada sirve; ningún poder tiene; no hables más de ella.

FRAY LORENZO.-  ¡Oh! Esto me prueba que los insensatos no tienen oídos.

ROMEO.-  ¿Cómo habrían de tenerlos, cuando los cuerdos carecen de ojos?

FRAY LORENZO .-  Discutamos760, si lo permites, sobre tu situación.

ROMEO.-  Tú no puedes hablar de lo que no sientes. Si fueras tan joven como yo, el amante de Julieta761, casado de hace una hora, el matador de Tybal; si estuvieses loco de amor como yo, y como yo desterrado, entonces podrías hacerlo, entonces, arrancarte los cabellos y arrojarte al suelo, como lo hago en este instante, para tomar la medida de una fosa que aún está por cavar.

 

(Tocan dentro.)762

 

FRAY LORENZO.-  Alza, alguien llama; ocúltate, buen Romeo763.

ROMEO.-  ¿Yo? No, a menos que el vapor de los penosos ayes del alma, en forma de niebla, no me guarezca de los ojos que me buscan764.

 

(Dan golpes.)

 

FRAY LORENZO .-  ¡Escucha cómo llaman! -¿Quién está ahí? -Alza, Romeo, vas a ser preso. -Aguardad un instante. -En pie, huye a mí gabinete. - (Llaman de nuevo.)765 Ahora mismo. -¡Justo Dios!766 ¿Qué obstinación767 es ésta? -768Allá voy, allá voy.  (Continúan los golpes.)  ¿Quién llama tan recio? ¿De parte de quién venís? ¿Qué queréis?

NODRIZA.-    (desde dentro.)769 Dejadme entrar y sabréis mi mensaje. La señora Julieta es quien me envía.

FRAY LORENZO.-   (abriendo.) Bien venida entonces.

 

(Entra la NODRIZA.)770

 

NODRIZA.-  ¡Oh! Bendito padre, ¡oh! decidme, bendito padre, ¿dónde está el marido de mi señora, dónde, está Romeo?

FRAY LORENZO.-  Helo ahí, en el suelo, ebrio de sus propias lágrimas.

NODRIZA.-  ¡En igual estado771 que mi señora, en el mismo, sin diferencia!

FRAY LORENZO.-  ¡Oh! ¡Funesta simpatía, deplorable semejanza!772 773

NODRIZA.-  Así cabalmente yace ella, gimiendo y llorando, llorando y gimiendo774. -Arriba, arriba si sois hombre; alzad. En bien de Julieta, por su amor, en pie y firme. ¿Por qué caer en tan profundo abatimiento?775 776

ROMEO.-  ¡Nodriza!777

NODRIZA.-  ¡Ah, señor! ¡Señor! Sí778, la muerte lo acaba todo.

ROMEO .-  ¿Hablas de Julieta? ¿En qué estado se encuentra? Después que he manchado de sangre la infancia de nuestra779 dicha, de una sangre que tan de cerca participa de la suya, ¿no me juzga un consumado asesino? ¿Dónde está? ¿Cómo se halla?¿Qué dice mi secreta esposa de nuestra amorosa miseria?780 781

NODRIZA.-  ¡Ah! Nada dice, señor, llora y llora782, eso sí. Ya cae sobre su lecho, ya se levanta sobresaltada783, llamando a Tybal, ¡Romeo!, grita enseguida; [y enseguida cae en la cama otra vez.]

ROMEO784.-  Cual si ese nombre fuese el disparo de un arma mortífera que la matase, como mató a su primo la maldita mano del que le lleva. -¡Oh!785 dime, religioso786, dime en qué vil parte de este cuerpo reside mi nombre, dímelo, para que pueda arrasar la odiosa morada. (Tirando de su espada.)787 

FRAY LORENZO.-  Detén la airada mano. ¿Eres hombre?788 Tu figura lo pregona, mas tus lagrimas son de mujer y tus salvajes acciones manifiestan la ciega rabia de una fiera789. ¡Bastarda hembra de varonil aspecto! ¡Deforme monstruo de doble semejanza!790 Me has dejado atónito. Por mí santa orden, creía mejor templada tu alma. ¡Has matado a Tybal! ¿Quieres ahora acabar con tu vida?791 ¿Dar también792 muerte a tu amada, que respira en tu aliento793, [haciéndote propia víctima de un odio maldito? ¿Por qué injurias a la naturaleza, al cielo y a la tierra? Naturaleza, tierra y cielo, los tres a un tiempo te dieron vida; y a un tiempo quieres renunciar a los tres794. ¡Quita allá, quita allá! Haces injuria a tu presencia, a tu amor, a tu entendimiento: con dones de sobra, verdadero judío, no te sirves de ninguno para el fin, ciertamente provechoso, que habría de dar realce a tu exterior, a tus sentimientos, a tu inteligencia795. Tu noble configuración es tan sólo un cuño de cera, desprovisto de viril energía; tu caro juramento de amor, un negro perjurio únicamente, que mata la fidelidad que hiciste voto de mantener; tu inteligencia, este ornato de la belleza y del amor, contrariedad al servirles de guía796, prende fuego por tu misma torpeza, como la pólvora en el frasco de un soldado novel, y te hace pedazos en vez de ser tu defensa797.] ¡Vamos, hombre, levántate! Tu Julieta vive, tu Julieta, por cuyo caro amor yacías inanimado hace poco. Esto es una dicha. Tybal quería darte la muerte y tú se la has dado a él; en esto eres también dichoso. [La ley, que te amenaza con pena capital, vuelta tu amiga, ha cambiado798 aquélla en destierro: otra dicha tienes aquí.] Un mar de bendiciones llueve sobre tu cabeza, la felicidad, luciendo sus mejores galas, te acaricia; pero tú, como una joven obstinada y799 perversa, te muestras enfadada800 con tu fortuna y con tu amor. Ten cuidado, ten cuidado; pues las que son así, mueren miserables. Ea, ve a reunirte con tu amante, según lo convenido; sube a su aposento, ve a darle consuelo. Eso sí, sal antes que sea de día801, pues ya claro, no podrás trasladarte a Mantua, [donde debes permanecer hasta que podamos hallar la ocasión de publicar tu matrimonio, reconciliar a tus deudos, alcanzar el perdón del802 príncipe y hacerte volver con cien mil veces más dicha que lamentos das al partir803.] Adelántate, nodriza: saluda en mi nombre a tu señora, dila que precise a los del castillo, ya por los crueles pesares dispuestos al descanso, a que se recojan. [Romeo va de seguida.]804

NODRIZA .-  ¡Oh Dios! Me habría quedado aquí toda la noche para oír saludables consejos. ¡Ah, lo que es la ciencia! -Digno hidalgo805, voy a anunciar a la señora vuestra visita.

ROMEO.-  Sí, y di a mi bien que se prepare a reñirme806.

NODRIZA.-  Tomad, señor, este anillo que me encargó entregaros. Daos prisa, no tardéis; pues se hace muy tarde.

 

(Vase la NODRIZA.)807

 

ROMEO.-  ¡Cuánto este don reanima mi espíritu!

FRAY LORENZO.-  [¡Partid; feliz noche! Dejad a Verona antes que sea de día, o al romper el alba salid disfrazado. Toda vuestra fortuna depende de esto808-]809 Permaneced en Mantua; yo me veré con vuestro criado, quien de tiempo en tiempo os comunicará todo lo que aquí ocurra810 de favorable para vos. [Venga la mano; es tarde.] ¡Adiós, [feliz noche!]

ROMEO.-  Si una alegría superior a toda alegría no me llamara a otra parte, sería para mí un gran pesar separarme de ti tan pronto. [Adiós.]811 812 (Vase.) 



Escena IV813 814

 

(Un aposento en la casa de CAPULETO.)815

 
 

(Entran CAPULETO, la señora CAPULETO y PARIS.)816

 

CAPULETO.-  Han acontecido, señor, tan desgraciados sucesos que no hemos tenido817 tiempo de prevenir a nuestra hija. Considerad, ella profesaba un tierno afecto a su primo Tybal, y yo también. Sí, helaos nacido para morir818. -Es muy tarde; ella no bajará esta noche. Os respondo que a no ser por vuestra compañía ya estaría en la cama hace una hora.

PARIS.-  Tan turbio tiempo no presta tiempo al amor. Buenas noches, señora, saludad en mi nombre a vuestra hija.

LADY CAPULETO.-  Con placer, y mañana temprano sabré lo que piensa. El pesar la tiene encerrada819 esta noche.]

CAPULETO.-  Señor Paris820, me atrevo a responderos del amor de mi hija821. Pienso que en todos conceptos se dejará guiar por mí; digo más, no lo dudo. -Esposa, pasad a verla antes de ir a recogeros; instruidla sin demora del amor de mi hijo Paris; y prevenidla, escuchadme bien, que el miércoles próximo. -Mas poco a poco; ¿qué día es hoy?

PARIS.-  Lunes, señor.

CAPULETO.-  ¿Lunes? ¡Ah! ¡Ah! Sí, el miércoles es demasiado pronto: que sea el jueves. -Decidla que el jueves se casará con este noble conde. -¿Estaréis dispuesto? ¿Os place esta precipitación?822 No haremos gran ruido. Un amigo o dos823; -pues, parad la atención: hallándose tan reciente el asesinato de Tybal, podría pensarse que nos era indiferente como deudo, si nos diésemos a grande algazara. En tal virtud, tendremos una docena de amigos, y punto final. Pero, ¿qué decís del jueves?

PARIS.-  Señor, quisiera que el jueves fuese mañana.

CAPULETO.-  Vaya, retiraos. Queda pues aplazado para el jueves. -Vos, señora, id a ver a Julieta antes de recogeros, preparadla para el día del desposorio. -Adiós, señor. -¡Hola! ¡Luz en mi aposento! Id delante. Es tan excesivamente tarde que dentro de nada diremos que es temprano824. -Buenas noches825.

 

(Vanse.)

 


Escena V826

 

(Alcoba de JULIETA.)827

 
 

(Entran ésta y ROMEO.)828

 

JULIETA.-  ¿Quieres dejarme ya? Aún dista el amanecer829: fue la voz del ruiseñor y no la de la alondra la que penetró en tu alarmado oído830. Todas las noches canta sobre aquel granado831. Créeme, amor mio, fue el ruiseñor.

ROMEO.-  Era la alondra, la anunciadora del día, no el ruiseñor. Mira, mi bien, esos celosos resplandores que orlan, allá en el Oriente, las nubes crepusculares832: las antorchas de la noche se han extinguido833 y el riente día trepa834 a la cima de las brumosas montañas. Tengo que partir y conservar la vida, o quedarme y perecer.

JULIETA.-  Esa luz no es la luz del día, estoy segura, lo estoy: es algún meteoro que exhala el sol, para que te sirva de hachero esta noche835 y te alumbre en tu ruta hacia Mantua. Demórate, así, algo más; no tienes precisión de marcharte836.

ROMEO.-  Que me sorprendan, que me maten, satisfecho estoy con tal que tú lo quieras. No, ese gris resplandor no es el resplandor matutino, es sólo el pálido reflejo837 de la frente838 de Cintia839; no, no es la alondra la que hiere con sus notas la bóveda celeste a tan inmensa altura de nosotros. Más tengo inclinación840 de quedarme que voluntad de irme. Ven, muerte; ¡bienvenida seas! Así lo quiere Julieta. -¿Qué dices, alma mía?841 Platiquemos; la aurora no ha lucido.

JULIETA.-  Sí, sí, parte, huye, vete de aquí. Es la alondra la que así desafina, lanzando broncas discordancias, desagradables sostenidos. Propalan que la alondra produce melodiosos apartes842; no es así, pues que deshace el nuestro. La alondra se dice que ha cambiado843 de ojos con el repugnante sapo: ¡oh! quisiera en este momento que hubieran también cambiado de voz844;845 pues que esta voz, atemorizados, nos arranca de los brazos al uno del otro846 y te arroja de aquí con sones847 que despiertan al día848. ¡Oh! Parte desde luego; la claridad aumenta más y más.

ROMEO.-  ¿Más y más claridad? Más y más negro es nuestro infortunio.

 

(Entra la NODRIZA.)849

 

NODRIZA.-  ¡Señora!

JULIETA.-  ¿Nodriza?

NODRIZA.-  La señora condesa se dirige a vuestro aposento: es de día, estad sobre aviso, ojo alerta.

 

(Vase la NODRIZA.)850

 

JULIETA.-  En tal caso, ¡oh ventana!, deja entrar el día y salir mi vida851.

ROMEO.-  852¡Adiós, adiós! Un beso, y voy a bajar. (Empieza a bajar.)853 

JULIETA.-  ¡Amigo, señor, dueño mío! ¿así me dejas?854 Necesito nuevas tuyas a cada instante del día, pues que muchos días hay en cada minuto855. ¡Oh! Por esta cuenta, muchos años pesarán sobre mí cuando vuelva a ver a mi Romeo856 857.

ROMEO.-  Adiós; en cuantas ocasiones haya, amada mía, te enviaré mis recuerdos.

JULIETA.-  ¡Oh! ¿Crees tú que aún nos volveremos a ver?

ROMEO.-  No lo dudo858; y todos estos dolores harán el dulce entretenimiento de nuestros venideros días.

JULIETA859.-  ¡Dios mío! Tengo en el alma un fatal presentimiento. Ahora, que abajo860 estás, me parece que te veo como un muerto en el fondo de una tumba861. O mis ojos se engañan, o pálido apareces.

ROMEO.-  Pues créeme, mi amor, de igual suerte te ven los míos. El dolor penetrante deseca nuestra sangre862. ¡Adiós! ¡Adiós!

 

(Desaparece ROMEO.)863

 

[JULIETA864.-  ¡Oh fortuna! ¡Fortuna! La humanidad te acusa de inconstante. Si inconstante eres, ¿qué tienes que hacer con Romeo, cuya lealtad es notoria?865 Sé inconstante, fortuna; pues que así alimentaré la esperanza de que no le retendrás largo tiempo, volviéndole a mi lado.

LADY CAPULETO.-   (desde dentro.) ¡Eh! ¡Hija mía! ¿Estás levantada?

JULIETA.-  ¿Quién llama? ¿Acaso, la condesa mi madre? ¿Es que tan tarde no se ha acostado aún, o que se halla en pie tan de mañana?866 867 ¿Qué extraordinario motivo la trae aquí?]868 869

 

(Entra LADY CAPULETO.)870 871

 

LADY CAPULETO.-  ¡Eh! ¿Qué tal va, Julieta?

JULIETA.-  No estoy bien, señora.

LADY CAPULETO.-  ¿Siempre llorando la muerte de vuestro primo? ¡Qué! ¿Pretendes quitarle el polvo de la tumba con tus lágrimas? Aunque lo alcanzaras, no podrías retornarle la vida. Basta pues; un dolor moderado prueba gran sentimiento; un dolor excesivo, al contrario, anuncia siempre cierta falta de juicio.

JULIETA.-  Dejadme llorar aún una pérdida tan sensible.

LADY CAPULETO.-  Haciéndolo, sentirás la pérdida, sin sentir a tu lado al amigo por quien lloras.

JULIETA.-  Sintiendo de tal suerte la pérdida, tengo a la fuerza que llorarle siempre.

LADY CAPULETO.-  Vaya, hija, lloras, no tanto por su muerte, como por sabor que vive el miserable que le mató.

JULIETA.-  ¿Qué miserable, señora?

LADY CAPULETO.-  Ese miserable872 Romeo.

JULIETA873.-  Entre un miserable y él hay muchas millas de distancia. ¡Perdónele Dios!874 Yo le perdono con toda mi alma y, sin embargo, ningún hombre aflige tanto como él mi corazón.

LADY CAPULETO.-  Sí, porque vive el traidor asesino875.

JULIETA.-  Cierto, señora, lejos del alcance de mis brazos. ¡Que no fuera yo sola la encargada de vengar la muerte de mi primo!

LADY CAPULETO.-  Alcanzaremos venganza de ella, pierde cuidado: así, no llores más. -Avisaré en Mantua, donde vive ese vagabundo desterrado -a cierta persona que le brindará una eficaz poción876 877, con la que irá pronto a hacer compañía a Tybal, y entonces, me prometo que estarás satisfecha.

JULIETA.-  Sí, jamás me hallaré satisfecha mientras no vea a Romeo878 -muerto- está realmente mi pobre corazón por el daño de un pariente. -Señora879, si pudieseis hallar un hombre, tan sólo para llevar el veneno, yo lo prepararía de modo que, tomándolo Romeo, durmiera en paz sin retardo. -¡Oh! ¡Cuánto repugna a mi corazón el oírle nombrar y no poder ir hacia él. -¡Y no vengar el afecto que profesaba a mi primo880 sobre la persona del que lo ha matado!881

LADY CAPULETO.-  Halla tú los medios, y yo encontraré el hombre882. Ahora, hija mía, voy a participarte alegres noticias.

JULIETA.-  Sí, en tan preciso883 tiempo, la alegría viene a propósito. Por favor, señora madre, ¿qué nuevas son ésas?

LADY CAPULETO.-  Vaya, hija, vaya, tienes un padre cuidadoso, un padre que, para libertarte de tu tristeza, ha preparado un pronto día de regocijo, que ni sueñas tú ni me esperaba yo.

JULIETA.-  Sea en buen hora884, ¿qué día es ése, señora?

LADY CAPULETO.-  Positivamente, hija mía, el jueves próximo, bien de mañana, el ilustre, guapo y joven hidalgo, el conde Paris885, en la iglesia de San Pedro, tendrá la dicha de hacerte ante el altar886 una esposa feliz887.

JULIETA.-  ¡Ah! Por la iglesia de San Pedro y por San Pedro mismo, no hará de mí ante el altar888 una feliz esposa. Me admira tal precipitación; el que tenga que casarme antes que el hombre que debe ser mi marido me haya hecho la corte889. Os ruego, señora, digáis a mi señor y padre que no quiero desposarme aún, y que, cuando lo haga, juro890 efectuarlo con Romeo, a quien sabéis que odio, más bien que con Paris. 891Éstas son nuevas realmente892.

LADY CAPULETO.-  Ahí viene vuestro padre, decidle eso vos misma [y ved cómo lo recibe de vuestra boca.]893

 

(Entran CAPULETO y la NODRIZA.)894

 

[CAPULETO .-  Cuando el sol se pone, el aire895 gotea rocío896; mas por la desaparición del hijo de mi hermano llueve en toda forma897.] ¿Cómo, cómo, niña, [una gotera tú? ¿Siempre llorando?] ¡Tú un chaparrón eterno!898 De tu pequeño cuerpo haces a la vez un océano, una barca, un aquilón899; pues tus ojos, que mantienen un continuo flujo y reflujo de lágrimas, son para mí como el mar, tu cuerpo es900 la barca que boga en esas ondas saladas, el aquilón tus suspiros que, luchando en mutua furia con tus901 lágrimas, harán, si una calma súbita no sobreviene, zozobrar tu cuerpo, batido por la tempestad902. -¿Qué tal, esposa?903 ¿Le habéis significado nuestra determinación?904

LADY CAPULETO .-  Sí, pero ella no quiere905, ella os da las gracias, señor906. ¡Deseara que la loca907 estuviese desposada con su tumba!

CAPULETO.-  [Poco a poco, entérame, mujer, entérame908.] ¡Cómo! ¿no quiere, no nos da las gracias? ¿No está orgullosa, [no se estima feliz de que hayamos hecho que un tan digno hidalgo, no valiendo ella nada, se brinde esposo suyo?]

JULIETA.-  No orgullosa de lo alcanzado, sí agradecida a vuestro esfuerzo909. Jamás puedo estar orgullosa de lo que detesto910; mas sí obligada a lo mismo que odio cuando es indicio de amor911.

CAPULETO.-  ¡Cómo, cómo! ¡Cómo, cómo! ¡Respondona!912 913 ¿Qué significa eso? Orgullosa y agradecida -desobligada -y sin embargo, no orgullosa914 -[Oíd, señorita remilgada:]915 no me vengáis con afables agradecimientos, con hinchazones de orgullo; antes bien, aprestad916 vuestras finas piernas para ir el jueves próximo a la iglesia de San Pedro, en compañía de Paris, o te arrastraré hacia allí sobre un zarzo. ¡Fuera de aquí clorótica [materia!] ¡Fuera, miserable! ¡Cara de sebo!917

LADY CAPULETO.-  [¡Vaya, anda, anda! ¿Estás sin sentido?]

JULIETA.-  Querido padre, [os pido de rodillas que me oigáis, [con calma,] producir [sólo una frase.]

CAPULETO.-  [¡Llévete el verdugo, joven casquivana, refractaria criatura»!] Te lo repito: o ve a la iglesia el jueves, o nunca vuelvas a presentarme la cara. Ni una palabra, ni una réplica, muda la boca; tienen mis dedos tentación. -Señora, creíamos pobremente bendecido nuestro enlace porque Dios nos había dado918 tan sólo esta única hija; pero veo ahora que ésa una está de sobra y que hemos tenido en ella una maldición919. ¡Desaparezca, miserable!920

NODRIZA.-  ¡Que Dios, desde el cielo, la bendiga! -Hacéis mal, señor, en tratarla así.

CAPULETO.-  ¿Y por qué, señora Sabiduría? Retened la lengua, madre Prudencia; id a parlotear con vuestros iguales.

NODRIZA.-  No digo ninguna indignidad.

CAPULETO.-  ¡Ea, vete con Dios!921 922

NODRIZA.-  ¿No se puede hablar?923

CAPULETO.-  ¡Silencio, caduca farfullera! Reserva tus prédicas para tus comadres de banquete; pues aquí no necesitamos de ellas.

LADY CAPULETO.-  Os acaloráis demasiado.

CAPULETO.-  ¡Hostia divina!924 925 Eso me trastorna el juicio. De día, de noche, a cada hora, a cada minuto926, en casa, fuera de casa, solo o acompañado, durmiendo o velando, mi único afán ha sido el casarla, y hoy, que he hallado un hidalgo de faustosa927 alcurnia, que posee bellos dominios928, joven, de noble educación929, lleno, como se dice, de caballerosos dones, un hombre tan cumplido como puede un corazón desearlo930 931... -venir, una tonta, lloricona criatura, una quejumbrosa muñeca a responder cuando se le presenta su fortuna: [Yo no quiero casarme, -] No puedo amar932, -Soy demasiado joven, -Os ruego que me perdonéis. -Sí, si no queréis casaros, os perdonaré; id a holgaros donde os plazca, no habitaréis más conmigo. Fijaos en esto, pensad en ello, no acostumbro chancearme. El jueves se acerca; poned la mano sobre el corazón, aconsejaos. Si sois mi hija, mi amigo os alcanzará; si no lo sois, haceos colgar, mendigad, pereced de hambre, morid en las calles; pues, por mi alma, jamás os reconoceré; nada de cuanto me pertenece se empleará jamas en vuestro bien. Contad con esto933, reflexionad; no quebrantaré mi palabra934. (Vase.) 

JULIETA.-  ¿No existe, no hay piedad en el cielo que penetre la profundidad de mi dolor? ¡Oh tierna madre mía, no me arrojéis lejos de vos! Diferid este matrimonio por un mes, por una semana; o, si no lo hacéis, erigid mi lecho nupcial en el sombrío935 monumento que Tybal reposa.

LADY CAPULETO.-  No te dirijas a mí, pues no responderé una palabra. Haz lo que quieras, todo ha concluido entrelas dos. (Se marcha.) 

JULIETA.-  ¡Dios mío! -Nodriza, ¿cómo precaver esto? Mi marido está en la tierra, mi fe en el cielo: ¿cómo esta fe puede descender aquí abajo, si no es que mi esposo me la devuelve desde arriba, abandonando el mundo? -Dame consuelo, aconséjame. -¡Ay, ay de mí! ¡Que el cielo ponga en práctica engaños contra un tan apacible ser como yo! -¿Qué dices? ¿No tienes una palabra de alegría, algún consuelo, nodriza?936

NODRIZA.-  Sí, en verdad, hele aquí: Romeo está desterrado, y apostaría el mundo contra nada937 a que no osará jamás venir a reclamaros, y a que, si lo hace, será indispensablemente a ocultas. [En vista de esto, pues que al presente la situación es tal,] opino que lo mejor para vos sería casaros con el conde938. ¡Oh! ¡Es un amable caballero! Romeo es un trapo a su lado. [Un águila, señora, no tiene tan claros939 940, tan vivos, tan bellos ojos como tiene Paris]. ¡Pese a mi propio corazón, creo que es una dicha para vos este segundo matrimonio! [Está muy por encima del primero y, prescindiendo de esto], vuestro primer marido no existe941, lo que equivale a tanto como a tenerle viviente en la tierra942 943 sin que le poseáis.

JULIETA.-  ¿Hablas de corazón?

NODRIZA.-  Y también de alma, o que Dios me castigue944 945.

JULIETA.-  Amén.

NODRIZA.-  ¿Qué?946

JULIETA.-  Vaya, me has consolado maravillosamente. Entra y di a la condesa que, habiendo disgustado a mi padre, he ido a la celda de Fray Lorenzo a confesarme y a alcanzar absolución.

NODRIZA.-  Corriente, iré a decirlo; en esto obráis cuerdamente. (Vase.)947 

JULIETA.-  ¡Vieja condenada! ¡Perverso948 Satanás! ¿Cuál es peor pecado: inducirme así al perjurio, o improperar a mi señor con esa propia lengua que tantos millares de veces le ha puesto por encima de toda comparación? -Anda, consejera; tú y mi corazón han hecho eterna ruptura. -Voy a visitar al monje, para ver el recurso que me ofrece. Si todo medio falla, tengo el de acabar conmigo. (Vase.)